Leo el acertado
artículo de Julio Carranza “La historia y los desafios de hoy“. Estoy de
acuerdo en que el hoy es parte de la historia del mañana, pero de la misma
manera es parte de la historia del ayer. Y, lamentablemente, la política
revolucionaria, si no se cultiva, puede convertirse en religión.
Como dice: “Es
pertinente, necesario e interesante el análisis de este hecho histórico, como
lo es el análisis de cualquier hecho histórico relevante, obviamente teniendo
en cuenta las circunstancias nacionales e internacionales en el que tuvo lugar,
es importante y cabe la discusión de si aquel proceso fue un error con
consecuencias posteriores o no, lo cual supone una discusión en sí misma.“
Pero, hoy día se dispone
de poco tiempo, y de disposición, para ahondar en los hechos históricos que
marcaron época. Muchas veces se desconocen los hechos y los contextos, porqué
se hizo, cómo se hizo, la génesis de los hechos e ideas, sobre todo entre las
generaciones más jóvenes.
En cuanto a la Ofensiva Revolucionaria de 1968, y de antes,
es cierto que se utiliza aún hoy, como argumento en pro y en contra para ampliar o rechazar la diversificación e
integración de las formas de propiedad, que tiene otras implicaciones. Es
interesante leer hoy como hay estudiosos que analizan aquellas políticas
fragmentadamente, sin ir más allá de la manifestación económica. Sin vincularlo
con el enfoque político y con la concepción idealista general acerca de la
nueva sociedad, y sobre todo con el conjunto de las relaciones sociales de
producción. Aún menos con la influencia de los dogmas establecidos en los
países del socialísmo real, profundamente codificados por algunos dirigentes
del antiguo Partido Socialísta Popular, que habían expresado sus ideas desde
los primeros momentos de la Revolución, y antes, desde la década del cuarenta,
vinculado al tema de la transición al socialismo. Suerte que, a lo “cubano“,
como dicen algunos, no llegara este proceso a medidas coercitivas-represivas dolorosas
de otras latitudes.
En aras de coadyuvar y ampliar los análisis críticos y los estudios de los
interesados en profundizar estos temas, que existen en el patio, reproduzco un
acápite del libro “Cuba: propiedad social y construcción socialista“ de un
colectivo de autores, con más de 700 citas y otras tantas bibliografías ( Cuba: propiedad social y construcción
socialista - Google Books)
Sirva para argumentos determinantes para resolver los problemas y desafíos de hoy, con toda la experiencia del pasado de una sociedad pensada.
“¿Sobre qué premisas teórico
conceptuales se inician las transformaciones?
Muchas de las valoraciones que se han hecho
acerca de los primeros años de la
Revolución Cubana, vinculadas al tema de los inicios de la “transición al socialismo” en Cuba,
tienen su origen en las que, personalmente, hicieron los comunistas cubanos
Blas Roca y Carlos Rafael Rodríguez sobre ese período, las cuales de manera
significativa, condicionaron otras interpretaciones posteriores.
El ex secretario general del Primer Partido
Comunista de Cuba, por ejemplo, en su conocida obra “Los fundamentos del socialismo en Cuba”[i], -escrita en 1943,
ampliada y editada nuevamente en 1949 y prologada por el propio autor con
nuevas ampliaciones, en mayo de 1961, -desarrolló como criterios básicos: el
carácter antiimperialista, nacional liberador y anti-latifundista de la
revolución, se define por las medidas que erradicaron los monopolios
imperialistas y el latifundio[ii] ; la
necesidad del tránsito de la primera etapa hacia la segunda (el socialismo) se
explica porque durante la etapa de liberación nacional aún subsistirá la
propiedad privada sobre los medios fundamentales de producción y, por tanto,
persistirá la explotación[iii];
establecer el socialismo significa pasar
los medios fundamentales de producción a propiedad colectiva[iv]; el
carácter socialista de la Revolución Cubana quedó definido cuando se
nacionalizaron todos los centrales azucareros, todos los bancos, las grandes
empresas industriales, los almacenes y otros grandes comercios, los
ferrocarriles y otras empresas de transporte [v].
