Por: Jorge Núñez Jover
Hay dos cuestiones muy longevas. Una es el gran esfuerzo de la Revolución, encabezada por Fidel, por crear capacidades, sobre todo humanas, para impulsar el desarrollo del país. Frecuentemente no estamos conformes con el uso que se hace de esas capacidades, pero ahí están.
La otra es nuestra incapacidad de producir los alimentos en cantidad y calidad suficiente, que los cubanos necesitamos. Estamos lejos de la soberanía alimentaria y nutricional. Y eso es grave.
Obviamente uno de los potenciales que tenemos en Cuba para avanzar en los diferentes frentes es utilizar mejor el conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación. Para ello no basta tener capacidades humanas. Requiere sobre todo crear un sistema de trabajo, un enfoque de política pública, que asegure que ese potencial sea efectivamente utilizado.
El enfrentamiento a la COVID 19 ha permitido comprender el valor que tiene un buen sistema de trabajo que reúna, con una conducción política adecuada, a varios ministerios, organismos, universidades, etc. y movilice las contribuciones de diversas disciplinas. Se ha entendido muy bien que la pandemia no es un asunto solo sanitario y que nuestro valiosísimo personal de salud enriquece mucho su trabajo cuando concurren en su auxilio los académicos de diversos campos, profesores, estudiantes y otros muchos.
Todo ello nos deja un aprendizaje que ahora podemos utilizar para abordar el tema de la soberanía alimentaria y nutricional. Es un asunto muy complejo que, como el de la salud, obliga a movilizar a diversas instituciones, ministerios y numerosos campos disciplinarios. Los problemas de nuestra agricultura no son solo problemas de variedades, suelo, clima, recursos hídricos, tecnologías, equipamientos, entre otros. Son también y en gran medida socioeconómicos y organizacionales, vinculados a la efectividad de las empresas, la autonomía de las cooperativas, los incentivos, la distribución de recursos, la comercialización y muchas cosas más.
El principal adversario de ese enfoque es la tradición: es frecuente que cada campo académico (agrónomos, economistas, sociólogos, entre otros) trabajen desde sus propios espacios profesionales sin articular efectivamente sus miradas. Y no siempre conseguimos que los diferentes ministerios actúen de conjunto.
La lección que deja la pelea contra el nuevo coronavirus es que eso no es bueno, al menos para dar las batallas más importantes.
Refiriéndose a esa experiencia Cubadebate (18 de junio) publicó lo que sigue: “El Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, destacó este jueves que las enseñanzas que nos está dejando la ofensiva contra la COVID-19 en la vinculación entre el Gobierno y la ciencia hay que sistematizarlas, para que se conviertan en un estilo de trabajo al abordar todos los temas fundamentales del país y más adelante, citándolo: “Eso nos permite conformar este mismo sistema para otra prioridad grande que tenemos, incluso dentro del enfrentamiento a la pandemia, que es producir alimentos, una de las urgencias de la nación”
Se trata de generalizar un estilo de conducción de los sistemas de innovación orientados a resolver los grandes problemas nacionales. Muy importante el papel que el Presidente concede a la contribución de los campesinos, innovadores. La experiencia práctica es muy importante.
El mundo académico y profesional seguramente apoyará este enfoque. Una cosa es investigar y enseñar y otra trabajar codo a codo con los tomadores de decisiones y los portadores de otros saberes. Para esto último, entre otras cosas, deberemos mejorar nuestras habilidades para trabajar en equipo, combinar miradas disciplinarias diversas, intercambiar, crear. Con seguridad triunfaremos.
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