Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

domingo, 5 de abril de 2020

Coronavirus en el mundo y Cuba 05.04.2020. Comentario HHC








Nuestro país  informó de +32 nuevos casos y llegamos a 320 enfermos, es el tercer día de mayor incidencia desde  que comenzó  la pandemia ( gráfico # 3), sin embargo esto representa  solo un +11.11 % de crecimiento en relación al día anterior como se observa en el ( gráfico # 2). y por  tanto es el séptimo día consecutivo  que se aumenta por debajo del crecimiento  promedio diario acumulado que ahora es de +21.27 % y esto es positivo; el negativo es que siguen acumulándose casos. 

Observese  también que la linea de tendencia en el gráfico # 2 por primera vez se inclina ligeramente de manera descendente del eje horizontal (20.00)  y esto es un primer paso a la solución,  que  de seguir así en un momento dado, debe provocar que la linea de tendencia del gráfico  # 3, claramente ascendente en estos momentos, empiece a descender ( punto de inflexión) también por menos casos confirmados y  ese es el objetivo hasta alcanzar cero, algo impredecible por el momento pero que se dará indiscutiblemente. 

El cierre de las fronteras ha sido beneficioso, estamos resolviendo el problema sin la incidencia externa , es decir sin nueva importación. Y el anuncio de nuestro gobierno de empezar a suministrar el " Prenvengho-Vir, medicamento homeopático preventivo, comenzará a aplicarse a la población como medida profiláctica para evitar el contagio" sera altamente benéfico.

El gobieno no dice en que fase nos encontramos según definiciones de la OMS, pero aparentemente nos encontramos en la fase 2 Contagios comunitarios) .

Lamentablemente se produjeron dos nuevos fallecidos, pero disminuyeron en -1 456 los ingresados en un solo día. 
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El mundo llegó a 1 272 115, y Estados Unidos siguen siendo el país que más casos presenta con un crecimiento en un día +24 223 nuevos casos, menor  que el día de ayer en - 9 125 casos  y de fallecidos con 1 345 , cifra también  menor  en -335 que el día de ayer,  pero es muy pronto para darlo como tendencia.  Es bueno señalar que mantiene un tasa de mortalidad relativamente baja de 2.86 .

El resto de los países, los  cinco  primeros se mantuvieron en la misma posición.


Cuba ascendió  12 lugares en el ranking mundial  entre los países de mayor contagio con los nuevos casos , al igual que en  la tasa de fallecidos (con dos ), y nótese  que se incremento ligeramente de 2.08 a 2.50.

La tasa de mortalidad es relevante, porque es lo que hay que impedir a toda costa, para que esta pandemia se supere. 

Para poner las cosas en contexto, adjunto los diez países que mayor tasa presentan y los diez igualmente menores, en ello influyen múltiples factores , pero así están en estos momentos.


El impacto económico negativo esta siendo importante, el reto es vencer la pandemia para empezar a corregir el rumbo,  pero lamentablemnte queda un tiempo.

Fuentes: MINSAP Cuba, Statista y JHU CSSE y Elaboración propia.

La triple crisis del capitalismo


LONDRES – El capitalismo enfrenta al menos tres grandes crisis. Una crisis sanitaria inducida por la pandemia, que rápidamente encendió la mecha de una crisis económica con consecuencias todavía desconocidas para la estabilidad financiera, y todo esto en el contexto de una crisis climática que no admite respuesta dentro del paradigma actual («business as usual»). Hasta hace apenas dos meses, las imágenes inquietantes de trabajadores agotados que colmaban los medios noticiosos no eran de personal médico, sino de bomberos.

Esta triple crisis ha revelado varios problemas en el modelo de capitalismo actual, que deben resolverse íntegramente mientras al mismo tiempo enfrentamos la emergencia sanitaria inmediata. De lo contrario, sólo resolveremos problemas en un lugar y crearemos nuevos problemas en otro. Es lo que sucedió con la crisis financiera de 2008. Las autoridades inundaron el mundo de liquidez sin dirigirla hacia buenas oportunidades de inversión; eso llevó a que el dinero fluyera de nuevo hacia un sector financiero que fue (y sigue siendo) incapaz de cumplir su función.

