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31 Julio, 2017
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En la recientemente ocurrida primera sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, uno de los temas relevantes fue el relacionado con la “actividad de ciencia, tecnología e innovación. Por las propias características de Cuba, por su relativamente poca dotación de recursos naturales –aun cuando los pocos que tenemos no son bien utilizados–, por disponer de una fuerza laboral con alto nivel de instrucción y porque las tendencias de nuestra evolución demográfica demuestran plenamente que nuestra población envejece. Por todas esas razones, el papel de la ciencia, la tecnología y la innovación es decisivo.
Movido por este tema, enumero algunas propuestas para aprovechar más eficientemente los recursos humanos en pos del desarrollo cubano.
Sin buenas escuelas y buenos profesores a todos los niveles, no podremos tener buena ciencia ni buena tecnología ni ser buenos en la innovación. La escuela es lo básico, desde la primaria –y especialmente en esos tres primeros grados– hasta las universidades. Es de lo primero que debemos recuperar. Si hoy tenemos aún una buena planta de científicos es porque gracias a la política educacional de la Revolución Cubana tuvimos buenas escuelas y muy buenos maestros.
Garantizado ese primer peldaño, entonces corresponde obviamente darle más recursos a la actividad de ciencia, tecnología e innovación. Los datos no nos dejan mentir. El volumen de recursos que Cuba destina hoy a esa actividad (como por ciento del PIB) es mucho menor que hace unos años, y mucho menos que lo que el Estado le dedica a mantener un sector para nada eficiente y menos aún estratégico como los “llamados” del comercio y gastronomía estatal (tanto en CUP como CUC). Una parte de esos recursos podría dedicarse a la ciencia, la tecnología y la innovación.
Esta situación de poca asignación de recursos a la ciencia y la tecnología es, en cierta medida, incongruente con lo que demuestran las tendencias internacionales, pues a mayor calificación de la fuerza de trabajo se requieren mayores recursos en I + D + i. Es cierto que hay restricciones, pero también hay un tema de asignación o de asignación no eficaz de los recursos. Nuevamente pongo el ejemplo de los dineros puestos en ese sector del comercio y la gastronomía, los cuales pudieran tener mejor destino. En este caso es un problema de mala asignación. Es decir, se dedican recursos generados por el pueblo a sostener actividades de baja productividad y escaso impacto en la innovación al igual que en el desarrollo futuro de Cuba. Si a esto sumamos que generalmente la gestión de esos recursos incorrectamente asignados es en una buena medida ineficiente, entonces tenemos la peor de todas las combinaciones posibles.
Miremos las exportaciones. Tampoco nuestra estructura de exportaciones de bienes se corresponde con la calificación de nuestra fuerza de trabajo y la cantidad de científicos por habitantes que hay en Cuba. El grueso de nuestras exportaciones de bienes se concentra en bienes de baja y media baja complejidad tecnológica; como azúcar, puros, rones, sinter de níquel, derivados blancos del petróleo. Con excepción de los derivados del petróleo, el resto han sido productos que hemos exportados durante los últimos 200 años y en el caso del níquel desde los años 40 del siglo pasado. Son nuevos productos con un peso significativo en las exportaciones solo los de las empresas del polo biotecnológico. Esta situación cambia si incorporamos los servicios, en este caso por el aporte de los servicios médicos, pero todavía no se ha logrado que esa exportación genere encadenamientos suficientes hacia el resto de la economía nacional.
La Biotecnología sería la excepción en este caso, recibe recursos humanos altamente calificados y genera productos de alto valor agregado. Pero en otros sectores como la industria y la agricultura no hay correspondencia. Es probable que Cuba tenga más ingenieros y científicos agropecuarios por hectárea de tierra en producción que ningún otro país de América Latina, pero nuestros rendimientos y niveles de producción, salvo alguna rara excepción (la papa) distan de los rendimientos de esos países.
