Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

sábado, 16 de marzo de 2019

¿Qué le pasa al capitalismo contemporáneo?

Por  ANGUS DEATON

PRINCETON – Casi de repente, el capitalismo se ha puesto visiblemente enfermo. El resurgido virus del socialismo infecta una vez más a los jóvenes. Otros más prudentes que aprecian los logros pasados del capitalismo y quieren salvarlo proponen diagnósticos y remedios. Pero sus propuestas a veces se superponen con las de quienes querrían hacer pedazos el sistema; y las distinciones tradicionales entre izquierda y derecha ya no dicen nada.

Felizmente, Raghuram G. Rajan, exgobernador del Banco de Reserva de la India y profesor en la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago, ha puesto su conocimiento y experiencia sin igual a la tarea de analizar el problema. En su nuevo libro, The Third Pillar: How Markets and the State Leave Community Behind [El tercer pilar: cómo los mercados y el Estado se olvidan de la comunidad], Rajan sostiene que el cáncer que aflige al capitalismo contemporáneo no es un problema de “Leviatán” (el Estado) ni de “Behemot” (el mercado), sino de la comunidad, que ya no actúa como freno a ambos monstruos. De modo que receta un “localismo inclusivo” para reconstruir comunidades que den a la gente un sentido de dignidad, estatus y significado.

El libro de Rajan, igual que The Future of Capitalism [El futuro del capitalismo] de Paul Collier (economista de la Universidad de Oxford), es exponente de un género cada vez más nutrido de críticas del capitalismo desde dentro. Rajan defiende el capitalismo, pero comprende que ya no está trabajando al servicio del bien social y que es preciso ponerlo otra vez bajo control.

The Third Pillar hace un profundo análisis del contexto histórico para explicar el momento actual; pero sus mayores aciertos son cuando recapitula los acontecimientos posteriores a la Segunda Guerra Mundial para explicar por qué todo empezó a descomponerse allá por 1970. Hasta entonces, el mundo había estado ocupado en la recuperación y la reconstrucción, y el crecimiento económico había recibido un impulso adicional gracias a la adopción de tecnologías de frontera por medio de la inversión en reemplazos.

Pero después de 1970 el crecimiento tendencial se desaceleró, lo que explica muchas de las dificultades actuales. Mientras eso sucedía, los gobiernos no tuvieron idea de cómo hacer frente a la desaceleración, más que prometer la restauración del perdido paraíso de la posguerra. En la mayoría de los casos eso supuso más endeudamiento. Y en Europa, las élites se lanzaron a la unificación continental, con el elevado propósito de poner fin a la reiteración de episodios de matanza. Pero en su prisa por obtener los beneficios obvios de la integración, se olvidaron de sumar a la ciudadanía. Fue así como finalmente aprendieron que después de la hibris llega la némesis.

El éxito de la socialdemocracia en la posguerra debilitó el poder del mercado para actuar como una influencia moderadora sobre el Estado. Según Rajan, ambos debilitados actores, en Europa y en Estados Unidos, quedaron mal parados para lidiar con la inminente revolución de las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC), de modo que la gente de a pie tuvo que hacer frente sola a las amenazas. Y las corporaciones, en vez de ayudar a sus trabajadores a manejar la disrupción, la empeoraron, al usar la vulnerabilidad de sus empleados para enriquecer a sus accionistas y ejecutivos.

¡Y cómo se enriquecieron! Conforme la mediana de ingreso de los hogares se estancó y aumentó la concentración de la riqueza, el capitalismo se volvió manifiestamente injusto y perdió el apoyo popular. Para poner a raya a sus oponentes, Behemot llamó en su auxilio a Leviatán, sin comprender que un Leviatán populista de derecha al final se come a Behemot.

Hay que destacar dos puntos de la exposición de Rajan. En primer lugar, la desaceleración del crecimiento es una causa fundamental (aunque de ritmo lento) del malestar social y económico de la actualidad. En segundo lugar, las consecuencias desafortunadas de la revolución de las TIC no son propiedades inherentes del cambio tecnológico; más bien, como señala Rajan, reflejan una “falta de modulación de los mercados por parte del Estado y de los mercados mismos”. El autor no insiste en esto, pero el segundo punto nos da motivos de esperanza, porque implica que las TIC no nos condenan a un futuro sin empleo; todavía hay lugar para una formulación de políticas esclarecida.

Rajan hace una muy buena exposición de la mala conducta de las corporaciones, tanto más eficaz cuanto que proviene de un profesor de una importante escuela de negocios. Según explica, el cuasiabsolutismo de la doctrina de la primacía de los accionistas sirvió desde el inicio para proteger a los ejecutivos a expensas de los empleados, y sus efectos perjudiciales se agravaron por la práctica de pagar a los ejecutivos con acciones.

En The Future of Capitalism, Collier hace una exposición similar desde Gran Bretaña, con la historia de la empresa británica más admirada de su infancia (y de la mía): Imperial Chemical Industries. En aquel tiempo todos crecíamos soñando trabajar algún día en ICI, una empresa que proclamaba como misión “ser la mejor compañía química del mundo”. Pero en los noventa, ICI cambió de norte, al adoptar el principio de valor para los accionistas. Y según Collier, ese único cambio destruyó a la empresa.

¿Y la comunidad? En otros tiempos, Estados Unidos fue un país líder en educación pública, cuyas comunidades locales ofrecían a niños de cualquier nivel de talento y condición económica escuelas donde aprendían juntos. Y cuando la educación primaria dejó de ser suficiente, también empezaron a proveer acceso universal a la educación secundaria.

Pero hoy que para triunfar se necesita título universitario, los jóvenes más talentosos van a buscarlo muy lejos de su comunidad de origen, y terminan autosegregándose en ciudades cada vez más grandes, de las que los menos talentosos quedan excluidos por los altos costos de vida. Protegidos en sus relucientes claustros, los que triunfan forman una meritocracia en la que a sus hijos –y a casi nadie más– les va tan bien como a ellos.

Collier cuenta la misma historia en Gran Bretaña, donde el talento y la participación en el ingreso nacional se han ido concentrando en Londres, y se generó vaciamiento y resentimiento en las localidades del interior. Pero como señala Janan Ganesh, del Financial Times, las élites metropolitanas ahora se encuentran “encadenadas a un cadáver”.

Rajan considera que la meritocracia es un producto de la revolución de las TIC. Pero yo sospecho que viene de antes. No olvidemos que el sociólogo británico Michael Young publicó su presciente distopía The Rise of the Meritocracy [El ascenso de la meritocracia] en 1958. De hecho, Collier y yo somos parte de la primera camada de la meritocracia británica. Y tal como predijo Young, nuestra cohorte dejó el sistema inservible para las generaciones siguientes, sin dejar de alabar sus virtudes. En Escocia, donde crecí, los talentos locales, intelectuales, escritores, historiadores y artistas, todos partieron a buscar mejor fortuna, o renunciaron simplemente a competir con las superestrellas de los mercados de masas. Y eso nos empobreció a todos.

Como Rajan, creo que la comunidad es una víctima de la captura de los mercados y del Estado por una élite minoritaria. Pero a diferencia de Rajan, dudo de que comunidades locales más fuertes o una política de localismo (inclusivo o no) puedan ser la cura del mal que nos aqueja. El genio de la meritocracia salió de la botella y ya no hay modo de volver a meterlo.