La crisis de la COVID‑19 está exponiendo todavía más defectos en las estructuras económicas, en particular la creciente precariedad del trabajo, debida al surgimiento de la economía de plataformas y a décadas de deterioro del poder de negociación de los trabajadores. Para la mayoría de la gente, el teletrabajo sencillamente no es opción; y si bien los gobiernos están dando alguna ayuda a los trabajadores con contrato formal, los autoempleados podrían quedar abandonados a su suerte.

Peor aún, los gobiernos están dando préstamos a las empresas en un momento en que la deuda privada ya se encuentra en un nivel históricamente alto. En Estados Unidos, la deuda total de los hogares justo antes de esta crisis era 14,15 billones de dólares (1,5 billones de dólares más que en 2008, en términos nominales). Y no olvidemos que un alto nivel de deuda privada provocó la crisis financiera global.

Por desgracia, durante la última década muchos países aplicaron medidas de austeridad, como si la deuda pública fuera el problema. El resultado fue un debilitamiento de las mismas instituciones públicas que necesitamos para superar crisis como la pandemia de coronavirus. Desde 2015, el Reino Unido redujo el presupuesto sanitario en mil millones de libras (1200 millones de dólares), lo que aumenta la presión sobre los médicos en formación (muchos directamente abandonaron el Servicio Nacional de Salud) y reduce las inversiones a largo plazo que se necesitan para que los pacientes reciban tratamiento en establecimientos seguros, modernos y bien provistos de personal. Y en Estados Unidos (que nunca tuvo un sistema de salud pública bien financiado) la administración Trump lleva tiempo tratando de recortar fondos y capacidades a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), además de otras instituciones cruciales.

Como si estos daños autoinfligidos no bastaran, un sector empresarial excesivamente «financierizado» ha estado extrayendo valor de la economía para premiar a los accionistas con planes de recompra de acciones, en vez de apuntalar el crecimiento a largo plazo invirtiendo en investigación y desarrollo, salarios y capacitación de los trabajadores. Eso dejó a los hogares desprovistos de colchones financieros, lo que les dificulta el acceso a bienes básicos como la vivienda y la educación.

La mala noticia es que la crisis de la COVID‑19 está exacerbando todos estos problemas. La buena noticia es que podemos usar el estado de emergencia actual para comenzar a crear una economía más inclusiva y sostenible. No se trata de postergar o impedir el apoyo estatal, sino de estructurarlo correctamente. Tenemos que evitar los errores de la era post‑2008, cuando los programas de rescate permitieron a las corporaciones aumentar todavía más sus ganancias al terminar la crisis, pero no sentaron las bases para una recuperación sólida e inclusiva.

Esta vez, las medidas de rescate sí o sí tienen que ir acompañadas de condiciones. Ahora que el Estado va a ser otra vez actor principal, hay que darle el papel del héroe, no el del ingenuo que paga los platos rotos. Eso implica proveer soluciones inmediatas, pero pensadas de modo tal que sirvan al interés público en el largo plazo.

Por ejemplo, condicionar la ayuda estatal a las empresas a que estas no despidan empleados, y asegurarse de que cuando la crisis termine, invertirán en capacitación de los trabajadores y en mejorar las condiciones laborales. Mejor aún, los gobiernos deberían (como en Dinamarca) ayudar a las empresas a seguir pagando los salarios de los empleados que no estén trabajando: eso permitirá, simultáneamente, proteger las fuentes de ingresos de los hogares, prevenir la propagación del virus y facilitar a las empresas el reinicio de la producción cuando la crisis haya terminado.

Además, los programas de rescate deben estar diseñados de modo de incentivar a las empresas más grandes a recompensar la creación de valor en vez de su mera extracción; esto incluye prevenir las recompras de acciones y alentar inversiones en crecimiento sostenible y reducción de la huella de carbono. El año pasado la asociación estadounidense de empresas Business Roundtable declaró su voluntad de adoptar un modelo de creación de valor para todas las partes interesadas (no sólo los accionistas); esta es la ocasión de respaldar las palabras con acciones. Si ahora el empresariado estadounidense empieza a poner peros, entonces hay que denunciar que aquello fue un engaño.

En lo referido a los hogares, los gobiernos no deben quedarse con el otorgamiento de préstamos, sino considerar la posibilidad de un alivio de deudas, especialmente en vista de los altos niveles de deuda privada que hay en la actualidad. Como mínimo, los pagos a acreedores deben congelarse hasta que la crisis económica inmediata esté resuelta, y hay que destinar las inyecciones de dinero en efectivo a los hogares más necesitados.

