Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

sábado, 26 de septiembre de 2020

El regreso del dólar – III ( final)

 SINE DIE  150

Tercera Etapa

juan m ferran oliva                                               septiembre 28 de 2020


La estrategia económica del país prevé, entre otros objetivos, el rescate de los trabajadores autónomos. Reciben también el nombre aplatanado de cuentapropistas. Se rigen por la ganancia y pueden tener empleados. Se elude el calificativo pero son capitalistas de poca monta. El Partido-gobierno ha decidido recuperarlos como entes económicos importantes.

Los cambistas aprovecharon la multa del 10% impuesta al dólar y lo compraban a la par o a un nivel cercano con el CUC. Las operaciones de cambio crecieron a mediados de 2019 cuando se evidenció la exagerada emisión del chavito que lo devaluó respecto al dólar.

La iniciativa privada descubrió nichos en las debilidades de la oferta. Un grupo de  negociantes –algunos improvisados- desarrolló un mercado informal con suministro en Estados Unidos, Panamá, México y  otras regiones. Electrodomésticos, medios computacionales,  motocicletas, vestuario y otros bienes fueron sus renglones mas socorridos aunque no únicos. Los involucrados compraban dólares en Cuba, los invertían en el exterior y regresaban en forma de mercancías de fácil venta.  En 2018 se realizaron 459.000 salidas con tales propósitos[1].

La génesis de las recién abiertas tiendas en dólares se relaciona con esta situación. El Estado se propone acopiar las divisas que el mencionado tráfico deja en el extranjero.

Como se señaló anteriormente Sin divisas no hay país. Las vías de captación se muestran en el cuadro adjunto. Sombreadas en naranja son consignadas las que entran a través de los mecanismos empresariales establecidos. En verde las que llegan a la población. Sus principales vías eran las remesas desde el exterior y los gastos de bolsillo turísticos, ambas en crisis debido al Covid 19..

Actualmente los ingresos turísticos externos prácticamente se han detenido.  Continúan llegando remesas pero con una grave alteración. Una disposición interna   reciente obliga a que se cambie a pesos cubanos (CUC o cup)  el monto recibido. Es una arbitrariedad administrativa y un estimulo a la informalidad. Quienes reciben a través de mulas escapan a este ukase. En rigor, el remitido tiene derecho a recibir el mismo tipo de moneda que le envía el remitente. 

Cuando a raíz del Periodo Especial el Estado aprobó indeclinables formas económicas abrió una Caja de Pandora. De ella salieron los diablos del intercambio. Guste o no, hay que lidiar con el mercado que es un mal amo pero puede ser un buen empleado. Todo está en que no se violen sus leyes que  pasan la cuenta cuando se transgreden.

Gracias a la iniciativa de los mencionados  privados, el Estado descubrió un venero de divisas. Las tiendas que operan en dólares mediante tarjeta magnética son su expresión.  La argumentación gubernamental es que con lo percibido en ellas se abastecerán las de moneda nacional ¿se cumplirá este propósito? De cualquier forma, las medidas anti pandemia han cesado todo movimiento particular.


Aparte de su insuficiencia global, la oferta minorista estatal adolece de inconsistencia estructural. Es un viejo mal. Un consumidor puede acudir al mercado en procura de una necesidad puntual; al no encontrarla decide emplear su presupuesto en otra no planeada. En términos monetarios, el monto global de la oferta realizada no se afecta pero se produce una insatisfacción solapada de la demanda[2]. En los años 1986 al 1988 se llevó a cabo una singular encuesta para ponderar tal deficiencia. Posiblemente fue la única realizada con ese propósito[3]. Dio a conocer que sólo alrededor del 10% de los  renglones del modestísimo modelo de oferta adoptado como referente estuvieron siempre a la venta. Alrededor de la tercera parte aparecieron y desaparecieron de las tiendas de manera intermitente. La mayoría  –algo más de la mitad – nunca se ofrecieron. Con la desaparición del ICIODI[4] cesaron estos análisis. Acontecimientos posteriores mejoraron la situación  pero la inconsistencia se mantiene; ocurrió antes en las llamadas shopping, lo es ahora en los establecimientos habilitados para el reaparecido dólar. No tienen de todo.

Es probable que la inconsistencia estructural de la oferta se mantenga. Será la oportunidad que prolongará el comercio informal detenido temporalmente por la pandemia. Crecerá entonces  el también irregular tráfico monetario de los cambistas. En los momentos que corren cotizan el dólar en un rango de 1.60 a 1.90 CUC.  En ello influye su escasez pero también la represión que amenaza al cambista y a su cliente.

A las endémicas deficiencias de la economía  se suman los efectos internos y exógenos de la pandemia.  El equipo de gobierno afronta una situación extrema. En su afán por imponer disciplina y atenuar efectos negativos se ve obligado a actuar con mano dura. Ojalá no se haga hábito y no degeneren en un totalitarismo en el que todo lo que no esté prohibido sea obligatorio.

El regreso a la centralización absoluta es impensable. La admisión de  la actividad autónoma introduce las leyes del mercado.  Tratar de domeñarlo a la fuerza es como poner un cinturón de castidad a una ninfómana. Sólo es maniobrable indirectamente.

Aparte de su efecto práctico, el canje informal libre de represiones puede servir para conocer la relación entre la moneda nacional que se adopte y el dólar aceptado convencionalmente como patrón internacional. En fin de cuentas, el cambista es un comerciante y ha de concedérsele el derecho a actuar como tal.

Los problemas a resolver son peliagudos. Debe confiarse en la generación que dirige al Estado. Seguramente hallará salidas sin apegarse a dogmas ni a viejos hábitos voluntaristas. Pensará como país y utilizará métodos indirectos en lugar de los represivos. Así sea. Han transcurrido 60 años desde 1959. Los derechos del ser humano tienen más importancia que las razones de Estado.

Valgan, para terminar, los siguientes versos barrocos de Calderón.

Los casos dificultosos

y con razón envidiados,

iniciánlos los osados,

acábanlos los dichosos

Ojala que sin olvidar a los osados, no demore el triunfo de los dichosos.

FIN

[1] Torres, Ricardo y Segui, Michel. El Mercado Informal de divisas en Cuba. documento circulado via e.mail en septiembre 9 de 2020.

 [2] Fue la debilidad del Plan de Caja, que se preocupó del aspecto del circulante monetario, pero obvió la satisfacción del consumidor.

[3] Ferran Oliva, Juan M. Informe sobre el consumo de la población, ICIODI.  Diciembre de 1993. Pág. 54 y 55

[4] ICIODI. Instituto Cubano de Investigación y Orientación de la Demanda Interna. Eliminado  a raíz del Periodo Especial.

Más de 900 millones de pesos ha dedicado Cuba frente a la pandemia

 Pocos conocen cuánto puede lograr, aun con recursos limitados y bloqueada, una sociedad socialista que, a pesar de sus flacos bolsillos, destina, como norma, más del 50 % de su presupuesto anual para gastos e inversiones en los sectores sociales de la salud pública y la educación


Foto: Carlos Rafael

Pocos conocen cuánto puede lograr, aun con recursos limitados y bloqueada, una sociedad socialista que, a pesar de sus flacos bolsillos, destina, como norma, más del 50 % de su presupuesto anual para gastos e inversiones en los sectores sociales de la salud pública y la educación; indicadores que pueden dispararse a niveles insospechados cuando una contingencia como la actual pone en peligro la vida de su gente.

Ese otro presupuesto humanista, base de la conducta nacional, lo argumentan datos reveladores, como el que informó, en el programa televisivo Mesa Redonda, la ministra cubana de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños Weiss, que da cuenta de más de 900 millones de pesos dedicados, hasta el cierre contable de agosto, a sufragar el impacto de la pandemia, el mayor por ciento erogado por el presupuesto del Estado.

Bolaños Weiss calificó de cardinal el hecho de que ese dinero está en ­función de la atención a los enfermos en los hospitales y otras personas aisladas en más de un centenar de centros, además de garantizar las medidas higiénico-sanitarias y otras muchas demandas vinculadas a la salud y la vida de los cubanos.

Parte de esa estrategia incluye el respaldo salarial a aquellas personas, como madres con hijos pequeños, que están en casa y no han podido retornar a sus puestos de trabajo.

Tales argumentos dejan muy claro que ese desvelo gubernamental no puede improvisarse ni se hace realidad solo con los resortes de la buena voluntad, sino que implica la movilización de recursos y montos financieros en las condiciones difíciles que atraviesa el país.

