Por: Ismael Francisco, Rosa Miriam Elizalde
El Adonia trae 561 pasajeros -18 nacieron en Cuba y 405 son tripulantes. Salvo los cuatro oficiales que se ocupan de mover el barco, todos están asomados a estribor a las nueve de la mañana en que el crucero de Fathom, empresa de Carnival Corp, penetra la boca de la bahía. Muchas caras no se distinguen porque están detrás de las cámaras o de los teléfonos móviles. Toman la foto de la primera vez, después de medio siglo, en que ciudadanos estadounidenses comunes y corrientes podrán presumir de La Habana vista desde el mar en esta mañana espléndida de mayo.
Además de histórico, el espectáculo debe ser para ellos alucinante a juzgar por la expresión que traen. Pocas ciudades de cara al océano tiene este planeta tan favorecida por la geografía y el color, tan abigarrada y barroca, tan olorosa. En Islas en el Golfo,Ernest Hemingway narra una Habana que se siente, más que que se ve, desde la bahía. Describe la calle San Isidro, el barrio de Atarés, los muelles del puerto, el barrio de Jesús María, las colinas de Casablanca. “Del otro lado de la bahía -escribe-, vio la antigua iglesia amarilla y el desparramo de las casas de Regla, casas rosadas, verdes y amarillas… y detrás de todo ello, las colinas grises próximas a Cojímar”. El Nobel estadounidense, “americano bueno”, dejó miles de testimonios de cuánto amó a esta ciudad ancha y llana, con el cielo abierto y a la vista, de edificios bajos para que el sol se propague como le venga en ganas.
El capitán del barco, David Box, hizo notar estas escenas a los pasajeros cuando se encontraban a unas 8 millas de la ciudad y La Habana se divisaba en el horizonte, con las primeras luces del día. El Morro, la Catedral, la silueta del Malecón arbolado por faroles y palmas, eran ya claramente visibles. “Nunca olvidaremos este día”, dijo a través de los altoparlantes poco después de las siete de la mañana. Luego, avanzarían por la Bahía y atracarían por la zona norte de la Terminal de Cruceros, situado de proa por la parte de estribor, guiados por el barquito del práctico que al lado del Adonia parece de juguete, en una maniobra que sorteó el canal del túnel asentado en las profundidades de esta ensenada.
Ahora ya han desembarcado los pasajeros y pasan rápidamente por el puesto de migración para salir a la calle, animados por una rumba y un coctel de bienvenida. El Adonia está casi desierto y luce inmenso en su soledad, aunque este es uno de los barcos más pequeños de Carnival, me aclara un oficial del puerto. Aún así, la cantidad de gente que transporta y que acaba de pasar la escalerilla es como si desembarcaran en la Plaza San Francisco, al mismo tiempo, dos Boeing 477 repletos de pasajeros.
A partir de hoy veremos este despliegue cada 15 días. Por supuesto, la primera pregunta que cualquiera se hace frente a esta avalancha es si La Habana Vieja podrá atender a tanta gente y cómo se conectarán las nuevas condiciones de tráfico entre los dos países con la estrategia de desarrollo cubana. Sin una suficiente infraestructura turística, con bloqueo estadounidense aún en pie y muchos otros problemas, el año pasado la Isla recibió casi 20 000 visitantes a bordo de cruceros europeos y las perspectivas para este año son mucho más generosas, a juzgar por el Adonia.
“Quizás todo el que viva por aquí tenga que aprender a servir mojitos y a tocar ‘La Guantanamera’”, sugiere Ana María, la mujer que tiene apostado su carrito a un costado de la Lonja del Comercio, frente a la Terminal de Cruceros y que pretende cobrarme por una botella de agua dos CUC (moneda convertible cubana equivalente al dólar). Víctor Veloso Pimienta, presidente de Havanatur que conversa brevemente con los periodistas, lo tiene más claro: “Es una oportunidad para nosotros. Cada negocio que se incorpora a una cartera lleva un estudio de factibilidad. También en Cuba.”
Según fuentes gubernamentales cubanas, la Isla podría aprovechar la capacidad operativa creada para recibir aproximadamente 1 200 000 cruceristas, con más de mil escalas de esos buques en un año. Podrían generarse ingresos por más de 139 millones de dólares.
