Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

miércoles, 28 de marzo de 2018

Cadena de Tiendas CARIBE, nueva denominación de TRD



Tienda de 3ra y 70. Foto: Ismael Francisco

Cadenas de Tiendas CARIBE es el nuevo nombre que asume la otrora red de Tiendas Recaudadoras de Divisa (TRD) desde este mes, informaron a Cubadebate directivos de la entidad. La nueva denominación fue aprobada el pasado 7 de marzo mediante la resolución número cincuenta del Ministerio de Economía y Planificación.

En la actualidad la cadena cuenta con más de 1920 puntos de venta en todo el país y tiene una vasta una experiencia en el sector de del comercio minorista con más de 20 años de funcionamiento.
CheckProd a buen paso

Desde el año 2016, se implementó una nueva aplicación para dispositivos móviles, que permite comprobar los precios en ambas monedas de los productos comercializados en las tiendas.

El software, nombrado como CheckProd, forma parte de las medidas que implementa la empresa para garantizar la protección al cliente ante cualquier duda sobre los precios. Así mismo, permite conocer las características de un producto determinado, sin tener que acudir a los dependientes o a los chequeadores de costos establecidos en las instalaciones comerciales.

Cubadebate ampliará próximamente sobre la nueva estrategia comercial de cara a la comercialización de materiales de la construcción y la puesta en marcha de una pasarela de pago que viabilizará el despliegue del comercio electrónico en esta entidad.

Siete prejuicios capitales sobre el sector privado en Cuba



Foto: Alex Heny

Por:Oniel Díaz, OnCuba

La discusión más difícil de ganar no es aquella en la que uno de los interlocutores posee una inteligencia descomunal o habla más alto que el otro. Es aquella en la que los prejuicios sustituyen los elementos de peso y el razonamiento. Si discutir con un individuo lleno de prejuicios pudiera parecer una misión imposible, para el desarrollo de un país es nefasto cuando esos caprichos calan en la sociedad y se convierten en sistema.

En las discusiones sobre el sector no estatal en Cuba, he visto cómo los enfoques críticos o contrarios a él solo se sostienen con malos ejemplos (siempre anónimos) o con frases condenatorias que tienden a igualar a justos con pecadores. Después de siete años de implementación de los Lineamientos, en la sociedad cubana siguen existiendo muchos prejuicios contra el sector privado.

Han sido varios años con una visión diferente de la economía. También es comprensible que muchos no nos miren con buenos ojos cuando concurren a la TRD de la esquina y no encuentran lo que buscaban porque el paladar del barrio arrasó con todo. O cuando el chofer del almendrón sin pestañar les clava entre las costillas la puñalada de los 20 pesos. Pero es preciso mirar más allá.

Cada vez que se nos critica se repiten un grupo de prejuicios, en mi opinión, carentes de fundamento real. Los he contado, son siete, como los pecados capitales. Aquí los menciono y cuestiono con un puñado de ideas para seguir pensando (pues puedo estar equivocado):

1. El sector privado es la causa del aumento de la desigualdad entre los cubanos. ¿Acaso la Revolución fue capaz de eliminar completamente las desigualdades que existían en Cuba en 1959? ¿No generó ella nuevas desigualdades luego de erradicar las viejas? ¿Las remesas o que un familiar trabaje en una firma extranjera no es fuente de desigualdad respecto a un trabajador del sector presupuestado? ¿Son más toleradas las diferencias entre el director de una empresa estatal con carro-celular-viajes y el trabajador de Comunales? ¿Cercando a los individuos que con un negocio particular mejoran su nivel de vida haremos que los ciudadanos que se han quedado atrás progresen?

2. Dar más facilidades al sector privado es volver al capitalismo. El socialismo sigue sin replicarse después de casi treinta años de desaparecida la URSS. No obstante, mirémonos en el espejo de los países más exitosos que lo enarbolan. Ni en China ni en Vietnam se negó el papel de la pequeña y la mediana empresa privada y ésta ha jugado un papel importante en los adelantos económicos de ambas naciones. Dos cosas muy distintas son los grandes monopolios transnacionales que se erigen como poderes globales y otra las PYMES. En el debate nacional, cuando se nos critica, a veces parece que somos lo mismo. ¿Acaso Cuba es más socialista por mantener el sector privado confinado a servicios de bajo valor agregado?

3. La avaricia de los privados es la causa del mercado negro y la violación fiscal. El mercado negro en Cuba es tan viejo como “Espejo de Paciencia”. No surgió con la emisión de las licencias de trabajo por cuenta propia, de ahí que achacarle responsabilidad a los privados por su existencia no se sustenta. Si se quiere acabar con él, lo que hay que atacar son las causas que lo generan. Cualquier otra cosa es irse por las ramas. La indisciplina fiscal, aunque no tiene justificación, sí posee varias explicaciones. Una buena conversación con varios privados, lápiz y hoja mediante, sería suficiente para conocer las insatisfacciones que existen en el gremio al respecto.

4. El sector privado es generador de corrupción, lavado de dinero, prostitución y otras lacras. Es probable que las cifras oficiales demuestren que estos delitos han aumentado en los últimos años. Pero sin duda las causas no se reducen solamente a la existencia del sector no estatal. Ni mucho menos se puede usar este argumento para limitar su participación en la economía nacional. Con esa misma lógica absurda, en los 90 el país habría tenido que negarse el desarrollo de la naciente industria turística ante la proliferación del “jineterismo”, la migración de profesionales hacia las puertas de los hoteles y el aumento de la entrada de drogas. ¿Por qué no se hizo? La respuesta es obvia y el resultado más aún: hoy el turismo es uno de los principales motores de la economía. ¿Por qué quiere aplicarse esa “lógica” perversa con el sector privado?

5. El sector privado ha causado concentración de riqueza y propiedad en unas pocas manos. ¿Dónde están los datos que sostienen esta aseveración? ¿Por qué no se hacen públicos, en caso de existir? ¿Estamos hablando de que en Cuba hay algún Carlos Slim u otro multimillonario que tenga en sus manos las industrias estratégicas del país? ¿Cuáles son los límites de riqueza permitidos en Cuba? ¿Cómo se entiende este prejuicio cuando ya tenemos peloteros, cantantes y pintores millonarios? ¿Cómo se explica, si sabemos que también ha acumulado riquezas algún que otro funcionario que ha metido las manos donde no debía? ¿Estos no son “nuevos ricos” también?

6. Al privado no le importa la comunidad ni los vecinos. Sobran los ejemplos de gente que aporta al barrio, que colabora con su comunidad, que tiene conciencia de su entorno más cercano. Existen también muchísimos negocios donde el sentido de pertenencia de sus trabajadores y dueños es altísimo. ¿Por qué no se muestra también esa cara del fenómeno en los medios de prensa?

