Por Luis Brizuela
José Antonio Casimiro junto a un pequeño tractor que utiliza para las labores agrícolas en Finca del Medio, en el centro de Cuba. El productor es partidario de un proyecto para movilizar y dignificar al campo, que apoye a la agricultura familiar, con viviendas confortables, junto con mayores estímulos por conservar suelos, usar las fuentes renovables, rebajas de impuestos u otros. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS
TAGUASCO, Cuba – El modelo de explotación agrícola familiar impulsado por Finca del Medio debería encontrar más estímulos en Cuba, a fin de incentivar la producción de alimentos sobre bases sostenibles y avanzar hacia la deseada soberanía en el sector.
Lo asegura convencido el agricultor José Antonio Casimiro, quien desde hace tres décadas aporta junto con su familia experiencias e innovaciones que pudieran servir de referente a pequeños agricultores de la isla mediante el empleo de la agroecología, manejo de suelos, conservación de alimentos y uso de fuentes renovables de energía.
“Potenciar las pequeñas fincas en Cuba pudiera ser parte de la solución para aumentar la cantidad, calidad y variedad de alimentos, satisfacer la demanda nacional y solucionar varios problemas en el campo”, sostuvo Casimiro, de 65 años, propietario de Finca del Medio, de 13 hectáreas, y ubicada en el centro de esta alargada isla caribeña.
En diálogo con IPS, Casimiro señaló que “se pudiera empezar por crear 20 fincas nuevas” en la mayoría de los 168 municipios cubanos “hasta completar unas 250 000 en todo el país. Supongamos que cada familia tenga cuatro miembros, eso haría un millón de personas vinculadas a estas labores”.
Para 2022, la población rural cubana representaba 22,9 % de sus 11 millones de habitantes, de acuerdo con la estatal Oficina Nacional de Estadística e Información (Onei).
“Potenciar las pequeñas fincas en Cuba pudiera ser parte de la solución para aumentar la cantidad, calidad y variedad de alimentos, satisfacer la demanda nacional y solucionar varios problemas en el campo”: José Antonio Casimiro.
Sería necesario “buscar gente preparada, emprendedora, capaces de ir a vivir al campo. Y si provienen de familias campesinas, mejor. Pero habría que darles la tierra en propiedad, no en usufructo, porque esto último termina por ‘comerse’ la finca; es decir, se explota al máximo sin atender mucho el manejo, cuando sabes que debes entregarla”, reflexionó.
La artista plástica y agricultora Chavely Casimiro ordeña una vaca, acompañada de su hija Leah Amanda Díaz, en la explotación familiar de Finca del Medio, en la provincia cubana de Sancti Spíritus. Mediante innovaciones tecnológicas ajustadas al entorno, el núcleo familiar se autoabastece de arroz, granos, tubérculos, hortalizas, leche, huevos, miel, carnes, pescado y frutas. Imagen: Jorge Luis Baños/IPS
Modelo de finca
Ubicada en el municipio de Taguasco, en la central provincia de Sancti Spíritus y a unos 350 kilómetros al este de La Habana, Finca del Medio basa sus producciones en un modelo de agricultura circular, algo que IPS apreció durante varias visitas a la instalación en septiembre.
Casimiro recordó que en 1993 se asentó junto con su esposa, Mileidy Rodríguez, de 65 años, y sus hijos Leidy y José Antonio -un año después nació Chavely-, en la hacienda de los abuelos paternos, con el objetivo de revertir su deterioro y erosión de los suelos.
“Aunque venía de una familia de campesinos, no teníamos cultura agrícola. Con el tiempo aprendimos el valor de los abonos naturales, a obtener alimentos más sanos. Tuvimos que innovar mucho. Comprendí, además, que debía convertirme en especialista de cada labor o tecnología aplicada”, subrayó.
“Apostamos por un modo de vida en que quizás no ganas mucho, pero no pierdes nada”, remarcó el agricultor para quien es preferible un área más pequeña, pero manejable, “donde los recursos los tengas a la mano”.
Si se siembra plátanos (bananas), ejemplificó, “no pienso en si lo van a comprar o no. Lo que no nos comemos se echa a los cerdos que aportan carne y excrementos para el biodigestor; o se deshidratan y convierten en harina -idónea para personas celíacas, empanizar o hacer dulces-, o se alimentan las vacas durante la sequía. Hay muchas variantes para aprovechar el alimento sin perder el esfuerzo”.
Sobre la base de ese principio el núcleo familiar se autoabastece de arroz, frijoles, tubérculos, hortalizas, leche, huevos, miel, carnes, pescado y frutas. De los alimentos básicos solo no producen azúcar y sal.
La combinación de tecnologías e innovaciones ajustadas al entorno permite a la familia Casimiro-Rodríguez canalizar y acopiar el agua, rotar cultivos, enriquecer los suelos con fertilizantes orgánicos, producir biogás, así como aprovechar el potencial solar, eólico, hidráulico y de la biomasa para satisfacer gran parte de las necesidades energéticas.
