Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

miércoles, 24 de enero de 2018

Por qué en EEUU hay Trump para mucho tiempo


Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, Universitat Pompeu Fabra

La gran atención de los mayores medios de información en los países situados a los dos lados del Atlántico Norte, en su cobertura del aniversario de la elección del candidato republicano Trump al cargo de Presidente de EEUU se ha centrado en la figura del Presidente Trump, que antes de ser elegido Presidente era uno de los empresarios más importantes en el negocio inmobiliario de aquel país, uno de los más especulativos de la economía estadounidense. A pesar de no  haber nunca ocupado un cargo electo antes de ser elegido, conocía bien el funcionamiento del Estado (tanto federal, como estatal y municipal) pues en gran parte su éxito como empresario había dependido de sus conexiones políticas, incluida “la compra de políticos”. El sistema electoral, de financiación predominantemente privada, favorece lo que en EEUU se llama “la compra de políticos” que pasan a representar los intereses de los que los financian. En realidad, Trump es un personaje bastante representativo del mundo empresarial especulativo de EEUU, que conjuga una enorme ignorancia de la política internacional, un desdén hacia el mundo intelectual y mediático con el cual se encuentra altamente incómodo, una hostilidad hacia el establishment federal y una gran astucia política. Es profundo conocedor de los gustos y opiniones de amplios sectores de las clases populares blancas con los que comparte un lenguaje lleno de estereotipos que le hace enormemente popular entre sus bases electorales. Su comportamiento aparentemente errático, que rompe todos los moldes de la respetabilidad burguesa, le  convierte en un personaje carismático  entre su electorado, que es, en su mayoría, de clase trabajadora y clase media de raza blanca, que comparte sus opiniones y prejuicios.
Por otra parte, el hecho de que tal comportamiento no encaje en los moldes tradicionales del establishment político-mediático del país explica que este último tenga grandes recelos sobre su habilidad para dirigirlo. Trump no salió del aparato del Partido Republicano ni de los círculos políticos de Washington, lo que le hace una figura muy atípica en el mundo político estadounidense. De ahí la animosidad de gran parte de los mayores medios de comunicación, que le dedican una enorme atención mediática muy orientada hacia desacreditarle, lo cual acentúa más su popularidad, no tanto entre la población general (donde es muy baja), sino entre la población que le vota, que odia al establishment político-mediático del país. Todas las encuestas destacan la gran lealtad de sus bases electorales, habiéndose establecido una alianza de sectores importantes del mundo empresarial relacionado con el capital especulativo (sector inmobiliario y capital financiero) y amplios sectores populares, de raza blanca, cohesionados y unidos por una ideología caracterizada por dos componentes básicos.
¿Cuál es la ideología de lo que ha venido a llamarse erróneamente como Trumpismo?
Digo erróneamente, pues no es Trump el que ha creado esta ideología, sino al revés: la ideología antiestablishment ampliamente extendida en amplios sectores de las clases populares es la que ha posibilitado la victoria de Trump. Tal ideología se caracteriza por dos  componentes típicos del antiestablishment presentes entre grandes sectores de las clases populares, a los cuales hay que añadir un tercer componente, este sí, específico de Trump. El primero es, como ya he subrayado, un antiestablishment federal, basado en Washington, al que se le percibe como instrumentalizado por el Partido Demócrata, cuyas políticas públicas supuestamente han favorecido sistemáticamente a las minorías afroamericanas (y, en menor lugar, a las latinas), a costa del propio bienestar de las clases populares de raza blanca.En esta ideología se percibe a este establishment federal como también utilizado por las grandes empresas industriales, que a través de los Tratados de Libre Comercio, están deslocalizando puestos de trabajo bien pagados de la manufactura a países con salarios mucho más bajos. Esta exportación de puestos de trabajo está dañando el bienestar de la clase trabajadora blanca, que ocupaba la mayoría de estos buenos puestos.
El segundo componente de esta ideología (íntimamente relacionado con la anterior) es un profundo nacionalismo, que, en parte, idealiza el pasado de EEUU, y que quiere recuperar aquel mundo en el que se vivía mejor. Este nacionalismo está basado en una lectura profundamente errónea de la política exterior de EEUU, que ve al gobierno federal motivado por un deseo de promover la libertad y la democracia a nivel mundial. De esta lectura se derivan las propuestas de este tipo de nacionalismo que cree que el gobierno de EEUU debería abandonar su “altruismo” y dar más atención a los intereses de EEUU sobre todos los demás. Tal énfasis en poner los intereses de EEUU por encima de todos los demás como el mayor objetivo de la política exterior no difiere, sin embargo, de los objetivos de la política exterior de gobiernos anteriores (que, naturalmente, también imponían los intereses de EEUU por delante de todos los demás) sino de cómo se definen tales intereses. El énfasis de Trump en el exitoso eslogan “America First” (“poner a EEUU primero”) es un intento de revitalizar la economía estadounidense, centrándose en crear puestos de trabajo en el país. Esta diferencia se presenta erróneamente como un conflicto entre liberalización de la economía, por un lado (llamados los globalistas) o proteccionismo, por el otro (definidos como los nacionalistas) dicotomía que solo tiene un componente de verdad, pues la enorme economía estadounidense siempre ha sido altamente proteccionista e intervencionista, puesto que a través de su elevado gasto militar ha configurado de gran manera al sector industrial de aquel país. La evidencia empírica que muestra que la mayoría de los avances tecnológicos ocurridos en el sector industrial de EEUU han sido financiados y/o realizados en instituciones públicas, es abrumadora.