Una respuesta concreta para respaldar este tremendo esfuerzo, comentó la Ministra, estaría en incrementar la disciplina, elevar los niveles productivos del sector estatal y no estatal, ser más racionales, diversificar la exportación y consolidar los incentivos en marcha para alcanzar los progresos en el comercio exterior.

A esa necesidad urgente nos convoca el país, a respaldar, con el trabajo productivo y eficiente, esa vocación enorme que nos salva.

China recupera su economía: ¿Cuál es la situación de Estados Unidos y Europa?

Cubadebate
 
 

de acuerdo a la dinámica de la pandemia en el resto del mundo y el ciclo económico global, parece poco probable que China transite una larga recesión. Foto: Prensa Latina.

A tres meses de concluir el 2020, China emerge como la potencia que terminaría el año en curso con un crecimiento económico, mientras la recuperación de la economía en muchos países de Europa se podría ver afectada por un nuevo rebrote del coronavirus, y Estados Unidos vive una crisis sanitaria y económica a las puertas de las elecciones presidenciales.

A comienzos de este año, el Fondo Monetario Internacional (FMI) esperaba un crecimiento del ingreso per cápita en más de 160 países, mientras que ahora más de 170, equivalente a casi el 90% de la economía mundial, registrarán una caída en ese indicador.

¿Cuáles son los motivos para que el país origen del COVID-19 pueda registrar una performance económica positiva a contramano del resto?

Transformación digital

China recibió el primer gran golpe económico por las medidas sanitarias de confinamiento. También ha sido la primera en mostrar subas sostenidas de indicadores clave de la economía.

Sin embargo, no han mejorado todos los sectores. Algunas actividades, especialmente en el sector servicios, todavía no muestran síntomas de reactivación.

Pese a ello, de acuerdo a la dinámica de la pandemia en el resto del mundo y el ciclo económico global, parece poco probable que China transite una larga recesión.

La pregunta que algunos economistas tratan de responder es por qué China pudo generar tan rápida recuperación cuando gran parte de la economía internacional sigue a los tumbos.

Una de las respuestas que ofrecen es la siguiente: la rápida transformación digital de su economía.

Zhang Jun, decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Fudan y director del Centro de Estudios Económicos de China (un grupo de expertos con sede en Shanghai), explica que la economía digital de China estaba creciendo con fuerza antes de la pandemia, y que con esta se aceleró.

En 2018 ya representaba el 34,8% del Producto Interno Bruto (PIB), porcentaje que fue creciendo año a año por encima del crecimiento del Producto. La crisis del COVID-19 está destinada a reforzar esta tendencia.

Inversión

Zhang Jun señala que a medida que la pandemia ha destruido algunas empresas e industrias, también ha acelerado enormemente la adopción de tecnologías digitales. Al no poder salir de sus hogares, las familias adoptaron aplicaciones como JD.com, Meituan, Eleme y Pinduoduo para hacer sus compras diarias de productos.

Mientras, las empresas aprovecharon las herramientas digitales, desde plataformas de comunicación como Enterprise WeChat y DingTalk hasta contratos electrónicos, para mantener sus negocios en funcionamiento.

A la vez, varios gobiernos locales están implementando Alipay Health Code, una aplicación de teléfono móvil que asigna a los usuarios un código de color que indica su estado de salud. De esa manera, saben cuándo deben ser puestos en cuarentena, cuándo pueden visitar espacios públicos de manera segura y cuándo pueden viajar.

La transformación digital está modificando también a la industria financiera de China. Con 562 millones de usuarios, las aplicaciones de banca móvil eran la tercera categoría más grande de aplicaciones por base de clientes, después de las aplicaciones de compras y vídeos cortos, a fines de marzo. Las aplicaciones chinas de banca móvil ahora tienen un promedio de 50 millones de usuarios activos mensuales.

El crecimiento de la economía digital de China también ha tenido un impacto positivo en el empleo. La Academia de Tecnología de la Información y las Comunicaciones de China informa que en 2018, la economía digital creó 191 millones de puestos de trabajo y representó una cuarta parte del empleo general, un aumento del 11,5% interanual.

“China bien puede ser la única gran economía que logre un crecimiento positivo este año. Esto se lo debe, en gran medida, a una década de compromiso con una fuerte inversión en la transformación estructural impulsada por la tecnología”, concluye Zhan Jun.

Control

Otro de los factores para comprender la rápida recuperación de la economía de China es que ha podido controlar el COVID-19. Desde el 16 de agosto pasado no registra contagio local, y sólo se han detectados importados, personas que han quedado inmediatamente controlados por la estricta cuarentena de 14 días que se impone a quien arriba al país.

Este resultado en el frente sanitario y la estrategia de prevención contrasta con la política encarada por Occidente. El saldo es elocuente: China inició el camino de la reactivación, mientras que las economías de EE.UU y Europa siguen muy débiles.

Junto con la economía de Vietnam, la de China es la única que ya crece. En el primer trimestre se derrumbó 6,8%, pero en el segundo empezó a revertir esa tendencia y puede mostrar el ansiado dibujo de reactivación en V.

El impulso proviene especialmente del sector industrial, que se expandió 4,8% desde el segundo trimestre. No obstante, en la primera mitad del año, el PIB fue negativo de 1,6% con respecto al mismo periodo de 2019.

De todos modos, ha sido una caída sustancialmente menor al resto. Los economistas Oscar Ugarteche y Jorge Zavaleta precisaron que el PIB de la Unión Europa (UE) se desplomó 14,4% respecto del segundo trimestre de 2019 y América del Norte 10,8% (Canadá, México y Estados Unidos).

Zhao Qinghe, del Buró Nacional de Estadísticas, indicó que “la situación sanitaria está controlada y todo apunta a que el consumo interno continuará creciendo”.

La estrategia para superar los costos de la pandemia es sencilla: China confía en su propia fortaleza y no en la de la economía global para superar la crisis.

Cautela

De todos modos, el Gobierno de Xi Jinping no tiene el objetivo de exhibir la fuerza de la recomposición de su economía en medio de una crisis global.

“La economía china ha logrado sobreponerse gradualmente del daño causado por la pandemia en el primer semestre. Pero el crecimiento aún sufre fuertes presiones externas a la baja porque el coronavirus continúa teniendo un gran impacto en la economía global. La mayor parte de las variables continúan en territorio negativo, así que todavía queda un largo camino hasta que podamos recuperar lo que nos quitó la pandemia, aunque hemos demostrado que su impacto es controlable”, indicó el portavoz del Buró Nacional de Estadísticas, Liu Aihua, durante la presentación de los datos del segundo trimestre.

Es evidente que China está saliendo fortalecida de esta crisis. Según IHS Markit, las exportaciones chinas representaron el 20% del total global entre abril y junio, siete puntos porcentuales más que en el mismo período de 2019.

Estados Unidos

En tanto, el retroceso de Occidente se ha acelerado con el coronavirus, pero desde antes estaba perdiendo peso relativo en la economía mundial a favor del crecimiento de Eurasia.

Ese proceso se ha acentuado en la última década con un incremento de la desigualdad notable. Eduardo Crespo, TiagoAppel y Gonzalo Fernández, del Grupo Geopolítica y Economía desde el Sur Global, afirman que el caso paradigmático de esa caída es EEUU.

Pese a que es una potencia con recursos y capacidades muy importantes para mejorar las condiciones de vida de su población, el salario real hoy es más bajo que hace 40 años.

Por ejemplo, el empleado medio debe trabajar el doble de años que tres décadas atrás para pagar el precio de una vivienda promedio.

Esos tres especialistas ofrecen datos contundentes de la crisis al interior de EEUU: entre 1999 y 2015, la tasa de suicidios aumentó 24% y disminuyó la esperanza de vida de los estadounidenses blancos de mediana edad.

Otro dato: desde la década del 70 hasta la crisis de 2008, la productividad creció en forma progresiva; no así los salarios reales. Estas cifras explican el incremento de la desigualdad.

Europa

Por su parte, Europa registra un sendero de mayor retroceso. Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas de Grecia, apunta que la crisis del euro que estalló hace una década se ha mostrado durante mucho tiempo como un enfrentamiento entre el frugal Norte de Europa y el derrochador Sur. De hecho, en el fondo había una feroz guerra de clases que dejó a Europa, incluidos sus capitalistas, muy debilitada en relación con Estados Unidos y China.

“Peor aún, la respuesta de la Unión Europea a la pandemia, incluido el fondo de recuperación de la UE, está destinada a intensificar esta guerra de clases y asestar otro golpe al modelo socioeconómico de Europa”, sentencia.

