La cerveza Lite también en La Habana. Foto: Regino Sosa.
La Feria Internacional de la Habana ha terminado en su edición de 2016 y yo aspiro, se los debo confesar, a que un día se convierta en la Feria Internacional del Gran Caribe para el Comercio y la Inversión.
Los trabajadores de EXPOCUBA hicieron posible esta muestra expositiva a pesar de muchas barreras en su contra, desde una infraestructura que necesita una modernización radical para ponerla a tono con estos tiempos y la manera y los medios que se usan en las Ferias de este tipo en la actualidad, hasta quizás un cambio de locación geográfica que acerque mucho más el recinto de exposición a la capital. Y eso por no hablar de la falta de locales apropiados para que los empresarios cubanos y extranjeros puedan reunirse con más tranquilidad y también con menos calor.
La primera medalla de todas las que se repartieron en la clausura debe ser para ellos y aunque quizás no tiene relación directa con este artículo quería aprovechar la oportunidad para reconocer a quienes de forma directa la hacen posible.
Pero volviendo a la proyección de la Feria en sí, después de participar en ella creo que los cambios que han ocurrido en Cuba nos pueden permitir ser, algún día, el “HUB” comercial del Gran Caribe. Pero este tema merece mucho más espacio y prometo extenderme en él en próximos textos.
Ahora volvamos al asunto. Fue un documental de Stephen Hawkins quien me motivó. En el material se hacía énfasis en las diferencias entre las reglas para jugar tenis y aquellas otras que rigen los movimientos de la pelota de tenis. Unas dependen de la institución que dirige ese juego, o de las personas que lo juegan. Las otras no.
La pelota de tenis caerá a la tierra independientemente de cualquier regla que los hombres inventemos. Las fuerzas de la Física la harán viajar a determinada velocidad y con cierta aceleración, independientes a las reglas del juego de tenis.
Eso que los economistas llamamos instituciones, y que son nuestras llamadas “reglas del juego”, son decisivas para el desempeño económico. Como una construcción humana, podemos cambiarlas a nuestra conveniencia o necesidad, e incluso podemos controlar (en alguna medida) el ritmo al que podemos cambiar esa institucionalidad: cada un año, cada cuatro, en dos períodos de cinco años…
Somos, de alguna manera, los amos de las reglas del juego institucionales, aunque muchas veces nos convertimos en sus esclavos.
Pero, como en el juego de tenis, hay otras reglas que no dependen de nuestra voluntad. Son leyes objetivas que, a veces, se hacen cumplir a pesar de cualquier deseo contrario. No son leyes naturales, como las de la Física, pues están asociadas a actividades humanas, pero igual se cumplen inobjetablemente, hasta cuando las incumplimos. Les invito a recordar mi artículo anterior sobre las relaciones monetarios mercantiles.
Esta Feria tuvo algo diferente, a mi juicio de suma importancia: se reconoció que en cuanto a la atracción de la inversión extranjera no andamos a la velocidad que necesitamos y tampoco alcanzamos los volúmenes que nos permitirían crecer y desarrollarnos.
Las cifras hechas públicas no admiten dudas, 1 300 millones de USD conseguidos en tres años (500 millones por año) es algo así como la quinta parte del volumen anual de inversiones que necesitamos (2 500 millones por año). En tres años se han aprobado 54 proyectos de inversión fuera de la Zona Especial de Desarrollo Mariel y 15 dentro del enclave; además de que 14 proyectos son reinversiones.
Recomiendo tres frases dichas por el ministro cubano en sus palabras a los empresarios:
“La inversión extranjera no es un mal necesario, requerimos propiciar su desarrollo. Es una decisión soberana de Cuba que nadie nos está imponiendo”
“Las empresas (extranjeras) se quejan con razón, hay que imprimirle velocidad a las negociaciones”.
“Necesitamos desarrollar el país y todas sus regiones”.
Foto: Regino Sosa.
Hay una relación objetiva, independiente de nuestra voluntad, que dice que para que una economía crezca de forma sostenida necesita de inversiones. Los ritmos de crecimiento dependen a su vez, aunque no solamente, de la tasa de inversión, que casi siempre es calculada como el cociente que resulta de dividir el volumen total de inversiones entre el Producto Bruto Interno (PIB) del año.