Además, Estados Unidos debe respaldar con garantías oficiales el pago de entre el 80 y el 100% de las nóminas salariales de las empresas afectadas (como han hecho el RU y muchos países asiáticos y de la Unión Europea).

También es hora de reconsiderar el modelo de alianza público‑privada. Ocurre muy a menudo que estos esquemas tengan más de parasitismo que de simbiosis. La búsqueda de una vacuna para la COVID‑19 puede convertirse en otra relación unidireccional, en la que las corporaciones obtienen enormes ganancias vendiendo a la gente un producto derivado de investigaciones financiadas por los contribuyentes. De hecho, pese a la importante inversión pública con dinero de los contribuyentes estadounidenses en el desarrollo de una vacuna, hace poco el director del Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos, Alex Azar, admitió que los tratamientos y vacunas que se desarrollen para combatir la COVID‑19 tal vez no estén al alcance de todos los estadounidenses.

Necesitamos con urgencia estados emprendedores que inviertan más en innovación en áreas como la inteligencia artificial, la salud pública, las energías renovables, etcétera. Pero esta crisis es un recordatorio de que también necesitamos estados que sepan cómo negociar, para que los beneficios de las inversiones hechas con dinero de la gente vuelvan a la gente.

Un virus asesino ha expuesto grandes falencias en las economías capitalistas occidentales. Ahora que los gobiernos están en pie de guerra, tenemos una oportunidad de arreglar el sistema. Si no lo hacemos, no tendremos ninguna chance frente a la tercera gran crisis (la creciente inhabitabilidad del planeta) y todas las otras más pequeñas que traerá aparejadas en los años y décadas que vendrán.

Traducción: Esteban Flamini


Mariana Mazzucato is Professor of Economics of Innovation and Public Value and Director of the UCL Institute for Innovation and Public Purpose (IIPP). She is the author of The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy, which was shortlisted for the Financial Times-McKinsey Business Book of the Year Award.

Comenzará a aplicarse a la población medicamento homeopático preventivo


Por SAIMI REYES CARMONA, 5 ABRIL 2020

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La Habana, 5 abr (ACN) El Prenvengho-Vir, medicamento homeopático preventivo, comenzará a aplicarse a la población como medida profiláctica para evitar el contagio del nuevo coronavirus causante de la COVID-19, informó Francisco Durán, director nacional de Higiene y Epidemiología del Ministerio de Salud Pública (MINSAP).

En conferencia de prensa el doctor explicó que este producto ayuda a prevenir diferentes afecciones como la influenza, enfermedades gripales, dengue, e infecciones víricas emergentes o virales emergentes como lo es precisamente el nuevo coronavirus.
Se trata de unas gotas que se aplican de manera sublingual y se prevé su administración de manera organizada en la población, adelantó Durán.
También señaló que esta es una medida preventiva para ser aplicada en la comunidad, población que no tiene síntomas ni posibles causas epidemiológicas de contagio.
En el caso de los viajeros y sus contactos, se aplican medidas diferentes, que comienzan por el aislamiento durante 14 días y en este caso los medicamentos a usarse son otros, aunque también se trate de productos preventivos.
Por su parte, los casos de contactos confirmados son ingresados y se les aplica el Interferón Alfa 2B por vía nasal, además de ser sometidos a vigilancia y cuando ya son sospechosos -que presentan alguno de los síntomas- a estos cuidados se suma el seguimiento activo y la toma de signos vitales, además de que se agregan a sus tratamientos la azitromicina, el certamivir y el Ibterferón Alfa 2B por vía intravenosa.
En nuestro país hay un protocolo de atención en diferentes momentos de la enfermedad y la prevención es parte de este, pues en el caso de los pacientes confirmados los esquemas varían en dependencia de la gravedad de los síntomas.
Hasta el cierre del 4 de abril en Cuba se reportan 320 casos positivos del nuevo Coronavirus, de estos cuatro como graves y ocho de críticos, mientras que se lamenta la muerte de ocho personas y se le ha dado el alta a 15.