Xavier Vives, catedrático de Economía y Finanzas del IESE Business School, agrega que mientras que Estados Unidos y China se adelantan cada uno en busca del dominio global en la economía digital y otras tecnologías de vanguardia, Europa se está quedando cada vez más rezagada; incluso Alemania.

Siglo XXI

La dinámica de la coyuntura de la economía global muestra a China está saliendo fortalecida de la pandemia.

El movimiento económico estructural en las dos décadas transcurridas de este siglo es que la potencia asiática fue expandiendo su relevancia en el escenario internacional.

El coronavirus sólo ha acelerado esa tendencia que está girando el centro de gravedad de la economía mundial de Occidente hacia Asia.

(Tomado de Sputnik)

Cuba: Turismo en tiempos de la COVID-19 y contra el cerco imperial

 Aun frente a la difícil coyuntura internacional y el aumento de las restricciones comerciales y financieras por la que atraviesa Cuba, impuestas por el gobierno estadounidense, la industria de los viajes no descansa…

GISELLE VICHOT CASTILLO
26/09/2020
Cuba: Turismo en tiempos de la COVID-19 y contra el cerco imperial
Hotel Pullman Cayo Coco, del destino turístico Jardines del Rey. (Osvaldo Gutiérrez Gómez / ACN)
  • El 11 de marzo cuando se reportan los tres primeros casos positivos a la COVID-19 en Cuba se encontraban en el país:
  • 42 mil canadienses,
  • 6 mil rusos,
  • 5 mil estadounidenses,
  • 4 mil franceses y
  • 3 mil alemanes
  • Turismo. Llegadas de visitantes internacionales
  • El turismo internacional al cierre de mayo de 2020, registró un decrecimiento del 57,0 por ciento al arribar al país 984 178 visitantes, que significan 1302 704 menos que en igual período del año anterior.
  • En el mes de mayo se recibieron 993 visitantes, que representan un 99,7 por ciento menos que en igual mes de 2019,(357 328menosque en el mismo periodo del año anterior).

El 1ro de agosto de este año, casi cinco meses después de diagnosticarse los primeros casos de la COVID-19 en Cuba, el Ministerio de Turismo de la nación antillana anunciaba en su cuenta oficial de Twitter el arribo a Cayo Santa María y Cayo Coco, de los primeros turistas internacionales.

De la mano  de los protocolos necesarios para garantizar la seguridad y satisfacción del personal foráneo, la noticia destacaba entre las acciones  para la recuperación del turismo, tan necesario por su positivo impacto en la economía nacional.

Días después, en el escenario mediático, otras buenas nuevas predicaban sobre el prestigio del destino Cuba, cuando Playa Paraíso, en Cayo Largo del Sur, se convirtió en la tercera mejor del mundo, avalada por la opinión de miles de usuarios de Trip Advisor, que la hicieron merecedora de este puesto en los Premios Travelers´ Choice Best of the Best.

Una vez más, la decisión acreditada por el voto popular hizo que los atractivos de la nación caribeña, la hospitalidad de su gente y su seguridad, la ubicaran en el segundo lugar entre los 10 destinos más populares del Caribe, y el 19 entre los 25 del mundo.

Este esfuerzo desde la mayor de las Antillas en pos de garantizar el bienestar del visitante se vio también reflejado en el galardón que recibieran los equipos del Meliá BuenavistaMeliá Cayo Coco y Paradisus Río de Oro, quienes conforman la lista de los 25 mejores resorts todo incluido del Caribe.

Así el sector del turismo cubano volvía a acariciar un sueño, “mostrar el Caribe en toda su gloria” cuando el pasado 14 de agosto la compañía de cruceros, con sede en Reino Unido, Fred. Olsen Cruise Lines, anunció que para la temporada 2021/22 en la región a bordo del Braemar, La Habana sería su base de embarques y desembarques.

Septiembre inició con la noticia de que el turoperador Air Canada Vacations confirmara su primer viaje desde Montreal hasta Cayo Coco una decisión en la cual influyeron los resultados del destino turístico en la implementación estricta de las medidas higiénicos-sanitarias.

Por su parte, el Grupo de Turismo Gaviota anunció que ya se pone a punto el primer Hotel en la Península de Ramón de Antilla, considerada Paisaje Natural Protegido, a la entrada de la Gran Bahía de Nipe, a unos 100 km de la capital holguinera; mientras que que Meliá Internacional Hoteles informó que comenzará a gestionar, el próximo año, una nueva instalación en la Península de Ancón en Trinidad.

https://www.youtube.com/watch?time_continue=45&v=c48myYgWVak&feature=emb_logo

Pero no todo ha sido confortante para el sector del turismo en Cuba en estos últimos meses. En medio de un escenario de crisis económica marcado por la pandemia, el gobierno de los Estados Unidos no oculta su intención de asumir nuevas y más duras medidas contra la nación caribeña y encabeza una cruel persecución sobre los principales sectores estratégicos, pretendiendo asfixiar la economía cubana.

A esta lista interminable de agresiones se sumó el pasado 14 de agosto el anuncio por parte del gobierno de EE.UU. de la suspensión de todos los vuelos chárteres: medida para aislar más a las familias cubanas, reafirmación de “la retórica hostil, el recrudecimiento del bloqueo, el odio y el desprecio hacia los cubanos”.

A la escalada derrotista se añade la decisión de la cadena hotelera Marriott International de cesar sus operaciones en Cuba, luego de que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump se negara a renovar su licencia para operar en este territorio.

Más recientemente, el Departamento del Tesoro de los EE.UU. emitió regulaciones para prohibir las importaciones de ron y tabaco en este país, así como el hospedaje en la Mayor de las Antillas en hoteles o propiedades controladas por el gobierno cubano, funcionarios estatales o el Partido Comunista de Cuba y sus familiares cercanos.

Nuevas sanciones, como dijera el presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez “al calor del compadreo vergonzoso con íconos de la derrota. La prepotencia y la desvergüenza se dan la mano”.

Todo ello agravado por la parálisis que sufre el sector en la región donde según cifras divulgadas por  CEPAL “la caída del turismo podría llevar a una disminución del crecimiento del PIB total en el Caribe y América Latina, de ocho puntos porcentuales y un punto porcentual, respectivamente, mientras que el empleo total podría disminuir nueve puntos porcentuales en el Caribe y dos puntos porcentuales en América Latina”.

AVIVAR EL TURISMO CON INTENCIONALIDAD E INTENSIDAD

Aun cuando se avizora la ralentización en su tasa de crecimiento, el turismo continúa siendo locomotora para el desarrollo de Cuba, donde la capacidad de la industria sin chimeneas para readaptarse al nuevo escenario es un aspecto vital de la estrategia del país.

Como se reconoce en el documento público Cuba y su desafío económico y social. Síntesis de la Estrategia Económico-Social para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la COVID-19, existe  suficiente  espacio  para  ser  aprovechado por los productores nacionales en función de proveer bienes y servicios competitivos y de calidad para satisfacer la demanda del turismo, a la vez que este sector constituye  una  vía  para  captar  divisas  que se destinan al desarrollo.

En este sentido, el gobierno cubano asume un conjunto de acciones que van desde la compresión de la capacidad del turismo nacional para reponerse, con intencionalidad e intensidad; la necesidad de invertir en la infraestructura de alojamiento; transitar a nuevos productos innovadores y hacer sinergias con otros sectores; así como mitigar la caída de los ingresos y empleos, entre otras cuestiones fundamentales.

Finalmente y frente a la difícil coyuntura internacional y el aumento de las restricciones comerciales y financieras por la que atraviesa Cuba, impuestas por el gobierno estadounidense, la industria de los viajes cubana no descansa; por el contrario entiende la necesidad de trazar nuevas estrategias, crear alianzas, repensarse.

DESCIFRAR A CHINA II. ¿CAPITALISMO O SOCIALISMO?

Por Claudio Katz

La gigantesca expansión de China es el mayor ejemplo contemporáneo del desarrollo desigual y combinado. Una economía retrasada convenientemente enlazada con el mercado mundial escaló en el ranking global, dejando atrás su status subdesarrollado. Capturó tecnologías e inversiones de las potencias más avanzadas y utilizó la baratura de sus recursos, para motorizar un inédito crecimiento con rentabilidades superiores al promedio global.

Con ese asombroso despegue se ubicó en el podio de las economías centrales, luego de aunar transformaciones internas con ventajosas inserciones en la globalización. Copió innovaciones, lucró con los costos inferiores que imperan en los países relegados y consumó una expansión sin parangón. Otras economías asiáticas también crecieron, pero sin esa intensidad y con poblaciones o territorios incomparablemente menores.

