trad. Teresa Woods
El paisaje corporativo se ha vuelto cada vez más desigual, con el éxito de las empresas más productivas y las menos productivas que fallan al mantener el ritmo. Esto importa no solo para el crecimiento económico, sino también para la desigualdad: nuestra investigación demuestra que, mientras aumenta la distancia que las separa en términos de productividad, las empresas también se están volviendo más desiguales en la cantidad que pagan a sus empleados.
Otras investigaciones han documentado que la brecha salarial entre empresas está contribuyendo a una creciente desigualdad de sueldos, pero nuestro trabajo hace dos aportaciones adicionales. Primero, empleamos nuevos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que son representativos de la población de negocios al completo en 16 países. En segundo lugar, hemos podido vincularlos a la productividad de las empresas y varias medidas de las políticas del mercado laboral.
Las firmas más productivas se adelantan
Dado el número de empresas en Silicon Valley (EEUU), podría resultar tentador creer que son las empresas tecnológicas las más avanzadas en términos de productividad, quedándose rezagadas empresas en sectores más tradicionales. En una nueva investigación, demostramos que la brecha de productividad está aumentando tanto dentro de los países como dentro de los distintos sectores del mismo país. De hecho, ha aumentado la brecha entre las empresas que ocupan el 10% más alto y el 10% más bajo en términos de productividad entre 2011 y 2012.
Los datos también demuestran que, al principio de la década de 2000, esta brecha fue impulsada principalmente por las empresas de peor rendimiento que no podían mantener el ritmo de las empresas medias. Desde mediados de la década de 2000 – y especialmente en el sector de servicios – también ha sido cada vez más frecuente el caso de empresas de mayor rendimiento que están dejando atrás a las empresas medias.
La brecha de productividad está impulsando una brecha salarial
En el epílogo de su libro de 2003, Wage Dispersion, el premio Nobel Dale Mortensen argumentó que las diferencias de productividad podrían provocar una dispersión salarial: "¿Por qué se les paga de forma distinta a trabajadores similares? ¿Por qué pagan más algunos trabajos que otros? He apuntado a que la dispersión salarial de este tipo refleja diferencias en la productividad de los empleadores".
Cuando más productividad significa sueldos más altos, las crecientes brechas de productividad entre empresas pueden traducirse en brechas salariales. En efecto, eso es exactamente lo que nos indican los datos.
Mientras se han ido distanciando las empresas en términos de productividad, también se han vuelto más desiguales en la manera en la que remuneran a sus trabajadores como una segunda gran divergencia. De nuevo, no solo son empresas de Silicon Valley las que pagan más que los restaurantes de comida rápida. La brecha salarial entre las empresas que ofrecen los sueldos más altos y bajos ha aumentado en más de un 12% entre 2001 y 2012. Encontramos que la desigualdad salarial ha aumentado más en la mayoría de los sectores en los que más han aumentado las diferencias de productividad. No importa únicamente el sector en el que uno trabaje y también influye para qué empresa.
Nuestros cálculos sugieren que la creciente brecha de productividad entre empresas podría explicar casi la mitad del aumento de la desigualdad salarial entre empresas del mismo sector. Parte de esto podría estar impulsado por mayores inversiones por parte de empresas altamente productivas. Pero incluso cuando dimos cuenta de la inversión, la productividad aún representó la sexta parte del aumento de la dispersión salarial. Como escribió este año Nicholas Bloom en HBR, "el motor que realmente está alimentando la desigualdad salarial es la desigualdad a nivel de empresa".
El papel del comercio y de la TI
Como contó a HBR el economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EE. UU.), David Autor, a finales de 2015 tras preguntarle por las causas de la desigualdad, "hay muchas piezas en movimiento aquí. Una ha sido, claramente, la tecnología. Otra segunda [pieza] ha sido el comercio internacional. También creo que el declive de la sindicalización ha influido mucho".
