Por JOSEPH E. STIGLITZ,PS
NUEVA YORK – El presidente estadounidense Joe Biden tiene ante sí una decisión crucial: quién ocupará la presidencia de la Reserva Federal (que es, probablemente, el puesto de mayor poder en la economía mundial).
Una elección errada puede tener graves consecuencias. Con Alan Greenspan y Ben Bernanke, la Fed no reguló bien el sistema bancario, y eso sentó las bases para la peor desaceleración de la economía mundial en 75 años. Esa crisis y la respuesta de las autoridades tuvieron amplias consecuencias políticas, al generar un aumento de la desigualdad y alimentar el resentimiento de quienes perdieron casas y empleos.
Multitud de lugares comunes se presentan como razón para renovar la designación del presidente actual, Jerome Powell. Que sería una demostración de bipartidismo. Que reforzaría la credibilidad de la Fed. Que necesitamos alguien con experiencia que nos guíe a través de la recuperación pospandemia. Y así sucesivamente. Oí los mismos argumentos hace 25 años, cuando presidía el Consejo de Asesores Económicos de la presidencia de los Estados Unidos y se analizaba renovar la designación de Greenspan. Bastaron para convencer a Bill Clinton, y el país pagó un alto precio por su decisión.
Es irónica la facilidad con que el presidente Ronald Reagan desestimó esos mismos argumentos, cuando en 1987 básicamente despidió a Paul Volcker (después de que este lograra controlar la inflación) al no renovarle la designación. Reagan estaba en deuda con Volcker, pero como quería desregular la economía, prefirió a Greenspan (un discípulo de Ayn Rand).
La formulación de política económica exige tener criterio y conciencia de objetivos contrapuestos. ¿Cuán importante es la inflación en comparación con el nivel de empleo y crecimiento? ¿Hasta dónde es lícito confiar en que los mercados librados a sí mismos serán eficientes, estables, justos y competitivos? ¿Cuánto debería preocuparnos la desigualdad? Los dos partidos principales de Estados Unidos siempre han tenido ideas claras, aunque muy diferentes, en relación con estas cuestiones (al menos, hasta que los republicanos se hundieron en la locura populista).
En mi opinión, los demócratas tienen razón en prestar más atención a las consecuencias del desempleo. La crisis de 2008 mostró que los mercados irrestrictos no son ni eficientes ni estables. Además, sabemos que el único momento en que sectores marginados ingresan a la economía y se reducen las disparidades salariales es cuando hay estrechez en los mercados de mano de obra.
Los años venideros pondrán a prueba a quienquiera que ocupe la presidencia de la Fed. Estados Unidos ya tiene que tomar decisiones muy difíciles en relación con la inflación y cómo darle respuesta. ¿Son los recientes aumentos de precios el resultado transitorio de un cierre de la economía sin precedentes? ¿Qué actitud debe tomar la Fed en relación con la tasa de desempleo de la población afroamericana, que todavía no volvió a los niveles prepandemia? ¿Puede una suba de tipos de interés (y con ellos de la tasa de desempleo) ser un remedio peor que la enfermedad?
Del mismo modo, así como un elemento central de la debacle de 2008 fue una sobrevaloración de títulos con garantía hipotecaria, hay en la actualidad pruebas de una sobrevaloración mucho mayor y extendida de activos relacionados con el cambio climático. ¿Qué debe hacer la Fed al respecto?
Powell no es la persona indicada para el momento. Para empezar, apoyó la agenda desregulatoria del expresidente Donald Trump, que puso en riesgo la salud financiera del mundo. Y todavía se muestra renuente a enfrentar el riesgo climático, mientras otros banqueros centrales de todo el mundo declaran que es el tema que definirá las próximas décadas. Powell podrá decir que esas cuestiones no forman parte del mandato de la Fed, pero es un error. El mandato de la Fed incluye garantizar la estabilidad financiera, y no existe mayor amenaza contra la estabilidad financiera que el cambio climático.
La Fed también se encarga de aprobar fusiones en el sector financiero, y el historial de Powell sugiere que en su opinión, no hay fusiones malas. Semejante laxitud es lo último que necesita la economía en este momento. La evidente falta de competencia y la ausencia de regulaciones adecuadas ya están generando un contexto de ganancias desmesuradas, menos financiación para las pequeñas empresas y más margen para que los actores dominantes se aprovechen del resto.