Al crecimiento no le interesa si la inversión es nacional o extranjera. No tiene preferencias, él en si mismo es el resultado de una relación objetiva. A los países sí les importa la procedencia de la inversión. Sería siempre conveniente poder encontrar la inversión nacional en la magnitud que necesitamos y con las cualidades que deciden la calidad del crecimiento, pero generalmente, en ningún país del mundo ese aspiración se logra.
Hace ya mucho tiempo que Cuba reconoció la necesidad de inversión extranjera directa (IED) primero a regañadientes (el famoso “mal necesario”) luego como un “complemento” y por fin ahora como “una necesidad para el desarrollo”. Han pasado más de 30 años para ese reconocimiento, desde que se dio el primer paso en la década de 1980, con la aprobación del decreto ley 50. El costo de no haber reconocido antes esta necesidad objetiva es difícil de calcular.
También deberíamos intentar calcular el costo de no haber logrado fomentar la inversión nacional, la de todos los agentes, incluyendo el sector estatal.
Sin dudas la IED fue, ha sido y será un buen recurso para nuestra economía. Por ejemplo, atendiendo a los datos publicados por la ONEI[1] y a la Cartera de Oportunidades para la Inversión, las exportaciones provenientes de la IED alcanzaron a ser el 62% y el 58% del total de exportaciones cubanas en el 2014 y en el 2015 respectivamente.
Es también un arma muy útil para seguir enfrentando al bloqueo norteamericano porque además permite diversificar nuestros mercados y suministradores.
Resulta positivo que tengamos nuevas políticas sectoriales para estimular la IED, que las cooperativas agrícolas (¿por que ellas nada más?) puedan relacionarse “directa o indirectamente” con inversionistas foráneos, y que el sector financiero y bancario tenga oportunidad de participar, en tanto puede ser un gran apoyo de largo plazo y un gran alivio de corto plazo ante “situaciones coyunturales” de restricciones financieras, como la actual.
Sin embargo, necesitamos más. Si comparamos los resultado de un año y otro podemos constatar que en el 2015 la inversión extranjera tuvo resultados menores que los del 2014 en tres aspectos importantes: ventas totales, exportaciones (ventas en el mercado externo) y saldo comercial.
Como para preocuparse es también, que después de reconocer su necesidad para el desarrollo, de haber constatado sus beneficios en el propósito de exportar e incluso en el de sustituir importaciones, en este 2016 tengamos ventas totales más discretas que en el 2015.
Poco podemos hacer con aquellas reglas que se parecen a las de la Física. Si no hay inversión o no es suficiente, se crece poco. Si crecemos poco, comprometemos nuestras aspiraciones de desarrollo y si eso ocurre estamos comprometiendo la visión de país que queremos lograr. Me parece que es algo que casi todos lo podremos entender.
Lo difícil de entender es cómo podremos conseguir más inversiones (extranjeras en este caso) si el juego sigue estando bajo las mismas reglas que han impedido y retrasado el crecimiento adecuado y los resultados esperados de la inversión extranjera.
¿Cuánto hemos estado esperando por el inicio de la primera bioenergética anunciada hace ya más de un año? ¿Cuánto por el segundo campo de Golf?…
¿Por qué si hoy tenemos definiciones bastantes claras de cuales son nuestros ejes estratégicos seguimos tomando el tiempo que no tenemos para decidir sobre asuntos que no admiten esa demora?
Las autoridades del Ministerio para el Comercio Exterior y la Inversión Extranjera lo han repetido en varias ocasiones en esta Feria, no obstante la demora se mantiene y a veces se hace casi eterna.
¿Cuántos son, en términos de crecimiento del PIB, los costos de la espera? ¿Cuántos en puestos de trabajo calificado dejados de crear? ¿Cuantos en exportaciones de productos no producidos?
En la Feria Internacional de La Habana nuestras empresas, como la Cenicienta, “van al baile” dentro de un traje que desparece el primer viernes de noviembre de cada año, a las 6 pm. Como en la Cenicienta, a esa hora se rompe el encanto.
Nos es por la Feria en sí, pues según los reportes tanto esta como las anteriores, han sido un éxito, el propósito siempre se ha cumplido.
Para que el encanto no desaparezca, debemos identificar cuales reglas debemos cambiar y debemos también saber que aquellas, las no podemos cambiar porque son objetivas, nos dan un marco de referencia que debemos de respetar.
[1] Panorama Económico y Social de cuba 2015
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