Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

martes, 19 de mayo de 2020

“Responder con acciones distintas”. No ha sido por falta de ideas

Son transformaciones que pueden hacerse ya, sin esperar al próximo Congreso pues todas fueron aprobadas en los dos anteriores, son deudas que deben ser saldadas y cuanto antes, mejor.



Esta pandemia ha provocado que volvamos a mirar hacia los documentos que, desde hace ya más de diez años, se han ido construyendo, discutiendo y aprobando, como guía para todo aquel proceso de transformaciones que debía propiciar “liberar las fuerzas productivas”. Esos documentos, públicos y conocidos por todos, fueron:
  • Lineamientos del 6to Congreso del PCC
  • Lineamientos del 7mo Congreso del PCC
  • Conceptualización del modelo Económico y Social cubano de desarrollo socialista
  • Bases del Plan Nacional de Desarrollo a 2030 y ejes estratégicos
Todos ellos fueron consensuados desde la más alta dirección del Partido y el Estado hasta los mismos barrios, todos fueron discutidos y aprobados por los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular en sus diferentes sesiones, algunos, como los lineamientos, se convirtieron en obligatoria referencia en cualquier informe de cualquier organización, política, de masas, empresarial. Era casi un ritual informar cuáles lineamientos se cumplían cuando una empresa u organización hacía su balance anual o semestral.

Esos documentos fueron, además, construidos desde la ciencia, con la participación de científicos diversos, politólogos, filósofos, sociólogos y…. hasta economistas, porque ciertamente la economía es algo tan serio y tiene impactos tan disímiles que se necesita no solo la visión desde ella misma.

Pocos procesos de reformas, o de transformación o de actualización han contado con tantas ideas plasmadas en tantos documentos, pocos han puesto a trabajar de conjunto a tantas decenas de científicos de tantas y tan diferentes ramas de la ciencia. Sin embargo, hoy estamos aquí, volviendo a tropezar con piedras que pareciera que amamos tanto, que no podemos dejarlas a un lado.

No ha sido pues “escasez de ideas” lo que nos ha faltado.

Tampoco puede afirmarse que nada se ha hecho. Cada cierto tiempo se informa de la cantidad de las políticas que se han ido aprobando asociadas a los lineamientos. Son decenas, mas bien centenares.

Sin embargo, diez años después, las fuerzas productivas aun esperan su liberación.

Los urgentes pendientes

Mientras esta pandemia ha puesto muy de manifiesto la tremenda capacidad que tiene el país para lidiar exitosamente con un fenómeno que está matando a miles de personas en el mundo y para el cual economías poderosas no han encontrado solución adecuada, también ha hecho más evidente las debilidades en temas decisivos como producción agroalimentaria, dependencia energética, sistemas de comercialización de productos, debilidad de las economías locales, falta de complementariedad de los sistemas productivos, etc. etc. etc., todos asuntos que aparecen nominalizados en aquellos documentos mencionados antes.

De todas formas, siguen existiendo un grupo de pendientes urgentes, en el sentido de que en la “nueva normalidad” serán decisivos:

La reforma de la empresa estatal que va más allá de quitarle trabas y que debiera, a mi juicio, impulsarse, adelantando la discusión de una ley de empresas que parece no debe postergarse más, especialmente no hasta el 2022. Poco más hay que argumentar a favor de ello, existen decenas de cuartillas escritas con propuestas concretas.

La modernización, actualización, de la ley de inversión extranjera, para ponerla a tono con estos tiempos, facilitar adecuadamente los nuevos negocios, acortando los tiempos y flexibilizando o eliminando regulaciones que conspiran contra la percepción que los inversionistas tienen de Cuba como destino de sus inversiones. Generando mayores incentivos para promoverla en industrias decisivas como la producción de agroalimentos y la energía, en especial en los segmentos de energía renovables.

El reconocimiento legal de la pequeña y mediana empresa y la apertura a la misma de todos los sectores de la economía nacional, con la excepción de los que también aparecen en la ley de inversión extranjera. De los peligros y de las ventajas se ha hablado demasiado, lo cierto es que desde que se retomaron, a inicios de los años noventa, han pasado treinta años en los cuales hemos desperdiciado un potencial productivo indiscutible. La mejor prueba de lo que significa una alianza entre esas pequeñas empresas privadas y el sector estatal ha sido el turismo; pero también la producción de carne de cerdo, y la red de restaurantes privados que lograron, lo que en cuarenta o más años no se logró a través del Ministerio de Comercio Interior y de las direcciones de gastronomía de gobiernos provinciales y municipales.

“No se trata de improvisar, sino de introducir en los esquemas económicos y en las políticas de desarrollo, los nuevos actores y prácticas que han estado aprobadas en la Conceptualización, en los Lineamientos de la Política Económica y Social, y en las Bases del Plan de Desarrollo Económico y Social hasta 2030”. Presidente Miguel Díaz-Canel, Reunión del Consejo de Ministros, 4 de mayo de 2020

Ahí está todo el potencial productivo (y de servicios productivos) de nuestro país. Son transformaciones que pueden hacerse ya, sin esperar al próximo Congreso pues todas fueron aprobadas en los dos anteriores, son deudas que deben ser saldadas y cuanto antes, mejor. Incluso, aún sin esperar por la tan anunciada unificación cambiaria y monetaria, que ahora tiene una situación más compleja para realizarse.

Hay otros temas también importantes, pero que de alguna manera están casi umbilicalmente conectados a los tres anteriores; el primero de todos es actuar consecuentemente con aquella definición de medios fundamentales de producción que aparece en la conceptualización, e impulsar la racionalización del aparato del Estado y del Gobierno, así como de los cargos y puestos en organizaciones sociales -algo que la pandemia ha demostrado no solo que es necesario sino posible (teletrabajo, trabajo a domicilio, trabajo online)- y redirigir muchos trabajadores hacia el sector productivo, para lo cual hacen falta inversiones y nuevas empresas, estatales y no estatales. Ello, además, generaría reducción de gastos. ¿Qué mejor ejemplo que la paralización de autos decidida hace poco?


La deuda con proveedores es otro tema urgente y estratégico. Afecta nuestra capacidad productiva, reduce la oferta de bienes de capital y de bienes de consumo, contribuye a elevar el riesgo país, genera incertidumbre en proveedores. Pero se pueden intentar soluciones, una de las cuales es hacer “swaps”, por ejemplo, dando una parte de la propiedad de algunos bienes del Estado (hoteles1, por ejemplo) a cambio de esa deuda. Sin dudas es algo distinto, sin dudas es algo no bien visto por muchos, pero Cuba necesita liquidez inmediata y no tiene mucho sentido mantener moles de concreto utilizadas a menos del 50%, hoy vacías y con niveles de explotación aun por ver en los próximos dos años y, a la vez, no disponer de los dineros necesarios para comprar el alimento que el país necesita.

Es cierto que todos son asuntos complejos, más complejos ahora que al cerco de Trump se le ha sumado la Covid-19. Es cierto también que todos tienen implícitos temas de orden político altamente sensibles para Cuba, no solo en su condición de país socialista, sino y derivado de lo anterior, porque rompen esquemas asumidos, aceptados y practicados desde hace muchas décadas que no fueron corregidos a su debido tiempo y que han generado un sistema de intereses colectivos e individuales que será definitivamente afectado. Pero hay que sacudir la mata.

