Por Dr Pavel Vidal
2. Uso del mercado cambiario formalizado
3. Autonomía del Banco Central
4. Alcance de las transformaciones cambiarias
5. Capacidad logística y tecnológica
¿Desaparecerá el mercado de divisas informal?
Las declaraciones del primer ministro cubano Manuel Marrero, en la Asamblea Nacional, sugieren que este año se pondrán en práctica importantes transformaciones de política cambiaria. La reestructuración del sistema cambiario incluirá una tasa de cambio flotante, que podría, en principio, funcionar para las operaciones minoristas de cambio de divisas por pesos cubanos a través de las casas de cambio y las ventanillas de los bancos.
El sistema que se propone no tendría antecedentes en la economía cubana. En la segunda mitad de los años noventa se utilizó un mecanismo de flotación manejada en la tasa para las operaciones de la población en las casas de cambio, pero no había una flotación diaria, los cambios se manejaban de forma discrecional y sin una regularidad o regla específica.
El primer ministro dejó claro que los tipos de cambio múltiples se mantendrán, lo que implica que la tasa de cambio de 24 CUP por dólar para el sector empresarial y presupuestado podría tener ajustes, pero mantendría un régimen de tipo de cambio fijo y un diferencial con relación a la tasa flotante para operaciones minoristas con la población.
Una de las principales inquietudes respecto al nuevo sistema es su viabilidad en el contexto de la crisis económica actual. La economía cubana enfrenta serios problemas de liquidez, un Banco Central sin reservas internacionales y un Gobierno sin suficientes divisas para cubrir necesidades esenciales como alimentos y medicinas.
Técnicamente, un mercado de divisas formal con tasa flotante podría operar sin intervención directa del Banco Central, ya que la oferta y la demanda de divisas deberían equilibrarse mediante el mecanismo de flotación. Las divisas que se vendan diariamente serían las mismas que se compren, y cualquier desequilibrio sería corregido por el movimiento de la tasa de cambio. La ausencia de reservas internacionales limitaría la capacidad del Banco Central para intervenir transitoriamente y mitigar la volatilidad en momentos de incertidumbre.
La formalización del mercado cambiario no significa que el Gobierno pueda manipular la tasa de cambio arbitrariamente. Si el Gobierno intentara influir artificialmente en la tasa de cambio, especialmente en el sentido de una apreciación, se generaría un severo golpe a la credibilidad del sistema, afectando su operatividad y sostenibilidad, y no se lograría el objetivo de remplazar al mercado de divisas informal.
Quedan varias preguntas sin responder.
¿Cuál será la tasa de cambio en el día cero? Lo más probable es que se establezca una tasa cercana a la del mercado informal para atraer a los actores que operan en él.
¿Cuáles serán los criterios y fuentes de información para mover la tasa de cambio diariamente? En economías de mercado, la competencia entre bancos y casas de cambio permite reflejar los movimientos de oferta y demanda en tiempo real, pero en Cuba, donde el monopolio del mercado cambiario formal seguirá en manos del Estado, se requieren reglas claras y transparentes de la fórmula que se empleará para ajustar la tasa diariamente.
¿Se permitirá a las mipymes participar en el nuevo mercado de divisas? Esto sería un cambio significativo respecto al sistema actual y crucial para lograr la formalización de sus operaciones.
Si bien todavía no se conocen los detalles del funcionamiento de la tasa flotante y de las transformaciones cambiarias, se pueden vislumbrar cinco factores que determinarán su éxito o fracaso.
1. ESCENARIO MACROECONÓMICO
Un mejoramiento del escenario macroeconómico y financiero permitiría al Gobierno cubano avanzar hacia la sustitución del mercado informal de divisas de forma más cómoda y con menos riesgos políticos asociado a una continuada devaluación de la moneda nacional. Si el contexto macroeconómico permite una apreciación de la tasa de cambio informal sería más fácil para el Banco Central competir con el mercado informal. Una tasa de cambio en apreciación reduciría las presiones especulativas y aumentaría la confianza en el sistema formal.
Las políticas que promuevan la recuperación económica y el control de la inflación tendrán un impacto directo en la capacidad del Banco Central y del sistema financiero formal para asumir un rol más dominante en el mercado cambiario.
Sin embargo, dado que los recientes anuncios de política cambiaria no han sido acompañados por la presentación de un programa de estabilización macroeconómica, ni se distingue una voluntad política para aplicar reformas estructurales de peso, es poco probable que exista un escenario cómodo para la sustitución del mercado informal de divisas.
Además, no se esperan mejoras significativas en las condiciones internacionales que puedan favorecer el desempeño de la economía cubana. Más bien, bajo la Administración Trump es probable un nuevo escalamiento de las sanciones económicas que empeoren aún más las restricciones de balanza de pagos y las condiciones financieras externas. Cuba no es miembro de las principales instituciones financieras multilaterales internacionales ni cuenta con financiamiento para aplicar la reforma cambiaria. La participación en los Brics no se conoce que de momento vaya a repercutir en un relajamiento de las condiciones financieras externas para la economía cubana.
Vale la pena recordar que a mediados de los años noventa el Gobierno cubano logró sustituir el mercado de divisas informal por transacciones en las Casas de Cambio (Cadecas). Esto fue posible gracias a que en paralelo se produjo un ajuste fiscal significativo y se introdujeron reformas estructurales importantes en su momento, como la apertura a las remesas, al trabajo por cuenta propia y a las inversiones extranjeras. También se produjo una reforma del sistema bancario y financiero. Esta experiencia nacional confirma lo que también destaca la literatura académica y las lecciones internacionales: el éxito de las reformas cambiarias depende en gran medida de las políticas fiscales y las reformas estructurales e institucionales que se pongan en marcha.
2. USO DEL MERCADO CAMBIARIO FORMALIZADO
El mercado informal de divisas en Cuba se ha consolidado en esta década como un mecanismo que permite suplir la demanda de divisas que el mercado oficial no logra satisfacer. En ausencia de un mercado oficial funcional, en el mercado informal se ha venido manifestando la oferta y demanda de divisas tanto de la población como de las empresas privadas.
Un objetivo factible de la reestructuración cambiaria sería intentar trasladar la oferta y demanda de divisas de la población y las empresas privadas a las casas de cambio y a los bancos ofreciendo seguridad, una tasa de cambio flexible y realista, y acceso sin restricciones a dólares, euros y otras monedas internacionales. El mercado cambiario minorista oficial tendría que igualar la tasa del mercado informal y asegurar un flujo estable de divisas para satisfacer la demanda.
Los bancos y las casas de cambio tendrían que vender a la población y al sector privado todos los dólares que le compren, y limitarse a cumplir estrictamente la función de intermediación financiera que les corresponde. Sus ganancias en divisas deberían limitarse al diferencial entre las tasas de cambio de compra y las tasas de cambio de venta.
Sin embargo, es muy probable que el Gobierno equivoque las funciones de un mercado cambiario formalizado e intente utilizarlo como un mecanismo de recaudación y desplazamiento de los usos de las divisas. El mercado informal de divisas viene operando con importantes restricciones de oferta de divisas lo cual explica la continuada depreciación de la tasa de cambio. Si en el proceso de formalización de este mercado el Gobierno añade una demanda adicional, proveniente de las empresas estatales, aumentaría con creces el desequilibrio del mercado y la depreciación del peso.
La restructuración del mercado de divisas tiene un fracaso anunciado si el Banco Central busca obtener del mercado cambiario minorista formalizado un excedente de divisas o el Gobierno extrae dólares para apoyar empresas estatales, financiar gasto público o pagar deudas.
Este tipo de intervención estatal en el mercado de divisas produciría dos efectos. Por una parte, provocaría una mayor escasez de divisas para la población y las empresas privadas, generando incentivos para que se mantenga el mercado informal con una tasa que seguiría desalineada de la tasa oficial.
Segundo, implicaría una importante emisión de pesos cubanos hacia la población con consecuencias inflacionarias. El Banco Central cubano carece de instrumentos efectivos de esterilización monetaria para contraponer este efecto.
Intentar replicar el mecanismo de recaudación de pesos a través de una mayor venta de bienes y servicios por parte del Ministerio de Comercio Interior (Mincin), usando los dólares del mercado cambiario minorista ―como se hizo en décadas anteriores―, sería un error. La estructura de ingresos y gastos de la población ha cambiado drásticamente desde entonces. Reestatizar el comercio interior para recaudar pesos añadiría ineficiencias, burocracia y sobrecostos a los mercados de consumo. Implicaría un retroceso en lo poco que se ha avanzado para diversificar la economía, promover la competencia y la iniciativa privada.
3. AUTONOMÍA DEL BANCO CENTRAL
La autonomía del Banco Central es esencial para manejar la flotación de la tasa de cambio con criterios técnicos y económicos. Una interferencia política podría afectar negativamente la coherencia de los movimientos de la tasa formal.
Para garantizar la sostenibilidad de una tasa de cambio flotante, el Banco Central debería implementar una fórmula o regla transparente para actualizar diariamente esta tasa. El mecanismo debe estar basado en criterios numéricos y económicos, sin interferencia política y eliminando cualquier margen para la discrecionalidad. La transparencia en este proceso también es clave para generar confianza entre los actores económicos.
Sin embargo, los conceptos de «miedo a la flotación» o «miedo a la depreciación» de la literatura económica podrían estar exacerbados en el caso cubano. Ello debido a las repercusiones políticas que tendría una mayor desvalorización de la moneda e inflación en el contexto actual de severa crisis, económica y social, y amplio desgaste de las instituciones políticas.
Las consecuencias de la devaluación de la moneda en el poder adquisitivo de los salarios y pensiones, y en los precios de bienes esenciales, podría llevar al Gobierno a interferir en el proceso de actualización diaria de la tasa de cambio flotante. La interferencia llevaría a desalinear la tasa oficial de las condiciones reales del mercado, socavando la confianza en el sistema cambiario formalizado.
La experiencia internacional sugiere que los países con bancos centrales débiles o politizados enfrentan mayores dificultades para estabilizar sus mercados cambiarios. Garantizar la independencia operativa del Banco Central de Cuba (al menos en lo que se refiere a la tasa flotante) es una condición necesaria para que el nuevo régimen cambiario sea sostenible. En el sistema político cubano este tipo de arreglos institucionales parece muy difícil de lograr.
4. ALCANCE DE LAS TRANSFORMACIONES CAMBIARIAS
La instrumentación de una tasa de cambio flotante es, en principio, una medida positiva. La mayoría de las economías en el mundo y en América Latina han realizado la transición de sistemas cambiarios con bandas o tasas fijas hacia sistemas de flotación. Con una tasa de cambio flotante que abarque todos los mercados, las economías pueden adaptarse mejor a los nuevos escenarios globales, amortiguando los impactos externos y facilitando procesos de recuperación económica. Un sistema de tasa de cambio flotante le otorga mayor autonomía al Banco Central para implementar políticas monetarias orientadas al control de la inflación y la estabilidad del crecimiento económico y el empleo.
Sin embargo, las implicaciones de la tasa de cambio flotante anunciada por el primer ministro cubano dependen de que esta se implemente como parte de una estrategia integral que tenga en la mira la unificación cambiaria y la convertibilidad de la moneda nacional. Las medidas aisladas y fragmentadas no son suficientes en ningún ámbito, y el sistema cambiario no es la excepción.
Además de la tasa de cambio flotante en las Cadecas y los bancos para las operaciones con la población (y potencialmente con el sector privado), es imprescindible corregir la tasa de cambio oficial que se aplica a las empresas estatales.
La convergencia entre las tasas de cambio oficiales es crucial para el saneamiento y la transparencia financiera del sector empresarial estatal. Actualmente, muchas empresas estatales operan como «empresas zombis», sobreviviendo gracias a subsidios y a la sobrevaloración de la tasa de cambio oficial. Estas empresas no generan riqueza neta y requieren una reestructuración profunda o incluso su cierre. La corrección de la tasa de cambio facilitaría este proceso de reestructuración y mejoraría la eficiencia del sector estatal.
La alineación de la tasa de cambio oficial con la tasa de mercado contribuiría significativamente a la reducción del déficit fiscal. Una tasa oficial más realista permitiría al presupuesto del Estado obtener mayores ingresos fiscales y tributarios, así como la reducción de subsidios destinados a empresas estatales no rentables.