El principio del desarrollo desigual y combinado operó en un nuevo contexto de globalización. Ningún precedente histórico de la expansión china actual -Estados Unidos, Japón, Alemania o la Unión Soviética- presentó una conexión tan peculiar con el capitalismo mundial.

China retomó el lugar preeminente que ya tuvo en su milenaria trayectoria. Pero los vínculos de ese remoto pasado con el renacimiento actual no son nítidos. El despunte de la nueva potencia asiática obedece a varias especificidades contemporáneas.

 PILARES, ETAPAS Y SINGULARIDADES

 

La expansión china fue posible por la existencia de un pilar socialista previo, que permitió articular los modelos planificados y mercantiles en una sorprendente dinámica de crecimiento. Ese cimiento facilitó el salto productivo desde un piso muy bajo de subdesarrollo.

La conformación socialista inicial explica la acelerada industrialización de un país devastado por la guerra, que en 1949 tenía un PBI per cápita inferior a muchos países africanos. En tres décadas remontó ese atraso con espectaculares avances en materia sanitaria (erradicación de las epidemias y aumento de la esperanza de vida de 44 a 68 años entre 1950 y 1980). Lo mismo ocurrió en el plano educativo (reducción del analfabetismo del 80 % al 16% entre 1950 y 1980) o familiar (eliminación del patriarcado ancestral) (Guigue, 2018). Las grandes mejoras en la agricultura apuntalaron el despegue posterior.

La reversión del subdesarrollo con políticas económicas no capitalistas emparenta a China con la Unión Soviética y distingue su trayectoria del curso seguido por las grandes potencias de Occidente. Las estrategias socialistas demostraron una incuestionable efectividad, frente a un retraso extremo que tiene correlatos hasta la actualidad. La segunda potencia del mundo todavía ostenta la posición 90 en el índice de Desarrollo Humano (Ríos, 2017). Es el principal proveedor comercial y acreedor financiero de Estados Unidos, pero tiene un PIB per cápita inferior a la séptima parte de su competidor (Watkins, 2019).

 El pilar socialista aportó un gran sostén a los dos períodos de desenvolvimiento posterior. Entre 1978 y 1992 predominó una etapa de generalización de las relaciones mercantiles, con estrictos límites a la privatización y a la acumulación privada de capital. El agro fue protagonista de un modelo centrado en el mercado interno. Los dirigentes chinos comprendieron con anticipación el suicidio que implicaba socializar la pobreza. Captaron que la renuncia abrupta y total al mercado conducía al dramático rumbo transitado por Camboya (Prashad, 2020). Por eso retomaron las políticas de introducción del mercado en la gestión planificada, que primero experimentaron Hungría y Yugoslavia.

A mitad de los 90 se optó por otro curso de signo pro-capitalista. Se incentivó la privatización de las grandes empresas, la gestación de una clase burguesa y la integración a la globalización. Ese giro introdujo un cambio cualitativo en la economía, que comenzó a registrar los típicos desequilibrios del capitalismo (Lin Chun, 2009a).


El correlato social de esa segunda fase se verifica en los índices de inequidad. El coeficiente Gini retrata un aumento de la desigualdad superior al registrado en cualquier otra economía asiática (Roberts, 2017). Una nueva elite de millonarios ostenta su riqueza, exalta el lujo y estrecha vínculos con sus pares del exterior. Son los protagonistas de todos los escándalos de corrupción de los últimos años. Los grupos enriquecidos propagan la cultura de la mercantilización y del consumismo que asimila gran parte de la ascendente clase media. En el polo opuesto un enorme segmento de emigrantes rurales nutre la masa de trabajadores precarizados, que sostiene el crecimiento industrial.

El principal secreto de la altísima expansión china ha sido la retención local del excedente. Esa captura explica la ininterrumpida continuidad del proceso de acumulación. Una economía con niveles de apertura externa muy bajos forjó sólidos mecanismos para asegurar la reinversión local de las ganancias.

En el debut de esa capitalización la diáspora china fue cooptada para facilitar el desenvolvimiento interno. Por esa razón entre 1985 y 2005 fue artífice de las inversiones llegadas al país (Guigue, 2018). Su gravitación inicial perdió incidencia frente al despunte posterior de una clase capitalista en el propio país, que preservó la norma de reciclar los excedentes en el ámbito local.

El despegue chino obedeció, además, a una compleja mixtura de ingredientes internos y externos. La intensa acumulación local quedó enlazada con la mundialización, en circuitos de reinversión facilitados por el gran control a la salida de capitales. Los sucesivos modelos de transición socialista, expansión mercantil y parámetros capitalistas mantuvieron una elevada tasa de crecimiento. La diáspora brindó el puntapié inicial a un modelo productivo posteriormente enlazado con la globalización.

Ese esquema incluyó el pasaje de la fabricación inicial de manufacturas básicas a la elaboración de mercancías de nivel medio en la cadena de valor. Este avance se asentó en una absorción de tecnologías muy diferente a la pauta prevaleciente en el mundo.

 

DESEQUILIBRIOS SIN NEOLIBERALISMO, NI FINANCIARIZACIÓN

 

China introdujo un modelo con regulaciones estatales muy alejadas del patrón neoliberal. Se integró a la globalización con una elevada presencia del sector público y con gran incidencia gubernamental en las normas de inversión. Impuso limitaciones al nivel de las ganancias, a la distribución de los dividendos y a la transferencia de los beneficios al exterior (Andreani; Herrera, 2013). La nueva potencia se asoció al capitalismo mundializado con reglas muy distintas a las imperantes en ese sistema.


La gravitación de las empresas estatales es ilustrativa de esa estrategia. Luego de un intenso proceso de privatizaciones, las compañías del sector público conforman un núcleo minoritario, pero con dimensiones 14 veces mayores al promedio de la economía. Están localizadas, además, en las ramas estratégicas del petróleo, el gas, el acero, los seguros, las telecomunicaciones y la banca (Treacy, 2020).

China tiene un stock de activos del sector público equivalente al 150% del PIB anual, lo que triplica el acervo del sector privado. Sólo Japón cuenta con un stock semejante, mientras que en las principales economías ese porcentual no supera el 50%. Las mismas diferencias se observan en la gravitación de la inversión pública y en el peso de las empresas estatales con activos gigantescos (Roberts, 2020, 2018, 2017).

Es importante registrar, además, el elevado grado de centralización de esas compañías, que operan bajo la supervisión directa del Partido Comunista. Esas empresas garantizan el suministro de insumos baratos a toda la estructura productiva.

El grado de privatización actual de la economía china es muy controvertido. Algunas estimaciones destacan la nítida preeminencia de ese sector (Hart-Landsberg, 2011) y otras restringen su incidencia dominante al 30% de PBI (Merino, 2020). Pero todos los analistas coinciden en resaltar el continuado papel protagónico de las firmas estatales.

Otro rasgo distintivo del modelo ha sido la conservación de la tierra como propiedad pública. Esa condición está determinada por las exigencias de soberanía alimentaria, en un país que concentra el 22% de la población mundial con tan sólo el 6% de la tierra cultivable. La relación per cápita de utilización del suelo para la nutrición es 10 veces inferior al nivel imperante en Francia (Andreani, Herrera, 2013).

Las modalidades de la propiedad agraria común han sido muy diversas. La pequeña producción ha persistido, las formas comunales perdieron peso frente al ámbito privado y el despegue de los años 80 se basó en el crecimiento exponencial de todo el sector. Allí se generaron los primeros excedentes para la industrialización posterior.

Como el volumen de la población urbana saltó del 20 al 50% del total, la expansión del agro fue indispensable para asegurar el abastecimiento alimentario de las ciudades. La propiedad pública garantizó ese equilibrio (Amin, 2013).

El derecho a utilizar pequeños terrenos cumple, además, una función protectora de los trabajadores migrantes, cuando el incremento del desempleo los expulsa de las ciudades. Cuentan con una especie de seguro social agrario frente a los vaivenes del mercado laboral (Au Loong, 2016). Las tensiones que generaría la implementación en el agro de las privatizaciones introducidas en el suelo urbano han disuadido esa extensión. El patrón del agrobusiness que el neoliberalismo impuso en el grueso del planeta no rige en China.

En ese país tampoco prevalece la financiarización vigente en el grueso de las economías occidentales. Las regulaciones acotan especialmente el ingreso y egreso de los capitales. Ese flujo está controlado por distintos mecanismos cambiarios, que protegen a la economía de los temblores financieros internacionales (Amin, 2018).