Joseph E. Stiglitz: “Es un momento crítico para el futuro de Europa”

Joseph Stiglitz, en una imagen de 2018. CARLOS ROSILLO

El premio Nobel de Economía cree que es necesaria la emisión de eurobonos en una crisis como la actual, pero advierte de que ese paso exige una solidaridad que no existe en la UE.

FRANCISCO DE ZÁRATE

Joseph Stiglitz, en una imagen de 2018. CARLOS ROSILLO

Dice Joseph E. Stiglitz (Indiana, EE UU, 1943) que algunas de las medidas económicas de Estados Unidos contra el coronavirus son importadas. Como la iniciativa de algunos países europeos de mantener a los asalariados vinculados formalmente a la empresa durante las suspensiones temporales de trabajo, “algo especialmente relevante en EE UU, donde la mayoría de los trabajadores tiene seguro médico a través del empleador”. Desgraciadamente, a Europa no le está resultando tan sencillo replicar la gran ventaja de EE UU para enfrentar esta crisis: emitir deuda con la que financiar las medidas de salvamento. “Hay que emitir los eurobonos, de verdad lo creo, pero por ahora no hay suficiente solidaridad en Europa para apoyar una medida así”, explica el Nobel de Economía a EL PAÍS durante una entrevista telefónica.

Confinado en su casa de Nueva York, Stiglitz alerta de que la indecisión europea puede provocar una caída económica más profunda si implica una reacción “demasiado tardía y demasiado pequeña”: “Hay mucha preocupación por la viabilidad del proyecto común si, en esta crisis, Europa se demuestra incapaz de demostrar la solidaridad necesaria”.

Pregunta. ¿Está en juego el proyecto europeo?

Respuesta. Este es un momento de crear o romper. La unión se solidificará si se percibe que, en el momento de necesidad de una nación, los ciudadanos europeos ayudaron. Pero también puede ocurrir todo lo contrario si unos siguen siendo tan egoístas como siempre y solo hay palabras de consuelo pero no lo que de verdad hace falta, que es dinero. Este es un momento crítico para el futuro de Europa.

P. En Alemania existe el temor de darle votos a la extrema derecha si el Gobierno comparte el coste financiero de la crisis con los países del sur...

R. Esto es algo que remite al gran error de Angela Merkel en 2010 y 2011. En aquel entonces no dijo que los griegos trabajaban incluso más horas que los alemanes ni que había que ayudar a un socio europeo en una etapa muy difícil, no solo por solidaridad sino por ayudar a los bancos alemanes... Lo que hicieron fue salvar a los bancos, dejar la cuenta sobre los hombros del pueblo griego y tildar a los griegos de vagos. Lo que estamos viendo una década después es la consecuencia de ese discurso maniqueo para pasar a los griegos la culpa de un dinero prestado por bancos franceses y alemanes. Pero una vez dicho eso, la pregunta fundamental es cuál va a ser el futuro de Europa. Si no hay una respuesta adecuada de Europa, el sentimiento anti UE en países como Italia va a crecer.

P. ¿Estamos en un momento de ruptura con la doctrina del liberalismo económico?

R. Eso espero. Se está demostrando el error fundamental del liberalismo y es que los mercados por sí solos no pueden manejar esta crisis, por eso estamos acudiendo al Gobierno. Los mercados tampoco nos prepararon porque siempre tienen una visión incompleta de los riesgos. En 2008 se vio que habían tomado demasiados riesgos financieros y esta crisis es otra demostración del exceso de riesgo. En EE UU, los hospitales no tenían camas extra y las empresas funcionaban con sistemas de inventario just in time. Todo bien hasta que tienes un problema. Entonces es un desastre. Es como llevar el coche sin rueda de repuesto. Si pinchas, los costes son enormes. Donald Trump ha propuesto cada año recortes de un tercio en investigación científica y ha reducido los fondos de los Centros para el Control de Enfermedades... Este recorte descerebrado del sector público nos ha dejado sin protección y sin preparación. Creo que la gente se ha dado cuenta de que el motivo por el que EE UU no tenía capacidad de hacer test es el desmantelamiento del sector público. Corea del Sur estaba en una posición mucho mejor que EE UU. Aquí, en Nueva York, estamos sintiendo el coste de una manera dramática.

