Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

viernes, 14 de enero de 2022

La generación de electricidad en Cuba

¿Qué es el esquema Boot y por qué no se utiliza más en Cuba para invertir en fuentes de energía eficientes?

Por Omar Everleny, OnCuba



El año pasado la prensa dio a conocer ampliamente la llegada a Cuba de una nueva central flotante para la generación de electricidad. Operada por una empresa de Turquía, se puso en funcionamiento en el Puerto de La Habana, cerca de las instalaciones de la termoeléctrica de Tallapiedra. Se trata de la segunda central flotante de este tipo después de otra de la misma empresa que ha estado funcionando en el puerto del Mariel.

Ante los problemas con la generación de electricidad para responder a la demanda sin los incómodos apagones y mantener los ciclos de mantenimiento de las termoeléctricas existentes, la decisión adoptada de contratar el buque turco parece muy adecuada a las circunstancias. La tecnología existente permite esta solución rápida y eficaz.

Pero también nos hace caer en una especie de déjà vu. Cuando hace unos años atrás estábamos en apagones y búsqueda de soluciones, se tomó la decisión de empezar la llamada Revolución Energética o “una Revolución dentro de la Revolución”. La salida en aquel entonces fue establecer plantas de emergencia o grupos electrógenos de diferentes tamaños y potencias de generación. Esto permitía, entre otras bondades, las siguientes:
  • Contar en poco tiempo con capacidad instalada, adecuada a las necesidades, sin grandes y costosas construcciones civiles.
  • Tener instalaciones desplazadas por toda la Isla, muy útiles en caso de desastres naturales, sabotajes o un conflicto externo.
No obstante, al parecer de algunos expertos esta decisión, si bien resultaba muy conveniente para soluciones inmediatas y hasta estratégicas, no parecía la mejor a largo plazo. Y la vida les ha dado la razón, toda vez que:
  • Las tradicionales termoeléctricas siguen siendo las plantas de generación más eficientes comparándolas con los grupos electrógenos. Los problemas de aquellos tiempos comenzaron con una importante rotura en la Central Termoeléctrica (CTE) Antonio Guiteras de Matanzas. Pero hoy la Guiteras sigue siendo de las más eficientes del país.
  • El costo del fuel-oil o del diésel, utilizados en los grupos electrógenos, es más elevado que el del crudo que emplean en las tradicionales Centrales Termoeléctricas, incluso cuando para estas últimas hay que adquirir disolventes/diluyentes para poder utilizar el pesado crudo cubano.
  • Los grupos electrógenos generan la capacidad instalada y se adaptan menos a los cambios en la demanda puntual. Las CTE pueden más fácilmente generar o reducir generación, según los picos de la demanda de electricidad.
  • Los grupos electrógenos funcionan con motores de combustión interna, menos duraderos que las unidades de generación de las CTE, es decir, se descapitalizan más rápido.

La decisión tomada en aquel entonces pudiera haber sido muy acertada para una solución inmediata y a corto plazo, pero no parecía una decisión que solucionara el problema a largo plazo. Los problemas de hoy parecen demostrar esta idea.

También pudiera pensarse que no había otra salida debido a lo costoso que sería erigir nuevas CTE, al margen de lo que demoraría su construcción. Es cierto que el país no pudo contar con financiamiento externo o recursos propios para construcciones de estas magnitudes. Sin embargo, hay variantes.

En el mundo hace tiempo existen los contratos conocidos como Boot (del inglés build, own, operate and transfer) o «construir, mantener la propiedad, gestionar y transferir», una forma moderna de conjugar recursos públicos y privados para viabilizar obras públicas de envergadura o para atender necesidades de infraestructura sin tener que invertir el dinero público. Esto permite que un inversionista construya algo, durante unos años mantenga la propiedad del bien construido, gestione el negocio y después le transfiera la propiedad al Estado.

Los años de conservación de la propiedad permiten al inversionista amortizar la inversión realizada y obtener una rentabilidad en unos años adicionales después de la amortización del bien. Este esquema le permite al país no tener que movilizar recursos frescos en nuevas y costosas inversiones, ni ocuparse del mantenimiento de los activos mientras son propiedad del inversionista extranjero.

Lo curioso del caso es que Cuba tiene experiencias de este tipo. En 1999, antes de la Revolución Energética, con un esquema similar se aprobó una empresa cubana de capital totalmente extranjero de Panamá, conocida como Genpower Cuba S.A., para la generación de electricidad en la Isla de la Juventud. Se cumplió todo lo pactado en ese tipo de negociación.

Han pasado 16 años desde el comienzo de la Revolución Energética en 2005, y se sigue con una solución que parece coincidir con el otro nombre común de los grupos electrógenos de emergencia.

No es de extrañar entonces que se haya tenido que acudir a las centrales flotantes turcas si en todos estos años no se ha encontrado una solución más estable y duradera a los problemas de generación de electricidad en la Isla.

¿Fue negativa la experiencia con Genpower Cuba? ¿En todos estos años no hubiese sido posible encontrar inversionistas extranjeros para erigir nuevas CTE bajo el esquema Boot? ¿No son las CTE más eficientes que los grupos electrógenos y más duraderas en el tiempo?

A los turcos hay que pagarles la electricidad comprada por Cuba, pero la propiedad del buque seguirá siendo del dueño extranjero. Mientras, una CTE construida bajo esquema Boot, al final pasaría a ser propiedad de Cuba. Es algo así como comparar la adquisición de una casa con financiamiento que al final del pago de la hipoteca será sin restricciones totalmente de uno con vivir toda la vida en alquiler.

Con el auge de las energías renovables, la intención es reducir la emisión de gases de efecto invernadero y cambiar la matriz energética, de manera que las primeras ocupen un mayor porcentaje en el total de la generación. Pero cabría también hacerse otras preguntas: ¿no es posible encontrar inversionistas extranjeros dispuestos a construir plantas eólicas, fotovoltaicas u otras de energías renovables bajo el esquema Boot? ¿En la Zona de Desarrollo del Mariel no se han acercado inversionistas extranjeros con propuestas de plantas de energía renovables? Aunque está la excepción de producir energía eléctrica por paneles fotovoltaicos por la empresa Mariel Solar Energy GSY Ltd. de Reino Unido, en proceso inversionista desde agosto de 2017.

