Cosecha mecanizada en Camagüey. Foto: Leandro Pérez
Al montarnos en un ómnibus cubano ocurre un fenómeno físico muy extraño. Nuestro cuerpo avanza en el mismo sentido de la “guagua” (como le decimos), sin embargo, como debemos bajarnos por las puertas traseras, al mismo tiempo que avanzamos, también retrocedemos. Lo confirma la frase típica de cualquier chofer: “¡vamo, caballero, avanzando pa trá!”, lo cual es, si nos detenemos a pensarlo, un contrasentido.
Una noticia publicada en Ciego de Ávila me ha provocado una sensación casi parecida al “avance hacia atrás”. En ese territorio solo tres entidades agropecuarias venden de forma sistemática sus productos a las instalaciones del polo turístico Jardines del Rey.
Tres, como los tres mosqueteros, esta vez sin D’Artagnan. Solo tres, como los tigres tristes del trabalengua infantil…
Cuando hace pocos años se permitió que “las formas productivas cubanas” vendieran directamente a los hoteles se pensó que la medida tendría un impacto dinamizador en la producción agrícola. El “convertidor monetario” aprobado para que los hoteles pagaran a los campesinos (10 pesos cubanos por un CUC) parecía suficiente para lograr incentivos que empujaran a los campesinos cubanos a producir más y vender más a los hoteles.
Lo preocupante es que Ciego de Ávila ocupa el tercer o cuarto puesto entre los polos turísticos del país y también es una de las cuatro primeras provincias en la producción de alimentos. Si allí no marcha bien esta relación… ¿cómo será en el resto del país?
Para entender el fenómeno, y al igual que en otras ocasiones, faltan muchos datos. Por ejemplo, no sabemos cuánto es el valor de la importación de productos agrícolas frescos de los hoteles cubanos; no sabemos cuáles son los productos agrícolas frescos que más importa el turismo ni su valor total. Tampoco está disponible la serie de ventas de productos nacionales agrícolas frescos al turismo y menos aún sus precios. No es que sean datos secretos (¿lo son?); es que sencillamente un profesor universitario como yo, no los ha encontrado. No obstante y asumiendo el riesgo de no tener esa información, caminaré buscando causas.
Teóricamente la situación es la siguiente: existe una demanda de determinados productos, pongamos por ejemplo yuca (es solo un ejemplo, no me parece probable que se importe yuca, ¿o se importará y no lo sabemos?). Esa demanda es mayor que la oferta, que está constituida por la producción nacional y las importaciones.
En condiciones ideales, y partiendo de que a los agentes económicos les es indiferente comprar yuca nacional o importada si los precios y condiciones de calidad son las mismas (cierto que es un supuesto difícil, pero estamos en la teoría), deben ocurrir dos fenómenos paralelos:
En el corto plazo, se incrementa el precio que están dispuestos a pagar los hoteles y a la vez también crece la importación de esos productos. (Por ejemplo, compramos yuca congelada en algún país de Centroamérica para suplir la baja producción nacional de yuca o un producto sin la calidad requerida para ese mercado).
En el mediano plazo esos precios mayores deberían estimular el incremento de la producción nacional de yuca e incrementar la oferta nacional y mejorar su calidad, lo cual contribuiría a equilibrar los precios y a disminuir las importaciones.
¡Sin embargo, eso no es lo que ha pasado en Cuba después de varios años de establecidas las condiciones para el experimento! Nuestros productores no producen más yuca y nuestros hoteles siguen importando yuca. ¡Pobres taínos! Creo que debemos hacernos la misma pregunta de Domingo, aquel maravilloso personaje de la televisión cubana en los años sesenta: “¿Y por qué?”
“La buena yuca”; la de los taínos. ¿Dónde está?
Asumiendo que nuestros agricultores todos son personas racionales, instruidas y con un coeficiente de inteligencia media normal, y que reaccionan de manera normal ante los incentivos, varias pueden ser las razones:
- Los precios que los hoteles pagan por la yuca, a pesar de haberse incrementado, siguen siendo poco estimulantes si se comparan con los de otros productos o con los de esos mismos productos en otros mercados dentro del país, el mercado agropecuario, por ejemplo.
- Los precios del producto importado siguen siendo más competitivos que los del producto nacional o la calidad del producto importado es mejor.
- Existen agentes que tienen suficiente poder de decisión y deciden importar la yuca independientemente de la relación entre los precios nacionales y los de importación.
- Existen dificultades para que los productores puedan incrementar la producción, pues hay restricciones que dificultan el acceso a insumos, tecnologías y financiamiento.
- O resulta una combinación de todas las anteriores, que es generalmente lo que ocurre en la realidad.
Lo que dice la noticia del periódico Invasor es que los productores de esa provincia alegan dificultades de transportación, alto costo del combustible y exigencias de calidad de las personas encargadas en los hoteles que rebasan las posibilidades de los campesinos.
Lo más difícil entonces es introducir mejoras para que los productores alcancen aquellas condiciones. ¿Es tan difícil hacerlo? Creo que no.