Traducción: Esteban Flamini


ANGUS DEATON the 2015 Nobel laureate in economics, is Professor of Economics and International Affairs Emeritus at Princeton University’s Woodrow Wilson School of Public and International Affairs. He is the author of The Great Escape: Health, Wealth, and the Origins of Inequality.

Trámites y Trabajo por Cuenta Propia: La hidra de la burocracia

Por: Dayamís Sotolongo



Ilustración: Osval

Lo que las autoridades han vaticinado como un trámite de 10 minutos ha multiplicado duraciones y entuertos en la Dirección Municipal de Trabajo y en su homóloga de la ONAT

Parada desde las seis de la mañana en una cola, la espirituana aquella dudó por un instante si mantenerse en pie o desistir. No era una fila para comprar aceite o pan —que sí merecerían el tumulto, en última instancia—, sino para actualizar su documentación como trabajadora por cuenta propia.

Antes había venido desde la oficina de la Dirección Municipal de Trabajo hasta la de su homóloga de la ONAT para reinscribirse en el afamado registro de contribuyentes. Debía ser el último paso, o el penúltimo. Debía estar todo dispuesto para que fuera un trámite simple, sin angustias. Debía.

A mano alzada llenaron sus papeles para insertarlos en un sistema digital que ha fallado no pocas veces; tanto, que aún permanece con un mes de atraso. Y de ahí para la Dirección de Trabajo para sacar, definitivamente, el carné de trabajador por cuenta propia y antes pasar por la Oficina de Multas para certificar que no existen cuentas pendientes. Y esperar.

Desde que en la Gaceta Oficial No. 35, que se puso en vigor en diciembre pasado, se anunciara la obligatoriedad de todos los trabajadores por cuenta propia de actualizar sus registros, podría vaticinarse lo que se sufre hoy: locales abarrotados de personas y dependencias de la ONAT sin dar abasto.

Porque los más de 25 000 trabajadores por cuenta propia de la provincia, antes de junio, deberán poner todos sus papeles en regla y a ello se suman quienes se estrenan en el sector no estatal. Más contribuyentes con la misma cantidad, o menos, de personal en las dependencias de la ONAT.

Era una cuestión de pura lógica, creo yo. Si desde el pasado año se sabía lo que podría avecinarse, ¿por qué no prever una garantía de otras condiciones?, ¿por qué no buscar alternativas como horarios extendidos u otras?, ¿por qué acentuar malestares ante la obligatoriedad de un proceso? Guerra avisada, ya lo dice el refrán, no debiera matar soldados.

No es solo la ONAT. A las Direcciones de Trabajo y Seguridad Social en cada municipio también ha llegado la avalancha y también han tenido tropiezos. Aunque, para dosificarlo, establecieron ciertas prioridades —las personas que ejercen más de una actividad, las actividades que se modifican o integran, los trabajadores contratados y los conexos del transporte— y hasta montaron un cronograma, todo no ha fluido según el calendario.

En municipios como Trinidad —donde se concentra el mayor porcentaje del sector no estatal en la provincia— varios cuentapropistas revelaron a Escambray de los papeleos, de la invariabilidad de los días establecidos, del pago underground a ciertos coleros para poder “clasificar” en los turnos dados para la jornada.

Incluso en el novel Portal del ciudadano Espirituano algunos internautas se quejaban de similares males en estas gestiones.

Fuentes de la ONAT y de Trabajo confirmaban a este semanario lo complejo que puede tornarse la actualización de los contribuyentes —por el volumen de personas implicadas—, el reto que ha supuesto para su personal, las caídas inoportunas del sistema digital, los atrasos…

Lo que las autoridades han vaticinado como un trámite de 10 minutos ha multiplicado duraciones y entuertos. Será porque los trabajadores por cuenta propia son finalistas —y algunos lo son— o porque las oficinas se han quedado chicas o porque las dilaciones se han vuelto tan rutinarias. Será porque no se puede asumir un proceso de tal envergadura sin las municiones necesarias.

Sucede, y lo creo verdaderamente, porque contra la burocracia no hay plaga que la mine, hasta los días de hoy. Es esa hidra que, por más que se intente arrancar de raíz, renace.

(Tomado de Escambray)

TORNADO EN LA HABANA: el monstruo de la Vía Blanca

Lluvias localmente intensas, una actividad eléctrica excepcional y rachas de 300 kilómetros por hora, sobre todo en los municipios de Cerro, Regla, Guanabacoa, Diez de Octubre, San Miguel del Padrón y La Habana del Este, trazaron en tan solo 16 minutos una de las peores líneas de destrucción que recoge la memoria de la capital. No menos impresionante fue la red de solidaridad tejida entre autoridades y ciudadanos para la recuperación; las complejas operaciones a fin de restablecer los servicios básicos; la espontánea movilización de centenares de habaneros, de cubanos en general y de amigos desde otros lugares del mundo para asistir a los damnificados.




La casa de María Victoria Infante quedó sepultada bajo los escombros de lo que fuera la segunda planta de la de sus vecinos. (Foto: EDUARDO LEYVA)

Por J. CASTRO, L. GARCÍA, M. CABRERA y L. KNIGHT

Osmani Peña Mayán abrazó a su esposa Yamila Núñez Pagés, y cerró los ojos. Solo a eso atinó luego de sentir un estrepitoso y ensordecer ruido, como el de la turbina de un avión, que pasaba muy cerca de su hogar. Cerró bien la puerta, la tomó de la mano y se quedaron tranquilos en una parte de la casa. Nunca había sentido susto mayor, “y mira que he corrido por los montes de la Sierra de los Órganos, solo y de noche”, dice.

Allí, en Luyanó, vivían desde 1987. Cuenta que cuando pasó todo y salieron del lugar, no había paredes ni techo. Solo un reguero de muebles, tristeza y gritos de horror ante tanto estropicio. “No sentimos cuando se cayó la casa, pues el ruido del tornado se hizo dueño de todo para dejarnos sin nada. Fueron dos segundos apenas”, agregó mientras acariciaba a su esposa, todavía con lágrimas en los ojos y estremecida cuando BOHEMIA los visitó, al día siguiente del suceso.

El abrazo de Osmani Peña Mayán a su esposa Yamila Núñez Pagés, lo único que se les ocurrió para protegerse de la furia del tornado. (Foto: JORGE LUIS SÁNCHEZ RIVERA).

Al fondo se veían varias personas apartando ropas mojadas, colchones, muebles… “Son los vecinos que vinieron a ayudarnos”, musita ella en medio de su tristeza. Con más ánimo, dijo después: “El resto de mi familia no estaba en casa, por suerte. Estamos todos vivos. Aunque nos duele lo que hemos perdido”.

El recorrido del equipo de reporteros, iniciado en el municipio de Diez de Octubre, encontró un panorama desolador en varias calles de la barriada de Luyanó, una de las más afectadas entre las de los cuatro municipios golpeados por el tornado. La casa del matrimonio se ubica en Quiroga 205 entre Reyes y Blanquizar. Los apartamentos contiguos también perdieron las cubiertas.

Alrededor, en las calles Mangos, San Luis, Remedios y otras, el reguero de cables, postes eléctricos, árboles arrancados de raíz, escombros, autos virados al revés, confirman lo que muchos comentaban: “parece que ha habido un bombardeo, un terremoto”, “con qué furia el viento arrancó paredes, ventanas”, “hasta el piso lo levantó en algunas casas”, “nunca había visto nada parecido en tantos ciclones que han pasado por Cuba”.