En septiembre de 1961, luego de retomar
la idea planteada por Fidel Castro el 26
de julio de ese año de que “aunque
nuestra revolución es una revolución socialista, todavía en Cuba no tenemos
plenamente el socialismo”[vi],
analiza la situación cubana del momento al tiempo que en reiteradas referencias
a intervenciones de Fidel Castro en meses anteriores,[vii] va dejando ver un cuadro
de las concepciones que marcaban el proceso de transformaciones en esa etapa,
para concluir planteando las “tareas
básicas de este periodo de construcción del Socialismo”. Blas Roca resume
esas tareas, colocando en primer lugar la “defensa de la patria y de la
revolución frente a todos los ataques y agresiones (económicas, políticas y
militares) del imperialismo de Estados Unidos y sus lacayos y servidores,
contrarrevolucionarios y vende- patrias”, para de inmediato enumerar todo un
cuadro que refleja fielmente una concepción de socialismo: “Conducir la continuación del proceso de
eliminación de la pluralidad de formaciones económicas y de construcción
del Socialismo de modo que se refuerce la alianza obrero-campesina y se
mantengan relaciones de cooperación con las capas medias en general.”;
“Adoptar, observar y aplicar la planificación socialista, sin la cual no puede
desarrollarse ni ascender la economía, ni promoverse la producción que responda
a las necesidades del pueblo, ni garantizarse la armonía entre las diversas
ramas de la economía. El capitalismo se
basa en la anarquía de la producción; el socialismo en la planificación; Acelerar
la producción agropecuaria y la diversificación agrícola, de modo que podamos
satisfacer la demanda creciente de alimentos y materias primas provenientes de
la agricultura, que se desarrolla
impetuosamente a causa de la disminución rápida del desempleo y del ascenso del
poder adquisitivo de las masas gracias a las medidas y transformaciones
aplicadas por la revolución. Atender a las
cuestiones de la agricultura, garantizar el éxito de las siembras y las
cosechas, ayudar a la recogida y la preservación de los productos, evitar el
sacrificio de reses hembras y de cochinos pequeños, evitar que el cerdo se ase
y se desperdicie su grasa, deben ser ahora preocupaciones diarias y constantes
de todos los revolucionarios; elevar la producción de la industria y los
servicios y acelerar la industrialización del país; la industrialización es lo
que garantiza, definitivamente, el predominio
de la economía socialista sobre todos los restos del capitalismo, el triunfo
del Socialismo en toda la economía cubana; elevar la productividad por
hombre empleado, tanto en la industria como en la agricultura; la mayor productividad eleva la riqueza
disponible para elevar las condiciones de vida del pueblo y para acelerar la
industrialización; la emulación, el empleo de la maquinaria, el mejoramiento de
la técnica, la elevación de la conciencia de los trabajadores y el premio al
mejor y mayor trabajo, son los medios para aumentar la productividad; fortalecer
la tendencia al ahorro de todo. Ahorro de dinero, ahorro de gastos, ahorro de
energía, ahorro de materias primas, ahorro de transportes, ahorro de tiempo,
ahorro en la casa, ahorro en el campo, ahorro en la fábrica, ahorro en la
oficina. Todo ahorro fortalece, ahora, la economía de la patria. Todo ahorro
aumenta la riqueza nacional y los medios disponibles para las inversiones
básicas en la agricultura, en la industria y en la construcción; extender la
cultura al pueblo. Intensificar los esfuerzos para vencer el analfabetismo en
este año. Desarrollar las actividades culturales y deportivas de masas; formar
una intelectualidad socialista. Darles oportunidad a los viejos técnicos e
intelectuales de asimilar los principios socialistas. Promover el estudio de
miles de muchachos que tienen la oportunidad de obtener becas, bien para
hacerse técnicos o para seguir una carrera universitaria o para desarrollar su
vocación artística, literaria, etc.; fortalecer
la moral socialista que ha nacido en nuestro país y que impulsa al pueblo
al trabajo voluntario, a la preocupación por los demás, a marchas como
alfabetizadores, a apadrinar escuelas, a la cooperación, a la solidaridad y a
la fraternidad, así como a odiar la explotación del hombre por el hombre, el
