A la manera de las leyes-hipótesis de gravitación universal, el espacio-tiempo de lo económico-político se expande y contrae con el peligro de ocasionar un bing-bang social, ante el cual es preciso concretar ideas, más allá de las intenciones de los discursos y las generalidades.
El propósito de estas muy breves notas es el de compartir ideas que pueden instituirse como nodos esenciales en la realidad de nuestro tiempo socioeconómico-político nacional (que difiere del tiempo de la realidad y las necesidades emergentes cotidianas) –con las urgencias que se requieren–; lo que, incluso, puede tener repercusiones internacionales positivas que aporten a modelos de socialismos posibles, sin comprometer los ideales solidarios y emancipatorios a los que se pudiera aspirar.
2019. El mundo en que vivimos. Asamblea nacional, leyes, sanciones imperiales
Cualesquiera que sean nuestros ideales y expectativas de desarrollo social, no podemos obviar que vivimos en un mundo complejo, contradictorio y plagado de tensiones entre intereses hegemónicos y luchas libertarias. En nuestro caso, 2019 se presenta bajo la amenaza y realidad de profundización de las medidas económicas imperiales de aislamiento (y si les fuera posible, aniquilación) del sistema social a construir, a pesar de los pesares, de las limitaciones, avances y errores internos. Se anuncian más restricciones al envío de remesas y limitación de viajes de cubano-americanos al país, sanciones a barcos petroleros, países y empresas que negocian con Cuba. En definitiva, se apuesta por el ahogo total.
Frente a este campo de restricciones, hay ejemplos –poco conocidos en sus detalles- de otros países que experimentan modelos de “socialismo orientado al mercado” (VietNam y China), de los cuales habría que extraer las experiencias positivas y evitar los posibles desvíos hacia el capitalismo y el consumismo.
La tercera sesión extraordinaria de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que tuvo lugar en la primera quincena de abril de este año, fue elocuente en la visión de apertura al desarrollo local endógeno, al aprovechamiento de las posibilidades y potencialidades internas, la colaboración entre conocimiento y práctica en todos los sectores de desarrollo, los encadenamientos productivos necesarios entre formas estatales y no estatales para el desarrollo territorial y nacional, la necesidad de inversión (extranjera, como complemento económico y renovador tecnológico), la proyección de los sectores de desarrollo prioritarios y otros asuntos clave para el país.
Es imposible obviar las condiciones del contexto actual. Se requiere nuevas medidas audaces, que no pueden esperar los textos completos de las leyes. Recordemos el verano de 1994 y las disposiciones que reflotaron al país (liberación del dólar, mercados campesinos y tiendas de divisa, entre otras).
Muchas de las medidas requeridas se regularían con el establecimiento de leyes precisas que esclarezcan límites y posibilidades en diversos campos pendientes: electoral, empresarial y sus encadenamientos, autonomía municipal, inversión extranjera (y nacional), explicitación del campo de derechos civiles, asociaciones y participación popular democrática, por ejemplo.
Parece existir conciencia en los medios oficiales de la urgencia de esas leyes para impulsar la aceleración que el país necesita, pero no es seguro que podamos esperar por ello, al observar y participar de las carencias que se van produciendo en el día a día de la vida de la población.
A partir de estas generalidades, pasemos a las realidades y posibilidades actuales. Aunque cada aspecto tendría que tener una argumentación adecuada y dilemática –tema pendiente para otros trabajos–, nos limitaremos en este espacio a una descripción-interrogación sinóptica para su profundización y debate posterior sobre las disímiles orientaciones y perspectivas posibles.
El socialismo posible y las urgencias-consecuencias inevitables
Como formación económico-social transicional en las nuevas condiciones de contextos diversos y complejos, el socialismo tiene rasgos distintivos. Estos incluyen:
Economía social multiactoral (diferentes formas de propiedad y gestión, con predominio de formas públicas y cooperativas reales –basadas en sus valores y principios internacionales–, con control de la sociedad civil), de carácter solidario y redistribución social de las riquezas.
Participación ciudadana en las decisiones a todos los niveles empresariales, de la economía y la política, en escala territorial y nacional.
Algunas afirmaciones:
- En la presente etapa epocal persistirían relativas desigualdades socioeconómicas, aunque se proyecten normas de equidad social.