P. En la crisis de 2008 también se hablaba de agotamiento del modelo neoliberal y, sin embargo, aquí estamos... 

R. Ese va a ser el gran desafío de la política. En medio de esta crisis, los republicanos propusieron increíblemente un fondo de 500.000 millones de dólares para las empresas y muy pocas ayudas para la gente que va a sufrirla más. Hizo falta la acción decidida del Partido Demócrata para sacar una ley que en los hechos será la probable salvación de la economía. Así que uno de los dos partidos claramente no ha aprendido nada, pero mi esperanza es que una mayoría de los votantes estadounidenses sí haya aprendido la lección y las consecuencias de tener un sector público insuficientemente financiado. Pero va a ser una batalla política tan polarizada como cualquier otro debate de los que hemos tenido en los últimos tres años.

¿Economía de guerra contra el coronavirus?

Michael Roberts 01/04/2020
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Si todas las pandemias en los países fueran iguales, el siguiente gráfico mostraría cómo acabaría esta pandemia. La relación desde el inicio al pico de infecciones por Covid-19 para todos los países sería de 40-50 días. Muchos países aún no están cerca del pico y no hay garantías de que el pico sea en el mismo punto si los métodos de mitigación y supresión (pruebas, autoaislamiento, cuarentena y cierres) no funcionan de manera similar. Pero en última instancia, habrá un pico en todas partes y la pandemia disminuirá, aunque solo sea para volver el próximo año, tal vez.
Lo que está claro es que los cierres de actividad empresarial en tantas economías importantes generan y generarán una caída enorme en la producción, la inversión, el empleo y los ingresos en la mayoría de las economías. La OCDE resume mejor el escenario. El efecto de impacto de los cierres de negocios podría resultar en reducciones de 15% o más en el nivel de producción en las economías avanzadas y las principales economías de los mercados emergentes. En las economía medianas, la producción disminuiría en un 25% ... "Por cada mes de confinamiento, habrá una pérdida de 2 puntos porcentuales en el crecimiento anual del PIB".
Mirando en mi libro, The Long Depression, descubrí que la pérdida del PIB desde el comienzo de la Gran Recesión en 2008 durante 18 meses hasta mediados de 2009 fue superior al 6% del PIB en las principales economías. El PIB real mundial cayó aproximadamente un 3,5% durante ese período, mientras que las llamadas economías de mercados emergentes no se contrajeron (porque China continuó expandiéndose).
En esta pandemia, si las principales economías cierran sus empresas durante dos meses y tal vez más (el bloqueo de Wuhan en China no se suavizará hasta la próxima semana; más de dos meses), es probable que el PIB mundial se contraiga en 2020 más que en La Gran Recesión.
Por supuesto, la esperanza es que los cierres sean de corta duración. Como dijo el secretario general de la OCDE, Gurria, "no sabemos cuánto tiempo llevará solucionar el desempleo y el cierre de millones de pequeñas empresas: pero es una ilusión hablar de una recuperación rápida". Es evidente que la idea del presidente Trump de que Estados Unidos puede volver a la normalidad productiva el domingo de Pascua no es realista.
Sin embargo, con la esperanza de que los cierres sean de corta duración y debido a que no tienen otra opción si se quiere acabar con la pandemia, los gobiernos pro-capitalistas han arrojado el salvavidas a sus economías para evitar lo peor. La primera prioridad ha sido salvar a las empresas capitalistas, especialmente las grandes empresas. Para ello, los bancos centrales han reducido sus tasas de interés políticas a cero o menos aún; y han anunciado una miríada de líneas de crédito y programas de compra de bonos que empequeñecen los rescates y las medidas de flexibilización cuantitativa de los últimos diez años. Los gobiernos han anunciado garantías de préstamos y subvenciones para empresas por montos nunca antes vistos.
A nivel mundial, calculo que los gobiernos han anunciado paquetes de 'estímulo' fiscal de alrededor del 4% del PIB y otro en garantías de crédito y préstamo para el sector capitalista 5% del PIB. En la Gran Recesión, los rescates fiscales totalizaron solo el 2% del PIB mundial.
Si tomamos el paquete de 2 billones de dólares acordado por el Congreso de los EEUU, mucho mayor que con el colapso financiero global en 2008-9, dos tercios se destinarán directamente a efectivo y préstamos que pueden no ser devueltos para las grandes empresas (compañías de viajes, etc. ) y para empresas más pequeñas, pero solo un tercio para ayudar a sobrevivir a los millones de trabajadores y autónomos con pagos en efectivo y aplazamiento de impuestos.