Muebles de todo tipo yacían al sol, decenas de personas barrían lo que el viento arrastró, acomodaban sus pertenencias, limpiaban azoteas, recogían tanques de agua rotos y fuera de lugar.

La luz de la solidaridad

De aquel desastre, apenas dos días después al volver a las mismas calles, ya era otro el escenario. Sin descanso y como un enjambre de abejas laboriosas, indetenibles y esforzadas, los pobladores de Luyanó, con la ayuda de muchos, muy pronto comenzaron a dar nueva vida a su barrio.

“Yo me enteré por Facebook”, dice Lismary de la Caridad Suárez González, estudiante de la Universidad de La Habana, quien acudió a socorrer, a auxiliar en tareas de limpieza en esa localidad, azotada por el tornado que sufrió por primera vez esta ciudad.

Como ella, otros muchos compañeros suyos, profesores incluidos, llegaron allí desde que corriera la voz de que hacía falta su ayuda. Eso de que corriera la voz es un decir, pues más bien fue de móvil a móvil, con mensajes de texto. “Vamos a estar el tiempo que sea necesario”, aseguraron Catheryn Blanco Caballero y José Antonio Pereiro Morejón, respuestas que no solo dieron ellos. La evidencia mejor fue verlos en movimiento, con sus manos indetenibles recogiendo escombros, maleza, restos de muebles, y todo lo que el viento arrancó de su sitio.


Las redes sociales movilizaron a los jóvenes, clic a clic. (Foto: JORGE LUIS SÁNCHEZ RIVERA).

También estaban allí los del Instituto Superior de Relaciones Internacionales, con su vicerrector al frente, Gerardo Hernández Nordelo. El vicepresidente de la Federación de Estudiantes Universitarios de ese centro, Brian de la Nuez Pérez, coordinó las labores de unos 60 estudiantes que diariamente acudieron al lugar hasta concluida la semana cuando los principales servicios estaban por recuperarse, “pues así estas personas que lo han perdido casi todo, podrán sentir nuestra luz de solidaridad”, apuntó.

Gracias a esa ayuda, la de muchos vecinos y de las brigadas de lineros de varias provincias y otros trabajadores especializados que se movilizaron a trabajar día y noche, la destrucción fue perdiendo terreno.

Aunque el dolor de quienes sufrieron la furia del viento se mantendrá imborrable, fueron recuperando la esperanza al apreciar tanto gesto solidario, tanto esfuerzo gubernamental al movilizar camiones y camiones para recoger desechos, al ver la labor de los equipos que levantaron postes y restablecieron los servicios básicos…

La recuperación y la limpieza se abrieron paso rápidamente, la solidaridad tuvo rostro. No les faltó el afecto y la cercanía humanas, pudieron darse las manos con su presidente Díaz-Canel, a quien vieron cerquita y dialogaron con él para recibir su aliento y la confianza en que pronto y con mucho trabajo, se recuperaría su barrio.

Otro tornado que remueve el alma

En los alrededores de la iglesia de Jesús del Monte, ubicada en la Calzada de Diez de Octubre, varias viviendas fueron demolidas por el tornado. Narraron a BOHEMIA, Mirna Peña Pérez y su hija Ailín Samón Peña que mientras veían el noticiero de las ocho de la noche, sintieron un ruido enorme y corrieron a esconderse debajo de la meseta de la cocina. Gritaron y gritaron al ver que de pronto se derrumbó el techo de la casa. “Mi nieto vino y nos sacó de debajo de los escombros”.



Se abrió camino la limpieza de escombros y desechos de todo tipo. (Foto: JORGE LUIS SÁNCHEZ RIVERA).

Muy cerca de la iglesia, Ángela Balsinde Herrera y su esposo José Alberto de Armas Morales, todavía sorprendidos por el estruendo que echó abajo el portal de su casa y el de la contigua, y varios techos de otras, comentaron que nunca habían visto algo así: una bola roja enorme con tremendo ruido. Ella, de 56 años, nacida en ese lugar, pese a lo vivido conserva el optimismo y no pierde los deseos de sonreír, ya que “estamos vivos. Es increíble que no hayan muerto cientos de personas”, apunta. Al propio tiempo, el esposo miró al cielo y dijo que espera que le devuelva sus dos tanques de agua. “No sabemos a dónde fueron a parar. Deben andar junto con la cruz de la iglesia, que también voló”.

Del fondo sale otra vecina, Jessi Laffita Álvarez, de 23 años y trabajadora del Ministerio de Economía. El techo de su cuarto voló. Estaba allí junto a sus hijos, el esposo y la suegra. El viento entró por una ventana y lo levantó. “Tremendo susto, pero salimos ilesos. A una vecina le cayó un tablón en la cabeza. Yo misma le di los primeros auxilios y corrimos con ella. La hospitalizaron y se va recuperando”.

También perdieron los techos de sus casas otros vecinos. Sandra Acosta, de Diez de Octubre 668, comenta que se vio muerta en medio del desastre. “Se fueron las tejas, pero quedaron aguantadas por el falso techo, y eso nos salvó”, recuerda.

En Mangos 112, Beatriz Sosa Puentes, todavía cuenta horrorizada que el viento la tumbó dentro de su cuarto. “Arrancó el cristal de la puerta de la calle y lo revolvió todo. Mi esposo se levantó de la cama a cerrar la puerta del patio, pero el viento salió por donde quiso y tumbó un cuartico de madera que teníamos en la azotea. No creyó en nadie”.


En la calle Mangos, una de las más castigadas en Luyanó. (Foto: JORGE LUIS SÁNCHEZ RIVERA).

Tampoco creyó en los santicos de otra vecina. Todos los tumbó y se llevó parte del techo. “Pero estamos vivas, mamá. No nos pasó nada a nosotras”, le consolaba la hija.

También en la calle Mangos, Erenia Cid Díaz, rememoró que los cristales de la ventana de la casa de su hija fueron arrancados por esa mole roja con enormes destellos luminosos. Detrás vio otra bola gigantesca de color verde. Parecía que estaban endemoniadas. Frente a su casa arrancó también el laurel de la India, un gran árbol plantado allí hace 35 años, que nos daba sombra. Ahora ya no está, se lo llevaron en un camión. Creemos que lo devolverán al barrio convertido en tablas útiles para restaurar alguna casa. Plantaremos ahí otro que con el tiempo nos hará olvidar lo que pasó”.

Precisamente para aliviar a los vecinos, al dueño de la cafetería Rincón de Leira, Ariel Duque, del CDR Humberto Lamothe, se le ocurrió montar una cazuela gigante para hacer caldosa en plena calle. El desastre y el apagón no mermó el entusiasmo y junto a otros del barrio, preparó el plato caliente que muchos estaban deseando y agradecieron.

En San Luis 164 entre Quiroga y Remedios, otros ocho apartamentos quedaron entre escombros. Santa Caridad Faget Buides, de 63 años nació allí. No se explica cómo la furia de la naturaleza fue tan cruel. Pero cuenta que la solidaridad entre todos pudo más.

“Salimos corriendo y logramos socorrer a uno que quedó presionado bajo el derrumbe. Rompimos una ventana y lo sacamos. Nos metimos todos en el apartamento del fondo y ahí pasamos el resto de la noche”. Ahora apila los recuerdos que pudo rescatar: un álbum de fotos, una planta ornamental, su vitrina heredada de ancestros familiares. Ella no quiere irse de aquí. Se refugió en la vivienda de su hija quien vive en la otra cuadra. Lo que quiere es levantar su casa aquí mismo. Los materiales de construcción ya están disponibles. Ella confía en que pronto tendrá su casa otra vez.



