Un modelo
económico es un esquema teórico que
tipifica la estructura y
dinámica de una entidad micro o macroeconómica. Simula aspectos productivos,
financieros, mercantiles o monetarios
considerados como un sistema. Muchos economistas han creado modelos que
representan una situación dada o deseada. Los han aplicado a países, regímenes
sociales, épocas y otras situaciones concretas. El artilugio facilita la
comprensión, marca rasgos y permite trazar pautas.
Históricamente
pueden reconocerse varios modelos cubanos de economía. Cada uno refleja una
época y circunstancias diferentes. Hasta 1958 corresponden a arquetipos
capitalistas.
Con anterioridad a la conquista de la isla existió una economía primitiva que fue
abruptamente sustituida por el modelo implantado por los colonizadores. Era una
sociedad en tránsito hacia fórmulas más complejas pero sin trascender aún la
fórmula tribal igualitaria.
Llave del golfo
La historia escrita por los
vencedores suele ser indulgente con sus protagonistas. Isabel y Fernando – los
Católicos – forman parte de la historia de Cuba pues apadrinaron su
descubrimiento y conquista, pero no fueron la pareja idílica diseñada por
la historia light. Ni siquiera
constituyeron la unidad de España que les suele ser atribuida y que se limitó
a una unión dinástica. Algo así como un
matrimonio con separación de bienes: cada cual seguía gobernando en su casa.
Fernando fue uno de los
paradigmas utilizados por Maquiavelo en su manual del buen príncipe. Heredó la
Corona de Aragón, nombre simplificador tomado de uno de sus reinos. En la corte
de Isabel no lo consideraban castellano pero, como buen Trastámara lo fue por
linaje y ambición. No sin pesares logró regir en Castilla en los últimos años
de su vida, tras la muerte de la reina. Había colaborado con ella en sus
empresas, incluido el descubrimiento y colonización de América. Este último fue
reservado a los súbditos de Castilla sin
que el real consorte se opusiera a tal exclusividad que eliminaba del juego a
sus propios vasallos catalanes, aragoneses, valencianos y baleares. A estas
circunstancias se debe que en sus primeros 250 años Cuba fuera poblada
mayormente por andaluces y canarios, y por africanos incorporados a la fuerza a
esta fórmula étnica. Los indígenas no resistieron el choque y prácticamente se
esfumaron tras disfrutar la piadosa
evangelización promovida por la Reina. Así, a lo largo de poco más de
dos siglos se gestó la idiosincrasia básica de los criollos.
A partir de 1512 se inició la colonización.
Fue castellana dado que España no surgiría como Estado
hasta después de 1714. El poblamiento consistió en
crear núcleos, mayormente
de hidalgos, y asegurar la servidumbre de los indígenas.
El cubano actual mantiene gran parecido cultural con
andaluces y canarios, etnias que ya eran portadoras de elementos africanos.
Su habla era dialectal. Los primeros descendían de generaciones seculares que
hablaban jergas árabes, bereberes y latinas mezcladas con parlas locales. El
castellano les fue impuesto por los conquistadores y lo asimilaron
dialectalmente, como continúan haciéndolo y como transmitieron a los futuros
cubanos. Algo parecido ocurrió con los canarios, sucesores de los
guanches. Los esclavos incorporados
posteriormente aportaron su cultura en
su forma más pura.
Gran parte de los andaluces
llegaron como funcionarios, mientras que los canarios se asentaron como
agricultores. La estirpe de castellanos puros prefirió el continente que les
ofrecía posibilidades de riqueza y señorío. Allí pudieron desplegar el derecho
de conquista adquirido como habito en sus siglos de lucha contra los
musulmanes. Los
conquistadores no encontraron oro en la isla pero de tierra firme
llegaban noticias de su abundancia. Cuba,
sin metales preciosos, no les atraía y se convirtió en un enclave naval y
comercial.
Por razones históricas, catalanes, gallegos,
asturianos y otras nacionalidades integradas al actual Estado español llegaron
a partir de fines del siglo XVIII. En
igual época entraron masivamente numerosos africanos en condición de esclavos.
La idiosincrasia cubana se había concretado por entonces, pero siempre asimiló
rasgos culturales de las nuevas etnias incorporadas al ajiaco criollo,
como lo calificara Don Fernando Ortiz[1].