Una vía podría ser que los propios productores con sus esfuerzos mejoren sus condiciones, algo que pueden lograr con recursos propios o a través de un crédito bancario.
Otra posibilidad es que la banca cubana se percate de que es posible generar un buen negocio a partir de esas necesidades y de forma proactiva induzca a los productores a usar créditos para mejorar sus condiciones de producción.
Pero hay más: el sistema turístico cubano, que es propiedad de todo el pueblo, asume una posición activa y genera a partir de sus propias entidades financieras un financiamiento específico en condiciones blandas para que los agricultores cubanos puedan alcanzar los estándares de producción y calidad que el servicio hotelero exige, y que será pagado por los agricultores con cargo a la venta de sus productos.
Encuentro otra alternativa: los productores se unen voluntariamente, crean una empresa cooperativa (¿de segundo grado?) y con fondos colectivos compran los equipos y medios necesarios para satisfacer la demanda.
No se acaban las opciones. Una cooperativa extranjera, la misma que ya está vendiendo la yuca a los importadores cubanos, por ese espíritu solidario cooperativo que la define y sobre la base de cobrar una pequeña regalía, les transfiere a estos productores cubanos los equipos necesarios para que incrementen y mejoren su producción ¿Podrían ellos importarlos, o recibirlos en donación sin los actuales trámites que convierten una donación en un viacrucis?
Los fondos internacionales que existen hoy para el desarrollo de producciones ecológicas pueden ser otra de las alternativas.
Los proyectos de agricultura de conservación, de comercio justo, etcétera… aquí cuentan con varias ventajas, sobre todo por la reducción drástica del uso de químicos que implican. Debido primero al “Período Especial” y después a las restricciones financieras que han limitado la posibilidad de la importación de estos recursos, los agricultores cubanos son grandes productores agroecológicos, aunque no todos lo sepan. El mercado turístico es un gran consumidor de estos productos.
Para no cansarlos, podemos barajar otra alternativa para facilitar el mejoramiento de la producción nacional de yuca. Atendiendo al incremento esperado del turismo en los próximos años y al impacto que tendrá en la demanda de productos frescos de la agricultura, se crea una institución financiera específica para el fomento de la producción agrícola a la cual acceden los productores de forma voluntaria.
Los fondos de esa institución se generan a partir de entidades, empresas estatales cubanas, micro, pequeños y medianos empresarios cubanos y cooperativas y también empresas extranjeras interesadas que perciben que es posible obtener ciertos márgenes de utilidad a partir de ese incremento de la demanda turística. ¿Será imposible hacerlo?
Nuestro sistema bancario tiene hoy recursos suficientes para estimular este tipo de proyectos y de alguna manera lo hace, pero lamentablemente permanecen prejuicios en otras entidades y organizaciones necesarias para completar la actividad bancaria, que siguen atando la expansión de las “fuerzas productivas”.
En Cuba falta visión de sistema o mejor aún, faltan esas regulaciones que hagan que todas las entidades involucradas funcionen como un sistema, en el mismo sentido y en la misma dirección.
Siembra de boniato en Camagüey. Foto: Leandro Pérez
La otra cara del asunto está en las regulaciones existentes para que a partir de esos fondos creados, nuestros agricultores puedan acceder a los bienes necesarios para incrementar sus producciones de forma ágil.
La centralización de las importaciones y el exceso de discrecionalidad en las decisiones, se convierten en barreras a veces infranqueables. Contemos también la ausencia de ese ya más que demandado mercado mayorista.
En realidad posibilidades hay muchas, el problema fundamental, a mi juicio, es que nos falta esa necesaria flexibilidad institucional, ese dinamismo que nuestra economía necesita hoy, esa coherencia agregada de las políticas económicas que es imprescindible si queremos incentivar la producción y la exportación
Nuestro país está a las puertas de grandes oportunidades. Hoy, con todo el derecho del mundo, reclamamos al presidente Obama que permita la exportación de productos cubanos, sin restricciones, al mercado norteamericano. Es uno de los mercados mas regulados del mundo, en especial para los productos agrícolas, con restricciones arancelarias y no arancelarias. Debemos aprender desde ya para exportar a ese mercado.
El turismo, nuestros polos, pueden ser la primera oportunidad, en especial para el aprendizaje, pues no se exporta lo que el productor quiere, sino lo que el Importador necesita y demanda. El aprendizaje no es solamente en aquella parte de la cadena que directamente produce y beneficia los productos, es también en las instituciones (regulaciones, reglas, etc.) que se necesitan para dar la respuesta adecuada y rápida a cualquier demanda.
Existen algunas experiencias exitosas, generadas desde la inteligencia nacional, con una enorme cuota de conocimiento, amor y entusiasmo. Suficiente instrucción y conocimiento existe en nuestro país y sobran las ganas de emprender negocios que ayuden a alcanzar la prosperidad deseada, la colectiva y la individual.
Este gran ómnibus que es el país parece tener una ruta, un conductor colectivo y un destino compartido. Es hora de sumar. Qué bien nos iría si la indicación de “avanzar hacia atrás” fuera solo aplicable al transporte urbano.