Más de 60 camiones y 10 cargadores distribuidos por todo el municipio de Regla, remueven diariamente miles de metros cúbicos de escombros. (Foto: EDUARDO LEYVA).

Hortensia Pérez Martín también confía en librarse del shock y de lo sufrido. “Yo pensé que la muerte había venido a buscarme; de pronto no sabía qué hacer”. La parte de arriba de su vivienda voló y se le mojó y dañó todo lo que tenía allí. En su larga carrera como docente, por su experiencia tratando los problemas del alumnado, sabe que con esfuerzo se vencen todas las dificultades. Cuenta con el apoyo, el aliento y la ayuda gubernamental y de sus compañeros del Instituto Politécnico de Informática Raúl Cepero Bonilla –ubicado en la Víbora–, del que es directora hace varios años.

Para restañar tanto estrago las autoridades se movilizaron en la madrugada, inmediatamente después del suceso. Restablecidos los principales servicios en un plazo que se puede considerar récord, lo que tardará más tiempo en recuperarse serán las viviendas que sufrieron derrumbes parciales o totales.

Como expresaron algunos, las soluciones llegarán aunque lo menos que necesitaba Cuba era un desastre así, dada la situación económica difícil que vive el país. Mientras tanto, no se detienen las labores de las brigadas constructoras, y muchos continúan brindando sus brazos en gesto solidario, de ayuda al perjudicado por el tornado que mucho tardará La Habana en olvidar.

Cuando lo inesperado golpea

A pesar de los esfuerzos gubernamentales, de la voluntad de sus habitantes, de la ayuda que continuamente llega desde los más diversos lugares, a las 72 horas del paso del tornado, Guaicanamar, en el municipio de Regla, no había perdido ese aire de escenario bélico que dejara el fenómeno.

En esa localidad, el contingente Raúl Roa removió diariamente un aproximado de tres mil metros cúbicos de escombros. “Estamos trabajando desde las siete de la mañana hasta casi la media noche. Más que un evento meteorológico parece que hubo un bombardeo”, testimonió entonces Miguel Ángel Urquely Álvarez, especialista de obras de ingeniería de esta empresa, destinado a la circunscripción 28 del consejo popular Guaicanamar.

Allí el 97 por ciento de las viviendas fueron dañadas: carpintería, instalaciones hidráulicas, techos ligeros, pero también estructuras de hormigón armado que sepultaron las vías y las casas aledañas.


En la circunscripción 28 del Consejo Popular Guaicanamar, el 97 por ciento de las viviendas sufrieron afectaciones. (Foto: EDUARDO LEYVA).

Victoria de la Caridad Infantes Rodríguez no sabe cómo era ni que color tenía eso que les vino encima y se llevó todo. Solo recuerda atravesar los escombros de lo que fuera la segunda planta de la edificación contigua y refugiarse en casa de un vecino donde pasó la primera noche.

El miércoles 30 de enero, en La Habana más de 4 700 damnificados se habían trasladado a casas de amigos y familiares, solo 164 se encontraban en centros estatales.

“Por suerte, lo que no ha faltado es solidaridad”, dice María Victoria, mirando las ropas que alguien le diera para cambiarse.

Hasta allí también han llegado artistas, estudiantes, instituciones religiosas, para dar una mano en la higienización o ayudar con los suministros que se necesitan.

Con casi la totalidad de las edificaciones afectadas, seis derrumbes totales, dos edificios que deben demolerse por la extensión de las afectaciones y lamentando la perdida de tres vidas humanas, la gestión pública en esta comunidad se puso a prueba.

“La población está desesperada, es normal, hay muchas afectaciones. Nunca habíamos pasado por algo como esto”, explica el delegado de la circunscripción 28, Luis Alberto Villalobos Pérez.

Mientras se aferra al bolso en el que, quizás por instinto, minutos antes del paso del tornado guardara algunos medicamentos, María Victoria mira a su esposo que busca la manera de entrar a la vivienda sepultada entre escombros.

“Esa misma madrugada -28 de enero- el presidente Díaz Canel pasó por aquí y dijo que todo se iba a solucionar, yo tengo fe en eso”, dice calmando un poco la angustia.


En Guaicanamar, municipio de Regla, a las 72 horas del paso del tornado, población y organismos estatales continúan concentrados en las labores de limpieza. (Foto: EDUARDO LEYVA).

Quienes perdieron sus viviendas se van a ubicar en el Liceo de Regla y otros albergues transitorios habilitados en diferentes instituciones estatales. Villalobos, que apenas ha dormido en estos días, según cuentan los vecinos, confía que la solución definitiva no demorará mucho.

“Ya se están buscando los terrenos para comenzar a construir rápidamente las viviendas de los afectados por los derrumbes totales y de los dos edificios que se van a demoler. De esas obras se encargarán los contingentes y ya llegaron -en la mañana del miércoles 30- dos guaguas con estudiantes de la Facultad de Arquitectura para ayudar en el levantamiento”, explica el delegado.

“Además de las pipas, continúa, ubicamos varios tanques para el suministro de agua que los mismos vecinos custodian. Aquí hay mucho sentido de pertenencia y unidad”, agrega orgulloso.

Desde que se despejaron un poco las vías se ubicaron varios puntos estatales de venta de comida ligera y bebidas para la población. Sin embargo, para muchos esta no es una opción factible, por lo que Villalobos solicitó a las autoridades de gastronomía que se establecieran precios más asequibles, considerando la situación de muchos de los damnificados.

La extensión de los daños, pero sobre todo el impacto inesperado de un fenómeno prácticamente desconocido, han hecho de esta una situación extraordinaria dentro de la historia de desastres naturales en Cuba.



Guadalupe Puig, en el reparto Habana Nueva, Guanabacoa, agrupa las pertenencias que el fenómeno perdonó. (Foto: EDUARDO LEYVA).

A pesar de las disposiciones gubernamentales para agilizar los trámites y la atención a los damnificados, en esos días de angustia extrema muchos fueron asaltados por el desasosiego.

“Fui hasta el gobierno, me dijeron que iban a pasar y no han pasado. Sé que esto se va a demorar y hay personas en una situación peor, pero necesito saber qué vamos a hacer”, advierte Magalys González, una joven de 26 años a quien el tornado le arrancó el techo de la casa donde vive con su abuela en Habana Nueva, reparto del municipio de Guanabacoa, apenas a unas cuadras de Guaicanamar.

Junto a la de ella, también se encuentran sin cubierta otras dos viviendas, la de Guadalupe Puig y su madre de 86 años, y la de Modesto Cepeda, de 76 años.

En la acera de enfrente, Regla Caridad Ramón, quien acomodó a toda la familia en la única habitación que salió intacta del embate, declara mucho más calmada que sus vecinos: “Yo nada más necesito las cabillas, de lo demás nos encargamos nosotros”.

Ese mismo día llegaban a los puntos de venta de los municipios afectados los materiales de la construcción que se venderían a mitad de precio a los damnificados.

Orlando Vigil Valdés, jefe del grupo coordinador del Ministerio de la Construcción en La Habana, asegura que la disponibilidad de materiales no va a ser un problema. “El país está moviendo una cantidad significativa de recursos que desde la noche del martes empezaron a llegar a la capital, y se entregarán a los vecinos, pero con orden, a partir del levantamiento y con la ficha de costos que llevan”, precisó a BOHEMIAel funcionario mientras recorría con una comitiva las calles de Regla.