Ese control de las divisas no sólo otorga a China grandes ventajas en la gestión de cualquier crisis. Ha permitido la conversión de los ingresos de la exportación en créditos bancarios orientados a la industrialización. Con esos mismos dispositivos se limita también la fuga de capital y la expatriación de las ganancias. La nueva clase adinerada ha sido inducida a reciclar internamente sus beneficios y a tolerar la intermediación del Banco Central en la gestión de sus fondos.

El principal instrumento de esa regulación financiera son los bancos de propiedad estatal. Una veintena de entidades controlan el 98% de las operaciones y manejan los monumentales depósitos que orientan el crédito. Un corolario de esa supervisión es la ausencia de financiarización en los tres terrenos de ese dispositivo. El auto-financiamiento de empresas, la titularización de los bancos y el endeudamiento de los hogares son muy secundarios en comparación a cualquier economía occidental (Lapavitsas, 2016: 227).

Con su prescindencia del neoliberalismo y la financiarización, China se ahorró muchos desequilibrios que afectan a sus competidores. Pero no ha podido soslayar las contradicciones que introduce el capitalismo. Esas tensiones irrumpieron con la sustitución de modelo mercantil-planificado por el esquema de privatización de las grandes empresas.

China es el principal epicentro mundial de la superproducción y esos sobrantes empujan a redoblar la búsqueda de mercados externos. Esa compulsión deriva en picos de sobre-inversión interna, que su vez alimentan la especulación inmobiliaria, el endeudamiento creciente y las operaciones financieras en las sombras.

 NEOLIBERALES Y HETERODOXOS

 

La impresionante irrupción de China suscita admiración, temor e incomprensión. La elite occidental no logra hilvanar una interpretación coherente de lo ocurrido. Oscila entre el reproche a la continuidad del comunismo y la alegría por el giro pro-capitalista. Algunos sospechan que la nueva potencia mantiene con disfraces su viejo régimen y otros celebran su conversión al ideario de mercado.

Estas incoherencias repiten las reacciones de la guerra fría frente al apogeo económico de la URSS. Esa expansión generaba en 1950-60 tanto odio como envidia, entre los intelectuales orgánicos del imperialismo occidental. Pero la tónica finalmente dominante frente a China es la confrontación, con todo tipo de fábulas sobre el peligro rojo o amarillo.

Lo neoliberales suelen explicar el crecimiento chino por su meritoria adopción del capitalismo. Omiten el antecedente socialista y presuponen una falsa identidad entre la vigencia del mercado y la preeminencia de las privatizaciones. La primera norma operó durante un largo tiempo en estrecha combinación con la planificación y la segunda ha quedado acotada por los límites al neoliberalismo y la financiarización.

El desarrollo chino refuta todos los mitos del capitalismo desregulado. Ese modelo no prevaleció en ninguna de las tres fases del desenvolvimiento económico del país. El impulso inicial se consumó bajo estrictas reglas de planificación centralizada, el período siguiente incorporó mecanismos de gestión mercantil y el curso actual contiene formas capitalistas acotadas por la regulación estatal. La simplificada creencia que las reglas del beneficio rescataron a esa economía de su “estancamiento socialista” es una fantasía de los derechistas, que no logran digerir la extraordinaria expansión de un modelo ajeno a sus recetas.

Ese desconcierto se traduce en esquizofrénicas loas y repudios al “orden”, la“jerarquía” o la “disciplina”, que observan en el funcionamiento del sistema económico chino. Esas características son elogiadas como sinónimo de “progreso capitalista” o denigradas como evidencias de la “dictadura comunista”. La coherencia brilla por su ausencia entre los neoliberales, a la hora de evaluar la irrupción de la nueva potencia asiática.

La heterodoxia convencional presenta a China como el principal ejemplo del capitalismo regulado. En general rehúye el debate conceptual sobre el significado de esa categoría. Simplemente refuta las ensoñaciones neoliberales de un crecimiento, guiado por la mágica presencia de la mano invisible del mercado. Esa crítica subraya la constante preeminencia de la regulación estatal en cada avance consumado por el país. Describe correctamente la decisiva ausencia del neoliberalismo y la financiarización, pero supone que la simple continuidad de esa estrategia garantiza el sendero del progreso.

Esa mirada reduce todos los secretos del desarrollo a la presencia dominante del estado. Omite que muchos países contaron con largos períodos de primacía estatal, sin superar el atraso ante la continuada primacía del capitalismo dependiente. Al desconocer que el logro de China se cimentó inicialmente, en mayúsculas transformaciones de tono anticapitalista, se transmite un diagnóstico incompleto y sesgado.

Los teóricos del capitalismo regulado olvidan que sus principios estuvieron totalmente ausentes en el debut de proceso y no cumplieron ningún rol importante durante la combinación del plan con el mercado. Han aparecido finalmente con formas muy singulares en la actualidad. La historia de los últimos dos siglos contiene incontables ensayos de regulación capitalista fallida que China no imitó.

JUSTIFICACIONES MILENARISTAS

 

Otra explicación de la expansión del país relativiza los determinantes económicos y subraya la preeminencia de condicionamientos histórico-sociológicos. Observa el despegue como un retorno al antiguo equilibrio destruido por la primacía de Occidente. Recuerda que China es una civilización milenaria, con derecho a ocupar un lugar hegemónico en el concierto de las naciones. Por eso interpreta su protagonismo actual, como una compensación a los desvíos creados por la dominación occidental en los últimos dos siglos. Concluido ese paréntesis, la historia tendería a recuperar una trayectoria previa asentada en la centralidad de China.


Esta teoría de la venganza milenaria supone que el país recobra su legítimo predominio. Recuerda que en el año 1800, las economías localizadas en los territorios asiáticos proveían el 49% de la producción mundial (Fornillo, 2018). Estima que China actualmente reequilibra la historia y recupera el lugar de una vieja economía de mercado, que siempre superó a otras formaciones asentadas en la preeminencia militar (Nolan, 2019). Estas miradas recuerdan que en el pasado, la distribución del poder económico era proporcional a un patrón de peso demográfico que tiende a reaparecer (Ríos, 2017).

Pero de su interpretación de la historia, algunos enfoques deducen la validez de una resurrección hegemónica de China en el escenario actual. Aportan importantes observaciones que mejoran nuestro conocimiento de una sociedad milenaria, pero deducen de ese pasado un controvertido derecho de China a recuperar centralidad en el mundo.

Esa nación no es portadora de ningún destino (a la dominación o a la subordinación) por la simple inexistencia de ese atributo. China no encarna ningún devenir superior al resto de la humanidad, por la misma razón Estados Unidos carece de un “destino manifiesto” como custodio de la seguridad mundial. Ese mismo faltante se extiende a Europa, que no es transmisora de ninguna “civilización” de excelencia a los pueblos de la periferia.

Las justificaciones milenaristas retoman las mitologías de la excepcionalidad nacional, como una virtud de ciertas poblaciones frente a otras. En el caso de China, las tesis sinocéntricas han irrumpido como reacción al eurocentrismo previo. Luego de un siglo de humillación occidental suponen la validez de una retribución. Pero ese razonamiento participa de todos los mitos gestados en torno a la “invención de las naciones”, para enaltecer ciertos territorios, destinos, culturas o idiomas.

La tradición marxista siempre ha confrontado con ese tipo de creencias, que agudizan las rivalidades nacionales y afectan los intereses compartidos de todos los pueblos del mundo. El comunismo chino propagó activamente un ideario nítidamente internacionalista durante décadas. Enarboló especialmente una variante antiimperialista de ese proyecto asentado en el protagonismo revolucionario del Tercer Mundo.

Ese legado ha quedado ahora erosionado por el nuevo patriotismo sinocéntrico, que presenta el desarrollo de China, como una revancha frente a la opresión impuesta por Occidente (Guigue, 2018). El mismo argumento patriótico es utilizado para interpretar el enriquecimiento de los capitalistas locales, como una retribución al empobrecimiento sufrido en el pasado. La incorporación de potentados al Partido Comunista es presentada con ese fundamento como una expresión de ponderables comportamientos nacionales (Ding, 2009). Pero en los hechos ocurre todo lo contrario. Los sectores adinerados de la nueva elite china son afines a Occidente, propician el estrechamiento de la asociación transnacional y propagan el credo neoliberal.

Algunas justificaciones nacionalistas del renacimiento de China se sustentan en la revalorización del confucionismo, como fundamento del estado, la sociedad, la ética y la armonía familiar. Otras reemplazan el análisis concreto del desarrollo desigual y combinado contemporáneo por vagos preceptos de auge y declive secular de sistemas sociales indiferenciados. Con ese enfoque, el devenir de China es despegado de su cimiento en modos de producción tributarios, capitalistas o socialistas, para ser evaluado con el dudoso patrón valorativo de las civilizaciones.

