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¿Cómo terminaron una productora de cine y un arquitecto comercializando pescado en Güira de Melena? La interrogante daba vueltas en mi cabeza, pero bastaron pocos minutos de conversación para entender que al matrimonio entre Gabriela Pérez Mederos y Armando Montesino Lastra le sobra amor, inteligencia y constancia para sostener cualquier negocio que se propongan.
En medio de la incertidumbre que trajo consigo la covid, para muchos el encierro significó una pausa forzada. Sin embargo, para Armando, la paralización de sus actividades laborales en La Habana, como arquitecto del Fondo Cubano de Bienes Culturales, significó el punto de partida hacia una nueva aventura.
Con una bebé de seis meses y viviendo en el epicentro de la pandemia en el municipio Playa, de la capital cubana, la situación se tornaba difícil. Fue así que el retorno a su natal Güira surgió como la opción más viable, aunque no exenta de desafíos.
“Para escapar del confinamiento, junto a mi suegro, encontraba en las salidas a pescar un alivio. En una de esas excursiones una observación crucial me encendió la chispa: «Mira, aquí hay un nicho de mercado. Un pueblo cercano a la costa y sin embargo no existen puntos para la venta de pescado a la población»”.
La paradoja era evidente: un lugar que pescaba, pero que no ofrecía el producto. Esta disonancia se transformó en una ventana de oportunidad que dio vida y forma a NAVIOSUR S.R.L.
Del mar a la mesa
“Cubrimos todo el ciclo productivo del pescado. Nosotros capturamos, procesamos y comercializamos de forma mayorista o minorista. Tenemos dos embarcaciones propias en las que laboran trabajadores contratados para ejercer la actividad de la pesca. También otros pescadores funcionan como proveedores en la venta”, explica Gabriela.
“En Boca de Cajío está enclavado nuestro acopio. Cuando el pescado llega va hacia el área de recepción y clasificaci ó n . Allí se cataloga por tallas y especies, y entonces pasa al área de procesamiento y sale hecho filetes, ruedas, masa o picadillo para empaquetarlo en bolsas de diferente gramaje.



En el acopio en Boca de Cajío reciben el pescado, se clasifica por talla y especie, y luego se procesa / Foto: Otoniel Márquez Beltrán
“En este negocio dependemos de la captura. No es planificado; solo podemos prever el tipo de especie, según la época del año, pero las cantidades son inciertas, porque depende de factores externos como el clima o las zonas de pesca. Por eso, a veces el gasto que tiene la embarcación por consumo de petróleo, no se cubre porque la pesca no fue buena”.
Gabriela sostiene que el principal cliente es la población, aunque tienen otros como la Escuela Internacional de Cine y Televisión, de San Antonio; la Escuela Integral de la Anap, de Güira; entre otras cooperativas de créditos y servicios. Tienen un punto de venta en la localidad a donde pertenecen, con precios preferenciales, por debajo de los establecidos en la cartera de productos. “Somos una empresa productora pesquera que está enclavada en la localidad y por ende la población de aquí debe favorecerse”.
El quipo de este semanario constató la aceptación que goza entre los güireños la apertura de la pescadería NAVIOSUR. El día de nuestra visita ofertaban bacalao de bonito; cubera de primera y segunda, jiguagua y bajonao; y la cabeza grande de pargo. No obstante, Pablo René González Abreut, uno de los dos dependientes que laboran en el punto de venta, asegura que los productos más demandados son el pescado al plato y la minuta, esta última a 350 pesos la libra.

La población de Güira de Melena se beneficia con la apertura de una pescadería en el municipio / Foto: Otoniel Márquez Beltrán
Los productos de NAVIOSUR llegan también a otras localidades artemiseñas gracias a un camión refrigerado que funciona como punto de venta, generalmente los fines de semana, amplía Armando. “Priorizamos los municipios desprovistos de costas donde la adquisición de los productos del mar es mucho más difícil y cara”.
El socio sostiene que la proyección, a largo plazo, es montar una pequeña pescadería en cada municipio de la provincia. Para ello presentaron ante el Gobierno Provincial el interés de cubrir la necesidad de la proteína en el territorio, favoreciendo en una primera etapa a los menos beneficiados.
“Tenemos contrato con Comercio para cubrir la demanda de los Sistemas de Atención a la Familia (SAF). La idea es comenzar por Güira que en este caso específico tiene una demanda mensual de 750 libras de pescado, para lo cual le elaboramos una ficha de costo especial donde la utilidad es muy baja”.
“En nuestra localidad también cerramos contrato con Educación, para abastecer a círculos infantiles y seminternados. Pero, las instituciones de la primera infancia, según las normas de sanidad, solo tienen permitido la recepción de subproductos a partir del pescado: croquetas, hamburguesas, picadillo, medallón de pescado o salpicón”.
Más y mejores propósitos
Al referirse a otros planes, la pareja de jóvenes, comenta que tienen en proyección la licitación de otro espacio en Güira para un centro de elaboración, independiente al acopio, para obtener esos productos, pues no deben estar en el mismo espacio donde se procesa el pescado. También realizan gestiones para adquirir la harina de arroz por su uso aglutinante en la elaboración de alimentos.
“Ya está comprada la maquinaria en China y debe llegar próximamente un equipo para hacer hamburguesas y otro para picadillo”, sostiene Armando.
En estos momentos en el área de procesamiento cuentan con una línea de producción compuesta por una empaquetadora selladora continua y una selladora al vacío. El resto del proceso es manual, explicó Vicente Tabares López, jefe de almacén. Todos los trabajadores poseen los medios de protección: guantes anticorte, delantales de lona, pijamas, nasobucos y botas, de igual manera conocen todas las normas de higiene personal a cumplir y todo el proceso es monitoreado a través de un circuito de cámaras”, agrega Gabriela.

Armando y Gabriela tienen muchas ideas para extender la comercialización de pescado / Foto: Otoniel Márquez Beltrán
“Con el mejoramiento de la tecnología aspiramos a procesar, en jornadas de ocho horas, entre 4 500 y 5 000 libras de pescado. Pretendemos montar una máquina que muele el pescado, separa espinas y deja solamente la masa y otra que escama el pescado y lo deja listo para poderlo filetear.
Estos jóvenes emprendedores apuestan por un modelo de producción y consumo basados en la economía circular. Creen fuertemente en las ventajas del aprovechamiento y utilización de los desperdicios del pescado para la elaboración de la harina de consumo animal. La escama es otro producto que se puede comercializar, con vistas a la extracción del colágeno, de gran interés para empresas farmacéuticas y fabricantes de cosméticos. Ya tienen empresas dentro y fuera de Cuba interesadas.
Sin dudas, quien visite sus predios coincidirá con que se trata de un referente de emprendimiento inteligente y socialmente responsable en la geografía artemiseña.