En la más reciente Cartera de Oportunidades de Inversión para 2022 aparecen nueve proyectos para la construcción de Parques Solares Fotovoltaicos con la propuesta de producir unos 220 mw en conjunto en algunos territorios del país, sumado a cinco propuestas para construir bioeléctricas en algunos centrales, con un promedio de inversión de 130 millones de dólares, algunos de 120 millones y otros de 140 millones de dólares. ¿Estarán creadas las condiciones para que el inversionista extranjero invierta esas cantidades en el país?

Se espera que el Estado cubano esté pensando en no caer más en la necesidad de apagar amplias zonas del país, dada la falta de producción eléctrica en determinados momentos. Entiendo que las autoridades no lo deseen, pero esos deseos tienen que materializarse en inversiones sólidas y a más largo plazo. ¿Estarán en plan esas nuevas plantas de producción eléctrica en el futuro? Ojala que sí.

A 30 años de la desaparición de la Unión Soviética (II)

Por  José Luis Rodríguez,Cubaperiodista *

III

La experiencia de la URSS mostró claramente que, si bien Marx y Engels habían demostrado que la revolución socialista era un resultado de la agudización de las contradicciones del capitalismo, la construcción de la nueva sociedad estaba preñada de múltiples dificultades y no era un proceso irreversible.

En efecto, la construcción del socialismo suponía la acción consciente del hombre con una interpretación certera de las leyes del desarrollo social, -pero al mismo tiempo- introducía un fuerte elemento subjetivo en este proceso, donde el rol de la personalidad en la historia podía desempeñar un papel determinante, acelerando o frenando todo el proceso de cambios.

El sistema de dirección social debía, por tanto, conjugar correctamente los mecanismos de una gestión económica más eficiente, sometida durante siglos a las condiciones del capitalismo, desarrollando con un sostenido esfuerzo, los nuevos mecanismos y las motivaciones de orden político y social propios del socialismo, sin perder de vista el carácter mucho más complejo de estas últimas. En síntesis, más allá de erradicar las relaciones sociales basadas en la explotación del hombre por el hombre, había que crear el hombre nuevo, actor esencial de las nuevas relaciones que debían superar las del régimen anterior.

A lo largo de la historia de la URSS la política económica para llevar a la práctica las decisiones estratégicas introdujo –desde la aplicación de la NEP- elementos contradictorios con el socialismo como sistema no sujeto a las leyes del mercado, elementos que no fueron valorados en su justa dimensión y alcance.

En este sentido, la necesidad de reconocer la existencia objetiva de las relaciones monetario-mercantiles presentes a partir del insuficiente nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y los resultados materiales favorables a corto plazo de esta decisión, no permitió percibir a tiempo la deformación en la conducta del ser humano que introducía el mercado y su desarrollo en las condiciones del socialismo.

Como bien señalara el Che, la renuncia a transitar el arduo camino de la educación comunista en aras de avanzar utilizando las armas melladas del capitalismo, que se introdujeron ya desde los años 30 en la Unión Soviética, contribuyó a sembrar la semilla del mal, que acabaría –junto a los graves errores políticos cometidos- por torcer el rumbo del socialismo en la URSS.

Fue así que la falta de una motivación ideológica verdadera, capaz de lograr que el hombre se identificara con los intereses más altos de la sociedad socialista, lo que suponía su participación democrática y consciente en la toma de decisiones, propició que este elemento esencial fuera sustituido por la imposición autoritaria y la represión del disenso, dando pie al surgimiento de una élite dirigente divorciada de las masas y burocratizada hasta la médula.

Sin embargo, este proceso no era irreversible. Cada vez que el pueblo soviético se vio estimulado por factores políticos y morales, como ocurrió en la segunda guerra mundial, la campaña para la siembra en las tierras vírgenes en los años 50, e incluso en la etapa inicial de la perestroika, la población respondió favorablemente en defensa de las ideas del socialismo.

La oportunidad histórica más importante para resolver los numerosos problemas que afectaban la sociedad soviética en los años 80 la tuvo Mijaíl Gorbachov, quien había expresado “…sin la activación del factor humano, o sea, sin tomar en consideración los variados intereses de los hombres, de los colectivos laborales, organizaciones sociales y diferentes grupos de la sociedad, sin apoyarse en ellos y sin incorporarlos a la creación activa, no es posible resolver ningún problema, ni cambiar la situación del país.”[1]

No obstante, su formación en el seno de la burocracia que pretendía reformar, su desconocimiento del marxismo, su falta de experiencia política y su vanidad, lo llevaron a pensar que -apoyándose en la expansión de los mecanismos mercantiles- podía perfeccionarse el socialismo, a lo que sumó su incapacidad al conducir la reforma económica que trascendió descontroladamente al terreno de la política, sin tener una idea clara del modelo a desarrollar y mucho menos de la consecuencia de sus inconsistencias políticas, que terminaron alimentando las tendencias anticomunistas y pro capitalistas presentes en la URSS.

Como se ha señalado por otros analistas “…la sustitución del centro de gravedad de los cambios de la economía hacia las reformas políticas, fue un hecho determinante. Las reformas políticas eran también necesarias, pero el momento, las circunstancias y el modo de aplicación fueron el error detonante para la desaparición del sistema. El descontrol que devino sobre el curso de las reformas, generado por el debilitamiento del Estado y el partido, tributó en el posterior derrumbe de las estructuras que en un inicio se pretendían enmendar.”[2]

A pesar de todas las dificultades y en medio del torbellino político y social presente a finales de 1990, una encuesta mostraba que aún el 56.3% de la población cifraba sus esperanzas en el socialismo y solo un 14.7% apoyaba abiertamente diferentes variantes de capitalismo.[3] De igual modo, en un plebiscito realizado en marzo de 1991 el 71.34% se mostraba a favor de mantener la URSS como Estado.[4]

Ese apoyo a las ideas del socialismo no encontró en los trabajadores una vía para su expresión activa en el enfrentamiento a las tendencias proclives a la transición al capitalismo que estaban presentes en estratos cada vez más extendidos de la clase dirigente.

En las masas se creó un estado de confusión que mostraba aspiraciones de un nivel de vida superior –en muchos casos- calcado del consumismo de la sociedad mercantil. Por otro lado, se aspiraba a preservar los logros de la sociedad soviética. En otras palabras se quería una sociedad que asegurara las ventajas del socialismo ya logradas y –al mismo tiempo- diera acceso a la sociedad del consumo presente en la propaganda del capitalismo desarrollado.

