Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

viernes, 1 de septiembre de 2023

Douglass North y Robert Fogel Premios Nobeles de Economía 1993

Douglass North


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El desarrollo es un proceso de creación de instituciones

En 1993 el premio Nobel de economía lo compartieron dos historiadores: William Fogel y Douglass North. Ambos han contribuido a renovar la forma en que se estudian y se interpretan los acontecimientos históricos, aunque cada uno de ellos lo hace desde un punto de vista diferente. Mientras Fogel se centra más en la recopilación de series históricas de datos, North aborda el problema tratando de descubrir las razones que justifican los distintos grados de desarrollo entre países, así como para explicar el por qué han evolucionado de una determinada manera unas naciones y por qué otras han seguido caminos diferentes.

Los historiadores tradicionales justifican las desigualdades entre países aludiendo a las diferencias de educación, a las riquezas de su territorio, al tamaño de su población, o al uso de tecnologías de vanguardia. North no se contenta con esas explicaciones. Sin ir más lejos, en un mundo globalizado la información está al alcance de todos, la riqueza petrolera, por ejemplo, no garantiza el bienestar generalizado de una nación y las tecnologías y las personas pueden ser importadas por las multinacionales a cualquier parte del mundo casi sin restricciones naturales. Sin embargo, a pesar de la movilidad de los factores, subsisten diferencias clamorosas entre los distintos países y regiones del planeta.

Todos los argumentos tradicionales no explican suficientemente por qué la Revolución Industrial se produce en Inglaterra y no en otro lugar, por qué permanecen en Asia culturas milenarias ancladas en el subdesarrollo, por qué se producen los auges y decadencias de los imperios, o por qué en el África olvidada emergen países pujantes al lado de sociedades arcaicas.

Las instituciones

North llega a la conclusión de que los países progresan al compás que lo hacen sus instituciones. De poco sirve la existencia de una gran riqueza si no se puede disfrutar de ella por falta de seguridad para explotarla. ¿Quién se va a arriesgar a invertir su fortuna si la ausencia de una legislación pertinente no le protege del cumplimiento de los contratos? ¿Quién va a emprender un comercio marítimo si lo más probable es que los piratas te asalten y se queden con tu cargamento? ¿Por qué vas a apostar por un país que te desprecia, cuando hay otros que te acogen con simpatía y te dan garantías de la continuidad de tu negocio? Cualquier inversor preferirá la estabilidad política de un país que ha consolidado una Constitución arraigada y respetada por todos, a la anarquía populista de unos aventureros apoyados por la fuerza de unos militares corruptos.

Esa seguridad y esa protección de los derechos adquiridos es lo que incentiva en última instancia el emprendimiento y la innovación, que son las dos fuentes principales del desarrollo. Algunos indican que el gran salto adelante de la modernidad y del despegue de algunas economías se debe a los descubrimientos científicos, a la mejora educacional de la población o a la aplicación de las nuevas tecnologías, a lo que North responde que el orden de causación es el inverso. Las nuevas tecnologías se implantan como consecuencia de la protección de las patentes, de la seguridad jurídica que permite que puedan reunirse capitales suficientes para establecer las nuevas factorías y a la consolidación de entidades aseguradoras que distribuyan el riesgo entre distintos agentes especializados.

En este sentido, es más importante un sistema financiero profesionalizado y solvente, que una investigación científica prestigiosa. El primero permitirá explotar unos conocimientos que los sabios no sabrían que hacer con ellos. De hecho, la ciencia siempre ha estado puesta a disposición de todo el mundo durante mucho tiempo sin que nadie supiera que hacer con ella. A los científicos podrían calificarles los empresarios como unos ingenuos bocazas, que lo publican todo enseguida y se contentan con el halago a su narcisismo, pero que son incapaces de rentabilizar sus descubrimientos.