A estos dos componentes hay que añadirles un tercero, que es característico de la ideología dominante en la Administración Trump: la visión empresarial de que el Estado debe dirigirse y gestionarse como si fuera una gran empresa, siguiendo los cánones de la cultura empresarial que domina la clase corporativa (the Corporate Class) de EEUU. En esta ideología hay también un elemento elevado de aprovechamiento personal y familiar de sus negocios particulares. Las líneas entre beneficio personal y beneficio colectivo y nacional están poco definidas y muy entrelazadas, habiendo alcanzado un nivel que está creando una protesta general en las dos cámaras legislativas (Congreso y Senado) del Estado federal. No es la primera vez que un hombre de negocios llega a ser Presidente de EEUU. Pero es nueva la manera en que Trump gobierna este entramado utilizando lo público para el enriquecimiento privado, sin rubor y con todo el descaro.
El gran error de enfatizar tanto la figura de Trump 
El enorme énfasis en la figura de Trump dificulta la comprensión de lo que ocurre en EEUU, pues lo más preocupante de la situación política de EEUU no es que un personaje como Trump se haya convertido en el Presidente de EEUU, sino que casi la mitad del electorado estadounidense le votara, cosa que continuará ocurriendo a no ser que se conozca por qué tal sector del electorado blanco (que constituye el mayor porcentaje de población perteneciente a la clase trabajadora estadounidense) votó por Trump. Sin comprender esta realidad, y sin actuar sobre las causas de este hecho, Trump y personajes como él continuarán siendo elegidos por muchos años. En realidad, en las elecciones parciales al Congreso de EEUU en los distritos en los que ha habido elecciones, los congresistas próximos a Trump han continuado ganando y todo ello como consecuencia de que aun cuando la popularidad del Presidente es baja entre la mayoría de la ciudadanía, es muy alta entre sus seguidores, una lealtad a su figura que alcanza cifras récord de más de un 90% de sus votantes. En la última encuesta sobre popularidad del Presidente Trump, publicada en el New York Times (14 de enero de 2018), el dato más llamativo es que mientras su popularidad está descendiendo en grandes sectores de la población, permanece en cambio enormemente alta entre los que lo votaron. Y aquí está el dato más importante que se ignora constantemente. De ahí que la pregunta más importante que debería hacerse, y no se hace, es ¿por qué la mayoría de la clase trabajadora estadounidense blanca (que es la mayoría de la clase trabajadora) votó a Trump?
¿Por qué ganó las elecciones el candidato Trump?
La respuesta a esa pregunta es, en realidad, sumamente fácil de responder si uno analiza lo que ha ido pasando en EEUU desde la elección del Presidente Reagan en los años ochenta, con el surgimiento y expansión del neoliberalismo (que es ni más ni menos que la ideología de la clase corporativa  –The corporate class– formada por los propietarios y gestores de las grandes empresas del país) y que se ha convertido en dominante, no sólo en los círculos financieros y económicos, sino también en los círculos políticos y mediáticos que aquéllos dominan, controlan e influencian. El eje de las políticas públicas neoliberales es, ni más ni menos, un ataque frontal al mundo del trabajo, políticas que han sido enormemente exitosas (no para la mayoría, sino para la élite beneficiada). El mejor dato que ilustra este hecho es que el porcentaje de las rentas derivadas del trabajo ha ido descendiendo de una manera muy marcada en EEUU desde 1979, pasando de representar un 70% de todas las rentas en 1979, a un 63% en 2014. Este descenso ha sido a costa de un enorme aumento en las rentas derivadas del capital durante el mismo período.
Este descenso de las rentas del trabajo no habría podido ocurrir sin el cambio del Partido Demócrata (partido que se definía en los años treinta del siglo XX como el Partido del Pueblo), el cual, a partir del Presidente Clinton, se convirtió también en partido neoliberal (pasando a ser la versión light del neoliberalismo del Partido Republicano). Clinton fundó la Tercera Vía, reproducida por Tony Blair en el Reino Unido, Schröder en Alemania y Felipe González en España.(ver mis artículos Tony Blair y el declive de la Tercera ViaSistema, 16.11.12, y Blair, Zapatero, la Tercera Vía y el declive de la socialdemocraciaPúblico, 20.01.14).
Los cambios en el Partido Demócrata
Esta reconversión implicó el distanciamiento de la clase trabajadora blanca hacia el Partido Demócrata. Subrayo blanca, porque la raza juega un papel clave en la vida política en EEUU. El Partido Demócrata había sido el instrumento de las clases populares frente al mundo empresarial representado por el Partido Republicano. Pero el acercamiento del Partido Demócrata al mundo empresarial, diluyó esta relación e identificación de manera tal que las políticas públicas del Partido Demócrata se distanciaron más y más de su intervencionismo con sensibilidad de clase social, orientándose más y más a la integración de los sectores discriminados -minorías y mujeres- en la estructura de poder. De esa manera, las políticas identitarias pasaron a ser las que establecieron los parámetros del conflicto, entre las derechas, en contra de tales políticas y las izquierdas, a favor de ellas. La victoria del Presidente Obama, un afroamericano, era una victoria de estas políticas identitarias. Para culminar su éxito, solo faltaba la victoria de Hillary Clinton, una mujer. Pero tanto la izquierda como la derecha institucional gobernante aplicaron políticas de clase (políticas neoliberales) que afectaron negativamente al bienestar de las clases populares (la mayoría de las cuales pertenecen a la raza blanca), hasta tal punto que la esperanza de vida de la clase trabajadora blanca ha ido disminuyendo como consecuencia de un gran deterioro de su calidad de vida.
