Por Pedro Monreal, El estado como tal
La reciente reafirmación oficial de que no se permitirá la concentración de la propiedad y la riqueza no es, esencialmente, un “tema económico”. Tampoco es, fundamentalmente, “ideológico”. Es un asunto primordialmente político. Expresa una posición respecto al poder.
Como el concepto de poder tiene diferentes definiciones y es controversial, conviene aclarar entonces, desde el principio, que utilizo el enfoque marxista sobre el tema, es decir, el poder entendido desde la perspectiva de las clases sociales y los sistemas sociales, en vez de enfocarlo en los individuos. Es el poder explicado a partir de la posición de una clase social en el marco de las relaciones de producción y que se manifiesta en relaciones de dominación y de subordinación a nivel de clases, sobre la base de esas relaciones.
El tema debatido hoy en Cuba no es, para nada, una discusión nueva en el contexto de las reformas –o como quiera llamárseles- emprendidas por los partidos comunistas en el poder. Ha sido un tema importante en todos esos procesos, tanto en los que fracasaron estrepitosamente (la mayoría) como en los pocos casos, por ejemplo, China y Vietnam, que han tenido un éxito económico notable bajo el control del partido comunista. Lo que hoy se observa en Cuba debería ser colocado en ese marco amplio de análisis, obviamente teniendo en cuenta las especificidades nacionales que existen.
Todos los intentos por reformar los “modelos” económicos del “socialismo real” han incluido, en sus distintas variantes, la decisión política de modificar uno de los pilares básicos de esos modelos: el predominio de la planificación centralizada apoyada en un extenso sector estatal.
El punto es importante. Han sido decisiones –hasta donde conozco, todas y cada una de ellas- originadas en el otro pilar central de esos sistemas sociales: el control del poder político por parte de partidos comunistas que, en general, operan en el contexto de sistemas unipartidistas. No fueron decisiones adoptadas “por fuera” del sistema.
Particularidades aparte, lo ocurrido en la antigua URSS, Europa del Este, China, Vietnam, y también Cuba, parece indicar una visión compartida respecto a que la modificación de ese pilar básico –el económico- era inevitable, aunque plantease contrariedades ideológicas y entrañase riesgos políticos.
En el fondo, parece haber existido una especie de “apuesta” de que transformando ese pilar económico se podía reforzar el otro pilar fundamental del socialismo: la concentración del poder en el partido comunista. A riesgo de simplificar, pudiera decirse que han sido intentos de renovar los cimientos de la legitimidad de los partidos comunistas sobre la base de altas tasas de crecimiento económico.
Como se sabe, en muchos casos esa fue una apuesta fallida, al menos desde la perspectiva de la conservación del poder político por parte de los partidos comunistas. Ese es el caso de la URSS y de Europa del Este. Las causas de esos fracasos fueron variadas y se han realizado muchos análisis que usualmente exponen interpretaciones divergentes sobre lo ocurrido. Sin embargo, en algunos casos esa apuesta parece haber funcionado muy bien, siendo el caso de China el más notable.
En un país como China, ha sido una apuesta “ganada” que ha implicado la aceptación por parte del partido comunista del papel creciente del mercado y de las formas capitalistas de producción. Inevitablemente, ha conllevado a reconocer y gestionar las tendencias hacia el incremento de la concentración de la propiedad y de la riqueza. Ciertamente, se trata de una “concepción china” de la reforma que oficialmente en Cuba parece “respetarse”, pero no “compartirse”.
¿Qué se discute fundamentalmente hoy en Cuba cuando se habla sobre la concentración de la propiedad y de la riqueza?
En la superficie, la discusión parece ser doctrinal pues se examina esa “posibilidad” –la eventualidad de arribar a un grado de concentración privada de propiedad y de riqueza que todavía no se ha materializado en una escala significativa en el país- siempre en relación con una idea normativa (lo que debe ser), que está referida a una teorización específica sobre el socialismo.
El razonamiento más frecuentemente escuchado como justificación para para ponerle “riendas cortas” a la concentración de propiedad y riqueza es que eso no encaja con una determinada noción de lo que debe ser el socialismo.