7. El privado quiere regresar al capitalismo. Los que hoy trabajamos por nuestra cuenta, al menos lo que yo conozco, lo que deseamos es ser prósperos en nuestra tierra y no en otra. Queremos ser parte también de la difícil pero inaplazable pelea por echar hacia adelante el país.

Gobierno, empresas estatales, privados y cada uno de los cubanos tenemos la obligación de construir un futuro de prosperidad y desarrollo para Cuba. Pero un país donde los prejuicios se vuelven fuente de derecho no llega a ningún lugar. Conciliar la generación de riquezas con la justicia social es el reto. Es un camino en el que, como dijera Deng Xiaoping, no podemos dejar de comer por tener miedo a atragantarnos.

La «fiebre del oro» y sus peligros

Material extraído al construir una galería. Su acumulación arbitraria modificó la superficie del suelo y la vegetación. Foto: Germán Veloz Placencia
HOLGUÍN.–El ejercicio ilegal de la minería con el fin de obtener oro puede ser tan seductor como letal, a juzgar por los casos que han desembocado en tragedias.
A principios del 2018, las excavaciones subterráneas de seis personas concluyeron con la muerte de dos, lesiones severas a tres y leves a una. El fatal de­senlace fue causado por la inhalación de monóxido de carbono, producido por el motor de combustión interna de una turbina colocada para la extracción de agua en la galería donde trabajaban.
Tan pronto se emprendió la investigación del desagradable hecho, salió a flote la falta de conocimientos técnicos para ejecutar una labor que requiere de precauciones extremas, como lo confirma el proceder de las entidades cuyo objeto social es la explotación minera.
También afloraron la intención franca de quebrantar la legalidad y el poco respeto por la vida propia. A lo largo del pasado año, uno de los fallecidos había sido advertido en siete ocasiones por dedicarse a esa actividad. La última ocurrió justo a mediados de diciembre. Esa vez, según consta de su puño y letra, se comprometió a no involucrarse más.
Por supuesto, hay situaciones que no salen  a la luz pública porque no causan muertes, pero no dejan de ser experiencias aterradoras.  Así lo confesó tiempo atrás al colega Luis Mario Rodríguez Suñol, del semanario ¡Ahora!, uno de esos «mineros» que sobrevivió milagrosamente tras el desplome del techo del túnel donde creyó que encontraría el filón del metal dorado que le garantizaría una vida de holguras financieras.
IMPUNIDAD EN JAQUE
Quienes asumen la minería ilegal con fines lucrativos son persistentes en extremo, lo que no significa en modo alguno que operan con impunidad.

En julio del 2014, cuando una especie de fiebre del oro se hizo evidente en los municipios de Holguín, Rafael Freyre, Báguano y Moa, las autoridades holguineras pusieron en ejecución un plan conjunto de acciones para contener el fenómeno, explicó Juan Miguel Morán, vicepresidente del Consejo de la Administración Provincial

Desde entonces hasta finales de diciembre del año pasado se realizaron continuas acciones preventivas y profilácticas, las cuales conllevaron a actuar con 210 personas, de las cuales 141 resultaron procesadas, la mayoría por actividad económica ilícita, aunque hubo sanciones por receptación, desobediencia y tráfico de metales.

Entrada a una galería, construida precariamente, que muestra los riesgos a los que se exponen los buscadores de oro. Foto: Germán Veloz Placencia
Entre otras cosas, se ocuparon 700 instrumentos de todo tipo y siete medios de tracción animal. Asimismo, fueron destruidas 103 facilidades temporales creadas en las áreas de extracción.
«Con fines educativos, a través de los grupos comunitarios presentamos en varios lugares a personas involucradas en estas actividades ilícitas y generamos debates porque se requiere de la participación de los consejos populares para el enfrentamiento efectivo al problema», aseguró el funcionario.
No hay dudas en cuanto a que este es un punto esencial en el propósito de revertir el panorama. En Aguas Claras, localidad cercana a la ciudad de Holguín, donde la minería ilegal fue furor unos tres años atrás, confesiones hechas a este periodista por personas que residen allí demuestran que cavar en lo profundo de la tierra tras el oro sigue siendo una posibilidad vista como, incluso a escala familiar, la manera de alcanzar el bienestar económico no logrado por otras vías.
Hoy, además de la labor preventiva y los operativos exitosos realizados por los miembros de la Policía Nacional Revolucionaria y del Cuerpo de Guardabosques, el plan de enfrentamiento que aplican las autoridades provinciales debe contemplar la aplicación de medidas jurídicas más integrales, aseveró Juan Miguel Morán.

La mayoría de las veces hallamos solo huellas o utensilios abandonados, pero no a los «mineros». Foto: Archivo
«En los procesos penales que se realicen debemos agotar la investigación, aplicar comisos y confiscaciones de bienes. Reconocemos que el minero es el último escalón de la cadena. Por eso es necesario descubrir a quienes organizan y financian la actividad. Hay que determinar el destino final del producto y combatir al fundidor, al joyero y al artesano que actúan al margen de la ley, así como al traficante, extranjero o cubano, que pretende sacar el oro del país».
La falta de advertencias no podrá ser esgrimida por quienes incurran en esos hechos. Juan Miguel Morán comentó que personal de las direcciones de Trabajo e Integral de Supervisión continúan los contactos esclarecedores con los trabajadores por cuenta propia dedicados a la joyería, al tiempo que dan seguimiento al grupo que optó por darse de baja al iniciarse la ofensiva en desarrollo.
No quedarán fuera del control, dijo,  las cerca de 180 personas que en la provincia tienen licencias de recolectores de recursos naturales y de productores-vendedores de bisutería, ni los propietarios particulares de molinos trituradores, para impedir el uso de estos medios en el proceso de extracción ilegal de oro.     
SELLAR GRIETAS
La persistencia de los mineros ilegales se aprecia igualmente en sus desplazamientos constantes hacia zonas nuevas donde no son controlados por las autoridades. Buscan grietas, entre las que se encuentra el insuficiente control de los poseedores de la tierra.

