"La edificación de la nueva sociedad en el orden económico es también un trayecto hacia lo ignoto". RCR
Fidel
sábado, 15 de febrero de 2025
𝐑𝐞𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚𝐬 𝐞𝐜𝐨𝐧𝐨́𝐦𝐢𝐜𝐚𝐬: ¿𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐚𝐩𝐞𝐥 𝐣𝐮𝐞𝐠𝐚𝐧 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚 𝐚 𝐥𝐚 𝐜𝐫𝐢𝐬𝐢𝐬 𝐞𝐜𝐨𝐧𝐨́𝐦𝐢𝐜𝐚 𝐚𝐜𝐭𝐮𝐚𝐥?
Los dislates de Milei sobre el tipo de cambio
Por Rolando Astarita
![](https://rolandoastarita.blog/wp-content/uploads/2014/04/marxista_economista.jpg?w=169&h=169&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2&zoom=2)
En una nota que publicó La Nación (8/02/2025), con título “Atraso cambiario: el disco rayado de los economistas”, Javier Milei polemiza con sus colegas (muchos de ellos liberales) que dicen que el peso está sobrevaluado. La nota nos llamó la atención por la manera en que presenta, con palabrería “científica”, argumentos completamente disparatados sobre el tipo de cambio “de equilibrio” y cuestiones anexas. En lo que sigue presentamos las principales cuestiones.
“Teoría” a lo Milei del tipo de cambio
En su nota Milei comienza diciendo que “toda vez que el tipo de cambio real (TCR) empieza a caer… los economistas comienzan a dar alarmas de atraso cambiario sin siquiera considerar el caso de una apreciación del peso”. Es un cargo incomprensible, ya que hablar de la caída del TCR equivale a hablar de la apreciación del peso.
A continuación afirma que “el método que usan [los economistas] tiene una serie de problemas metodológicos graves”. O sea, tendrían problemas de método al cuadrado para determinar el tipo de cambio “de equilibrio”. ¿Y cuál es el más importante? Pues consiste en que “nadie puede determinar el vector de precios de equilibrio general intertemporal de donde se deriva que el tipo de cambio está atrasado, ya que su cálculo implica conocer las preferencias, la tecnología y las dotaciones, tanto de la economía local como de la mundial, y no solo en el presente sino también para el futuro”.
Naturalmente, cualquier persona no interiorizada en lo elemental de las explicaciones del tipo de cambio quedará impresionada con estos “vectores de precios” y sus correspondientes “equilibrios generales intertemporales”. Pero el planteo no tiene pie ni cabeza. Es que cuando los economistas, sean de la corriente que sea, discuten sobre el tipo de cambio y sus valores “de equilibrio”, jamás pretenden, o han pretendido, establecer esos vectores de precios “de equilibrio”. Nótese que determinarlos implicaría, según Milei, conocer “preferencias, tecnologías, dotaciones” de todas las ramas de las economías, no solo nacional sino mundial, para derivar el eventual tipo de cambio de equilibrio. Nadie ha planteado siquiera la posibilidad de semejante derivación. Es que la misma sencillamente no existe. En particular, a ningún referente de la escuela austriaca (que Milei dice seguir) se le ocurrió tal cosa.
Después de todo, y como precisa von Mises, la utilidad en el margen (la base de la teoría subjetiva del valor) que tienen los bienes para quienes los intercambian no puede ser conocida de antemano por el economista. Simplemente, según los austriacos, se expresa en los precios. Lo cual vale también para el tipo de cambio, sea este de contado, o el establecido en los mercados de futuros. Con respecto a estos últimos, los operadores establecen los precios de los contratos de futuros en base a los diferenciales de las tasas de interés, y las previsiones, siempre tentativas, de cómo evolucionará la especulación (planteado por el llamado enfoque de microestructura). Lo central es que a nadie se le ocurre que deba esperar a conocer los vectores de precios, locales y externos, de los que habla Milei.
Indeterminación, paridad de poder adquisitivo y TCR de los países en desarrollo
En relación a lo planteado en el apartado anterior, destacamos que incluso si se pudieran determinar los vectores de precios “de equilibro” de los que habla Milei, no habría manera de determinar el tipo de cambio “de equilibrio”. Es que, siendo q = EP*/P (q: TCR; E: tipo de cambio nominal; P* vector “de equilibrio” de los precios externos; P vector “de equilibrio” de los precios internos), tenemos una ecuación para dos incógnitas, E y q.
Por supuesto, muchos podrán decir que el E “de equilibrio” surge de establecer q = 1; de manera que E = P/P*; en ese caso el tipo de cambio E está a paridad de poder adquisitivo. Pero esta determinación “desde fuera” debe justificarse. ¿Y por qué debería ocurrir que el tipo de cambio “de equilibrio” sea el determinado de esta forma si el desarrollo de las fuerzas productivas (y por lo tanto, de las productividades) difiere fuertemente entre, por ejemplo, los países desarrollados y los países en desarrollo? ¿Qué tipo de “equilibrio cambiario” puede haber en ese caso con un E que establece el TCR = 1?
Tal vez consciente del problema, más abajo Milei sostiene que “en un intento de corregir esta dificultad” [la imposibilidad de conocer los vectores de precios de equilibrio; dificultad que ha inventado el propio Milei] “los economistas suelen recurrir a promedios como si existiera un proceso de reversión a la media, lo cual implicaría que los parámetros profundos no cambian en el tiempo, lo cual es obvio que es falso”.
De nuevo, problemas. Es que muchos economistas (neoclásicos en su mayoría) sostienen que hay un proceso de “reversión a la media” en el tipo de cambio real cuando se trata de la relación entre economías desarrolladas. No cuando se refiere a los tipos de cambio de economías en desarrollo con baja capacidad competitiva en el mercado mundial. En estos casos, el TCR tiende a establecerse en niveles relativamente elevados (por encima del tipo de cambio a paridad de poder de compra). Por caso, ya hace más de 30 años Summers y Heston señalaban que el resultado empírico mejor conocido del Programa de Comparación Internacional (ICP) es la documentación de las diferencias entre el tipo de cambio de un país y su paridad de poder adquisitivo. Escribían: “La versión fuerte de la doctrina de la PPA casselliana sostiene que la tasa de cambio de equilibrio estará determinada por los niveles de precios relativos de los países. La evidencia es inequívoca para cada uno de los estudios que son puntos de referencia del ICP acerca de que esto no se cumple. No solo las tasas de cambio difieren de manera significativa de sus correspondientes paridades de poder de compra, sino que lo hacen de manera sistemática: el nivel nacional de precios de un país, definido como la ratio de su paridad de poder de compra con sus tasas de cambio es una función creciente de su nivel de ingreso o estadio de desarrollo” (Summers y Heston, 1991) “The Penn World Table (Mark 5). An expanded set of international comparation 1950-1998” Quaterly Journal of Economics, vol. 106, pp. 327-368).
Agreguemos que el modelo Balassa Samuelson (estándar en cursos de economía internacional) procuró explicar esta sistematicidad. Por nuestra parte, en Economía política de la dependencia y el subdesarrollo, y antes en Valor, mercado mundial y globalización, presentamos una explicación basada en la teoría del valor trabajo. En este último enfoque la tendencia al tipo de cambio alto en países atrasados tiene como base la baja productividad relativa.
En cualquier caso, el planteo de Milei es doblemente absurdo. Primero, porque los vectores de precios de equilibrio no se pueden determinar en la práctica, y nadie buscó determinar el tipo de cambio de equilibrio a partir de esos soñados vectores. Y segundo, porque aun si eso fuera posible, E y q “de equilibrio” seguirían indeterminados. A no ser que, por decreto, se establezca que el tipo de cambio de equilibrio es el que determina el TCR = 1, sin importar que el mismo conecte países con productividades y niveles de desarrollo similares o extremadamente desiguales. Lo cual estaría en contradicción con lo que ocurre en la realidad, especialmente cuando hablamos de países con bajo desarrollo de las fuerzas productivas.
Bienes transables, no transables, y otro disparate de Milei
Después de haber desbarrancado con la idea de que el tipo de cambio de equilibrio solo se podía deducir de vectores de precios de equilibrio, Milei propone otra extraña forma de determinar un eventual atraso cambiario. Esta vez diferencia entre bienes transables (se exportan o importan) y bienes no transables (típicamente, servicios), y escribe: “Una forma alternativa de enfocar la cuestión del atraso cambiario es en un modelo de bienes transables y no transables. Así el tipo de cambio real estaría dado por el cociente entre el precio de los transables sobre el de los no transables”.
Leo esto y no puedo creer lo que leo. Es un disparate mayúsculo, porque por esa vía no hay manera de llegar al TCR. Para verlo de manera sencilla, supongamos que el precio de T (transable) sea $100 y el precio del NT $50. ¿Qué determinaría el cociente $T/$NT? Respuesta: solo que la relación es 2. ¿Qué tiene que ver esto con el tipo de cambio real? Respuesta: nada que ver. El asunto no mejora si se ponderan la participación de los bienes por sus volúmenes. El fondo del problema permanece: la relación que establece Milei no tiene punto que ver con el tipo de cambio.
No encuentro cómo Milei puede escribir semejante cosa. ¿Qué lo puede haber inducido al dislate? ¿No será alguna lectura apresurada y mal digerida del Balassa – Samuelson? Es que en este modelo los vectores precios nacional y externo incluyen los precios (no teóricos, sino dados) de los bienes T y NT (ponderados por sus participaciones). Sin embargo, el tipo de cambio nominal en este modelo está determinado por la relación entre los precios de los bienes transables de los países que intercambian. No por la relación de precios transables – no transables de un mismo país. Eso último no tiene sentido. Es fácil advertir que nada de esto se aplica al “método metodológicamente correcto” con el que Milei pretende determinar si el tipo de cambio está atrasado.
Una ausencia clave: los balances de cuenta corriente, TCR y las crisis cambiarias
Después de haber mostrado y alardeado de sus conocimientos teóricos sobre determinación de tipo de cambio de equilibrio, Milei hace un repaso de lo que llama “patrón Kirchnerista” y “patrón Cambiemita”. Al hacerlo, pasa por alto una cuestión fundamental en la economía argentina: la alternancia de períodos con TCR bajo, déficits persistentes en la cuenta corriente, necesidades crecientes de financiamiento, estallido de corridas cambiarias, crisis financieras y reversiones a TCR elevado, superávit en cuenta corriente, presiones inflacionarias crecientes, etcétera. Por caso, entre 1997 y 2001 el promedio del índice del TCR fue 75,7. En diciembre 2001 fue 69,2. En esa década de los 1990 la balanza de cuenta corriente fue sistemáticamente deficiente (salvo en el período de la crisis del Tequila). Ese déficit fue financiado por la entrada de capitales (privatizaciones, aumento de la deuda) hasta que, a fines del 2001, con la violenta salida de capitales, cae la convertibilidad (una crisis típica de las llamadas sudden stop).
Se produce entonces el salto devaluatorio y entre 2002 y 2007 el índice del TCR fue, en promedio, 160,2. Son los años de superávit en la cuenta corriente, aumento de reservas, incluso al comienzo del gobierno Kirchner de superávit fiscal. A lo que se agregaron presiones inflacionarias –derivadas del aumento del tipo de cambio. En ese marco, entre 2006 y 2009 el superávit acumulado de la cuenta corriente fue de US$25.243 millones. La balanza de bienes y servicios tuvo un acumulado positivo de US$55.832 millones de dólares entre 2006 y 2009. En paralelo la suba de precios erosiona el TCR. Entre 2008 y 2015 el índice fue, en promedio 116,8. La monetización del déficit fiscal alimenta la inflación, pero este no es el único factor que explica el deterioro del balance externo.
A partir de 2010 la cuenta corriente pasa a ser deficitaria, y hasta el fin del gobierno de Cristina Kirchner se deteriora de manera creciente. Entre 2011 y 2015 el BCRA perdió reservas por US$28.900 millones. Y aumentó el endeudamiento del gobierno. Milei no lo dice, pero el gobierno K intentó frenar la inflación retrasando el tipo de cambio. El índice del TCR fue 85 en diciembre de 2015. Sin aumentos significativos de la productividad y la inversión, ese nivel de TCR era insostenible.
El deterioro se profundizó bajo el gobierno de Macri. En 2017 el déficit de la cuenta corriente llegó a US$31.000 millones. Entre 2016 y 2017 el gobierno de Cambiemos lo financió el déficit alentando la entrada de capitales especulativos –colocaciones de cartera- y carry trade. Un esquema que explotaría inevitablemente. A comienzos de 2018 se desató la salida de capitales. La moneda se devaluó violentamente, y la inflación pegó un salto, provocado centralmente por la suba del tipo de cambio.
¿Y la devaluación del 118% de diciembre 2023?