Son las instituciones formales como las que hemos mencionado, las que señala North como las responsables del despegue y florecimiento de las sociedades, desde el marco Constitucional, la organización política de la convivencia, la formulación de las leyes, la judicatura, la policía, el ejército o la disciplina de los mercados. Sin embargo, también deben tenerse en cuenta lo que él llama las instituciones informales, como las religiones, las costumbres, las tradiciones, los mitos o las ideologías, que pueden actuar como lastre, o por el contrario ser impulsoras de un proceso creativo imparable.

Son conocidos, aunque discutibles, los planteamientos de Max Weber sobre el mayor desarrollo económico de los países protestantes, que aplauden la búsqueda del éxito en la tierra, mientras que los países de tradición católica han fomentado la austeridad, la mística y las recompensas en la otra vida. Valgan este tipo de apreciaciones como ejemplo de lo que lleva a North a crear una escuela de pensamiento que ha sido bautizada como “Nueva Economía lnstitucional” y que junto a la “Cliometría”, que se apoya sobre todo en el análisis de series de cifras y de datos, están revolucionando la metodología y las conclusiones de la historia económica.

Reglas, propiedades y saltos con red

Los tres elementos básicos en los que se apoya el discurso de North son: la creación de instituciones, los derechos de propiedad y los costes de transacción. Es curioso que un marxista convencido como fue North en su juventud, evolucionase hasta terminar defendiendo los derechos de propiedad como condición necesaria para el desarrollo. Por eso, cuando sus antiguos compañeros se lo recriminaban, él replicaba que había sido marxista pero no comunista, aunque tuviese que soportar que le llamasen izquierdista de derechas.

El caso es que para resumir su pensamiento podemos concretarlo en los siguientes puntos: Los empresarios son los jugadores, pero las instituciones son las que establecen las reglas del juego. Si no se sabe el reglamento del fútbol, los participantes ofrecerían un espectáculo caótico, en el que los futbolistas correrían por el campo según describía un conocido entrenador galés “como pollos sin cabeza”. Lo dicho, Carta Magna, leyes, jueces, policía, ejército y mercados eficientes.

En lo que se refiere al segundo de los elementos, la apropiación de los rendimientos del trabajo estimula el esfuerzo y la creatividad, así como la conservación y mejora de los bienes, de lo contrario se generalizaría el mundo de los “gorrones”, los “free riders” en terminología inglesa. Estos terminarían por aburrir a los individuos solidarios, que argumentarían que sus responsabilidades se encuentran antes con sus familias y los miembros de su entorno más cercano y no con los parásitos que reclaman generosidad, no por necesidad, sino para perpetuar el vivir del cuento.

Finalmente, los costes de transacción tendrían que ser soportables y los interesados no deberían arriesgar más de la cuenta en cualquiera de sus operaciones. Los trapecistas que han logrado dar el doble, e incluso el triple salto mortal, nunca lo habrían conseguido a la primera y si hoy podemos disfrutar de su habilidad es porque los entrenamientos los realizaron con red. Coloquialmente se suele decir que los experimentos deben hacerse con gaseosa. Si la sociedad consigue reducir los costes de transacción, protegiendo a los convoyes en lugar de tener que pagar un oneroso tributo a los piratas, si permite la explotación del éxito a los que se arriesgan, o si incentiva la creatividad y premia la innovación, seguro que será más fácil que la sociedad se desarrolle.

La nueva historia compatibiliza el discurso narrativo tradicional con la coherencia de los datos y la búsqueda de las razones que justifiquen la diversidad de resultados. En este sentido North concluye que no es por casualidad que la Revolución Industrial se produjese en una isla con escasos recursos de todo tipo, pero pionera en el reconocimiento de los derechos de los ciudadanos y defensora de la libertad individual. Por su parte, las grandes riquezas de una Francia intelectualmente revolucionaria y progresista, solo consiguen un crecimiento económico limitado debido a una administración reglamentista y asfixiante de toda iniciativa ajena al Estado. En cuanto al poderoso Imperio Español, el exhaustivo control ejercido por la Corona y la administración centralizada de un territorio tan enorme, hizo perder el impulso vital de una nación que llegó a conquistar medio mundo.