No digo que no sea un punto de vista atendible, por supuesto que lo es. Lo que pienso es que eso no es lo que, en el fondo, intenta discutirse. La preocupación que revela la manera en que se abordó el asunto durante la sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular efectuada a fines de mayo, parece indicar que es una discusión fundamentalmente sobre el poder; muy práctica y muy poco doctrinal.
El problema es que si ya se ha decidido oficialmente que hace falta mercado y empresa privada -y con ello la inevitable concentración de propiedad y de riqueza “por fuera” del Estado- entonces lo que ocupa la atención del Partido Comunista de Cuba (PCC) es una cuestión práctica: evitar que una creciente mercantilización y privatización de la acumulación de la riqueza nacional se transforme en un cambio político que haga que el PCC pierda el poder y que con ello desaparezca el socialismo en el país.
Vayamos al grano. Se trata de un problema concreto de poder que el PCC debe resolver. Se le podrán agregar más cosas y se podrá adornar el asunto, pero esa es la cuestión especifica que debe ser solucionada.
Como la opción no se supone que sea “pedalear hacia atrás” porque en ausencia de crecimiento económico (al cual el mercado y la propiedad privada ya contribuyen positivamente) pudiera erosionarse la legitimidad del PCC, entonces este debe buscar la manera de integrar su concentración de poder con el funcionamiento del mercado y del sector privado.
Para no andarnos por las ramas, una opción posible pudiera ser que el PCC tomase la iniciativa de fomentar activamente las formas capitalistas de producción que mejor “encajasen” con su concentración de poder político, en vez de dedicarse a “fildear” las formas capitalistas que se originen azarosamente en otras partes del sistema. No estoy hablando de algo inédito. Eso es lo que han hecho los partidos comunistas de China y de Vietnam durante décadas. No propongo que se copie, sino que se tome en cuenta.
Queda claro que ideológicamente eso pudiera parecerle algo “atroz” a algunos, pero el punto que debe ser tenido en cuenta es que no es realista pensar que la concentración del poder y la acumulación económica puedan marchar por vías separadas.
Hay dos preguntas sencillas que deberían ser respondidas:
– ¿Puede el modelo de acumulación vigente (con un enorme peso de lo estatal y altamente centralizado) generar los 10 mil millones anuales de inversión que aproximadamente hacen falta cada año para lograr las tasas de crecimiento –entre 5% y 7%- que se necesitan para avanzar hacia el desarrollo nacional?
– ¿Pudiera el modelo “actualizado” prescindir del mercado y de la empresa privada (nacional y extranjera) para resolver el impasse actual de acumulación económica al que se enfrenta Cuba?
Si las dos respuestas fuesen negativas -como creo que son- entonces estaríamos frente a un camino que ya otros partidos comunistas han transitado: el sistema político controlado por el partido comunista no solo tiene que “acomodar” una nueva clase capitalista y permitirle que “prospere” (que acumule), sino que tiene que convertirla -necesariamente- en una base de apoyo de ese sistema político.
Nótese que no digo que normativamente ello sería lo deseable y mucho menos sugiero reproducir mecánicamente esa trayectoria. Simplemente lo que digo es que eso ya ha funcionado bien para otros partidos comunistas y que no conviene ignorar algo así.
En todo caso, es importante reafirmar la noción de que cualquier discusión oficial sobre la concentración de la propiedad y la riqueza en Cuba es, en esencia, la expresión de la necesidad de adoptar una visión integrada del funcionamiento del poder concentrado en el PCC con una acumulación económica que, inevitablemente, incluirá formas capitalistas de producción.
De nuevo, hay quienes pudieran considerar esa falta de “pureza” ideológica como algo inadmisible y “preocupante”, pero eso no es relevante si no va acompañado de una propuesta alternativa de “acople” entre la concentración de poder y la acumulación de riqueza.
Termino con la invitación a revisar un texto sobre la experiencia de China, incluyendo sus aspectos negativos y no solamente los positivos pues, lógicamente, la reforma del socialismo es un proceso contradictorio y en muy alto grado impredecible.
Se trata de un artículo ampliamente conocido, titulado “Integrando la riqueza y el poder en China: el abrazo del Partido Comunista al sector privado”, de Bruce Dickinson, publicado en The China Quaterly, 192, diciembre de 2007, Ver aquí https://myweb.rollins.edu/tlairson/china/chiwealthpower.pdf
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