Es, pues, lógico y predecible que las clases populares de raza blanca se rebelaran y apoyaran a los candidatos antiestablishment (Bernie Sanders y Donald Trump). Bernie Sanders, socialista, y Trump, un personaje de ultraderecha. En la presentación de la realidad electoral estadounidense se ignora u oculta que la gran mayoría de las encuestas señalaban que Sanders hubiera ganado las elecciones a Trump en el caso de que hubiese ganado las primarias del Partido Demócrata. El establishment del Partido Demócrata, sin embargo, lo destruyó, consiguiendo que no fuese electo en esas primarias, ganando en su lugar Hillary Clinton, la persona que representa el establishmentpolítico de Washington, del cual ha sido figura prominente desde que su esposo ganó las elecciones a la Presidencia en el año 1992. Su elección en las primarias del Partido Demócrata dejó a Trump como única alternativa para canalizar el enfado contra el establishment político-mediático.
¿Qué está pasando en la Casa Blanca? ¿Una situación crítica debido a un personaje supuestamente temperamental o en conflicto profundo entre las bases del trumpismo y el nuevo establishment constituido por el capital financiero y especulativo? 
Esta alianza del movimiento antiestablishment (predominantemente de clase trabajadora y clases medias de renta baja) con amplios sectores del capital financiero y especulativo, profundamente contrarios al gobierno federal, se tradujo en una gran diversidad de sensibilidades políticas dentro del equipo Trump en la Casa Blanca, que ha generado una percepción de desorden que, en realidad, era el conflicto entre aquellos que representaban el movimiento antiestablishment liderado por el ideólogo de la altamente exitosa campaña electoral del candidato Trump, Steve Bannon, y los que representaban los intereses del capital financiero, liderados por Gary Cohn, que fue presidente de Goldman Sachs (y que dirige el equipo económico de la Casa Blanca y que es, por cierto, del Partido Demócrata) y el sector inmobiliario (que dirige su yerno Jared Kushner). Ese conflicto se resolvió con la victoria del capital financiero e inmobiliario sobre los representantes del movimiento antiestablishment, cuando Steve Bannon tuvo que salir de la Casa Blanca. Es sintomático que cuando se dio la noticia, la bolsa situada en Wall Street la aplaudiera a rabiar.
Bannon había sido el ideólogo del movimiento que promovió Trump en las primarias, movimiento que tiene una ideología racista y machista extrema, que utiliza una narrativa, un lenguaje y un discurso claramente de clase, denunciando la situación más que preocupante del deterioro del bienestar de la clase trabajadora (y muy en especial del sector manufacturero) que se ha visto afectada muy negativamente por la movilidad de los sectores industriales a otros países, facilitada por los Tratados de Libre Comercio, apoyados tanto por el Partido Demócrata como por el Partido Republicano. El abandono del Partido Demócrata de políticas de sensibilidad de clase a favor de las clases populares,  centrándose en su lugar en las políticas de identidad, favoreció el apoyo de las clases populares a la ultraderecha. Bannon lo subrayó explícitamente cuando declaró en una ocasión que la mejor estrategia para su movimiento era que “el Partido Demócrata ponga todo su énfasis en los temas identitarios, y nosotros nos centraremos en los temas económicos de clase”. Como bien decía Gideon Rachman, responsable de asuntos internacionales del Financial Times: “Bannon deseaba que se reproduzca el racismo y la guerra entre las clases populares blancas y el Estado federal, presentado como controlado por los globalistas a nivel internacional y por las minorías a nivel doméstico” (Financial Times,23.08.17, pag.9). Esta era la visión de Bannon. Para Bannon era importante facilitar que los demócratas se centren en la paridad de raza y género, permitiéndoles a él y al Partido Republicano centrarse en el mejoramiento económico de las clases populares, utilizando para ello un discurso parecido al de “la lucha de clases” de antaño. Y aunque Bannon ha sido expulsado del establishment trumpiano, su ideología permanece popular entre amplios sectores de la clase trabajadora blanca estadounidense.
De ahí que lo que las fuerzas progresistas deberían hacer en EEUU es romper esta dicotomía raza o clase social, para convertirla en raza, género y también clase social. Pero ello requiere un redescubrimiento de la importancia de las categorías de clase social que no se detecta por parte de la dirección del Partido Demócrata. En realidad, tal dirección llegó incluso a acusar al candidato Sanders de “racista” porque, aunque no ignoraba la necesidad de corregir la discriminación de raza, se centraba en temas como la  explotación de clase social. Esta relación entre discriminación de raza y género y explotación de clase es esencial para que las izquierdas en EEUU vuelvan a recuperar su poder (y su proyecto histórico). Como ha ocurrido en la mayoría de países europeos, el triunfo de la ultraderecha ha sido precisamente consecuencia del abandono por parte de los partidos de izquierda de su orientación y servicio a las clases populares, acercándose más y más a la clase corporativa (The Corporate Class), estableciendo una complicidad con ella, creándose un vacío que ha llenado la ultraderecha. El caso de Francia, con el gran apoyo a la ultraderecha por parte de la clase trabajadora, es el más significativo pero no es el único en Europa.