Este balance está por completo ausente del relato de Milei. ¿Por qué? Respuesta: porque busca ocultar, disimular, la problemática tipo de cambio, acumulación de capital y la inserción de la economía nacional en el mercado mundial. Por eso pasa por alto “su” devaluación. Recordemos: Apenas asumida la presidencia Milei dispone una devaluación del peso de nada menos que el 118%. El índice del TCR sube, en diciembre, a 124,97 (83,19 en noviembre). La inflación se dispara al 20% en diciembre. Los salarios y jubilaciones reales se hundieron. ¿Qué resultado? Pues que hoy, febrero 2025, el índice del TCR es 80,88. Por debajo del nivel previo a la devaluación de diciembre del 2023. Desde mediados de 2024 reapareció el déficit en la cuenta corriente; un promedio de US$ 1200 por mes en el último medio año. Las reservas del BCRA son negativas por unos US$ 5000 millones.
¿Y este balance? ¿Por qué no está en el “disco no rayado” de Milei? Además, ¿en base a qué vectores de precios nacional e internacional Milei decidió en diciembre 2023 una mega devaluación del 118%? ¿Y en base a qué vectores permitió que se apreciara en los 13 meses siguientes? Además, el permanente carry trade (ahora más estimulado por las devaluaciones del 1% mensual), ¿también se guía por los vectores de precios intertemporales? ¿Qué sentido tiene todo esto?
Otro disparate
En otro pasaje en el que arremete contra “los economistas horrorizados con la cuenta corriente” Milei dice que “… Argentina es acreedor neto del mundo, motivo por el cual el país podría vivir con déficit permanente dentro de su restricción presupuestaria intertemporal”.
Empecemos aclarando que la posición neta de inversión internacional de Argentina es de US$ 75.886 millones (2024 III). Es el resultado de restar a los activos que tienen residentes argentinos en el exterior los activos que tienen los extranjeros en Argentina; en 2024 (III) son US$ 454.886 millones menos US$ 379.000 millones, lo que deja el neto mencionado.
Ahora bien, esos activos no están a disposición del BCRA o del Gobierno argentino para cubrir déficits de la cuenta corriente. Nada dice que esos inversores estén dispuestos a financiar ese déficit. Por eso es un disparate decir que Argentina puede vivir con déficit permanente en su cuenta corriente porque el mismo estaría financiado por esos activos. No hay manera de sostener semejante cosa.
Para terminar, obsérvese que en esta nota no he discutido las teorías, mainstream u otras, sobre tipo de cambio (por caso, enfoque monetarista, de cartera y paridad de intereses) o sobre balanza de pagos (los tradicionales enfoques absorción o elasticidad, el enfoque intertemporal). Tampoco mencionamos la crítica a los mismos que se puede derivar de la teoría del valor trabajo, o de la acumulación, de Marx. No las hemos discutido porque es imposible encontrar alguna lógica en los dislates contenidos en la nota de Milei. Una teoría debe tener un mínimo de articulación, de manera que pueda ser sometida a escrutinio, sea en su fundamento empírico o en su lógica. Lo de Milei ni siquiera da esa posibilidad.
Frente a esto, algunos lectores pueden preguntar por qué dedicamos tiempo y espacio a semejante bodrio. Nuestra justificación es que estamos ante alguien (nada menos que el presidente) que finge elevado conocimiento teórico apelando a un palabrerío tan altisonante como carente de sustancia. Amparado, para colmo, en una cada vez más agresiva e insultante fanfarronería. Como suele ocurrir con estos personajes, el objetivo del impostor es inspirar temor reverenciar en todo aquel que no esté entrenado en estos asuntos, de manera de ahogar cuestionamientos ab initio. ¿Quién se atreverá a desafiar la elevada ciencia de los “vectores de precios de equilibrios intertemporales” y sus correspondientes “tipos de cambio de equilibrio”, y semejantes? Con el aditamento de poder ser víctima de una andanada de insultos y descalificaciones. Todo para evitar que se vea que el rey está desnudo… de teorías y argumentos
Como no puede ser de otra manera, por esa vía se alimenta la confusión y el absurdo, y se potencian los impulsos conservadores y oscurantistas de la sociedad. Es necesario desnudar y desarmar este fingimiento en aras del despliegue de la crítica, sin concesiones, y fundada en la ciencia.