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"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

jueves, 16 de diciembre de 2021

Los precios y la arquitectura de la reforma económica en Cuba. Comentario HHC

“esta empresa sólo será de lucro moderado y honesto, siempre podrá abaratar sus productos mucho más que las que no se conforman sino con grandes provechos”. José Martí


Por Luis Gutiérrez Urdaneta
      Julio Carranza Valdés

Hemos expresado sistemáticamente que la reforma de la economía cubana debe ser profunda integral y responder a un diseño que ordene de manera adecuada sus diferentes etapas. El proceso debe avanzar hacia el horizonte de una economía socialista que reconozca la importancia del mercado y la descentralización de los diversos agentes económicos bajo el liderazgo, no el monopolio, de las empresas estatales.

El mercado es una relación social que acompaña a la economía durante un periodo extenso de la historia de la civilización, antecede y sucede al capitalismo. Luego de superada la comunidad primitiva el mercado ha estado siempre. En el capitalismo alcanza un lugar supremo y casi todo se somete a él, dando lugar al avance de las fuerzas productivas, pero también a la concentración de la riqueza y a la hegemonía del capital.

El socialismo no puede suprimir, desconocer ni subestimar al mercado, ese error se ha pagado caro, pero sí puede regularlo, limitarlo, someterlo al interés público y a la democracia (como al fuego, diría Engels). Repetimos aquí un concepto adelantado en nuestro libro publicado en 1995 “Cuba, la restructuración de economía. Una propuesta para el debate" (1): lo que define a una sociedad socialista no es la supresión del mercado, tampoco la eliminación total de la propiedad privada, sino la supresión de la hegemonía del capital.

Hemos expresado antes y viene al caso repetir aquí: el interés privado subordinado al interés público y el mercado a la democracia, esa fórmula es necesaria y posible en una economía diversa en sus formas de propiedad y gestión, regulada desde el estado socialista, pero no con métodos burocráticos y autoritarios sino con métodos que reconozcan la objetividad de la economía y lo esencial de la democracia popular (2).

En las condiciones históricas actuales, cualquier alternativa socialista, más allá de las diferentes condiciones de los países, supone considerar el mercado como el espacio al que concurren los diferentes agentes económicos, pero bajo regulaciones que impidan el predominio descontrolado de las fuerzas e intereses mercantiles, mismas que en el capitalismo se llevan por delante cualquier propósito de equidad y justicia social y favorecen inevitablemente la hegemonía del capital y de los sectores élites de la sociedad, esto sucede de manera más cruda en el neoliberalismo, pero opera en todas las formas posibles de capitalismo, aún en aquel de carácter más benefactor que correspondió a los llamados estados de bienestar, a pesar, ciertamente, de sus consecuencias relativamente más benignas e inclusivas para el conjunto de la sociedad.

En una perspectiva socialista, para expresarlo de alguna manera, quizás la fórmula sea ni más ni menos mercado que aquel que se derive de las condiciones concretas y exigencias de la realidad, sin enajenar el carácter y objetivos sociales del sistema.

Está determinación es imprescindible para generar con los niveles adecuados de eficacia, la riqueza en bienes y servicios, materiales e inmateriales, que habrán de ser distribuido con la mayor equidad posible, impidiendo cualquier manifestación de pobreza y marginalidad, pero no con un igualitarismo imposible. Los diferentes niveles de ingreso deben corresponder a los resultados legítimos del trabajo y la inversión en cualquiera de sus expresiones. Sin una economía eficiente y en desarrollo no hay progreso social ni justifica social posible, es preciso construir realidades no quimeras.

Ahora bien, el mercado es también una construcción compleja que debe reunir determinados atributos para que opere acertadamente en una economía de horizontes socialistas, lo cual no quiere decir que esté exento de contradicciones que se deben gestionar y solucionar a favor del bien común y del desarrollo, en esto media el arte de la política y de la democracia popular, pero no sólo basados en ideologismos vacíos, sino en una comprensión profunda y culta de las complejidades de la economía y la sociedad, o sea, el ejercicio del poder de gobierno en todos sus niveles debe estar basado en la más amplia participación, pero también en el más profundo conocimiento. Hay que discernir y decidir bien en medio de la complejidad e incertidumbre de la realidad contemporánea.