Comercian los variados excedentes de su producción, incluida la leche vacuna para la que tienen contratos específicos, y también están impulsando el agroturismo, con continuas mejoras en las instalaciones para recibir visitantes nacionales e internacionales.
La hija mayor es la única que no vive y trabaja en la finca, aunque pasa temporadas en ella. En total viven en el lugar una decena de miembros de la familia, incluidos cuatro nietos, y todos los adultos trabajan en ella o dedican tiempo a apoyar en diferentes tareas.
“La idea principal de la vida en el campo es la independencia. Para nosotros ha sido un reto producir alimentos sin químicos, porque cuesta más trabajo que la agricultura convencional. Lo otro fundamental es el respaldo de toda la familia, sin lo cual no fuera posible”, subrayó Casimiro.
Una plantación de boniato (batata) es irrigada con los efluentes de un biodigestor instalado en Finca del Medio, en la provincia cubana de Sancti Spíritus. Desde hace tres décadas, la hacienda familiar aporta experiencias e innovaciones que pudieran servir de referente a pequeños agricultores de la isla, mediante el empleo de la agroecología, manejo de suelos, conservación de alimentos y uso de fuentes renovables de energía. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS
Agricultura en números
Con una superficie de 109 884 kilómetros cuadrados (10 988 400 hectáreas), el archipiélago cubano posee 64 000 kilómetros cuadrados con potencial agrícola (58,2 %), de los cuales apenas se cultivan la mitad.
Más de 78 % de la superficie agrícola en Cuba es de propiedad estatal. En contraste, son los agricultores privados, individuales o en cooperativas, los responsables de producir más de 75 % de los alimentos agropecuarios locales.
Detrás de esta realidad está, al menos en parte, que casi 77 % de los suelos cubanos, según datos oficiales, tienen poca productividad, por factores adversos como la erosión, salinidad, acidez, mal drenaje, baja fertilidad y contenido de materia orgánica o escasa retención de humedad, entre los principales.
Además, en las tierras estatales se han implementado históricamente sistemas agrícolas convencionales caracterizadas por menos prácticas agroecológicas, un uso extensivo de la tierra y la aplicación de agroquímicos.
Expertos recomiendan que el vigente modelo de gestión económica centralizada en el sector agropecuario se sustituya por otro que incluya la realización de la propiedad -el derecho y posibilidad del productor de poder decidir- desde la producción hasta el consumo.
En el periodo 2008-2018 alrededor de 2,1 millones de hectáreas se entregaron en usufructo a personas naturales y jurídicas con el objetivo de que las emplearan en la producción agropecuaria, cañera, forestal y de frutales.
El decreto ley No. 358 con su reglamento, el decreto No. 350, en vigor desde octubre de 2018, autoriza la entrega de dichas tierras en concepto de usufructo gratuito por tiempo indeterminado a personas jurídicas, y hasta 20 años prorrogables sucesivamente por igual período a personas naturales.
De las 404 000 personas naturales tenedoras de tierras en Cuba, 275 762 son usufructuarias (68,2 %), 97 341 son propietarias (24,1 %), y el restante 7,7 % se distribuyen entre arrendatarias y campesinas dispersas, muestra el anuario estadístico 2021 de la Onei, con datos que se corresponden con un año antes y son los más recientes disponibles sobre el tema.
Informes del Ministerio de la Agricultura dan cuenta de 382 092 hectáreas ociosas disponibles para su entrega en usufructo, y que a fines de 2022 se encontraban en trámites 13 428 solicitudes.
Por lo general, estas tierras suelen estar apartadas de los asentamientos, las fuentes de agua y sin vías de acceso, mientras que sus suelos tienen los niveles más bajos de productividad.
Siguen sin apreciarse en las mesas de los hogares cubanos los resultados de decenas de medidas gubernamentales destinadas a incrementar significativamente los aportes del agro. Las cifras son desalentadoras en un país que necesita importar más de 70 % de los alimentos que consume.
En los últimos años menguaron de forma significativa las producciones de arroz, azúcar, café, granos, carne de cerdo y leche, entre otros.
Todo ello en medio de la profundización de la crisis económica interna, endurecimiento del embargo estadounidense, aumento de la inflación y contracción de las principales fuentes de ingresos en divisas, impactadas además por la covid, lo que a su vez redujo las importaciones de alimentos.
La insuficiente producción e importación de alimentos mantiene insatisfecha la demanda, con la consiguiente escasez y aumento de precios.
Los datos oficiales corroboran que la inversión nacional en el sector agropecuario es de 2,6 %, aun cuando es el principal empleador en la isla, con 17,8 % del empleo total, pero aporta junto con la pesca menos de 3 % al producto interno bruto (PIB).