Llegan pasajeros, no turistas
Oficialmente no es todavía “turismo”. Los que vengan a la Isla desde Estados Unidos solo podrán viajar desde el supuesto de “intercambio cultural, artístico, religioso o humanitario”, como la compañía Carnival, la mayor empresa crucerista del mundo, ha advertido una y otra vez desde que comenzaron las negociaciones para este viaje. Mientras el Congreso de Estados Unidos no levante la prohibición de viajar libremente a Cuba -una de las trabas más controversiales del bloqueo-, ningún estadounidense que visite la Isla puede darse un chapuzón en una playa, salvo si viene como estudioso de los fondos marinos, los caracoles, las algas o algún pretexto que lo salve en su país de una multa de cinco dígitos.
Desde finales de enero de 2015, el Congreso tiene una propuesta de ley bipartidista para acabar con la absurda prohibición. La “Ley de Libertad para Viajar a Cuba 2015”, sin embargo, todavía no ha avanzado lo suficiente en el largo proceso legislativo. En la cámara alta, senadores como el republicano Marco Rubio, ex fracasado candidato presidencial, o el demócrata Bob Menéndez, se oponen ferozmente a cualquier gesto hacia la isla donde nacieron sus padres. “El Congreso debería hacer su trabajo y acabar con la idiota prohibición de los viajes”, reacciona una pasajera sesentona, que lleva en la mano dos banderitas, de Cuba y de Estados Unidos, y que repite una y otra vez, alternando el inglés y el español, para todo el que quiera oírla: “estoy feliz”, “wonderful”, “buenos días, Cuba”, “I’m very happy”.
Arnaldo (Arnie) Pérez, asesor jurídico de Carnival, es el primero en bajar del barco y acercarse para hacer declaraciones a la prensa, que ha estado recluida tras unas cintas de seguridad a un lado de la entrada de pasajeros de la Terminal. “Soy cubano”, dice emocionado. Llegó a La Habana con su esposa Carmen y su hermana. Pérez se fue de Cuba en brazos de su madre. Tenía 9 meses y no había vuelto hasta que la empresa para la cual trabaja comenzó las negociaciones con el gobierno de la Isla. “Estamos muy orgullosos y honrados de tener esta oportunidad”, y sin soltar la mano de Carmen, admite: “La entrada en La Habana fue muy especial”.
Esta puede ser una relación mutuamente beneficiosa para Cuba y Estados Unidos, reconoce ante los periodistas, y los datos lo corroboran. A finales de 2015 había 298 cruceros disponibles en todo el mundo, con capacidad para transportar a casi medio millón de pasajeros. El mercado está en manos de tres grandes grupos con sede en Miami: Carnival, Royal Caribbean y Norwegian, que controlan más del 80% del negocio. Para los viajeros de América del Norte, los países del Caribe fueron los principales puertos de destino, con más de 60 millones de días de viaje.
Hay una sensación general de que estamos viviendo un momento importante para Cuba. No solo porque son buenas noticias para la economía y se pone fin a una prohibición absurda y unilateral que impide el tráfico marítimo entre los dos países, sino porque se restituye una condición histórica y geográfica a una Isla que los viejos navegantes llamaron con toda razón “La llave del Nuevo Mundo” y el “Antemural de las Antillas”. Durante siglos esta llave abría las rutas americanas a las comunicaciones comerciales entre el Norte y Sur. De las costas cubanas salieron en 1539 las naves al mando de Hernando de Soto que conquistaron la Florida para España. La Habana construyó durante siglos los buques para las antiguas colonias norteñas, sin contar que hay más distancia entre La Habana y Pinar del Río, que entre el Malecón y el extremo sur de Cayo Hueso.
“Es bueno para Cuba y es bueno para Estados Unidos esto que está ocurriendo”, añade Arnold W. Donald, presidente de la compañía Carnival en diálogo con los periodistas. “Agradezco al gobierno Cuba y al gobierno de Estados Unidos que mi compañía sea la primera en abrir este puente”.
Very Happy
Pregunto a los pasajeros qué ocurrió con la famosa flotilla que protestaría en el puerto de Miami al iniciarse el viaje, anuncio de los extremistas que presionaron para evitar que Carnival inaugurara su crucero a Cuba. Shirley Thurman dice que tenía noticias de la protesta en el mar, pero que de ella solo vio un bote que paseó con la palabra “democracia” y por poco tiempo.
