Por: Joel Ernesto Marill Domenech
El
hecho de concluir un año, siempre es un buen momento para hacer balances de lo
que se ha vivido y donde estamos en materia económica. Dado que aún no se
encuentran disponibles las estadísticas oficiales, una evaluación integral del
mismo podría ser difícil de realizar, pero si algo está claro es que ha sido
uno de los más complejos de nuestra historia económica reciente.
Este
trabajo se propone un objetivo mucho más modesto: evaluar como las políticas de
estabilización adoptadas -de las que se tiene información- y los cambios en el
entorno han modificado el escenario económico, y que retos fundamentales nos
dejan de cara a este 2025.
Este
trabajo presenta así dos tesis fundamentales:
a. La
primera es que durante el año se alcanzó determinado grado de estabilidad
fiscal, no sin sacrificios e impactos sobre la producción, que permitió reducir
las presiones inflacionarias y deprecatorias de la economía, aun en un
escenario de estancamiento.
b. El
segundo elemento, es que dicha estabilización no es suficiente para impulsar un
crecimiento de los salarios reales -que se han mantenido estancados- y que nos
coloca en un escenario de “estabilización sin crecimiento” que solo podrá ser
superado mediante reformas más profundas del entorno productivo.
Dinámicas
de recientes de la inflación y depreciación del tipo de cambio.
Uno
de los elementos que ha caracterizado a la economía cubana en los últimos
meses, en medio de complejas tensiones financieras y una crisis energética
profunda, es la aparente moderación en la tendencia alcista del tipo de cambio
informal y los precios.
Después
de una marcada inestabilidad a inicios de año con un máximo en el mes de mayo, entre
los meses de agosto y noviembre de 2024 la tasa de cambio informal en el país
se mantuvo relativamente estable, acumulando desde entonces una depreciación de
solo 2.5% (o 0.83% mensual) lo que ha traído como resultado una de las tasas de
depreciación interanual (de un año a otro) más bajas desde el inicio del
proceso inflacionario actual.
Es
valido señalar que la ralentización de la inflación o de la depreciación
cambiaria no implica que el tipo de cambio descienda ni que los precios hayan
disminuido. Estos datos solo podrían indicar que tanto los precios como el tipo
de cambio, o se vienen incrementando a niveles menores a los meses previos. En
cualquier caso, los índices de inflación siguen siendo altos, aunque muestren
una tendencia a la desaceleración en el largo plazo.
En
este escenario: dos preguntas relevantes para la política económica del país
serían: ¿a qué se deben estos comportamientos? y ¿son los mismos permanentes o
transitorios? Para responder las mismas se presentan dos hipótesis sobre las
causas de dichos comportamientos.
Dos
hipótesis sobre la ralentización de la inflación y la depreciación cambiaria.
La
ralentización de estos indicadores monetarios -tipo de cambio e inflación-
puede deberse a diversos factores, incluso cada uno puede estar explicado por
elementos particulares relacionado a las características propias de los
mercados cambiario y de consumo. Sin embargo, dada la estrecha relación que
conecta a estas dos variables -y estos dos mercados-, y aun con las limitadas
estadísticas disponibles sobre la coyuntura actual en el país, se podría
argumentar que existen dos factores fundamentales que pueden explicar dicha
tendencia:
Factor
1: El ajuste fiscal realizado entre los meses de marzo y agosto, que
incluye conjunto de medidas sobre los gastos e ingresos del del Presupuesto del
Estado. Diversas medidas presupuestarias como incremento de aranceles,
extensión de impuestos y recortes a los gastos presupuestarios han derivado en
que el déficit fiscal ejecutado durante el año se encuentre casi un 40% por
debajo al proyectado a inicios de año, según trascendió en las notas del
Consejo de ministros de septiembre del presente año (Puig, 2024)[1].
Factor
2: Incremento de los flujos de remesas y las importaciones del sector
privado. Igualmente ha trascendido que durante el primer semestre del año los
actores económicos no estatales realizaron importaciones por 936 millones de
dólares (Cubadebate, 2024)[2], lo que de continuar dicha
tendencia en el año supondría un incremento de cerca de un 50% respecto al
volumen reportado de importaciones de dichos actores en el año 2023.