Esa mirada diluye las singularidades de las últimas décadas en nebulosas tramas meta-históricas. El propio pasado de China se pierde en esas vaguedades. Olvida que la oleada nacionalista que sucedió a la guerra de Opio (1840) alimentó la moderna identidad china y apuntaló la conciencia nacional de la revolución republicana (1911). El posterior triunfo socialista (1949) combinó proyectos agrarios, democráticos y antiimperialistas que definieron el curso posterior del país. Los críticos del milenarismo subrayan la centralidad de estas trasformaciones (Lin Chun, 2013:197-211).

El mismo debate se extiende a la evaluación del papel internacional de China. Algunos análisis dan cuenta de la frecuente identificación de ese rol, como el cimiento de una nueva civilización, forjada con criterios de comunidad, destino compartido, desarrollo pacífico y armonía global (Margueliche, 2020). Esa imagen idealizada de universalismo es propagada con un lenguaje despolitizado de consenso universal, que simplemente omite las tendencias destructivas del capitalismo (Lin Chun, 2019). Para superar esa evasión conviene aplicar al análisis de China, los mismos parámetros de materialismo histórico, que se utilizan para indagar la trayectoria de cualquier otra nación.

 CAPITALISMO, SOCIALISMO, FORMAS INTERMEDIAS

 

Los principales interrogantes sobre China no radican en las peculiaridades de su modelo, sino en la naturaleza social de su sistema ¿Es capitalista, socialista o intermedio?

Para dilucidar ese problema hay que reconocer primero la validez de esos conceptos, en contraposición a los pensadores que los omiten o impugnan.

Habitualmente descartan la relevancia actual del socialismo, considerando que el capitalismo es el único sistema válido. Esa visión convalida implícitamente la óptica neoliberal, que asoció el derrumbe de la Unión Soviética con el “fin de la historia” y la consiguiente eternidad del capitalismo. Con esa postura resulta imposible comprender la trayectoria seguida por China y caracterizar a un régimen que proclama su identidad con la perspectiva socialista.

Si se considera que esa definición es intrascendente o constituye un simple disfraz habría que extender la misma objeción a otras evaluaciones. ¿Por qué aceptar por ejemplo la consistencia de los conceptos capitalismo regulado y desregulado? ¿O de liberales y antiliberales? ¿No ocultan otra realidad subyacente que invalida esas caracterizaciones?

El análisis se torna más sensato si se reconoce que capitalismo y socialismo son las dos nociones organizadoras de la interpretación de China. Aportan reglas antagónicas de funcionamiento de la sociedad y el estado, que permiten indagar dónde se ubica ese país.

Ciertamente son conceptos insuficientes para caracterizar el modelo vigente en un país, pero aportan un punto de partida insoslayable. Antes de dilucidar las especificidades del capitalismo o del socialismo chino hay que esclarecer el significado básico de ambos términos.

La vigencia de capitalismo está dada en el terreno económico por la propiedad privada de los medios de producción y la preeminencia de normas de beneficio, competencia y explotación, junto al desequilibrio de la sobreproducción. Ninguna variedad de capitalismo se desenvuelve sin la presencia de estas condiciones.

Esos tres pilares no sólo distinguen al capitalismo de su antónimo socialista. También lo diferencian de formas incompletas o primitivas de gestión mercantil. El mercado precedió y sucederá al capitalismo. Es un dispositivo complementario de distintos sistemas y su presencia no define la naturaleza social de un país. La presentación de China como “una economía de mercado” -que conceptualizó un influyente estudioso de esa sociedad (Arrighi, 2007: cap 3 y 8)- evade la caracterización efectiva del régimen.

El pasaje de normas mercantiles acotadas y compatibles con la planificación a los tres pilares de la economía capitalista, marcó el debut potencial en China de ese sistema a principios de los años 90. La pequeña y mediana propiedad privada en el agro dio paso a grandes empresas industriales pertenecientes a la nueva burguesía. La fijación de precios por normas competitivas se amplió al grueso de las cotizaciones, se extendieron las modalidades de explotación y la acumulación de beneficios enriqueció a una influyente minoría. Además, los viejos cuellos de botella generados por la sub- producción fueron sustituidos por tensiones de sobre-inversión. Estos cambios retratan la gravitación de modalidades capitalistas en la economía china.

De esa canasta de elementos lo más significativo es el surgimiento de una clase propietarias de los medios de producción que busca transmitir privilegios a sus herederos. ¿Pero la indiscutible incidencia de este sector define la vigencia del capitalismo en China?

La respuesta sería probablemente afirmativa en otras circunstancias históricas.

El país comenzó a incorporarse a ese sistema en un escenario global de neoliberalismo y financiarización, sin adoptar esas dos características. Esa limitación tornó muy incompleta desde el inicio la restauración del capitalismo. Las modalidades de alta regulación, restricción de ganancias, propiedad pública de la tierra y manejo estatal de los bancos, la moneda y el comercio exterior obstruyen la vigencia plena de ese sistema.

A diferencia de otras experiencias -como el neo-desarrollismo o el distribucionismo latinoamericano de la última década- el distanciamiento chino del neoliberalismo y la financiarización no ha sido un episodio de pocos años. Impera en un país, que forjó su economía contemporánea con pilares de socialismo.

El carácter acotado del predominio capitalista en China se verifica más nítidamente en el plano político. Esa esfera es decisiva puesto que la preeminencia de ese sistema no se define exclusivamente en el ámbito de la economía o la sociedad.

Presupone también el manejo del estado por parte de la gran burguesía. La simple existencia de este sector o su elevada gravitación en el control de los recursos no determina el status capitalista de un país. Los principales resortes del poder estatal deben quedar sometidos al manejo directo o delegado de los apropiadores. Y ese control no se verifica en la actualidad en China.

El estado funciona con las normas e instituciones forjadas a partir de la revolución socialista de 1949. La continuada preeminencia del Partido Comunista -y de toda la estructura de organismos nacionales y regionales conectados a esa primacía- ilustra una modalidad de gobierno muy distinta a las formas habituales del poder político burgués.

En China no se produjo la implosión que desintegró a la URSS, ni el abrupto colapso de los regímenes del Este Europeo. La repetición de esa trayectoria que esperaban los líderes de Occidente no se verificó. La ruptura del sistema que impuso Yeltsin contrastó con la continuidad que reafirma Xi Jinping. Esa diferencia indica que la clase capitalista ya forjada en China actúa bajo un sistema político que no domina.

Esa estructura institucional mantiene, además, ideologías, símbolos y próceres muy chocantes para los preceptos básicos del capitalismo. Reivindica el heroísmo en lugar el lucro y las metas colectivas en vez del enriquecimiento personal. Ciertamente esos principios divergen de una realidad económica sujeta en gran medida a la lógica del beneficio. Pero esa tensión también expresa los límites que afronta el reingreso pleno del capitalismo.

El legado socialista no sólo aflora lateralmente en los formalismos de los funcionarios, sino que conserva vigencia en el gran espectro de la izquierda y recobra importancia en las coyunturas de crítica a la desigualdad. ¿Pero esos límites a la restauración capitalista indican, entonces, la continuidad de su contracara socialista?

En los términos concebidos por los clásicos del marxismo, China siempre se ubicó a una gran distancia de esa meta. Nunca alcanzo el bienestar colectivo, la abundancia material o la democracia genuina, que permitirían inaugurar la disolución de las formas opresivas del estado. Mucho más alejado de ese ideal estuvo siempre la utopía positiva del comunismo.

Durante las primeras décadas que sucedieron a la revolución rigió una transición al socialismo asentada en dos principios de esa evolución: la expansión de la propiedad pública y la intervención popular en la transformación de la sociedad. Posteriormente se incluyeron en la misma plataforma numerosos mecanismos comerciales para renovar el crecimiento. Esa etapa quedó cerrada con la conformación de una nueva clase propietaria de grandes empresas. El avance inicial al socialismo se transformó en un proceso opuesto de involución hacia el capitalismo. Esa regresión no se ha consumado, pero revirtió la tendencia precedente.

En China no rige el capitalismo, ni el socialismo. Prevalece una modalidad histórica intermedia e irresuelta de sociedad, junto a una formación burocrática en el manejo del estado. El funcionariado que controla el poder estatal no actúa por simple delegación de la nueva clase propietaria. Busca sostener -mediante un elevado ritmo de crecimiento- un equilibrio de todos los sectores sociales del país.


