15 de septiembre de 2015 | 08:44 CET
A siete años de la quiebra de Lehman Brothers que desató la mayor crisis financiera de la historia y obligó a un rescate a la banca por 16 billones de dólares, la economía se encuentra al borde de una nueva crisis global. El flujo de dinero generado por los bancos centrales solo alentó la creación de nuevas burbujas que ahora implosionan al ritmo en que avanza la desaceleración china como demuestran los mercados bursátiles. Si lo que ocurrió hace siete años fue el estallido de la burbuja de crédito y hoy vemos el desplome de la burbuja de activos bursátiles, significa que nada se aprendió del colapso financiero de 2008.
La bancarrota de aquel gigante bancario con más de 150 años de historia que sobrevivió a la Guerra de Secesión, la Gran Depresión y las dos guerras mundiales afectó a todas las instituciones financieras de Estados Unidos y Europa. La onda de choque se propagó como un virus que dejó al descubierto las malas prácticas del sistema, los fraudes y la manipulación de los precios y los tipos de interés como fue el escándalos de la tasa Libor, Tibor y Euribor. El desempleo se disparó a niveles nunca vistos y aunque hoy parece ser un tema olvidado, el desempleo en Europa sigue en los niveles más altos de la historia. El conformismo ha creado una nueva situación económica y todos parecen estar felices y tranquilos.
Sin embargo, debemos recordar que tras el estallido de la crisis financiera de 2008, los bancos centrales comenzaron a imprimir una gran cantidad de dinero y esto hizo temer una enorme oleada inflacionaria. Esta expectativa de inflación condujo a un aumento en el precio del oro, que alcanzó su punto máximo el 4 de septiembre de 2011, cuando la onza de oro se cotizó a 1.920,86 dólares. Contra todo lo que se anunciaba, la inflación nunca llegó, y en cambio sí lo hizo la deflación. Y hasta el precio del oro se desplomó. La pregunta que había que responder antes de anunciar la hiperinflación era ¿a donde se dirigieron los miles de millones de dólares, euros y yenes que fluyeron de los bancos centrales? La respuesta es muy simple: a la creación de burbujas. La inflación se produjo en los mercados financieros, hinchando el precio de la acciones y animando el espíritu bursátil que hacía pensar que la economía iba viento en popa. Como los productos financieros no son considerados bienes de consumo ninguna estadística de inflación los registra.
La peligrosa creación de dinero de la nada
El dinero barato de los bancos centrales fue el gran impulsor de los mercados bursátiles. Nada fluyó a la economía real, a la investigación y los nuevos negocios, solo a la compra y recompra de acciones que hinchó aún más los mercados financieros. De nada sirve que la banca privada esté obligada a guardar una cantidad de dinero como reservas, cuando su capacidad de crear dinero es infinita. Los bancos privados pueden redepositar en el banco central el 2% o el 1 por ciento de lo que han pedido prestado al mismo banco central, pero su capacidad de crear dinero con el 98 por ciento restante se puede multiplicar por 100 o mil veces. El sistema de reserva fraccionaria permite a la banca crear una cantidad ilimitada de dinero. En rigor, ni la Reserva Federal ni el Banco Central Europeo tienen el control de la oferta monetaria. Es la banca privada la que crea la oferta monetaria y, por tanto las burbujas.
La creación de dinero de la nada tiene consecuencias fatales para la economía y eso está quedando ahora al descubierto con la implosión bursátil que está en desarrollo. Las tasas de interés artificialmente bajas inventan inversiones rentables donde no hay nada. El resultado es un boom plagado de pérdidas. Al mismo tiempo, las bajas tasas de interés debilitan la propensión al ahorro y estimulan la especulación bursátil donde se vive la euforia de los aumentos y ganancias.
El sistema de reserva fraccionaria y la creación de dinero desde la nada es una constante de las crisis económicas. Cuanto más laxas son las políticas de los bancos centrales y más dinero crea la banca privada mayor es la onda de choque que se propaga ante el debilitamiento de la burbuja. Y el mundo no ha podido desprenderse de las burbujas pese a haber estado en el epicentro de la crisis hace siete años. Siete años han pasado, y el ciclo de auge bursátil que esta vez vivió en el solipsismo al no trasladar nada a la economía real, puede estar llegando a su fin. Es un claro recordatorio de lo que ocurrió hace siete años con la quiebra de Lehman Brothers, y que vuelve a repetirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario