Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

viernes, 6 de octubre de 2023

Cuba y los caminos del sol. Crónicas de un emprendedor ( I a la V)

Comienza esta serie de reflexiones sobre las potencialidades del sol como fuente de energía en Cuba. El autor es Doctor en Filosofía y Coordinador General de HAXBER Energías SRL, MIPYME dedicada a la producción, comercialización, instalación y mantenimiento de medios, tecnologías y equipos asociados a las fuentes renovables de energía.




Con este artículo quiero comenzar un ciclo de reflexiones desde mis visiones sobre el fascinante tema de las energías renovables, a partir de experiencias personales que la práctica y el trabajo diario como empresario me han permitido acumular en el relativamente breve tiempo que llevo vinculado al sector.

Es muy probable que en ciertos aspectos no coincida con los criterios de varios especialistas y que, de algún modo, ponga en solfa los intereses grupales o individuales de personas que han hecho un modo de vida de determinadas formas de entender y practicar la generación de energía en nuestra isla.

Desde este arranque entrego la llave para quien desee cruzar la puerta del diálogo y construir, de manera colectiva y consensuada, nociones, planes y prácticas que nos permitan avanzar en un tema crucial para el presente y el futuro de la nación.

El título viene inspirado en la obra de Enrico Turrini, uno de esos italianos que se enamoró (como mucha gente desde las más diversas geografías) de la calidez, la bondad y, en general, de nuestro pueblo, y puso a nuestra disposición sus visiones y sus estudios sobre el aprovechamiento de la energía solar en nuestro territorio. Me refiero a: El camino del sol. Un desafío para la humanidad a las puertas del nuevo milenio. Una esperanza para los países del sur, editado por CUBASOLAR en 1999, y que conserva toda la vigencia en medio de esta época de turbulencia general.

Digamos que es un problema más que evidente que la situación energética en Cuba está en niveles críticos. Frecuentemente se reportan los déficits de generación de electricidad que enfrenta el país. La fuente fundamental de generación eléctrica en Cuba radica en las termoeléctricas, distribuidas estas a lo largo y ancho del país.

Revisemos determinados principios “vitales” de funcionamiento.

Para que usted reciba corriente alterna de 127 o 240 vatios en su hogar, debe existir una infraestructura de generación muy potente, mientras más alto el voltaje, más energía se transmite. Líneas, a partir de 220 Kv, corren por esos gruesos cables y redes que derivan en subestaciones y de ahí a esos transformadores en el poste de la esquina los cuales permiten que se puedan enchufar los más diversos aparatos a un tomacorriente.

Esa potencia necesaria se genera utilizando disímiles fuentes de energía. Las más tradicionales son: los hidrocarburos (petróleo, gas) carbón, fusión nuclear, grandes caudales de agua (hidroeléctricas) y a ellas se le suman (en menor medida, pero con una tendencia irreversible hacia su aumento) la eólica, solar, biogás, las mareas y otras.

Dicho de manera breve, para que usted encienda el televisor en su casa, se ilumine o se refresque en el aire acondicionado en medio del calor que hace pensar que el diablo se mudó para su barrio, se necesita una gran potencia de generación en una central, cuyo reactor se alimenta con una de las fuentes antes citadas, cada una de ellas con un costo para producirlas.

Aquí me detengo en enfatizar la palabra central porque (junto al costo y la durabilidad en el tiempo de las fuentes) se constituye en uno de los principales desafíos que enfrentamos, y no solo a nivel nacional, creo que tiene un alcance planetario.

La generación de electricidad, por la manera en la que lo plantearon sus descubridores, así como por la influencia de la revolución industrial del siglo XIX, que masificó los procesos productivos e introdujo la noción y la práctica de la producción a gran escala, se concibió (y aún se concibe) como un proceso necesariamente centralizado, como núcleos inmensos desde los cuales se distribuye para los más disímiles usos.

Este modo de producir la energía eléctrica es lo que se denomina la “vía dura”, caracterizada por maneras de generar muy agresivas con el medio ambiente, sólo conducentes a la entropía, o sea, al desorden a gran escala. Los impactos son palpables cada día. Ya no se manifiestan solo en la mala salud de las lejanas y lentas ballenas grises; se nota en nuestro vecino, un adulto mayor que desfallece por la falta de alimentación adecuada y una sensación térmica de 42 grados Celsius con la humedad relativa del 90% y las arenas del Sahara cayendo en la azotea de la casa.

Desde comienzos de siglo las guerras por el control de los hidrocarburos son cada vez más violentas y cercanas a la distopía de la saga de “Mad Max”. Las coerciones por el control del mercado de combustible atómico se globalizan, tanto como los accidentes en las centrales electronucleares. Chernobil, Fukushima y la actual contienda alrededor de Zaporozhye. En todos los casos, los humanos podemos hacer estallar el planeta varias veces.

Me adelanto en una aseveración: en Cuba la alimentación y la energía están determinando el presente y el futuro del país. Constituyen, en gran medida, el centro de gravedad de la crisis en la que estamos empantanados hace ya demasiado tiempo. Las soluciones que puedan emerger del tratamiento de esos sectores van a determinar el curso del resto de la economía.

Y algo va quedando cada vez más claro: del mismo modo que el sistema Estado-céntrico se agota y es, cada día, más incapaz de dar respuesta a la diversidad de demandas sociales y humanas del pueblo, la gestión agrícola y energética tendrán que ser descentralizadas para que sobrevivamos como organismo social.

Trataré de concentrarme en lo referente a la energía y sus desafíos en nuestro país.

Existen hoy en funcionamiento ocho centrales termoeléctricas (CTE) con 20 bloques de generación, de los que 16 están en explotación. Con solo una excepción, todos se encuentran en obsolescencia por más de 35 años de empleo. Y el “más joven” ya rebasa los 25 años sincronizado al sistema. Diez bloques se fabricaron en la hace ya 30 años desaparecida, Unión Soviética —o sea, el fabricante no existe—, dos bloques son japoneses (Hitachi), un bloque francés y un bloque cuya caldera fue construida en Eslovaquia y el turbogrupo proviene de Rusia.

Esta amalgama de cacharros viejos tiene la responsabilidad de generar 2600 Mw para el sistema. Nuestros “almendrones” eléctricos, a los cuales se les tiene por el sistema “más robusto”, además, basan su funcionamiento en energía fósil, entiéndase gas y petróleo.

En las CTE se concentra el 40,6 % de la generación y el 21,7 % funciona con fuel oil y el 21,9 % con motores diésel (los famosos Grupos electrógenos de la “Revolución Energética” de principios de los 2000, lanzada por Fidel). En números redondos, el 95 % de la electricidad en Cuba es generada mediante el uso de combustibles fósiles. Y pensemos en las famosas “patanas turcas” con el consecuente consumo.

Un par de disquisiciones finales, por el momento. Actualmente los precios del petróleo y el gas andan más locos que las películas de los Hermanos Marx y, para coronar, estamos en una lista de Países Patrocinadores del Terrorismo que elabora el gobiernode Estados Unidos y que da patente de corso para perseguir barcos cargueros e impedir que llegue una sola gota de combustible al país. Y aunque mucho crudo nacional se utiliza en la generación eléctrica, no satisface la demanda productiva real.

Por otro lado, el tejido social se hace poroso y difícil de controlar. Desde hace ya bastante tiempo estamos cada día capeando una tormenta perfecta. Uno de los “combustibles” de esa energía social son los cortes de electricidad en el sector residencial.

Seamos realistas: si a un centro de trabajo le cortan el fluido, la gente sale para su casa muy feliz, o al menos con la esperanza de que podrá “resolver” el sinfín de entuertos en los que se ha constituido la vida cotidiana de cubanos y cubanas. Pero cuando cortan la electricidad en las casas, la gente puede tener ganas de salir, muy molesta, para la calle a protestar. Por consiguiente, si se desvía energía al sector residencial en detrimento del sector productivo, ya conocemos el costo económico a mediano y largo plazo.

Estamos atrapados en un bucle difícil de resolver, sobre todo, acudiendo a las mismas fórmulas una y otra vez. Recordemos al sabio Einstein diciendo que la “insanidad” radica en repetir una y otra vez las mismas respuestas y esperar resultados diferentes.

Un año regular consta de 365 días, Cuba tiene sol para 600 días por año. Nos perfora el cráneo cuando caminamos, se puede freír un huevo en el asfalto; el mar en nuestras costas anda por más de 25 grados de temperatura, una verdadera sopa.

¿No existirá absolutamente ninguna forma para aprovechar descentralizadamente esa energía solar y producir electricidad para las casas, pequeños negocios, casas de abuelos, escuelitas, círculos infantiles, bibliotecas, etcétera? ¿Nos podrán bloquear el sol?

Dejo la puerta abierta y la llave en la cerradura.

II

Desearía comenzar esta segunda entrega por donde concluyó la anterior. ¿No existirá absolutamente ninguna forma para aprovechar descentralizadamente la energía solar que nos llega y producir electricidad para las casas, pequeños negocios, casas de abuelos, escuelitas, círculos infantiles, bibliotecas, etcétera? ¿Nos podrán bloquear el sol?

La respuesta para la primera pregunta, claramente, es positiva. Incluso, si se les preguntara sobre el tema, muchos funcionarios apoyarían la idea con vehemencia. Tenemos una crisis energética, tenemos mucho sol y tenemos la voluntad para hacerlo. ¿Qué nos lo impide? Hablemos de lo “objetivo” y lo “subjetivo”.

Utilicemos una valiosa herramienta —no es la única existente— de la Unión Europea para medir el rendimiento de un sistema fotovoltaico (PV por sus siglas en inglés) que, al menos a mí, me despertó la curiosidad. Es una aplicación online, Photovoltaic Geographical Information System (PVGIS), de fácil acceso a través de Internet. 

Nos permite, a partir de geolocalizar nuestra posición exacta, introducir datos de manera sencilla, como por ejemplo: capacidad de generación por kilowatts; orientación de los paneles (en el caso de Cuba se recomienda orientarlos hacia el Sur, aunque hoy se debate sobre este aspecto dadas las condiciones climáticas de la Isla); el ángulo de inclinación y otros datos que pueden ser dejados automáticamente al sistema, o puede el usuario introducirlos manualmente. A partir de esos datos, el PVGIS calcula el rendimiento mensual de la instalación durante un año. Las cifras se muestran en Kilowatts/hora (KWh)

La captura de pantalla corresponde al 8 de agosto de 2023, en la calle 178 esquina a 1ra. en el reparto Flores, municipio Playa, La Habana.

Las barras azules en el segundo recuadro indican el análisis del rendimiento de una instalación de 3 Kw. El dato curioso estriba en que se supone que el infierno de la tríada junio-julio-agosto sería la más productiva. Sin embargo, es marzo el mes de mayor rendimiento de los paneles solares. Por increíble que pueda parecer, en los meses de verano es cuando menos rinde la instalación.

Una de las respuestas más probables puede encontrarse si se busca en el mapa a los principales fabricantes y desarrolladores de esas tecnologías: China, Europa, Canadá, Estados Unidos. En esas geografías los rayos solares son escasos (comparados con la nuestra) y llegan de forma oblicua, más inclinados mientras más hacia el norte se avance. Por ello es necesario construir las celdas de manera que aprovechen toda la energía posible. Por eso marzo es el mes de mejor rendimiento. Cuando junio, julio y agosto los agarran, sencillamente, los derriten y baja el rendimiento.

Esa tecnología, por demás, es cara y de difícil acceso. Ahora mismo, en medio del conflicto bélico en curso entre Ucrania y Rusia, poco y a muy alto precio se podrá encontrar en Europa en materia de energías renovables. Los precios del gas, el petróleo, el carbón, el uranio andan por las nubes, la crisis energética se hace sentir allí y lo que hay en términos de energía verde está restringido.

China es un gran productor y proveedor, pero con todos los problemas que enfrenta la llamada “cadena de suministros” a nivel global, el encarecimiento de los fletes, la distancia y un sinnúmero de otros factores, también se vuelve compleja la adquisición de dichas tecnologías, que no son solo paneles solares. A estos les acompañan inversores, reguladores de voltaje, instalaciones de aterramiento, las formas de aluminio para las estructuras, incluso baterías en caso de instalar con respaldo, así como otros muchos equipos. 

Otra cuestión básica que debemos entender con respecto a la energía fotovoltaica es lo referido al área. Recordemos que, dado el modelo de desarrollo a gran escala, que requiere grandes inversiones y centrales generadoras de energía, la idea predominante —justificada a partir de criterios de eficiencia de la generación— es la de grandes granjas solares en las que se puedan producir varios gigawatts (miles de megawatts) de electricidad para respaldar grandes procesos productivos, o como sustitutos de los reactores a base de combustible fósil.

Pero conozcamos a nuestro amigo el Panel Solar. Está conformado por células fotovoltaicas, generalmente a base de silicio y arseniuro de galio. Estos materiales absorben la energía proveniente del sol y, mediante un mecanismo de vibración la convierten en electricidad. Hasta aquí todo perfecto, con la excepción del dichoso “galio”, un elemento de la tabla periódica de Mendeleiev (descubierto, por supuesto, por un químico francés) y que clasifica entre los llamados “minerales raros”, junto al “germanio” (claro está, descubierto por un químico alemán). Los 17 minerales raros (con nombres más raros aún) son críticos para la fabricación de semiconductores y toda la tecnología contemporánea depende de ellos.

Podemos imaginar la disputa de los gigantes mundiales por el dominio de esas tecnologías y esos minerales. China controla alrededor del 80 % de esas reservas. Así que cuando leamos noticias sobre la disputa comercial entre el gigante asiático y Estados Unidos, tengamos en cuenta que buena parte está referida a esos elementos.

Un panel solar común —aunque se están desarrollando tecnologías flexibles— es un cuadrilátero rígido. Una versión eficiente, con capacidad para generar 550 watts ocupa un área de 2,04 por 1,14 metros. Si queremos producir 1 kilowatt, el área sería de, aproximadamente, 4 metros cuadrados. Si queremos producir 1 megawatt (1000 kilowatts) se requerirán, proporcionalmente, 4000 metros cuadrados de superficie. Y así sucesivamente, podemos ir escalando hasta darnos cuenta de que no alcanzaría el terreno de una isla estrecha y pequeña para producir electricidad de manera centralizada y masiva.

Y por supuesto que se sacan cuentas considerando que la inclinación de los paneles permite reducir el área de las granjas. La pregunta es ¿en cuánto? Del mismo modo que no se puede hacer un análisis simplista y alarmista en lo referido a la relación entre generación y área, tampoco se puede obviar que el lado más ancho de la Isla es de 81 kilómetros y el eje es de alrededor de 1250. Debemos pensar cómo aprovechar lo que ya está ocupado y tratar de preservar al máximo el territorio cultivable de que podamos disponer.

Recordemos el dilema que acompaña al tema de la energía en nuestro país: la producción de alimentos. Tenemos una necesidad imperiosa de cultivar todo lo que se pueda en todo el espacio de tierra posible. Entonces, cómo se solucionará la necesidad de producir energía con todo el sol que nos quema, contribuir a impulsar la producción de alimentos y la agricultura con toda esa energía, sin comprometer grandes áreas que pueden (y deben) ser utilizadas para cultivos.

Existe otro reto en el plano de lo “objetivo”, lo que está fuera de la voluntad de las personas. Tenemos que hablar de presupuesto. El gobierno de Cuba se alineó con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, a través del Programa Nacional para el Desarrollo Sostenible (PNDES). Uno de los puntos cruciales pasa por el cambio de matriz energética y el uso de las energías renovables.

Sin embargo, son tecnologías costosas y el país atraviesa una de sus peores crisis económica y financiera, con altos niveles de estanflación. La presión externa para asfixiar al pueblo cubano va en aumento, la persecución de cualquier transacción internacional es extraordinaria. Todo ello complica sobremanera cualquier transición a energías limpias.

Pero, voy caminando por el boulevard de San Rafael, o cualquier calle sin árboles de Centro Habana y La Habana Vieja y puedo imaginar esas calles estrechas techadas con paneles solares, dando sombra y generando electricidad. Eso mismo lo sueño cuando ruedo la bici por la calle 7ma, en el área del Parque Ecológico, en Playa. Sueño en las áreas techadas de los estadios de béisbol, llenas de paneles solares y luminarias de ese tipo para que nuestros peloteros jueguen de noche y nuestro pueblo tenga la fiesta que es la pelota, sin esa limitación.

El reto material es inmenso, pero no imposible. Ya veremos cómo podemos, las personas y las instituciones, sortear tamaña piedra. 

El tipo que creía en el sol


Por Héctor Zumbado 


Y todo a media luz

A media luz los dos

A media luz los besos

A media luz de amor.

El tipo era de ese tipo de gente. Aunque no se sabía bien la letra, y las cambiaba todas, era de esa gente que creía en los tangos. Y un tipo que cree en los tangos es un tipo con el que hay que tener cuidado.

Este Gardel cotidiano, que a veces se desdoblaba

En Bartolomé Moré

en Toña la de Veracruz

en el increíble Mozart

en uno de los Beatles

(o en los cuatro a la vez)

en Rimsky Korsakov

en Méndez, José Antonio

o en Peza, Juan de Dios

Este Gardel cotidiano, tenía tremenda fe en el dado. Era de esa gente. Que creía. Creía en las posibilidades, aunque estuvieran encaramadas en el lomo de Rocinante. Era de esa gente. De ese tipo de gente que si su equipo tenía tres carreras abajo, el noveno inning, nadie en base, con dos out, oscureciendo y empezando a llover, decía:

—Ahora, ahora tú verás que empatamos.

Y, bueno, con un tipo así no se puede. Con un tipo así todo es posible.

Por eso un día ¡se le ocurrió enlatar el sol! No sabía cómo hacerlo. Pero sabía, intuía, presentía, creía que se podía hacer. Y eso era suficiente. ¡Qué vacilón! ¡Enlatar el sol! Meterlo en laticas. Y ponerle una etiqueta:

Tropical Sunshine

Genuine.

Abra por la línea de puntos.

250 gramos de cálido sol tropical

Tibio y sensual.

Radiante y juguetón.

No guardar en lugar fresco.

¡Qué vacilón! Coger todo el sol que sobre. El de la acera del sol, por donde nadie camina. El de las doce del día, que hace arder la guardarraya. O el que cae pesadamente en los tramos de la costa, calentando el diente de perro. Todo ese sol. Cogerlo y meterlo en laticas. Y mandarlo para allá fuera. A Europa. En invierno, que es cuando el sol se pierde y no hay quien se empate con él.

¡Excelente renglón de exportación! ¡Qué vacilón!

Y con su latica bajo el brazo salió a vender su idea. A persuadir. A convencer. A transmitir con el brillo de los ojos la posibilidad de lo posible.

Pero por cosas del azar, no dio con los receptivos.

Esos que cuando escarban la tierra con los dedos

no piensan en la higiene de las uñas

solamente en la semilla.

Esos

que si tienen que ir a pie hasta Santiago

se llevan una buena tumbadora.

Dio con los otros.

Esos que están hechos de suave plastilina

(…) Que prefieren la orillita de la playa

y se pierden el azul que hay en lo hondo.

Esa gente que camina despacio por la vida

(…) que ven fantasmas en las noches de trasluz

y se detienen a mirar las hojas muertas del rosal.

Esos

que solo ven el arco iris

cuando llueve

nada más.

Se puso fatal. Con esa gente, casualmente, se empató. Con los precavidos. Los comprimidos. Los monocromáticos y calculosos. Los plastilínicos y siempre dudosos.

Y, claro, le dijeron ne, niente, never. A otra cosa mariposa. Primero le analizaron la idea. Mmm… ¿enlatar el sol? La calcularon. La estudiaron. La batieron. La exprimieron y la plancharon.

Y lo que es peor, trataron de convencerlo. De persuadirlo. De frenarlo. De calmarlo. De clavarle los pies sobre la tierra. Y echarle cal. Y arena. Y piedras. A ver si se estaba quieto. Y se dejaba de tanta bobería. Y le dijeron —en tono serio, profundo, profesoral y definitivo:

Chico pero si es que tú no tienes nada

una idea nada más

y entusiasmo

y una gran imaginación

—que eso es bueno—

y constancia

y dedicación

y un maravilloso optimismo

pero tú no tienes nada

una lata

y una idea nada más.

Hicieron lo peor que se le puede hacer a un tipo. Aplastarle la ilusión. Romperle en dos el entusiasmo. Plancharle la esperanza.

Y el tipo que creía en el Sol —del encabronamiento que cogió— rompió la lata de un piñazo y se quedó pensando en el Quijote.

Y entonces

súbitamente

de aquella latica chiquitica

lenta

lentamente

empezó a

amanecer.


“Yo no creo que haya sido en vano, pero pudo ser mucho mejor”.

Silvio Rodríguez. Hacia el porvenir

 III

No soy bueno para hacer o exigir declaraciones de principios, mucho menos autos de fe. Así que seré muy breve en la introducción a la parte “subjetiva” de los desafíos para los caminos del sol en Cuba.

Nací, crecí, me eduqué y decidí vivir en mi país disfrutando sus bondades y sufriendo sus demonios. Pude, y aún puedo, establecerme en cualquier otro lugar. Las generaciones más jóvenes tienen otros planes, otra bitácora. En el plano más personal, mi madre pertenece a la generación del “caldero histórico”, esa gente dura de pelar que a sus 91 tiene su mente clarita y una salud de hierro. Quiere que sus huesos fertilicen su tierra, y no creo que desde fuera la ayuda sea igual. Como decía un jefe de una tribu Comanche, “el dinero no se come”.

Dicho lo dicho, exploremos esa parte sinuosa, sensible y complicada que pasa por la superestructura, por las formas de pensar y organizar la sociedad, por lo que pudiéramos transformar, al margen (y a sabiendas) de los obstáculos gigantescos que, desde el punto de vista objetivo, material, enfrenta la tarea de transformar la matriz energética de nuestro país.

Un primer y fundamental escollo pudiera ser la carencia de una conciencia, una educación y una cultura sobre las energías renovables y su uso. No parece existir una noción extendida y generalizada de la importancia de estas otras vías, de lo que tenemos a mano para trabajar.

A pesar de no contar con reservas importantes de hidrocarburos —y, claro, muchos, entre quienes me incluyo, diríamos por razones obvias: “gracias a Dios”— nuestra economía, y nuestra vida en general, casi en su totalidad, basa su funcionamiento en el uso de combustibles fósiles. Y esto tiene un reflejo en nuestra conciencia, cultura y educación.

Indaguemos en cuántos programas docentes en cualquier nivel de la enseñanza están dirigidos hacia el desarrollo de una conciencia transformadora del uso de las energías en general y del uso de las fuentes renovables en particular. Con todos los problemas de transporte, y a pesar del incremento de vehículos eléctricos (mayoritariamente ciclos) la conciencia cotidiana se mueve en torno al automóvil de gasolina o diésel.

La perspectiva de sistemas móviles amigables con el medio ambiente, sin emisiones, sin ruido, no se manifiesta a gran escala en nuestra sociedad. De hecho, buena parte de quienes se transportan en las famosas “motorinas” han sustituido el ruidoso tubo de escape de las motocicletas de combustión, por bocinas con reguetón. Uno no sabe ya qué ruido contamina más.

En la percepción general de la población no existe la idea de “invertir” en energías renovables. Un módulo de paneles solares, inversores, baterías con la calidad requerida (porque esa energía renovable hay que almacenarla) puede generar corriente eléctrica entre 15 o 20 años, algunos fabricantes llegan a garantizar hasta 30 años de explotación, sin apagones, sin cambios de voltaje, sin preocupación por la cuenta a fin de mes, con autonomía total. Sin embargo, existe una especie de barrera cultural que hace preferir protestar por los apagones a ser parte de la solución de manera proactiva y sostenible.

Y esto, aclaro, sin desentenderse de la precariedad de la vida para la mayoría del pueblo. Teniendo que pensar en cuándo aparecerá y cuánto costará el pollo, es muy difícil asumir la idea del cambio de matriz energética y el costo de una inversión en paneles solares (que, como el dinero, tampoco se comen).

Esa falencia de una cultura en torno a las energías renovables, y a la solar en particular, tiene también un reflejo en los profesionales empleados en esta esfera. Nuestro país formó excelentes ingenieros que se han dedicado al tema con resultados relevantes. Sin embargo, van en minoría por varias razones, entre ellas el envejecimiento y el éxodo hacia otras áreas profesionales o hacia otras geografías. Nunca fue el sector “prioritario” del desarrollo energético.

Los profesionales, funcionarios y empresarios que trabajan hoy en Cuba tienen por delante una ardua tarea y están haciendo un esfuerzo extraordinario en medio de una situación crítica con la generación de energía.

Existen temas estructurales que se convierten en obstáculos “de conciencia”. Recordemos el carácter centralizado de las instituciones cubanas, lo cual disminuye los márgenes de flexibilidad. Nuestro “sistema operativo” sufre de lo que se pudiera denominar “disposicionitis o normatitis” aguda y crónica. Cada día aparece una nueva resolución restringiendo o “controlando” determinada actividad. Al parecer Eduardo Galeano (fue a quien primero se lo leí por allá por 1981) tenía razón en eso de que “los burócratas cubanos siempre encuentran un problema para cada solución”. Y a esta centralización volveré unos párrafos más adelante.

A lo anterior deben sumarse dos factores claves, a mi juicio, también culturales, de educación y demoledores en su peso. En primer lugar, tras la “ofensiva revolucionaria” de 1968, cualquier forma de propiedad y (el peor de los errores) de gestión no estatal se estigmatizó, pasó de ser “un rezago del pasado” a un enemigo del socialismo. Un mal necesario en el mejor de los casos. Hubo excepciones (como el cultivo del tabaco), pero en sentido general toda la economía transitó a régimen de propiedad y gestión estatal (que no necesariamente implica que es socialista).

En segundo lugar, y asociado con el pasado de desigualdades, con la idea de la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, la prosperidad comenzó a asociarse a vicios capitalistas, comenzó a ser motivo de sospecha y su criminalización fue consiguiente. El daño en el tejido social continúa siendo severo. Sobre todo porque esa criminalización de la prosperidad nunca ha sido igual para todos.

Se supone que si el Estado provee, vivamos todos en igualdad, sin explotados ni explotadores, que el salario ganado con el trabajo socialmente útil sea suficiente para satisfacer una vida digna, pero sin opulencias. Ese paradigma feneció aún cuando todavía parecía funcionar. Más allá del constante olvido de las leyes implacables del mercado, se hizo caso omiso a la noción del propio Carlos Marx quien decía que la verdadera igualdad radica en tratar de forma desigual a las cosas desiguales.

Producir, trabajar, cualquiera sea el oficio, el puesto que se desempeñe tiene necesariamente que traer prosperidad. Las personas crean familias y la reproducción social requiere del mejoramiento humano (ese en el que depositaba toda su fe Martí). ¿Cómo puede ser eficiente un negocio que no funcione, que no produzca bienestar, beneficios individuales y colectivos, que no genere prosperidad, individual y colectiva?

Todo esto, en un entorno de excesiva centralización, desestimula la búsqueda de soluciones, la asignación adecuada de presupuesto y de recursos, la idea de “fomento” tan necesaria y tan perdida de nuestra economía.

Cada mes el gobierno cubano eroga millones de dólares para comprar combustible y dedicar una gran parte a la generación de energía al sector residencial.

¿Será posible dedicar una ínfima parte de ese presupuesto para acelerar el cambio de matriz energética? ¿Será posible una modificación de las regulaciones vigentes que exima de aranceles e impuestos por un período razonable a las empresas del sector? ¿Será posible dinamizar el proceso de importación para viabilizar los plazos de entrega? ¿Será posible comenzar a generar, entre todos los implicados, un fondo para garantizar procesos de I+D que promuevan una vía hacia la soberanía tecnológica en materia de energías renovables?

Y me consta que tanto en el Ministerio de Energía y Minas como en el sector académico (el grupo liderado por especialistas de la Universidad de La Habana) existe un movimiento para trabajar de manera cooperada y coordinar los esfuerzos de quienes contribuyen en este sector.

Supongamos que los vecinos de un edificio logran ponerse de acuerdo para costearse la instalación de un sistema fotovoltaico que les permita tener energía estable las 24 horas, que puedan instalar sistemas de aire acondicionado en sus apartamentos, garantizar el bombeo de agua, en fin, vivir dignamente, tener bienestar, de manera completamente autónoma del sistema electroenergético nacional, sin costarle un céntimo a nuestro Estado. Mucho más, con posibilidades de “donar” energía a pequeños “objetos sociales” aledaños. Supongamos, principalmente, que existen empresas capaces de suministrar e instalar esos sistemas.

Supongamos que los campesinos tienen la capacidad de financiar sistemas fotovoltaicos para garantizar sus regadíos y el suministro de agua para sus cultivos, para sus cámaras de frío donde almacenar cosechas. Imaginemos que pueden financiarse vehículos eléctricos para transportar sus producciones. Vehículos que pueden recargar en esos sistemas fotovoltaicos totalmente autónomos de la red.

¿Qué podría impedir que las empresas estatales, cooperativas, mipymes, suplieran esas necesidades e hicieran un negocio próspero de esa gestión?

Cuesta trabajo imaginar un empresariado que progrese y se mantenga interesado en un proyecto de crecimiento nacional si todo el tiempo tiene que enfrentar restricciones, decretos que surgen y se multiplican como por arte de magia, con el estigma de ser el “enemigo público número uno” cada vez que se necesite culpar a alguien por ineficiencias y errores de otros, con la persecución que puede conllevar.

Recordemos que nuestra economía depende de personas que no dependen de la economía. Y los empresarios no escapan a la consecuencia inmediata de ese hecho.

Por último, y no menos importante, se debate en exceso el tema de la propiedad, cuando de lo que se trata es de la gestión. Alguna vez en mi juventud me hubiera gustado ser actor, pero nunca di la talla. Así que ahora no me agrada que me llamen “actor económico”. Las diversas formas de gestión son eso, formas diversas, pero empresas. Y tratar de forma desigual esa diversidad, además de demostrar inteligencia por parte de los responsables, va a garantizar que avancemos más unidos.

Aquí no se trata de lucha o competencia (como escucho a menudo a algunos empresarios) se trata de coordinar y cooperar, hay demasiado terreno por abarcar, mucho trabajo por hacer y prosperidad por alcanzar.

IV

                                                           ¡Ah! La gente hace preguntas, perdidos                                                                                                
                                                                    en la confusión,

y yo les digo que no hay problemas, solo soluciones. 

John Lennon Watching the Wheels


El año 2021 fue muy difícil, convulso. El pico de la pandemia de COVID-19; el peso del bloqueo y las más de 240 nuevas sanciones de Estados Unidos contra Cuba; la escasez en su punto más alto; cortes de electricidad; la factura de una Tarea Ordenamiento a destiempo, del mal manejo del presupuesto y la falta de una estrategia coherente y clara para sortear las dificultades; el 11 de julio y sus repercusiones.

En medio de tan adversa situación el Gobierno cubano tuvo el tino de abrir el espectro de formas de gestión en la economía para ciudadanos cubanos y, “al tibio amparo” de la Resolución 63 de 2021, se dio paso a la creación de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas, las ya famosas mipymes.

La estancia en el que fuera mi centro laboral por treinta y seis años, digamos que dejó de ser agradable y productiva por lo que decidí, con 59 años, salir de la academia en un contexto que no hizo más que corroborar mis razones para dejarla. 

Al alivio que sentí le añadí la suerte de que un amigo había fundado una mipyme de comercio electrónico y me tenía un puesto de administrador. Recuerdo la ceremonia en un bufete de abogados. Aquel primer ensayo no resultó del todo, pero conservo el agradecimiento por el gesto, y la experiencia que pude adquirir en el trayecto.

Desde hacía años venía estudiando el tema de las energías renovables y sus posibilidades para Cuba. Por otra parte, tenía acumulado, por mi tesis doctoral y trabajos específicos, bastante información sobre procesos de descentralización, autogestión y, sobre todo, me motivaba la idea de las fábricas recuperadas en Argentina: “Producir sin patrones”. Que traducido al marianense (mi idioma natal) quería decir, trabajar sin aguantarle paquetes a nadie.

Tuve la suerte de encontrar tres profesionales, además amigos leales y con los mismos intereses, por lo que decidimos presentar los documentos al Ministerio de Economía y Planificación para fundar nuestra empresa. El MEP tiene habilitada una plataforma online en la que se le da seguimiento a todo el proceso, que funciona sin contratiempos. Estos últimos sobrevienen en los espacios institucionales reales, donde se hace el papeleo. 

Una de las paradojas de nuestra realidad: vivimos en un sistema centralizado que funciona a la inversa. Lo que debía estar descentralizado de hipercentraliza, lo que debería estar centralizado funciona, cuando funciona, en la anarquía. Pero, en general, la PAE (Plataforma de Actores Económicos) funciona.

Nuestro primer acuerdo fue darnos autonomía, pero consultarlo todo utilizando la tecnología disponible. Desde mayo de 2022 que comenzamos el proyecto nos hemos reunido presencialmente en seis ocasiones, y hemos resuelto todos los problemas que hemos enfrentado. 

La marca nos llevó tiempo y esfuerzo, buscando en las redes sociales, en las bases de datos internacionales, incluso, indagando en un fondo de marcas europeo por aquellas que estaban en tiempo de “silencio”, como se denomina el período de dos años que una marca debe pasar hasta que se compruebe que no existía otra anterior. HAXBER Energías es el acrónimo de los nombres de los socios y el propósito de nuestra gestión. Ya está en el proceso de acreditación en las instituciones habilitadas a tales efectos.

En épocas difíciles hay personas capaces de darlo todo sin siquiera conocerlo a uno. El diseño de nuestra identidad fue el resultado de un gesto tremendamente altruista de un prestigioso diseñador, quien se enamoró del proyecto y decidió acompañarnos. Gracias, hermano.

El MEP nos aprobó un objeto social más amplio del que habíamos propuesto, lo cual nos hizo ampliar los marcos del proyecto original, así como rediseñar los sectores de negocio y las fases de crecimiento y desarrollo de la empresa en el mediano y largo plazos.

Finalmente, en julio de 2022, se nos aprobó la creación de una empresa para la “fabricación, comercialización, instalación y mantenimiento de equipos, tecnologías y medios asociados a las fuentes de energía renovables”. Se daba inicio a un proceso que concluyó, casi milagrosamente, en diciembre de ese año. Espero que alguien con más espíritu positivo pueda escribir sobre el viacrucis en que se convierte la tramitación en Cuba. Me pregunto, si existe la experiencia de la “ventanilla única” para la inversión extranjera, ¿será tan imposible implementarlo para las empresas cubanas? ¿Somos tan diferentes?

Uno de los retos de HAXBER está en el modo de funcionar. Tenemos una sede oficial, pero hemos preferido desafiar la noción de que el trabajo solo ocurre en una oficina. En realidad, es donde menos ocurre. Los contactos de negocio se realizan in situ, donde se planea ejecutar una obra, con los clientes directos. En otros casos, convertimos la red gastronómica en oficina ad hoc. Un poco de privacidad, un buen servicio de catering y propuestas concretas es todo cuanto se necesita. Sobran los ejemplos de negocios multimillonarios que se han firmado en la servilleta de un bar.

Todas las empresas deben trabajar con un sistema contable certificado y aprobado por nuestras instituciones. Algunas empresas han transferido su contabilidad a entidades privadas y cooperativas que brindan esos servicios. Nosotros, tras evaluar la amplia gama de posibilidades, nos decidimos por un sistema modular, que funciona en la nube y al cual todos los socios y trabajadores podemos acceder desde nuestros dispositivos electrónicos. 

Bien mirado, preferimos arriesgarnos a las fluctuaciones de la conectividad en Cuba, pero nos ahorramos millones en horas malgastadas en reuniones sobre cifras directivas y planes técnico-económicos, además de practicar algo que exigimos constantemente: TRANSPARENCIA. No existe secretismo en la empresa, la información está disponible todo el tiempo para todos los trabajadores. Es práctica cotidiana la archiconocida frase “donde se cae el burro, se le dan los palos”. (Aunque ahora mismo me preocupa que alguien me acuse de promover el maltrato animal). 

Una primera experiencia interesante fue a la hora de firmar el contrato para el sistema. Fue con una entidad estatal y tengo la mejor opinión del servicio y de la calidad del sistema. Me dicen que tenía que traer “el certifico” que me autorizaba a firmar el contrato. El sentido común indicaba que si en las escrituras (documento indispensable) dice claramente quién es el dueño de la empresa, entonces por qué razón tendría nuestra asesora legal que emitir un documento autorizando al dueño a firmar los documentos de su empresa. Luego me percaté de que es el procedimiento para las entidades pertenecientes al Estado. Claro, el dueño es el Estado, y éste faculta a un director para que actúe en nombre de esa entidad. Y, otra vez, me recordaba de Marx y su noción de la igualdad.

El sistema trabaja por módulos, y ciertamente resulta útil y operativo. En el módulo referido a la nómina surgió otra paradoja. Ante la pregunta de quién va a trabajar la nómina, la respuesta era obvia: quien operara el sistema y tuviera los permisos de modificación. Pues no, en ese momento tuvimos un productivo debate que volvió hacia las nociones sobre el sentido común. Supuestamente, para trabajar la nómina en una microempresa con solo tres empleados —cada uno con funciones muy específicas y operativas— era necesario un jefe o una jefa de personal. 

De pronto estábamos hablando de una oficina (que pagara renta, electricidad, aire acondicionado, mobiliario, teléfono, Internet, agua y demás) con recepcionista, secretaria, pantrista, dos custodios… y los salarios correspondientes, así como su seguridad social, vacaciones e impuesto por empleo de fuerza de trabajo. Todo eso, para que hubiera un jefe de personal que llevara la nómina en un sistema de acceso remoto colectivo.

Nos dimos de bruces con una creciente fuerza de trabajo flotante, “de sobra”, para los tecnócratas de uno y otro ismo. Las nuevas tecnologías, la dinámica empresarial y laboral en general hacen imprescindible un cambio de paradigma de la organización del trabajo. No se trata de despedir y descalificar fuerza de trabajo, sino de generar empleo realmente útil, tanto para el emprendimiento de que se trate, como para la sociedad en general.

La corta experiencia que tengo en el mundo empresarial me ha corroborado algo que había experimentado antes en la academia. La forma de funcionamiento de las estructuras institucionales, y la formación que reciben como cuadros prepara muy bien a nuestros funcionarios como expertos en lo que “no se puede”, y en disciplinas como “justificacionismo” y la “trabatología”. Los tropiezos son diarios, la ligereza con que se esgrimen prohibiciones es impresionante. Se han multiplicado aquellos a quienes Silvio llamara “los delimitadores de las primaveras”.

Sin embargo, tengo la experiencia vívida de personas en las instituciones del Estado, académicas, del empresariado, con una amplitud de horizontes y unas ganas de trabajar y transformar las de cosas para bien. No puedo menos que ser optimista. La confianza que tengo en las posibilidades de esa transición hacia una matriz energética sustentable y con soberanía tecnológica está basada, en gran medida, en esos maravillosos seres humanos que me he ido encontrando a lo largo del camino que emprendimos en mayo de 2022.

Termino esta entrega con la idea de Lennon en su canción “Watching the Wheels” al comienzo: 

Estoy sentado aquí viendo las ruedas girar y girar,

realmente me encanta verlas rodar.

Ya no más vueltas de carrusel,

solo tuve que dejarlo ir.

Ya hablaremos de negocios, para ir cerrando.

V

El Sol no se puede bloquear, no se puede dominar, no se puede destruir. La energía solar (…) es la única que puede producir el verdadero desarrollo económico y social que necesita la humanidad.

Enrico Turrini. El camino del Sol. Ed. CUBASOLAR. La Habana, 1999, p.304.


HAXBER Energías es un emprendimiento joven, aunque, con excepción de uno de nosotros, los socios doblamos “la curvita”. Tengo la impresión de que es algo frecuente en este movimiento de las mipyes —si así pudiese llamársele—: ver personas maduras, de una generación con padres y madres vivos con necesidad de cuidados y que se convierte en una especie de anclaje al país. La idea de la emigración, tan frecuente en los últimos tiempos, deja de ser, por muchas y diversas razones, una alternativa viable. 

Hablo de personas con experiencia profesional, ganas de trabajar, que se sienten útiles y encontraron un espacio en el cual intentar, aunque sea por última vez, dar un servicio a un país que alguna vez creció a la par de esa generación. Gente que se niega a ver este país caer por el despeñadero de la desidia, el resentimiento y la ineptitud.

Somos un pequeño negocio que, tratando constantemente de seguir las reglas del juego (aunque algunas parecen absurdas) vamos construyendo un espacio y viendo una oportunidad de crecimiento en cada hendija que se nos abre delante. Tenemos el marketing asegurado: apagones y sol. Se trata solo de ser responsables y ofrecer soluciones para problemas concretos, y no a la inversa.

Operamos con una divisa: el principal activo de una empresa son sus clientes. Puede tenerse todo, pero sin clientes no hay negocio. El punto de partida de nuestro trabajo es un levantamiento técnico, que encuentra lo que tiene y lo que necesita quien acude a nuestros servicios y sobre esa base hacemos un dictamen, proponemos soluciones y discutimos los presupuestos y plazos. Realizamos estudios de eficiencia energética, incluso, para los casos en los que solo se quieren averiguar los consumos y el estado de la instalación eléctrica.

En esta primera y necesaria fase de trading comercializamos productos y servicios que van desde luminarias de todo tipo, kits de recarga para vehículos eléctricos, sistemas de bombeo de agua, sistemas de generación de electricidad con y sin respaldo de baterías a partir de 3 Kw, generadores de electricidad de 4,8 Kw en adelante, brindamos asistencia técnica, repuestos, baterías y un conjunto de productos y servicios asociados todos a energías renovables. Concretamente, todo lo que brindamos trae asociado un panel solar.

Tratamos de maximizar la eficiencia ahorrando, no a costa de los clientes. Disminuimos los tiempos entre el proyecto, la llegada de los suministros y la puesta en marcha. Evitamos los activos, los almacenes, las oficinas y todos los gastos no imprescindibles. Por eso tenemos el personal mínimo indispensable. 

Cuando la instalación lo permite, trabajamos directamente, no nos molesta sudar lo que nos comemos. Como aprendí de un campesino hace mucho tiempo: la mayor riqueza, si proviene del trabajo, no corrompe. Aunque estamos muy lejos de lo que alguien pudiera llamar riqueza. 

Enfrentamos los mismos retos que la gran mayoría de los negocios en Cuba: problemas de capital, insumos que necesariamente se adquieren en el exterior, y estamos trabajando, como mucha gente buena de este país, para realizar la producción aquí. 

Hemos tenido que cruzar el Paso de las Termópilas de la importación. En alguna ocasión una asesora legal de una empresa comercializadora hizo cancelar una negociación ya casi cerrada porque en nuestra contraparte extranjera había una persona de origen cubano. Fue algo totalmente injusto, que nos puso a pensar en cuánto debe ser cambiado y en esa centralización a la inversa. 

Parte de la responsabilidad social de los nuevos emprendimientos debe consistir, también, en educar, y denunciar, cuando sea necesario, este tipo de comportamiento lesivo de la dignidad de los cubanos. Si una entidad se permite el lujo de despreciar a nuestros ciudadanos, donde quiera que se encuentren, sobre todo, a quienes desean de buena voluntad trabajar con y en su país, con esa entidad no negociamos. 

Una golondrina no hace verano, pero somos varios miles de empresas con las debidas licencias de importación y son también muchas las empresas importadoras. La experiencia que tenemos con una de ellas es muy satisfactoria.

De hecho, para ser justo, debo enfatizar que el contacto con varias instituciones ha sido y es diáfano, fructífero. Me refiero al grupo de trabajo para las energías renovables del Ministerio de Energía y Minas, la Cámara de Comercio, la ONURE, el Grupo Nacional de Universidades para las Fuentes Renovables de Energía y la Eficiencia Energética, entre otras. 

La interacción con otros emprendimientos similares es muy positiva. En poco tiempo he tenido que aprender mucho sobre electricidad, casi graduarme de ingeniero. Sin embargo, no se puede ignorar a aquellas personas que se prepararon y que llevan años de práctica en el sector. En su mayoría, modestas y dispuestas a compartir conocimientos. He logrado siempre aprender de cada contacto. Y son empresas responsables, sólidas en su trabajo, con resultados palpables.

Para HAXBER la idea no es competir. De hecho, es demasiado el espacio aún, la demanda supera con creces a la oferta y tardará bastante en llegar a algo cercano a la saturación del mercado. Buena parte del éxito empresarial hoy radica en la asociación, en la complementación y la cooperación entre negocios similares. Las experiencias que tenemos hasta el momento son inmejorables.

En medio de la crisis que atravesamos debemos juntar esfuerzos, ser proactivos, proponer y llevar a cabo proyectos que desenreden los nudos que nos atan. Cuba estará bloqueada por largo tiempo. Esa es una certeza con la que varias generaciones hemos crecido. Pero no podemos atribuir todos nuestros problemas al bloqueo y sentarnos a esperar que lo levanten. Son leyes, retorcidas, sí, pero de un país sobre el cual nada podemos hacer. Solo podemos hacer algo en el nuestro, con el nuestro y para el nuestro.

El sol también es tan cierto, brillante y quemante. Nadie nos lo puede sancionar, ni quitar, ni correr de lugar. Y la solución no puede ser quejarnos del calor infernal, o llenar los espacios de aire acondicionado —aunque para nada estoy en contra de ellos— mientras se talan cada día más árboles y se desaprovechan espacios para “sembrar” paneles solares que capten toda esa energía.

Como dije antes, mi sueño de Martin Luther King es ver espacios urbanos y rurales repletos de paneles solares, con estética, con arte, con responsabilidad ciudadana. La posibilidad del vandalismo no puede ser argumento para frenar proyectos de esa envergadura. 

Desde la cooperación internacional pueden canalizarse muchos recursos para ir cubriendo la demanda. Lo que sucede es que los fondos no pueden ser manejados con los mismos criterios que hasta ahora; ni puede mantenerse la “sospecha” sobre la prosperidad, ni ese corral financiero que hace desaparecer como por arte de magia los magros fondos que puedan obtenerse.

Sé de sobra que hay talento suficiente para promover programas docentes y culturales que desde tempranas edades eduquen y preparen a la ciudadanía en el aprovechamiento y la debida canalización de la energía solar, de cualquier tipo de energía que no destroce el planeta y nos dé más años de vida sana y bienestar. Claro está, tratando esta vez de cuidar la calidad de los contenidos y su manifestación. 

Hay que invertir recursos y contratar a quienes realmente saben hacerlo, sabemos a dónde conduce la mentalidad de contingencia. Tiene que ser tan estratégico como la campaña de alfabetización en 1960.

Por otra parte, lo poco con que contamos, administrado con inteligencia y transparencia, permitiría generar un fondo de fomento que capitalice las empresas dedicadas a esta labor y le ahorre en el corto, mediano y largo plazos infinidad de recursos al país. Y no solo otorgando financiamiento, sino brindando incentivos que permitan a las empresas sobrevivir y ampliarse, lo cual contribuirá a dinamizar la generación de energía y aliviar la carga del sistema. 

En la lógica actual se pierde muchísimo capital tratando de salvar una encrucijada insalvable. Mientras se fuerzan nuestras añejas termoeléctricas para mantener al sector residencial con el mínimo posible de apagones, se detienen sectores productivos y, al final, los apagones son inevitables, porque la falla del sistema también lo es.

Y en esos sueños no puede faltar la juventud. Las empresas tenemos que ser capaces de generar capital para procesos de I+D, tener la responsabilidad social para sentarnos a conversar con autoridades universitarias, con centros de investigación y financiar laboratorios con jóvenes llenos de ideas frescas, que rompan botellas para buscar silicio, que encuentren el sodio con que los chinos están haciendo baterías, que reciclen materiales, que diseñen prototipos adaptados a nuestras condiciones y, sobre todo, que puedan vivir de su trabajo con bienestar, que prosperen y decidan tener sus familias en su país, que puedan viajar el mundo y siempre puedan escoger soñar y realizar sus sueños en su tierra. No somos pocos los que seguimos tratando.

El porvenir de Cuba como Nación, como proyecto de sociedad, como organismo vivo pasa, en buena medida, por los caminos del Sol, dejemos de ser tontos y andemos por ellos.