La indiscutible habilidad demostrada para manejar esta pandemia y sus impactos en la población de Cuba, es una credencial innegable para este Gobierno, que favorece poder asumir aquellos otros retos y salir exitoso.

***

(1) Existen cientos de hoteles que son propiedad del Estado 100%. Si se decidiera capitalizar el 20% de la propiedad de cada uno de ellos el país podría ingresar una cantidad no despreciable de divisas. Es cierto que en estos momentos son activos con un precio de mercado a la baja, pero aun así no es imposible. Claro que implica cambiar determinadas reglas de juego.

( Tomado de OnCUba)

Concepción martiana sobre el desarrollo económico para América Latina y el Caribe

Por René Rodríguez Sarda*, Migdalia Sosa Fuentes**, Ileana Lara Fernández***

* Profesor auxiliar y principal de la disciplina Economía Política y profesor de Pensamiento Económico. Doctorado de la Universidad de la Habana.
** Profesora-instructora de Economía Política, Universidad de la Habana. Correo electrónico: rrsmsf2002@yahoo.es
*** Profesora de la disciplina de Economía Política, Universidad de la Habana.

Introducción

El desarrollo económico es un imperativo para los pueblos de América Latina y el Caribe. Ello ha sido analizado por importantes personalidades, desde prominentes políticos y economistas hasta destacados estudiosos de las ciencias sociales en la región. Sin embargo, el presente artículo no tiene como objetivo realizar un análisis de los puntos de vista de esas personalidades, sino un acercamiento a las principales ideas desarrolladas por José Martí Pérez -el más importante pensador cubano del siglo XIX- sobre el tema, a partir de trabajos recogidos con el título de Nuestra América, por la claridad con que aborda los grandes problemas que debía resolver, en función de su desarrollo futuro, la que él llamó, con razón, Nuestra América. Reflexiones que hoy tienen plena vigencia al tenor de que lo enunciado por Martí aún no se soluciona en los pueblos del sur del continente.

La valía de los análisis realizados por José Martí ha sido reconocida por los analistas económicos de la actualidad, en particular el carácter programático de su ensayo "Nuestra América", por lo cual consideramos que una vuelta a los textos primarios del pensador cubano da la posibilidad de una mejor aproximación a las realidades del continente y a la posible solución de sus problemas.

Papel, función y tareas de la economía política en el desarrollo económico

Para comprender el pensamiento económico martiano y su originalidad al abordar los problemas sobre el desarrollo económico, es necesario partir de cómo apreciaba las tareas que tenía ante sí la ciencia económica y la forma en que los economistas debieran enfrentarlas. Al respecto señala:
Esta ciencia no es más que el conjunto de soluciones a distintos conflictos entre el trabajo y la riqueza, no tiene leyes inmortales: sus leyes han de ser y son reformables, por esencia. Tienen en cada país especial historia el capital y el trabajo. A propia historia, soluciones propias. A vida nuestra, leyes nuestras [...] Aquí se va creando una vida créese aquí una economía. Álzase aquí conflictos que nuestra situación peculiarísima produce, discútanse aquí leyes originales y concretas que estudien, y se apliquen y estén hechas para nuestras necesidades exclusivas y especiales.1
Como se aprecia, para Martí la tarea de la economía no era otra que hallar soluciones autóctonas a los problemas que imponía la construcción económica de la sociedad de la época, lo cual era válido para las economías latinoamericanas, pues la copia de modelos foráneos que habían dado resultado en Europa no eran aplicables en América, e intentarla condicionaría la imposibilidad de no poder acceder al desarrollo, como ocurrió en la realidad. Y los economistas tendrían que brindar modelos de desarrollo en concordancia con las necesidades de sus naciones; tal era la visión martiana acerca del tema.
Lo señalado es la base sobre la que se asientan las tesis martianas y su concepción sobre el desarrollo económico. Al exponerlas, parte del principio de que cada país, al tomar la senda del desarrollo, tomará en cuenta peculiaridades y características propias. Reconoce, además, que las economías latinoamericanas poseían similitudes heredadas de su pasado colonial, las cuales permitían la búsqueda de soluciones comunes que tomaran en consideración las peculiaridades de cada una de ellas.

El desarrollo económico alternativas

Los trabajos de Martí recogen el quehacer económico, político y cultural de los pueblos al sur del río Bravo. En ellos aborda un conjunto de soluciones, que expresan su modo particular de apreciar cómo esas naciones debieran enfrentar los retos que les impone emprender el desarrollo independiente, así como las tareas y los objetivos por alcanzar. Sus opiniones sobre el tema señalan nuevos caminos y marcan una ruptura con gran parte del pensamiento latinoamericano que abordó el asunto en su época.

La ruptura se inicia desde el momento en que concibe la imposibilidad del desarrollo económico separado del desarrollo social, el cual tiene que ir ligado al mejoramiento de los niveles de vida de las más amplias masas poblacionales. Además, en relación con la cuestión de la riqueza, precisa que debe ser distribuida con la mayor equidad posible para lograr la justicia social. La estrategia le asigna al Estado un papel de singular importancia, ideas que poseen vigencia, pues por su alcance y magnitud, el logro de las tareas y los plazos para lograr su cumplimiento necesitan de la intervención directa de la fuerza estatal y de la elaboración de una estrategia al respecto.

Reconocía que para cualquier nación que pretende adentrarse en el camino hacia el desarrollo económico se abren varias alternativas, y de hecho es necesario adoptar una de ellas. En su artículo "Progreso de Córdoba- Agricultura-Industria y Comercio", de 1875, analiza cada una de las mismas y aprecia las ventajas, y desventajas de cada una de ellas. En el artículo se plantea la existencia de tres medios para adentrase en el camino del desarrollo y la posibilidad de transformarse en naciones, industriales, comerciales o agrícolas.

Al respecto, reconoce que las naciones de la región aún no se hallaban en condiciones de ser economías comerciales, pues para ello era necesario poseer productos industriales o agrícolas en cantidades suficientes y con la calidad necesaria para concurrir al mercado internacional y satisfacer las demandas y necesidades del mercado interno, condiciones aún inexistentes. Esos elementos muestran que estas dos opciones no eran válidas en ese momento como opciones de desarrollo económico, para los países del área.

Para sustentar ese criterio se apoya en la experiencia histórica. Durante siglos la región de dominación colonial enfiló su actividad productiva a la exportación de productos agropecuarios, fenómeno condicionado por la implantación de mecanismos de subordinación económica diseñados por las antiguas metrópolis, esquema que se fue consolidando con la Independencia, con el influjo de los grupos oligárquicos agroexportadores vinculados al mercado mundial y al viejo diseño metropolitano.

El análisis puede sugerir que la visión martiana sobre el desarrollo económico corresponde con los viejos esquemas potencializadores de la dependencia económica, pues lleva por el derrotero del desarrollo de la agricultura, pero no es así; para ello es necesario adentrarse en aquellos elementos que brindan mayor integralidad al pensamiento martiano acerca del desarrollo.