Por qué el Partido Demócrata tiene un problema grave
Es importante señalar que este desplazamiento hacia la derecha de tales partidos, incluido el Partido Demócrata, ha ido acompañado con un cambio en su lenguaje, dejando de hablar de y a la clase trabajadora (que tal Partido asume que ha desaparecido) y hablar de y a las clases medias (que asumen erróneamente que han sustituido a la clase trabajadora). Es muy común oír entre dirigentes de izquierda que la clase trabajadora está desapareciendo objetivamente y/o subjetivamente, al considerarse a sí misma como clase media en lugar de clase trabajadora. Los datos, sin embargo, no avalan tal supuesto. Según la encuesta más detallada de la estructura social de EEUU, The Class Structure of the United States, realizada a principios de este siglo XXI, hay más estadounidenses que se definen clase trabajadora que clase media. Lo que ocurre no es que la clase trabajadora haya desaparecido sino que, desencantada con el sistema político, se ha ido absteniendo, con el resultado de que la mayoría de tal clase no participa en las elecciones, con lo cual, los partidos de izquierda, en lugar de intentar revertir esta abstención (lo cual requeriría unas propuestas electorales más radicales) se centran en las clases medias, compitiendo con los partidos de derecha y de centro para conseguir su respaldo. De ahí surge el apoyo electoral por parte de la clase trabajadora a las ultraderechas que con su mensaje antiestablishment van movilizando a estos sectores populares. En realidad, es muy fácil entender lo que pasa en EEUU y en Europa, aunque raramente se explica en los mayores medios de información y persuasión.
La adaptación del discurso de la ultraderecha al discurso que solía ser de izquierdas 
Un análisis de las ultraderechas, como el candidato y ahora Presidente Trump, muestra que ha copiado bastante el discurso y las propuestas de las izquierdas, tales como la oposición al libre comercio, que tenía muy poco de “libre” y mucho de apoyo a las grandes empresas; su énfasis en una gran inversión en la infraestructura del país (hoy muy en decaída); el rechazo a los programas sociales dirigidos directamente a las poblaciones pobres, sustituyéndolo por programas supuestamente universales; el fin de la confrontación con la antigua Unión Soviética (con el acercamiento entre Trump y Putin, deseado por ambos), entre otros, son ejemplos de ello. Tales propuestas se acompañan de un discurso de confrontación con el establishment federal que se presenta como instrumentalizado por la clase corporativa. Este discurso recuerda componentes del nacionalsocialismo (la manera académica de definir el nazismo) que dominó en la mayoría de países europeos en los años treinta y cuarenta del siglo XX. Esta dimensión supuestamente “socialista” es lo que explica que algunos sectores de la federación de los sindicatos mayoritarios de EEUU, AFL-CIO, hayan aplaudido algunas de las propuestas de la administración Trump, como ha sido la de invertir en la infraestructura del país.
El discurso casi “obrerista” de Trump contrasta, sin embargo, con la manera cómo piensa aplicar sus propuestas, todas ellas profundamente anti-Estado federal. Es este anti-Estado lo que constituye la mayor diferencia entre él y el nazismo, y donde aparecen más claramente los intereses del sector especulativo (no productivo) del capital. Su programa de invertir en la infraestructura del país, por ejemplo, es un enorme subsidio público a las grandes empresas constructoras que recibirán enormes ayudas públicas para el usufructo privado, privatizando, por ejemplo, las carreteras públicas, que pasarán a tener sistemas de peaje de beneficio privado. Esta inversión de un trillón de dólares (que es de un billón de dólares en la contabilidad europea), de la que Trump habla, será financiada a base de bonos privados, subvencionados por el Estado. Sería la privatización más masiva que haya jamás existido en EEUU. Y un tanto igual en cuanto a la posición universal de los servicios sanitarios (que no existe, y que Obama no resolvió con su programa Obamacare de financiación sanitaria). Trump tampoco lo resolverá. En realidad, lo empeorará, al eliminar programas para poblaciones pobres (de las cuales la gran mayoría son blancos), sin expandir los derechos sanitarios de la población, sumamente limitados. Trump reducirá todavía más los derechos sociales, laborales y políticos, garantizados hoy por el gobierno federal, desmantelando el ya muy insuficiente Estado del Bienestar estadounidense. Será, en muchas maneras, el nacionalismo libertario la ideología real detrás de las políticas de Trump, que por cierto,  encaja bien con la cultura individualista que está en el centro de la cultura popular en EEUU. Y de ahí su gran atractivo en sectores populares. Ese es el gran drama político que existe hoy en EEUU. Trump, como expresión máxima del americanismo nacionalista libertario, está, mediante un lenguaje obrerista, nacionalista, racista y machista, movilizando a sus bases a fin de mantenerse en el poder. Y todo ello debido al abandono, por parte de las supuestas izquierdas, de los valores de solidaridad y justicia social que las habían caracterizado y que habían generado su gran apoyo electoral hoy desaparecido. Así de claro.