Esta
dinámica creciente de las actividades del sector privado puede deberse a
diversos factores. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que la fuente
fundamental de divisas para financiar dichas importaciones proviene de las
operaciones realizadas en el mercado cambiario informal, que se nutre
mayormente de la entrada de remesas al país, tanto las que llegan en efectivo
como las que se triangulan en el exterior por operadores informales.
En un
contexto donde la actividad productiva parece no estar reaccionando a ritmos
deseados, las ofertas en el mercado minorista estatal en moneda nacional
continúan siendo mínimas y otras fuentes de ingresos externos como el turismo
han experimentado una ralentización o decrecimiento en varios meses del año
-medido por la entrada de visitantes-, no es descabellado suponer que ha sido
la combinación de un ajuste fiscal moderado y un incremento exógeno de la
entrada de remesas lo que ha permitido aun en las condiciones antes descritas,
ralentizar tanto la tendencia inflacionaria como la depreciación del tipo de
cambio.
Estabilización
sin crecimiento: ¿qué supone para la economía y los salarios reales?
Si
las tesis anteriores son correctas, y la ralentización de la inflación viene
producto de un origen fiscal e incremento de las remesas -que es un factor
exógeno-, la economía cubana podría estar arribando en lo que podríamos
denominar un periodo de: estabilización sin crecimiento. Entiéndase por
esto, un escenario donde la inflación no es tan alta como en el periodo de
desequilibrios monetarios agudos, pero donde no se ha producido aun una
respuesta significativa del sector productivo en el país, o esta continúa
decreciendo.
Este
no es, sin embargo, un escenario poco común. Las dos principales experiencias
recientes de desinflación en la región -Venezuela y Argentina- lo han sufrido.
En el caso venezolano, luego de un ajuste fiscal las tasas de inflación
comenzaron a descender incluso antes de que el producto se reactivara a ritmos
significativos, este periodo fue seguido de un crecimiento de la producción que
ha llevado a registrar algunos de los trimestres de mayor crecimiento económico
de la región.
En el
caso argentino, la fuerte y acelerada reducción fiscal en el primer semestre
del año llevó a Argentina a un escenario de contracción de la producción aun
cuando los niveles de inflación han continuado cayendo. Queda por ver si la
estrategia implementada permite reimpulsar el sector productivo, o el periodo
de estancamiento y baja inflación se prolonga más en el tiempo.
Independientemente
de las experiencias particulares, lo que en la mayoría de los casos históricos
tiene en común este periodo/proceso es que viene acompañado de un severo
congelamiento de los salarios reales de los trabajadores y los resultados
posteriores de reactivación productiva, no está asegurado solamente como
resultado de la estabilización macroeconómica.
En el
caso de Cuba, en términos de salario real[3] -los bienes y servicios
que realmente se pueden acceder con los ingresos monetarios percibidos-, al
cierre de 2023 este se encontraba cerca de un 45% por debajo de su valor
estimado en 2019 para el sector estatal de la economía. Como puede observarse
en el gráfico siguiente, después de un incremento nominal en el año 2021,
asociado a la Tarea Ordenamiento y una aparente mejora del poder adquisitivo de
los trabajadores producto del retardo monetario -los ingresos se ajustaron de
una sola vez en enero de 2021 y los precios fueron creciendo poco a poco
durante el año-, el salario real se ha desplomado hasta niveles de hace más de
una década.
La
tendencia en 2024, ha sido a un estancamiento o incluso mayor deterioro de este
indicador. En similar lugar se encuentran las pensiones, las cuales además
parten de un nivel de ingreso mucho más bajo y por tanto una situación mucho más
precaria.
La
ralentización de la inflación y la depreciación cambiaria son siempre buenas
noticias, en especial para los grupos que perciben ingresos fijos como los
trabajadores públicos y los pensionados. Sin embargo, debemos tener en cuenta de que
nos encontramos en un equilibrio extremadamente precario, impulsado por un
moderado incremento de la oferta financiada con remesas y por la compresión de
los gastos presupuestarios -entre los que se encuentra una ralentización de la
inversión pública que agrega mayor presión a los ya deteriorados servicios
sociales-.
El
riesgo de que las presiones sectoriales por aumentos de salarios o pensiones,
estas últimas encontrándose a niveles extremadamente precarios, lleven a la decisión
de expandir nuevamente los gastos del sector público y deteriorar el equilibrio
fiscal son en la práctica extremadamente altas. A la par el deterioro de los
servicios públicos puede no permitir que el ajuste sobre las inversiones
financiadas por el presupuesto se mantenga bajo por demasiado tiempo.