- Una economía social balanceada, multiactoral y solidaria velaría por la atención a los sectores vulnerables, garantizando calidad de vida a nivel digno. Ello requeriría profundizar, desde la educación temprana, en los principios de la economía social solidaria aplicados –según el caso- a todas las esferas económicas y formas de gestión y propiedad.
- Las urgencias económico-financieras del país, para mantener un nivel mínimamente aceptable para todos, exige de flexibilidades en el campo económico y organizativo social, lo que inevitablemente dotaría de realismo contextual a la utopía realizable de futuro, sin ceder a las tendencias de las lógicas pro-capitalistas. Esto requiere de medidas de mercado participativas y redistributivas, que apalanquen los incentivos y balanceen, en lo posible, las desigualdades sociales y los procesos de enajenación del trabajo.
Realidades, limitaciones y utopías en la visión socioeconómica-política. Equidad y desigualdad social real
En el país existen condiciones primarias –o de partida– desiguales en distintos sectores sociales. Esto ha sido parte del funcionamiento de la sociedad real, a pesar de normas e ideales excesivamente utópicas de homogeneización social. Si bien los servicios fundamentales (salud, educación, seguridad social) están garantizados para todas las personas –aunque un análisis cualitativo diferencial pudiera resultar imprescindible–, en algunos sectores se han generado montos de riqueza distantes de los de la mayoría de la población, debido a la inserción ineludible en el mundo global. Esto no solo tiene que ver con el tema discutido de la concentración de la propiedad en el campo económico.
La realidad de niveles de desigualdad social realmente existentes está dada por diferentes razones; una de ellas, vivimos en un mundo global con normas diversas; en otros casos, se debe a la habilidad o la evitación de canales normativos formales. De cualquier manera, no se puede comparar el nivel medio de ingresos y de calidad de vida de la población con: campesinos ricos, el mundo artístico con posibilidades de contrato en el exterior, emprendedores con apoyo de capital financiero o patrimonial familiar o del exterior, trabajadores en el sector turístico o mixto, trabajadores informales, comercializadores de mercancías del exterior, entre otros, sin contar a quienes lucran con el mercado negro de divisas.
Por tanto, la sociedad puede trazar una perspectiva de equidad social pero, en las presentes condiciones, se mantienen cotas de desigualdad inevitables. Sería oportuna la famosa pregunta de Lenin: ¿qué hacer?:
¿Mantener un sistema de limitaciones a la inversión nacional en sectores productivos de esos actores con posibilidad financiera?, ¿coacciones y represión a la actividad personal o emprendedora privada, cooperativa y otras?, ¿o admitir su realidad y optar por su potenciación (con normas redistributivas apropiadas) para la aplicación de sus riquezas a la economía social?
Las regulaciones flexibles y potenciadoras permitirían el aprovechamiento del mercado sumergido real y la utilización de las riquezas acumuladas por las personas, emprendedores y otras, que podrían ser beneficiosas a las necesidades de inversión social, facilitarían el proceso de unificación monetaria imprescindible, el empleo y la producción social. En definitiva, contribuirían al avance socioeconómico del país.
Visión de complejidad social y diversidad de la “realidad real”
De lo anterior se desprende que coexisten en las sociedades actuales una creciente diversidad de percepciones y posicionamientos desde diferentes perspectivas y situaciones existenciales de sectores sociales.
Entender esto desde una proyección de complejidad conecta el enunciado oficial sobre la necesidad de “cambiar la mentalidad” a una contextualidad conformada por tensiones en todos los planos vitales. Tal situación deriva en cuestiones dilemáticas y desafiantes que, al asumirlas en sus contradicciones posibles en escenarios de probabilidad incierta, requieren de aclaración de las visiones de futuros posibles, pero afines a los ideales proclamados de una sociedad socialista de progreso, sostenible, próspera y democrática.
Los procesos generados tienen sus propias formas de “auto-organización”, que muchas veces escapan a las ideas originales o las normas implantadas, buscan su acomodo a las nuevas realidades con formas propias (ecología de la acción), unas veces contribuyendo a la sociedad adecuadamente, otras de manera disfuncional.