Precisión y rapidez, una máxima que salva vidas

Jóvenes vestidos con el uniforme verde olivo bajan despacio las escaleras de uno de los pisos del hospital materno de Diez de Octubre. En sus manos sostienen una incubadora que colocan en un salón junto a otros equipos médicos. Han transcurrido pocas horas desde que el tornado disparara las alarmas en la institución habanera, severamente dañada, y ya se aprecia el ajetreo para restañar las heridas ocasionadas por el fenómeno meteorológico.


El equipamiento del materno de Diez de Octubre fue trasladado para el hospital Enrique Cabrera, el cual asume la población del primero hasta su recuperación. (Foto: ANARAY LORENZO)

En el séptimo piso, en un ambiente más sosegado, trabajadores de la Empresa Contingente Blas Roca Calderío laboran en la reposición del falso techo. “El viento arrasó y rompió también la cristalería de las ventanas”, explica Pedro Tamayo Martínez, quien hace 15 años labora en esa agrupación.

Aunque desde la mañana del lunes 28 había trabajadores del contingente en el hospital, su brigada entró en acción el martes y tenía, entre otras tareas, la de poner el falso techo en tres pisos. “Llegamos temprano y no tenemos hora de salida. Ayer me fui de aquí alrededor de las siete de la noche”, dice Tamayo.

Las principales afectaciones registradas en la institución estuvieron en la cubierta, las redes hidráulicas y sanitarias, los tanques de agua (de 64 existentes, 30 se averiaron), y la electricidad, la cual se recuperó desde el primer momento con los grupos electrógenos.

Cuando el equipo de BOHEMIA visitó el centro, tres días después del suceso, personal de la empresa Aguas de La Habana comenzaba la recuperación de la cubierta con todas las redes hidráulicas que alimentan los servicios del hospital. Aunque se trabaja en todos estos, se priorizaba los que resultan vitales, en particular el cuerpo de guardia a fin de que las personas que viven cerca puedan recibir esa atención elemental, mientras se sigue laborando en el resto de las obras.

Aun así, como el área del cuerpo de guardia sufrió pocos daños, desde el lunes 28 habilitaron un pequeño salón para hacer un parto en caso de que les llegara alguna emergencia, y en otro cubículo ubicaron la incubadora y equipos para la reanimación neonatal, explica la doctora Flora Vila Vaillant, directora del hospital.

Si bien cuentan con dos ambulancias del Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM) para trasladar a alguna paciente que llegue al hospital hasta otra institución, “hay casos que por la urgencia no es posible hacerlo”, precisa.

Por eso, también crearon condiciones en el servicio de aborto, el cual tiene salones, máquina de anestesia, y otros medios, para enfrentar una emergencia. “Por ejemplo, un embarazo ectópico complicado con una paciente en estado de shock, un prolapso del cordón o alguna otra complicación grave de la obstetricia”, ilustra la especialista.


El cuerpo de guardia del policlínico Luis Pasteur, en el reparto Santos Suárez, fue una de las instalaciones dañadas. (Foto: ANARAY LORENZO).

Mientras, en otra institución del municipio de Diez de Octubre, el policlínico Luis Pasteur, en el reparto Santos Suárez, también fue necesario reacomodar los servicios. En este caso el de rehabilitación, a fin de establecer un área para el cuerpo de guardia, luego de que la edificación dedicada a ese fin –situada a casi un kilómetro del policlínico- fuera afectada por los fuertes vientos.

Caridad Isaqui Rodríguez, licenciada en Enfermería y directora del policlínico, refiere que de inmediato trasladaron para este centro los equipos de apoyo vital, los balones de oxígeno, los recursos de laboratorio clínico, y otros, pues lo que más se afectó fueron las computadoras destinadas a la docencia y el mobiliario.

Cuando el equipo de reporteros llegó a la casona donde radica el cuerpo de guardia, pudo constatar los perjuicios sobre todo en techos y ventanas. Personal del centro y vecinos recogían escombros y las ramas de árboles derribados. Fabián Nieves Valle, jefe de mantenimiento del policlínico, agradece el apoyo que han tenido de los vecinos, y mencionó a tres trabajadores del restaurante particular Esencia Habana, “quienes aunque laboran en el Vedado, son de Santos Suárez y vinieron a ayudarnos”.

Liliana Lázara Argote Ledesma, vive cerca del cuerpo de guardia. “Aquí es donde me atienden ante cualquier problema de salud y quisiera que este lugar fuera recuperado lo antes posible”, comenta mientras recoge unos pedazos de madera del piso.

Un hospital dentro de otro

Como si se tratara de un proceder quirúrgico practicado en múltiples ocasiones, en el hospital Enrique Cabrera quedaron listas en breve tiempo unas 200 camas para recibir a la población que como norma es atendida en el materno de Diez de Octubre.


En el hospital materno de Diez de Octubre comenzaron de inmediato las labores de recuperación. (Foto: ANARAY LORENZO).

Tales reajustes forman parte de los planes de contingencia previstos en la institución ante intensas lluvias, huracanes, y otros fenómenos similares, explica su director, el doctor Obel Alcides Guerra Leal. “Lo primero que se hizo en el hospital fue detener la actividad quirúrgica electiva (programada) y trasladar los servicios de Urología, Medicina, Ortopedia, entre otros, para el resto de los hospitales clínico-quirúrgicos de la ciudad, en los cuales son reforzadas las guardias con los recursos humanos de nuestro centro”.

También, en el cuerpo de guardia, particularmente la terapia dos –recién reparada para asumir funciones relacionadas con la atención de adultos-, se convirtió en una extensión del servicio de neonatología. Y en breve tiempo unas 200 camas para recibir a la población que como norma es atendida en el materno de Diez de Octubre.

Tales reajustes forman parte de los planes de contingencia previstos en la institución ante intensas lluvias, huracanes, y otros fenómenos similares, explica su director, el doctor Obel Alcides Guerra Leal. “Lo primero que se hizo en el hospital fue detener la actividad quirúrgica electiva (programada) y trasladar los servicios de Urología, Medicina, Ortopedia, entre otros, para el resto de los hospitales clínico-quirúrgicos de la ciudad, en los cuales son reforzadas las guardias con los recursos humanos de nuestro centro”.

También, en el cuerpo de guardia, particularmente la terapia dos –recién reparada para asumir funciones relacionadas con la atención de adultos-, se convirtió en una extensión del servicio de neonatología. Y es que ahora, abunda el director, “vamos a incrementar el número de partos, pues nuestro hospital tiene cada día entre cinco y nueve nacimientos, y el materno de Diez de Octubre más de 15, por tanto el promedio será de 25 partos diarios”.


Paralelamente, se alistaron varios salones: tres para la urgencia y dos para la cesárea electiva, y se incrementó el número de camas en el servicio de perinatología.

Como parte de esta fusión, 36 especialistas en ginecobstetricia, más de 100 enfermeros, y personal de otras áreas del hospital Hijas de Galicia se sumaron a los equipos de trabajo del hospital que los acogió, lo cual es visto por el doctor Guerra Leal “como una fortaleza porque vamos a aprender unos de otros”.

Que el hospital Enrique Cabrera tenga una maternidad, en la que realizan unos 2 500 partos al año, y sea el centro de referencia en la atención a la materna crítica, son razones por las que se decidió evacuar hacia allí el materno de Diez de Octubre.

