Como sugieren los resultados de las investigaciones realizadas en el país para determinar los posibles impactos del cambio climático en la esfera agropecuaria, las principales actividades de ese vital sector deben desenvolverse en un entorno futuro caracterizado por el aumento de las temperaturas y la aridez ambiental, el incremento en la frecuencia e intensidad de los eventos de sequía, y un acentuado déficit de agua.
Dada la urgencia de trabajar en la búsqueda de soluciones encaminadas a reducir las vulnerabilidades y propiciar la adaptación de la rama agropecuaria a las manifestaciones actuales y posteriores del cambio climático, el Estado cubano, a través del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) y en decisión colegiada con el Ministerio de la Agricultura (Minag), puso en marcha en el 2013 el Proyecto Bases Ambientales para la Sostenibilidad Alimentaria (Basal), con el respaldo financiero de la Unión Europea y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación.
Liderado por el Instituto de Geografía Tropical del Citma, la implementación de Basal está a cargo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
Experiencia que se multiplica
El doctor en Ciencias Juan Mario Martínez, director de Basal, precisó a Granma que el programa comenzó a instrumentarse en tres sectores claves en la alimentación de la población cubana: arroz, cultivos varios y ganadería vacuna destinada a la producción de leche.
Tres municipios representativos de los renglones mencionados resultaron seleccionados para acoger el inicio de la experiencia. Fueron ellos Los Palacios en Pinar del Río, Güira de Melena, en Artemisa, y Jimaguayú, en la provincia de Camagüey.
«Desde el principio involucramos a un numeroso grupo de instituciones científicas del Citma y el Minag», precisa el doctor Juan Mario, y explica que con la participación de los gobiernos locales de los tres municipios citados se seleccionaron las fincas y unidades productivas donde empezarían a trabajar, en las cuales hicieron un levantamiento o diagnóstico para conocer a qué se dedicaban, tipos de suelo, disponibilidad de agua, comportamiento de las precipitaciones y otros datos esenciales a tomar en cuenta a la hora de elegir las tecnologías y procedimientos más adecuados de aplicar.
«Las principales acciones de adaptación al cambio climático aplicadas con Basal han estado relacionadas con el mejoramiento y conservación de suelos, uso eficiente del agua para riego y abasto animal, empleo de variedades resistentes a condiciones ambientales extremas y de semillas certificadas de calidad, impulso a la introducción de fuentes de energía renovables, el manejo integrado de plagas y el procesamiento de alimentos».
Mencionó entre las tecnologías novedosas introducidas por el Proyecto, las Niveladoras de Terreno Láser, que favorecen el aprovechamiento y la distribución óptima del agua destinada al riego en el cultivo del arroz, así como del modelo informático weap, con el cual es posible estimar la demanda de agua de los usuarios de la localidad por tipo de cultivo y volumen entregado, facilitando así elaborar el balance de ese recurso para cada productor.
Resalta, asimismo, el surgimiento de los Centros de Creación de Capacidades y Gestión del Conocimiento (ya funcionan siete) y el desarrollo de la Red de Información Agrometeorológica y Productiva, a cargo del Instituto de Meteorología, devenidas herramientas clave en la preparación de los trabajadores (estatales y no estatales), el intercambio y actualización de datos, y la toma de decisiones.
En opinión del campesino Marcelino Leyva Pérez, de la cooperativa de créditos y servicios Romárico Cordero, de Florida, Camagüey, dedicada a la producción de leche y a la ceba de toros, el empleo de fertilizantes orgánicos y otras prácticas introducidas en su finca desde hace dos años al calor de Basal, reportó una mejora apreciable de los pastos, y favoreció la obtención de más litros de leche por vaca y la más rápida ganancia de peso de los animales.
A cinco años de su implementación, Basal tiene hoy diferentes niveles de intervención en 33 municipios de Cuba y más allá de los resultados en el incremento de los rendimientos, su mayor legado radica en haber capacitado y sensibilizado a un alto número de productores, productoras, directivos de empresas y representantes de los gobiernos locales, para adecuar la rama agropecuaria a los complejos escenarios climáticos proyectados, y contribuir a la sostenibilidad alimentaria de la nación.
Baste apuntar que ya suman 46 las prácticas y tecnologías agropecuarias para la adaptación al cambio climático implementadas en el arroz, cultivos varios y la producción lechera en más de 90 sitios demostrativos del país.
No menos esenciales han sido las diferentes acciones promovidas por Basal para reforzar la igualdad de género y favorecer el empoderamiento de la mujer.
ALGUNOS COMPONENTES DE LA TAREA VIDA A LOS CUALES CONTRIBUYE BASAL
- Tarea No. 1: Identificar y acometer acciones y proyectos de adaptación al cambio climático de carácter integral y progresivo, necesarios para reducir las vulnerabilidades en las 15 zonas identificadas como priorizadas; considerando en el orden de actuación a la población amenazada, su seguridad física y alimentaria y el desarrollo del turismo.
- Tarea No. 4: Asegurar la disponibilidad y uso eficiente del agua como parte del enfrentamiento a la sequía, a partir de la aplicación de tecnologías para el ahorro y la satisfacción de las demandas locales. Elevar la infraestructura hidráulica y su mantenimiento, así como la introducción de acciones para medir la eficiencia y productividad del agua.
- Acción Estratégica No. 3: Adaptar las actividades agropecuarias, en particular las de mayor incidencia en la seguridad alimentaria del país, a los cambios en el uso de la tierra como consecuencia de la elevación del nivel del mar y la sequía.
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