Extractores ilegales huyendo, luego de ser hallados in fraganti. Foto: Archivo
En una reunión reciente convocada por el Grupo de Enfrentamiento Provincial para evaluar la marcha de acciones vitales, entre ellas la rehabilitación de una zona golpeada por la acción depredadora de los buscadores ilegales de oro, el representante de la Empresa Forestal de Holguín, entidad a la que se ha dado un papel protagónico en la siembra de las posturas que restablecerán la floresta dañada, advirtió que se había llegado a esa situación porque varias entidades, entre las que se encuentran  la Empresa Agropecuaria Holguín y varias cooperativas de créditos y servicios y de producción agropecuaria, no ejercieron el deber de custodiar áreas que sobrepasan las 400 hectáreas.
De acuerdo con lo trascendido, los tenentes del terreno alegan no disponer de estructuras específicas para tareas de custodia, lo que no los justifica. Las leyes son precisas en cuanto al deber de proteger el referido patrimonio. Una posible salida sería entregar en usufructo parte de las áreas. Las explotarían personas con deseos y posibilidades reales de protegerlas.
Este reportero cree que una de las decisiones tomada en aquel encuentro, consistente en enviar a los poseedores de la tierra una carta para recordarles sus obligaciones, es demasiado benévola y no producirá el cambio en el modo de actuar.
Eliminar los daños que producen en el entorno los mineros ilegales resulta engorroso y costoso, recordó Enrique Garcés Leyva, representante en Holguín de la Oficina Nacional de Recursos Minerales.
Uno de los informes a los que accedió ese diario detalla que en el sector de Reyna Mercedes, en el municipio de Holguín, donde los mineros ilegales fueron muy activos hasta hace poco, concluyeron complejos trabajos de nivelación de suelos y tapado de hoyos. Igualmente, seis hectáreas resultaron reforestadas, además de trabajar en el restablecimiento de otras ocho ubicadas específicamente en las márgenes de los ríos de la zona.
El mismo documento confirma que en los municipios de Rafael Freyre, Báguano y Moa fue necesario reforestar parcelas al precio de utilizar fuerza de trabajo y recursos de varios tipos, entre ellos combustible y medios técnicos que pudieron emplearse con otros fines.
Los efectos de lo que Rolber Peña Pupo, jefe de la Unidad de Medio Ambiente del Citma en Holguín, define como minería asociada a la extracción artesanal de oro, plantean, según dijo, una mirada rigurosa y respuestas severas sistemáticas.
«Es una práctica destructora. Por ejemplo, afecta la calidad del agua. Está comprobado que la cantidad de oxígeno disuelta en ella disminuye con las operaciones de extracción y transporte de materiales que se realizan en los ríos. Eso mismo aumenta los sólidos en suspensión. Además, la cantidad de material removido será inevitablemente arrastrado en caso de crecidas.
«Igualmente, la extracción de material afecta las riberas del río y su infraestructura natural, igual que a su cauce, sobre todo si las acciones implican un cambio de las pendientes del terreno. Si finalmente ocurre esto, aumenta el riesgo de inundaciones por crecidas. La extracción provoca a la vez afectaciones a la masa de agua subterránea, que se hace más sensible a la contaminación».
Los desordenados y brutales procesos de excavación y traslados de materiales, añadió, también influyen negativamente en la fauna. «Algunas especies emigran porque se les modifica su hábitat con los cambios que se operan en parámetros como temperatura, PH y concentración de oxígeno. También disminuyen las posibilidades de refugio y alimentos. Para eliminar las secuelas de ese fenómeno se necesita de un plazo prudencial, generalmente largo».
Entre los muchos asuntos en los que Rolber y su equipo de trabajo ponen la mirada acuciosa está el control sobre las sustancias químicas (mercurio y ácidos sulfúrico y nítrico) en poder de empresas estatales, cuyos directivos y trabajadores están en el deber de evitar que los referidos productos sean empleados en el proceso de extracción ilícita de oro.
«Hay que conocer con lujo de detalles su disponibilidad real y los destinos que toman, aun cuando esas empresas están en territorios en los que no hay evidencias de minería ilegal en busca de oro. En las zonas donde esta actividad fue ejercida o continúa, deben hacerse estudios concretos para comprobar el grado  de contaminación con esos tipos de sustancias muy dañinas  para la salud cuando se emplean irresponsablemente».

Ordenamiento monetario en Cuba, urgencia y complejidades

Cuba. Por un socialismo sin miedo (I)



Christine Arnaud: Hace 45 años, a mi llegada a Cuba, nosotros tuvimos unas cuantas conversaciones paseando por las calles de La Habana. Me sorprendieron tus palabras y las de otros amigos cubanos, cuando se referían al pasado. Era una forma muy diferente de la que existía en Francia, mi tierra natal. Era un pasado vivo, que daba la impresión de acompañar el presente. Los cubanos hablaban con frecuencia de Martí, de Maceo. Señalaban el lugar donde había caído Pepito Tey, como si me enseñaran el portal de la casa de su abuelo. Y por otro lado, estaba la visión de futuro. El futuro aparecía como un horizonte abierto, un lugar en el que era posible realizar los sueños. Un ejemplo de ello es el Teatro Escambray –con el que colaboraste- que fue una acción transformadora de la realidad de esa zona del país. A pesar de Mayo 68, un francés difícilmente podía plantearse volcarse en una acción colectiva o personal directa, con la idea de transformar radicalmente la realidad, como lo hacían los cubanos. Y el tercer elemento novedoso para mí fue el descubrimiento del espíritu colectivo de los cubanos, que contrastaba con el individualismo al que estaba acostumbrada.

Lo que quisiera preguntarte es si esa percepción mía de lo que representaba el pasado y el futuro en Cuba a principios de los años 70 se puede trasladar a la Cuba actual y si ese sentimiento de colectividad permanece intacto hoy en día


Rafael Hernández: Es una pregunta muy grande, por lo que implica de recuperación de ese pasado y de interpretación sobre el horizonte del que estamos hablando. Cuando nos conocimos, el pasado era uno y el futuro también. Veíamos la Revolución (así, con mayúscula) como el desembarco de una historia por la libertad y la justicia social iniciada hacía cien años. Y claro que era así. Pero nuestra visión del curso de esa historia era más bien lineal, como si hubiera estado hecha de un enfrentamiento entre el bien y el mal, y cada cual estaba identificado nítidamente ex ante. Hoy el pasado se ha multiplicado. Aunque muchos siguen viéndola de manera simple, aquí y allá, y algunos de sus descontentos la despachan como un error, una equivocación en el curso normal de la historia, y otras zarandajas, hoy sabemos que la historia real es muchísimo más compleja, y no puede reducirse a leyes deterministas de la historia, ni tampoco a la preclaridad reconocida de Fidel Castro.

Si damos un paso atrás y nos miramos a nosotros mismos, lo primero es tomar conciencia de cuánto tiempo ha pasado. Tanto como el que había entre el momento de conocernos tú y yo entonces y la víspera de la revolución del 30, acontecimiento entonces remoto para una generación como la nuestra, que no la había vivido. Lo que teníamos muy cerca entonces era el capitalismo, cuya naturaleza no hacía falta demostrar, porque todos lo habíamos vivido y podíamos recordarlo, y era literalmente la Cuba de ayer. Hace poco una profesora les preguntaba a unos jóvenes estudiantes universitarios por “los rezagos del pasado” –retomando la expresión del Che en “El socialismo y el hombre en Cuba”– y ellos le contestaban sobre lo que había ocurrido en los años 80 e incluso a principios de los años 90, su horizonte no es –no puede ser— el del capitalismo y sus rezagos.

En aquel momento en que nos conocimos, lo que había ocurrido antes era más discernible, con un contorno mucho más claro que lo acumulado en el casi medio siglo posterior. Ese acumulado, que incluye nuestra experiencia como pueblo, la del mundo, nuestras propias vidas, está lleno de cosas que queremos rescatar; pero incluye otras que no volveríamos a hacer o a dejar que pasaran.


El futuro tampoco es un camino lineal, ni un mapa de ruta que compartamos todos. La manera de pensar el socialismo, de concebirlo, se ha multiplicado, se ha hecho diversa, como nuestra propia sociedad. La idea del socialismo de entonces –los años 70, 71, 73, cuando me gradué en la universidad— estaba cambiando respecto a la que había predominado hasta 1970. Esa transformación en la cultura del socialismo, se extendió hasta hace poco tiempo, incluyendo los años oscuros de la crisis, el túnel del periodo especial. Al salir de ese túnel, era imposible seguir pensando el socialismo de la misma manera. Pero el tránsito entre los 60 y los 70 –ahora podemos verlo con el beneficio de la perspectiva— fue mucho menos problemático que el actual. Hoy simplemente no existe una idea compartida y perfectamente clara para todos acerca de qué socialismo se trata y cómo este debe ser. Esto se puede ver como una deficiencia –y quizás lo sea— aunque también representa una oportunidad. Hoy sabemos cómo no se hace el socialismo. Esta experiencia no la teníamos en 1968, ni en 1972. Se trata de construir entre todos la propia idea del socialismo, que no es una fórmula abstracta, sacada de un manual o de cuatro discursos, sino un sistema más justo y humano, que no se mida solo por el acceso gratuito a la educación y la salud, sino por la dignidad y la equidad, el desarrollo y la participación ciudadanas, y naturalmente, la soberanía y la independencia nacionales. Seguro que ninguna sociedad de este hemisferio tiene más capacidad para alcanzarlo que Cuba. Pero eso no lo hace más fácil. Antes de morir, el propio Fidel reconoció que no existe una guía de cómo hay que construirlo. En una entrevista famosa, expresó “nadie sabe cómo se construye el socialismo.” Creo que esto describe bastante cómo estamos.

Desde luego que la distancia entre aquel momento de inicio de los 70 y ahora es considerable. Siguen existiendo movilizaciones, pero no tienen hoy el carácter de aquellas acciones colectivas en que nos envolvíamos entonces, de manera mucho más cohesionada y emocional, que nos juntaba a todos o a casi todos. Ahora ocurren como convocatorias a las que muchos responden, pero que no se viven igual. Lo que más se parece a aquellas acciones colectivas de entonces es lo que ocurre, por ejemplo, cuando pasa un ciclón. Ahí se sigue expresando la energía potencial y la capacidad de la movilización social, la fuerza de la vida en comunidad, que yo veo como constructiva de futuro. No comparto la idea de que el sentido de la solidaridad se ha esfumado. En momentos como este del ciclón, la gente sale a hacer las cosas y a ayudar antes de que les orienten nada. La posibilidad de canalizar esa movilización sigue siendo una gran fuerza de cambio en la sociedad cubana. Aunque algunos la describen como una conciencia social desencantada, permanece la motivación de la gente por construir un país mejor, más allá de su entorno inmediato, una sociedad más justa, que sigue siendo la del socialismo, aun cuando no todo el mundo la defina así.

P: A lo largo de los años 70 y 80 tuve el sentimiento de una pugna entre dos fuerzas opuestas: un impulso transformador e innovador y un freno burocrático, una fuerza centralizadora. El fracaso de la zafra de los 10 millones, al inicio de la década del 70, puede haber inclinado la balanza del lado de la centralización. Quisiera saber si esa pugna sigue siendo un problema fundamental en la Cuba de hoy y hasta qué punto la idea de socialismo adoptada después de la zafra de los 10 millones permanece vigente.


R: Creo que el Estado revolucionario de los años 60 era muy centralizador también. El mando político no era descentralizado, ni horizontal, sino todo lo contrario. No con las modalidades del paradigma soviético, ni con sus prácticas, su estilo, pero también altamente centralizado, por razones de seguridad nacional; y esa centralización se quedó, se instaló definitivamente en el sistema. La diferencia era que había una gigantesca participación, o para decirlo con una palabra cubana, un embullo movilizativo, que seguía la dirección orientada por el mando político, pero que no se vivía como formalidad, sino como decisión y voluntad de participar.

En los años 70, el nuevo modelo institucional no se dedicó simplemente a replicar el soviético. Claro que en el mando económico, las fuerzas armadas, el orden jurídico, y hasta en aspectos de la vida interna del PCC, había mucha influencia de aquel modelo. Pero no en los órganos representativos del sistema político. El Poder Popular, por ejemplo, no era la burocracia distante del Soviet, sino buscaba reforzar la capacidad de participación y control desde abajo. Ni el ingreso a las filas del PCC se parecía al predominante en los países del Este de Europa o en China; se mantuvo el estilo establecido desde la construcción del PURSC y el PCC en los 60, de manera que el ingreso implicaba una selección democrática dentro del colectivo laboral, que aprobaba o no al candidato; una consulta con los vecinos, los antiguos compañeros, y una verificación de toda la vida del aspirante a militante del PCC, que se exponía a la crítica y a la evaluación de muchos. La condición de militante conllevaba ante todo un reconocimiento social, no la mera aprobación de los aparatos, e implicaba, naturalmente, su confiabilidad política, pero no le otorgaba privilegios materiales. Así no era –ni es— en otros países socialistas.

No se debe olvidar tampoco que en los años 70 y 80 hubo una profunda transformación de la estructura educacional del país, que ya no tenía como meta la alfabetización, ni el 6º grado; sino a que todos tuvieran un mínimo de 9º grado. Esa revolución educacional disparó el número de profesionales, pues la enseñanza universitaria se extendió a todo el país. A pesar del marxismo-leninismo de los manuales soviéticos en todos los niveles de esa educación, la política cultural no se quedó encerrada en esas concepciones. Los cubanos de los 70 y 80 vieron más películas de orígenes nacionales diversos que ningún país que yo conozca, incluyendo el mejor cine europeo, japonés, latinoamericano, africano, y hasta norteamericano. Lo mismo pasó con las obras literarias de esas regiones. Cine y literatura accesibles para todos a precios ínfimos; así como a todas las manifestaciones artísticas. Esa democratización del acceso a la cultura, la salud y el sistema escolar estuvo marcada por los atavismos atribuidos al paradigma soviético.