Papel de la agricultura como motor del desarrollo económico

El artículo de referencia deja explícito que los países de Latinoamérica y el Caribe no se hallaban, por el momento, en condiciones de transformarse en economías industriales ni comerciales, sino que debían priorizar aquellas ramas de la producción donde más experiencia y condiciones tenía la región.
Planteaba que "esta gran masa consumidora no puede vivir de la industria que paga del comercio que no tiene. Su subsistencia depende de lo único que produce. La agricultura, he ahí nuestro porvenir".2

Para fundamentar que el desarrollo del subcontinente no podía ser otro que la agricultura, Martí aporta profundos e irrebatibles argumentos que muestran la validez de sus aseveraciones:
Hay propagandas que deben hacerse infatigablemente; y en toda ocasión es oportuna para hacerlas. La riqueza minera de difícil y casual logro hunde sus fortunas con la misma rapidez con que las improvisa. La riqueza industrial necesita de larga preparación y poderosas fuerzas, sin las cuales estaría vencida en una concurrencia múltiple y temible. La riqueza agrícola, como productora de elementos primos necesarios, más rápida que la industrial, más estable que la minera, más fácil de producir, más cómoda de colocar, asegura al país que la posee un verdadero bienestar. La minas suelen acabarse, los productos industriales carecen de mercado, los productos agrícolas fluctúan y valen más o menos, pero son siempre consumidos, y la tierra su agente, no se cansa jamás.3
Además de concebir a la agricultura como el eslabón básico para el desarrollo económico, la destaca como la fuente principal de empleo y de riquezas exportables.

Al desarrollar la tesis, también prevé los peligros que debían enfrentar los cubanos si las medidas empleadas para alcanzar ese objetivo no se complementaban con otras acciones, pues ello podía reforzar el monocultivo y la dependencia económica, de la cual era necesario salir.
Sobre esa cuestión, tomando como referencia el caso particular de México, opinaba:
comete suicidio un pueblo el día en que fía su subsistencia a un solo fruto. México se salvará siempre, porque los cultiva todos. Y en las comarcas donde se dan preferencia al cultivo de uno, de la caña o del café, se sufre siempre más y más frecuentemente que en comarcas donde la variedad de frutos hay un provecho, menor en ocasiones pero derivado de varias fuentes, equilibrado y constante.4
El análisis sobre la estrategia del desarrollo agropecuario como el peldaño inicial que empujaría todo el despertar de la economía lo lleva a plantear que una de las limitantes para acceder al desarrollo estaba en la carencia de una moderna y eficiente infraestructura económica, lo que impide el desarrollo del comercio interno, poder llegar a las fuentes de materias primas, conectar las economías de las naciones latinoamericanas, y resumía: "copiosa red de vías de conducción dentro de cada país y de cada país a otro".5

Además, recomienda como necesario desencadenar un poderoso proceso educacional que permita a los países la suficiente mano de obra calificada, capaz de enfrentar los retos del desarrollo científico-técnico.
La instrucción acaba lo que la agricultura empieza. La agricultura es imperfecta, sin el auxilio de la instrucción. La instrucción da medios para conocer el cultivo, acrecerlo, perfeccionarlo [...] La instrucción brinda a los hombres vastos caminos desconocidos, les inspira, el deseo de entrar por ellos. ¿Cómo se podrá elegir el mejor arado, si no se conocen las diversas clases de arado? ¿Cómo se podrá reformar la tierra, si no se conoce la naturaleza de la tierra? ¿Cómo se podrá reclamar un derecho si no se sabe definir su esencia? ¿Cómo se podrá hacer todo esto, y sentirse hombre y decirse que lo es, si no sabe leer y escribir?6
El desarrollo educacional, prepararía a las masas trabajadoras para poder aplicar en la agricultura primero y en otras ramas después los logros de la ciencia y la técnica moderna, ello implicaba una tarea más para los Estados de la región, pues los mismos tendrían que intervenir directa y activamente en este asunto, pues su tarea era la de proporcionar a la naciente agricultura los modernos medios de producción, siendo preciso salir a su búsqueda en los países con más experiencia en estas esferas, pues esperar que los mismos llegasen por si sólo significaría la pérdida de tiempo y de posibilidades de adentrarse velozmente en el desarrollo, además el Estado sería el encargado de buscar el financiamiento dentro y fuera del país. Por su importancia, Martí señalaba:
Nuestras tierras feracísimas de América; ricas en todo género de cultivos, dan poco fruto y menos de lo que debían por los sistemas rutinarios y añejos de arar, siembra y recoger que aun priman en nuestros países y por el uso de instrumentos ruines [...] Surge de esto una necesidad inmediata: hay que introducir en nuestras tierras instrumentos nuevos; hay que enseñar a nuestros agricultores los métodos probados con que en los mismos frutos logran los otros pueblos resultados pasmosos.7
Las tareas señaladas no podrían realizarse sin el necesario financiamiento interno o externo, que por su magnitud y volumen no existía en las naciones de la región, por lo que se hacía necesario buscarlo en el exterior, y reflexiona que el financiamiento externo, al recibirse y utilizarse, no podría conducir a establecer compromisos que pusiesen en peligro los intereses de la nación ni comprometer el futuro.

Comprendió que para poder desencadenar una revolución en la economía eran necesarias la preparación y calificación de la fuerza de trabajo empleando nuevos métodos, y para ello era necesario utilizar las experiencias que venían llevándose a cabo en los países de mayor desarrollo, como Estados Unidos y Europa, preparación que se realizaría en estaciones técnica de nuevo tipo y en especial en las escuelas de agricultura.
La escuela de artes y oficios para la agricultura es una invención muy buena; pero sólo puede tenerse una. La enseñanza de la agricultura es aún más urgente; pero no en escuelas técnicas, sino en estaciones de cultivo, donde no se describan las partes del arado, sino delante de él y manejándolo; y donde no se explique sobre fórmulas en la pizarra la composición de los terrenos, sino en las capas mismas de la tierra; no se entibie la atención de los alumnos con meras reglas técnicas de cultivo rígidas con letras de plomo como se han impreso, sino que se les entretenga con las curiosidades, deseos, sorpresas y experiencias que son el pago de las que se dedican por sí mismo a la agricultura.8
El núcleo de estas ideas se halla en la nueva forma para la preparación de la fuerza de trabajo, que debía llevar a vías de hecho la radical transformación en la agricultura. En la preparación de la fuerza de trabajo recomienda el empleo de métodos nuevos que combinen la actividad práctica con la intelectual. Ésta le brinda al futuro trabajador una rica experiencia productiva, que se traducirá en elevados niveles de producción. Las escuelas se convertirían en "Centros de Investigación Producción", lo que confirma la contemporaneidad de las ideas de Martí sobre la cuestión:
En general, los trabajos prácticos de las escuelas se dirigen al estudio y mejora de los granos y tubérculos alimenticios; a la aplicación de los varios y mejores métodos de preparar el terreno, sembrar y cosechar, a la comparación de los abonos diversos y a la creación de otros, al modo de alimentar bien los animales y las plantas, y de regar y preservar los bosques.9
Como se aprecia, José Martí concibe el desarrollo de una agricultura moderna, capaz de ser generadora de empleo, mercado y tecnologías agrícolas, capaz de empujar a nuestros países al camino del desarrollo socioeconómico.

