A veces no hacemos las conexiones, pero siempre que un central en Cuba no muele o se detiene en medio de la zafra, se tambalea el consumo interno de azúcar. El ciudadano promedio solo lo advierte cuando en la bodega le dicen que, por ahora, se venderán dos libras per cápita, de un solo color, que las otras están en camino. José Enrique Lemos Frómeta, sin embargo, las empieza a contar desde que toca sembrar los canutos de caña.
En su pequeña oficina de la Subdirección Global de la Dirección Provincial de Economía y Planificación, en ocasiones faltan escaques al documento Excel y en otras sobran. Digo sobran porque hay más espacios en blanco, como ahora, cuando debe decidir en qué porcentajes se reducen las asignaciones de azúcar a los organismos y destinos bajo su jurisdicción. Algunos ajustarán al 50 por ciento de sus necesidades, la mayoría casi al 100.
Con aplomo trata de destejer los rumores que desde inicio de año atraviesan la provincia, sabiendo que lo dicho hoy puede cambiar en un mes (o menos): la cuota mensual de la canasta normada está asegurada en abril.
Para el momento en que intercambiamos preguntas y respuestas ya la Empresa de Productos Lácteos avileña tenía en su poder una notificación del Departamento de Registro y Control Sanitario del Instituto Nacional de Higiene y Epidemiología en Cuba. Fechado el 17 de marzo último, el documento autorizó la comercialización temporal del yogur de soya con contenido de azúcar entre el cuatro y el ocho por ciento. El permiso es válido por tres meses. Ese lapso, no obstante, podría extenderse.
Zafra de sobrevivencia
Es lo que uno deduce si, luego, relee una nota de prensa del último día del año pasado, cuando se anunció que la zafra 2021-2022 tendría resultados “discretos”. Sabemos de eufemismos. Discreto es igual a 911 000 toneladas (t) del grano dulce planificadas, extraídas a poco más de 10 millones de t de caña, sobre el papel.
Discreto es una disminución de 290 000 t en el estimado con respecto a la molida real de 2020-2021, que ya había sido catalogada como la peor en más de un siglo. Muy discreto es ese 64 por ciento de las hectáreas a sembrar el año pasado, que darían la gramínea para la presente zafra. O sea, discreto es muy poco.
Y cuando el azúcar de la azucarera propia depende del desempeño de la industria local, más se siente la tensión. Como en años anteriores, el país ha debido restar toneladas de la exportación para garantizar el consumo interno y evitar, a toda costa, verse en la obligación de importar ─tal cual sucedió en septiembre de 2018. En 2022, para endulzar cualquier cosa en Ciego de Ávila, habrá que mirar solo a los centrales avileños. Las noticias, empero, hablan de atrasos, roturas industriales, gramínea derivada hacia Sancti Spíritus y un central casi nuevo de paquete que apenas ha molido.
Por eso José Enrique Lemos Frómeta habla de una “zafra de contención”, que al menos detenga el retroceso sostenido de la industria en las últimas dos décadas. Salvar fue el término empleado por el General de Ejército Raúl Castro en una misiva enviada al Consejo de Ministros en junio del pasado año y cuyo plan de medidas y acciones fue aprobado por el III Pleno del Comité Central del Partido en diciembre. Repito, salvar.
La urgencia del concepto alude a los recortes que ya son insostenibles. En 2021, explica el Subdirector de Economía, se aseguró la canasta básica, pero el consumo social e intermedio sintió el ajuste. El primer trimestre de 2022 va por el mismo camino y lo ilustra con un ejemplo. Un gigante como la Industria Alimentaria en el territorio necesita 150 t de azúcar crudo y 150 de refino como promedio cada mes. “Hasta ahora solo hemos podido entregar unas 45, de crudo”.
─ ¿Para qué alcanzan esos volúmenes?
─ Solo cubren la elaboración del pan normado y el que va a los organismos.