En cuanto a la burocracia, o más bien, al burocratismo, ya era un problema en los años 60. Una película como La muerte de un burócrata, en 1966, se burlaba y criticaba la burocracia, que ya era un problema mayor. Lo siguió siendo en los años 80, y dura hasta hoy. Pero claro que el Estado es algo más que la administración o la burocracia; también son los órganos de representación popular, de los ciudadanos. En aquellos años 70, el proyecto del Poder Popular se proponía construir un sistema político que no solamente institucionalizara la participación, sino lograra que los ciudadanos tuvieran capacidad real de influencia. En ese esfuerzo institucional participativo se avanzó mucho en los años 70 y primeros 80, pero después se formalizó, y se perdió ese impulso. Precisamente, uno de los temas de la agenda política actual es la revisión crítica del desgaste ocurrido desde la segunda mitad de los años 80, y especialmente, desde los años 90 para acá, en ese sistema de órganos representativos. Ahora mismo, este es uno de los problemas con que tienen que lidiar políticas de reforma, conocidas como la Actualización del Modelo: revitalizar, renovar, reestructurar, rejuvenecer y darle realidad al funcionamiento de los órganos representativos del Poder Popular, desde el nivel de circunscripción y Asamblea Municipal, hasta la Asamblea Nacional. Y aquí entramos en el tema de la democracia, presente por cierto ya desde los años 60, por ejemplo, en El socialismo y el hombre en Cuba, cuya agenda de problemas mantiene vigencia casi total en nuestros días.


El socialismo estado-céntrico concebido en los 60, 70 y 80, está agotado. Se requiere un modelo mucho más diverso, centrado en la sociedad, representativo de sus diferentes grupos, donde todo el mundo tenga voz y no solamente voto; donde no solo se pueda ejercer el derecho a discrepar, sino a influir y controlar las decisiones. Esto se dice rápido. Pero es un desafío y un problema estratégico que caracterizan el debate actual.

P: Cuando llegué a Cuba a principios de los años 70, el enfrentamiento entre Cuba y los EEUU estaba en un punto álgido. Había embarcaciones pesqueras, como la del Alecrín, secuestrada en aguas internacionales, aviones norteamericanos que sobrevolaban la isla. La tensión era máxima. Los tiempos han cambiado bastante. ¿Cómo definirías las relaciones actuales de Cuba con EEUU? ¿En qué aspectos se han modificado con el cambio de Obama a Trump?

R: Las relaciones entre Cuba y los EEUU se han venido modificando, sobre todo después del fin de la Guerra fría. Aunque no habían dado lugar a la normalización diplomática, ya habían tenido lugar cambios importantes. Por ejemplo, la cooperación en materia de inmigración y control de fronteras, para asegurar un flujo migratorio ordenado y razonablemente organizado; la vigilancia y protección de las zonas aledañas a Cuba y a los EEUU, especialmente la intercepción del narcotráfico. No hay que olvidar la cooperación en asuntos como la detección y prevención de huracanes, la cooperación en materia de protección del medio ambiente, contra epidemias y contaminación de las aguas, o para evitar y actuar contra derrames de petróleo en aguas profundas. Ambos ya cooperaban, especialmente en cuestiones como estas, que tienen una significación en materia de seguridad nacional para los dos lados. Antes de que Obama propusiera abrir las embajadas (digo Obama, porque Cuba ha querido abrir embajadas hace mucho rato), los dos países coordinaban asuntos de seguridad nacional. Esa no era la Cuba en la que EEUU decidió secuestrar y retener un barco pesquero cubano, o que toleraba con total impunidad a los grupos extremistas terroristas con base en Miami que operaban contra la Revolución, o que resistía provocaciones desde la Base naval norteamericana en Guantánamo.

De modo que el proceso de la normalización no debe verse como un acto en el que la administración Obama se lleva todas las palmas, sino como resultado de un proceso de identificación de intereses mutuos. Cuando se acaba la administración Obama en enero de 2016, ninguno de los acuerdos que se habían firmado fueron cancelados, lo que sigue siendo así hasta el presente. El presidente Trump ha dicho cosas muy chocantes acerca del sistema político cubano –lo que tampoco es nuevo ni ha hecho solo el gobierno de EEUU–, y repetido la misma tonada respecto a la libertad y los derechos humanos en Cuba –tampoco nueva ni exclusiva–. Sus medidas hasta ahora han consistido en prohibir que los visitantes norteamericanos que vienen bajo la licencia “people to people” se hospeden en hoteles administrados por empresas de las fuerzas armadas o el Ministerio del Interior, ni puedan venir por su cuenta, sino que deben hacerlo en grupo, organizados por una agencia de viajes autorizada. Por lo demás, las visitas no se han prohibido. En 2017, en la primera mitad del año, aumentó el número de esos visitantes provenientes de los EEUU, en más del doble.


Lo más importante –y podríamos estar hablando sobre este tema durante mucho tiempo– ha sido que el flujo de personas de un lado a otro ha aumentado y se ha diversificado. A la isla llegan no solo estudiantes y jubilados, sino empresarios, abogados, gobernadores, alcaldes, empleados públicos, congresistas, ex-funcionarios de alto nivel, militares retirados. Como resultado, la Cuba “gulag tropical” donde “la pobre gente sufre miseria y opresión” se ha transformado en esa isla cuya capital es “una de las 14 ciudades del mundo que usted no debe dejar de visitar” –siempre citando al New York Times.

En este minuto, y desde agosto de 2017, quizás el mayor perjuicio a las relaciones no sea el de los hoteles prohibidos y la limitación a los viajes individuales, sino la disminución de los intercambios académicos y culturales. Estoy impartiendo una clase a un grupo de estudiantes de pregrado de varias universidades norteamericanas, que pasan un semestre aquí en La Habana. Se trata de universidades grandes, que pueden costear estos programas, y tienen asesores legales experimentados en las regulaciones de su gobierno. Pero las más pequeñas, así como muchos ciudadanos comunes que viajaban bajo la licencia “people to people” se ven amedrentados por las “advertencias” que ha emitido el Departamento de Estado respecto a la “inseguridad” de visitar Cuba, descrita como una país donde se puede ser víctima de una “agresión sónica” que les afecte el cerebro [1]. Por rocambolesca que parezca la historia de los diplomáticos con sordera y daños cerebrales, las universidades y otras instituciones, así como los ciudadanos comunes y corrientes, son sensibles a estos anuncios sobre peligros que los acechan en un mundo hostil. Así que el número de visitantes, incluidos estudiantes, declinó en la segunda mitad de 2017.

Por otro lado, no son únicamente norteamericanos que ahora están autorizados a venir a Cuba, aunque no en la condición de turistas ni lo hagan con total libertad, sino de cubanos que van a los EEUU.