El desarrollo industrial

La propuesta de progreso se inicia con el potenciamiento de la agricultura, lo cual no significa negar la posibilidad de llevar a cabo el desarrollo de la industria como elemento integrante de la estrategia de desarrollo socioeconómico que sustenta la creación de una economía agroindustrial: "Los cultivos numerosos de diversas ramas agrícolas y sus industrias correspondientes, mantienen en equilibrio a los pueblos dados".10

Con ello no limita las posibles alternativas para encarar el desarrollo, al poner a la industria en función del desarrollo agropecuario, asunto en el que reconoce que: "Es imposible, por otra parte, que un gran territorio agrícola y minero no sea también un gran territorio industrial. Es imposible que tan gran reino vegetal no traiga en su diadema toda de joyas nuevas, industrias propias y originales.11

En su análisis del desarrollo industrial como complemento del desarrollo socioeconómico, se puede apreciar la agudeza de su visión, que lo lleva a señalar que es una necesidad tener presente que el desarrollo industrial no significa crear industrias de cualquier tipo ni a cualquier precio, sino aquellas que, en primera instancia, tengan garantizadas, dentro del país, las materias primas para su sostenimiento; mercado interno donde colocar sus mercaderías y que por su calidad y capacidad productiva estén en condiciones de competir con éxito en el exterior. Pero que además puedan crear fuentes de empleo seguras y a largo plazo, pues de lo contrario se estaría echando los escasos y necesarios recursos en saco roto. Sólo desarrollando una industria basada en los recursos que podía brindar el país, con financiamiento seguro interno y externo, se podría crear una industria capaz de responder a las necesidades del desarrollo.
¡Qué bueno fuera, que con ojos seguros, los acaudalados del país diesen a ayudar, las verdaderas industrias [...] que no son imitaciones pálidas, trabajosas y contrahechas de industrias extranjeras; sino aquellas nacidas del propio suelo, que para hacer ni para vivir necesitan pedir prestado el alimento a pueblos lejanos, sino que trabajan de cerca e inmediatamente los productos propios! Y qué malo fuera que en vez de echar, por este campo industrial fértil, ancho y legítimo, se diera [... ] a emprender una lucha desesperada, penosa e infecunda para colocar en su territorio a altos precios productos que aunque pueden hacerse mecánicamente, no se pueden económicamente hacer, esto es, no se pueden producir de una manera ventajosa para el país.12
Dos elementos, uno interno y el otro externo, potencian el análisis. En el plano interno el problema se hallaba relacionado con el financiamiento y el mantenimiento de las industrias una vez creadas, en el externo cómo lograr que estas industrias recién nacidas puedan enfrentar los retos de las potentes industrias extranjeras. Para ello, Martí asume como una de las vías posibles para enfrentar el doble reto la participación directa del Estado mediante la aplicación de políticas proteccionistas. Desde esa perspectiva se opone a las tesis económicas en boga que absolutizaban la no intervención del Estado en los asuntos económicos, pues ello era un elemento perturbador de la libre acción de las leyes del mercado, enarbolado por los campeones del liberalismo económico. Comprendió que el proteccionismo como política era un fenómeno a corto plazo y que sólo se aplicaría a aquellas industrias estratégicas, pues su aplicación por tiempo prolongado se convertiría en un estorbo para la nación y la propia industria.
¿Qué se quiere cuando se protege una industria nacional? No se quiere que gallardee y compita como la mejor entre las industrias extranjeras. Eso sería lisonjero, pero fuera loco o ridículo aspirar demasiado pronto a ese resultado aún imposible. Protegiendo una industria nacional se quiere dar a una masa de trabajadores y lanzar al mercado un elemento más de vida que ha de redundar en provecho general.13
Acerca de lo nocivo de conservar durante largo tiempo esa política, planteaba:
Puede ser útil proteger una industria genuina, mientras las restricciones necesarias para protegerla no impongan a la nación un sacrificio superior al beneficio que a toda luz haya de sacar de ella. Las industrias crecidas necesitan salir de la protección, como de los andadores necesita salir el niño. Con mucho auxilio sucede a las industrias lo que a la criatura a quien nunca saquen del andador: que jamás aprenderá a andar.14

El comercio exterior y su vinculación con el desarrollo económico

En el artículo, "Progreso de Córdoba-Agricultura-Industria y Comercio", Martí aborda asuntos que dan una visión de la importancia que le concede al comercio exterior como elemento que puede contribuir al desarrollo socioeconómico, en él apunta:
El comercio consiste en el cambio de productos extranjeros por los nuestros, no la introducción de efectos extranjeros sin salida de los nuestros porque mejoría sin duda la situación ajena y perjudicaría la nuestra fatalmente. Para que el comercio, pues sea fructífero [...] Hemos de tener productos que exportar. Limítese la cuestión a si han de ser industriales y agrícolas.15
Esas palabras contribuyeron a esclarecer el criterio de que para el desarrollo tanto de la industria, como del comercio, es necesario poseer las condiciones mínimas para su existencia, además demuestra cómo el comercio exterior carece de sentido si la importación de las mercaderías extranjeras superan la posibilidad de la exportación nacional, porque el balance negativo provocaría la ruina de las nacientes industrias nacionales y, por ende, del proyecto desarrollista propuesto. Al abordar este aspecto se adentra en las causas de la dependencia comercial, lo cual, unido al insuficiente desarrollo económico alcanzado en la etapa, abortaría todo intento por lograr un desarrollo económico independiente.

Comprendió que para conjurar el peligro era necesario realizar la diversificación del comercio exterior: "Quien estudia la economía de las naciones; quien sabe que es mortal para un pueblo tener todo su tráfico ligado a un solo pueblo".16
El asunto parte de una tesis central que preside la actividad y la obra de José Martí, tanto en sus concepciones económicas, como políticas: no es posible la independencia económica y comercial sin la independencia política. Para ello es importante el papel del Estado en el manejo de los asuntos económicos y en el trazado de las estrategias. Muestra así que la dependencia comercial, resultado del monomercado típico de una economía subdesarrollada -en sus concepciones sobre el desarrollo económico, él intuye esta categoría económica- conduce inevitablemente a la dependencia política a aquel que controla la actividad comercial, convirtiéndolo en su apéndice comercial y abastecedor de materias primas, y le posibilita manejar, no sólo la economía, sino los asuntos políticos, por ello recomienda la necesidad de la diversificación del comercio exterior, sobre el tema planteaba:
Hay que equilibrar el comercio; para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo; y el que quiere salvarse vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político [...] El pueblo que quiere ser libre, sea libre en negocios, distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir alguno, prefiera al que menos lo desdeñe.17
En su análisis de los fenómenos que influyen sobre el desarrollo económico y en especial en lo referido al comercio exterior se pone de manifiesto la actualidad del pensamiento martiano y cómo es capaz de exponer ideas que hoy son en la actividad comercial una necesidad, como la importancia de promocionar las mercaderías producidas por nuestras economías; además señalaba tres de los grandes problemas que se presentan en cualquier economía que pretenda enfrentar el desarrollo socioeconómico: carencia de tecnología, mercado y capital. Al referirse a estos temas, afirmaba:
las naciones deben hacer como las fábricas y como los viñedos. El que no enseña, el que no anuncia, el que no ofrece, no vende. En los pueblos industriales dotados ya de rica y completa maquinaria despierta un producto de ideas y empresas que en nuestros países no despiertan, faltos como están por lo común de la ciencia, de la maquinaria o el caudal para intentar una nueva industria.18