La corrección de la tasa de cambio oficial mayorista, actualmente fijada en 24 pesos por dólar, podría realizarse de manera gradual. La experiencia internacional en economías centralmente planificadas (por ejemplo, en la extinta URSS) muestra que las grandes empresas estatales pueden enfrentar dificultades para adaptarse a un entorno cambiario más flexible. En Vietnam, por ejemplo, se evidenció a finales de los años ochenta y principio de los noventa que las micro, pequeñas y medianas empresas se adaptan mejor y poseen características tecnológicas y de gestión mucho más flexibles para reaccionar a las reformas cambiarias.
Sin embargo, esta gradualidad debe estar limitada a un periodo de tres años como máximo, evitando prolongar la existencia de tipos de cambio múltiples y las segmentaciones cambiarias.
Es importante señalar que la reciente ampliación de la dolarización parcial genera conflictos en lo que debería ser una estrategia coherente de unificación cambiaria y convertibilidad de la moneda nacional. La dolarización parcial solo ofrece beneficios transitorios para algunos sectores. Cuando se combina con la ausencia de convertibilidad de la moneda nacional, genera dañinas segmentaciones, desigualdades y distorsiones que afectan el correcto funcionamiento de la economía y la recuperación del crecimiento económico.
5. CAPACIDAD LOGÍSTICA Y TECNOLÓGICA
El mejoramiento de la capacidad logística y tecnológica de las casas de cambio y los bancos es necesario para atender adecuadamente el volumen de servicios de cambio de divisas que se generaría con la formalización. Sin una infraestructura eficiente, las limitaciones operativas seguirán desviando a los usuarios hacia el mercado informal.
Una posible solución a los problemas de capacidad logística del sistema financiero estatal es la autorización de operadores cambiarios privados. La entrega de licencias a operadores privados, bajo un marco regulatorio financiero adecuado, podría aliviar los cuellos de botella y mejorar el servicio de cambio de divisas.
Un desafío logístico adicional es la insuficiencia de billetes en circulación. La cantidad actual de dinero en efectivo no es suficiente para cubrir la demanda de dinero. Si no se imprimen más billetes o aumenta su denominación, las operaciones cambiarias minoristas seguirían enfrentando obstáculos operativos y costos adicionales.
En los años noventa las autoridades económicas cubanas lograron remplazar el mercado cambiario informal por operaciones en las casas de cambio recién creadas. Pero el mercado informal de divisas actual es mucho más sofisticado, amplio y estructurado que el de los años noventa. Su sustitución representa un desafío mucho mayor, ya que este mercado se ha digitalizado y opera de forma dinámica mediante redes sociales y plataformas de mensajería.
Las experiencias recientes de Argentina y Venezuela en la región evidencian lo complejo que resulta poder remplazar del todo al mercado de cambio informal.
El mercado cambiario informal cubano actual abarca tanto operaciones minoristas como mayoristas de cambio de moneda para satisfacer la demanda de divisas de las mipymes para pagar importaciones. Una pregunta esencial es cómo el mercado formalizado podrá dar respuesta a esta demanda y cómo se instrumentará la venta de divisas a las mipymes.
Existen grandes desincentivos para que las empresas privadas mantengan cuentas bancarias, debido a la falta de credibilidad en el sistema bancario, las dificultades operativas, la burocracia y, especialmente, la falta de convertibilidad de las cuentas bancarias. Si una mipyme no puede utilizar su cuenta bancaria en Cuba para pagar a un proveedor internacional, encontrará serias dificultades para operar en el mercado cambiario formal.
¿DESAPARECERÁ EL MERCADO DE DIVISAS INFORMAL?
Después de analizar cinco factores esenciales que determinan la viabilidad e implicaciones de la tasa de cambio flotante, queda claro que será muy difícil que se cumplan la mayoría de las condiciones examinadas. En algunos de los puntos falta mucho terreno por recorrer y se percibe en el discurso oficial muy poca voluntad y claridad para avanzar en la dirección que contribuiría a una plena unificación cambiaria y convertibilidad de la moneda nacional.
El escenario más probable no es que el Gobierno cubano logre una sustitución total del mercado de divisas informal en el corto plazo, sino que, durante un período de tiempo (tal vez extenso), ambos mecanismos cambiarios coexistan y compitan.