Cuando comenzaron los preparativos para el crucero, Carnival tropezó con una norma cubana que impedía el viaje, a bordo de embarcaciones estadounidenses en tránsito a Cuba, de ciudadanos nacidos en la Isla. Varios hechos pesaban en la decisión, según explicó la propia compañía y reafirmaron las autoridades cubanas. La nación caribeña sufrió en este medio siglo centenares de ataques terroristas desde la costa de la Florida y otras localidades, en una gama que ha ido de los sabotajes, los secuestros y los asesinatos, hasta tiroteos desde embarcaciones a hoteles en las costas de La Habana, algunos en fechas no tan lejanas. La invasión de Playa Girón llegó por mar. También, la entrada y salida vía marítima de los cubanos facilitó el flujo de la emigración ilegal.
“Son razones históricas las que precipitaron esa ley. Pero ahora son otros los tiempos. Los ataques terroristas han desaparecido y aunque la emigración ilegal continua siendo un problema, Cuba ha decidido cambiar la regla y permitir que los cubanos entren a la Isla por mar. En las nuevas condiciones de respeto y sin agresiones, esa política debía ser derogada y se hizo”, afirma a Cubadebate el abogado especializado en inmigración, José Pertierra, cuyo bufete está en Washington.
Así es. Estamos en el 2016 y parece que ha llovido lo suficiente en los últimos 16 meses, desde que los presidentes de ambos países anunciaron el inicio del proceso hacia la normalización. Estados Unidos y Cuba han renovado los lazos diplomáticos, están tratando de forjar una nueva relación en un mar borrascoso y con grandes diferencias, pero en el que ambas partes tienden puentes, entre ellos el servicio de cruceros. Y la verdad es que los pasajeros, los tripulantes y los cientos de habaneros que llegaron al Malecón a saludar al Adonia, están felices. No hubo nadie que no lo expresara a la prensa o con algún gesto evidente: banderas, sonrisas de oreja a oreja, bailes, besos, aplausos.
El capitán David Box se mostró tan contagiado como los demás. Recorrió a pasos largos el puente que une al Adonia con la Terminal, saludó a las autoridades portuarias, tomó el “Cuba Libre” que le brindraron -ese fue el coctel de bienvenida para todos los recién llegados- y lo alzó hasta la altura de sus ojos: “¡Viva Cuba Libre!”, dijo con voz fuerte y en perfecto español. Después, apuró su trago y regresó a su barco ahora deshabitado.
Posdata a propósito del comentario de un lector
La singularidad de este viaje es que se lleva a vías de hecho el levantamiento de una sanción que tiene más de medio siglo de vida. Estados Unidos ha concedido por primera vez licencias para operar servicios de transporte de pasajeros desde puertos norteamericanos hacia Cuba. Aunque el turismo sigue oficialmente prohibido, esto supone un paso importante en la flexibilización de los viajes a la isla en el contexto del proceso de la normalización de relaciones anunciada por los presidentes Raúl y Obama el 17 de diciembre de 2014. El crucero-escuela de la Universidad de Pittsburg y algunos viajes que se dieron durante la administración Carter, fueron excepciones en una regla de mínima flexibilidad. Una golondrina en el verano. Ahora se cambió la regla y esto beneficia a ciudadanos comunes y corrientes de los Estados Unidos, aunque no pueden venir en calidad de turistas. Esta restricción discriminatoria, como me dijo una pasajera, es bastante idiota y eventualmente debe desaparecer.
Características técnicas del Adonia
- Propietario: Carnival Corporation & plc (2006-presente)
- Operador: Fathom (desde el 2016)
- Ruta: Miami-República Dominicana y Cuba (2016)
- Constructor: Chantiers de l’Atlantique
- Bautizado: 2001
- En servicio: Desde el 2001
- Distintivo de llamada: ZCDV2
- Número IMO: 9210220
- Número MMSI: 310530000
- Tonelaje: 30 277 t
- Desplazamiento: 15100 t
- Longitud: 180,45 m
- Calado: Max. 5,95 m
- Propulsión: Dos hélices
- Velocidad: 18 nudos
- Capacidad: 777 pasajeros (máx. de capacidad)
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