Lo que nos queda por vivir es una aventura apasionante cuyo resultado final desconocemos, pero que si hemos de aprender del pasado, parece que no deberíamos poner puertas al campo y retrasar las innovaciones de las que apenas hemos visto algunas muestras. Es muy posible que los que se refugien en la cálida seguridad de las concesiones, los monopolios, el inmovilismo y la protección del Estado providencia, serán los futuros parientes pobres de un mundo globalizado abocado a vivir peligrosamente.

Robert Fogel 


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La nueva Historia Económica

En 1993 se concede por primera vez el premio Nobel de Economía a dos historiadores, a Robert Fogel, y a Douglass North. Se hacía así justicia, reconociendo tardíamente la utilidad de aplicar multitud de áridas cifras y datos para explicar los diferentes acontecimientos. Estas cifras, junto a los principios de la teoría económica, podían aportar claridad y un mayor rigor a las amenas descripciones de la historia, consiguiendo que ésta fuese algo más que una interesante novela que tenía el aliciente de haber pasado de verdad.

Economía e Historia

Decía Fogel, que por muy brillantes que fuesen los discursos, y por el hecho de que las propuestas viniesen escritas en letras de molde no tenían por qué ser ciertas, y concretamente sus tres estudios más conocidos, los relativos al análisis de la esclavitud, el de la evolución de los ferrocarriles americanos, y el que se refiere a la correlación entre la nutrición y los niveles de vida, revelan, con los datos en la mano, que tienen poco que ver con las conclusiones generalmente admitidas, y que por lo tanto deberían ser revisadas por falta de consistencia.

Para calibrar la talla intelectual de Fogel le avalan sus escritos, pero para darse cuenta de su personalidad, su independencia de criterio y de su talla humana, quizá sea suficiente con decir que, en 1949, un neoyorquino blanco y licenciado en Cornell, una de las ocho universidades de la elitista Ivy League, se casa con Enid Cassandra Morgan, de raza negra y con la que convive hasta la muerte de ella 45 años más tarde.

Conviene recordar que el famoso incidente de Rosa Parks, que se negó a ceder su asiento a un blanco en un autobús de Montgomery (Alabama) ocurrió en 1955, y que la lucha por los derechos civiles se llevó por delante la vida de Martin Luther King una tarde de 1968.

La esclavitud

Tal vez sea por esto por lo que su trabajo más conocido esté relacionado con la esclavitud, llegando a la discutida conclusión de que, al margen de su rechazo moral, la esclavitud como institución era económicamente eficiente, estimándola en hasta un 36% superior respecto a la de los trabajadores libres. Para ello revisó cientos de archivos, consultó miles de precios de subastas y contratos de compraventa, y en base a estos costes, afirmaba que los propietarios de un esclavo lo consideraban con total fundamento como un bien de capital, al que tenían que cuidar, proteger y mantener en buen estado si querían que su inversión no sufriese un proceso de depreciación acelerada.

Rechaza contundentemente la leyenda de que los hacendados los maltratasen, pues sería una forma de tirar piedras contra su propio tejado, y que el trato, la alimentación, los alojamientos, y el apoyo al entorno familiar, tanto de niños como de ancianos, resistía la comparación con los estándares de vida de los demás trabajadores.

Resulta inadecuado el tratamiento deshumanizado de las personas esclavizadas, pero no se trata aquí de discutir problemas morales sino de eficiencia económica, y los estudios de Fogel demostraban la racionalidad de la institución, que podía haberse mantenido vigente durante bastante más tiempo si no hubiese sido abolida por consideraciones políticas.

Mucho peor es la situación actual de los inmigrantes subsaharianos que llegan clandestinamente a Europa, o la de los “espaldas mojadas” que entran subrepticiamente en los Estados Unidos, conducidos por intermediarios desaprensivos que los depositan sin amparo para que queden a merced de una suerte incierta. Estos modernos emigrantes son explotados por empresarios sin escrúpulos, que se benefician de unos costes laborales bajos, que desplazan hacia el paro a los trabajadores legales, y que se ahorran las prestaciones sociales de unos recursos laborales, que cuando reducen su rendimiento, son despedidos sin compasión y reemplazados por una nueva remesa de los que constituyen una auténtica esclavitud moderna. También aquí podríamos hablar con propiedad de racionalidad económica y de problemas morales.