Estos
factores, y otros muchos no mencionados, pueden tirar por tierra fácilmente el
equilibrio fiscal alcanzado y devolver a la economía a una senda de inflación,
que drene aún más el ya deteriorado poder de compra de los salarios reales en
el país.
Sin
crecimiento de la economía real esta relativa estabilidad momentánea de los
precios puede en la práctica desaparecer en cualquier momento y una nueva aceleración
de la inflación. A la par, la necesidad de mantener controlados los gastos
presupuestarios obliga a un congelamiento de facto como generalidad de los
salarios y pensiones dependientes de las finanzas públicas -al menos mientras
no se emprenda una restructuración profunda del sector público y el esquema de
subsidios- y por tanto a un estancamiento del salario real en niveles sumamente
bajos.
Por
su parte, no es que incrementando los salarios y pensiones el gobierno pueda
corregir ese estancamiento de los ingresos reales, pues con ello solo generaría
más inflación y depreciación cambiaria como la experimentada en el primer
trimestre del año 2024, que terminaría por liquidar cualquier incremento
momentáneo de poder adquisitivo. La solución de este círculo vicioso esta fuera
del ámbito monetario -incluso en gran medida del ámbito fiscal-. Podemos estar
llegando a un punto donde la estabilización del lado de la demanda ha llegado a
dar todo lo que socialmente podía dar, y nos encontramos que en la práctica ha
resultado ser poco.
Estabilización
y crecimiento: remedio de mediano plazo de la inflación.
A
excepción algunos monetaristas, el resto de las escuelas de economía -desde el
marxismo hasta el nuevo consenso neoclásico-keynesiano- argumentarán
fuertemente que la inflación no es solo un fenómeno monetario, aunque su
expresión se refleje en indicadores monetarios como los precios o el tipo de
cambio.
La
inflación es también un fenómeno de causas reales, y los shocks de oferta
tienen un papel determinante a la hora de entender la dinámica inflacionaria en
el mediano plazo. Si bien los shocks monetarios pueden inducir enormes
desequilibrios de corto plazo y una inflación muy acelerada, también tienen una
solución comparativamente sencilla. Dado que sus orígenes son mayormente -o
casi siempre- de origen fiscal, su solución es también fiscal: incremento de
los ingresos públicos, compresión de los gastos del estado o una combinación de
ambos.
Sin embargo,
la eliminación de las causas monetarias de la inflación no garantiza
directamente que sea posible ni la elevación de los salarios reales ni el
crecimiento productivo. La estabilidad fiscal induce elementos de estabilidad
macroeconómica que son indispensables para el funcionamiento y la recuperación
de la economía, pero no lo aseguran.
El
consumo real total -gobierno más población- no aumenta o disminuye por la
cantidad de dinero que halla en la economía. Al final del día la oferta de
bienes y servicios es la misma ya sea con un nivel de oferta monetaria mayor o
menor. El estado al reducir sus gastos -o más bien su déficit fiscal- deja de
demandar una parte mayor del pastel -o sea de la oferta agregada- lo que
permite reducir la inflación en la población, al ajustar el consumo del
gobierno. Pero esto solo brinda un oxigeno momentáneo a un salario real en una
situación extremadamente precaria.
Para
recuperar los salarios reales no basta con la estabilidad macroeconómica, hace
falta también crecimiento del producto real. Y esto no es solo un tema de
incrementar la oferta de forma inorgánica por unos meses, mediante nueva deuda
externa o por incremento coyunturales de las remesas, sino que es necesario la
generación de condiciones microeconómicas -regulatorias y productivas- para que
el sector empresarial realmente se abra camino. O lo que es decir lo mismo, es
necesario una reforma integral de la economía.
Apuntes
finales. Transformar para crecer.
Durante
los últimos años yo me he posicionado como uno de los defensores del ajuste
fiscal. De la necesidad de incrementar los precios de algunos productos como
los combustibles, las telecomunicaciones etc. de ajustar el gasto en partidas
que se pueden posponer -como las inversiones públicas-, en reducir subsidios y
focalizarlos, de extender algunos impuestos e incluso selectivamente aranceles
en moneda nacional. No solo porque creo que el grado de inflación generado por
el desequilibrio fiscal ha sido en algunos momentos el principal combustible al
alza de los precios, sino porque soy de los que suscribe la tesis de que no hay
crecimiento sin estabilidad fiscal. Pero sin duda, esta no es suficiente.