Aumenta exportación de carbón

La producción de carbón con destino a la exportación marcó pautas en la Empresa Agroforestal de Las Tunas durante el 2017, al embarcar hacia Europa más de tres mil 400 toneladas, el 101 por ciento de cumplimiento y el mayor envío de los últimos seis años.

En su información, Adalberto Guerrero López, director de dicha entidad, destacó que por ese concepto se ingresó al presupuesto del Estado más de un millón de pesos en moneda libremente convertible, importante inyección de divisa fresca a la economía nacional.

Ponderó el esfuerzo realizado por los hombres y las mujeres relacionados con la actividad del carbón durante el último trimestre del calendario, período signado por las afectaciones del huracán Irma y prolongadas y sostenidas precipitaciones, lo cual obligó a rediseñar la estrategia para sortear esos obstáculos y consumar el cumplimiento, resultado en el que sobresalieron las unidades empresariales de base (UEB) Comercial y de Amancio.

Teniendo en cuenta esa positiva experiencia, disciplina, creatividad y el alto sentido de pertenencia que rodea a trabajadores y directivos, la Empresa se trazó el compromiso de exportar tres mil 846 toneladas del preciado combustible durante el 2018.

Vale significar, además, que la entidad tunera cerró el 2017 con saldos positivos en todos los indicadores silvícolas y productivos, así como en el establecimiento de 672 hectáreas de bosque, la producción mercantil, las ventas, los ingresos y en las utilidades.(Tomado de PL)

El sector turístico cubano y su gestión sustentable


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Foto de portada: Fernando Medina/Cubahora.

Finalizando el año 2017, los indicadores de arribos turísticos a Cuba muestran significativos resultados en comparación con los años precedentes. Entre estos resultados, sobresale el crecimiento acumulado del 26% en los primeros ocho meses del año; enfrentando en el mes de septiembre el azote del huracán Irma y el paquete de medidas restrictivas promulgado por el gobierno republicano de Estados Unidos, para los viajes y transacciones de sus ciudadanos.

La rápida recuperación de los daños a las instalaciones turísticas, permitieron comenzar, a mediados de noviembre, la temporada alta con un acumulado de 4 millones 260 mil visitantes; y una oferta de alojamiento de 67.800 habitaciones en 382 hoteles, 88 de ellos administrados por 20 cadenas hoteleras internacionales. A esta infraestructura se añaden 24 mil habitaciones del sector privado, que complementan la oferta de alojamiento cubana para la actual temporada turística.

El año que termina, también demostró las potencialidades de la Isla para el desarrollo del turismo de cruceros al recibir casi medio millón de cruceristas y más de 140 mil tripulantes.

En este panorama, se destacan las llegadas de visitantes estadounidenses ―unos 600 mil― que se sitúan como segundo mercado en importancia, después de Canadá, este último con más de un millón de vacacionistas a Cuba. A esto se adiciona el crecimiento en los arribos de los cubanos residentes en el exterior y de los principales mercados emisores europeos. Además de México, Argentina, Rusia y China; lo que representa el arribo de unos 4,7 millones para un crecimiento del 17% con relación al año anterior, en el indicador llegada de visitantes a la Isla en 2017.

El año 2017, que llega a su fin, representa una etapa de reacomodo para el turismo internacional en Cuba, e indica pasar hacia una nueva etapa en que se amplíe y diversifique la oferta, con la incorporación de nuevas modalidades como el turismo urbano, el turismo de naturaleza y aventuras, el turismo náutico deportivo en todas sus manifestaciones, el turismo de golf, el crucerismo, el turismo de salud y el turismo cultural; este último, con mayor creatividad e intencionalidad, resaltando atributos auténticos del país como lo histórico-patrimonial y el turismo musical bajo el lema:“Cuba es una música vital”.

El año 2017, también deja la certeza de que las metas de sustentabilidad y de adaptación al cambio climático, son imperativos para el desarrollo futuro del turismo. En este sentido el sector turístico cubano asume como prioritarias las acciones que emanan de la Tarea Vida que se materializan en la preservación de las playas, costas y fondos marinos, con la eliminación de instalaciones sobre las dunas; vertimiento de arena para recuperar zonas dañadas y preservación de los manglares; reducción de la vulnerabilidad estructural del patrimonio construido; propiciar la reutilización del agua para el fertiriego de los campos de golf y los jardines de los hoteles y resorts; incremento en el uso de medios y equipos con energía de fuentes renovables. En estos empeños, la actualización constante de los planes de reducción de riesgos, protección de las instalaciones y seguridad de los turistas; resultan tareas imprescindibles que han demostrado su eficacia en los últimos tiempos, ante los fenómenos climáticos que han asolado a muchos destinos turísticos del Caribe.