Nuestros datos confirman estas sugerencias. Primero, los sectores que han hecho un uso más amplio de las tecnologías de información han experimentado un crecimiento más fuerte en la dispersión salarial, lo que sugiere que las tecnologías de la información brindan ventajas a algunas empresas mientras que otras no logran aprovechar toda su potencial. En segundo lugar, los sectores más expuestos al comercio internacional también han experimentado una mayor divergencia salarial. De hecho, en sectores con más tecnología de la información y más comercio, las crecientes brechas de productividad se han traducido en brechas salariales aún mayores que en industrias menos expuestas a la TI y al comercio.
¿Y los mercados laborales?
En Capital in the Twenty-First Century, Thomas Piketty escribió que para estudiar la desigualdad salarial, "hemos de introducir otros factores, como las instituciones y reglas que gobiernan la operación del mercado laboral en cada sociedad". Si la divergencia de productividad está vinculada con la divergencia salarial, ¿es posible que este vínculo se vea afectado por la manera en la que se organizan los mercados laborales?
Nuestra investigación estudió las políticas e instituciones del mercado laboral que podrían afectar la desigualdad salarial: el sueldo mínimo, las legislaciones de protección del empleo, la sindicalización y el grado de coordinación del proceso de negociación de sueldos (el grado al cual los sueldos son negociados a nivel de empresa o de manera centralizada a través de grandes sindicatos). Encontramos que todas estas políticas tienen la consecuencia intencionada de reducir la desigualdad.
Pero, al cambiar la facilidad con la que las empresas pueden contratar o despedir trabajadores, estas políticas afectan a cómo fluye la mano de obra hacia las mejores empresas. Esto, a su vez, afecta el vínculo entre las brechas de productividad y salarial. Por ejemplo, los aumentos del sueldo mínimo refuerzan la correlación entre las brechas salariales y de productividad con el paso del tiempo. Por otra parte, un proceso de negociación más centralizado – por ejemplo, a través del uso de acuerdos colectivos – tiende a romper el vínculo entre las brechas de productividad y salarial.
La teoría económica predice que los países que intenten proteger a los trabajadores y empresas bajo duras condiciones económicas deberían experimentar menos desigualdad, tanto en términos de sueldos como de productividad empresarial. Esto beneficia a los trabajadores, al estar más protegidos sus trabajos y sueldos. Pero lograr menos dispersiones salarial y de productividad a través de las regulaciones puede dañar inadvertidamente la productividad general de la economía al dificultar que los recursos fluyan de empresas menos productivas a empresas más productivas.
Por tanto, políticas que resultan beneficiosas a corto plazo pueden tener un impacto perjudicial a largo plazo. Las políticas que limitan la reubicación de recursos de empresas de productividad inferior a empresas más productivas pueden generar un crecimiento de productividad agregado más lento. Esto también puede tener implicaciones adversas para los propios trabajadores, al atraparlos inadvertidamente en empresas de baja remuneración en lugar de proporcionarles la oportunidad de ganar sueldos más altos en empresas más productivas.
Este es el dilema que han de resolver los responsables políticos: las brechas de productividad generan desigualdad. Las políticas públicas pueden y deben ayudar. Pero al intentar proteger a los trabajadores, las políticas pueden hacer peligrar el futuro crecimiento de productividad y las perspectivas de los trabajadores junto con él.
Chiara Criscuolo es economista radicada en París (Francia) de la OECD.
Patrick Blanchenay es profesor adjunto del Departamento de Economía de la Universidad de Toronto (Canadá). Sus investigaciones se centran en los patrones de productividad y el impacto de las instituciones.
Giuseppe Berlingieri es profesor adjunto de economía de la Escuela de Negocios ESSEC, además del director de Ciencia, Tecnología e Innovación de la OECD. Es investigador del Centro para el Rendimiento Económico (CEP) de la Escuela de Economía de Londres (LSE, Reino Unido) y del Centro de Investigación THEMA de la Universidad de Cergy-Pontoise (Francia).
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