La dramática emergencia y visualización de los problemas de la sociedad en los últimos años de la Unión Soviética, en medio de un programa de transformaciones que decía defender las ideas del socialismo, pero realmente las cuestionaba a cada paso, todo ello en medio del bombardeo cultural de Occidente, que había sembrado en la mente de muchos el modelo de vida de un capitalismo idílico y ficticio, acabaron destruyendo la obra, ciertamente imperfecta, pero que cambió la suerte de millones de seres humanos y a la que consagraron su vida los mejores hijos de la patria de Lenin.

La experiencia de la URSS y los logros alcanzados durante más de 70 años de duro bregar sembraron la esperanza cierta de un mundo mejor para las clases oprimidas en todo el mundo. No se podrá borrar de la historia –como se ha pretendido por muchos críticos del socialismo soviético-, cómo ese estado multinacional alcanzó notables avances en la salud y la seguridad social, en tanto que se brindaba masivamente educación gratuita, que fue la base de grandes proezas científicas. En la vida cotidiana a la población se le aseguró la alimentación, la vivienda, el vestuario y la práctica del deporte y el desarrollo cultural, en niveles ciertamente modestos, pero iguales para todos los ciudadanos, que –además- fueron solidarios con otros pueblos y dejaron una huella indeleble de agradecimiento en millones de seres humanos.

Hoy cuando ya han pasado 30 años de la desaparición de la URSS, es preciso no olvidar lo que allí se logró, analizando los éxitos junto a los errores, pero sobre todo extrayendo las enseñanzas que de este histórico proceso se derivan y su utilidad para los que hoy seguimos defendiendo las ideas del socialismo en todo el mundo.

[1] Ver de Mijail Gorbachov “La perestroika y la nueva mentalidad para nuestro país y para el mundo entero” Editora Política, La Habana, 1986, paginas 26-27.

[2] Ver de Ariel Dacal “La perestroika jaló la historia” Diciembre 30 de 2021, www.cubayeconomia.blogspot.com

[3] Ver de José Luis Rodríguez “La perestroika en la economía soviética 1985-1991” en S. Glasov et. al. El Libro Blanco. Las reformas neoliberales en Rusia (1991-2004) Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007 página 40.

[4] Ver de Sofía Hernández et. al. “La perestroika en tres dimensiones: Expediente de un fracaso” Centro de Estudios Europeos, La Habana, 1992, página 32.

Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2021

El tsunami que viene: la economía de los cuidados, Comentario HHC

Las necesidades de una población cada vez más envejecida suponen un enorme reto para las arcas públicas y una gran oportunidad de negocio en el sector privado


Una cuidadora pasea con un hombre mayor en Madrid.SANTI BURGOS


Madrid -

España se enfrenta a un desafío extraordinario: ser uno de los países más longevos del mundo. Pero la conquista no le va a salir gratis. El fuerte envejecimiento de su pirámide demográfica de aquí a 2050 generará importantes retos sociales y económicos, aunque también sustanciales oportunidades de negocio para el sector privado. Sin ir más lejos, las necesidades de cuidados de larga duración de la población crecerán drásticamente en las próximas tres décadas, sobre todo los relacionados con la dependencia. El desafío exige repensar el modelo sociosanitario y una fuerte inyección económica para evitar que se resquebraje el Estado de bienestar español.

La cuenta atrás ha empezado. Y lo ha hecho bajo mínimos. España apenas destina el 0,9% del PIB a cuidados de larga duración (incluida la asistencia sanitaria y social), por debajo de la media de los países la OCDE, donde este gasto representa el 1,5%. Estas cifras evidencian que no está a la altura de la inversión que le corresponde a un país tan longevo. Los Estados que más aportan son Países Bajos, donde esta partida alcanza el 4,1% del PIB, y Noruega, donde supone el 3,7%. La organización internacional estima que el gasto en cuidados se duplicará e incluso triplicará en 2050, impulsado por el envejecimiento de las poblaciones. Y cree que los gobiernos tendrán que encontrar un equilibrio entre ofrecer acceso a una atención de buena calidad y hacer sus sistemas económicamente sostenibles.

En ese complejo juego de equilibrio está España, que también calcula que hasta 2050 su gasto público en cuidados podría crecer a más del 2% del PIB y que el número de mayores de 65 años beneficiarios de ayudas a la dependencia podría duplicarse, hasta llegar a 1,6 millones de personas, según recoge el documento España 2050, presentado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado mayo como un ejercicio para decidir “qué país queremos ser dentro de 30 años”. Añade el plan que el gasto público en pensiones podría incrementarse en hasta cinco puntos de PIB (ahora supone el 12% del PIB) y el gasto sanitario podría aumentar en más de un punto. Una factura de calado que España tendrá que pagar. ¿Cómo? Entre otras medidas, incrementando las cotizaciones y estudiando la prolongación de la vida laboral de los mayores de 55 años, lo que reduciría el gasto público en pensiones y no iría “en detrimento del empleo de los jóvenes, puesto que los trabajos que realizan unos y otros son complementarios y no sustitutivos”, argumenta el Gobierno.

Comentario HHC: En el caso de Cuba estamos abocados a estos mismos problemas , y  no solo por el envejecimiento de la poblacion, sino ademas tenemos la emigración, la baja natalidad, el descenso de la poblacion en los ultimos dos años,  y la baja productividad de la economia que pudiera contrarrestar este problema e impide abordar y solucionar integralmente este asunto medular. En ello esta en juego TODO.

El triunfo secreto de la política económica

La recuperación ha sido muy rápida tras el golpe devastador de la covid y pese al incómodo aumento de la inflación


El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, antes de su comparecencia en el Senado esta semana.POOL (REUTERS)


Durante los últimos días, todas las noticias hablan del alza de los precios. Y lo entiendo: una subida del 7% del IPC a lo largo del año pasado es una sorpresa, especialmente porque mucha gente, yo incluido, no lo vio venir.

Pero hay otra historia que debería atraer más atención: el extraordinario éxito de Estados Unidos a la hora de limitar los daños causados por una horrible pandemia. De hecho, es muy probable que, cuando volvamos la vista atrás, veamos la gestión económica de los últimos dos años como un triunfo de la política a pesar del repunte de la inflación.

En parte ya escribí sobre esto en mi columna de la semana pasada, pero creo que es necesario decir algo más. Como señalaba en ella, últimamente el paro ha bajado tan deprisa como lo hizo durante la recuperación conocida como “el amanecer de Estados Unidos” de la época de Reagan. Lo que quiero hacer ahora es poner la recuperación en un contexto histórico más amplio.