La integración económica latinoamericana ante el reto del desarrollo

Los criterios sobre la integración económica desarrollados por Martí se enlazan directamente con el pensamiento bolivariano expuesto en la carta de Jamaica (1815), lo cual da la idea sobre cómo éste utiliza lo mejor del pensamiento latinoamericano precedente. Pero la concepción martiana sobre el desarrollo económico posee elementos nuevos con lo cual las ideas sobre la integración y su importancia se enriquecen y alcanzan nuevos planos teóricos. Lo concibe con un nuevo prisma, pues combina la necesidad de una integración que permita realizar los sueños de nuestros próceres: lograr la integración política.

Para una mejor comprensión de ello es necesario señalar que los primeros proyectos integracionistas en la región se desarrollan a partir de la derrota del colonialismo español, están en los sueños de Francisco de Miranda cuando habla de la Gran Colombia, pero es en 1826 cuando, a instancias de Bolívar, se celebra el Congreso Anfictiónico de Panamá, primer referente del proceso, momento donde se va consolidando el proceso de internacionalización de las relaciones capitalistas de producción como consecuencia de la madurez de la revolución industrial, ligada a un impetuoso avance de la ciencia y de la economía en general. El mercado mundial halla su consolidación definitiva y se va creando la necesidad del entrelazamiento de las diversas economías -en los siglos anteriores, no se podía ni imaginar que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno de la sociedad- fenómeno que aun en su desarrollo embrionario no pasó inadvertido para el maestro, que en este aspecto coincidía con Carlos Marx en el análisis del tema de la internacionalización de la vida económica. La concepción martiana sobre el desarrollo económico no se produce sólo impulsada por los imperativos de la economía, sino también como una necesidad para hacer frente a las apetencias estadounidenses de dominio sobre la región, considerada como su traspatio económico natural, política cuyo objetivo a largo plazo estaría dirigido a subordinar las economías de la región a las necesidades de la industria y la agricultura de ese país y anular y eliminar gradualmente a otros potenciales competidores de los mercados de la región -en este caso nos referimos a antiguas metrópolis cuya presencia a fines del siglo XX todavía era significativa, como Francia e Inglaterra-, todo lo cual excluye la posibilidad de un desarrollo económico independiente: "De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir por qué es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de la segunda independencia".19

La integración económica, a partir de la concepción martiana sobre el desarrollo económico, era concebida no sólo como un proceso de acercamiento y entrelazamiento económico, implicaba también la integración política, elemento que permitiría la independencia económica, siendo ésta el mecanismo que ayudaría a enfrentar en común las titánicas tareas del desarrollo, pues comprendía muy bien las dificultades que ello entrañaba para los países que por su tamaño, recursos y población no estarían en condiciones, por sí solos, de alcanzar la tarea.

Para fundamentar por qué la integración era una necesidad y una posibilidad para los pueblos de nuestra América, Martí no sólo se apoya en elementos económicos, sino que se basa en la combinación de disímiles elementos que favorecen este proyecto, tales como:
a) La ubicación geográfica de nuestros pueblos que facilita el intercambio comercial, pues comparten fronteras comunes, ríos, vías de comunicación, yacimientos minerales, bosques.
b) Economías que poseen todo un conjunto de similitudes en el plano económico, financiero, comercial, todo lo cual brinda la posibilidad de desarrollar una multitud de productos en común, elaborar planes de desarrollo de producciones compartidas y cooperadas, explotación conjunto de los recursos naturales que comparten.
c) Comunidad lingüística, religiosa, una misma idiosincrasia.
d) Necesidad de enfrentar en común el peligro que representaban para el desarrollo las apetencias coloniales de las viejas y nuevas potencias capitalistas, especialmente Estados Unidos e Inglaterra.
Sobre la propuesta de qué camino tomar para el logro de la unión económica y política de los pueblos de Nuestra América, llega a la conclusión de que debe ser un modelo original, que atienda a las realidades, posibilidades y las características de las naciones que han de integrarse: "Ni el libro europeo, ni el libro yanqui daban la clave del enigma americano",20 con ello retoma la tesis sobre el papel y las tareas que tendrían las ciencias económicas para dar respuestas y soluciones a los problemas de la región.

Proceso por realizarse no de forma espontánea, sino como expresión de los intereses nacionales, en concordancia con las necesidades y exigencias objetivas de las economías de los pueblos y no de los intereses políticos de determinados grupos o caudillos políticos. Tampoco podía realizarse en perjuicio de las economías con menor nivel de desarrollo, la misma tendría que reportar ventajas mutuas para todos los implicados en el proceso.
Ningún pueblo puede hacer nada contra su interés [...] si dos naciones no tienen intereses comunes chocan. Los pueblos menores que están aún en los vuelcos de la gestación, no pueden unirse sin peligro. Los actos políticos de las repúblicas reales son el resultado compuesto de los elementos del carácter nacional, de las necesidades económicas. 21
Al analizar el proceso integracionista de la región y los peligros que le asechaban, vaticina las intenciones del vecino del norte de desplazar de los mercados de la región, el influjo y actividad de las potencias europeas, como parte del "Panamericanismo", recogido en las doctrinas elaboradas por los sectores económicos y de poder desde los primeros años del siglo XIX y expuestos por vez primera en la Doctrina Monroe (1823). Aquí se expresa nuevamente su preocupación sobre la importancia de la integración como garantía de la integridad e independencia de los pueblos.

En síntesis, el proceso integracionista tendría como objetivo a mediano y largo plazos el desarrollo económico y la complementación de las economías latinoamericanas. Con razón señala Martí que el llamado integracionista lanzado por los estadounidenses representaba un peligro, porque podría llevar a las economías regionales a una nueva dependencia, y puntualizaba:
Lo primero en política, es aclarar y prever. Sólo una respuesta unánime y viril; para la que todavía hay tiempo sin riesgo, puede libertar de una vez a los pueblos de América de la inquietud y perturbación fatal en su hora de desarrollo, en quienes tendría sin cesar, con la complicidad de las repúblicas venales o débiles, la política secular y confesa de predominio de un vecino pujante y ambicioso que no ha fomentado jamás ni se ha dirigido a ellos sino para impedir su extensión [...] O para cortar por intimidación sus tratos con el resto del mundo [...] O para obligarnos como ahora, a comprar lo que no puede vender.22
Para Martí es imposible la independencia económica sin independencia política, lo cual ha reflejado en sus análisis sobre la necesidad de la integración entre los pueblos y cómo ésta, sobre la base de las necesidades de las economías foráneas, en especial desde Estados Unidos, representaría el fin de todo intento de desarrollo económico independiente, y una subordinación y dependencia aún mayor a la economía del norte.