La
estabilización macroeconómica no puede ser entendida como un fin en sí mismo,
porque una estabilidad sin crecimiento solo puede ser sostenida en la
compresión del nivel de salario real de la mayoría trabajadora. Es
indispensable ser capaces de implementar con la efectividad del ajuste fiscal,
medidas que permitan la reactivación por el lado de la oferta agregada. En este
aspecto dos grupos de medidas resultan vitales: a. la reforma integral del
modelo económico, b. las políticas para la transformación productiva con
énfasis en la reinserción internacional.
No
hay escenario de recuperación posible sin una recuperación de las actividades
exportadoras tradicionales, así como la creación de nuevos rubros exportables
que compensen la reducción permanente de otros. Sin embargo, esta recuperación
solo podrá venir como resultado de medidas mucho más profundas y
previsiblemente más difíciles que las implementadas hasta el momento. Acciones
que deberán ir desde una prioridad en la asignación central de recursos hasta
un tipo de cambio que garantice la competitividad del sector exportador,
medidas que debemos tener presente que pueden implicar ajustes de corto plazo
sobre el consumo.
Sin
energía, sin combustible, sin divisas para importar insumos es casi imposible
producir, mucho menos para mercados internacionales competitivos. Pero también
el efecto contrario es correcto: sin incremento de la producción, sin
incremento esencialmente de las exportaciones será muy difícil hacer frente a
las crisis -productiva, energética, cambiaria, deuda externa- que vive el país.
En muchos sentidos la escasez perpetua la escasez, pues en niveles de mínimo
consumo es complejo emplear los escasos recursos disponibles para priorizar la
producción. Pero si no se logra generar mecanismos que permitan paulatinamente
avanzar hacia la recuperación de algunos sectores críticos, cada vez habrá
menos y menos de donde producir, y de donde sostener el consumo.
Transformar
nuestra economía requiere de cambios mucho más profundos que los emprendidos en
las últimas décadas. Una estrategia coherente de recuperación en Cuba, no puede
ser otra que una estrategia que combine la estabilización de corto plazo con la
creación de las condiciones -nueva institucionalidad del modelo económico- y
los motores -nuevos sectores productivos- de un crecimiento sostenible de
mediano plazo.
Si
algo nos indican las primeras medidas de la nueva administración
norteamericana, es que cualquier aspiración de mejoría mediante acercamiento a
los Estados Unidos está, al menos por los próximos años, fuera del tablero, y
que hoy todas las papeletas apuntan a un escenario mucho más complejo en este
sentido. Así mismo, en un contexto donde nuestros aliados -China, Rusia, México
o Venezuela- pueden ayudarnos a sortear coyunturas específicas, pero no son una
solución mágica a nuestra difícil situación, se hace más vigente que nunca que
solo podemos optar por una salida: emanciparnos por nosotros mismos y por
nuestros propios esfuerzos, y esto hoy implica una profunda transformación de
la economía.
[1] Puig, Y. (2024): El Plan de
Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía es un proceso que
avanza, pero no a la velocidad que queremos. Recuperado: https://www.presidencia.gob.cu/es/noticias/el-plan-de-gobierno-para-corregir-distorsiones-y-reimpulsar-la-economia-es-un-proceso-que-avanza-pero-no-a-la-velocidad-que-queremos/
[2] Cubadebate, 2024: En la corrección de las distorsiones económicas, más producción y más orden. Recuperado: https://www.granma.cu/cuba/2024-07-17/presentan-informe-sobre-los-avances-del-plan-de-accion-del-gobierno
[3] Nota: Dada las dificultades para el cálculo de los
salarios reales en Cuba, se empleó un método indirecto en dos pasos: a)
primeramente se procedió a convertir los salarios nominales en USD al tipo de
cambio de CADECA entre 2004 y 2018, luego se empleó el tipo de cambio informal.
b) Posteriormente los mismos se deflactaron empleando la variación del precio
de las importaciones para recoger la inflación internacional en dólares y
convertir el indicador a términos reales.