Al principio de la pandemia, muchos observadores temían que estuviéramos a punto de vivir una repetición de la crisis financiera de 2008, solo que peor. De hecho, en marzo de 2020 hubo un par de semanas en las que el sistema financiero se tambaleó al borde del colapso. Pero la Reserva Federal nos apartó del precipicio.

Sin embargo, incluso cuando la crisis financiera remitió, existía el temor generalizado de que la recuperación de la recesión provocada por la crisis sanitaria, al igual que la de la Gran Recesión, fuera lenta. Los expertos en pronósticos económicos entrevistados en la primavera de 2020 preveían que la tasa media de desempleo en 2022 estaría por encima del 6%. La verdad es que ya ha bajado al 3,9%, un porcentaje solo ligeramente superior al de antes de la llegada del coronavirus.

Jason Furman, que fue uno de los principales economistas de Obama, ha propuesto una manera útil de comparar las recesiones: fijarse en el desempleo acumulativo que producen. Si la tasa de desempleo excede su nivel anterior a la recesión en un punto porcentual por año, estamos ante un exceso de paro de “un punto año”. Según esto, ¿cuántos puntos año de desempleo ha infligido la pandemia, y qué se ve cuando se compara con el pasado?

Por razones técnicas sin importancia, mis cálculos difieren algo de los de Furman, pero el mensaje es el mismo: la recesión de la covid-19 ha causado un daño sorprendentemente pequeño, considerándolo todo. Los costes de la Gran Recesión fueron enormes —más de 20 puntos año— no solo porque el paro se disparó, sino también porque fue duradero. Gracias a la rápida recuperación, los costes del desplome causado por el coronavirus han sido mucho menores: alrededor de siete puntos año. Aunque la sacudida inicial a la economía fue devastadora, el impacto final en el desempleo causado por una enfermedad mortal que lo alteró todo fue comparable (según mis cálculos, algo inferiores) al que sufrimos tras el estallido de la burbuja tecnológica de la década de 1990. Es decir, puede que la covid-19 haya costado menos puestos de trabajo que el desplome de las puntocom.

Parte de esta historia con final feliz refleja los fundamentos económicos subyacentes. Que conste que desde el principio sostuve que experimentaríamos una rápida recuperación porque la caída no estuvo precedida por los excesos del sector privado. Pero seguro que el gasto público a gran escala, especialmente la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por Coronavirus de 2020, acordada por los dos grandes partidos, y el Plan de Rescate Estadounidense de 2021 también ayudaron.

Ahora bien, ¿qué pasa con la inflación? No cabe duda de que ahora mismo habríamos podido tener una inflación más baja si hubiéramos aceptado una recuperación del empleo más lenta. Sin embargo, ¿habría valido la pena el canje? La respuesta clara es que volver al pleno empleo era más importante que evitar la inflación, si —un “si” con mayúsculas— la inflación acaba remitiendo.

He aquí por qué: aunque es verdad que la inflación merma los ingresos reales, tenemos pruebas abrumadoras de que mantener el pleno empleo es extremadamente importante por motivos que van más allá del dinero. Los puestos de trabajo proporcionan ingresos, pero a muchos trabajadores también les aportan dignidad, de manera que estar en paro es mucho más perjudicial para la felicidad de lo que se puede explicar por los dólares perdidos. Y el pleno empleo es especialmente crucial para los jóvenes, ya que pasar de la universidad a un mal mercado laboral puede oscurecer la vida profesional de una persona durante muchos años, probablemente toda su vida. En consecuencia, devolver Estados Unidos al pleno empleo lo más rápidamente posible era urgente, y valía la pena incluso si el precio era hacernos pasar por, digamos, dos años de inflación elevada.

El contraargumento es que será difícil deshacerse de la inflación, que arraigará en las expectativas de toda la economía, y que, más adelante, volver a hacerla descender requerirá otra desagradable recesión. Y yo no puedo garantizar al 100% que esto no vaya a suceder.

No obstante, en este momento hay pocas pruebas de que el alza de los precios vaya a echar raíces. El mercado de bonos prevé de manera implícita una inflación alta este año, pero no más allá. La cuestión no es que el mercado tenga razón necesariamente, sino más bien que un importante indicador de las expectativas de inflación no muestra signos de que la gente apueste por una vuelta a la década de 1970. Las encuestas a los consumidores dicen algo parecido: se prevé una inflación elevada durante este año, pero mucho menor a lo largo de los cinco años siguientes, lo que significa un pronóstico implícito de vuelta a la normalidad.

Por tanto, de momento parece que estamos ante una recuperación económica extraordinariamente rápida después de un golpe devastador a la economía, lograda a costa de un incómodo aumento de la inflación, pero probablemente temporal. Y teniendo en cuenta lo que podría haber sucedido, esto equivale a un triunfo de la política.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2022.

Traducción de News Clips.

La agroecología, necesaria y también posible


Este trabajo integra la serie Cubanas y agroecología, un esfuerzo conjunto de la oenegé humanitaria Oxfam e IPS Cuba, sobre género y transición agroecológica en el país.


Luis Vázquez, profesor e investigador asociado del Programa de Agroecología de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas, Forestales y Tabacaleros (Actaf).

Foto: Cortesía de Luis Vázquez

Luis L. Vázquez, agroecólogo, investigador y profesor, nunca olvida el momento preciso en que la agroecología entró en su vida. Lleva la agricultura en la sangre. Recuerda cuando, aun adolescente, cultivaba hortalizas para la familia en el patio de su casa.

Fue en los años 90, en un  curso con agroecólogos invitados en la Universidad Agraria de La Habana, cuando descubrió que así se llamaba el enfoque que lo cautivaba y defendía.

La apropiación de esos conocimientos –no puede soslayarlo–, proviene también de agricultoras y agricultores, principalmente campesinos, y de la agricultura urbana, a la cual ha estado vinculado por más de dos décadas.

El futuro agroecológico, considera, es una necesidad. “En Cuba hay condiciones para una agricultura sostenible sobre bases agroecológicas, capaz de autoabastecerse con alimentos de calidad y comercializar internacionalmente parte de estas producciones. El asunto está en mantener una política y actuación sistemática al respecto”.

“El Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional (Plan SAN) tiene un buen enfoque, porque es territorial y en la medida en se integre todo el sector productivo con coherencia tecnológica, se podrá transitar hacia la agricultura que deseamos todos: sostenible, soberana y resiliente”, opina.


La agroecología, como ciencia sociotécnica, ha introducido un cambio sustancial de enfoques en la gestión agrícola. Foto: cortesía de Luis Vázquez

¿Cómo define la agroecología y cuáles son sus principios?

La agroecología no es una tecnología, es un camino para construir juntos la agricultura del futuro.

Se posiciona como una ciencia de la complejidad, porque estudia y ofrece las bases científicas para diseñar y gobernar sistemas alimentarios sostenibles, soberanos y resilientes, cuyo diseño y manejo considera las funciones de la biodiversidad y las interacciones culturales e integra resultados de investigaciones formales con la experimentación por agricultores, mediante procesos contextuales de co-innovación, con participación transdisciplinaria.

La agroecología no es una alternativa cuando faltan los agroquímicos y otros insumos que deciden la eficiencia productiva en la agricultura convencional, es una ciencia que facilita la transformación hacia un nuevo modelo de agricultura: sostenible, resiliente y soberano».

Luis L. Vázquez

Como ciencia socio-técnica, la agroecología constituye un soporte científico y metodológico para producir alimentos restaurando recursos naturales degradados, así como conservarlos para el futuro. A su vez, adopta y reconoce los aportes de la agricultura tradicional y las experiencias de la agricultura orgánica.

Sus principios se pueden expresar en conservación de recursos naturales, facilitación de interacciones funcionales de la biodiversidad para elevar capacidades de autorregulación ecológica, reutilización de biomasa residual de procesos de producción primaria y transformación de productos, complementariedades que aumenten la capacidad de resiliencia ante eventos extremos, adopción de prácticas (diseños y manejos) apropiadas, eficiencia productiva, energética, económica y social del sistema de producción, obtención de alimentos inocuos y nutritivos, autogestión con equidad y facilitación de redes de conocimiento e innovación.

La agroecologia no es una alternativa cuando faltan los agroquímicos y otros insumos que deciden la eficiencia productiva en la agricultura convencional, es una ciencia que facilita la transformación hacia un nuevo modelo de agricultura: sostenible, resiliente y soberano. Apropiarse de sus principios es abrir un camino para construir un futuro alimentario soberano.

 

Diferencias y gestión


El enfoque de gestión del conocimiento agroecológico incluye la capacitación participativa, no verticalista. Foto: cortesía de Luis Vázquez.

Cada finca es diferente a la otra y demanda un diseño específico para su transformación, ¿de qué depende, qué se aconseja?

Los diseños de las fincas son específicos. Para la transformación agroecológica hay que hacer un plan de diseño y manejo, a partir del estado de la finca desde el punto de vista de los recursos naturales y deben identificarse las prácticas necesarias para lograr un diseño resiliente.

Nosotros utilizamos un enfoque novedoso, las funciones de resiliencia, aquellas que se necesitan para reducir los efectos físicos de los eventos, si es hidrometeorológico o de sequía.

A partir de las funciones, se determinan las prácticas apropiadas. De esa forma se hace el diseño específico para la transformación de los sistemas, que debe hacerse de forma participativa, innovando y buscando las experiencias de distintas personas.

Esto quiere decir que deben crearse capacidades de autogestión para planificar y realizar la transformación de la finca, pero esas capacidades de autogestión no son solamente para la finca, sino también del municipio, de las cooperativas, empresas y entidades municipales, porque eso es contextual y no pueden estar los agricultores solos. Tienen que ser las distintas especialidades que haya a esos niveles y para todo eso tiene que haber un cambio e innovación en la gestión del conocimiento de los municipios, no como está ahora, separado por especialidades y de forma vertical.

Esa verticalidad que viene desde la época de la agricultura convencional no facilita la transformación para la resiliencia al cambio climático.

¿Quiénes participan en la gestión de las fincas?

No todos los agricultores y agricultoras son iguales. Algunos tienen un origen en las tradiciones campesinas; otros, formados bajo el paradigma de la Revolución Verde, han estado bajo la influencia de los sistemas convencionales donde se manejan grandes extensiones de cultivo y de ganadería. Hay un nuevo tipo: se han sido integrado a la agricultura urbana, periurbana y han recibido tierras y se han formado, poco a poco.

Es importante entender el origen y la preparación de estas personas y la influencia que esto puede tener en la percepción sobre la adaptación ante el cambio climático. Varios trabajos científicos han evidenciado las mayores capacidades de los sistemas que están en transición o transformación agroecológica.

En primer lugar, las fincas tradicionales campesinas, donde las personas han aprendido a entender más el clima y analizarlo a corto plazo, tienen un mayor entendimiento del suelo, las plantas y los animales, por los años y las tradiciones, valoran con más profundidad los efectos físicos de los eventos y son más sensibles a entenderlos impactos del cambio climático. En cambio, otros, no tienen esa capacidad y valoran un poco más a la ligera.

De manera general, en la agricultura nuestra todavía no hay una percepción de adaptabilidad de resiliencia y mucho menos, de mitigación. Predomina el enfoque de enfrentamiento: esperar el evento, tratar de resistir, según las condiciones que se tengan, y buscar una recuperación rápida.

Este enfoque lineal o simple de la adaptación ante el cambio climático es un elemento que influye en la vulnerabilidad de la agricultura cubana y cuando los eventos son de mucha intensidad, las consecuencias son catastróficas.

La gestión no depende solamente de los agricultores y agricultoras, sino de todo el sistema de gobernanza del sector, desde las fincas hasta las personas con responsabilidades a nivel de país e, incluso, quienes tienen que formar: educadoras, educadores, las escuelas y la ciencia.

 Resilencia socioagroecológica


La resiliencia de la producción agropecuaria debe ser socioagroecólogica por su componente social, que involucra las capacidades de los agricultores y agricultoras, su familia y la comunidad, incluyendo la articulación para la co-gestion local. Foto: Archivo IPS Cuba.

¿Qué es el enfoque de resiliencia socioagroecológica?

La resiliencia se refiere a capacidades de resistir o absorber efectos de un evento extremo, de recuperarse una vez que ha cesado y de transformarse continuamente para aumentar dichas capacidades.

En la producción agropecuaria, la resiliencia tiene una connotación especial, porque además de estas capacidades, debe reducir o mitigar las causas que originan o intensifican dichos eventos extremos y restaurar los recursos naturales, humanos y físicos degradados.

La resiliencia de la producción agropecuaria debe ser socioagroecólogica. En primer lugar, por su componente social, que involucra las capacidades de los agricultores y agricultoras, su familia y la comunidad, incluyendo la articulación para la co-gestion local. El componente agronómico es básico, porque se requieren transformaciones profundas en el diseño y manejo de los sistemas. No menos importante es el elemento ecológico, principalmente, por el rol de las funciones de la biodiversidad en las capacidades de resistir y recuperarse.