Los ferrocarriles americanos

El segundo tema al que Fogel dedicó sus trabajos está relacionado con los ferrocarriles americanos; un sector popularizado enormemente por las películas del Oeste, y que atrajo cantidades enormes de capitales. Acercar la producción de unas tierras sin esquilmar a unos consumidores ávidos de carne y de granos, prometía rendimientos espectaculares, y fue tal el interés que despertó la nueva explotación ferroviaria, que el índice bursátil más importante del mundo, el Dow Jones, estableció un subíndice específico para informar en exclusiva de la evolución del sector de los Ferrocarriles.

Esta actividad, tan floreciente en sus comienzos, languidece hoy, subsistiendo a base de tarifas reguladas y de subvenciones públicas. Y es en base a los datos recogidos durante todos estos años por lo que Fogel se atreve a discutir el relevante papel que se le atribuye generalmente a la implantación de las redes ferroviarias en el desarrollo dela Nación, y cuya contribución a dicho desarrollo él cifra en apenas un modesto 5%.

Concretamente añade, que esta evidente decadencia se debe a dos monumentales errores que cometieron los gestores de aquella prometedora industria. El primero consistió en un exceso de inversión redundante en las líneas de mayor volumen de tráfico, duplicando, o incluso triplicando prácticamente los mismos corredores. Las empresas se lanzaron a una competencia suicida, rebajando tarifas en una guerra de supervivencia, que hizo que ninguna de las compañías que operaban unas rutas prácticamente idénticas obtuviese un beneficio mínimamente atractivo. Sin embargo, siendo esto importante, lo peor fue el despilfarro de recursos que podían haber sido empleados en otras actividades productivas, y que un análisis más exigente de costes y de beneficios hubiera elevado ese porcentaje de crecimiento muy por encima del mencionado 5%.

Dicho gráficamente es como si porque el Metro de París fuese un buen negocio, los inversores se lanzasen a construir un segundo Metro, sin que se hubiese duplicado París, ni lo hubiera hecho la cantidad de parisinos. El símil parece ingenuo, pero no es infrecuente ver como hoy mismo algunas empresas envidian los rendimientos de una determinada actividad y se involucran en ella sin calibrar si hay mercado suficiente para rentabilizar también la nueva capacidad productiva.

El segundo error que atribuye Fogel a los pioneros del ferrocarril, fue el de no haber sabido identificar la base de su negocio. Creyeron que este consistía en la explotación del nuevo invento de la máquina de vapor y su aplicación a la explotación de vías férreas. Si hubiesen pensado que lo sustantivo de su actividad era el transporte, sin apellidos, y sin suponer que tendrían que realizarlo por medio del ferrocarril, habrían empleado el importante músculo financiero del que dispusieron para convertirse en los dueños de las autopistas de peaje, de las líneas de autobuses, de las compañías de aviación, de las empresas de distribución y logística, y posiblemente habrían desarrollado antes negocios hoy tan florecientes como los Avis, Uber, o el mismísimo Amazon.

Las reflexiones de Fogel entroncan con las del mítico inversor Warren Buffett, el tercer hombre más rico del mundo según la revista Forbes de 2018, detrás de Jeff Bezos, el fundador de Amazon, y de Bill Gates, el eterno presidente de Microsoft. Warren Buffett, dicen sus biógrafos que empezó repartiendo periódicos en su juventud, y tal vez por eso, confiesa él mismo, que su primera inversión la realizó en la editora del Washington Post. Pensaba que cualquiera que quisiese dar a conocer un producto, comunicar una novedad, o simplemente enterarse donde ponían la película que quería ver esa tarde tenía que acudir a la prensa para informarse.