Y esto no atañe solo a la política norteamericana, sino a la nuestra. Cuba en los últimos años –exactamente, desde el 16 de enero de 2013– ha cambiado sus regulaciones migratorias. Ahora, para radicarse y trabajar afuera, no hay que “irse” de Cuba. De hecho, si me preguntaras cuántos cubanos se han ido de Cuba en el último año, ni yo ni nadie te lo podría contestar. Porque el que se fue de Cuba hace un año o 20 meses, mientras mantenga un pasaporte vigente, puede regresar. De manera que el irse de manera definitiva es ahora una opción que solo pueden escoger los que no quieren vivir en Cuba nunca más, o no quieren tener propiedades en Cuba, o no quieren disfrutar de ninguna de las ventajas que puede tener el vivir en Cuba, incluido el acceso al sistema de salud. Incluidos los que se van para EEUU.

Esos cubanos que consiguen allá su residencia (al amparo de la Ley de Ajuste Cubano, que sigue ahí intacta), obtienen un empleo, ahorran, mandan remesas a sus parientes, regresan a Cuba, vuelven a salir, vuelven a regresar. Lo que era una carretera de una sola vía, ahora es una rotonda: se entra y se sale. Ha cambiado entonces la índole y la percepción sobre la decisión migratoria, así como el lugar de los emigrados en la vida del país. Muchos cubanos residentes afuera, sin haber perdido su residencia adentro (como ocurría antes de 2013), no se limitan al rol de suministradores al fondo de consumo familiar de sus parientes, sino se han convertido en inversionistas dentro del nuevo sector privado cubano. Por otra parte, una cantidad creciente de los que se fueron antes de 2013 ha recuperado su residencia permanente en Cuba, al amparo de la nueva ley de 2013. Así que numerosos residentes en el exterior vienen a Cuba cada dos o tres meses, en algo más parecido a una puerta giratoria que a un simple diálogo entre el gobierno cubano y la emigración.


Ese diálogo se inauguró como política hacia la comunidad cubana en el exterior en 1978-79, según recordarás, pues estabas aquí. Ahora esta relación no se cifra en un diálogo (que sería necesario renovar como política, por cierto), sino en una nueva articulación con la vida nacional, una especie de concatenación, un flujo constante, de doble vía, que tiende a ser el normal de cualquier país. Esta es una parte fundamental de nuestra relación con EEUU que no debemos olvidar, aunque no sea parte de acuerdos oficiales entre los gobiernos.

Claro que a casi nadie en el universo le puede gustar una presidencia como la de Donald Trump –no solo a los cubanos. Pero realmente somos uno de los países que menos ha sufrido los impactos de esta nueva administración norteamericana, en términos relativos. A mi juicio, lo irreversible del proceso de normalización entre los dos gobiernos es que responde a una nueva configuración de intereses de ambos lados, donde la seguridad nacional sigue siendo el principal marco de referencia, y donde la geopolítica resulta como siempre decisiva. En este mundo que no es ya bipolar, ni tampoco unipolar, como se estuvo diciendo en la primera posguerra fría, nuestras relaciones dentro del sistema internacional incorpora nuevas fortalezas. Algunos miran nuestras relaciones exteriores con lentes viejos, confundiendo a Venezuela con la URSS, y a Miami con la política doméstica norteamericana. La ecuación de esas relaciones exteriores tiene mucho más variables de peso, empezando por Rusia y China, la propia Europa, para no hablar del resto del hemisferio, con interlocutores como Canadá y los principales países de la región, y la continuada cooperación con África, incluyendo viejos aliados como Argelia. Cuba tiene más relaciones con más países en el mundo que nunca en su historia. Y también cuenta con nuevos interlocutores dentro de los propios EEUU, sin excluir a un número no despreciable de congresistas y gobernadores republicanos.

Lo irreversible también se refiere, entonces, a que esa relación ha dejado de ser monoaural, entre los dos gobiernos, y se ha vuelto estereofónica, al involucrar a una variedad de actores y canales de comunicación. Estos abarcan interflujos culturales, académicos, económicos, religiosos, entre ciudades y regiones, en diversos niveles, más allá y por debajo del gobierno de EEUU, entre los dos lados. A pesar del impacto negativo reciente sobre la emisión de visas a cubanos y las advertencias sobre amenazas neurológicas a los viajeros de EEUU, este proceso de cambio en la tónica de las relaciones entre las dos sociedades está tejiendo una red nueva de intereses y vasos comunicantes entre las dos partes que no podemos desconocer.

P: Dices que un cubano que se va a EEUU y trabaja en EEUU, puede luego regresar, puede salir y entrar de nuevo. ¿Ese cubano puede decidir volver a vivir en Cuba y seguir trabajando aquí en Cuba?


R: Naturalmente que sí. Se van a EEUU, trabajan allá, regresan, se compran una casa o un automóvil, se vuelven a EEUU a ganar dinero, a trabajar en oficios para los que están muchas veces super calificados, trabajos manuales -como hacen muchos otros inmigrantes- con la ventaja, respecto a los demás, que pueden obtener la residencia permanente con mucha más facilidad que los de cualquier país de América Latina.

En los últimos días de su presidencia, Obama terminó la política de pies secos/pies mojados, que le permitía a un cubano llegar en un bote a EEUU y si ponía un pie en ese país, ya no lo podían sacar; o aparecerse en la frontera de México o Canadá, y las autoridades migratorias lo dejaban entrar. Eso se acabó. Como resultado, ¿cuántos cubanos están llegando en bote a los EEUU? En algunos de los últimos meses llegaron cero. ¿Por qué? Saben que si llegan sin visa a los EEUU, van a estar tan ilegales como un guatemalteco o un salvadoreño. Y prefieren no correr ese riesgo.

Esto prueba que la presión migratoria aquí es la misma que puede haber en cualquier parte, probablemente menos, porque hay muchísima gente desesperada que se lanza a querer llegar a EEUU a través de Centroamérica y México, o en un bote desde el Caribe. Sin ese privilegio que antes tenían, los cubanos lo piensan dos veces y deciden que no.

Creo que Cuba debe seguir avanzando en su política migratoria; en las relaciones con los cubanos que viven afuera. No sólo con los que están saliendo en los últimos años; sino con los que se fueron hace 25-30 años y más. Es necesario que se normalicen esas relaciones y que los que están afuera puedan regresar, en la medida que respeten las leyes del país. Así hicieron los chinos con sus emigrados, y los vietnamitas. Se trata de una política al margen de las relaciones que puedan tener los dos gobiernos.

P: Hace poco Silvio Rodríguez cantó en los EEUU, cantó en Nueva York, me parece. ¿Es primera vez que lo hacía?