En los sistemas agropecuarios, la gestión de resiliencia con base en la agroecología, contribuye a que esta sea sostenible en el orden social, ambiental y económico, implícito en sus principios y metodologías, de manera que también facilita la soberanía en la gestión de resiliencia.

La resiliencia es compleja y pasa por apropiarse de las funciones de la biodiversidad, con una sólida base científica y que se puede llevar a la práctica con facilidad, algo que no han entendido a cabalidad quienes gestionan el cambio climático en la agricultura.

 

El clima, su impacto


En los últimos años, Cuba ha experimentado cada vez más prolongados periodos de ausencia de lluvias como parte de variaciones en el clima que han obligado a las autoridades a diseñar planes para mitigar este y otros impactos climáticos. Foto: Jorge Luis Baños

¿Cuáles eventos climáticos son más comunes en Cuba en los últimos años y cuáles son sus principales impactos para el sector agropecuario? ¿Afectan por igual a mujeres y a hombres?

Los eventos más comunes son los hidrometeorológicos: ciclones, que pueden convertirse en huracanes; tormentas locales severas y eventos ENOS (El Niño Oscilación Sur), que provocan penetración del mar e impactan la agricultura en las zonas costeras. Otros, generan sequedad: altas temperaturas, ausencia de lluvias y lo más extremo, la sequía.

Hay mucha discusión sobre si el cambio climático contribuye a que ocurra un evento o facilita su intensificación. A los efectos de la agricultura, independientemente del origen o causa, por su intensidad y frecuencia provocan daños a la producción agropecuaria.

Los vientos fuertes y las lluvias intensas tienen efectos directos sobre los componentes de producción. La ausencia de lluvias, altas temperaturas y sequía, causan estrés hídrico, que desencadena alteraciones fisiológicas, con contracción de los rendimientos.

En la agricultura, los impactos hacia las mujeres y los hombres dependen de las actividades que realicen: dónde trabajan las mujeres, qué responsabilidades tienen los hombres. Hay una tendencia a la incorporación femenina en la agricultura, no pocas, con responsabilidades importantes en determinados procesos.

Sin embargo, las mujeres también tienen la doble tarea del trabajo y el hogar o el hogar, cuando es ama de casa, y esos eventos impactan con fuerza, porque puede haber interrupciones eléctricas, escasez de agua y de alimentos y estrés de la familia, sobre todo en las zonas rurales.

Las mujeres, los niños, los ancianos y las familias que viven en el campo, sea en fincas o en pueblos rurales, sufren un impacto fuerte, porque dependen de la agricultura para subsistir, aunque también se afectan las personas que están en la ciudad y los pueblos. En cualquier lugar rural, siempre hay mayor sensibilidad para las mujeres por las diversas acciones y actividades que realizan.

¿Cuáles son los principales impactos de los eventos del cambio climático sobre los medios de vida de agricultoras y agricultores?

Hay dos tipos de impactos: los que se ven, sobre todo, cuando los eventos son catastróficos, los campos destruidos, se caen los árboles, las viviendas y sus techos, sobre todo en los hidrometeorológicos. También se ven en la sequía –llamado un desastre silencioso–, que se evidencia en el estrés de las plantas, el suelo y los animales, la caída de los rendimientos y el costo de la gestión agrícola.

Esos se ven fácilmente, no obstante, estamos muy lejos de un sistema apropiado de medición de esos impactos, se calculan las hectáreas y la producción perdida, según los planes. En el caso de la recuperación, lo que consideramos es cuándo el sistema está listo para seguir funcionando: se sanearon los lugares, se cortaron las ramas y se retiraron los árboles y el terreno está listo para  sembrarse. Hasta ahí llega la recuperación que manejamos, pero eso es apenas la primera parte, pues existe un componente adicional que es cuando se alcanzan los niveles productivos y los ingresos previos al evento, algo que normalmente no se considera.

Sin embargo, existen otros como la degradación y las alteraciones en el equilibrio de la biota del suelo, los efectos sobre las interacciones biológicas en los sistemas y sobre la gestión del agua. Otras tienen que ver con la familia, la sociedad y las personas, la disponibilidad de alimentos, que se reduce, a la vez que se resiente su calidad.

El efecto sobre los medios de vida humanos, que normalmente no se valora, es el enfoque más holístico para analizar los impactos. Este se refiere a los recursos naturales, la tierra y la biodiversidad, que es con lo que cuentan agricultoras y agricultores y la sociedad para garantizar la producción de alimentos; los recursos físicos –muchas veces deprimidos– y que también resultan dañados, y los humanos, vitales no solamente por la capacidad de prepararse y de entender, sino desde el punto de vista familiar y personal.

El capital social es igualmente importante por lo que se perjudica y por su contribución y, aunque a veces se le resta importancia, la capacidad financiera de la familia y de la sociedad es relevante para gestionar estas situaciones y considerar cuánto se afecta en el orden personal y social, a partir de los efectos de un evento.

Hay muchísimos elementos de impacto de difícil observación, pero que deben ser considerados y evaluados. Si hacemos un análisis científico, son muchos más que los mencionados, por lo que se debe trabajar en este sentido. 

Vulnerabilidad, causas, consecuencias


La ganadería cubana es muy vulnerable a la sequía.

¿Cuáles son los mayores factores de vulnerabilidad de las fincas ante los eventos extremos?

Los factores de vulnerabilidad, son en primer lugar, la degradación de los recursos naturales que existen en la mayoría de los sistemas: el suelo y biodiversidad: árboles y vegetación auxiliar; los sistemas están degradados, hay poca presencia de árboles y escasez de agua.

Otro problema de vulnerabilidad es el capital físico y las capacidades de las personas para la gestión, a lo que se une la articulación local para tener determinados servicios de apoyo a las fincas y junto a ello, la coherencia en las entidades que en los municipios gestionan el cambio climático en la agricultura.

Si vamos a enfocar la resiliencia, todo el mundo debe estar en concordancia con lo que es la resiliencia y cuáles son sus prácticas. No como sucede hoy que el de suelo, de sanidad vegetal o de riego, dan su percepción y enfoque cada uno por su lado.

De esa forma, los agricultores tienen distintas influencias y se van por cualquiera de ellas, por quien con más frecuencia insista, por eso se necesita coherencia y esos son los aspectos que consideran más importantes para evaluar la vulnerabilidad.