“casasolismo”, el abuso, el egoísmo, la mezquindad y la injusticia; fortalecer
la conciencia revolucionaria y socialista de todo el pueblo, difundir el
conocimiento de lo que es el socialismo entre las masas, difundir el
conocimiento de la teoría de Marx y Lenin, la economía política, el
materialismo histórico y dialéctico; fortalecer el internacionalismo
proletario, el espíritu de amistad y solidaridad con los pueblos del mundo, el
latino americanismo popular y revolucionario frente al panamericanismo oficial,
reaccionario y opresor, la amistad hacia la Unión Soviética, China,
Checoslovaquia y todos los demás países del campo socialista; perfeccionar y fortalecer el poder
revolucionario, el poder obrero y campesino, para garantizar una mayor y más
constante participación de las masas laboriosas en todas las cuestiones del
poder y para estimular la iniciativa revolucionaria del pueblo. Las masas
deben hacerse conscientes de su poder, deben hacerse conscientes de que ellas
mismas son gobierno a través del Gobierno revolucionario del Pueblo. Las
instancias y los aparatos del poder deben concretarse, debe garantizarse el
respeto estricto a las leyes y medidas revolucionarias de modo que rija la
legalidad revolucionaria; fortalecer la organización y la unidad del pueblo.
Todo cubano debe estar organizado. Todo el pueblo ha de mantenerse unido y cada
día unirse más en torno al Gobierno revolucionario, en torno a as
Organizaciones Revolucionarias Integradas y a nuestro querido y respetado líder
Fidel Castro; fortalecer la organización revolucionaria socialista, que está en
proceso de constituirse en Partido Unido de la Revolución Socialista, como
vanguardia y núcleo dirigente de todo el pueblo y del poder revolucionario, como
garantía de la acción organizada y metódica, junto al entusiasmo, a la
iniciativa y al espíritu revolucionario de nuestro pueblo en la construcción
del Socialismo”[viii].
Resulta relevante como en esta apretada
síntesis se encierra un claro programa de transformaciones, que van mucho más
allá de la imprescindible atención a las tareas inmediatas, de destrucción del nuevo orden,- tal vez
por considerarse en lo esencial culminadas en ese momento-, para poner un
marcado acento en tareas estratégicas de construcción del nuevo sistema.
Otros planteamientos acerca de esa primera
fase los argumentó Carlos Rafael Rodríguez en sus conferencias a alumnos
universitarios, publicadas en mayo de 1966, que se dieron a conocer,
nuevamente, en 1979, bajo el título de “Cuba
en el tránsito al socialismo. 1959-1963” [ix]. En este texto él
desarrolló varias tesis sobre ese tipo de transición entre las cuales destacan: la primera
característica de la revolución tenía que ser su contenido antiimperialista [x]; al
iniciarse 1959 Cuba tenía ante sí la necesidad y la posibilidad de llevar
adelante su revolución democrático-burguesa de liberación nacional[xi]; la
revolución democrático-burguesa de liberación nacional era, al mismo tiempo,
una revolución que, por su contenido, era agraria y antiimperialista[xii]; la
revolución democrático-popular y antiimperialista en Cuba es un ejemplo de
hacer nacionalizaciones progresistas sin llegar a tener un carácter socialista[xiii]; hoy
apenas se discute que el único camino seguro para afianzar la liberación nacional
conquistada es el desarrollo “no capitalista”. La Revolución Cubana, bajo la
orientación de Fidel Castro, adoptó ese camino[xiv]; las medidas implantadas
hasta agosto de 1960, que no hacían
imposible la continuación de formas burguesas de propiedad en Cuba, se
caracterizaban, sin embargo, por el propósito evidente de escoger una “vía no
capitalista” porque aunque las propiedades expropiadas quedaron en el dominio
estatal y fueron administradas por los representantes del pueblo, en ningún
caso, resultaron transferidas a propietarios particulares [xv]; para considerar el inicio
de una revolución socialista debe tenerse en cuenta, simultáneamente, dos
elementos principales: primero, la
inevitabilidad de transformar, desde el primer momento, una zona importante de
la propiedad privada sobre los medios de producción en propiedad estatal
colectiva. Y en segundo lugar, la
posibilidad de que el volumen y la parte relativa de la propiedad
nacionalizada, sea mayor o menor, según los casos concretos y sus
características históricas[xvi].