Recuerda el doctor Obel A. Guerra que a partir de las 12 de la noche del domingo empezaron los primeros traslados y alrededor de las 5 o 6 de la mañana llegó el último caso, de las 36 gestantes y recién paridas con sus bebés que arribaron al hospital.

“De inmediato, se hizo una evaluación de cada paciente por especialistas en ortopedia, cirugía, terapia intensiva, y se vio que algunas llegaron con escoriaciones, ligeros traumas, pero sin peligro para la vida de ellas, en el caso de las embarazadas, ni de los bebés.

“A la par, los neonatólogos examinaron a todos los niños y una hora después teníamos la certeza de que ninguna paciente, como tampoco sus hijos ni los acompañantes presentaban afectaciones”.

“Una película de terror, que ni es bueno contar”

Una de las recién paridas que llegó al hospital Enrique Cabrera es Marilyn Noguera Santos, de 30 años, la última a la que le practicaran la cesárea en Hijas de Galicia aquel domingo. Relata la madre, Rosemary Santos Alonso, que a la muchacha la operaron a las 6 y 40 minutos de la tarde, alrededor de las 7 estaba en recuperación, y más de una hora después comenzó la catástrofe.


“Sentimos un ruido ensordecedor y de inmediato el viento se llevó el aire acondicionado y explotó la cocina que había al lado. Las tres acompañantes que estábamos en la sala cogimos a los bebés, los cubrimos con nuestro cuerpo y nos tiramos en el piso. Los pedazos de cristales les caían arriba a las recién paridas, pero ninguna podía levantarse de la cama porque las piernas no les respondían debido a la anestesia.

“El aire movía las camas de un lado a otro de la habitación, por lo que decidimos sujetar al niño con un brazo y con el otro aferrarnos a las camas donde estaban nuestras hijas”, narra Rosemari.

Con la ayuda de los enfermeros que estaban en la sala, cogieron unas camillas que encontraron en un salón de operaciones y trasladaron a las tres pacientes para esa área que tenía más protección.

“Todo eso fue sin corriente, con la linterna del teléfono móvil, y mojándonos. Por si fuera poco, sentimos un salidero de gas y dos enfermeros, uno de ellos con una herida en la cabeza, y yo cogimos ligadura de los guantes y amarramos la tubería. Después, decidimos, junto con el personal de enfermería, empezar a llevar a los bebés para neonatología.

“Afortunadamente, en ese servicio había electricidad y los niños fueron colocados de inmediato en las cunas térmicas para que cogieran calor. Allí estaban todos los recién nacidos y a ninguno le ocurrió nada. Enseguida les dieron leche, empezaron a calentar agua en un fogón eléctrico para llenar unas bolsas y ponerlas en las cunas térmicas a fin de mantenerles la temperatura durante el traslado hasta la ambulancia. Cada niño era llevado por un rescatista y lo acompañaba una doctora o enfermera”, rememora la mujer.

En medio de lo que califica como “una película de terror, que ni es bueno contar”, Rosemari agradece desde lo más hondo la profesionalidad demostrada por el personal del servicio de neonatología. “No permitieron que ningún niño sufriera ni un rasguño, algunas enfermeras recibieron heridas, pero hasta las incubadoras fueron protegidas”, dice, y agrega: “todo acompañante que estaba allí fue camillero, enfermero, lo que hiciera falta, nos ayudamos unos a otros”.

Así opina también el licenciado en Enfermería Leisdel Roque Castillo, quien se encontraba trabajando aquella noche en el hospital Hijas de Galicia. Narra que estaba en medio del pasillo cuando empezó todo. “Una puerta se cayó, me dio un fuerte golpe en la cabeza y perdí el conocimiento. Mis compañeros me dieron los primeros auxilios y cuando me recuperé, suturé a una de mis compañeras que tenía una herida en la mano y acompañé a un grupo de embarazadas en una guagua hasta los hospitales América Arias y Manuel Fajardo, donde fueron evacuadas”.

Refiere que cuando los trabajadores del hospital conocieron lo que había ocurrido, empezaron a llegar al centro de forma espontánea. El lunes, afirma, ya estaba allí la mayoría del personal, todos los pacientes habían sido trasladados para otras instituciones de salud y se empezaba a evaluar los daños.

Héroes que vencen lo insólito


Tras el paso del tornado, múltiples medios de comunicación se volcaron a las calles en busca de la opinión popular respecto al fenómeno, la atención recibida y la labor de los rescatistas y unidades médicas de emergencia.

Desde Regla, en medio de la desolación que aún se vivía, una ciudadana expresaba ante cámara que no comprendía cómo los bomberos habían llegado tan rápido. Lo que aquella mujer no sabía es que seis jóvenes bomberos del Comando 9 del propio municipio no llegaron, sino que estaban allí y que como ella sufrieron los embates de ese evento en plena travesía.

“A las siete y 40 de la noche, respondimos a un llamado por fuego en Casa Blanca. Durante el trayecto de regreso, a las 8 y 30, otras unidades reportaban afectaciones por inclemencias del tiempo. Diez segundos, solo diez segundos pasaron y en la parada del semáforo de Guanabacoa nos tuvimos que detener por un viento fortísimo y una intensa lluvia”, rememoró Ernesto Alejandro Abella Díaz, bombero dos de la compañía de guardia ese 27 de enero, quien tiene solo 18 años y cinco meses de experiencia en cumplimiento de su servicio militar.

“Solo nos dio tiempo a ponernos el casco, cuando vimos aquella bola de centro rojo, con rayos dentro venir hacia nosotros; tambaleó el carro hasta hacer reventar los parabrisas, automáticamente sentimos una fuerte explosión en unos transformadores y se fue la luz”, continuó Carlos Hernández Scull, bombero uno, un año mayor que Ernesto.

Según relatan cuatro de aquellos jóvenes, de 18 y 19 años, todos en cumplimiento del servicio militar, lo que más les impactó, más allá de los tormentosos e interminables diez segundos, fue el desastre que encontraron al bajarse del camión, los gritos de auxilio de las personas asustadas, atrapadas o inmovilizadas por estructuras derrumbadas.

Conducidos por el experimentado jefe de compañía Yasmany Montero Quintana y el operador-conductor Alberto Medina Concepción, socorrieron en las calles, en la parada, en las guaguas, en las casas, a hombres y mujeres que en muchos casos continuaban escondidos y refugiados en algún rincón, paralizados por el miedo.

A ellos les tocó la dura tarea de discernir quién necesitaba más ayuda, y despejar las vías para que otras fuerzas de rescate y asistencia médica llegaran al lugar.

“Nos pasaba que encontrábamos a personas heridas e incluso carros intactos para transportarlas, pero estos no tenían por donde pasar; luego de media hora vehículos de salvamento lograron ubicarse a 300 metros de donde estábamos, de modo que teníamos que llevar a los necesitados hacia allí. La población fue fundamental, al apoyarnos en la limpieza de las principales arterias de tránsito y el traslado de los más necesitados”, expresó Miguel Ernesto Barceló Cedeño, bombero cuatro del comando.

Muchos, ante una situación similar tal vez se paralizarían, pero como dijera Manuel Sánchez Almaguer, bombero tres, ellos no tuvieron oportunidad para eso, primó la demanda de la gente en peligro, quienes no veían en ellos jóvenes con apenas meses de experiencia, sino un bombero presto a brindar apoyo; “quizás el hecho de que nuestro carro apenas fuera dañado, fue cosa del destino para que pudiéramos asistir a todo el que pudimos”.