En el multinacional Estado español son notorias las
diferencias. Pese a que algunos pretenden una inexistente unidad nacional, nada
hay tan desigual como un gallego y un andaluz, por poner un ejemplo bien
contrastante y no único. De manera intermitente Galicia fue un reino
independiente. Con los Reyes Católicos paso definitivamente a la corona de
Castilla. Fue entonces, utilizando palabras del cronista Jerónimo Zurita, que comenzó
su doma y castración[2].
El propio Fernando El Católico incorporó Navarra mediante conquista. Con
los Borbones, poco después de 1700, se produjo la anexión manu militari de
Aragón, Valencia, Mallorca, Cataluña y otros territorios mediterráneos[3].
Aún actualmente buena parte de vascos y catalanes ni siquiera se sienten
españoles.
Durante la primera mitad del siglo XVI Cuba devino una
base para organizar expediciones al continente. Era la Llave del Golfo.
La Habana ofrecía el último puerto de
salida hacia Europa y por ella pasaban
las riquezas extraídas. Yacían
almacenadas en las embarcaciones que
esperaban la partida del convoy. Ello dio lugar a una
importante labor de avituallamiento y prestación de servicios a las 40 ó 50
naves habitualmente fondeadas en puerto[4],
incluyendo el alojamiento a tripulantes, pasajeros y militares durante la larga
estancia en la ciudad. También se desarrolló el astillero, la fundición de
artillería y accesorios metálicos, y talleres dedicados a otros enseres
marineros. En las zonas orientales se llevaba a cabo un intenso comercio de
rescate - contrabando - con puertos de la isla, pero también con
filibusteros, bucaneros y todo tipo de comerciantes de las vecinas colonias del
Caribe.
A esta época enmarcada entre los inicios del siglo XVI
y finales del XVIII correspondió un modelo económico basado en los mencionados
servicios y producciones. Se estabilizó el
comercio de carnes saladas, cueros y animales vivos y la explotación
forestal. También la construcción de embarcaciones y sus accesorios[5].
El café el tabaco y otros productos del agro tropical, así como la sal, también adquirieron importancia. Muchos de
estos últimos productos iban a islas vecinas como vituallas y suministros de
los ingenios azucareros de aquellos lugares, por entonces los mayores
productores del dulce producto. En Cuba no tenía un peso importante y sus pocos
molinos se dedicaban mayormente al autoconsumo. La mano de obra esclava era
limitada y en el agro cabe destacar el desarrollo de las refinadas técnicas
tabacaleras a manos, en buena medida, de
agricultores canarios.
Boom azucarero y trabajo esclavo
Boom azucarero y trabajo esclavo
Poco antes de 1792 se rompió el equilibrio económico del Caribe en el cual el azúcar jugó un papel importante: desde el anterior siglo se había convertido en el primer producto del comercio mundial[6]. Era liderado por Francia e Inglaterra que totalizaban el 79% de las importaciones de este producto en Europa[7]. Haití se independizó y ya en 1760 las pequeñas West Indies inglesas agotaban sus áreas de cultivo cañero. Otros productores se hallaban muy lejos. A partir de entonces el mercado azucarero europeo se manifestó crónicamente deficitario.
Cuba tenía excelentes condiciones para un desarrollo
impetuoso de esta industria, según la tecnología al uso. El cuello de botella
era la fuerza de trabajo. La coyuntura internacional era favorable. Según
Moreno Fraginals[8],
los comerciantes de la época estimaban
aseguradas sus utilidades sólo con que a Europa llegase uno de cada 3
cargamentos de azúcar embarcados.
El desarrollo inicial azucarero fue criollo. La
Metrópoli no podía corresponder. Carecía de capitales inversionistas, de
suministro de esclavos, de mercado interno amplio, de una gran marina mercante
y de una amplia red de comercialización internacional. Pero sería beneficiada
por la actividad fiscal. A todo ello hay
que añadir que España no disponía de refinerías como Inglaterra y Francia. Ello
determinaría que Cuba se convirtiese en la única colonia del Caribe que durante
el XVIII produciría azúcar capaz de competir ventajosamente con los refinos
europeos de la época no solo en calidad
sino también en precios[9].
Las oportunidades millonarias convencieron a los
gobernantes metropolitanos más reacios. Muchos pensaron que el fomento del
azúcar, tabaco y café pudieran hacer a la isla rendir tanto como Perú o México[10].
En 1789 se autorizó por dos años el comercio libre de esclavos pero después de
1791 llegó la autorización permanente del inicuo comercio.