Ésta, además, se daría en el plano comercial, porque dejar los negocios en manos de nuestros competidores llevaría al fin de todo proceso integracionista y de la posibilidad de lograr un desarrollo económico independiente.
Y han de poner sus negocios los pueblos de América en manos de su único enemigo. O de ganarle tiempo, y poblarse y unirse y de merecer definitivamente el crédito y respeto de las naciones antes de que ose demandarle la sumisión, el vecino a quien las lecciones de adentro y de afuera, se les puede moderar la voluntad de educar la moral política, antes de que se determine a incurrir en el riesgo y oprobio de echarse, por la razón de estar en un mismo continente, sobre los pueblos decorosos capaces, justos y prósperos.23

Conclusiones

El acercamiento a las principales ideas desarrolladas por José Martí permite apreciar que las tareas titánicas que tenían ante sí los pueblos, no eran insalvables. Pone al descubierto las causas del subdesarrollo al explicar cómo nace la dependencia económica y propone soluciones autóctonas que pasan por su perspectiva sobre el desarrollo económico donde es necesaria participación del Estado. Éste debe asumir como tarea principal el diseño de una estrategia coherente de desarrollo, preparación, calificación y empleo de la fuerza de trabajo, vía indispensable para poder acceder al desarrollo económico y social, al reconocer al estado como promotor y diseñador de políticas de desarrollo que garanticen la distribución con justicia social. Martí inicia una ruptura con los esteriotipos vigentes en la época en que él desarrolla su actividad como político de proyección avanzada en el ámbito latinoamericano. Para Martí la integración económica constituye un imperativo, pues permitiría, además de alcanzar el desarrollo y la independencia económica, enfrentar las amenazas y apetencias del vecino del norte que tenía como estrategia geopolítica extenderse por toda la región, convirtiéndola en un apéndice de su economía. Él vio la integración al interior de Latinoamérica como una posibilidad proporcionada por las particularidades histórico-culturales.

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Notas
1 José Martí Pérez, "Economía Propia", en Obras Completas, tomo 6, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991. pp. 311-312.
2 José Martí Pérez, "Aprender en las haciendas", en Obras Completas, tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, p. 275.
3 José Martí Pérez, "Reflexiones: Destinadas a preceder los informes traídos por los jefes políticos a las conferencias de mayo de 1878", en Obras Completas, tomo 7, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991. pp. 163-164.
4 José Martí Pérez, "El tratado comercial entre los Estados Unidos y México", en Obras Completas, tomo 7, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, p. 21.
5 José Martí Pérez, "La escuela de artes y oficios de Honduras", en Obras Completas, tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1991, pp. 15-16.
6 José Martí Pérez, "Reflexiones: Destinadas...", p. 169.
7 José Martí Pérez, "Aprender en las...", p. 275.
8 José Martí Pérez, "La escuela de artes y oficios de Honduras", en Obras Completas, tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, pp. 15-16.
9 José Martí Pérez, "Trabajo manual en las escuelas", en Obras Completas, tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, pp. 285-288.
10 José Martí Pérez, "Reflexiones: Destinadas a preceder...", p. 189.
11 José Martí Pérez, "La industria en los países nuevos", en Obras Completas, tomo 7, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999, p. 27.
12 Op. cit, p. 28.
13 José Martí Pérez, "La industria en los...", p. 28.
14 José Martí Pérez, "La república Argentina...", pp. 340-341.
15 Op. cit., p. 343.
16 Ibid.
17 José Martí Pérez, "Comisión Monetaria Americana", en Obras Completas, tomo 6, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, p. 16.
18 José Martí Pérez, "Exposición de productos americanos", en Obras Completas, tomo 7, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, p. 367.
19 José Martí Pérez, "Comisión Monetaria...", p. 16.
20 José Martí Pérez, "Comisión Monetaria...", p. 46.
21 Ibid.
22 José Martí Pérez, "Comisión Monetaria...", pp. 46-47.
23 Op. cit., p. 46.

El capital en su laberinto

Por: Ariel Terrero

 
Nunca le hagas cosquillas a un dragón dormido
(Emblema de la Escuela de Hogwarts)
 
El planeta está ante "una crisis, con devastadores efectos sanitarios, económicos y sociales en todo el mundo. Foto: Archivo
Todo era previsible con la Covid-19. Ocurrió como en cualquiera de las grandes pestes que asolaron a la humanidad, muchas de oriente a occidente también. Entre tantas cosas –cuarentenas, muertes, consternación-, hasta la incertidumbre era predecible, por más que parezca un contrasentido. Es difícil saber hacia dónde vamos. La crisis de sistemas sanitarios alimenta dudas sobre la hora final y el alcance real de la pandemia. Los estragos en la economía, evidentes pero con curso indeterminado, agravan la ansiedad.
El destino de cada nación está sujeto como nunca al rumbo sanitario y económico global. Y las previsiones de la economía mundial inquietan tanto como la caldera social de calles y aeropuertos vacíos, millones de desempleados y el apiñamiento humano ante tiendas, hospitales y cementerios.
Los gobiernos de no pocos países intentan reiniciar actividades económicas sin haber acorralado aún a este coronavirus. En gesto de desesperación, le han dado un giro a las políticas de confinamiento social. Se debaten entre pérdidas de vidas y pérdidas económicas. Y corren el riesgo de precipitarse en ambos sentidos. Un repunte de la epidemia sería costoso en términos financieros también.
Nada nuevo. El azote económico es una carta habitual de las plagas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé en 2020 contracciones récords del PIB en las economías líderes: zona euro (-7,5 por ciento), Estados Unidos (-5,9 por ciento) y Japón (-5,2 por ciento). Cinco de las principales economías europeas (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España) caerían entre un 6 y un 9 por ciento. El PIB de China apenas crecería un 1,2 por ciento. Con tal lastre, la economía global perdería un 3 por ciento.
Otros expertos pronostican desplomes mayores por la contracción simultánea de producción y consumo, de oferta y demanda. El economista Paul Krugman calcula que en EEUU “el PIB puede llegar a caer, aunque de forma temporal, entre un 20 y un 30 por ciento”. Este estudioso de recesiones de la historia, Premio Nobel de Economía, cavila que “posiblemente esta crisis será entre tres y cinco veces peor que la crisis financiera de 2008” . La mayoría de los expertos equipara la actual contracción con la Gran Depresión de los años 30.
Y eran previsibles las respuestas. Las grandes economías capitalistas volvieron a una fórmula aplicada en EEUU y la zona euro durante la crisis que comenzó en 2008: imprimir billetes sin miramientos. Ante las primeras señales de recesión con signos de Covid-19, los bancos centrales de las principales economías abrieron las compuertas de dólares, euros, yenes y libras esterlinas.
Mediante las llamadas inyecciones masivas de liquidez, la Reserva Federal planea agregar 2,3 billones de dólares a la economía estadounidense. El Banco Central Europeo (BCE), tradicionalmente mucho más cauteloso, no demoró esta vez para aprobar la inyección de 1,1 billones de euros. Esos montos equivalen a alrededor del 10 por ciento del PIB de EEUU y de la eurozona, respectivamente.
De manera casi simultánea, las autoridades monetarias de otros países, incluidas las economías con divisas de referencia -Reino Unido, Canadá, Japón y Suiza-, aplicaron una pauta similar.