El año 2018, representa una nueva etapa del desarrollo de la actividad turística en Cuba, para alcanzar los 5 millones de visitantes internacionales y transitar hacia un modelo intensivo e inclusivo, con énfasis en una política que haga corresponder la diversificación de la oferta con la búsqueda de nuevos segmentos de mercado con mayores gastos en los destinos visitados, un mejoramiento de la calidad percibida y una relación coherente con la identidad cultural nacional de todos los productos y servicios turísticos, tanto en su integralidad como en sus numerosos componentes de lo público y lo privado.

Enfrentar estos desafíos y avanzar en profesionalidad es el reto que deben asumir los directivos ―nacionales y extranjeros―; y todos los trabajadores del sector turístico cubano en el empeño de alcanzar cada vez más eficiencia y competencia en su labor, logrando mayores ingresos y utilidades a la economía del país, que se revertirán en mayores beneficios para todos, pese a las enormes restricciones que impone el bloqueo, que se ha mantenido durante tantos años. En este escenario, el sector privado está llamado a jugar un rol mucho más activo, que garantice con calidad y autenticidad el nuevo consumo turístico y se integre plenamente a la cadena de valor del turismo en sus dos eslabones fundamentales: el alojamiento y los espacios de ocio-restauración.

Por otra parte, aún existe el convencimiento de que el turismo es el sector que más puede dinamizar a los demás sectores productivos de la economía cubana, mejorando el estado de bienestar de la sociedad en su conjunto; entonces… lograr estos empeños permitirán recuperar el espacio perdido.

Economía global crecería en 2018 a máximos no vistos en ocho años

Por Shrutee Sarkar y Rahul Karunakar

BANGALORE (Reuters) - La economía global crecería a un ritmo robusto este año y alcanzaría niveles de expansión no vistos desde el 2010, en un contexto de aceleración en países desarrollados y de un repunte de la inflación, reveló un sondeo de Reuters entre 500 economistas.

Los mayores bancos centrales del mundo está previsto que empiecen a alejarse de las políticas monetarias ultra expansivas este año, pero los costos de endeudamiento aún son bajos y deberían seguir auspiciando el crecimiento.

Los últimos sondeos de Reuters realizados este mes, que cubren a más de 45 países, no sólo destacaron el optimismo en torno al crecimiento sino también arrojaron que las previsiones de inflación fueron elevadas o dejadas sin cambios en casi un 70 por ciento de las economías.

“Por primera vez en largo tiempo, el crecimiento global se está acelerando desde su nivel promedio en lugar de presentar una mera recuperación”, dijo James Sweeney, economista jefe de Credit Suisse.

La economía mundial está previsto que se expanda un 3,7 por ciento este año, el ritmo más acelerado desde el 4,3 por ciento del 2010.

La cifra representa un alza respecto a la expansión de 3,6 por ciento proyectada en un sondeo en octubre, pero es menor a la última estimación del Fondo Monetario Internacional (FMI) que apunta a un crecimiento global de 3,9 por ciento en 2018.

Casi un 70 por ciento de más de 140 analistas que respondieron una pregunta extra dijeron que era más probable que el auge de la economía global cobre impulso este año y que produzca un rebote de la inflación más fuerte de lo previsto actualmente.

Estas expectativas están siendo apuntaladas en buena parte por las economías desarrolladas, especialmente por la zona euro y Estados Unidos, que puede que aún no hayan alcanzado su máximo potencial de crecimiento de este ciclo pero que sí han elevado la actividad lo suficiente para generar un impacto positivo.

Analistas prevén que la economía estadounidense crecerá a su ritmo más veloz en tres años en el 2018, animada por la mayor reforma al sistema tributario del país desde la década de 1980. Aún así, los economistas esperan que la aceleración sea de corto plazo.

En cuanto a América Latina, un sondeo por separado indicó que una gran mayoría de economistas espera que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)- en el que participan México, Estados Unidos y Canadá - sea renegociado con éxito con sólo cambios marginales, pese al descontento del Gobierno de Donald Trump.

La visión extraordinariamente optimista de los economistas encuestados en México, Canadá y Estados Unidos es una señal de que muchos expertos están tomando con escepticismo las repetidas advertencias de Trump respecto a que quiere retirar a su país de un pacto que ve como injusto para las empresas estadounidenses.

Reporte y encuestas de corresponsalías en Bengaluru, Seúl, Pekín, Sídney, Shanghái, Tokio, Londres, Milán, París, Estocolmo, Estambul, Dubái, El Cairo, Johannesburgo,; Toronto, Brasilia, Ciudad de México, Lima, Buenos Aires, Bogotá, Caracas y Santiago. Editado en español por Marion Giraldo

Comentario inicial de Humberto Perez al articulo de Juan Triana

Estimados compañeros,

Evidentemente Triana no es partidario de acometer las reformas monetaria y cambiaria con el apremio y sentido de urgencia que se requieren.

Ya la anécdota sobre la preocupacion de su alumna de hace 3 años y medio se la escuche durante una conferencia que dio en la SEAP hace algunos meses, respondiendo a alguien del publico que abogo por la reforma monetaria y cambiaria tema al que no se habia referido en su conferencia.

