Por Katia Siberia ECONOMÍA
La Empresa de Servicios Comunales de Ciego de Ávila tiene ya una década, aunque no llegamos hasta ella para celebrar aniversarios, sino por una realidad que parecía insondable: en un mes redujo sus pérdidas en un millón de pesos, y cuatro meses después podía distribuir utilidades. ¿Qué pasó allí?
La primera imagen de este texto pudiera ser la antítesis de la fotografía de prensa y, sin embargo, el retrato exacto de Empresa de Servicios Comunales (COMCÁVILA), una empresa de altibajos, cuyas oscilaciones hoy tienden más a las altas que a las bajas y dibujan una línea en ascenso que Aramís Hernández Rodríguez traza desde su liderazgo.
Comenzó a dirigirla en abril pasado, cuando los créditos no se aprobaban, las compras se enternecían, los impuestos con la Oficina Nacional de Administración Tributaria se obviaban, los contenedores de carbón exportado disminuían… La credibilidad de la empresa caía y con ella las cuentas: cerraban con más de un millón 500 000.00 pesos de pérdida; que es una cifra similar al salario de un mes de todos sus trabajadores. No representaba poco para ellos.
Para mayo, Aramís ya tenía “tamaño de bola”, como suele decir, aunque ahora niegue que haya sido el único artífice del cambio en COMCÁVILA. Lo demuestra hasta con el más mínimo detalle.
“La foto para el periódico no puede ser solo mía”, había dicho cuando Invasor pretendía mostrarlo en píxeles. “Tiene que ser el Consejo de Dirección completo. No me pongas en esa situación”, pedía, casi reclamando un favor que no era, porque la prensa tiene el deber de mostrar las cosas como son. Y en COMCÁVILA hay un equipo.
Eso es lo primero que dijo. De ahí podría explicarse el resto de lo que viene sucediendo en la empresa, donde los encargos esenciales dependen de cinco Unidades Empresariales de Base (UEB): Producción y Comercialización del Carbón, Atención al Turismo, Construcción, Producción y Comercialización de Flores, y Centro de Capacitación y Viveros.
Todo ese trabajo era muy escaso. “No tengas pena en decirlo, aquí se trabajaba poco”, provoca a Daril Ares Cabrera, el jefe de Producción, quien no se atreve a desmentirlo, con dos y medio años en el puesto. “Ciertamente —confiesa—, las cosas no caminaban y en muchas brigadas a las 11:00 de la mañana ya se terminaba la jornada y se caía en pérdidas si las obras demoraban más tiempo del pactado. Aumentaban los gastos”.
Parece un detalle menor, pero Aramís muestra el menú de la semana en cada una de las cinco UEB de la entidad. Es algo que exige y puede ser auditable en sus recorridos. “Tengo que saber si compramos picadillo, que eso esté llegando a la gente, pues antes ni se cocinaba, pasaba de todo”, comenta. En ese mismo capítulo están las botas que compraron, las nuevas maquinarias para mantener el corte del césped de la Circunvalación y cuanto esfuerzo apunte a mejorar las condiciones de trabajo; para exigir, también, con mayor propiedad.
Así, se fueron recuperando clientes, contratos y las brigadas empezaron a generar ingresos, a trabajar. “Fue solo impulsar”, acota el directivo, consciente de que la desmotivación quedó atrás y algunos puestos de dirección cambiaron de nombre (y hombre) al escucharse el criterio de los trabajadores. “Cambiar todo lo que deba ser cambiado”, ¡tanto se ha dicho!
Pues parte de esa estrategia incluyó el sistema de pago. Lo necesitaban desde hacía mucho, si tenemos en cuenta la estructura de una empresa cuyos empleados indirectos representan más del 50 por ciento del total. Todavía no han llegado a todas las UEB, aunque esa es la intención del pago a destajo: que gane quien trabaje y por el valor de lo aportado.
“Fíjate que varias brigadas nos han manifestado que si se va algún integrante no quieren reemplazo, que ellos asumen todo el trabajo. La cuenta es sencilla: cobrarían mejor, tocarían más ingresos a menor cantidad de trabajadores”, acota Daril sin obviar que un proceso de disponibilidad laboral es más complicado y necesitaría aprobaciones ministeriales.
