Las garantías comerciales y de posventa en el comercio minorista cubano todavía no protegen lo suficiente al consumidor
Tengo un amigo al que en el inicio de agosto se le unieron dos “picos”: el pandémico, que nos llevó al peor momento en el enfrentamiento a la COVID-19 aquí, y la rotura de un refrigerador casi recién comprado, que crispó su tranquilidad, su paciencia y bienestar. Hace tres años escribimos que sin ese electrodoméstico no había paraíso posible, pues el remedio para un montón de males comienza con un vaso de agua fría.
Pagado en moneda libremente convertible, cualquiera entenderá que el valor del equipo sobrepasa las, para nada despreciables, cifras del comercio minorista, y se le añade la importancia capital de un refrigerador en un hogar para el mantenimiento de alimentos —que tampoco son baratos ni accesibles—, máxime en tiempos donde cuando se puede hay que comprar y hasta acaparar, se trate de un paquete de pollo o de una calabaza.
Un mes y medio después, al fin, mi amigo ha recibido la llamada telefónica confirmando el cambio de la maquinaria y su entrega en los próximos días. Para llegar a ese punto, sin embargo, además de la falta de refrigeración, otros calores atormentaron al hombre, ya que la primera respuesta recibida decía que por la COVID-19 no se estaba trabajando en las garantías.
Obviamente le pareció un sinsentido, pues en ningún momento de la pandemia la red de tiendas comercializadoras en MLC ha detenido la venta, ni siquiera cuando en junio se acordó en el grupo temporal esa medida, con el objetivo de frenar las aglomeraciones y las colas. O sea, el nuevo coronavirus no impidió que las cadenas continuaran expendiendo equipos, pero sí que cumplieran lo concerniente a la protección al consumidor en materia de garantías. Por lo menos a la primera.
Lo que pasa es que mi amigo, adulto mayor serenísimo e instruido, sintió que el proceder no era correcto y escribió quejas y argumentaciones a varias instancias, alegando el daño económico, personal y emocional, no solo para él, sino para su esposa, su suegra y sus hijos, quienes financiaron el equipo. De alguna de esas instancias bajó la decisión de atender el caso y, finalmente, en casa volverán a enfriar esperanzas. A saber si otros esperan el fin de la pandemia con el agua “al tiempo”.
La anécdota, sin embargo, pone de relieve los lastres que sigue arrastrando la protección al consumidor en nuestro país, incluso luego de la entrada en vigor en mayo pasado de la Resolución 51 de 2020, del Ministerio de Comercio Interior, Regulaciones para los servicios de garantía comercial y post-garantía de los equipos electrodomésticos, Electrónicos, enseres menores y otros similares.
La norma deroga la Resolución 11 de 2008, del mismo organismo, que había regido hasta entonces los modos en que se protegía al cliente con las garantías comerciales y de posventa, y que en 2018 ya habíamos criticado en este periódico, dadas sus limitaciones en la teoría y en la práctica. Y aunque el nuevo texto regula un poco mejor, expertos en el tema creen que todavía tiene deudas con el consumidor.
Entre ellas una que, contradictoriamente, deriva de una de las novedades propuestas: la modificación más notable establece tiempos mínimos de garantía (la mayoría de los equipos tiene menos de un año), pero es casi lo mismo que mantener los estándares de antes, porque en un mercado desabastecido y con la ausencia de competencia, las cadenas de tiendas no están obligadas a ofrecer períodos cercanos a los que dan los proveedores. A esto sumemos, tal cual se evidenció en la experiencia de mi amigo, que los servicios comerciales y de garantía siguen plagados de deficiencias.
Implementar esta arista de la protección al consumidor no solo generaría una mayor satisfacción entre la ciudadanía, al tiempo que honraría sus gastos con equipos respaldados por el sistema empresarial, sino nos pondría en el camino de la verdadera economía circular, en el que ya estamos no tanto por la voluntad explícita del comercio, sino por necesidad.
Es decir, mientras en otras partes del mundo cuando un electrodoméstico se rompe, por muy mínima que sea la rotura, lo más probable es que la persona decida desecharlo y comprar otro. “La mejor marca es Nuevo”, dicen por ahí. Aunque para ello deban endeudarse, aunque el equipo vaya a dar al basurero... En Cuba, fustigados por el desabastecimiento, la inflación, la circulación de más de una moneda, los salarios insuficientes y la pérdida del valor adquisitivo del dinero, ante un desperfecto hay que reparar, pero no siempre hay con qué.
Por razones diferentes, no obstante, algunos países están apostando a la circularidad de la economía. En enero de 2022, España pondrá en vigor una decisión ya aprobada en abril último: la garantía de todos los productos pasará a ser de tres años y las piezas deberán estar disponibles durante una década desde que el producto deja de fabricarse.
Evidentemente no estamos en ese momento ni en esas circunstancias, pero valdría la pena ponerlo en el horizonte, para caminar hacia él.
Me disculpan pero Economía Circular es otro concepto. Que nada tiene que ver con las garantías post ventas ni con los ciclos de
ResponderEliminarreaprovisionamientos de las partes y piezas de repuestos de un bien duradero.
Es correcto. En este link trate de explicarlo cuando Diaz Canel lo mencion por primera vez https://cubayeconomia.blogspot.com/search?q=economia+circular. Saludos
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