Una idea bastante completa y totalmente
coherente con esta última tesis esbozada antes, se expresa en la respuesta que
Carlos Rafael brindó a la pregunta: ¿Cuándo, en realidad, surge en una
revolución el contenido socialista? En este sentido él señaló: “Para que este
aparezca (…), hace falta que en una
parte mayor o menor de la economía del país, las relaciones de producción
capitalistas- basadas en la explotación- sean sustituidas por relaciones
socialistas, basadas en el interés común y la cooperación. Esto depende de
que los medios fundamentales de
producción hayan pasado a los representantes del pueblo, en particular del
proletariado, a través del poder político de la clase obrera”[xvii]
Tales ideas significan que para esta
importante personalidad política y académica de nuestro país y para el propio
Blas Roca como indican sus tesis más generales señaladas anteriormente, el socialismo se inicia en Cuba a partir de
las nacionalizaciones de octubre de 1960 porque sólo desde esa fecha es que
llegan a coincidir las dos condiciones básicas: primero, que la clase
obrera hubiera conquistado el poder
político y después, como
consecuencia de esto, que los medios
fundamentales de producción pasaran “a los representantes del pueblo, en
particular al proletariado”, lo que, según los propios dos autores, con las mencionadas medidas se acababa de
lograr.
Esta conclusión de ambos, sin embargo, no
responde importantes preguntas a propósito de la “transición del capitalismo al
socialismo” en Cuba, cuyas respuestas están asociadas a posiciones teórico
conceptuales de significativa trascendencia para toda la práctica ulterior:
¿Por qué hablar de una revolución democrático-burguesa, antiimperialista y
antilatifundista, que antecede a la socialista (en correspondencia a las
distintas tareas cumplidas en diferentes etapas y al grado de radicalización
respectivo) si, desde enero de 1959, la burguesía en Cuba nunca fungió como
clase políticamente hegemónica?; ¿Por
qué hablar de revolución socialista sólo a partir de las medidas de
agosto-octubre de 1960 como si esa categoría (revolución socialista) únicamente abarcara aspectos de índole
económica, cuando, al mismo tiempo, se reconoce que la revolución
socialista también tiene un atributo político determinado por el acceso de la
clase obrera al poder del Estado?
A pesar de la sentencia de Carlos Rafael
expresada en los dos últimos renglones del texto valorado, con respecto a que
“…A nuestro juicio, no hay otro modo de enfocar el nacimiento de la revolución
socialista en Cuba”[xviii], se puede
asegurar que sí existe otro enfoque dentro de la Ciencia Política a que dio paso el pensamiento de Marx que puede
explicar cuándo se produjo el inicio de la revolución socialista en Cuba y,
consiguientemente, cuándo comenzó el tránsito socialista en Cuba. Y, al mismo
tiempo, si bien es cierto que aparece claramente identificado el problema de la
transición socialista con la aparición de un nuevo tipo de propiedad, se
evidencia que es necesario completar el desarrollo de los enfoques sobre la
propiedad. No es suficiente abordarla en su manifestación económica, mucho menos
en su expresión jurídica, fundamento insoslayable, pero no el único elemento
del sistema de la propiedad en Cuba, que se expresa en el conjunto de las relaciones sociales de la producción.