La incomunicación marítima provocada por distintas
guerras originó el despliegue de las fuerzas autóctonas de la colonia que de
esta manera alcanzó una suerte de autonomía económica. La coyuntura fue
aprovechada para crear una infraestructura legal conveniente a los intereses de la sacarocracia.
Dentro de este marco, y más concretamente hasta 1820, se produjo en la isla el boom
azucarero esclavista, como le llamó Moreno Fraginals. Cuba se situó entre
los primeros exportadores de azúcar del
mundo.
La introducción masiva de bozales rompió el cuello de
botella de la fuerza de trabajo de esta peculiar industria capitalista
desarrollada con mano de obra esclava. Fue una contradicción que años más tarde
se convirtió en una traba. Entre 1827 y 1849 el grupo de poder en la siempre
fiel isla de Cuba, organizó sus propias expediciones para mantener el
tráfico de esclavos, base del sistema
productivo cubano.
De este modo, a fines del siglo XVIII se destapó un
nuevo modelo económico en la isla. Se basaba en la producción de azúcar
primitivo en ingenios operados mayormente
con fuerza semoviente. A partir de entonces, en medio de altibajos, Cuba
comenzó a identificarse como una potencia exportadora de azúcar.
Fines del siglo XIX: Revolución
tecnológica.
El surgimiento de la producción del azúcar de
remolacha en Europa durante la primera mitad de la centuria XIX espoleó el
desarrollo tecnológico de la rama. Según Moreno Fraginals un desusado nivel
de intervención estatal impulsó el despegue del azúcar de remolacha[11].
El propio autor sentencia[12]:
La remolacha fue un motor de agricultura intensiva y científica y la caña un
cultivo extensivo y grosero. No obstante, en regiones cañeras
avanzadas, como Luisiana en Estados Unidos,
también se introdujeron novedades tecnológicas. Junto con las brotadas
en zonas remolacheras condujeron a un nuevo modelo de industria azucarera muy
superior al de los ingenios primitivos generalizado en Cuba.
En el entorno de 1800 ya se coqueteaba con la
aplicación del vapor a los trapiches de caña. Aparecieron los molinos
horizontales dispuestos en tándem. El cuello de botella que ello origino en la
casa de calderas tuvo solución con los equipos al vacio e intercambio de calor.
En 1840 se creó la centrifuga capaz de separar, eficazmente y en pocos minutos,
la miel del azúcar cristalizado. El último punto de estrangulamiento de aquel
modelo se trasladó al transporte de la caña que finalmente fue resuelto con la
aplicación del ferrocarril en el último cuarto del siglo XIX. No debe
confundirse la aplicación de este medio en el transporte de azúcar, carga y pasajeros,
que en Cuba tuvo lugar tan temprano como en 1837. El acarreo de caña desde los
campos hasta el central se aplicó después de la revolución tecnológica que
convirtió a los ingenios primitivos en centrales. O sea, ya en la segunda mitad
del siglo XIX. En algunos países fue una adaptación de las estrechas vías
férreas mineras. También se desarrollaron medios de medición, control y
análisis que permitieron tecnificar la producción. Con esta nueva tecnología se
lograba una sacarosa de calidad muy superior y a más bajo costo. Pero
los esclavos eran incapaces de operarla eficientemente. Se requería mano de obra asalariada.
El azúcar cubano, sometido a la inercia tecnológica,
dejó de ser competitivo en calidad y precio. En medio de la crisis originada por
esta circunstancia, la sacarocracia criolla resultó arruinada por los comerciantes españoles que pignoraban
las cosechas. Ello, unido al creciente
sentimiento de pertenencia de los cubanos,
estimuló sus ansias separatistas.
En 1886 se abolió la esclavitud en Cuba y se
posibilitó el paso al nuevo modelo tecnológico. La industria azucarera local incorporó asalariados y aumentó la escala de producción. Los
cerca de 2.000 ingenios primitivos existentes fueran sustituidos por unos 200
grandes ingenios centrales.
De igual modo que en Europa muchas localidades actuales tienen su origen
en un castillo feudal, en Cuba lo tuvieron en un ingenio primitivo. Estas
entidades industriales desaparecieron pero se mantuvo y generalmente creció el
núcleo urbano. Los modernos centrales, en su conjunto, producían más azúcar que
los anteriores, con costes competitivos y un producto calidad muy superior.