R: No es la primera vez. Te refieres a cuando cantó en el Central Park. Muchas agrupaciones cubanas han actuado en los EEUU. De hecho, cuando los Van Van, el grupo de música bailable más conocido en Cuba, fueron por primera vez a tocar a Miami en un estadio, el exilio neandertal les hizo un boicot, con amenazas de bombas, etc. Puro terrorismo. Ahora no pasa eso. Las orquestas tocan, la gente va a bailar, los invitan a programas de televisión. Todo eso forma parte de una nueva relación con EEUU que no podemos soslayar. Es decir, que el conjunto de esas relaciones no está atrapado en las manos de los cavernícolas, como algunos parecen creer. Hay numerosos factores y protagonistas, como te comentaba antes, que no comparten la ideología, pero sí los intereses comunes. Y que vienen a este país todas las semanas.

P: En 1972, hacía cinco años que el Che había sido asesinado en Bolivia. Se seguía hablando de exportar la Revolución en América Latina. Los movimientos guerrilleros estaban activos en la región. Han sucedido muchas cosas desde entonces. ¿En qué sentido se han modificado las relaciones entre Cuba y América Latina? ¿América Latina es más o menos importante para la Cuba actual?


R: Yo creo que sigue siendo muy importante para la Cuba actual. En los años 60, la importancia estaba en que siendo un país de esta región, a la que nunca renunciamos, no teníamos acceso a ella, porque nos lo habían cortado. Cuando llegaste a esta isla, la mayoría de los países de América Latina y el Caribe no habían restablecido relaciones con Cuba. Hoy todos las han recuperado, antes de que lo hicieran los EEUU, todos sin excepción. Y en alguno de esos lugares, por ejemplo en Guatemala, El Salvador, Haití, Brasil, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, donde los guerrilleros cubanos o los guerrilleros latinoamericanos entrenados en Cuba, en aquellos años 60, no pudieron en la mayoría de los casos arraigarse y triunfar, o en parajes donde nunca soñaron llegar estos guerrilleros, hoy hay médicos cubanos. Y la cantidad de esos médicos, expertos en alfabetización, entrenadores deportivos, rebasa con mucho a la de aquel puñado de guerrilleros apoyados por la Revolución cubana, en momentos de total aislamiento, la mayoría de los cuales, por cierto, no fueron enviados ni respondían al gobierno cubano, sino a la convicción de que una revolución para resolver la injusticia social y la opresión era necesaria en sus países. Esa es una de las paradojas. No es sólo que América Latina es más importante para Cuba, sino que el perfil de Cuba es mucho más alto en la mayoría de América Latina y el Caribe de lo que nunca fue en aquella época. Hasta ese punto ya no se percibe a los revolucionarios cubanos como amenaza o factor de inestabilidad. Habría que extenderse más allá de esta entrevista para razonar de manera ecuánime sobre lo que de verdad pasó en la segunda mitad de los años 60 con las guerrillas entrenadas en Cuba. Pero solo para mencionar una medida actual de cómo han cambiado las cosas es el hecho de que en un país donde hubo guerrillas entrenadas en Cuba –como fue el caso del ELN de Colombia– La Habana fue el país elegido por el gobierno colombiano para negociar la paz con la más importante de las organizaciones guerrilleras, FARC-EP.

No es un secreto para nadie, ni hace falta que lo subraye: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua han sido en los últimos años países con los cuales Cuba ha tenido relaciones muy especiales, como nunca pudo con ningún país en los años 60 e incluso en los años 70, si ponemos como excepción el Chile de Salvador Allende, entre 1970 y 1973, o el triunfo sandinista y la elección de la Nueva Joya en Granada, en 1979. Hoy existen relaciones muy estrechas de cooperación con todos los países del Caribe. Incluso con uno que produjo un trauma nacional, asociado a una invasión norteamericana, la isla de Granada, donde cubanos y soldados norteamericanos se enfrentaron en una batalla muy desigual, en 1983. A pesar de aquel acontecimiento amargo, hay maestros y médicos en Granada, como en casi todos los países del Caribe (con la excepción de Puerto Rico), al igual que en otros latinoamericanos. Las relaciones de Cuba con el Caribe y Centroamérica son hoy muchísimo más profundas que nunca antes.

En cuanto a nuestras relaciones comerciales, económicas y políticas con el gobierno de Venezuela, hay quienes las comparan con las existentes antaño con la Unión Soviética. Lo que solo puede responder a ignorancia o mala fe; y en todo caso, resulta ridículo. Hay que no tener ni idea de cuál era nuestra relación con la Unión Soviética ni entender la posición de Venezuela en el contexto de las relaciones exteriores cubanas para hacer esa comparación. Cuba tiene relaciones mucho más diversificadas que las que tuvo en los años 70 y los 80 de manera muy concentrada con el campo socialista, con el que transcurría el 80% del intercambio comercial y financiero externo. Hoy ese sector externo está muy repartido.


Nuestras relaciones con Europa son mejores que nunca antes, incluidos casi todos los europeos, empezando por España, y la propia Unión Europea. Canadá se ha mantenido en todos estos años como un socio comercial de Cuba, inversionista principal en la extracción de níquel, y origen de la mayor parte de los turistas, más de la tercera parte. Nuestro primer socio comercial es China, lo que no resulta extraño, por cierto, en el contexto regional. Las relaciones económicas con Rusia, muy disminuidas en los 90, se han reanimado aceleradamente en los últimos años. Nada de ese aumento tiene que ver con el suministro de armas o tecnología militar, dicho sea de paso. De manera que el horizonte de las relaciones internacionales de Cuba está mucho más repartido de lo que estuvo nunca, antes o después de la Revolución. Esto es clave respecto a una política que evitaría poner todos los huevos en la misma canasta. Si, por ejemplo, se levantara el bloqueo de los EEUU, podría ser que tuviéramos la paradoja de un nuevo desafío, consistente en precavernos de concentrar las nuevas relaciones comerciales y financieras con EEUU. Los economistas repiten que EEUU es el mercado natural de Cuba, puesto que es el más grande del mundo, y está al lado de nosotros. Naturalmente que sería más rentable traer arroz de Luisiana, que está aquí enfrente, en vez de acarrearlo desde Vietnam, de donde lo estamos trayendo ahora mismo, o de China, o incluso de Brasil o Uruguay, tomando en cuenta solo el costo del flete, sería una alternativa más racional en términos de costo/beneficio. Pero ese mercado norteamericano podría crearnos un problema de carácter contrario al del bloqueo, el de una especie de succión de las relaciones externas de Cuba, que tenderían a concentrarse en la economía norteamericana. Esa concentración no sería buena para el interés nacional.

Primera parte de la entrevista realizada por Christine Arnaud en La Habana, septiembre 2017. Editada por Alejandro García Arnaud y revisada por el entrevistado.

