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jueves, 28 de mayo de 2015

Cuba, el turismo internacional y sus potencialidades

Por Jose Luis Rodriguez
24/03/2014

Una de las decisiones fundamentales para enfrentar la crisis que se dibujaba ya en el horizonte a finales de los años 80´, fue el desarrollo del turismo internacional en Cuba.
El giro que comenzaron a tomar las relaciones económicas con la Unión Soviética a partir de 1986 -cuando se rebajó el precio del azúcar que la Isla vendía a ese país y se limitaron las entregas de combustible desde esa nación-, y la imposibilidad de cubrir el servicio de la deuda con Occidente a partir de las posiciones injerencistas del Club de París, situaron a los ingresos provenientes del turismo como una prioridad de primer orden para la economía cubana.
Hasta esos momentos el proyecto socialista cubano no había desarrollado ese ámbito como un sector prioritario, pues se consideraban los costos sociales que podrían derivarse del mismo, entre ellos fenómenos como la prostitución y el tráfico de drogas. 
Habiendo dispuesto hasta esos años de ventajosas relaciones económicas con la Unión Soviética y el resto de los países socialistas, el balance de costos y beneficios para desarrollar la industria del ocio había llevado al país caribeño a un nivel de visitantes que solo alcanzaba 194.500 turistas en 1986, cifra inferior a los 272.300 que llegaron en 1957.
La coyuntura afrontada ya desde finales de los 80´ hizo que se reconsiderara este sector y se incrementaran las capacidades hoteleras con esfuerzo propio, a lo que se añadió en 1987 el impulso a la inversión extranjera, lo que permitiría contar con 275 mil turistas en 1989.
Con la crisis en los 90’, el turismo comenzó a desempeñar un papel crucial en la economía cubana y devino la principal fuente de recursos financieros, tomando en cuenta su velocidad en el retorno de la inversión. Así se inició una tendencia sostenida al incremento de la exportación de servicios. Resultaba imprescindible, en primer término, incrementar las habitaciones para el turismo internacional en los destinos, que solo llegaban a 20.810 en 1990.
En medio de la tensa situación de aquellos momentos, puede estimarse que el país invirtió en la categoría de hoteles y restaurantes -fundamentalmente orientados al turismo- unos 2.200 millones de dólares entre 1990 y 2000
De tal modo, el número de habitaciones en los polos turísticos casi se duplicó en ese período, en tanto los arribos de visitantes aumentaban a un ritmo anual de 19%, pasando de 327 mil en 1990 a 1.741.000 diez años después, un resultado muy significativo si se tiene en cuenta que coincidió con una etapa de recrudecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos.
Como resultado de esa dinámica en arribos turísticos, los ingresos brutos del sector crecieron a un impresionante ritmo del 23% cada año, elevándose de 243 millones en 1990 a 1.948 millones en 2000. En términos de ingresos por turista, la cifra pasó de 715 dólares a 1.098.
El sector se convirtió en el elemento de arrastre fundamental de la recuperación económica del país, al incrementar su peso en las exportaciones totales desde 4,1% en 1990 a 45,1% diez años más tarde, con un aporte de divisas a la balanza de pagos de 27,6% en 1993, que creció a 33,2% al finalizar el siglo XX.
En esos resultados fue decisiva la forma en que se vinculó el desarrollo de este sector con el resto de la economía nacional.
Uno de los factores de mayor importancia en ese sentido fue la operación de una casa financiera del turismo -creada en 1992 con el nombre de FINATUR-, que posibilitó movilizar lo indispensable para reactivar las producciones nacionales que debían apoyar logísticamente al sector, y logró que las mismas pasaran del 12% de los abastecimientos al 70% en 2003.
Un efecto colateral nada despreciable de esta dinámica fue que se establecieron estándares de calidad para esas producciones que impulsaron la competitividad de la industria nacional, la cual -unida en muchos casos en asociaciones con capital extranjero- logró niveles de penetración notables en el mercado interno de divisas que se desarrolló en paralelo con la actividad turística.
En este caso se destacaron la producción cervecera nacional y la industria de jabonería y perfumería, con niveles de penetración superiores al 90% del mercado interno, en abierta competencia con entidades y marcas extranjeras.
En otra dimensión, el desarrollo turístico creó directa e indirectamente unos 335 mil empleos, cubriendo el 7% del total de ocupados en el país. Otro cálculo indica que la renta turística benefició al 11% de la población cubana.
Sin embargo, durante el pasado decenio comenzaron a manifestarse síntomas de desaceleración en la dinámica precedente.
Diversos análisis realizados en esos años proyectaron tendencias de crecimiento para el año 2010 que no han llegado a cumplirse, por lo que resulta conveniente profundizar en el cambio de la dinámica del sector para examinar su situación actual.
Luego de un primer decenio de notable crecimiento en el turismo, varios factores externos e internos comenzaron a incidir en los ritmos de crecimiento alcanzados hasta ese momento. Es preciso tomarlos en cuenta y, para este análisis, considerar las opiniones de especialistas como Miguel Figueras, Rogelio Quintana, Ramón Martín y Julián Rodríguez. En este último caso, vale apuntar que sus comentarios a la primera parte de este trabajo resultaron de mucho interés.
Según los datos de la ONEI, luego de una rápida expansión inicial -el número de turistas que arribaban a Cuba había crecido siete veces entre 1990 y el 2005-, entre este último año y el 2013 el incremento se redujo al 23%. 
Por otro lado, las inversiones en hoteles y restaurantes promediaron 350,6 millones de pesos anuales de 1994 a 2005, y aumentaron a una media de 471,5 millones entre en 2006 y 2012, pero los niveles de ocupación descendieron de 62,9% en 1995 a un estimado de 52,6% en 2013. 
Finalmente, los ingresos brutos por turista bajaron de 1.098 pesos en 2000 a 837,3 pesos en 2013.
Para explicar estas tendencias, un primer elemento lo aportaron los atentados del 11 de septiembre de 2001, coyuntura que afectó durante varios años a la industria del ocio en todo el mundo, y que llevó a que el turismo internacional en Cuba no creciera ese año y decreciera -por primera vez- 5% en 2002. No obstante, todavía entre 2000 y 2005 el número de turistas aumentó 33%.
Un segundo elemento que no se puede desconocer es que la crisis económica más impactante desde los años 30 del pasado siglo golpeó -y aún continúa golpeando- los ingresos de la mayor parte de la población en los países emisores de turismo hacia Cuba en el último lustro. 
Esto ha sido particularmente relevante para el segmento mayoritario de turistas que se ubican en la franja de ingresos medios y bajos, lo cual se ha reflejado en la ralentización del crecimiento en el número de visitantes ya apuntado, y también en el descenso de alrededor de 9% del ingreso por turista-día en once años.
Un tercer grupo de elementos que estuvieron presentes en las primeras casi dos décadas de desarrollo turístico iría posteriormente reduciendo su impacto inicial. 
En este caso pueden incluirse la propia irrupción de Cuba en el mercado, con una notable calidad en el entorno geográfico natural prácticamente virgen en muchos casos, instalaciones hoteleras recién construidas, y atractivos históricos y culturales novedosos para la mayoría de los visitantes que llegaban por primera vez.
Dentro de este conjunto de elementos puede decirse que el factor novedad, que impactó en buena parte de los 37 millones de turistas que visitaron la Isla por primera ocasión entre 1990 y 2012, debió ser sustituido por otros elementos que lograran una mayor repetición de los viajeros a mediano y largo plazo.
Por último, puede añadirse que la concentración entre 71 y 78% del turismo en el destino de sol y playa durante los últimos años, con la modalidad de todo incluido, ha limitado el incremento del gasto por turista-día, por lo que se demanda la diversificación de la oferta para incrementar la satisfacción del visitante en instalaciones extra hoteleras.
Precisamente, es en este último aspecto en el que pueden apreciarse las mayores potencialidades para crecer en el turismo internacional.
Dentro de los nuevos productos posibles se encuentran el turismo de salud, de ciudad, de naturaleza, de eventos y el cultural, entre los más significativos. 
No obstante, la disponibilidad actual de las instalaciones para su desarrollo es limitada, considerando la existencia de sólo dos parques temáticos, dos campos de golf (sólo uno de 18 hoyos) y una red muy reducida de teatros, cines, cabarets y parques de diversiones, con un notable nivel de deterioro en muchas de estas construcciones.
Algunos procesos inversionistas en ciernes apuntan a modificar esta situación. En este sentido, se reportó que -en los marcos de un proyecto que abarca la construcción de 16 instalaciones- el pasado año se firmó el contrato para la construcción de un nuevo campo de golf en Varadero por valor de 350 millones de dólares entre el británico Esencia Group y el Grupo Palmares del MINTUR. 
Esta inversión incluye la construcción de 650 apartamentos asociados al campo de golf, lo que supone una solución puntual al tema inmobiliario.
Igualmente, las inversiones en diversos puertos del país deben propiciar un mayor desarrollo del turismo de cruceros, aunque en este último presiona negativamente el bloqueo de Estados Unidos, sobre todo en el entorno caribeño.
En el ámbito de las mayores inversiones continuará teniendo un importante papel la participación de capital extranjero, especialmente en lo referido a contratos de administración, aunque otras alternativas deberán abrirse con la nueva Ley de Inversión Extranjera.
No obstante, afrontar otros aspectos que hoy constituyen quejas de los turistas demanda otro tipo de soluciones no tan costosas. Ese es el caso de la relación calidad-precio en los servicios, en la que incide fuertemente la calificación y profesionalidad de la fuerza de trabajo.
También es importante desarrollar un programa de recapitalización de instalaciones culturales, así como la ampliación de capacidades para el turismo de salud.
En todo caso, resulta evidente que el turismo internacional continuará proporcionando una importante fuente de ingresos al país. 
En este año se espera un crecimiento de 10,4% en el número de visitantes, lo que supone llegar a 3.150.000 turistas, cifra que supondrá un esfuerzo comercializador extraordinario, tomando en cuenta que en 2013 el sector solo creció 0,5%, y que un incremento interanual como el que se propone resultaría extraordinario en un período en que la economía crecerá sólo 2,2%.

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