Desde la perspectiva de la complejidad, la sociedad –en cualquiera de sus subsistemas o escalas de relaciones institucionales y cotidianas– es un sistema interconectado en el que:
• Se manejan contextos de incertidumbre relativa y, por tanto, requieren rupturas de esquemas y previsión de escenarios probables –y otros menos previsibles, pero actuantes–, que implican gran capacidad de anticipación e innovación organizativa social. Por ejemplo, requerimientos de la concepción de la autonomía del municipio y sus consecuencias de todo tipo para el país; consecuencias del desarrollo vs. regulaciones de pequeñas y medianas empresas (pymes) privadas; impactos de la desconexión relativa de los principios cooperativos en la implementación de nuevas formas socioeconómicas, entre otras variantes.
• Los subsistemas sociales tienen una conexión con el sistema total y no operan aisladamente en él, pero también le imponen sus marcas o prácticas, con funcionamientos recursivos. Tales son los casos de prácticas autoritarias en el sistema familiar e instituciones de la sociedad y sus consecuencias en niveles meso-macro-sociales y a la inversa; o los impactos sociales negativos-positivos de la informalidad como forma de “resolver” o “luchar” por la sobrevivencia o el lucro.
• Lo que ocurre en una esfera –como la económica– es causa y, a la vez, consecuencia de lo que se plantea en otras esferas: jurídica, ideológica, prácticas cotidianas, subjetividad social. Por ejemplo: disfunción social por la naturaleza de nuevos tipos de relaciones sociales, la diferencia de ingresos en sectores privados y estatales y sus posibles consecuencias para la formación de una conciencia social individualista o capitalista, en contraposición a la conciencia solidaria.
• Los procesos generados tienen sus propias formas de “auto-organización”, que muchas veces escapan a las ideas originales o las normas implantadas, buscan su acomodo a las nuevas realidades con formas propias (ecología de la acción), unas veces contribuyendo a la sociedad adecuadamente, otras de manera disfuncional. Ejemplos: las modalidades, distorsiones, mecanismos y variantes empleadas en algunas nuevas cooperativas, pymes privadas; e incluso, la vieja tradición de funcionamiento restrictivo-directivo de las empresas estatales y sus mecanismos de “filtración” de recursos; o las formas asociativas emergentes –no previstas– entre actores no estatales vinculados a proyectos comunitarios.
• La “dialogicidad o complementariedad posible” entre procesos opuestos, que permiten ciertas formas de convivencia adaptativa al modelo deseable. Son los casos del sector público y el sector privado en la economía en sus posibles alianzas para el desarrollo socio-económico del país, con apertura de sus potencialidades en un marco regulatorio-valorativo de solidaridad social para la contribución al desarrollo local.
Entre otras características de los procesos de la complejidad social, estas presentan situaciones inesperadas o interconectadas, autoorganizadas, que necesitan de su interpretación en el alcance posible de los proyectos de transformación social en la gestión de las políticas públicas.
Esa perspectiva desde la complejidad propiciaría también la claridad acerca de que los “problemas objetivos” no están separados de los “problemas subjetivos”. Aun cuando los primeros se deban a cuestiones ajenas a la voluntad de los actores (intervenciones externas, procesos de la naturaleza y otros), siempre su “asimilación” y “afrontamiento” estriban en la capacidad de los individuos y actores sociales.
Por ejemplo: la trama relacional de diferentes dimensiones de procesos sociales –organizacionales, prácticas cotidianas, subjetividades– involucradas en la transformación para el desarrollo implica (según varios autores): trascender la visión del territorio –físico, tangible, demarcable en términos geofísicos– y alcanzar la territorialidad compleja, subjetiva y abierta a opciones.
Así, una comprensión habitual de territorialidad puede comprenderse como: una noción conceptual que refiere al territorio como totalidad social diversa, como espacio social agenciado, construido y reconstruido a partir de las prácticas de las distintas agrupaciones humanas, sus modos de existir y sus formas simbólicas, ideológicas, emocionales e interpretativas, desde cuyas dinámicas se generan nudos, redes y conexiones sociales, espacio-tiempos e historias diversas que cohabitan dentro de un mismo territorio geofísico y político. O sea, se trata de considerar la “realidad real” en todas sus dimensiones contradictorias y actuantes.