[1] Alusión a hechos reportados por EEUU a finales de 2016, cuando empleados de la embajada de ese país sufrieron “migrañas, náuseas”, pero también “ligeras lesiones cerebrales de origen traumático y pérdida definitiva de audición”, debido a supuestas “ondas sónicas” que circulaban en dicha sede

A favor de los bonos soberanos asociados al PIB


LONDRES – Llegó la hora de que los gobiernos nacionales en todo el mundo empiecen a emitir su deuda de una forma diferente, vinculada a los recursos de sus países. Los bonos vinculados al PIB, con cupones y bono capitalizado que suben y bajan en relación al PIB del país emisor, prometen resolver muchos problemas fundamentales que enfrentan los gobiernos cuando las economías de sus países flaquean. Y, una vez que varios países emitan bonos vinculados al PIB, los inversores se verán atraídos por la perspectiva de altos retornos cuando a algunos de estos países les va muy bien.

Este nuevo instrumento de deuda es especialmente atractivo por su dimensión monumental. Si bien las emisiones pueden empezar siendo pequeñas, serán muy importantes desde el principio. El valor capitalizado del PIB global total representa mucho más que los mercados bursátiles del mundo, y hoy podría rondar los cuatrillones de dólares estadounidenses.

Hoy, un manual de código abierto bien documentado que acaba de publicar el Centro de Investigación de Políticas Económicas, Bonos soberanos asociados al PIB: lógica y diseño, explica cómo pueden hacerlo los gobiernos. Yo fui uno de los editores del libro junto con Jonathan D. Ostry del Fondo Monetario Internacional, y James Benford y Mark Joy del Banco de Inglaterra. El libro se inspira en un trabajo encargado por las recientes presidencias china y alemana del G-20, con la colaboración de 20 prestigiosos economistas, abogados e inversores. Su publicación cuenta con la aprobación de Andy Haldane, director ejecutivo de Estabilidad Financiera del Banco de Inglaterra, y Maurice Obstfeld, asesor económico y director de investigación del Fondo Monetario Internacional.

Yo vengo defendiendo algo parecido a los bonos asociados al PIB desde hace 25 años. En mi libro Mercados macro de 1993, describí el PIB del mundo como la "madre de todos los mercados" y resalté una forma de deuda que llamé "demandas perpetuas". Pero no elaboré un plan real de implementación y promoción. Bonos soberanos asociados al PIB hace precisamente eso.

La idea básica es lo suficientemente simple. Los gobiernos emiten bonos asociados al PIB para recaudar fondos, de la misma manera que las corporaciones emiten acciones. Al emitir estos bonos, los gobiernos prometen pagar en proporción a los recursos que tienen, en base al PIB de sus países. El ratio precio-PIB de los bonos asociados al PIB es esencialmente análogo al ratio precio-ganancias de las acciones corporativas. La diferencia es que el PIB es una orden de magnitud mayor a las ganancias corporativas representadas por el mercado bursátil.

Como sostiene Bonos soberanos asociados al PIB, la emisión de bonos asociados al PIB creará un "espacio fiscal" -una protección para exigencias- para algunos países. Cuando los pagos de deuda gubernamental se fijan en términos monetarios, como suele suceder hoy, los países se meten en problemas. En una crisis financiera, se vuelven sobreapalancados, no pueden contraer más deuda y se ven obligados a tomar medidas drásticas que pueden impedir la recuperación de la crisis. Los contribuyentes, más que los inversores dispuestos, se ven forzados a convertirse en quienes terminan asumiendo los riesgos.

Emitir bonos asociados al PIB es similar a comprar un seguro contra una crisis económica. Las crisis que estallaron en países como Irlanda y Grecia hace diez años no habrían sido tan severas si su deuda hubiera estado asociada al PIB. Y lo mismo es válido hoy: los inversores en todo el mundo seguirán aceptando el riesgo, dada la ventaja ilimitada de invertir en economías enteras. Y pueden obtener el ne plus ultra de la diversificación al tener bonos asociados al PIB de todo el mundo.

Cabría preguntarse por qué los países casi nunca han emitido títulos asociados al PIB. La razón es sencilla: la innovación financiera es difícil. Los inventos financieros son tan complejos como los inventos en materia de ingeniería, y deben elaborarse muchos detalles para que las cosas funcionen bien. Prácticamente no tenemos ejemplos de bonos asociados al PIB que hayan resultado exitosos por la misma razón que no vimos computadoras portátiles hasta fines de los años 1980. Innovar lleva tiempo y energía.

El nuevo libro se ocupa del problema del diseño, y describe un contrato para la deuda. Las respuestas a veces se centran en preguntas aparentemente menores pero importantes. Por ejemplo, ¿cómo lidiará el mercado con las subsiguientes revisiones por parte de los gobiernos de sus estadísticas anunciadas del PIB? ¿Qué pasará si el gobierno de alguna manera no produce una cifra de PIB a tiempo? ¿Cuál es el ranking de prioridad de los bonos asociados al PIB en relación a otra deuda soberana? ¿Cómo deberían redactarse las cláusulas de acción colectiva, y deberían extenderse a la deuda convencional del país? ¿Los bonos asociados al PIB deberían ser emitidos en la moneda nacional o en una moneda de reserva?

Algunos temen que los gobiernos puedan manipular sus estadísticas del PIB como para tener que pagar menos. Pero eso es improbable, porque un PIB más bajo sería tomado como una señal de fracaso del gobierno. Como señala Bonos soberanos asociados al PIB, la deuda indexada por inflación es aún más vulnerable a las trampas del gobierno, porque el incentivo monetario para el gobierno es publicar una inflación menor, lo que está en línea con mantener las apariencias. Y, aun así, la deuda indexada por inflación no ha estado plagada de deshonestidad.

La economía global está mejorando, pero las consecuencias de la crisis financiera han dejado atrás una montaña de deuda gubernamental, lo que hace que los gobiernos tengan menos posibilidades de depender de la política fiscal para responder a una nueva crisis. Es importante empezar a establecer deuda asociada al PIB ahora, según las líneas que se describen en el nuevo libro, de manera que se puedan manejar los mayores riesgos, y que los responsables de las políticas pueden centrarse en mantener la estabilidad económica.

Ya se han probado instrumentos de deuda similares a los bonos asociados al PIB, pero sólo cuando ya es demasiado tarde: como un componente de emergencia de un proceso de reestructuración post-default. Ahora, los países que no están en crisis tienen la oportunidad de experimentar en una situación real. El mayor paso hacia adelante se producirá cuando los países avanzados emitan bonos asociados al PIB en tiempos relativamente normales. Eso marcará el ejemplo que el resto del mundo viene esperando desde hace rato.



Robert J. Shiller, a 2013 Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at Yale University and the co-creator of the Case-Shiller Index of US house prices. He is the author of Irrational Exuberance, the third edition of which was published in January 2015, and, most recently, Phishing for Phools: The Economics of Manipulation and Deception, co-authored with George Akerlof.