Sería injusto absolutizar la ausencia de
elementos en este sentido. Lo podemos apreciar en los propios planteamientos de
Blas Roca citados anteriormente, en discursos del Comandante en Jefe de la época
y documentos de trabajo cuyo análisis es imprescindible para comprender la
evolución de las concepciones y las prácticas en nuestro proceso revolucionario[xix].
Quizás con mucha más claridad aparece en los desarrollos del Ché ya en esos
años, como cuando en “Las tareas
industriales de la revolución en los años venideros”, junto a lineamientos
muy concretos referentes al desarrollo de ramas industriales y cuestiones
tecnológicas, comienza la defensa de la planificación económica, con un
elemento central, indispensable para
trascenderla como planificación social: “crear una conciencia socialista
mediante la incorporación de los trabajadores a todas las tareas prácticas de
la construcción del socialismo, participación en la dirección de las fábricas y
otros lugares de trabajo socialista, en centros de estudio técnico,
intervención en la planificación de la economía; intervención consciente en
cada minuto del desarrollo industrial”[xx]…(…)…“Hay algo que hemos considerado la enseñanza más grande
de los trabajos de preparación del Plan: la importancia fundamental que tiene
la discusión colectiva y la participación masiva en los trabajos de
planificación de la producción. Todos los órganos de base de las fábricas y
empresas deben orientar los trabajos de la clase obrera, uniéndolo al del
propio dirigente y solidificándolo en una sola decisión de trabajo. Todos deben
participar en las Asambleas de producción donde se controle la marcha de los
trabajos, e interesarse diariamente en ellos a través del sindicato, que es el
órgano representativo de la clase obrera. Por medio de sus mejores cuadros
técnicos estarán presentes en los Comités Técnicos asesores, que deben
aumentar la calidad y cantidad de sus
trabajos a medida que adquiera más seguridad y conciencia la clase obrera. La
vanguardia del proletariado y de estos órganos de masa es el Núcleo de revolucionarios
activos, cuya tarea es de orientación y vigilancia revolucionaria y de
impulsión, mediante el ejemplo militante y la prédica, de todas las grandes
consignas de la Revolución”[xxi]
No es la discusión acerca de límites entre
etapas lo que debe ocupar nuestra atención, ni es nuestro objetivo, máxime
partiendo de la concepción del socialismo como
un proceso, el proceso de trascendencia del capital. Estos primeros años
fueron tiempos de búsquedas, durante los cuales había que resolver ante todo el
problema de la independencia nacional y la consolidación de un poder popular
que garantizara la justicia y el progreso social, en las condiciones específicas cubanas marcadas con mucha fuerza por la
situación en el campo. Fueron los años de atender los problemas más
acuciantes en todos los planos de la vida social, caracterizados por la participación política en formas directas
esencialmente, y por lo que Ernesto
Molina califica por una “justiciera
política de redistribución del ingreso, no
solo a favor del campesinado, sino también de toda la población trabajadora y
especialmente de la clase obrera. Ello contribuyó al mejoramiento de las
condiciones de trabajo y de salarios en una serie de sectores de la economía
nacional: rebaja de los alquileres, reforma urbana, rebajas de las tarifas
eléctricas y telefónicas, rebajas en el transporte y otros servicios a la
población, etc.”[xxii].
Como señala este destacado investigador cubano “… Las concepciones económicas dominantes en
el Estado revolucionario necesariamente tienen que desempeñar un papel muy
activo en la política económica y en el propio desenvolvimiento de las tareas
de la transformación socioeconómica. La política que se divorcia de la economía
pierde su base objetiva y está condenada al fracaso. Al mismo tiempo, no es
posible cumplir cabalmente las tareas económicas sin un acertado enfoque
político, es decir, sin respetar los
intereses de la sociedad en su conjunto y muy especialmente los intereses
legítimos de las clases trabajadoras[xxiii]. Precisamente en esta
interacción se encuentran importantes momentos que es imprescindible atender al
estudiar y actuar durante la construcción socialista, específicamente en lo
concerniente a la transformación del sistema de propiedad.