Ahora deduce que la ex estudiante debe mantener en la actualidad la misma preocupacion y se extiende en argumentar que la poblacion, sobre todo la nacida despues de los 80 del siglo XX (un 50% o mas de toda la poblacion del pais), esta ya adaptada, y al parecer conforme como algo normal y a veces incluso felizmente, a vivir con las dos monedas y que es una falacia pensar que el cambio de esa situacion este asociada a la futura prosperidad, aunque advierte que ¨de forma directa¨, lo que en parte y solo en parte es cierto.

Despues enumera todas las dificultades, peligros y riesgos de acometer las reformas, en lo que tambien tiene ciertamente razones que esgrimir y que, como elementos a tomar en cuenta, comparto.

Pero no enumera y menos enfatiza ninguno de los trastornos e inconveniencias que ha tenido y tiene la existencia de las dos monedas y las varias tasas cambiarias, ni de las perdidas que ha experimentado la economia debido a ello y a las que se refirió Raul en su ultimo discurso ante la Asamblea Nacional, ni del freno que representan para el crecimiento de las exportaciones, de la sustitución de importaciones, de la inversión extranjera, de las desigualdades sociales crecientes, de como resolver el indispensable incremento de los salarios y las pensiones, de como fortalecer a la empresa estatal, etc.

No hace propuestas concretas como alternativa, se limita a ¨meter miedo¨ acerca de los pasos a dar para acometer la eliminacion de la dualidad monetaria y cambiaria y a restarle importancia al papel de este paso, y solo acepta a regañadientes y muy timidamente, despues de mas de 4 años de haberse anunciado su inicio, que se pudiera empezar por el sector estatal y , para ello, con muchas aprensiones.

Un apreciado compañero, en un trabajo sobre el tema que aun no ha publicado, lo inicia utilizando como exergo del mismo un sabio proverbio chino que dice: ¨Aquel que lo piensa mucho antes de dar un paso se pasara su vida completa en un solo pie¨.

Criterios y posiciones como las expresadas por Triana en este articulo estan del lado del inmovilismo y en apoyo al mismo, al no cambio de mentalidad y creo que solo pueden contribuir a ¨andar sin prisa¨ pero no ¨a andar sin pausa¨, y mucho menos a no seguir ¨con lentitud de jicotea¨.

Fraternalmente,

Humberto Perez

CUP, CUC, convertidores y moneda total

CUP, CUC, convertidores y moneda total




Su pregunta me entró en los oídos y me hizo reconocer una realidad no imaginada antes por mí: “Profesor –me dijo– ¿cómo yo viviré ahora cuando haya una sola moneda?” Era una alumna de Pensamiento Económico Universal en la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana. Tenía 19 años.
Fue en 2014, cuando las autoridades cubanas anunciaron el inicio de los trabajos para la erradicación de la dualidad monetaria. Han pasado más de tres años y medio desde entonces. Imagino que mi alumna ya esté graduada, imagino que su preocupación sea la misma.
Pero la pregunta de mi joven estudiante me trajo a la realidad de que existe toda una generación de cubanos, nacidos a finales de los 80 y en los 90, que han vivido su vida en dos monedas (a veces hasta en tres, si pensamos en esa otra innovación nuestra que es la “moneda total”).
Lo que para mí, mi generación y otras anteriores a la mía, es una situación anormal, es para todos ellos los nacidos después, las más normal de todas las situaciones: vivir con dos monedas, comprar con dos monedas, comer con dos monedas, pensar en dos monedas.
Es la generación de la tabla del 24, o quizás de la del 25. Han crecido entre dos monedas, han estudiado entre dos monedas, se han hecho profesionales y técnicos entre dos monedas, han sido felices y han sufrido entre esas dos monedas. Se han sentido prósperos unas veces y otras tremendamente desdichados, con o sin esas dos monedas, pero siempre entre ellas.
Por eso la primera de las falacias que a mi juicio hay que desnudar, es aquella que asocia nuestra futura prosperidad de forma directa a que tengamos una sola moneda y una sola tasa de cambio. No será así. Cuando tengamos una sola moneda y una sola tasa de cambio y un régimen cambiario adecuado, tendremos mejores condiciones para avanzar hacia esa prosperidad deseada, pero esta dependerá de otros múltiples factores que desbordan “lo monetario y cambiario”.
Cuando tengamos una sola moneda, y una sola tasa de cambio y un régimen cambiario adecuado, entonces deberemos velar por la disciplina monetaria. Es quizás uno de los asuntos más sensibles y complicados para cualquier país. En Cuba, cuando se lanzó a la circulación el CUC y luego cuando se le dio curso forzoso en las operaciones entre empresas cubanas y extranjeras, esa moneda tan criticada ahora, era “tan buena como el dólar”, pues las autoridades monetarias cubanas velaban por que no existieran más CUCs en operaciones que los que tenían respaldo real en dólares estadounidenses.
Luego todo cambió, al par de la llamada –y nunca bien realizada– desdolarización, se rompió aquella restricción sobre el CUC, y hoy tenemos dos tipos de CUC, CUC con CL (con certificado de liquidez o respaldo en dólares) y CUC sin CL, otra innovación incuestionable, que resulta una forma particular de reconocer que la tasa de 1 CUC igual a 1 dólar estadounidense, está realmente sobrepreciada, lo que obliga a pensar que el arreglo cambiario en Cuba pasa también por la necesidad de la devaluación del CUC frente al dólar estadounidense, fenómeno que ya está ocurriendo en el mercado informal donde la “tasa de cambio” se ha movido desde los 0,92 o 0,93 centavos de CUC por dólar hasta los 0,97 en las últimas semanas.
Así pues, nuestro problema no es solo que tengamos el CUC y el CUP, ambos caminando por nuestras calles; nuestro problema es que la disciplina establecida para el CUC (y también para el CUP) fue rota y la economía se “infló” con operaciones en CUCs sin respaldo real. Lo mismo ha pasado y pasa con nuestro peso cubano (CUP). El asunto, entre otros, es la disciplina monetaria. Porque, como afirma Niall Fergusson en su libro El triunfo del dinero, el dinero es confianza inscrita. Por eso mientras existió aquella disciplina, la economía en CUC cumplía con su cometido.
Hoy tenemos centenares de personas trabajando para corregir este asunto, expertos internacionales, según se ha dicho. Tendrán que encontrar respuestas correctas, y sobre todo duraderas, a problemas como los que siguen:
a) Una economía dividida al menos en dos grandes sectores: el sector que opera a una tasa de conversión 24/25 CUP por dólar o CUC que desde hace ya muchos años se ha “adaptado” a la devaluación del CUP y por lo tanto costos, precios, salarios, etcétera, están “ajustados” a esa tasa. Ahí están la población cuando compra en la tienda en divisa y lógicamente el sector no estatal, que debe adquirir materias primas y paga salario a esa tasa de 24 a 1; y aquel otro sector, el estatal, que aún hoy opera con una tasa oficial con paridad 1 a 1 entre esas dos monedas, pero a la vez con múltiples “convertidores monetarios” y una moneda de cuenta , la llamada “moneda total”, que para nada puede dar señales correctas para la asignación de recursos.
¿Por qué no comenzar por el sector estatal, e intentar alcanzar una sola tasa de cambio para este, como primer paso para luego alcanzar la unificación cambiaria entre la que surja en aquel sector y la existente hoy para la población de 24/25 por CUC o dólar estadounidense?
b) La magnitud de la tasa es otro gran reto. Al parecer en las experiencias de este tipo, la magnitud de la devaluación es decisiva. No sería conveniente tener que volver a devaluar luego de haber decretado una primera devaluación, pues las devaluaciones sucesivas generan incertidumbre y obligan a nuevos “ajustes”, de costos, precio, salarios y también de las “expectativas” de los agentes económicos. Sin duda, una de las principales restricciones será la “capacidad fiscal” para respaldar ese proceso.
c) La necesidad de adoptar un régimen cambiario adecuado; algo que debe ser decidido antes de la unificación y garantice la convertibilidad en ambos sentidos. En especial ese régimen debe prevenir el surgimiento de nuevas distorsiones como las que padece nuestra economía hoy. Recordemos que una respuesta casi automática al déficit comercial externo es la devaluación de la moneda. Pues bien, desde 1960 la balanza comercial de Cuba es deficitaria, sin embargo, la devaluación de la moneda siempre fue algo pospuesto, hecho que puede ser explicado, pero la explicación no evita los efectos negativos sobre nuestra economía en el mediano y largo plazo que trajo el no haber devaluado.
d) Asegurar la capacidad para manejar los “impulsos inflacionarios” que la devaluación debe provocar en un determinado plazo de tiempo es otro de los grandes retos. La inflación descontrolada es algo demostrado que constituye uno de los peores enemigos de cualquier economía. Afecta de forma directa el ingreso real, esto es, tanto salarios, pensiones, así como utilidades y rendimientos de la inversión y puedo provocar una retracción en el ahorro ordinario, pues si la tasa de inflación es mayor que la tasa de interés, entonces la tasa de interés real sería negativa. En Cuba, el control directo de los precios por parte del Estado ha “evitado” el incremento de precios; sin embargo, se ha pagado un alto costo en el mediano y largo plazo en términos de productividad, eficiencia y asignación eficiente de recursos.
La historia monetaria de nuestro país nos dice que “vivir con dos monedas” no es un fenómeno nuevo, pasó en las primeras décadas del siglo XX, lo que no habíamos conocido en esa época era la dualidad cambiaria.
El dinero, esa rara mercancía que comenzó siendo cualquiera que por su valor de uso fuera generalmente aceptado por todos como el equivalente preferido, ha evolucionado tanto, que luego de tomar cuerpo en el oro y la plata y otros metales preciosos, dejó ese cuerpo sólido para vestirse de papel, luego de cheques de banco y de títulos de valor de renta fija y variable. Un día apareció vestido de plástico en forma de tarjetas de débito y crédito y otras más, luego desapareció materialmente en el espacio digital y ahora se ha vestido de cryptomonedas, algo tan aparentemente alejado de la economía real, que cuesta trabajo hasta imaginarlo.
Pero a pesar de ello, todavía hoy el dinero importa y aunque quizás no sea lo más importante, el mal manejo del dinero se paga todos los días y también en el largo plazo, porque ese mal manejo lo convierte en “no fiable”. Por eso hay que comenzar a resolver esta ya muy larga historia de desentendidos.