Esto ilustra el hecho de que no siempre las perspectivas derivadas de la situación externa o de las restricciones económicas, financieras o materiales, en sentido general, se expliquen solo por sí mismas, sino que dependan del enfoque subjetivo de actores sociales que diseñan y aplican políticas públicas, asumen o no los retos que plantea una situación-problema determinada, como en el caso de nuestra situación social actual. De manera que un enfoque complejo de planteos de alternativas, unidad y contraposición de contrarios, en búsqueda de un balance sociopolítico y económico favorable, podría ser diseñado.
De eso trata el próximo punto, desde una perspectiva abierta a la problematización y deliberación, con una aspiración constructiva de la actualidad socioeconómica del país.
Potencialidades de ingresos e inversión en divisas (a manera de listado de interrogantes sobre oportunidades a profundizar y fomentar o regular), ¿sería posible?:
• Destrabar el desarrollo de fuerzas productivas de las formas no estatales y personas con recursos económicos: abrir la importación-exportación de bienes con sus propios recursos financieros (lo que, de hecho, en la “realidad real” se hace por diferentes vías y de forma limitada y no afecta los fondos del Estado); posibilitar inversiones de esos sectores en combinación con empresas estatales y otras, en encadenamientos en redes de valor priorizadas –algo ya abordado en la nueva Constitución y por el presidente Díaz-Canel en varias oportunidades, sobre todo la última Asamblea Nacional.
• Esto podría hacerse en condiciones competitivas para evitar, en lo posible, la apertura de filiales de emprendedores en el exterior –dadas las limitaciones nacionales–; o, de lo contrario, gravarlas impositivamente y legalizarlas.
• Lo anterior valdría para todos los sectores poblacionales que cuentan con recursos de acumulación (como los mencionados antes), sin pretender una justificación precisa de sus procedencias –salvo corrupción y lavado de dinero sucio–, que ha ido ocurriendo por diversas vías incontrolables. O sea, tocar la “realidad real” sin enfatizar al detalle en sus orígenes diversos, ante la urgencia de la situación, lo que se puede ir regulando paulatinamente.
• Ello plantearía ordenamientos económico-financieros-jurídicos para la redistribución de la riqueza social (pudiera ser en escalas impositivas más beneficiosas para las pymes y de mayor gravamen para las de mayores utilidades, inversión en bonos del Estado y otros), propiciar la participación relativa de los trabajadores en las ganancias y decisiones empresariales, así como la responsabilidad social con el entorno vulnerable cercano. Valorar las formas de gestión más propicias (cogestión, autogestión, arriendo y otras) de las empresas estatales, según su naturaleza, fines y función estratégica o no, acercando todas las formas de gestión a los valores de la economía social solidaria.
• Reducir el excesivo aparato estatal burocrático –incluidas organizaciones de masas– y reajustar gastos innecesarios de privilegios otorgados en sectores del funcionariado oficial.
• Propiciar, urgentemente, un mercado de divisas competitivo con el sumergido y atraer al país, de manera rápida y creando las condiciones de transportación y distribución apropiadas, a empresas extranjeras que venden mercancías a cubanos particulares en el exterior, para que esas actividades se realicen en el país, en divisas, lo que beneficiaría a los comercializadores (“mulas”) en el reconocimiento de su actividad y en la disminución sustantiva de gastos, con la consecuente disminución de precios a la población de esos artículos, así como la obtención –por vía impositiva– de divisas frescas para la inversión estatal.
• Realizar una política de incentivos a la innovación y la productividad social, con una reforma real sobre autonomía (subsidiaria) de las empresas estatales, eliminando mecanismos burocráticos intermedios que restringen las posibilidades creativas, de ingresos, de satisfacción de la demanda social y de sentimiento de pertenencia empresarial. Ello permitiría una flexibilización más articulada con la planificación central de regulación estratégica de la economía del país.
Quedaría pendiente un largo etcétera de consideraciones, muestra de lo cual fue la amplia discusión de la nueva Constitución en diversos planos – económicos, políticos, organizacionales, jurídicos y otros–, que llevaron a reformulaciones importantes, si bien se puede estimar que algunos de los puntos quedan abiertos a futuros próximos, tal vez ineludibles.
Epílogo: Adecuar tiempos socio-económicos-políticos y tiempos de la “realidad real”, aprovechando sus potencialidades y afrontando sus desafíos. (2019)
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