Los bancos centrales no encuentran otra salida ante la contracción generalizada de ventas e ingresos, la ruptura de cadenas globales de valor y la paralización casi total de grandes empresas, como las aerolíneas. Se persignan por el peligro inflacionario latente en el aumento desproporcionado de la masa monetaria, pero confían porque después del 2008 la inflación nunca estalló, ni siquiera amenazó a pesar de que la Reserva Federal inyectó 3,8 billones de dólares entre ese año y 2014 mediante la denominada “flexibilización cuantitativa”. En la rancia Europa los indicadores de inflación se mantuvieron más bien deprimidos a pesar de aplicar igual recurso monetario. Es previsible que en esta oportunidad se arriesguen a inyectar montos de dinero mayores en sus economías.
Con esa droga monetaria, los impresores de dinero prometen socorrer a empresas, gobiernos y consumidores. Pero si la partitura es la misma que interpretaron después de 2008, los verdaderos beneficiados serán los grandes bancos y empresas que integran el gran capital, mientras el resto de la sociedad permanece narcotizado.

Neoliberales en confinamiento temporal

La mayoría de los gobiernos han adoptado planes para socorrer a empresas, autoridades territoriales, hospitales, desempleados y familias. Unos les llaman eufemísticamente programas de estímulo económico, pero en casi todos los casos se trata de planes de emergencia o sobrevivencia. El límite de los montos depende del nivel de endeudamiento que tenían cuando el Sars-Cov-2 entró en escena, pero las economías dominantes en la red financiera global no conocen de frenos.
En EEUU este programa fiscal llegó a casi 3 billones de dólares en abril, cuatro veces el paquete aprobado tras la recesión de 2008. Los gobiernos europeos también han movilizado volúmenes inéditos de dinero en planes de emergencia. Pero los expertos prevén que la crisis económica y sanitaria se tragaría el socorro fiscal en pocos meses. El protagonismo mayor quedará entonces para los bancos centrales y sus políticas monetarias ultraexpansivas, como después de 2008. O para programas de gasto fiscal más agresivos, acorde con el manual que popularizó John M. Keynes en la Gran Depresión de los años 30.
Después de ser desplazados por la tendencia neoliberal durante casi medio siglo, los economistas de la escuela keynesiana han encontrado una oportunidad de oro con la crisis de la Covid-19 . Krugman, uno de los más conocidos, aboga incluso por duplicar el monto previsto en el programa de emergencia fiscal de EEUU frente a la pandemia. Piden compensar la caída del gasto privado con un aumento del gasto gubernamental, dirigido a inversiones en infraestructura, proyectos de investigación y desarrollo (I+D) y programas de asistencia social. Es el recurso para levantar economía y empleo en medio de la crisis.
Krugman admite, sin embargo, que se convertiría en una “gran bomba de tiempo fiscal”, al gravitar sobre una economía con alto endeudamiento y un peligroso déficit presupuestario ya. La deuda pública de EEUU trepó a poco más del 100 por ciento del PIB en 2019 y puede llegar al 131 por ciento este año, según el FMI.
A pesar de que esta fórmula traslada las amenazas para el futuro, los economistas de casi todas las escuelas postulan la intervención protagónica del Estado ante la actual crisis. El francés Pierre-Olivier Gourinchas habla de medidas o “candados de seguridad” disponibles por los gobiernos para aplanar la curva de la pandemia primero, limitar los daños económicos y levantar luego la economía de manera gradual. Este estudioso delinea una inteligente relación entre solución de la pandemia y recuperación económica, en que el apuntalamiento del sistema de salud, la protección de los desempleados y el sostén de la actividad crediticia serían prioridades para el fisco.
El británico Michael Roberts acepta esa idea, aunque advierte que fuera de las economías del G-7 quedan pocas posibilidades de maniobra a países con elevado endeudamiento y alto déficit fiscal. Como buen marxista, Roberts tuerce el timón más a fondo que los keynesianos: “Esta depresión solo puede revertirse con medidas similares a las de la guerra, a saber, la inversión masiva del gobierno, la propiedad pública de los sectores estratégicos y la dirección estatal de los sectores productivos de la economía”.
Hasta los neoliberales aprueban esta vez la intervención de los gobiernos para apagar un incendio sanitario, económico y social ante el cual el mercado se mostró incompetente.
¿Una derrota del pensamiento neoliberal? Sería ingenuo creerlo. Si hablamos en términos militares, se trata apenas de un repliegue táctico, similar al adoptado en 2008. Aquella vez, ante la incapacidad del mercado para enfrentar los riesgos que amenazaban con congelar a la economía mundial, el recurso fue “obligar a los Estados a asumirlos”, razonó el filósofo John Gray.
 Asustados por la quiebra de uno de los bancos aparentemente imbatibles de la época, el Lehman Brothers, las economías neoliberales tocaron a la puerta de los estados, y postularon las peligrosas inyecciones de liquidez con el fin explícito de salvar de la ruina a otros bancos y empresas de gran porte.
El beneficio mayor de los billones de dólares y euros que la Reserva Federal y el BCE inyectaron a partir del 2008 quedó en las cajas fuertes de Goldman Sachs, Bank of America, Citigroup y otros grandes bancos y empresas financieras. A las inversiones productivas, a la economía real, llegó muy poco. Tras provocar la crisis financiera con el festín de las hipotecas subprime o hipotecas basura, el gran capital global tomó los préstamos casi regalados de los bancos centrales para limpiar sus balances contables y hacer nuevos negocios, pero sin salir de su paraíso bursátil.
La recompra de acciones y el juego sucio de los llamados derivados financieros se generalizó en las bolsas de valores después de 2008, como un hueco negro que absorbía el dinero que imprimían los bancos centrales. Las grandes empresas financieras y no financieras emiten nuevas acciones para recomprarlas y elevar artificialmente su valor, fieles a la sacrosanta lógica capitalista: ganar más, con el menor gasto posible, en el menor tiempo posible. En mercados cada vez más desregulados por la pauta neoliberal, la especulación financiera resulta más tentadora que las inversiones a mediano y largo plazo en producciones o en el desarrollo de tecnologías.
Empresas mundialmente conocidas por su liderazgo tecnológico amasan sus ganancias más jugosas a cuenta de la llamada financiarización: recompra de acciones, de títulos de deuda y derivados financieros. Alphabet (dueña de Google), Facebook, Amazon, Hewlett Packard, IBM, Motorola, Xenox y Symantec (NortonLifeLock ahora) invierten más en la especulación financiera que en el desarrollo tecnológico. Microsoft se enganchó en 2019 con una recompra de acciones por valor de 40.000 millones de dólares. Entre dos tercios y tres cuartas partes de los activos de Apple, Oracle y Ebay son créditos a otras empresas: piden préstamos a la gran banca para ofrecer a su vez préstamos con tasas de interés más altas a otras compañías de mayor riesgo. General Electric, General Motors, Ford y Pfizer también se sumergen en laberintos financieros cada vez más retorcidos, para mantener las ganancias que se les escapan en los mercados de la economía real.
“En el mundo imaginario del sistema capitalista enseñado en los manuales de economía –concluía Eric Toussaint ante tales evidencias-, las empresas emiten acciones en Bolsa para recaudar capital a fin de invertirlo en la producción. En el mundo real, las empresas capitalistas piden prestado capital en los mercados financieros o a los bancos centrales para recomprar sus acciones en Bolsa a fin de aumentar la riqueza de sus accionistas y dar la impresión de que la salud de la empresa es excelente”.
El analista Brian Reynolds estima que desde 2009 la recompra de acciones ha sido la "única fuente neta de dinero que entra en el mercado de valores". Otro economista estadounidense, William Lazonick, calcula que estas recompras equivalen al 52 por ciento de todas las ganancias corporativas, con dividendos en acciones que representaron otros 3,3 billones de dólares en 2016 y 2017, monto muy cercano, por cierto, a los 3,8 billones que la Reserva Federal inyectó entre 2008 y 2014 en samaritano socorro de Wall Street.
¿Renunciarán estas empresas a ese pastel ahora? ¿Quién garantiza que no se repita la historia cuando se diluyan los nubarrones de la Covid-19? ¿O se estará repitiendo ya, en plena tormenta, mientras la población global delira tras una vacuna que ponga fin a la catástrofe sanitaria?