ANTECEDENTES, MODELOS Y AFINIDADES


Nuestra interpretación retoma ideas expuestas en un libro sobre el socialismo.

Transcurridos 16 años desde la edición de ese texto, las principales definiciones conceptuales sobre China propuesto por nuestro análisis mantienen su validez (Katz, 2004:77-83). Esa continuidad ilustra cómo puede prolongarse en el tiempo, la indefinición del carácter capitalista o socialista de un sistema. Lo que parecía coyunturalmente irresuelto persiste como un proceso que será zanjado en períodos más extensos.

El principal señalamiento de ese análisis -la restauración capitalista no ha concluido- persiste hasta la actualidad. También la mencionada existencia de tres períodos diferenciados (debut socialista, gestión mercantil, introducción del capitalismo) se mantiene como eje clarificador del problema.

Nuestro enfoque actualizado en otro texto (Katz, 2016) fue bien recibido por algunos comentaristas, que lo contrapusieron a las miradas simplistas de la realidad china (Restivo, 2020). Pero han interpretado erróneamente que postulamos el carácter irreversible de un viraje hacia el capitalismo, que a nuestro entender permanece inconcluso.

Para dirimir el grado de reintroducción del capitalismo utilizamos los criterios aportados por un analista de los “procesos pos-comunistas” de Europa Oriental. Esos parámetros son el alcance de la propiedad privada, las normas de funcionamiento de la economía y el modelo político imperante (Kornai, 1999: 317-348).

Con esos indicadores destacamos que China avanzó hacia el capitalismo en el primer terreno, no definió un perfil definitivo en el segundo y afrontó un severo dique en el tercero. Su estadio intermedio es muy visible en comparación a lo ocurrido en Rusia o Europa Oriental.

Nuestra mirada sintoniza con muchas caracterizaciones de la Nueva Izquierda de China. Esta afinidad se verifica ante todo en la distinción cualitativa entre el período de las reformas mercantiles (1978) y la etapa de las privatizaciones (1992). Lejos de constituir dos momentos de una misma trayectoria, involucraron rumbos contrapuestos de compatibilidad con el socialismo y alineamiento con el capitalismo (Lin Chun, 2009a).

También compartimos la crítica frontal a un proceso de restauración, que socava las conquistas sociales logradas con la revolución, ampliando en forma dramática la desigualdad (Lin Chun, 2019). Resaltamos por igual que el tránsito de China hacia el capitalismo no es un devenir conveniente, ni inexorable para desarrollar las fuerzas productivas y que ese desenvolvimiento no exige la integración a la globalización (Lin Chun, 2009b).

La coincidencia se extiende, además, al diagnóstico de un proceso de restauración sólo parcial del capitalismo. Ese curso puede ser revertido en la lucha por igualdad, en una sociedad con principios muy arraigados de justicia. La recuperación de la trayectoria socialista dependerá de una acción emprendida por los sujetos populares (Lin Chun, 2013:197-211).

TRES VARIANTES DE RESTAURACIÓN

El carácter limitado de la reintroducción capitalista en China ha sido recientemente evaluado por un importante estudio, que traza comparaciones conceptuales con lo ocurrido en Europa del Este y Rusia. Diferencia los tres procesos distinguiendo la incorporación del capitalismo desde abajo, desde el exterior o desde arriba (Szelényi, 2016).


Señala que la conformación del capitalismo en Europa del Este se procesó con gran antelación y monitoreo externo, mediante un intenso estrechamiento de lazos entre los grupos dominantes locales y sus socios de Occidente. La intelectualidad asimiló con gran fanatismo el credo neoliberal y cumplió un rol determinante en la creación del clima de entusiasmo que rodeo a la recepción del capitalismo.


Las privatizaciones quedaron en manos de los sectores que ya habían acumulado en las sombras los acervos requeridos para capturar el botín. La terapia de shock en Polonia, el transito gradual en Eslovenia, las reparaciones a los antiguos propietarios en la República Checa y la subastas de Hungría constituyeron modalidades peculiares de un curso compartido de vertiginosa restauración del capitalismo.

Las clases dominantes ya prefiguradas en la etapa previa se consolidaron con la misma velocidad, que se desmoronó la vieja conducción de los regímenes precedentes. La preeminencia de consejeros externos y la instalación de formas brutales de neoliberalismo fueron los datos más significativos de esa transformación.

En China no se ha verificado ninguno de esos procesos. La acumulación de capital comenzó en el campo y se desenvolvió con gran lentitud hasta el inicio de las privatizaciones en las ciudades. Ese proceso se mantuvo a lo largo de varias décadas, sin extenderse a las actividades estratégicas que permanecen en manos del estado. Tampoco hubo dirección externa de la reconversión. Las empresas transnacionales fueron asociadas a un programa de crecimiento elaborado localmente y los gobiernos occidentales tuvieron poca influencia en el rumbo seguido. Las propias elites seleccionaron a la diáspora china como su contraparte privilegiada y establecieron severas limitaciones al papel del capital foráneo.

Ciertamente la ideología neoliberal penetró en el país, pero en permanente disputa con otras concepciones y nunca logró primacía. El viejo sistema político estructurado en torno al Partido Comunista persistió y afianzó su predominio de la gestión económica. Los contrastes con lo ocurrido en Europa del Este son tan categóricos, que el autor de la comparación pone seriamente en duda la vigencia actual del capitalismo en China.

También en Rusia la restauración fue un fenómeno fulminante y alejado de las ambigüedades que se verifican en el escenario asiático. La introducción del capitalismo se consumó a la misma velocidad que en Europa del Este por medio de virulentas privatizaciones. Yeltsin decidió construir el nuevo sistema en 500 días y repartió el grueso de propiedad pública entre sus allegados.

La nueva burguesía se gestó de la noche a la mañana y cinco años después del colapso de la URSS, los siete mayores empresarios rusos poseían la mitad de los activos del país. Los desequilibrios precipitados por la codicia se hicieron tan presentes como las turbulencias financieras.

En esa reconversión fue visible la enorme influencia occidental, pero a diferencia de Europa Oriental el comando final quedó en manos de la nueva plutocracia moscovita. El capitalismo no reingresó desde afuera, sino desde arriba. Los protagonistas del viraje fueron los mismos actores de la cúpula política precedente. La alta burocracia de la URSS se transformó en la nueva oligarquía de Rusia. El mismo personal cambió de vestimenta y mantuvo la conducción del estado para otros fines. Esa mutación de abanderados del comunismo a exaltadores del capitalismo se verificó también en Ucrania, Bielorrusia, las antiguas repúblicas de Asia Central y algunos países de los Balcanes.

China no atravesó por esos senderos. La reimplantación del capitalismo ha sido es un proceso tortuoso e inacabado, ante la ausencia de un mandatario dispuesto a emular a Yeltsin. El desmoronamiento de la URSS acentuó el conservadurismo de los dirigentes chinos. En lugar de sepultar la estructura política del Partido Comunista decidieron consolidarla y en vez de fusionar a la nueva clase capitalista con el poder político, sólo aceptaron su existencia como una fuerza paralela a su propia dirección.

Por esa razón en China no ha imperado el modelo de reparto patrimonial de propiedades que introdujo Yeltsin, al rematar los activos del país entre la nueva elite. Tampoco se verificó el esquema prebendario de retribuciones en función de la lealtad que instauró Putin. Con ese mecanismo el presidente ruso acotó el poder de los codiciosos oligarcas. Expropió, criminalizó y disciplinó a esos acaudalados, con la misma virulencia que utilizaban los zares contra los boyardos. Pero ninguna de sus acciones modificó el status capitalista del país.

También en China hay tensiones de gran porte y el férreo comando que ejerce Xi Jinping apunta a impedir el desmadre de esas disputas. Algunos analistas estiman que gobierna utilizando un conjunto de reglas ocultas y no escritas, que reproducen la antigua autoridad del emperador sobre las capas subordinadas. Equilibra especialmente los choques entre el funcionariado que asciende con las reglas de la meritocracia y los ahijados del viejo liderazgo comunista (Au Loong, 2016). 

Pero incluso con esas modalidades de gestión, el poder político mantiene las denominaciones, estatutos e ideologías del proceso inaugurado en 1949. Aquí radica la gran diferencia con Rusia que sepultó todos los vínculos con la revolución de 1917. La disímil penetración del capitalismo en ambos países está muy conectada con esa divergencia de actitudes hacia el pasado. 