Existe también un problema de asignación eficaz de la fuerza de trabajo calificada. Hay investigaciones desarrolladas en la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana que demuestran que la asignación de profesionales universitarios a determinados sectores no está en correspondencia con las potencialidades exportadores de estos. Es decir, sectores con potencialidades exportadoras reciben menos personas con alta calificación que otros que apenas exportan. Es necesario rectificar esto y asignar recursos laborales calificados a los sectores y empresas que más aportan a la exportación.
La industria de la caña de azúcar puede ser otro ejemplo. Hoy tenemos niveles de producción y rendimientos de inicios de siglo XX, pero tenemos una dotación de capital humano como pocos países en el mundo a pesar del desangramiento que ocurrió a partir de 2004.
Lo tercero es una política industrial que incentive la producción de nuevos productos y premie la innovación y la calificación adecuadamente, y agrego, una política industrial inclusiva, que no margine por formas de propiedad. La política industrial cubana debe ser pensada y pensar en Cuba y su economía como un todo. El mejor ejemplo que tengo hoy a la mano esta en los ingenieros en software y los diseñadores, pero hay muchos más. Incluso en el campo de las energías renovables existen personas interesadas en desarrollar proyectos cooperativos y todavía sus propuestas duermen el sueño de los (in)justos.
Lo cuarto es lograr que desde todos los territorios se generen y promuevan iniciativas a escala local para aprovechar mejor la fuerza de trabajo calificada que existe. Creo que deben existir políticas territoriales que complementen a las políticas nacionales.
Este es un asunto que tiene expresiones diversas y soluciones específicas también a escala de cada localidad. Tener un ingeniero en minas en un territorio con riqueza minera, que ejerce como profesor de marxismo en una escuela de Medicina, no parece ser la solución optima. Reitero que no conozco de estrategias territoriales para lograr un uso más efectivo de esa fuerza de trabajo que disponen hoy. Quizás existan, pero yo no tengo conocimiento de ellas. Nos pasamos horas debatiendo el tema de los servicios, o el del pan o el de la papa, es entendible, son temas cotidianos que golpean duramente al pueblo, es lo inmediato. Pero pocas veces leo en la prensa nacional sobre debates en los territorios sobre la utilización eficaz de la fuerza de trabajo calificado de la cual disponen.
Pero para lograr esas políticas los gobiernos locales deben tener mayores posibilidades de hacer y practicar iniciativas propias.
Obviamente todo esto pasa por una política salarial adecuada, que premie la calificación y sobre todo los resultados asociados a la calificación, y ahí hay aún mucho por hacer. Pero no puede ser que los ingenieros que producen bienes de primera generación tecnológica y generan más de 100 millones en exportaciones, ganen entre 10 y 20 veces menos que sus pares en países de niveles de PIB parecidos a los de Cuba, o mucho menos que el chofer de un carro botero.
Esta política salarial vigente, que aún no se ha logrado cambiar, es contraria a la visión de país que se ha asumido, pero advierto que lograr cambios radicales en ella puede producir tensiones fiscales muy fuertes debido a la distorsión cambiaria. De todas formas, lo peor es seguir demorando las soluciones o hacerlas depender de un crecimiento de la productividad que puede seguir demorando un tiempo considerable.
También creo que se debe modificar radicalmente la concepción de planificación de la fuerza de trabajo. Tal cual se hace, corresponde a otro momento de la realidad económica de nuestro país sobrepasado hace años. De hecho, pienso que una de las tareas del presente que no deben demorarse mucho es hacer una profunda revisión de los mecanismos de planificación y asignación de recién graduados, así como de las plazas en las carreras universitarias.
En una economía tan sujeta a cambios de corto plazo en un mundo tan dinámico sumergido en una cuarta revolución tecnológica, resulta muy difícil pensar que los mecanismos que actualmente se utilizan para planificar la formación de fuerza de trabajo calificado puedan ser realmente efectivos. No propongo dejar de hacer un ejercicio estratégico al respecto cada año, todo lo contrario, ocurre que el que hacemos hoy aparentemente no es el que hace falta.
Ocurre en el sector de la educación, donde también tenemos muchos profesores ejerciendo en cargos burocráticos, como cuadros, especialistas en recursos humanos, etcétera. Sin embargo, se necesita de profesores a casi todos los niveles educacionales.
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