Más allá de la línea de fuego


En la sede del Comando 9, frente al cementerio de Regla, quedó el telefonista Manuel Mario Mustelier Hidalgo, un muchacho cuya tarea fue fundamental en la descripción de la situación y las necesidades de sus compañeros en la zona afectada, para otros bomberos que, aún sin estar de servicio, se dispusieron a ayudar.

Entre ellos estuvo el jefe del Comando 22 de Guanabo, capitán Jorge Alexis Silva Comesañas, quien se incorporó, junto a su hermano y parte del Destacamento Nacional de Rescate y Salvamento, a la zona del semáforo de Guanabacoa.

Alexis, a pesar de la preocupación que mantenía por su madre -también residente en Regla-, colaboró con la evacuación de múltiples damnificados. Pero nunca imaginó que, casi al concluir su servicio, hallaría a su mamá al acudir al rescate de cinco personas atrapadas en el quinto piso de un edificio en Regla que había perdido el techo.

“Al llamarla y ella no contestar pensamos positivamente: quizás está en el baño, en casa de la vecina… pero al verla en aquella esquina de ese edificio semiderruido solo me vino a la mente lo que le pudo haber pasado”, explicó.

El teniente Yasser Calvo Olmos, del Comando Nacional de Rescate y Salvamento, tampoco estaba de guardia esa noche. Fue movilizado y destinado a atender la evacuación del Hospital Materno Hijas de Galicia.

Su sensibilidad con las madres y niños se ha hecho tendencia en las conversaciones de sus compañeros y el público que lo vio a través de las cámaras.

“Al recibir el llamado sabemos el lugar y parte de la situación que enfrentaremos, pero ese día nunca imaginé la magnitud de los daños. Estuve en Ecuador, brindando ayuda tras el terremoto y aunque la devastación fue similar, el tornado me pareció más fulminante, impredecible.

“Al llegar al hospital, aún había personas desorientadas, era una noche fría y las madres mantenían aferrados a sus pequeños contra el pecho. Hubo que hablar mucho con ellas para convencerlas de que entregárnoslos era lo mejor, para disminuir sus esfuerzos y hacer el tránsito entre los escombros más seguro”, agregó.

Igualmente los niños que se mantenían en incubadora fueron trasladados una vez que los vehículos de emergencia estuvieron listos, envueltos, protegidos, como si cada rescatista llevara en sus manos el tesoro más valioso.

El teniente Mario Enrique Núñez, del mismo comando, resaltó la valentía del personal médico del hospital, que se mantuvo trabajando allí, asistiendo a las pacientes y acompañantes a pesar de que algunos presentaban heridas leves por cortaduras o golpes. Además destacó la ecuanimidad del pueblo, su organización y sincronía con las fuerzas del orden, como si hubieran trabajado toda una vida de conjunto.

Responsables de conservar la vida


Conjuntamente con las fuerzas policiales y de salvamento, un grupo de hombres y mujeres garantizaron que los lesionados recibieran asistencia oportuna.

Ese es el caso de los integrantes de la Base cuatro de la Región Sur del Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM), ubicada en Concha y Luyanó, lugar más próximo al paso del tornado por el municipio de Diez de Octubre.

Aún sin luz, ni agua, el director de esta instalación, Yunior Ramírez Rodríguez, mantiene un puesto de mando para asistir a las personas que no acudieron a los hospitales el día del incidente.

Sobre los lesionados que ahora recibe, Ramírez explica que en su mayoría presentan hipertensión producto del trauma, así como quemaduras por fricción y contusiones leves.

En cambio, el domingo 27, encontraron, además, un mínimo de 12 casos graves y un sinnúmero de personas no lesionadas en estado de conmoción.

Con alrededor de 15 unidades móviles divididas entre Regla y el hospital materno, los especialistas en cuidados graves clasificaron a los afectados según la necesidad de atención médica.

“Por más preparación que uno tenga eso siempre te choca, porque uno quiere atender a todos, salvarlos a todos. Y si hubo algo que me conmovió esa noche fue que vi a mujeres, hombres, ancianos limpiando el paso para que nuestros vehículos llegaran a los más necesitados, vi a gente sangrar mientras sacaban escombros y decirnos ‘a mí no, a él, lo mío es leve’ o ‘primero a él que está atrapado bajo los escombros’, y eso es la más alta muestra de calidad humana del cubano”, agregó el licenciado en Enfermería.

A pesar de estar en la línea de tránsito del tornado felizmente esta base del SIUM no sufrió ninguna afectación, tal como les ocurrió a bomberos y rescatistas, lo que les permitió acudir diligentes al llamado de todo aquel que los necesitó.

El lado más amable de las tecnologías

La movilización ciudadana, los gestos de solidaridad, originaron por esos días tantos post como la destrucción que dejara el tornado.

Desde las redes sociales, artistas, facultades universitarias, trabajadores, organizaciones religiosas, negocios privados, hombres y mujeres del pueblo, no dejaron de promover sus iniciativas de asistencia, ya fuera para incorporar otras manos a las labores de recuperación o para organizar colectas públicas de ayuda a los damnificados.


Entre los primeros en organizar la recogida de artículos estuvo la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, que pronto vio inaccesible la escalera hacia las aulas.

El centro cultural Fábrica de Arte Cubano (FAC) también convocó por esta vía a la ayuda con la frase “muchos granos de arena hacen una isla”, y muy rápidamente debió solicitar la presencia de un mayor número de voluntarios porque el número de donativos abarrotaba la instalación.

Mientras, la Asociación Hermanos Saíz anunciaba cada día el punto de salida de las guaguas para quienes quisieran sumarse a las labores de recuperación.

Asimismo, un grupo de arquitectos circuló la petición hacia otros profesionales de brindar sus servicios de forma gratuita a quienes necesitaran el proyecto para reconstruir su vivienda.

Para quienes dentro o fuera de Cuba defendían su derecho a ayudar, el Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (Mincex), el gobierno de La Habana y otros organismos, habilitaron múltiples mecanismos.

Desde el exterior, los donativos de recursos materiales, sean de gobiernos, empresas, organizaciones no gubernamentales o personas naturales, se llevaban a las embajadas de Cuba en el país del donante.

El Gobierno cubano se encargaba de organizar el arribo, el ingreso sin pagar aranceles y la distribución. En el caso de los donativos de recursos financieros en divisas, el Banco Financiero Internacional habilitó una cuenta con el número 0300000005093523. Para más información se habilitó la dirección de correo electrónico donacionxlahabana@mincex.gob.cu

Aunque muchos optaron por trasladarse personalmente hacia los lugares afectados y contribuir directamente, dentro del territorio nacional, se informó que las donaciones de recursos podían realizarse a través del Consejo de la Administración Provincial de La Habana y el local dispuesto para este fin en la Ciudad Escolar Libertad del municipio de Marianao. Los donativos fueron enviados a los gobiernos municipales, encargados de su distribución según las prioridades. Para las ayudas monetarias abrió una cuenta en el Banco Metropolitano con el número 0598770002953216.

Dejando de lado los registros de cierto turismo de desastre y la esporádica imposición de agendas políticas privadas, en un momento de extrema tensión, las redes sociales y las tecnologías de la comunicación mostraron su lado más humano.

Rebaja de precios para beneficiar a damnificados

Siguiendo el principio de no dejar a nadie desamparado, como en otros desastres vividos en Cuba, el país decidió ampliar los beneficios a quienes sufrieron el embate del tornado que este 27 de enero asoló varios municipios de La Habana.

