Si queremos conservar nuestro país y su independencia, la transformación/reforma, o como le queramos llamar, tiene que ser hasta las raíces.
Por Dr.C Juan Triana Cordoví OnCuba
en Contrapesos
Fue un magnífico profesor de Economía Política —luego colega y amigo— quien me inculcó la preocupación por los problemas del desarrollo económico, y en particular, por las características que adopta ese proceso en América Latina. Lamentablemente, ya no está entre nosotros. Su nombre: Silvio Baró.
Desde entonces, no he podido dejar de asomarme —una y otra vez— a un fenómeno tan fascinante y diverso, que cada día nos sorprende con nuevos desafíos, tanto prácticos como teóricos.
También ha evolucionado la forma de medir el desarrollo. Antes se reducía a uno o dos indicadores —como el incremento del PIB per cápita o la participación en el comercio mundial—, pero hoy se concibe como un fenómeno multidimensional.
Instrumentos como el Índice de Desarrollo Humano o el Índice de Prosperidad son algunas de las mediciones que se utilizan hoy para ello. Ninguna es perfecta; ambas quizás sean incompletas, pero coinciden en reconocer la multidimensionalidad del fenómeno.
Algo similar ocurrió con los paradigmas ideológicos. Lo que desde la economía política del capitalismo, en su vertiente marxista, se consideraba imposible —alcanzar el desarrollo en condiciones de predominio capitalista— dejó de serlo. Aparecieron países, incluso pequeños, que lograron avances impresionantes, tanto en términos cuantitativos como cualitativos.
De la misma forma, luego del desastre del socialismo europeo y de la desaparición de la URSS, la fuerte convicción generada del fracaso del desarrollo socialista ha tenido como contrapartida y realidad demostrada las experiencias de China y Vietnam.
Desarrollo no, desarrollos
Estos años parecen haber demostrado que es posible alcanzar ciertos niveles de desarrollo dentro del modo de producción capitalista, así como dentro de concepciones socialistas.
Sé que esto es tremendamente polémico, pero ahí están los países que lo han logrado. Ellos mismos representan una gran provocación científica y estratégica, también en términos de políticas públicas, liderazgo y gobernanza.
Tal vez, entonces, debamos dejar de hablar “del desarrollo” para empezar a hablar de “los desarrollos”. Quizás el verdadero reto esté en encontrar los elementos comunes que se repiten en las diferentes experiencias exitosas.
De mis 71 años de vida, llevo 50 involucrado en temas vinculados al desarrollo de nuestro país. A veces de forma más consciente, a veces como un espectador asombrado; pero siempre desde mi óptica de profesor de Economía.
Gracias a ello descubrí, siendo aún estudiante y alumno ayudante, que la preocupación por el desarrollo en Cuba no surgió después de 1959.
Desde mucho antes, académicos y políticos le dedicaron tiempo y esfuerzo teórico a comprender nuestras limitaciones y proponer caminos para sacudirnos la capa pesada del subdesarrollo. Los 15 puntos enunciados por Fidel Castro en el Manifiesto No. 1 del M-26-7 sintetizaban, al menos en parte, esas aspiraciones históricas.
He tenido la posibilidad de observar, con cierta perspectiva, lo que nos ha ocurrido una y otra vez. Lo cierto es que el esfuerzo/sacrificio sostenido de generaciones por alcanzar el desarrollo y la prosperidad no ha logrado hacerlo sostenible.
Y me resisto a pensar que se debe a que las personas son incapaces, corruptas, inconscientes, arribistas, genéticamente perversas, o una combinación de todo lo anterior.
La calidad de las personas, imprescindible
Sin embargo, las personas sí son decisivas en estos procesos. En todas las experiencias exitosas recientes de desarrollo hay una apuesta clara por el factor humano.
También lo fue en nuestro país durante décadas, desde los inicios mismos de la Revolución en 1959. Tampoco descubro nada nuevo cuando lo afirmo. Lo que ocurre es que el propio desarrollo tecnológico —esta cuarta revolución industrial que tiene el éter como pista de lanzamiento— pareciera ir desplazando al homo sapiens.
Se decide exactamente por la calidad de las personas, que no es sólo su nivel de instrucción y competencias para habitar el mundo digital en el cual ya vivimos, sino también por su cultura, su civismo, su comportamiento ciudadano.
Las personas son decisivas también porque algunas de ellas ejercerán el liderazgo que necesita cualquier proceso de desarrollo. Y sin ese liderazgo, como coinciden todas las experiencias exitosas, el esfuerzo de los ciudadanos por el desarrollo quedará sin el resultado esperado.
Foto: Kaloian.Esa larga observación de estrategias, campañas, políticas e intentos me ha llevado a una conclusión, quizás obvia pero profundamente inquietante: algo falla de manera esencial en nuestro sistema. Algo, o muchos “algos”, deben transformarse esencialmente, lo cual no se circunscribe solo a lo económico o a lo político o a lo ideológico o a lo instrumental.
Hasta las raíces
No lo he podido identificar con precisión, pero estoy convencido de que si queremos conservar nuestro país y su independencia —que es a mi juicio la única manera de poder fundar un proyecto que nos conduzca al socialismo cubano que queremos— la transformación/reforma, o como le queramos llamar, tiene que ser hasta las raíces. No bastan podas ocasionales ni injertos parciales. No se alcanza el propósito a medias. Y cuanto más se demore ese proceso, más doloroso será.
Vivimos en un mundo de hegemonías, siempre en guerra por conservarlas. Y vivimos en un país que tiene el derecho —y el deber— de aprovechar todas las ayudas que se pongan a nuestro alcance. Pero sería un error depositar nuestras esperanzas y metas en lo que otros puedan hacer por nosotros. Somos, fundamentalmente, nosotros quienes debemos hacer por nosotros mismos.
Estamos a mediados de 2025. Los resultados del primer semestre ya han sido abordados en otros textos. La reciente intervención del ministro de Economía en el Congreso de la ANEC, al menos para mí, deja pocas dudas: este año tampoco saldremos de los números rojos.
Y confirma dos cosas: el programa gubernamental para combatir las distorsiones y reimpulsar la economía no ha logrado ni lo uno ni lo otro, pese a casi tres años de aplicación; y por esa misma razón nuestro pueblo está hoy más lejos de aquel concepto de prosperidad que hace diez años: “satisfacer integralmente las necesidades espirituales y materiales y fomentar las capacidades, la iniciativa y la creatividad”.
Por todo ello, hoy más que nunca, las personas importan.


Esta mañana se realizó en la
Con presencia de medios de prensa nacionales, nuestra directora de Asesoría Jurídica y Relaciones Internacionales,
También participaron en la conferencia de prensa la Vicejefa Primera, Mercedes González Guilarte y el Vicejefe 