Su percepción, que era correcta a mediados del siglo XX, ha cambiado por completo y, lo que les ocurrió a los ferrocarriles americanos puede estar pasándole ahora a la entonces todopoderosa prensa de papel. Los periódicos de hoy han perdido el monopolio de la información a manos de nuevos operadores que explotan nuevas tecnologías, utilizadas por la inmensa mayoría de la población que dispone ya de los receptores que permiten aprovecharlas. Las rotativas, como los kioscos de prensa, tienen su porvenir comprometido, pero la información, la difusión de noticias, o los reclamos publicitarios, seguirán siendo necesarios y los consumidores y anunciantes seguirán pagando por ellos.

Eso sí, en un mundo de internet, de Google y de teléfonos móviles, esta función tendrá que ser compartida con otros medios. La aparición de Facebook, de Twitter, Instagram, o de Wikipedia, hace que los que quieran supervivir tendrán que competir duramente por suministrar sus servicios con rapidez, veracidad, prestigio y oportunidad a sus clientes. No sabemos dónde se encontrará el negocio futuro de los medios de comunicación, ni cómo se financiarán, si será la radio, la televisión, los teléfonos móviles, o cualquier artilugio todavía desconocido, los que nos proveerán de informaciones específicas, nos atenderán bajo demanda, se especializarán por contenidos, o cualquier otro invento que nos puedan ofrecer los involucrados en este sector. Lo que parece claro es que en el acertar en su modelo de negocio les va la vida, teniendo que descubrir que es lo que quieren vender, y que es lo que querrán comprar los consumidores del futuro. Los que no acierten emprenderán el lento camino de la decadencia, como lo hicieron los dinosaurios, o los fabricantes de candiles y de velas de sebo.

Nutrición y desarrollo

Finalmente cabe mencionar sus estudios sobre la relación entre los estándares de vida, y más concretamente la nutrición, y el crecimiento económico. De la ingente cantidad de datos manejados llegó a la conclusión de que el hambre y las guerras solo eran responsables del diez por ciento de la mortalidad humana, desmontando la creencia de que la falta de una alimentación adecuada había lastrado el desarrollo de la sociedad. Fue la tecnología, concluye Fogel, la que consiguió elevar la esperanza de vida de la población de los cuarenta y siete años de 1900, a los cerca de ochenta actuales, revolucionando de paso todos los parámetros económicos respecto a la magnitud de la demanda, la duración de la vida laboral, las pensiones, el urbanismo, etc.

Son los nuevos inventos, la mecanización agraria, los fertilizantes químicos, las mejoras genéticas, o los cultivos intensivos, los que han supuesto la gran bendición de los pobres, abaratando unos productos que los ricos ya disfrutaban desde mucho antes. Ha sido la tecnología, repite Fogel, la gran promotora del desarrollo, siendo la eliminación de la desnutrición y el control de las hambrunas una consecuencia de los avances tecnológicos, y no al revés, sin los cuales el desarrollo no se hubiera producido, o hubiera resultado mucho más lento.

Lo que aquí se ha expuesto justificaría por si solo el acercarnos sin intermediarios a la abundante obra de este pionero de la historia a través de sus cifras, lo que se ha dado en llamar la Cliometría, y de la que con Douglass North, también premio Nobel de economía de ese mismo año, son sus dos máximos exponentes.


Fuente Libro  : Una corona de laurel naranja
José Carlos Gómez Borrero


Acreedores occidentales y Cuba se comprometen a salvar acuerdo sobre la deuda

Marc Frank y Nelson Acosta

vie, 1 de septiembre de 2023, 8:27 a. m. CST·2 min de lectura


IMAGEN DE ARCHIVO REFERENCIAL. Personas compran vegetales en un mercado público en La Habana, Cuba

Por Marc Frank y Nelson Acosta

LA HABANA, 1 sep (Reuters) - Representantes de las 14 naciones acreedoras occidentales, agrupadas en el Club de París, participaron esta semana en un encuentro en Cuba buscando salvar un acuerdo de deuda con la isla caribeña, que se espera incumpla sus pagos por cuarto año consecutivo.