Pero los granos de sacarosa
extraídos de la caña estaban cubiertos de azucares no cristalizables. No eran
un producto final y requerían ser depurados para lograr blancos cristales de
azúcar puro. La isla se convirtió en el gran suministrador de las refinerías
norteamericanas que ganaron el valor agregado de esta fase final productiva.
La potencia emergente del
Norte se convirtió en el mercado par
excellence de
productos cubanos y llegó a importarlos en una proporción casi diez veces
superior a la realizada por la propia metrópoli española. Otro tanto sucedía
con las importaciones cubanas. La pérdida del dominio económico implicaba la
quiebra del papel rector colonial hispano, pero lo que interesaba a Madrid era
el jugoso efecto fiscal derivado de las exportaciones azucareras de la Isla[13].
Cuba
devino colonia económica de Estados Unidos cuando aún lo era políticamente de
España. Por entonces se inició la penetración capitalista en la industria
azucarera cubana. Un pionero en tal sentido se adueñó del central Soledad,
cerca de Cienfuegos. Moreno Fraginals describe las relaciones mercantiles
Cuba-España del siguiente modo[14]:
…este intercambio desigual tuvo como resultado la
conservación de un saldo mercantil sumamente favorable que sirvió a la
metrópoli para amortiguar el déficit crónico de su balanza mercantil con el
extranjero y sostener e incrementar paulatinamente su comercio
internacional…..Cuba compró productos españoles a precios de monopolio y vendió
a precios competitivos. Hizo envíos a las cajas de la península que no aparecen en su balanza comercial. Sufragó
la campaña de Santo Domingo y la aventura de México. Pagó los gastos de la
Guerra de los Diez Años, que fueron cargados a las cajas cubanas (con altos intereses a favor
del Banco Español) y esta guerra significó para España un extraordinario
desarrollo marítimo, la modernización de su industria de guerra, y la ampliación
de otras ramas. Cuba abonó deudas exteriores de España, sufragó parte de la
llamada “colonización de Fernando Poo” e hizo anualmente cuantiosas
transacciones (dentro del capítulo de invisibles), en continua fuga de capital.
Organizada por José Martí,
la última guerra de independencia estalló en 1895 y en breve se extendió a toda
la isla. En 1898 la contienda amenazaba con consumir hasta el último hombre
y la última peseta que la metrópoli se había planteado como consigna. Se
produjo entonces la oportunista intervención norteamericana que arrebató a
España sus últimas colonias americanas y a Cuba la satisfacción de la victoria
absoluta. Unos versos de Rubén Martínez Villena advierten: la
Florida es un Índice que apunta hacia Cuba.
El modelo económico cubano
desde poco antes de 1898 consistió en la virtual mono producción azucarera
destinada a los refinadores norteamericanos. De aquel país provenía casi todo
lo demás. El comercio con España se limitaba a productos tradicionales y el
beneficio metropolitano se concentraba en el fisco.
PERÍODO 1902-1929: república
sometida
En 1902 Cuba pasó a ser formalmente soberana pero con substanciales limitaciones. En la práctica se convirtió en un apéndice productivo destinado a abastecer de crudo a las refinerías norteamericanas. Sin embargo las condiciones sanitarias y sociales mejoraron y se realizaron importantes inversiones, particularmente en la industria del azúcar y la minería. Se levantaron numeroso centrales, algunos los mayores del mundo en su época. Se vertebró el ferrocarril que enlazaba toda la isla. Otras mejoras también contrastaban con el pobre desempeño del dominio español. Al mismo tiempo se entronizaron las luchas politiqueras, el fraude y la corrupción.
Lo que la ex metrópoli
consideró desastre colonial no
tuvo sobre la economía peninsular un efecto tan infausto. Incluso
algunos sectores vinculados al abastecimiento militar progresaron notablemente.
Los lazos humanos y comerciales desarrollados con anterioridad promovieron la
continuidad de las relaciones. Esta situación incidió en el importante flujo
migratorio de las dos primeras décadas del siglo XX en el que los españoles
tuvieron un peso destacado. Según censos
oficiales en 1900 la población de Cuba era de 1.6 millones de
habitantes de los cuales 127.000 eran españoles nativos. Veinte años más tarde,
con una población de casi 3 millones de habitantes, vivían en la Isla más de
300.000 españoles: el 10% de la población era de origen peninsular.
También afluyeron braceros antillanos y otros inmigrantes
procedentes del Medio Oriente y de Europa, no pocos judíos entre ellos[15].