Eso, aparte de que los sistemas con base convencional son muy vulnerables a estos eventos: los cultivos y la ganadería especializados en grandes extensiones. Por ejemplo, la ganadería cubana es muy vulnerable a la sequía, porque todos son potreros despoblados de árboles y con un solo alimento, el pasto. En los sistemas de ganadería donde hay afectaciones por sequía o incidencia de sequía, lo que funcionaría sería silvopastoreo intensivo, que tiene el pasto, los árboles y la diversidad de forraje en el mismo lugar y eso tiene que ver con el bienestar animal, y también aumenta la capacidad de resistir estos eventos.

En el caso de sistemas de grandes extensiones de monocultivo, con tecnología intensiva, las consecuencias son desastrosas, porque no hay el efecto de resistencia que otorga la diversidad y los diseños complejos, la resistencia asociativa, un principio que explica la resiliencia de las fincas campesinas.  

Resiliencia y sostenibibilidad 


La equidad tiene muchísima importancia, sobre todo en el contexto de la finca familiar. Ediliairis Fajardo, en la finca La Unión, de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Mariano López, de Palma Soriano, Santiago de Cuba. Foto: cortesía de Luis Vázquez.

¿Qué importancia tienen la contextualidad, equidad, participación, co-innovación el compromiso y la transformabilidad en el camino hacia sistemas productivos resilientes y sostenibles?

La contextualidad es básica, partiendo de que una finca está al lado de la otra y no son iguales, porque tienen unas características que son de paisajes, que pudieran ser igual de una  a la otra, aunque el suelo cambia mucho de un lugar a otro a cortas distancias. Pero lo más importante en la diferencia entre las fincas es cómo se formó, quién la maneja y toma las decisiones, qué influencias tiene.

La equidad tiene muchísima importancia, sobre todo en el contexto de la finca familiar. A veces, por las tradiciones, el agricultor es el que recibe y realiza las cosas. Sin embargo, hemos observado que puede haber muchos de los jóvenes que están en distintos niveles de estudios, porque son de una generación diferente y con habilidades que pueden contribuir.

Las mujeres tienen una visión más cercana a los aspectos bioculturales, que también puede contribuir, mientras que las personas adultas mayores, conocen mucho de las tradiciones campesinas y son como un puente para transmitirlas hacia las otras generaciones. Y también las experiencias y los conocimientos en otros contextos, porque no todo son fincas campesinas.

Acerca de la participación y la co-innovación, no hay manuales para decir cómo hacer las cosas para la resiliencia de las fincas. Hay experiencias escritas y resultados de investigaciones, pero adaptarlos a las condiciones y características de cada espacio o un territorio lleva co-innovación y compromiso.

Todo lo que se hace para buscar capacidades de resiliencia está en la transformabilidad y no solo para la resiliencia, sino también para la sostenibilidad y la búsqueda de la soberanía tecnológica.

Se ha demostrado que cuando se hace la transformación agroecológica, además de la resiliencia a los eventos, se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y la degradación de los recursos naturales que contribuyen a la vulnerabilidad.

Vemos la mitigación con un enfoque mucho más amplio, no solo mitigar lo que contribuye al calentamiento global, sino mitigar lo que tributa a la vulnerabilidad de los sistemas. 

Participación imprescindible

Foto: Jorge Luis Baños_IPS

¿De qué manera persuadir y estimular para que quienes administran fincas y cooperativas se adhieran a estos conceptos?

La contextualidad es esencial, al tiempo que la transdisciplinariedad posibilita confrontar experiencias y criterios diferentes. Es importante buscar los espacios y los métodos participativos adecuados, en correspondencia con las características de las personas.

Suele suceder que personas con responsabilidades en la gestión del cambio climático no tienen estas habilidades y esa es una de las demandas que existen: formar en gobernanza participativa a personas directivas de las entidades municipales, de manera que puedan apropiarse de las herramientas que necesitan para hacer eficiente y equitativa su gestión. En la gestión del cambio climático, sucede lo mismo: no se resuelve con manuales, instructivos y directivas. Tiene que ser realizado por las propias personas. Ahí está, en lo fundamental, la metodología que se utiliza: va creando capacidades, recuperando percepciones, facilitando coinnovaciones, incorporando todo eso en las medidas o los cambios que se identifiquen y sistematizando experiencias, entonces pudiera avanzarse.

Todo esto es nuevo y no es fácil de entender, tras tantos años del enfoque vertical de la agricultura convencional, que viene siempre con recetas hechas.

Este cambio hacia la autogestión contextual no es fácil y necesita personas formadas como facilitadores y facilitadoras, que lamentablemente escasean. También se requiere la innovación institucional, para cambiar la forma de actuación especializada y verticalista. Por eso, lo primero es formar facilitadores en gestión de la resiliencia de fincas ante el cambio climático, con lo que se iniciaría un proceso nuevo, que tendría sus limitantes al principio, por un problema de entendimiento del enfoque de autogestión contextual, pero por ahí está el camino. 

En busca de la resilencia


Panel solar instalado en La Finca Vista hermosa, en el capitalino municipio de Guanabacoa. Foto: Jorge Luis Baños_IPS

¿Cuáles son las prácticas apropiadas para la resiliencia de las fincas ante eventos del cambio climático?

Las prácticas apropiadas son muchísimas. Por qué son apropiadas: porque son contextualizadas, apropiadas para el contexto. Puede que venga de una experiencia de otro lugar o de las investigaciones, pero hay que validarlas y ver si se adaptan a las condiciones geomorfológicas del paisaje, a las condiciones socioeconómicas de las agricultoras y los agricultores y si están bajo el enfoque de la sostenibilidad. Las prácticas no son buenas si no se contextualizan.

De gran contribución para la resiliencia es el enfoque de los componentes de producción. En la agricultura convencional predomina el enfoque de factor limitante: si la planta no crece bien hay que utilizar fertilizante; si hay plagas, plaguicidas; si el suelo está pobre, incorporar materia orgánica; si hay falta de agua, ponerle la que lleva; si los rendimientos son bajos, buscar una variedad que rinda más.

Sin embargo, en la gestión de la resiliencia están todos los componentes que deciden en la producción agropecuaria: el cultivo, el suelo, los sistemas de abasto de agua, riego, abasto a los animales, todos los componentes agronómicos y pecuarios son decisivos, no es solamente el factor limitante. Entonces, las prácticas apropiadas se valoran en todo ese ámbito.