De acuerdo con las medidas tomadas no solo se rebajó un 50 por ciento el precio de los materiales de construcción, y un 70 por ciento el de los tanques para agua, sino que se acercaron las oficinas de trámites a los lugares devastados, para que los afectados puedan realizarlos de manera expedita, y se decidió ofrecerles facilidades de pago.

Así lo dispone la Resolución 65 del 2016, del Ministerio de Finanzas y Precios y del Banco, actualizada ahora con la Instrucción 2 del 2019, que pormenoriza las bonificaciones que se podrán realizar, que van desde la disminución de las tasas de interés, la ampliación del plazo para pagar el crédito bancario hasta 15 años, la exención de presentar dos fiadores, en caso de que las personas deseen solicitar un préstamo. Además, según detallaron directivos de ambos órganos, las personas pueden pagar en efectivo, con crédito o una combinación de ambas modalidades.

También, se prevé la entrega gratis de esos insumos a quienes no tengan capacidad económica, previa evaluación por los especialistas, los que otorgarán subsidios provenientes del presupuesto del Estado, de cuyo monto se dispusieron 11 millones de pesos para casos de desastres en la provincia.

Los trámites que deben realizar las personas luego de ser clasificadas como damnificadas, recibir el dictamen de las afectaciones y de las necesidades materiales, no deben exceder los cinco días, incluyendo el otorgamiento del crédito bancario o el subsidio, y de ahí acceder a las tiendas habilitadas para la venta. Se dispuso, además, que los centros de trabajo donde laboran damnificados se sumen a las labores de reconstrucción en ayuda solidaria. Para que se cumpla la voluntad de no dejar a nadie desprotegido también se ha convocado a otras entidades para que presten personal de apoyo.

Entre otras decisiones está, asimismo, la de ofrecer locales a las familias perjudicadas por derrumbes totales y parciales para adaptarlos como viviendas. Las facilidades prevén que las personas escojan si quieren abrazar esa variante o reconstruir en el mismo sitio.

Para ventilar dudas en relación con los trámites bancarios los afectados han podido dirigirse por correo electrónico a clientes@banmet.cu, según explicó en conferencia de prensa Orlando López Garcés, presidente del Banco Metropolitano.

Lección de orden, organización y rapidez


Si La Habana se fue levantando y a menos de una semana de que el tornado asolara a una parte de la ciudad fue posible verle otro rostro, no ha sido solo por la ola de solidaridad que despertó el hecho, la asignación de materiales y la movilización de personal especializado de otras provincias. Se debe, sobre todo, a la voluntad de la dirección del país, la cual desplegó mecanismos de organización que funcionaron con precisión de relojería, para coordinar las acciones de recuperación, chequearle y exigirle a cada eslabón de la cadena disciplina y prontitud en la respuesta.

Tal estrategia se diseñó y puntualizó cada noche en las sesiones del Consejo de Defensa provincial, a las cuales siguieron reuniones de trabajo del Consejo de Ministros con igual objetivo: organizar, prever, destinar y distribuir recursos, ordenar el quehacer de los ministerios implicados en apoyo a la gran tarea por delante, analizar procederes con los ministros… Más de uno se vio a pie de obra, chequeando, dando información al pueblo. Enlazados así los resortes de dirección, con inteligencia y sentido común se fueron tejiendo las soluciones.



El contingente de linieros de Sancti Spíritus, con alrededor de 60 hombres, no se detuvo desde su llegada a 24 horas del suceso. “Comeremos lo que halla y estaremos el tiempo que sea”, afirmó Luis Silva, a quien llaman el Pánfilo de los linieros. (Foto: JORGE LUIS SÁNCHEZ RIVERA).

“Es una heroicidad lo que se ha hecho en tan poco tiempo, por la actitud insuperable de las personas y la solidaridad que se ha multiplicado”. Fueron palabras del presidente del Consejo de Defensa de La Habana y su primer secretario del Partido, Luis Antonio Torres Iríbar, en una de esas reuniones de chequeo diarias, con la presencia de todos los órganos de dirección de la provincia, los que rindieron cuenta de sus labores.

Junto a Reinado García Zapata, presidente del Gobierno provincial, en cada encuentro chequeó detalle a detalle la respuesta a cada asunto. Impartió instrucciones, mostró cómo se debía actuar a partir de las opiniones del pueblo que leía al inicio de la reunión: “Hay que tratar a las personas amorosamente, con respeto, nos toca ayudar, viabilizar las soluciones”, advirtió en más de una sesión.

Mientras el político orientaba cómo trabajar, el gobernador cuestionaba lo que estaba mal. No olvidaron felicitar a las direcciones que actuaron correctamente, ni tampoco chequear in situ, en los barrios, donde se trabajaba intensamente, cómo marchaba la recuperación. Fueron días de escaso reposo, por eso era visible el cansancio en el rostro de más de uno. Junto al pueblo, del que se saben parte, hicieron lo que la vida y el momento demandaron de cada dirigente responsabilizado con restañar las heridas que el tornado dejó.

En varios de sus recorridos por las zonas azotadas por el fenómeno meteorológico, las autoridades provinciales acompañaron a Miguel Díaz-Canel, presidente de los consejos de Estado y de Ministros. En una de esas ocasiones, en diálogo con los pobladores, el dirigente les decía: “Nos vamos a recuperar y trabajando así vamos a salir adelante. Lo que hagamos lo vamos a hacer mejor que como estaba… y todo el mundo va a ayudar, ¿no?”.

Siguiendo las enseñanzas de Fidel, quien tantas veces lo hizo, inspiró confianza, repartió aliento, despertó la laboriosidad de los habaneros y de quienes se sumaron a la batalla por borrar tanta destrucción. Pensamiento y guía seguros, estrategia de dirección, exigencia del detalle, eso hizo sentir lo que las personas repetían: “La Habana no está sola”, y es seguro que no lo estuvo. Ni lo estará.

Afectaciones preliminares a la población y los servicios
  • Personas: 6 fallecidos, 195 heridos, 5 000 evacuados
  • Instituciones de Salud: 19 instalaciones, de estas: 1 hospital materno, 4 policlínicos, 11 consultorios, 1 farmacia, 1 hogar de ancianos y 1 local de vectores.
  • Instituciones de Educación: 46 escuelas, 21 círculos infantiles, 2 combinados deportivos, 2 residencias estudiantiles y 1 dirección municipal de Educación
  • Instituciones de Comercio: 56 panaderías.
  • Instituciones y recursos de transporte: 2 instalaciones; 48 medios de carga y pasaje, de estos 18 camiones, 8 ómnibus y 11 taxis, además de daños en la vía ferroviaria y la terminal de contenedores.
  • Viviendas: 1901, de estas 200 derrumbes totales y 379 caídas totales de techos.
  • Comunicaciones: 16 204 servicios telefónicos, 23 parques WI-FI, 317 postes caídos y 93 cables conductores.
  • Red Eléctrica: 39 circuitos primarios, 17 320 secundarios, 2 torres de alta tensión, 4 156 transformadores averiados y 24 subestaciones dañadas.
(Conformado a partir de informaciones de Cubadebate, Granma, Juventud Rebelde, Agencia Cubana de Noticias y reportes del Gobierno provincial)




Se habilitaron puntos estatales de comida ligera y bebidas para la población damnificada. (Foto: EDUARDO LEYVA).





Jessica Castro Burunate