Sin ignorar los pasos dados hacia radicales
transformaciones del sistema de relaciones sociales de la producción desde sus fundamentos en el proceso de
organización del trabajo, como veremos en las siguientes páginas, la
interacción entre las concepciones dentro
de la dirección del proceso – con todos sus matices- y su asimilación por los actores del proceso, los hasta ese momento
“desposeídos”, fue generando una
concepción efectiva del sistema de relaciones sociales de la producción,
decisiva en la realización práctica del sistema de propiedad. En este
sentido resulta muy valioso profundizar en algunos elementos que brinda el
profesor Louis A. Pérez Jr. En su obra “Ser
Cubano. Identidad, nacionalidad y cultura”[xxiv]. El autor, con interesantes y argumentados análisis que no podemos
extendernos en citar, introduce la idea de que “…El paradigma dominante de
‘civilización’ estaba en transición. El poder de la Revolución residía en su
capacidad de reorganizar útilmente los patrones por los cuales se medía lo que
era civilizado y, en el proceso, convocaba a tener una visión de un orden moral
alternativo. La proposición de patria tomó un nuevo significado, como una
comunidad que incluía a todos, para encontrar un sentido de propósito común y
una fuente de identidad. La noción de patria, libre y soberana, fue reinventada
alrededor de las funciones instrumentales en las cuales un proyecto igualitario
cumplía las condiciones necesarias de civilización. Esto significaba ver a la patria
como un medio de avance y garantía de bienestar….(…)…“El carácter de ‘lo
cubano’ pasó a ser objeto de confrontación, y esta disputa en sí misma servía
como fuerza de cambio. Nunca antes la explicación acerca de la nacionalidad
había comprometido por completo a la imaginación pública. Tenía que ver, en
gran medida, con la afirmación de lo cubano, de una Cuba para los
cubanos….(…)…“Los nuevos términos de la proposición de lo cubano encontraron
eco en toda la isla. Una vez más, el consumo se convirtió en el camino para
afirmar la nacionalidad; pero ahora los productos eran hechos en Cuba”[xxv].
Aunque con un enfoque, y consecuentemente
conclusiones tal vez demasiado simples, el autor nos llama la atención hacia un
momento descuidado o poco analizado, indispensable para comprender el modo en
que se empezó a concebir y transformar en la práctica el sistema de la
propiedad en Cuba, en un proceso complejo y contradictorio en el cual “lo
cubano” rápidamente pasaría a estar indisolublemente unido a “lo socialista”: la
resolución socialista de la contradicción dialéctica entre la propiedad
individual y la propiedad social, trascendiendo
los estrechos marcos de la posesión simple privada excluyente que marca el
desarrollo hasta el sistema del capital.
La resolución de esta permanente contradicción
dialéctica en nuestras condiciones,
marca todo el complejo proceso de transformaciones socialistas cubano
hasta el presente.”
[i] Ver: Los Fundamentos del Socialismo en
Cuba, Ediciones Populares, La
Habana , 1961. Según el autor Lucilo Batlle en su trabajo
“Blas Roca, continuador de la obra de Baliño y Mella” (Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana ,
2005 p.107), el libro referido constituye “el análisis más completo y
multilateral de la realidad neocolonial cubana hasta la aparición de “La Historia me absolverá”.
[ii] Los Fundamentos del Socialismo en
Cuba, Ediciones Populares, La
Habana , 1961, Ver: Prólogo pp. 13-14.
[iii] Ibidem, pp. 211-213.
95 Blas Roca: “El camino del socialismo” en Cuba Socialista
Nº 1, p, 12, septiembre de 1961.
[iv] Ibidem, pp. 221-223
[v] Ibidem, Ver: Prólogo p.14.