Bomba de tiempo: la deuda global


El juego sórdido de las bolsas tiene el atractivo del bajo riesgo para los mayores especuladores. Cuando los enredos de un gran banco o empresa no financiera se van de rosca y llegan a un punto de quiebra y crisis como la de 2008, cuentan con la protección de un banco central dispuesto a inyectar, prestar, imprimir, inventar dinero, bajo el criterio de que la quiebra de un gigante pondría en riesgo al resto de la economía. “Too big to fail” (demasiado grande para dejarlo fracasar) es la filosofía pública de la Reserva Federal y del BCE.

La especulación, por tanto, no tiene frenos ni miedos. Las respuestas de las autoridades monetarias tampoco. En forma de títulos de deuda soberana y otros activos, los mayores bancos centrales del mundo imprimen dinero con fervor que deja como niños de teta a los asaltantes de la popular serie española Casa de Papel.
Entre 2008 y 2014, la Reserva Federal triplicó la base monetaria en EEUU y llevó las tasas de interés casi a cero. Pero el efecto sobre la economía real fue pobre. En la zona euro y en EEUU, las políticas monetarias cayeron en esos años en un saco roto que Keynes definió como trampa de liquidez en la década del 30: ni las inyecciones masivas de dinero ni las tasas de interés reducidas a mínimos consiguieron reanimar la actividad crediticia ni la economía empresarial. Los analistas más agudos observan que el alza de las bolsas en esos años tuvo expresión mínima en la industria y el comercio de EEUU y la eurozona. China también dio señales de desaceleración.
Ante evidentes síntomas de agotamiento de la economía –visibles antes de la pandemia-, la Reserva Federal tuvo que acudir a fines del 2019 a otra inyección de liquidez, justo cuando se suponía que debía maniobrar para retirar del mercado las anteriores. Ni los bancos prestaban, ni las empresas invertían. Optaban por conservar el dinero líquido en cuentas de ahorro o en negocios bursátiles sin impacto en la economía real. Los bancos centrales de otros países acudieron a igual salvavidas monetario.
Las mayores economías no han logrado salir de esa trampa de liquidez por más que inyectaban billones y más billones. El BCE ha recortado actualmente las tasas de interés por debajo de cero, para presionar a los bancos comerciales a que no escondan en sus cuentas o negocios los recursos financieros que reciben.
Pero con la severa contracción global de oferta y demanda que generó la Covid-19 es poco probable que las empresas se arriesguen en inversiones en la economía real. El sentimiento empresarial dominante en una coyuntura de crisis alienta a reducir gastos, suspender inversiones, reducir créditos. Los billones de dólares y euros que se están sumando a una circulación monetaria que ya estaba desbordada en 2019 corren el riesgo de permanecer en un limbo bancario, si no se los traga la especulación bursátil de nuevo y en particular la recompra de acciones, como advertía en abril una investigación publicada por el Wall Street Journal.
La economía se contrae en el mundo, el dinero se desborda sin límites y la deuda global crece a escalas incontroladas.
El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés) alertó en un reciente informe que la deuda global había escalado en 2019 hasta 255 billones de dólares, equivalente al 322 por ciento del PIB del planeta, o sea, más de tres veces la dimensión de la economía mundial. Y teme que ascienda a 342 por ciento en 2020 en un contexto de recesión en que la mayoría de las economías no encuentran otra alternativa que no implique mayor endeudamiento. En abril, la emisión de deuda trepó a 2,1 billones de dólares, frente a una media mensual de 700.000 millones entre 2017 y 2019, según el IIF.
Para mayor conflicto, las tasas de interés ancladas en cero en las mayores economías favorecen que las grandes empresas financieras y no financieras se refugien en el negocio de vender y revender deuda.
Toussaint, opuesto a echar las culpas de la actual crisis económica a la pandemia, advirtió el año pasado sobre el peligro de estallido de la burbuja especulativa que se ha formado en el mercado de valores por las políticas de los bancos centrales. “La deuda pública contraída para rescatar a los bancos es claramente ilegítima”, concluyó.
El bombillo rojo lo perciben no solo los analistas de izquierda. El Banco de Pagos Internacional (BPI), con sede en Basilea, Suiza, advirtió a mediados de 2019 el peligro de una nueva crisis financiera , esta vez a cuenta de la abultada deuda corporativa. Esta suerte de comisario de los bancos centrales del mundo alertó por el sobrecalentamiento visible en el mercado de préstamos “apalancados”, como le llaman a los préstamos a empresas endeudadas en exceso. Sectores económicos completos, como la industria del petróleo y el gas y el comercio minorista en EEUU, están totalmente amarrados a este respirador artificial, estimado en 3,5 billones de dólares.
La filosofía capitalista dominante ya resolvió el problema: ha optado por dejar a las generaciones políticas del futuro la solución del peligroso enredo financiero.
Si la historia se repite, la gran banca mundial y las mayores empresas volverán a hacer su agosto bursátil con el mar de dinero barato que les proporcionan los bancos centrales. Las bolsas resistirán como refugio perfecto, en momentos en que el colapso global de la producción y del comercio arrastra a las economías de menor porte –países y empresas que no saben contar todavía en escala de billones.

Con sibilina habilidad para flotar y ganar siempre, el gran capital financiero quedó como principal beneficiado en la crisis financiera que provocó en 2008. Y apunta a serlo de nuevo, en este desastre de salud y de economía causado, más que por un coronavirus, por la destrucción previa de sistemas sanitarios a cuenta de la doctrina neoliberal que tiene al gran capital como defensor mayor. Todo es previsible con la Covid-19.