Algunos comentaristas felicitaron a Powell por la respuesta de la Fed a la pandemia. Pero lo de no endurecer la política monetaria subiendo los tipos de interés durante una recesión lo sabe cualquier estudiante de segundo año de economía. Además, como sostuvo Simon Johnson (del MIT), Powell no tiene un compromiso firme con el pleno empleo. Por el contrario, su historial como miembro de la Junta de Gobernadores de la Fed durante la década anterior muestra ejemplos de falta de criterio a la hora de endurecer la política monetaria, comenzando por el «berrinche de los mercados» en 2013.
Muchos observadores de la Fed insisten en que la desigualdad no es asunto del banco central, pero lo cierto es que las políticas de la Fed tienen importantes efectos distributivos que no es posible ignorar. Así como subir los tipos de interés antes de tiempo puede asfixiar el crecimiento, una aplicación laxa de la Ley de Reinversión Comunitaria puede favorecer una mayor concentración del poder de mercado.
Finalmente, el reciente escándalo por las operaciones bursátiles de altos funcionarios de la Fed debilitó la confianza en el liderazgo de la institución. Hace tiempo que estoy preocupado por la aparente insensibilidad de Powell a los conflictos de interés, incluso dentro de la gestión de algunos programas que implementó la Fed en respuesta a la pandemia. Los cuatro años de Trump ya menoscabaron la confianza en las instituciones estadounidenses, y el riesgo de que la gente empiece a dudar aún más de la integridad de la Fed es real. Ningún funcionario de la Fed debería depender de la oficina de ética para saber que ciertas operaciones no se ven bien.
En algunos aspectos, la Fed se parece a la Corte Suprema de los Estados Unidos. Se supone que está por encima de la política, pero al menos desde Bush v. Gore, sabemos que no es así. (Y si quedaba alguna duda, Trump terminó de despejarla). La Fed también es supuestamente independiente, pero Powell y Greenspan, siguiendo la agenda desregulatoria de su partido, pusieron en claro que la verdad era otra. Y aunque tomar decisiones cruciales con efecto general sobre la economía es tarea de la Junta de Gobernadores, históricamente el poder ha estado concentrado en la presidencia (mucho más que en el caso de la Corte Suprema). Quien preside la Fed decide qué temas se votarán y qué urgencia se les asignará a las diversas cuestiones. La cuestión climática es apenas un ejemplo en el que la identidad de la persona designada es de absoluta importancia.
Estados Unidos necesita una Fed realmente comprometida con garantizar la estabilidad, justicia, eficiencia y competitividad del sector financiero. Alguien que piensa que los mercados irrestrictos son confiables, o que hay demasiadas regulaciones, no ve las cosas como son. No necesitamos ni un ideólogo como Greenspan ni un abogado con ideas de Wall Street como Powell. Lo que necesitamos es alguien con un profundo conocimiento de economía que comparta los valores de Biden y a quien preocupen tanto la inflación cuanto el desempleo.
Hay muchas figuras que reúnen estas condiciones. Pero Biden no necesita ir muy lejos para encontrar a alguien que ya dio pruebas de coraje. Lael Brainard ya es integrante de la Junta, donde demostró su competencia y se ganó el respeto de los mercados, sin poner en entredicho sus valores. Biden puede tener ambas cosas: una presidenta de la Fed que mantenga la continuidad y no agite los mercados, pero que al mismo tiempo comparta su agenda económica y social.
Traducción: Esteban Flamini
Joseph E. Stiglitz, a Nobel laureate in economics and University Professor at Columbia University, is a former chief economist of the World Bank (1997-2000), chair of the US President’s Council of Economic Advisers, and co-chair of the High-Level Commission on Carbon Prices. He is a member of the Independent Commission for the Reform of International Corporate Taxation and was lead author of the 1995 IPCC Climate Assessment.
Muy interesante. Ahora, me pregunto por que se fue, o lo fueron, al compañero Murillo, cuando su ordenamiento necesita mas que nunca de su presencia, para al menos intentar resolver la inflación minorista que se desboco al hacer lo mismo que Powell, imprimir dinero, dolarizar la economía local, y hacer que el peso cubano pierda mas del 80% de su valor de compra. No entiendo el ordenamiento. De verdad.
ResponderEliminar