[vi]
Roca, Blas, “El camino del socialismo”, Cuba Socialista, Número 1, Septiembre
1961, p. 7
[vii]
Además del discurso de Fidel Castro el 26 de Julio, Blas Roca hace referencia a
ideas de los discursos del 1 de mayo y el 17 de mayo, en los que se tratan las
relaciones con los campesinos pobres y las cooperativas, y las capas medias de
la sociedad.
[viii]
Ibidem, pp. 19- 21 La negrita es nuestra.
[ix]
Este trabajo, amén de otras ediciones,
apareció nuevamente publicado, en
1983, en Letra con Filo, T-2, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana , pp. 293-407
[x] Ibidem, p.336.
[xi] Ibidem, p.337
[xii] Ibidem, p.337
[xiii] Ibidem, pp. 373-374.
[xiv] Ibidem, p. 374
[xv] Ibidem, p. 381
[xvi] Ibidem, p.372
[xvii] Idem p. 388
[xviii] Idem p. 389
[xix] Ver por ejemplo el discurso del Comandante en Jefe del 2 de mayo
de 1959, ante en Consejo Económico de los 21, en el Palacio del Ministerio de
Industria y Comercio de Buenos Aires, donde subraya la imposibilidad de separar
“el ideal económico, del ideal político;
no veo como pueda separarse el problema político del problema económico”, y
después pasa a revisar el papel de la inversión privada en la solución de los
problemas cubanos del momento, las relaciones con los trabajadores y el papel
del Estado: “…imaginemos que la inversión
privada fuese a resolver todos los problemas.
Sabemos los conflictos que se producen constantemente o se pueden
producir en un momento determinado entre la empresa y los obreros. Cuando ese conflicto es nacional, pues son
conflictos nacionales; cuando los conflictos se producen, por ejemplo, entre
una empresa norteamericana y obreros de un país determinado, el conflicto
adquiere características no nacionales y entran a formar nuevos ingredientes en
el resentimiento y en la falta de comprensión.
Eso es una cosa que, si queremos resolver nuestros problemas de manera
que la armonía mayor, la comprensión mayor y que la amistad mayor existan entre
todos los pueblos del continente, debemos basarnos en la experiencia existente
hasta hoy y comprender que debemos buscar soluciones que no sean soluciones por
10 ó 15 años y que sean problemas dentro de 20 años; debemos buscar soluciones
definitivas.
No se trata de que nosotros
estemos contra la inversión privada; pero sí entendemos que debemos fomentar la
inversión privada de empresarios nacionales, debemos buscar la ayuda de los
empresarios nacionales, facilitarla a través de las instituciones de crédito
del Estado, con capital movilizado a través de las instituciones de crédito
internacional. Sí creemos en la
conveniencia de la experiencia, del estímulo de las inversiones privadas, pero
debemos aspirar a que sean inversiones privadas de empresas nacionales. ¿Quiere decir que excluyamos las
internacionales? No, porque cuando haya
un tipo de empresa donde haya interés de una inversión internacional, tendrá
las mismas garantías y los mismos derechos que la empresa nacional; pero,
sencillamente, no estamos buscando las soluciones hasta hoy encontradas, sino
soluciones nuevas, soluciones que de verdad resuelvan nuestros problemas…” (Ver Discursos de Fidel Castro en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/)
y su intervención ante los directores de periódicos en Washington el 17 de
abril, de la cual aparece en el sitio solamente sus palabras iniciales, cuando
se refiere a la presencia de industrias norteamericanas en Cuba y de nuevo a
las inversiones privadas en el desarrollo de la industria cubana (el material
completo se puede consultar en “Humanismo revolucionario. 4 piezas de
oratoria”, Editorial Tierra Nueva, La
Habana , julio 1959). Muy ilustrativo resulta el intercambio
desarrollado entre Antonio Núñez Jiménez y los participantes en el Primer Forum
Nacional sobre la reforma agraria, donde se analiza el papel de las
transformaciones agrarias en Cuba, y el contenido de las mismas, en particular
las cooperativas agrícolas fundadas por el INRA, respecto a las cuales Núñez
Jiménez afirma que “a medida que nos apartáramos del individualismo en la
producción, lógicamente tendríamos que acercarnos al socialismo…(…)..La
cooperativa es un paso de avance hacia el socialismo, es un paso de alejamiento
del individualismo en la producción agropecuaria”, Ver. “La Liberación de las
islas”, Antonio Núñez Jiménez, Editorial Lex, La Habana , 1959, p. 351.