Todo fue bien hasta que en 1921 se produjo un grave
crac bancario y el capital norteamericano se apropió de bancos, industrias,
tierras y otros capitales cubanos y españoles. Después de 1922 hubo una endeble
recuperación interna y continuaran las inversiones. En 1925 la superproducción europea, los
mecanismos proteccionistas y la política monetaria adversa fueran antecesoras
de la gran crisis mundial 1929-1934. Cuba que hasta el 1928 suministraba el 50%
del azúcar consumido por Estados Unidos, en 1933 sólo exportaba el 25%.
El modelo económico vigente desde principios de siglo
cesó con el advenimiento de la crisis y la consiguiente afectación a los
renglones principales de exportación. En primer término el azúcar, en menor
grado el tabaco y también en forma crítica el turismo.
De 1930 a 1959. cuotas azucareras
De 1930 a 1959. cuotas azucareras
La crisis mundial de 1929 puso fin a la relativa prosperidad disfrutada al socaire de la penetración norteamericana. El modelo económico se adaptó a las nuevas limitaciones, pero en cierta medida fue continuación del anterior. Estados Unidos dio protección a su industria azucarera al mismo tiempo que mantenía atada la economía cubana a través de un sistema de cuotas.
Después de 1929 cesó la inmigración en Cuba. El
crecimiento demográfico se tornó vegetativo.
Tras la caída en 1933 del presidente Gerardo Machado,
devenido tirano[16],
se inicio una turbulenta situación. En septiembre de ese año, en medio de la
vorágine, brotó un gobierno popular que sobrevivió hasta el 15 de enero de
1934. Fue llamado de los Cien Días. Estados Unidos lo aceptó como un mal
menor, pero distaba mucho de constituir su desiderata. El nuevo equipo de gobierno estaba formado por
Ramón Grau que lo presidía y por Antonio Guiteras y Fulgencio Batista. Tan
variopinto triunvirato se caracterizó
por los proyectos inmovilistas del ala derecha sometida a Washington y
representada por Batista; las vacilaciones de Grau, profeta del reformismo
nacionalista, y el empuje revolucionario de Guiteras. Este último tenía como
aliados a los estudiantes universitarios, a los comunistas y a otros
movimientos progresistas. Contaba en aquel momento con sólo 28 años. Según Raúl
Roa, la efebocracia asumió el
poder por vez primera en el mundo y se arrogó una función política directora
sin la previa certificación de Washington[17].
En medio del asedio de la
derecha y la incomprensión del centro y parte de la izquierda, el efímero
régimen acometió medidas radicales insólitas para la época y el lugar. Entre ellas,
la implantación de la jornada laboral de 8 horas y del salario mínimo,
la depuración de funcionarios y militares corruptos, el reparto de tierras, la
autonomía universitaria y rebajas de precios.
Medida sobresaliente fue la reducción de la tarifa eléctrica y la osada
intervención de la llamada Compañía Cubana de Electricidad, subsidiaria
de la norteamericana Electric Bond & Share. Además promovió la
convocatoria a una asamblea constituyente y la condonación de determinados
gravámenes injustos. Fijo los límites de la usura, estableció la
sindicalización forzosa y la responsabilidad patronal respecto a los accidentes
del trabajo, así como la protección laboral a los menores. Concedió 1.000
matriculas universitarias gratuitas. Un decreto característico en aquel tiempo
fue la llamada Ley de Nacionalización
del Trabajo o del 50%, según la cual, de manera obligatoria, al menos la mitad de los trabajadores de
negocios e instituciones debían ser cubanos. No serian las únicas y resulta
sorprendente que tal quehacer revolucionario fuera fruto de sólo 100 días de
gobierno.
Batista debía demostrar que era el hombre fuerte y lo
hizo militarmente. El 15 de enero disolvió el Gobierno de los Cien Días
y en su lugar asentó una corriente de gobernantes impuestos. Guiteras continuó
planteado la posibilidad de retomar la lucha y llevar a cabo la revolución pero
fue asesinado el 8 de mayo de 1935. De manera directa o indirecta el sargento
devenido general ejerció el poder con la excepción de dos mandatos de sus adversarios políticos.
Pero todos fueron corruptos, y Batista, además, sanguinario.
Tras la II Guerra Mundial prevaleció
la inflación y fluctuaron los precios del azúcar, pivote de la economía
cubana. En marzo de 1952 se produjo un
golpe de Estado y Batista retomó el poder que había perdido temporalmente.