Analistas y campesinos mencionan otros obstáculos para el despegue de la agricultura como la incidencia de plagas en algunos cultivos, la falta de semillas de calidad, fertilizantes y pienso animal; insuficientes sistemas de riego, éxodo de personas del campo a las ciudades, así como impagos a productores.
También conspiran la descapitalización del sector, escasez de insumos de labranza y vehículos para que campesinos trasladen directamente sus cosechas a los mercados, así como estructuras burocráticas que entorpecen la comercialización.
Lorenzo Díaz, esposo de Chavely Casimiro, despulpa café en Finca del Medio, en el centro de Cuba. La familia Casimiro-Rodríguez ha demostrado la viabilidad de desarrollar sistemas autosustentables de producción de alimentos. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS
Dignificar el campo
Casimiro, es partidario de “un proyecto para movilizar y dignificar el campo, que apoye a los campesinos, con viviendas confortables. Tiene que haber más estímulos por conservar suelos, usar las fuentes renovables, rebajas de impuestos u otros; o un impuesto si la finca empeora”.
“Creo que la asesoría también es fundamental. Años atrás estuve en Brasil y me impresionó que en uno de los estados había dos canales de televisión nada más de agricultura y apoyo al campo. Aquí tienen que aportar más la radio, el periódico, las redes sociales”, añadió.
También abogó por “enseñar materias relacionadas con la agricultura desde edades tempranas en las escuelas”.
Junto con la producción de alimentos, los integrantes de la familia Casimiro-Rodríguez impulsan actividades de educación y socialización de buenas prácticas agrícolas y medioambientales en redes sociales.
El agricultor reconoce que no resulta fácil gestar un sistema familiar de vida en una pequeña finca, pues se requiere apoyo económico y acceso a tecnologías, aunque de forma individualizada, sin recetas uniformes, “porque cada una es única, con capacidades, conocimientos, posibilidades del lugar y tamaño de la familia diferentes”.
No obstante, “hay que eliminar trabas, impedimentos y prohibiciones, además de mejorar los precios para comercializar”, apuntó.
En su opinión, la ecuación para el sueño de la soberanía alimentaria en Cuba incluye, entre múltiples factores, “un número grande de pequeñas fincas, que las y los pequeños agricultores vivan con sus familias en el lugar y autonomía para cultivar y comercializar sus productos y servicios”.
Durante la más reciente reunión del Consejo de Ministros, el 1 de octubre, se anunció la constitución de un grupo temporal de trabajo que evaluará y propondrá acciones que estimulen la permanencia en las zonas rurales de sus habitantes; incrementar la producción local de alimentos, aumentar los ingresos y facilitar la adquisición de viviendas, entre otras mejoras a las condiciones de vida.
ED: EG
Interesante, útil y necesario este tema.
ResponderEliminarSobre este particular he estado trabajando un grupo de ideas, que se resumen en: Ideas de negocios para crear Startup agrícolas, empresas de modelos de negocios escalables con el uso de nuevas tecnologías.
Identificando el siguiente problema: ¿Cómo lograr ir a un sistema de empresas productoras de alimentos mediante modelos escalables innovadores, (Startup) capaces de adaptarse a los cambios manteniendo su sostenibilidad productiva?
Un objetivo supremo: Introducción gradual de modelos de negocios a partir de pequeñas y medianas empresas, que usen creativamente la ciencia y la técnica y los procesos de innovación para revertir la crítica situación actual en la producción de alimentos.
Y algunos objetivos específicos asociados:
1. Crear micro, pequeñas y medianas empresas estatales y privadas, sostenidas en la tecnología, la ciencia y la innovación, en áreas de tierras cultivables con vocación agrícola, sean ociosas o deficientemente explotadas.
2. Desarrollar programas integrales de desarrollo productivo en las zonas o polos especiales, que contemple la industrialización asociada a los productos agrícolas y pecuarios, electrificación preferentemente con energías renovables, economía circular ,desarrollo urbanístico a partir de proyectos atractivos y funcionales en las tierras de menor vocación agrícola.
3. Institucionalizar sobre bases de reglas transparentes la creación de polos o zonas productivas con carácter especial, para que sus tierras delimitadas catastralmente sean licitadas a los actores económicos nacionales sean estatales o privados, con capacidad, posibilidad y disposición a producir alimentos de forma intensiva, con el uso de la ciencia, la técnica y la innovación.
4. Diseñar con condiciones especiales, formulas tributarias con subsidios inteligentes y de permisibilidad a los procesos de inversión de capital y/o tecnologías por cualquiera de los actores económicos nacionales y extranjeros dispuestos a trabajar en los polos o zonas especiales de desarrollo agrícola.
Cuba cuenta con la fortaleza de tener el catastro urbano y rural de toda la Isla y hasta el 2015 al menos, nuestro país junto a Brasil eran los dos únicos países de América Latina con un sistema propio de clasificación de suelos.
Entonces hablamos de ciencia, tecnología e innovación y sin embargo contamos con herramientas invaluables y no la utilizamos.
Así no se puede.