Se trata de buscar prácticas que mejoren las capacidades de resistir y recuperarse de los componentes de producción, independientemente de su importancia, que no es igual ni para todos los cultivos ni para todos los sistemas.

Una cuestión: la conservación y mejoramiento del suelo, la integración del árbol en las fincas y el uso óptimo del agua, aunque son prácticas importantes, no son las únicas ni por si solas van a contribuir a la adaptación de la producción agropecuaria ante el cambio climático. 

Resistencia y recuperación


Dentro de neumáticos rellenos con tierra crecen coles y estragón, en la finca La Melissa, municipio de San Miguel del Padrón, La Habana.

¿Cuáles son las limitaciones que impiden mayor resistencia y rápida recuperación ante eventos que han afectado al país en los últimos cinco años?

Las principales limitaciones son materiales y de percepción. Las fincas son sistemas de producción que llevan determinados recursos, ya sean agroecológicas, convencionales o cualquier otro enfoque.

La resiliencia al cambio climático lleva recursos y financiamiento y la mayoría de las fincas están depauperadas desde el punto de vista de su capital físico. Muchas fincas campesinas o de la agricultura urbana, con poca superficie, no tienen equipos de mecanización o no son apropiados. Las personas resuelven mucho con la tracción animal. Eso no quiere decir que no se puedan utilizar equipos y maquinarias apropiados a esas dimensiones y que conserven el suelo.

Hay limitaciones de recursos no solamente para transformar los sistemas, buscar más capacidad de resistencia, sino también en la recuperación. No es lo mismo recuperarse si se dispone de recursos materiales, tecnológicos y financieros, o no. Esa situación está presente en casi toda la agricultura, un poco menos en polos productivos y empresas, donde son insuficientes.

A veces hay cierta confusión, se piensa que la agricultura sostenible en base a la agroecología no lleva recursos. Lo que sucede es que cuando hay escasez, la agroecología ofrece alternativas o formas de realizar las cosas con menos recursos, contracción animal, por ejemplo. Eso lo vemos en muchos lugares, pero hay tecnologías apropiadas, equipos e implementos que no se producen en el país, aunque están en el mercado internacional, que son apropiadas para la agricultura agroecológica y la resiliencia al cambio climático. Si las tuviésemos, las capacidades de resistencia y recuperación serían mejores.

En sequía, por ejemplo, para el uso óptimo del agua, es esencial el riego localizado. Sin embargo, muchos sistemas por gravedad o por aniego generan un gasto excesivo y pérdidas en su traslado; por otra parte, se emplea mucha energía fósil para extraer el agua cuando puede hacerse con fuentes renovables, como paneles solares y molinos a viento. Ahora, incluso, hay tecnologías sencillas para capturar agua de la atmósfera, del rocío. Una solución para montañas o zonas donde es difícil acceder al líquido natural o realizar pozos.

En la agroecología no se excluyen las entidades productivas de grandes extensiones que realizan producciones especializadas con base en agricultura convencional; lo que sucede es que estas entidades no se apropian de la agroecología para su transformación hacia sistemas sostenibles. Es decir, aunque la transformación agroecológica avanza más rápido en sistemas de agricultura campesina, porque tienen como base las tradiciones, así como en sistemas de menor escala, porque el rediseño es más rápido y menos costoso, es posible lograrlo en los de grandes extensiones. El rechazo al cambio y el concepto estrecho de eficiencia que se estableció en la agricultura productivista, constituyen los principales obstáculos.

¿Existen algunas prácticas agroecológicas que las personas que trabajen las fincas prefieren sobre otras, cuáles son?

No es correcto hablar de prácticas agroecológicas, son prácticas agronómicas o zootécnicas; en su mayoría, las prácticas que valida y propone la agroecología para la gestión del cambio climático vienen de la agricultura tradicional. Por otro lado, la agroecología también mejora las funciones de estas prácticas, porque una de sus contribuciones es aumentar las funciones que se logran en el manejo de los sistemas, con diseños y los manejos que vienen de la agricultura tradicional.

Precisamente ahí hay un asunto por resaltar. Faltan muchísimas otras prácticas, diseños y manejos, que están en la agricultura tradicional también y no se promueven por los programas, mientras otras necesitan ser mejoradas. Un ejemplo, la agroecología le da mucha importancia a las llamadas estructuras de vegetación auxiliar, que tienen un rol relevante no solamente para eventos hidrometeorológicos, sino también para la sequía: cercas vivas perimetrales e internas, ambientes seminaturales, arboledas y barreras vivas, entre otros diseños, a los que generalmente no se les da gran importancia, aun cuando tienen gran contribución. Hay que buscar que agricultoras y agricultores también las prefieran y se apropien de ellas. Este también es un propósito en la formación para la resiliencia al cambio climático. 

Cambios de enfoque


La agroecología sustenta la transformación hacia sistemas sostenibles, resilientes y soberanos.

¿Cuánto de conocimiento, autogestión y compromiso se necesita aún alcanzar para que estos caminos de resiliencia se abran paso?

Hay algo muy interesante y de lo que quizás muchos no se han percatado: la agroecología, como ciencia sociotécnica, ha introducido un cambio sustancial de enfoques en la gestión agrícola. Quienes lean un poco de esto, hay muchos términos, teoría y prácticas nuevas. A eso también se ha sumado la gestión del cambio climático, que va más allá de los planteamientos de los meteorólogos, que son quienes han argumentado este comportamiento.

El enfoque de gestión del conocimiento agroecológico, enfocado en la resiliencia ante el cambio climático, incluye todos esos aspectos: la capacitación participativa, no verticalista, la sistematización de experiencias, la co-innovación, los intercambios transdisciplinarios, sin dejar de mencionar -quizás como lo más importante-,  crear capacidad de autogestión en las personas que manejan fincas o los servicios técnicos agropecuarios, producen insumos como bioproductos; directivos de las empresas y actores del gobierno.

El cambio climático, reitero, es contextual, transdisciplinario y participativo y hay que tener una preparación integral, más allá de las cuestiones técnicas. La agroecología favorece y facilita todo esto como ciencia sociotécnica. Ahí está uno de los argumentos de porqué la agroecología sustenta la transformación hacia sistemas sostenibles, resilientes y soberanos.

Una sugerencia: mucho cuidado con las propuestas internacionales de agricultura de precisión, agricultura climáticamente inteligente y otras bajo el enfoque de sostenibilidad intensiva, porque no son apropiadas para las características socio-económicas y ecológico-ambientales de los agroecosistemas en Cuba. (2021)