Lo mismo ocurre en el Reino Unido y Europa con los paquetes contra la pandemia: primero, salvar las empresas capitalistas; y segundo, rescatar a la gente trabajadora. Las prestaciones para los trabajadores despedidos y los autónomos se espera que solo estén vigentes durante dos meses y, a menudo, las personas tardarán en recibir dinero en efectivo semanas, cuando no meses. Por lo tanto, estas medidas están lejos de proporcionar suficiente apoyo a los millones de personas que ya han sido confinadas o despedidas por sus compañías.
Realmente es ingenuo, si no ignorancia, que economistas ganadores del Premio Nobel como Joseph Stiglitz, Chris Pissarides o Adam Posen elogien programas como el del gobierno del Reino Unido, simplemente porque son "más generosos" que los de los Estados Unidos. "El Reino Unido merece ser alabado por realmente revertir su austeridad y ser muy ambicioso y coherente", dijo Posen, que fue un directivo del Banco de Inglaterra cuando la crisis financiera”. La carta a los Reyes Magos en términos de diseño, tamaño, contenido y coordinación, es excelente". El archi keynesiano británico Will Hutton resumió el estado de ánimo: “se ha cruzado un Rubicón. El keynesianismo ha sido restaurado en el lugar que le corresponde en la vida pública británica". Incluso los antaño defensores de la austeridad se han unido al coro de alabanzas, como el ex canciller del Reino Unido, George Osborne.
La opinión pública británica y estadounidense también parece estar convencida de que los paquetes son generosos, ya que las últimas encuestas sugieren un repunte en apoyo al mendaz presidente Trump y al primer ministro Johnson que parece salido de 'Salvados'. Parece que en todas partes los gobernantes han ganado apoyo durante la crisis. Sin embargo, eso puede no durar si los cierres continúan y la crisis comienza a morder profundamente.
La realidad es que el dinero que se transfiere a la gente trabajadora en comparación con el que se destina a las grandes empresas es mínimo. Por ejemplo, el paquete del Reino Unido ofrece un pago del 80% de los salarios para empleados y autónomos. Pero en realidad no es mayor que la proporción usual de beneficios por desempleo que conceden muchos gobiernos en Europa. El Reino Unido tenía una tasa de prestación por desempleo muy baja, que ahora se eleva al promedio europeo pero solo unos pocos meses. E incluso entonces millones de trabajadores no cualificarán para tener acceso a la misma.
Además, ninguna de estas medidas evitará la crisis y son muy insuficientes para restaurar el crecimiento y el empleo en la mayoría de las economías capitalistas durante el próximo año. Hay muchas posibilidades de que esta recesión pandémica no tenga una recuperación en forma de V, como esperan la mayoría de los pronósticos. La recuperación en forma de U (es decir, una depresión que dure un año o más) es más probable. Y existe el riesgo de una recuperación muy lenta, más como una L, como parece que ocurre en China.
De hecho, la teoría económica convencional no está segura de qué hay que hacer. Lord Skidelsky, biógrafo de Keynes, nos presenta la visión keynesiana. Skidelsky señaló que los cierres de empresa eran lo opuesto al típico problema keynesiano de la "demanda deficiente". De hecho, es un problema de oferta deficiente ya que la mayoría de los trabajadores productivos han dejado de trabajar. Pero Skidelsky no lo ve así. Cree que no es un "shock de oferta" sino un problema de "exceso de demanda". Pero el "exceso de demanda" es el reflejo del "escaso suministro". La pregunta es por dónde comenzamos: ¿seguro que comienza con la pérdida de producción y la creación de valor, no con el 'exceso de demanda'?
Skidelsky nos dice que “una recesión normalmente se desencadena por una quiebra bancaria o un colapso de la confianza empresarial. La producción se corta, los trabajadores son despedidos, el poder adquisitivo cae y la caída se extiende a través de una reducción en el gasto multiplicada. La oferta y la demanda caen juntas hasta que la economía se estabilice en un nivel más bajo. En estas circunstancias, dijo Keynes, el gasto público debería aumentar para compensar la caída del gasto privado ".
