Por: María del Carmen Ariet García
La fecha de nacimiento de Ernesto Che Guevara se renueva todos los años, cuando muchos la convierten en motivador e impulsor de cambios, siempre con interrogantes que tratan de encontrar por qué llega a ser tan peculiar, cómo sucedió y cuánto hizo para pasar de Ernesto a Che sin dejar de ser uno y el mismo.
Una explicación veraz se encuentra en los caminos por los que transita con la singularidad de un aprendizaje sin límites y una práctica permanente que le proporcionan valoraciones superiores para entender los procesos de transformación social y los cambios hacia sociedades soberanas e independientes.
Desde etapas primarias de su vida, se destaca su gusto por la lectura, con la cual adquiere un conocimiento múltiple e integrador que lo acercan al hombre para convertirlo, después, en el centro de sus acciones. Es una búsqueda interminable iniciada con los viajes de juventud, con el estudio de la filosofía y las lecturas de cultura general que nutren su avidez de saberes.
Ambos caminos se convierten en el leitmotiv capaz de impulsarlo a nuevas metas y a caminos esenciales, el marxismo y la revolución. Conoce la obra de Marx, considerándolo como la base del pensamiento y actuar revolucionarios, máxime cuando encuentra la relación establecida por Marx entre el carácter activo del sujeto y el papel como actor principal de los cambios que debían producirse para lograr la emancipación del ser humano.
La coherencia en que fue alimentándose de esos fundamentos, la manera en que los sintetizó, explican la solidez de su vasta cultura y el convencimiento de que el marxismo es la fuente real del cambio que necesitaba el mundo y el sostén de las verdaderas revoluciones.
Pudo aquilatar los procesos revolucionarios de Bolivia y Guatemala en sus viajes de juventud por el continente y a su llegada a México en 1954, después del derrocamiento de la revolución guatemalteca, y conocer a Fidel Castro a su arribo a la capital mexicana en 1956. De ese encuentro histórico toma la decisión de involucrarse en la lucha revolucionaria en Cuba cuando, sin dudar, conversa con Fidel y acepta participar.
La empatía que surgió entre ellos ha sido escrita y narrada por ambos, que marcaron intereses comunes. Como se ha afirmado, Cuba fue el puente tendido ante el Che y el medidor de sus búsquedas, algo que quizás no imaginara, convertido en compromiso con la futura revolución.
Ese rumbo trazó principios esenciales de su participación en la Revolución cubana, su destacado papel como combatiente para dar paso al dirigente, como colofón de una etapa dedicada a promover cambios profundos y a una labor política que pasa de una escala de menos a más, comprometido con la obra revolucionaria y reforzada al declararse socialista e identificada, además, en sus tesis antiimperialistas y tercermundistas.
Se destaca como dirigente de nuevo tipo y alcanza un relieve mayor al ocupar posiciones radicales. Conoce los logros del socialismo, pero, a la vez, en su experiencia personal advierte el rumbo que asumía el sistema socialista, cuando analiza la transición socialista y su significación para el pensamiento marxista, empleado muchas veces para evadir obstáculos difíciles de salvar contra el dogmatismo, el monopolio de teorías y la falta de análisis para asumir el socialismo.
Esas observaciones se convirtieron en componentes para captar y pronosticar el futuro del socialismo al presentar fisuras que traerían consigo dificultades insalvables, las que se traducirían en un duro revés para la fuerza revolucionaria y, lo peor, un estancamiento para la humanidad en su totalidad.
Un día como hoy, en que se cumple un aniversario de su natalicio, la admiración y el ejemplo del Che se refuerzan más que nunca Su herencia conceptual elaborada con dedicación y estudios profundos de política y economía marxista permite aquilatar el significado de sus presupuestos teóricos y aportes a la teoría marxista.
Se hace preciso, en la dura realidad que vive Cuba y la crisis global que persiste en el mundo, la defensa y el análisis con profundidad del valor del marxismo y la exhortación del Che de que nada está más alejado de su teoría que atar de manos a las generaciones futuras, así como tampoco el lastre de haberlo considerado una especie de compendio de dogmas aprendidos y repetidos de memoria.
Hoy, como en esos momentos, se debe meditar en sus advertencias de impedir un marxismo estático con enseñanzas eternas e infalibles solo porque algunos concebían su aplicación indiferente al tiempo y al espacio y juzgaban imposible su enriquecimiento durante el desarrollo de nuevas experiencias y conocimientos.
Tal y como se desempeñó el Che en el estudio profundo y crítico de la economía política y del marxismo, sobre todo a la primera la consideraba tan compleja como la construcción del socialismo. Muchos de esos cuestionamientos, según expuso, emanaban de la propia realidad de la URSS, pues a lo largo de su existencia había podido resumir la mayor experiencia derivada de la aplicación del marxismo leninismo. Sin embargo, señaló que la práctica aplicada demostraba que se podía correr el riesgo al asumir el marxismo en las condiciones soviéticas y convertirlas en regla general, aplicable a cualquier lugar, lo que podría afectar la proyección internacional del socialismo.
De importancia actual, advierte que a la premura de emprender tareas complejas no puede acompañarle la irrupción de formas de organización acordes con indicaciones preestablecidas ni aceptar como válidas la ausencia de creatividad en la teoría, lo que llevaría inestabilidad y conllevaría una apología inútil dentro del debate en el desarrollo de la nueva sociedad. Los apuntes del Che formulan inquietudes y “respuestas tentativas” a problemas que consideraba no resueltos en el proceso de construcción de la nueva sociedad.
En la búsqueda de soluciones, plantea cuestiones referidas a las técnicas de la planificación y las críticas a los métodos de dirección, la obcecación de pretender la existencia de leyes generales para construir una economía imaginaria que llevaba implícita una lectura mecanicista del marxismo y los cambios quedaban truncos en esas valoraciones.
Esos estudios y reflexiones del Che llevaron a que determinados sectores de la izquierda ortodoxa lo consideraron un hereje, incluso en el presente, cuando esos planteamientos demostraron su consistencia y lamentablemente su verdad.
Queda el desafío lanzado por el Che de cómo se debe realizar una verdadera transición socialista y recordar la carta que le escribiera a Fidel, a días de su partida para el Congo en 1965, sus consideraciones sobre los problemas presentes en nuestro país, donde destaca la economía y la política como una especie de resumen de lo expuesto en diferentes momentos y de los problemas a que nos enfrentábamos si no se frenaban determinados mecanismos y desviaciones, algunas copiadas y otros productos de nuestras iniciativas y que estaban resultando negativas en el proceso de la transición.
La situación actual de Cuba obliga, una vez más, a examinar el valor concedido por el Che a la teoría marxista e impedir desviaciones en su interpretación al emplearla de forma indiscriminada, convirtiéndola en apología e invalidarla en su esencia revolucionaria. Sigue siendo una deuda no saldada con el pensamiento y el actuar del Che y su siempre ¡Hasta la victoria!
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