Una de las categorías más compleja del mercado son los precios, sobre los cuales actúan diversos factores y no únicamente el juego puro de la oferta y la demanda, entre otras cosas porque esa “pureza”, donde todos los agentes concurren en igualdad de condiciones e información completa no existe, ni en el capitalismo ni en el socialismo. Hay monopolios y oligopolios, así como manipulaciones y mediaciones políticas que responden a intereses específicos, todos estos factores y otros hacen casi imposible la existencia de un mercado “perfecto”.

Una reforma como la que Cuba precisa y que se hace políticamente posible en los espacios abiertos por importantes documentos oficiales como “La Conceptualización del modelo económico y social” y la nueva Constitución, debe apurar la construcción del mercado que necesita y reconocer progresivamente el peso de las oscilaciones entre oferta y demanda, pero no se trata de una descontrolada y abrupta desregulación para que el “libre” juego de estas determine “automáticamente” los precios, porque, en las actuales condiciones, esa práctica se convierte también en una mascarada para cubrir la ineficiencia, la especulación y las rentas inmerecidas a costa del ciudadano común como hemos visto en la actual espiral inflacionaria que sufre el país.

Se podría argumentar que la liberación de precios no ha existido porque estos han sido fijados oficialmente e incluso se ha apelado a los llamados “topes”, sin embargo, una determinación administrativa y arbitraria de los precios y de los topes es tan dañina o más que la apresurada y descontrolada liberación de los mismos, ir de una a la otra puede dar lugar a un doble error.

Aún en las economías capitalistas existen diversas vías directas e indirectas de impactar sobre el ajuste de precios cuando las excesivas distorsiones del mercado amenazan con generar turbulencias económicas, sociales y políticas, los ejemplos sobran, sobre todo en economías desarrolladas.

Por esta razón nos parece pertinente, como parte del debate que la compleja realidad de hoy exige, volver al tema de la formación de precios en la reforma, vistos estos en una dinámica que debe avanzar y transformarse en la medida en que el proceso de cambios evolucione con la secuencia adecuada y los mercados se vayan construyendo para dar lugar al mercado regulado que la economía socialista necesita en una nueva síntesis con la planificación, que habrá de tener un carácter más estratégico e indicativo que burocrático y administrativo como ha sido hasta ahora.

La situación es compleja y, como hemos afirmado, el tiempo es una variable crítica, apremia, pero eso no quita la imprescindible necesidad de etapas y una secuencia adecuada para la reforma, o sea rapidez sí, desorden en la marcha no.

Hemos expresado sistemáticamente y parece que hoy ya nadie lo niega, que el ordenamiento monetario comenzado al inicio de 2021 ha tenido errores de diseño y de implementación, uno de sus principales problemas fue no haber respondido a la secuencia adecuada, no se trata de un proceso en sí mismo, se trata de un proceso dentro de otro mayor que es la reforma integral, misma que debe responder a una “arquitectura” precisa y con capacidad de “corregirse” a tiempo cuando esto sea necesario.

Además de no haber decidido antes del ordenamiento las medidas de “liberalización de las fuerzas productivas” en todos los sectores, pero principalmente en el agropecuario y de cambios en las prioridades de la política inversionista para expandir la oferta antes de los incrementos de ingresos diversos que fueron decididos (salarios, pensiones, reparto de utilidades, etc), tampoco se realizó un ejercicio riguroso y económicamente fundamentado de cálculos  previos sobre el impacto que sobre los precios tendría cualquier medida que se decidiera implementar.

De un plumazo se “unificó” el mercado monetario con la consecuente devaluación del peso cubano, en medio de un bloqueo férreo y de una pandemia persistente, como era de esperar los costos se dispararon y con ellos se alteró todo el sistema de precios. Los primeros ajustes inmediatos de tarifas y precios fundamentales, debido a los fuertes reclamos de la población, evidenciaban que los cálculos no contaban con el rigor necesario.

Por sólo tomar el caso de un sector de máxima sensibilidad, la producción de alimentos: Se debe tener en cuenta que para la  liberalización de los precios en un sector tan complicado primero es necesario eliminar barreras de entrada, analizar monto de subsidios si correspondiera, eliminar o reformar el quasi monopsonio de “acopio”, así como revisar los precios a los cuales se le venden los insumos fundamentales a los productores, incluyendo el agua, combustibles y otros, políticas de crédito y fomento, instituciones proactivas, etc.

La producción agropecuaria tiene adicionalmente la particularidad de que los precios se determinan en las peores condiciones (calidad de la tierra, cercanía de los mercados, infraestructura, etc), de manera que habría que lidiar con la captación de las rentas absoluta y diferenciales implícitas.

Sólo luego de creadas las condiciones necesarias es posible liberar precios sin las consecuencias que hemos observado: esto lleva estudio y tiempo y debió haberse abordado mucho antes del llamado “momento cero”. Inicialmente se apeló a los “topes de precio” sin un análisis integral del asunto.

Ante tales condiciones y bajo las presiones de la escasez (muy agravada por el bloqueo reforzado y los efectos de la pandemia de COVID 19), los precios se dispararon, si no siempre formalmente en el mercado legal debido a los “topes”, sí en el mercado negro donde no hay ni topes ni regulación posible. Luego, la desregulación de mediados de año (3) le puso “la tapa al pomo” y llegamos a la situación de hoy.

O sea, ante las señales de alarma, primero se toparon los precios a partir de cálculos incorrectos, al hacerse evidentes las fallas de esta medida se pasó al otro extremo de liberalizarlos sin antes modificar a fondo las estructuras imperfectas de los mercados, doble error que dio lugar a una respuesta inflacionaria tanto en los espacios legales de comercialización como en los ilegales.

De manera que, la clave está en la reforma de la gestión, de la propiedad, es decir en lo que hemos calificado como el núcleo duro de la reforma (4), en el cómo producir. Esto en la economía en general y en el subsistema agropecuario en particular. Sin esas transformaciones no hay ni crecimiento sostenible ni regulación posible.

Por otra parte, el adecuado funcionamiento de los mercados supone la funcionalidad eficiente de instituciones públicas que inciden en él (correos, bancos, oficinas de atención a la población, bufetes de abogados, carnet de identidad, vivienda, etc). Si un problema grande tiene Cuba es la disfuncionalidad del aparato de servicios públicos: casi nada funciona bien.

La mayor liberalización de los precios es funcional cuando se ha avanzado en la construcción de los mercados con las libertades, la competencia y las regulaciones adecuadas e imprescindibles. Por esto el orden de la reforma es tan importante.

Los grandes monopolios y oligopolios, la autarquía y el funcionamiento burocrático de las instituciones, que han caracterizado a la economía cubana, son un obstáculo y una fuente de ineficiencias que se debe superar. En eso también juega un papel fundamental la descentralización de las empresas estatales y el adecuado establecimiento de las Pymes, factores que debieron existir mucho antes del “ordenamiento” para evitar las consecuencias que se están sufriendo hoy. La creación de las condiciones y los cálculos debió haber comenzado años antes, tiempo había. Sin esto la respuesta no fue, ni podía ser productiva, fue inflacionaria.

Una vez hecha esta introducción necesaria pasaremos a ver algunas aristas específicas del proceso económico que se ha vivido durante el último año y sus retos para el próximo 2022, sobre todo en lo que al tema de los precios se refiere. 

Nuestro propósito no es sólo la extracción de lecciones, sino la de poner al debate la necesidad de acciones correctivas adicionales ante la situación que se ha creado.

La simulación de los precios:

Varios economistas habían sugerido que antes del llamado “momento cero”, con la participación de empresas y la metodología adecuada, se simularan los precios de la tarea de ordenamiento monetario, de manera que ex ante se pudieran realizar correcciones. Un importante economista recomendaba años atrás: “Se calcularán durante el transcurso de un año aproximadamente y como entrenamiento de los procedimientos a seguir a la hora de hacerlos actuales y prácticos… De este cambio de tasa se derivarán lógicamente nuevos precios de empresa y mayoristas”. Cuba tiene sobrada experiencia en reformas generales de precios mediante iteraciones (5).

A pesar del tiempo perdido, aún se podrían realizar los cálculos adecuados no sólo para rectificar precios muy elevados, sino para detectar errores metodológicos en su formación. La simulación de una reforma de precios con iteraciones sucesivas es no sólo posible sino necesaria.

Para ello, las metodologías deben ser revisadas, en particular las necesarias tasas “sombra” de retorno de la inversión por actividades económicas. Paralelamente, deben efectuarse auditorías de precios, sobre todo y tanto en empresas con abultadas utilidades como con pérdidas sistemáticas.

La estructura de los mercados:

A veces parece que hay confusión con el concepto de precios de oferta y demanda, como si estos fueran los precios económicamente racionales e incentivadores de la producción. Incluso académicos han sugerido que para lograr el aumento de la producción lo que hay que hacer es desregular de un plumazo la casi totalidad de los precios: peligrosa simplificación.

Existe la idea bastante generalizada de que los precios determinados mediante el juego automático de “oferta y demanda” son per se el resultado de lo que se llama en economía la competencia perfecta, sin embargo, como hemos señalado antes, esto sólo sería así en una condición ideal donde ningún agente pudiera incidir unilateralmente en el precio, los productos fueran homogéneos o sustitutos perfectos, no hubiera barreras de salida ni entrada al mercado para los proveedores, los consumidores pudieran cambiar de proveedor sin costo adicional, y la información a disposición de los agentes fuera completa.

Además de que, en general, está es una situación ideal muy difícil de ver en la realidad, la economía cubana está muy lejos de esas condiciones: existen monopolios naturales (6), monopolios legales, empresas dominantes, oligopolios, monopsonios, barreras de entrada y salida a los mercados, limitaciones financieras y materiales, rigideces, información incompleta, etc. Si en tales condiciones se decidiera una abrupta desregulación generalizada de los precios o una fijación no fundamentada de los mismos (dos caras de una misma moneda) el resultado no podría ser otro que inflación con precios muy por encima de lo económicamente eficiente, caída del salario real y, por lo tanto, en muchos casos y paradójicamente, menor oferta que la potencialmente posible. (7)

De manera que una tarea necesaria y postergada es la construcción de mercados competitivos. La creación de las Pymes, en todas sus variantes va en esa dirección, pero aún el proceso es incipiente e incompleto (8); también y de manera esencial la descentralización (con las pocas excepciones que lo justifiquen) y la profundización de la reforma de la empresa estatal.

El estudio de cada uno de los mercados es indispensable para diseñar las acciones regulatorias a tomar cuando éstas sean necesarias, como la fijación central de precios sobre productos fundamentales o en coyunturas críticas, división en partes de grandes empresas, la eliminación de monopolios, la descentralización, la remoción de barreras y rigideces, el flujo de la información y la mejora y creación de instituciones públicas eficientes, entre otras.

El mercado es, ante todo, una construcción social.

En esta etapa, lo más aconsejable sería la fijación de precios para varias de las producciones y servicios claves, cuya formación se descentralizó prematuramente (luego de calculados según el acápite anterior, a partir de iteraciones), e ir descentralizando en la medida que se creen las condiciones competitivas, tan rápido como sea posible, pero sin romper la secuencia.

El círculo vicioso de la inflación:

Al no existir suficientes medidas diseñadas para corregir a tiempo las desviaciones resultantes en el ordenamiento, los niveles actuales de inflación impactan los costos de las empresas por diferentes vías, incluidas las importaciones y las compras al sector privado, cooperativo y a otras empresas estatales, lo cual se traduce a la vez en mayores precios, en parte “lógicos” precisamente por el incremento de los costos, pero también aún mayores por acciones especulativas que tratan de asegurar mayores rentas, esto se manifiesta en casi todos los sectores y formas de gestión. Es común que en varias actividades se tome como referencia la tasa de cambio del mercado informal (notablemente mayor que la oficial) para formar costos y precios, así esa tasa se “cuela por la puerta trasera” en la formación de precios y tarifas impactando y distorsionando toda la economía.