"Los diálogos sostenidos constituyen un acercamiento en la búsqueda de alternativas para solucionar los atrasos en las obligaciones contraías (de Cuba)", se informó el jueves en la noche en un comunicado.

El texto refirió que "las partes continuarán las negociaciones hasta establecer un nuevo cronograma aceptable para ambas".

William Roos, copresidente del Club de París, había afirmado el miércoles que propuso un plan que aparentemente había sido rechazado.

El Ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Ricardo Cabrisas, había expresado la voluntad del Gobierno cubano de honrar los compromisos asumidos con los acreedores internacionales cuando las condiciones del país lo permitan.

En un reporte de la televisión estatal, Cabrisas dijo que las nuevas sanciones de Estados Unidos, entre ellas la inclusión de la isla en una lista de Washington de naciones patrocinadoras del terrorismo, además del embargo comercial de más de seis décadas y las consecuencias de la pandemia de coronavirus, han obstaculizado los pagos.

El acuerdo del Club de París de 2015 perdonó 8.500 millones de dólares de los 11.100 millones de dólares en deuda soberana que Cuba incumplió en 1986. La Habana acordó pagar el resto en cuotas anuales hasta 2033.

Los ingresos en divisas del país caribeño utilizados para importar bienes y pagar las deudas han caído más del 50% desde que se firmó el acuerdo, según estadísticas oficiales.

Cuando comenzó el año el Producto Interno Bruto estaba ocho puntos por debajo de su nivel prepandémico de 2019, según informó el Gobierno.

Reuters, que ha visto el acuerdo firmado, estima que Cuba no ha pagado a los acreedores más de 500 millones de dólares mientras lucha contra la escasez de alimentos, medicinas, combustible y otros bienes básicos.

La estimación incluye los pagos que vencen en noviembre.

Cuba, que informó por última vez una deuda externa de 19.700 millones de dólares para 2020, ha reestructurado su deuda con Rusia, China y algunos otros acreedores desde entonces.

La Habana no es miembro del Fondo Monetario Internacional ni del Banco Mundial.

El grupo cubano del Club de París de 22 miembros, que gestiona la antigua deuda soberana, está formado por Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón, Países Bajos, España, Suecia y Suiza.

(Reporte de Marc Frank y Nelson Acosta, Editado por Manuel Farías)

La necesidad de reformular el crecimiento y reexaminar el Estado empresarial

Aug 28, 2023 MARIANA MAZZUCATO



LONDRES – La sensación de ansiedad está en todas partes, desde los debates de políticas de alto nivel y los manifiestos políticos a la cobertura noticiosa diaria. En Alemania, el último plan presupuestario del gobierno identifica un mayor crecimiento como una de las prioridades máximas. En la India, las autoridades nacionales se muestran anhelosas por reclamar el lugar de su país como la economía de más rápido crecimiento del planeta. En China, donde se ciernen perspectivas deflacionarias, es indiscutible que el gobierno está preocupado de alcanzar su objetivo de crecimiento de 5% para este año.

En el Reino Unido, Keir Starmer, líder del opositor Partido Laborista, ha prometido lograr el máximo crecimiento sostenido del G7 si resulta electo, y los conservadores, desde el gobierno, expresan ambiciones parecidas (recordemos el ahora infame mantra de la ex Primer Ministra Liz Truss: “crecimiento, crecimiento, crecimiento”).

Sin embargo, poner el crecimiento al centro de la elaboración de políticas económicas es un error. Aunque importante, el crecimiento en abstracto no es una meta ni una misión coherente. Antes de comprometerse a objetivos específicos (sean de crecimiento del PIB, producción global, etc.), los gobiernos debieran centrarse en la dirección de la economía. Después de todo, ¿de qué sirve un alto crecimiento económico si para él se precisan malas condiciones laborales o ampliar la industria de los combustibles fósiles?