En total, Ciego de Ávila demanda 5 046 t de azúcar blanca y 7 190 de “prieta” que, ahora mismo, podrían no estar almacenadas ni producidas. Estamos hablando, únicamente, de la cuota per cápita, del consumo en hospitales, escuelas, hogares de ancianos y embarazadas, y la oferta de la Gastronomía y la Alimentaria. Eso deja fuera, por ejemplo, el suministro mayorista a los nuevos actores de la economía y la venta liberada.
Sin azúcar no hay país
De honrar los estimados dependen, asimismo, las asignaciones centralizadas para empresas de subordinación nacional enclavadas en la provincia. A través de sus organizaciones superiores de dirección empresarial, imprescindibles como Lácteos, Empresa de Bebidas y Refescos y Agroindustrial Ceballos reciben la notificación de sus cuotas, mas, el azúcar sale de los mismos almacenes de la Empresa Mayorista de Productos Alimenticios.
Hasta marzo, de un plan anual de 4600 t, Ceballos había recibido poquito más de 400, que no alcanzarían siquiera para empezar a endulzar las barras de guayaba cuando llegue el pico de producción. Alba Elizabeth González Rodríguez, directora general de la entidad avileña, todavía no está todo lo tensa que podría, pues la falta de envases está retardando el efecto de la reducción.
Por el momento, los jugos con destino al Turismo cruzan el peaje con los azúcares naturales de las frutas y, como en sentido general los extranjeros consumen menos sacarosa que los nacionales, tampoco se ha notado demasiado su falta. Mientras, las pulpas se almacenan en sacos asépticos dentro de bins (contenedores) de madera de una tonelada, a la espera de otros destinos.
El ajuste para la EMBER también es importante, aunque ahora mismo no sea la causa por la que los planes de producción de rones, vinos y refrescos se comporten por debajo del 25 por ciento. Belkys Rodríguez Fajardo, directora productiva, refiere que en el caso de los refrescos lo que más golpea es la falta de esencias, y en los rones, los alcoholes.
Otro efecto de zafras deficientes. Sin caña no hay azúcar, mieles, energía ni alcohol. Caña es más que azúcar, reza el lema del grupo AZCUBA.
Rescataría el investigador español Antonio Santamaría García un viejo axioma “sin azúcar no hay país”, al estudiar el período entre 1919 y 1939, en el que Cuba fue de la “danza de los millones” al tiempo de las “vacas flacas”. La Historia, dando una vuelta sobre sí misma.
“Probé un helado de mango y soya que no sabía a mango ni estaba dulce”, le digo en broma a Yulema Yero Pérez de Corcho, directora comercial del Lácteo, y ella sonríe con una sonrisa amarga. A los quebraderos de cabeza por la falta de leche suma ahora una disminución del 50 por ciento del suministro de azúcar. La decisión del Departamento de Registro y Control Sanitario del Instituto Nacional de Higiene y Epidemiología la autoriza a rebajar el dulzor del yogur, pero no hay cómo sentirse bien con esa medida.
Si bien es cierto que organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud han alertado sobre los efectos del consumo excesivo de azúcares ─ por su vínculo directo con la incidencia de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes mellitus y el sobrepeso mórbido─ y los cubanos nos reconocemos “dulces” por antonomasia, la actual circunstancia no se trata tanto de cumplir estándares globales como de un déficit real.
Un déficit que atenta, también, contra la durabilidad de las elaboraciones; es conocido que, a falta de conservantes, en Cuba se agrega más azúcar para alargar los períodos de caducidad de pulpas, mermeladas y conservas de frutas.
La estabilidad en el consumo interno del dulce grano, como apuntaba Lemos Frómeta, no empieza con el pitazo de los centrales. Está en el campo y cojea cada vez que se siembra menos de lo planificado o la caña no tiene los rendimientos posibles. En el III Pleno del Comité Central del Partido se aprobó 93 medidas para empezar a salvar la agroindustria azucarera, pero los resultados no se verán inmediatamente.
Toca capear el amargor, sin perder la dulzura.
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