COMPARACIONES CON EL ORIGEN DEL CAPITALISMO 

 Una revisión de los debates sobre el origen del capitalismo contribuye a clarificar la naturaleza actual de China. Al indagar cómo nació ese sistema se puede discernir de qué forma ha resurgido dónde había sido erradicado.

La controversia entre los historiadores marxistas sobre el nacimiento del capitalismo contrapuso a los intérpretes de su debut en el agro (Dobb, 1974), con los teóricos de su consolidación primigenia en el comercio (Sweezy, 1974). La primera visión atribuía la transición a la erosión en Europa de las estructuras feudales, como consecuencia de las rebeliones campesinas. La segunda resaltaba el auge urbano que deterioró a la nobleza, acentuó la huida de los siervos y transformó la renta de productos en dinero.

Esa discusión buscaba dirimir si el capitalismo emergió en un largo proceso de acumulación primitiva en el agro y generalización del trabajo asalariado en las ciudades, o si por el contrario despuntó cuando se afianzaron las relaciones comerciales. 

La ventaja del primer enfoque radicó en su acertada identificación del capitalismo con un sistema de competencia por beneficios surgidos de la explotación. Esa generación de ganancias requiere propiedad privada de los medios de producción y normas de lucro asentadas en la extracción de plusvalía. El simple predominio de los parámetros mercantiles no consagra el predominio del capitalismo.

Retomando esa diferenciación, China debería reunir actualmente las condiciones señaladas por la tesis del origen agrario para presentar un status capitalista. No alcanza con la universalización de las reglas comerciales para constatar esa vigencia. Justamente en la trayectoria contemporánea del país, la etapa de expansión del mercado sin privatizaciones no implicó el inicio del capitalismo. Sólo en el periodo posterior emergió la restauración. La acumulación por abajo en el agro constituyó, a lo sumo, un presupuesto de ese cambio y no un indicio de su consumación. 

Otra discusión sobre el nacimiento del capitalismo opuso a los historiadores que subrayaban su origen nacional (Wood, 2002:103-121), con los estudiosos que remarcaban su génesis internacional (Wallerstein, 1988: 33-35). Esa controversia contraponía la existencia de múltiples trayectorias de un sistema forjado en el siglo XIX, con visiones de un régimen que irrumpió como totalidad mundial en el siglo XVI. 

En este caso, el acierto de la primera mirada radica en los criterios que aportó para estudiar cada capitalismo nacional, en función de sus diferencias con los sistemas previos. El inconveniente de la segunda óptica estriba en la disolución de esas singularidades. Remonta la existencia del capitalismo a un lejano pasado y supone que ya operaba como entramado global.

Esa divergencia de criterios internos o externos para definir la presencia del capitalismo cobra actualidad, para evaluar las trayectorias nacionales divergentes seguidas por Rusia o Europa del Este frente a China. Esos procesos se desenvolvieron en un mismo escenario de globalización neoliberal, pero transitaron por cursos nacionales muy distintos. 

La expansión mundial del capitalismo que sucedió al fin de la guerra fría, no implicó la implantación del mismo sistema en todos los rincones del planeta. China (o Cuba y Vietnam) ha seguido un rumbo distinto en un contexto común. Por las mismas razones que la existencia de un sistema-mundo no equivalía a la automática adscripción de la URSS a esa totalidad, la preeminencia actual de la globalización no presupone el capitalismo en China.

Este señalamiento es importante para evitar los equívocos inversos, que asignan a la nueva potencia asiática una misión civilizatoria mundial. Si la globalización no define el status capitalista de China, la expansión internacional de ese país tampoco alumbra otro funcionamiento del resto del mundo. 

REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN BURGUESA

 Las discusiones sobre el origen del capitalismo afianzaron la percepción de una larga transición de varios siglos, con diversas modalidades de coexistencia de clases dominantes (Vitale, 1984). Esta misma conclusión podría aplicarse en la actualidad a China, Su eventual pasaje al capitalismo, no debería necesariamente presentar el abrupto desenlace que imperó en Rusia o Europa del Este. Podría efectivizarse a la largo de varias décadas y en ese caso correspondería caracterizar al régimen vigente durante ese período intermedio.

En los debates historiográficos de esa transición surgió la noción de formación económico-social, para conceptualizar la existencia de variadas articulaciones entre modos de producción, con predominio desigual del capitalismo (Cueva, 1988). Esa noción fue utilizada para caracterizar, por ejemplo, las mixturas imperantes en América Latina entre los siglos XV y XIX. Hubo diversas combinaciones del capitalismo con el esclavismo (plantaciones) o con el feudalismo (haciendas). La misma mirada podría aplicarse en la actualidad a China, para considerar su formación económico-social en términos de un eventual “social-capitalismo”.

Pero estas categorías económicas no alcanzan para definir cuando rige el capitalismo. En las mixturas de la transición la burguesía conquistó su dominio de la sociedad, pero sólo ejerció efectivamente esa primacía cuando capturó el poder del estado. El imperio de la competencia, la ganancia y la explotación no consagró el status capitalista, mientras el estado permaneció en manos de otros grupos dominantes. Fue lo ocurrido por ejemplo con el estado absolutista durante la era feudal. Sólo cuando la burguesía controló ese resorte quedaron despejados todos los escollos para la acumulación. 

Esta conclusión del debate historiográfico tiene especial aplicación para el escenario actual de China. Tal como ocurrió en el pasado, una nueva clase dominante ya monitorea gran parte de la economía sin manejar el poder político, lo que a su vez impide el pleno despegue del capitalismo.

El punto de giro en el pasado fue clarificado en la evaluación de las revoluciones burguesas, que constituyeron la modalidad clásica de conquista del poder por parte de la clase capitalista. La caída de monarquía (Francia) o la guerra de secesión (Estados Unidos) fueron ejemplos típicos de ese viraje (Piqueras, 2000).

Pero estas contundentes mutaciones no fueron el único curso de la historia y esa indefinición reaparece en la actualidad. Las fechas exactas del cambio de régimen que se observaron en Rusia, Polonia, Alemania del Este o Hungría, no se han extendido a China.

En la comparación corresponde igualmente subrayar que las revoluciones burguesas del pasado no constituyeron el simple antecedente de las contrarrevoluciones del presente. Un monumental abismo separa al surgimiento del capitalismo de su retorno. La principal diferencia estriba en la total carencia de complementos progresistas en el plano democrático, nacional o agrario (Anderson, 1983). El resurgimiento actual más bien profundiza los ingredientes regresivos de la instauración del capitalismo, que predominó en los países centrales desde la segunda mitad del siglo XIX (Callinicos, 1989). Esa misma tónica ha prevalecido en la restauración del sistema al cabo de una centuria en Rusia y Europa del Este.

Conviene recordar también que en numerosos lugares del mundo el capitalismo emergió sin revolución burguesa, mediante transformaciones pasivas o auto- conversiones de los estados. El paulatino aburguesamiento de la antigua nobleza en Japón y Alemania fueron los típicos modelos de esa gestación por arriba (Takahashi, 1974). Se podría argumentar que China está transitando por una reconversión semejante, mediante el pausado padrinazgo del capitalismo por los mismos sectores que dominaron el sistema precedente.

Pero esa transición de largo plazo sería muy distinta a los precedentes del sigloXIX. Implicaría en China el triunfo del proyecto neoliberal y el estrechamiento de lazos con los socios occidentales. Esa eventualidad constituye por ahora sólo una de las opciones en juego. Las alternativas en disputa requieren un análisis más específico que abordaremos en el tercer artículo de esta serie. 

18-9-2020

 RESUMEN


La irrupción de China ilustra la dinámica contemporánea del desarrollo desigual y combinado. El cimiento socialista, el complemento mercantil y los parámetros capitalistas apuntalaron un modelo enlazado a la globalización, pero centrado en la retención local del excedente. La ausencia de neoliberalismo y financiarización ahorraron al país los desequilibrios afrontados por sus competidores. Pero la penetración del capitalismo genera sobreinversión y excedentes a descargar en el exterior.

La ortodoxia explica la expansión china por un imaginario predominio de la desregulación y la heterodoxia por la simple aplicación de controles que han fallado en otros lugares. Ambos omiten el cimiento socialista. La óptica milenarista enaltece un destino imaginario y supone raíces remotas para procesos muy recientes.

El capitalismo está presente pero no domina aún en la economía. La nueva clase burguesa tampoco logró el control del estado, pero la transición socialista se revirtió y prevalece un status intermedio. La acotada restauración contrasta con las trayectorias de Europa Oriental y Rusia. Una comparación con el origen del capitalismo sugiere la posibilidad de largas transiciones y mixturas de sistemas.

 

REFERENCIAS

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Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz