SINE DIE 105
SD2
juan m ferran oliva Febrero 22 de 2020
El PIB per cápita es el más utilizado de los
macro indicadores expresivos del bienestar de un país, pero no lo dice todo.
Omite la forma en que se reparte la
riqueza, asi como el disfrute de salud, educación, cultura, vivienda, medio
ambiente, justicia, igualdad, seguridad, dignidad, y participación en la vida
social y política. Son atributos difícilmente cuantificables relacionados con
la calidad de vida. La Organización de Naciones Unidas los reconoció como
derechos de la humanidad. En consecuencia han sido desarrollados métodos
complementarios que ofrecen un acercamiento más puntual en tal sentido.
En los estudios sobre el consumo sentó pautas
el estadígrafo Ernst
Engel quien en 1857 investigó 200 estructuras de gasto de
familias de Sajonia y formuló su famosa Ley - más bien una regularidad -
según la cual a medida que aumenta el presupuesto doméstico disminuye la
proporción dedicada a la alimentación dentro del hogar. En el siglo XX se
difundió este tipo de investigación y actualmente se realiza en muchos países
por la vía de las encuestas o de la estadística continua.
Otra via para desbrozar la elocuencia del PIB per cápita es el análisis de la forma en
que se reparte. En tal propósito suele utilizarse el Coeficiente de Gini[1] que
expresa la desviación existente respecto a una situación ideal de distribución del
ingreso. Un Coeficiente Gini “0” sería
expresión de la igualdad distributiva total. Los valores superiores hasta
llegar a “1” indican distribuciones
más asimétricas. Los rangos reales registrados en los Coeficientes de Gini de
los diversos países suelen moverse entre 0,26 y 0,60.
El uso del dólar norteamericano es habitual en
la homologación de indicadores internacionales. Pero debido a desigualdades en
los precios, tarifas y salarios, la capacidad de compra de $1 suele diferir de
un país a otro. El método de la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA) elude
ilusiones monetarias y mide el nivel de vida sobre la base del costo de la
vida. Su cálculo se lleva a cabo mediante una canasta de alrededor de 1.000
productos. Tiene en cuenta el volumen de bienes y servicios adquiribles con
moneda local de un país en comparación con otro tomado como patrón (Estados
Unidos) al cual se le otorga un valor tope. Este procedimiento considera las
diferencias en el poder adquisitivo de los ingresos en cada país.
Los especialistas han desarrollado diversos
métodos para evaluar el grado de pobreza. Unos se basan en la medición de la
satisfacción de bienes y servicios concretos: calidad y condiciones de la
vivienda, acceso a servicios sanitarios, nivel de educación, extensión de la
cultura, disponibilidad de autos, teléfonos, consumo eléctrico, etc. Se trata
del cálculo puntual de necesidades básicas insatisfechas hecho por lo general
en términos físicos.
También se emplean expresiones monetarias
aplicando el coeficiente de Engel antes señalado[2]. A partir de de su manipulación matemática se establecen
las líneas de indigencia y de pobreza.
La primera señala el límite de recursos necesario para cubrir el consumo de una
canasta básica de alimentos, mientras
que la segunda incorpora otros bienes y servicios no alimentarios importantes
que integran la canasta básica total.
En 1990 apareció el que pretende ser la
vedette de las vías de medición del bienestar social. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) creado por el Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD). Considera, además del PIB per cápita, la esperanza de
vida; la tasa de alfabetización; la relación de matriculación bruta primaria,
secundaria y superior combinada, el PIB per cápita en US$, y el PPA. Con estos
elementos debidamente procesados obtiene un indicador sintético para cada país.
En el informe publicado en 2014 fluctuaba entre un máximo de 0,944 para Noruega
y un mínimo de 0,337 en Niger. Fueron analizados 187 Estados clasificados en 4
niveles. Al Muy Alto pertenecen 49 países; al Alto 53, Cuba entre ellos; al
Medio 42, y al bajo 43.
El IDH no es absolutamente expresivo. El desarrollo humano abarca muchos más atributos. Excluye la
participación política, las desigualdades de género, la homofobia, el respeto a
la tradición, etc.
La ilustración adjunta muestra la correlación
entre el PIB per cápita y el IDH en dichos 187 países. Su buen ajuste evidencia
la importancia del nivel de ingresos. Quienes no los tienen afrontan el círculo
vicioso de la pobreza. Aunque exista voluntad política carecen de recursos para
acometer la desiderata social. Algunos, como Cuba, van más allá de sus
posibilidades materiales y dedican atención esmerada a la salud, la educación y la cultura, pero
siempre dentro del tope marcado por su nivel de ingresos.
Como se aprecia hay numerosos medios de
análisis al respecto. La conclusión obvia es que no se puede gastar más de lo
que se gana. El PIB muestra un techo de posibilidades. No lo dice todo pero es el que más dice. Los análisis casuísticos
pueden complementarlo.
Fin
[1] Desarrolladas por Conrado Gini (1884 1965). La distribución equitativa
del ingreso se expresa a través de una Curva de Lorenz y el Coeficiente de Gini indica la desviación
respecto a dicha distribución ideal. Viene a ser la integral de la distribución real.
[2] Tal método reafirma que los consumidores priorizan
la alimentación dentro de su presupuesto
y el resto lo dedican, en orden de importancia, a otras necesidades. Las
familias de escasos ingresos suelen dedicar a la comida más de un 30% de su
disponibilidad monetaria. Por el contrario, en familias ricas el coeficiente de
Engel puede ser inferior a un 20%.
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