Mis lectores saben que considero que, si bien una recesión puede ser "desencadenada" por una quiebra bancaria o "un colapso de la confianza empresarial", estos desencadenantes no son la causa subyacente de las crisis recurrentes en el capitalismo. ¿Por qué las quiebras bancarias a veces no causan una recesión y por qué las empresas repentinamente sufren un colapso de confianza? La teoría keynesiana no puede explicarlo.
Skidelsky continúa diciendo que si la crisis es de "exceso de demanda", ¡entonces debemos reducir la demanda para satisfacer la oferta! Pensaría que es mejor salir de esta recesión aumentando la producción para satisfacer la demanda, pero no. Skidelsky señala que “no es que las empresas quieran producir menos. Se ve obligadas a producir menos porque una parte de su fuerza laboral no puede trabajar. El efecto económico es similar al reclutamiento en tiempos de guerra, cuando una fracción de la fuerza laboral se extrae de la producción civil. La producción de bienes civiles cae, pero la demanda agregada sigue siendo la misma: simplemente se redistribuye de los trabajadores que producen bienes civiles a los trabajadores reclutados en el ejército o relocalizados para producir municiones. Lo que suceda hoy estará determinado por lo que suceda con el poder adquisitivo de aquellos que están obligados a estar inactivos ”.
¿De verdad? En una economía de guerra, todos siguen trabajando; de hecho, durante la Segunda Guerra Mundial, en efecto, hubo pleno empleo a medida que la máquina de guerra fue alimentada. Actualmente nos dirigimos hacia el mayor aumento del desempleo en algunos trimestres de la historia económica. Esta no es una economía de guerra.
Skidelsky nos recuerda que la solución de Keynes del "exceso de demanda" en la economía de guerra fue proponer un aumento de los impuestos. “En su folleto Cómo pagar la guerra (1940), el consumo civil, dijo, tuvo que reducirse para liberar recursos para el consumo militar. Sin un aumento del ahorro voluntario, solo había dos formas de reducir el consumo civil: inflación o impuestos más altos ”. “La solución que él y el Tesoro encontraron conjuntamente fue aumentar la tasa estándar del impuesto sobre la renta al 50 por ciento, con una tasa marginal máxima del 97,5 por ciento, y reducir el umbral para pagar impuestos. Esto último aportaría 3,25 millones de contribuyentes adicionales a la red del impuesto sobre la renta. Todos pagarían los mayores impuestos que exigía el esfuerzo de guerra, pero los pagos de impuestos de los tres millones serían reembolsables después de la guerra en forma de créditos fiscales. También habría racionamiento de bienes esenciales".
¡Guauu! Entonces, la respuesta de Skidelsky a la recesión actual es aumentar los impuestos, ¡incluso para aquellos que están en la parte inferior de la escala de ingresos para evitar que gasten demasiado y causen inflación! Termina diciendo que la pandemia "debería profundizar nuestra comprensión de lo que es ser keynesiano". En efecto.
La situación actual no es la de una economía de guerra, como dice James Meadway. Justo al final de la Primera Guerra Mundial hubo la llamada pandemia de gripe española. Esa pandemia se cobró 675.000 vidas en los EEUU. Y al menos 50 millones en todo el mundo. La gripe no destruyó la economía estadounidense. En 1918, el año en que las muertes por gripe alcanzaron su punto máximo en los EEUU, las quiebras de empresas fueron inferiores a la mitad de su nivel anterior a la guerra, y fueron aún menores en 1919 (ver gráfico). Impulsado por el esfuerzo de producción en tiempos de guerra, el PIB real de los EEUU aumentó un 9% en 1918, y alrededor del 1% al año siguiente, incluso cuando la gripe se extendió por todos lados.
Por supuesto, entonces no hubo cierres y simplemente se abandonó a la gente a su suerte, a morir o vivir. Pero el punto es que, una vez que terminen los cierres por la pandemia actual, lo que se necesita para revivir la producción, la inversión y el empleo es algo así como una economía de guerra: no rescatar a las grandes empresas con subvenciones y préstamos para que puedan volver a sus negocios como de costumbre. Esta recesión solo puede revertirse con medidas similares a las de la guerra, a saber, la inversión masiva del gobierno, la propiedad pública de los sectores estratégicos y la dirección estatal de los sectores productivos de la economía.
Recuerde, incluso antes de que el virus golpeara a la economía global, muchas economías capitalistas se estaban desacelerando rápidamente o estaban ya en recesión. En los Estados Unidos, una de las economías con mejores cifras, el crecimiento del PIB real en el cuarto trimestre había caído a menos del 2% anual con pronósticos de una mayor desaceleración este año. La inversión empresarial se estancó y las ganancias corporativas no financieras decreciendo tendencialmente durante cinco años. El sector capitalista ni estaba ni está en condiciones de liderar una recuperación económica que pueda conducir al pleno empleo y al aumento de los ingresos reales. Requerirá que el sector público lidere.
Andrew Bossie y JW Mason acaban de publicar un intuitivo documento sobre la experiencia de ese papel dirigente del sector público en la economía estadounidense en tiempos de guerra. Demuestran que, al comienzo, la administración Roosevelt ofreció todo tipo de garantías de préstamos, incentivos fiscales, etc. al sector capitalista. Pero pronto se hizo evidente que el sector capitalista no podía satisfacer el esfuerzo de guerra, ya que los capitalistas no invertirían ni aumentarían la capacidad productiva sin garantías de ganancias. La inversión pública directa se hizo cargo y se impuso la dirección gubernamental en la gestión de las empresas.
Bossie y Mason descubrieron que el gasto federal aumento del 8 al 10 por ciento del PIB durante la década de 1930 a un promedio de alrededor del 40 por ciento del PIB de 1942 a 1945. Y lo más significativo, el gasto por contrato en bienes y servicios representó el 23 por ciento de media durante la guerra. Actualmente, en la mayoría de las economías capitalistas, la inversión del sector público es de aproximadamente el 3% del PIB, mientras que la inversión del sector capitalista es de más del 15%. En la guerra, esa proporción se invirtió.
Había mostrado datos similares en un artículo mio en 2012. Cito: “Lo que sucedió fue un aumento masivo en la inversión y el gasto del gobierno. En 1940, la inversión del sector privado todavía estaba por debajo del nivel de 1929 y en realidad cayó aún más durante la guerra. Por lo tanto, el sector estatal se hizo cargo de casi todas las inversiones, ya que los recursos (valor) se desviaron a la producción de armas y otras medidas de seguridad nacional en una economía de guerra". El propio Keynes dijo que la economía de guerra demostró que "es, al parecer, políticamente imposible para una democracia capitalista organizar el gasto en la escala necesaria para hacer los grandes experimentos que probarían lo que defiendo, excepto en condiciones de guerra".
La economía de guerra no estimuló al sector privado, sino que reemplazó al 'mercado libre' y la inversión capitalista con fines de lucro. Para organizar la economía de guerra y asegurar que produjera los bienes necesarios para la guerra, el gobierno de Roosevelt creó una serie de agencias de movilización que no solo a menudo compraban bienes, sino que dirigían de cerca la fabricación de esos bienes e influían mucho en el funcionamiento de empresas privadas y sectores industriales enteros.
Bossie y Mason concluyen que: “cuanto más —y más rápido— se necesita cambiar la economía, más planificación se necesita. Más que en cualquier otro período en la historia de los Estados Unidos, la economía en tiempos de guerra fue una economía planificada. El cambio masivo y rápido de la producción civil a la militar requirió una dirección mucho más consciente que el proceso normal de crecimiento económico. La respuesta nacional al coronavirus y la transición para la descarbonización también requerirán grados de planificación económica superiores a los normales por parte del gobierno".
Lo que mostró la historia de la Gran Depresión y la guerra fue que, una vez que el capitalismo se encuentra en la profundidad de una larga depresión, debe haber una destrucción profunda y devastadora de todo lo que el capitalismo había acumulado en décadas anteriores antes de que una nueva era de expansión sea posible. No existen medidas políticas que puedan evitarlo y preservar el sector capitalista. Si eso no sucede esta vez, entonces la larga depresión que ha sufrido la economía capitalista mundial desde la Gran Recesión podría prolongarse otra década.
Las principales economías (para no hablar de las llamadas economías emergentes) tendrán dificultades para salir de esta gran recesión a menos que la ley del mercado y el valor sea reemplazada por la propiedad pública, la inversión y la planificación, utilizando todas las habilidades y recursos de los trabajadores. Esta pandemia lo esta demostrado.
 
es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
Fuente:
https://thenextrecession.wordpress.com/2020/03/30/a-war-economy/
Traducción:
G. Buster