He ahí uno de los tantos obstáculos o dilaciones para generar eficiencia desde “abajo”. No obstante, el ejemplo que mejor —y peor— lo ilustra está en las retribuciones del carbón.
Ya la disponibilidad de combustible venía siendo un problema para una empresa con cuotas asignadas que, en sus mejores tiempos, llegó a exportar entre 10 y 16 contenedores de carbón vegetal al mes. Lo paradójico sería que, además, con la subida del precio de la tonelada, de 320.00 dólares a 400.00, COMCÁVILA, autorizada a “pagar” 15 centavos en Moneda Libremente Convertible (MLC) por cada kilogramo, haya visto flaquear sus sacos y apenas exporte unos seis contenedores al mes.
El entrecomillado de “pagar” obedece a la inexactitud del término, porque en realidad se habla de liquidez, respaldo en una divisa que no va a las tarjetas de ninguno de los carboneros, si la tuviesen.
Es dinero que retiene la empresa, un 68 por ciento del precio de exportación. “Por cada contenedor, por ejemplo, recibimos 8000.00 euros y a la cuenta de la empresa van 5440.00 que debemos respaldar con 131 000.00 en Pesos Convertibles Cubanos para poder usarlos. Y lo empleamos en toda la importación de maquinarias, en alimentación de los trabajadores, en medios de protección, en aseo; sin embargo, no se nos permite el pago directo al obrero”, lamenta Daril.
A ellos no. A otros actores económicos sí. “Pagan 24 y hasta 30 centavos en MLC por cada kilogramo; pueden pagarlo a los carboneros, y obviamente la competencia ha hecho que muchos prefieran exportar con Media Luna, por ejemplo, y no a través de nosotros”, relata Aramís, quien, al mismo tiempo, no admite peros y proyecta que cada una de sus cinco UEB genere para el 2023, al menos, un contenedor de carbón al mes para aumentar ingresos en moneda dura y vincularse directo a la gestión y acceso a los recursos.
• Lea aquí otra de las tristes realidades del carbón. Es en Las Tunas, pero quién asegura que solo allí
Otro de los puntos flacos que la entidad intenta revertir sin peros es la producción y comercialización de flores, cuya ausencia ha llegado a ser crítica en las funerarias avileñas y, primero, en los cinco jardines del territorio.
Antes, rememora Daril, si no se usaban las flores no se les pagaba a los jardineros. Ahora proponen un sistema de pago por docenas que redundará en mayores entregas, sin dudas. Toda la Extraña Rosa, Girasol, Cajigal, Marigol… cultivada se pagará y tendrá la UEB, entonces, que buscar alternativas para la comercialización.
La competencia, esta vez, sí podría beneficiarlos. El vendedor de COMCÁVILA que, a veces, merodea por el parque José Martí, ofrecía este martes rosas a 5.00 pesos. A una cuadra de allí, en La Elegante, un emprendimiento las vendía, con su envoltura de nailon, a 25.00. O el nailon es muy caro o el costo a los emprendedores se les eleva, o las ganancias se les multiplican, o COMCÁVILA logra excelentes rendimientos en sus jardines.
O lo que sea: afortunadamente no tendría que morirse nadie para que los arreglos florales les sean rentables, a juzgar por una primera observación.
Los cálculos en otras UEB apuntan en esa dirección. Ganarán. Las obras constructivas emprendidas en la actualidad lo hacen; sean en el Monumento Nacional de Lázaro López o en el nuevo cementerio; también la limpieza y el mantenimiento del Parque de la Ciudad, que incluirá la reparación del viejo parque infantil, el que hoy languidece oxidado. Lo pronostican, incluso, con los soleadores de la cayería norte; una tarea que pertenecía a la empresa y habían cedido a Emprestur, debido a la falta de capacidad para honrar compromisos.
Todos los peros que un día se anquilosaron allí van despejándose con una variable que podría ser la razón primera y última de cualquier transformación: el hombre. Solo que en COMCÁVILA, asegura Aramís, hay varias personas disputándose el mérito. Mérito al fin, sin nombres ni apellidos.
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