No es posible afirmar con certeza acerca de
esos comicios cuando hay tantos imponderables en el año que resta, por tanto
aquí solo haremos unos apuntes sobre el particular.
La ambiciosa agenda doméstica con que el
presidente Biden ha iniciado su gobierno está en peligro. También buena parte
de su política exterior de naturaleza imperial, está condicionada por el hecho
de contar con una muy precaria mayoría -casi un empate-, en el Congreso
respecto a la oposición republicana y con la alta probabilidad de que estos
tengan el control de la mayoría de ambas cámaras en el periodo 2023-2024.
Eso le posibilita, no solo a la
oposición sino a cualquier miembro de su propio partido, contar con el poder de
bloquear o condicionar algunas de las medidas propugnadas por el Presidente,
tal como ahora ocurre de hecho con proyectos emblemáticos que Biden impulsa. En
este momento, en toda la actuación de su gobierno está presente el cálculo de
cómo evitar una situación aún más adversa de una debacle electoral el 8 de
noviembre de 2022, con implicaciones para las elecciones presidenciales de
2024.
Históricamente y por un complejo de factores,
el partido que en Estados Unidos gana las elecciones presidenciales y asume
gobierno para un mandato de cuatro años, casi como una regla se ha visto sometido,
en las elecciones de medio término, a perder gran número de escaños de sus
congresistas en ambas cámaras legislativas. Por ejemplo, después de
posicionarse Obama, en 2010 los demócratas perdieron 63 asientos en la Cámara,
mientras que a los dos años de Trump asumir la Presidencia los republicanos
perdieron 42 escaños en 2018
A ello se suma, en este momento, la compleja
situación nacional en varios ámbitos y la marcada caída en el apoyo popular
hacia Biden y su administración, tanto a nivel nacional como en estados claves,
lo cual es indicativo de que los demócratas podrían recibir una fuerte derrota
es esas elecciones en noviembre del año próximo.
La atención en las mismas se centra en las
campañas para renovar un tercio del Senado — donde ahora los escaños están
repartidos a partes iguales, 50 a 50, entre los demócratas y los republicanos —,
y en los comicios para elegir la totalidad de los 435 integrantes de la Cámara
de Representantes, donde el partido del Presidente cuenta con una muy estrecha
mayoría.
También estarán en las boletas las
candidaturas para gobernadores en unas tres docenas de estados, cuyos
resultados siempre impactan
profundamente la política en diversas regiones y pueden alterar la correlación
de fuerzas para el resto del periodo presidencial. Poco auspicioso resulta el
resultado de los comicios recién efectuados en Virginia, en los cuales un
republicano acaba de obtener la gobernación, lo que no ocurría allí para cargos
estaduales desde hace más de una década, a lo que se suma el ser un estado
donde hace un año Biden ganó la votación por amplio margen.
El Presidente y todo su equipo se esfuerzan
con denuedo, en medio de los cálculos oportunistas de muchos, para lograr
acuerdos sobre los proyectos económicos que le sirven de bandera pero que han
dividido al partido durante meses: amplias inversiones en infraestructuras que
presenta como su “plan de empleos”, planes para aliviar la situación de las
familias y para la protección ambiental, propuesta para aumentar los impuestos
a los más ricos, para rebajar el costo de los medicamentos, entre otros.
Algunos de esos proyectos, en general
positivos, no dejan de tener trasfondos engañosos o apuntan a ser mediatizados
por la oposición corporativa y de sectores del ala derecha del propio Partido
Demócrata quienes buscan diluir lo que consideran un giro demasiado drástico. Las
creaciones de empleo esperadas son sólo el subproducto de la reactivación de la
actividad económica, con el objetivo implícito es restaurar o consolidar la
supremacía tecnológica de los Estados Unidos (en particular frente a China),
mediante el apoyo a la industria y la investigación nacionales.