Como que la recuperación de la oferta no se logrará mágicamente, es indispensable la aplicación de medidas complementarias en las esferas fiscal, monetaria y de ingresos que reduzcan los niveles de precios y la brecha entre la tasa oficial con la de “mercado” (9).

Consideramos que en esta coyuntura específica, sería muy peligrosa una devaluación prematura del peso tomando como referente la tasa informal, como hemos visto sugerido por algunos académicos, pues podría ser la chispa que convierta la alta inflación en hiperinflación con todas sus consecuencias que van más allá de la economía.

El reparto de utilidades debe corresponder rigurosamente con resultados de incrementos de la producción y la productividad, de lo contrario su efecto es contraproducente. En medio de un ambiente con estructuras de mercado tan imperfectas esta debe ser sujeta a análisis y modificaciones, porque, además, crea rezagos relativos en sectores de la población que reciben ingresos fijos y puede crear, en ciertos sectores productivos con tarifas altamente reguladas, como la industria eléctrica, desventajas relativas con relación a otros con débil regulación o no regulados.

La integralidad y el orden del proceso de transformaciones son esenciales para su viabilidad y sostenibilidad. La movilización política, cuando está acompañada de los incentivos económicos adecuados, la disciplina productiva, los encadenamientos, la innovación y la competencia, puede operar como un fuerte catalizador de la eficiencia, como se ha demostrado con el complejo Biocubafarma y la producción de vacunas contra la  COVID, y otros novedosos medicamentos y equipos médicos.

La participación y sabiduría del pueblo debería ser tenida siempre en cuenta con la discusión de las acciones inmediatas para enfrentar la alta inflación y otros retos productivos del momento, mediante la reedición de los “parlamentos obreros”, convocados a fines de 1993 en una situación con ciertas analogías.

De manera que de lo que se trata no es de regular más o menos, sino de regular mejor directa e indirectamente lo que sea necesario en cada etapa, en cada sector e industria y ante cada coyuntura específica, en un proceso que conduzca a una economía socialista descentralizada, dinámica y eficiente, donde los diversos agentes económicos asistan a un mercado integrado y regulado que los articule a todos como partes de un mismo sistema.

Ni mas ni menos regulación que la que en cada etapa exija la realidad, utilizando para su transformación y conducción la ciencia económica y la experiencia acumulada.

Notas:

(1) Julio Carranza, Luis Gutiérrez, Pedro Monreal libro “Cuba: La reestructuración de la economía, una propuesta para el debate” Editorial Ciencias Sociales, La Habana 1995.
(5) Humberto Pérez, “Comentarios sobre la unificación de las tasas de cambio en Cuba”, Disponible en Blog El estado como tal, 2017.
(6) Para los monopolios naturales, de propiedad estatal, podrían fijarse los precios a partir del costo marginal, aunque funcionen con pérdidas. Sería una fijación óptima de precios. No siempre los subsidios son distorsionantes.
(7) Existe una amplia literatura sobre el tema de la regulación. Ver, por ejemplo, “Teoría de la regulación”, de Roxana Barrantes Cáceres, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2018.

Comentario HHC: Nuestras autoridades deberían analizar con profundidad lo escrito para abordar con ciencia el manejo de la economía. En el mismo se sintetizan aspectos medulares. No es el voluntarismo o lo que se cree como lo más lógico a primera vista lo que dará el resultado, y no estamos para tiempos de prueba y error.

La ciencia de la economía, se valida en un sistema complejo como es la sociedad, y esto no es fácil de sistematizar ya que intervienen otras ciencias que explican parte de los " movimientos", pero en la economía, sin chovinismos, se integran y se explican mucho de lo probado por otras materias. La evolución al Socialismo es un trayecto a lo ignoto, y por tanto es un acto de creación, y como tal debe apoyarse necesariamente sobre " hombros de gigantes", es decir la historia de la humanidad y el pensamiento científico.

Ahora que nuestro estado y gobierno están aplicando la ciencia para abordar nuestros problemas y solucionarlos, como siempre debió ser, es importante que se tengan en cuentan lo que varios economistas vienen diciendo, aun cuando se pueda estar de acuerdo o no, debe debatirse de manera concienzuda como decían los clásicos del Marxismo, que debería hacerse.

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