[xx]
Guevara, Ernesto, “Tareas industriales de la Revolución en los años
venideros”, Cuba Socialista”, Num. 7, Marzo 1962, p. 39.
[xxi]
Ibidem., p. 44.
[xxii] Molina Molina, Ernesto, “El pensamiento económico en la
nación cubana”, Editorial Ciencias Sociales, La Habana , 2007, pp. 189- 190
[xxiii]
Ibidem.,p. 189.
[xxiv] Pérez señala que: “..La Revolución se había
convertido al mismo tiempo en un medio y un mandato para hacer cambios; lo
facilitaba al dar a los cubanos el papel de agentes del cambio. ¡Porque era
mucho lo que los cubanos querían transformar! La dirección y la velocidad de
este proceso, en 1959, estaban determinadas por una gran fuerza que surgió de
pueblo e impuso su urgencia en la vida pública. Demandas largo tiempo
pospuestas o denegadas, encontraron respuesta; muchas tenían que ver con las
condiciones de vida, con jornales y salarios, con el costo de la vida. Era un
momento de demandas, y muchos apreciaron la importancia del momento: un
gobierno provisional recién establecido, que buscaba vías para consolidar su
autoridad, no podía sostener su mandato mucho tiempo sin responder a los
llamados de una excitada ciudadanía”…. …
“El sentimiento
de cambio era palpable. Las demandas dominaban el discurso público y lo que más
demandaban todos era el cambio. Es cierto que muchos habían visto la lucha
armada como una defensa de la democracia y la libertad; esto significaba diferentes cosas para cada persona. Estos
conceptos se asociaban a una condición material, que implicaban bienestar,
confort y satisfacción. ‘No veíamos futuro para nuestros hijos’, explicaba el
abogado Alejandro Suero, en 1959. La revolución fue concebida, principalmente,
por abogados, ingenieros, médicos, contadores y profesores universitarios,
‘hombres con gran sentido de dignidad’. Suero se quejaba de los altos precios
de los refrigeradores norteamericanos, su precio se duplicaba: ‘Así como los
televisores, automóviles y las instalaciones de baño. Y afirmaba que a los
cubanos les gustaría comprar muchas más cosas, que en el país son sinónimos de
democracia, vida independiente y salud, pero no podían permitírselo, y les
gustaba tenerlos’ (Cita a
Alejandro Suero: “Open setter to the American People”, Times of Havana, 30 de
Enero de 1959, p. 15) …. “La promesa de la nación y el significado
de lo cubano estaban profundamente enraizados en la proposición de bienestar
material, tal como gozaban otros países modernos. Fidel Castro defendía las
reformas, y se comparó con Franklin Delano Roosevelt; él comentó que éste
también había sido criticado por tratar de elevar los niveles de vida. Cuba
podía aspirar a lo mismo que se disfrutaba en los Estados Unidos, y proclamó:
‘Somos iguales y tenemos los mismos derechos’ En realidad, la Revolución , anunció,
traerá a Cuba un nivel de vida más alto que el que disfrutaba los Estados Unidos
y la Unión Soviética :
“…queremos elevar de tal manera el estándar de vida del pueblo que pueda vivir
el campesino con todas las comodidades y beneficios a que tiene derecho un
hombre que trabaja en una país tan rico como este’”. Pérez, Jr., Louis A., “Ser
Cubano. Identidad, Nacionalidad y Cultura”, Ed. Ciencias Sociales, La Habana , 2006, p. 688- 690,
y hasta la 724.
[xxv]
Ibidem, pp. 694- 695