Suspendió la Constitución, disolvió el
Congreso y prometió prontas elecciones. En 1955 fue elegido e implantó un
programa de desarrollo económico favorecido por la estabilización de los
precios del azúcar. Pero el pueblo no le perdonaba el origen espurio y brutal
de su poder.
En 1953
un joven revolucionario llamado Fidel
Castro había encabezado un ataque a cuarteles militares con
el propósito de desatar la lucha revolucionaria. La tentativa falló y tras
conservar milagrosamente la vida, en medio del aquelarre represivo, pronunció
su famoso alegato programático La Historia me Absolverá. Un siguiente
intento plagado de dificultades en un inicio tuvo un final feliz. El 31 de
diciembre de 1958 Batista huyó ante la acción exitosa de una
guerrilla integrada por unos 10.000 hombres. Aquella tropa mal armada había
vencido a un ejército bien provisto que la triplicaba en número.
El primero de enero de 1959 los rebeldes asumieron el
poder. Los recién llegados heredaron una economía prácticamente mono productora
e importadora de casi todo lo demás, pero también lastrada por la corrupción política, el
analfabetismo y la dependencia externa, entre otros males.
[1] Fernando Ortiz (1881-1969) fue el más importante etnólogo y
antropólogo cubano. Por razones familiares pasó sus primeros años en Menorca.
Se le considera el tercer Descubridor de la Isla, tras Colón y Alejandro de
Humboldt. Investigó principalmente el aporte africano y lo que denominó
transculturización. Acuñó la imagen del ajiaco criollo, para referirse a la
fórmula étnica cubana en la que se mezclan culturas, del mismo modo que en el
ajiaco, plato típico, se combinan diversos ingredientes del país.
[2] Jerónimo Zurita (1512-1580).
Historiador autor de varias obras y crónicas, por encargo real. Según su
testimonio, con los Reyes Católicos
comenzó la doma y castración de Galicia, es decir, su castellanización. No obstante,
ya mucho antes, en época de Alfonso XI de Castilla, se había iniciado un
proceso de asimilación idiomática.
[3] Microsoft ® Encarta ® 2009. © 1993-2008
Microsoft Corporation. Micronet, enciclopedia.
[4] Alcedo, Antonio
de. Diccionario Geográfico Histórico de las Indias Occidentales o América (1786-1789).
[5] En 1769 fue botado al agua en el
astillero de La Habana el Santísima Trinidad, navío de 4 puentes y 120 cañones, conocido como el
Escorial de los Mares. Pertenecía a la flota española y fue hundido en 1805,
durante la batalla de Trafalgar.
[6] Moreno
Fraginals, Manuel. El Ingenio. Complejo Económico
Social Cubano del Azúcar. Tomo I. Editora de Ciencias Sociales.
La Habana. 1978 Pág. 22
[7] Moreno
Fraginals, Manuel. El Ingenio. Obra citada. Tomo I. Pág. 43
[8] Moreno
Fraginals, Manuel. El Ingenio. Obra citada. Tomo I. Pág.23
[9] Moreno
Fraginals, Manuel. El Ingenio. Obra citada Tomo I Pág. 25.
[10] Guerra
Sánchez, Ramiro. Manual de Historia de
Cuba, Pág. 202 y 203
[11] Moreno Fraginals, Manuel. El
Ingenio. Obra citada. Tomo I. Pág. 125
[12] Moreno Fraginals, Manuel. El
Ingenio. Obra citada. Tomo I Pág. 137 y 128.
[13] Moreno Fraginals, Manuel. El Ingenio. Obra citadas. Pág. 32
[14] Moreno Fraginals, Manuel. El
Ingenio. Obra citada. Tomo I. Pie de grabado en la pág. 137.
[15] Guanche, Jesús. Prólogo a Fernando Ortiz y España a cien años de
1898. Fundación Fernando Ortiz. Ciudad de La Habana 1998. Pág. 8. Según este
autor, en esa época se produjo el mayor de los trasvases humanos de España
en América, ése que abarca desde 1880 hasta 1930 y que supera con creces todos
los siglos anteriores de conquista y colonización.
[16] Valdés Sánchez, Dr. Servando.
Guiteras para la generación del centenario. Instituto de Historia de Cuba. www.ihc.cu.
Le Riverend, Julio. La República. Editora Ciencias Sociales 1975 pág.
277 a 296. Pino Santos, Oscar. Historia de Cuba. Segunda edición. Editora
Consejo Nacional Universidades. La Habana 1964. pág. 308 a 316.
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