La oposición
republicana, de sectores corporativos y plutocráticos contra la tasa impositiva
general propuesta para los más ricos, de aprobarse restablecería apenas al
nivel de la década de 1990 y permanecería muy por debajo de los años anteriores
a Reagan.
Por su parte los operativos de los comités de
campañas demócratas para el Senado y la Cámara están entre los que esperan con
ansiedad un acuerdo en el Congreso que les permita a sus candidatos presentar
un mensaje claro y dar fuerza a sus propuestas en torno a la creación de
empleos, reducción de costos de salud y alivio a la situación de las familias
que se derivarían de tales legislaciones.
Pero las promesas electorales de Biden en
temas domésticos están en veremos. La brecha entre los impactantes anuncios que
hiciera y su implementación ya ha comenzado a ensancharse. Dada la polarización
existente dentro del partido y según el acuerdo que se logre entre las partes podría
verse afectado el grado de compromiso electoral entre algunos sectores
demócratas. Además, según las experiencias pasadas, el cumplimiento de la
agenda de gobierno muy pocas veces ha sido suficiente para evitar la pérdida de
escaños legislativos del partido gobernante.
No hay una causa única o sencilla que
explique esos resultados adversos para el gobierno de turno pero, más que en
los comicios presidenciales, en esas elecciones parciales pesan mucho las
condiciones en que se encuentra el país en el momento en que se realizan.
Recientes sondeos muestran que las posiciones
de los votantes han devenido crecientemente negativas respecto al manejo por la
administración Biden de los principales asuntos domésticos, incluyendo la
economía y la inflación, la pandemia, la criminalidad, el caos migratorio en la
frontera sur, a lo que se sumó la desastrosa retirada de Afganistán, una guerra
desarrollada durante 20 años con fuerte apoyo bipartidista.
En la Cámara los republicanos solo necesitan
arrebatarles cinco escaños netos a los demócratas para lograr la mayoría en ese
cuerpo. Se señala que solo mediante la manipulación en el rediseño de la
composición de los distritos legislativos en los estados, donde los republicanos mayorean, ya estos podrán garantizar
algunos resultados adicionales que los favorezcan.
En el Senado, donde ambos partidos tienen igual
número de senadores, en principio la situación para los demócratas podría ser
menos adversa. Son 34 los escaños expuestos al escrutinio. Solo 14 están
ocupados por demócratas. Los republicanos tienen que defender 20 asientos, y en
cinco de ellos el senador en ejercicio pasa a retiro.
Según varios sondeos actualmente pocos estadounidenses manifiestan real
confianza en las instituciones de gobierno: solo 7% de los votantes dicen tener
un alto grado de confianza en el gobierno federal. Más de la mitad de los
estadounidenses consideran que la democracia en el país está amenazada y más de
un tercio dicen no creer que los votos en estos próximos comicios vayan a ser
contabilizados como es debido. Muchos de ellos son republicanos imbuidos en la
creencia de que las pasadas elecciones presidenciales fueron un fraude y que le
fueron arrebatadas a Trump.
Esa extendida actitud lleva a algunos
analistas a apuntar la posibilidad de que muchos republicanos no se presenten a
votar en estas próximas elecciones en DE 2022, sin que se pueda decir en
qué medida ello llegue al punto de resultar determinante.
Asimismo, es previsible un fuerte
involucramiento del ex presidente Donald Trump en el proceso y el debate
electoral, su activismo en favor de los candidatos de su preferencia, y que
ello podría constituirse en un factor que ayude a incrementar la concurrencia a
las urnas de los votantes demócratas.
Son factores específicos del momento los
cuales, junto a las pugnas internas en ambos partidos y la distancia que aún
nos separa de las votaciones agregan considerable incertidumbre sobre el tema
que nos ocupa.
No obstante tales imponderables, prevalece el
criterio de que las mayores posibilidades son para el partido republicano de
hacerse el próximo año con la mayoría en una o en ambas cámaras legislativas.
La Habana, 5 de noviembre 2021
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