Por Manuel Bagues
Uno de los mayores motivos de orgullo de los finlandeses es la caja que reciben todas las familias que esperan un bebé. Esta caja incluye prácticamente todo lo que debería necesitar el bebé durante los primeros meses, en total unos 60 objetos, y además la propia caja se puede aprovechar como cuna. Como no podía ser de otra manera, los productos destacan por su atractivo diseño nórdico y por su funcionalidad. El gobierno finlandés selecciona cada año a los proveedores a través de un concurso en el que se valora tanto el precio como las propiedades estéticas y funcionales de cada producto. Los productos varían ligeramente cada año y uno de los pasatiempos nacionales es comparar el contenido de las cajas nuevas con el de años anteriores. Si tienen curiosidad, en este enlace pueden encontrar todos los productos de este año.
La caja bebé, cuyo origen se remonta a los años treinta, nació con el objetivo de reducir las elevadas tasas de mortalidad infantil de la época y estimular la natalidad. Inicialmente solo estaba disponible para las familias de menor renta, pero en 1949 se extendió al conjunto de la población. Además, para poder optar a la caja es necesario visitar la clínica de maternidad antes del quinto mes de embarazo. Existe la opción de recibir en metálico una suma similar al coste de la caja, unos 170€, pero menos del 5% de los padres primerizos opta por el dinero.
La caja bebé finlandesa se popularizó en todo el mundo hace cinco años gracias a un reportaje de la BBC y, quizás debido a la fascinación que acompaña a todo lo que viene de Finlandia, varios países han intentado replicar su éxito. Cristina Kirchner introdujo en Argentina su “plan qunita” en 2015, pero el proyecto fue abandonado al poco tiempo debido a la baja calidad de las cajas y a las acusaciones de corrupción. La iniciativa ha tenido más éxito en Escocia, que introdujo la Scottish baby box a mediados de 2017, aunque también se ha generado un fuerte debate acerca de los costes y beneficios de la medida.
Uno de los temas más controvertidos ha sido el supuesto efecto beneficioso que tiene el uso de la caja como cuna. El gobierno escocés, quizás inspirado por el reportaje de la BBC, sostuvo que la caja había desempeñado un papel crucial en el descenso de la mortalidad infantil en Finlandia, desde unos 65 fallecimientos por cada 1.000 bebés en 1935 a menos de 2 por 1.000 en la actualidad (en España está en torno al 2,7 por 1.000). Una de las principales causas de la mortalidad infantil era la muerta por asfixia, y la reducción de este tipo de accidentes en Finlandia ha sido en ocasiones asociado al uso de la caja como cuna, que evitaba que los bebés durmiesen en la cama junto a sus padres. Sin embargo, tal y como ha tenido que puntualizar el servicio de salud finlandés, en realidad no existen estudios científicos que avalen esta relación de causalidad. Utilizando la jerga económica, no disponemos de un buen contrafactual sobre qué habría ocurrido en Finlandia si no se hubiera introducido la caja. En todo caso, las tasas de mortalidad infantil de Finlandia no parecen haber evolucionado en las últimas décadas de manera muy diferente a la de otros países de su entorno como Suecia o Noruega.
Otro argumento a favor de la caja bebé sería su posible efecto positivo sobre la natalidad. Este factor podría ser especialmente importante en un país como España, cuya baja tasa de natalidad, en torno a 1,3 niños por mujer, nos conduce inexorablemente hacia una hecatombe demográfica en un futuro cada vez más cercano. De todas formas, dado el escaso valor económico de la caja, la evidencia disponible acerca del impacto de otras políticas de mayor envergadura sugiere que probablemente no deberíamos esperar que su efecto sobre la natalidad fuera muy relevante. Por ejemplo, Libertad González estima que la introducción del cheque bebé de 2,500€ en España en 2007 pudo aumentar la natalidad en torno a un 6%. Teniendo en cuenta que el valor de la caja bebé finlandesa es 10 veces inferior, probablemente no deberíamos esperar que en este caso el efecto, si lo hubiera, fuera superior al 1%.
La distribución universal de la caja bebé podría tener otras ventajas adicionales. El abrumador éxito de la caja entre las familias finlandesas sugiere que, cuando la política está bien diseñada, ayuda a reducir costes de transacción y a corregir posibles asimetrías informativas. Comparado con los 170€ que le cuesta al gobierno finlandés cada caja, las imitaciones que se anuncian online se sitúan en torno a los 400€.
Pero probablemente la mayor virtud de la caja sea su capacidad para convertirse en un símbolo de una sociedad igualitaria. La caja iguala a todos los bebés independientemente de su origen socio-económico, cultural, o geográfico. Durante los primeros meses de su vida, todos los bebés de Finlandia, niños y niñas, nativos y de origen inmigrante, de lengua materna finlandesa y sueca, desde Helsinki a Laponia, y desde las islas Åland a Carelia, visten los mismos monos y duermen en las mismas cunas. Y lo más excepcional es que se ha conseguido con un diseño institucional que da libertad a las familias para que escojan si quieren la caja o prefieren el dinero. A muchos otros países les encantaría poder disfrutar de este símbolo de la solidaridad y la igualdad, que además podría contribuir (muy modestamente) a estimular la natalidad. El reto para los países que decidan adoptar esta política es si serán capaces de implementarla con el mismo nivel de eficiencia y espíritu igualitario que han conseguido los finlandeses.
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