Es más, los gobiernos que han tenido más éxito en catalizar el crecimiento lo han hecho cuando impulsaban otros objetivos, no el crecimiento por sí mismo. La misión de la NASA de enviar hombres a la Luna y hacer regresarlos, produjo innovaciones en materiales aeroespaciales, electrónica, nutrición y software que más adelante aportarían un importante valor económico y comercial. Pero la NASA no se planeaba crearlas por esa razón, y es probable que nunca lo hubiera hecho si sus misiones se hubieran emprendido simplemente para aumentar la producción.

De manera similar, la Internet surgió de la necesidad de que los satélites se intercomunicaran. Debido a su adopción generalizada, durante la última década el PIB digital ha estado creciendo 2,5 veces más rápido que el PIB físico, y hoy la economía digital está en camino de valer unos $20,8 billones estimados para 2025. Una vez más, tales cifras de crecimiento son resultado de un involucramiento activo con las oportunidades que presenta la digitalización; por sí mismo, el crecimiento no era el objetivo.

En lugar de centrarse en la aceleración de la brecha del PIB digital, los gobiernos deberían apuntar a cerrar la división digital y asegurarse de que el crecimiento actual y el futuro no se basen en el abuso del poder de mercado de las Grandes Tecnológicas. Si se considera la rapidez con la que está avanzando la inteligencia artificial, se precisan con urgencia gobiernos que puedan reformular la próxima revolución tecnológica en el interés de la gente.

En términos más generales, impulsar el crecimiento en una dirección más inclusiva significa alejarse de la financiación digital de la actividad económica y volver a comprometerse con invertir en la economía real. Tal como están las cosas, demasiadas compañías (las manufacturas, entre ellas) están gastando más en recompras de acciones y pagos de dividendos que en capital humano, equipos, e investigación y desarrollo. Si bien tales actividades pueden reforzar el precio de la acción en el corto plazo, reducen los recursos disponibles para reinvertir en los trabajadores, haciendo mayor la brecha entre quienes controlan el capital y lo que no.

La financiación suele basarse en la extracción de valor y la maximización de utilidades de corto plazo, en vez de creación de valor para beneficiar a la sociedad como un todo. Para alcanzar un desarrollo inclusivo, debemos reconocer que los trabajadores son los verdaderos creadores de valor, y que sus intereses deberían tener un mayor protagonismo en los debates sobre ingresos y distribución de la riqueza.

En este sentido, la nueva postura del Partido Laborista británico resulta preocupante. Es un acto reflejo para apaciguar a los líderes corporativos y refutar las afirmaciones de que son “antiempresas”. Los laboristas han suavizado su compromiso, previamente declarado, de brindar mayores protecciones a los trabajadores independientes. Y, sin embargo, el crecimiento impulsado por la inversión y los derechos de los trabajadores no deberían verse como prioridades en competencia. Equilibrar la gestión corporativa con un compromiso hacia los trabajadores no solo es esencial para alcanzar un crecimiento inclusivo: ya se ha demostrado que impulsa la productividad y el crecimiento en el largo plazo.

La economía no crecerá por sí sola en una dirección socialmente deseable. Como lo subrayé hace diez años, el estado tiene un importante papel empresarial que desempeñar. Después de los recientes intentos de los gobiernos de reactivar sus economías tras la pandemia, está claro que todavía tenemos pendiente el desarrollar nuevos caminos sobre cómo lograr un crecimiento que sea no solo “inteligente”, sino también verde e inclusivo.

Los gobiernos necesitan rutas de política económica con objetivos claros que se basen en lo más les importe a sus pueblos y al planeta. El apoyo público para estos negocios debería estar condicionado a que se hagan nuevas inversiones que “aceleren y mejoren” el camino hacia una economía real más verde e incluyente. Piénsese en la Ley de CHIPS y Ciencias de Estados Unidos, que se propone impulsar la industria de los semiconductores local. La ley prohíbe el uso de los fondos para la recompra de acciones, y sería fácil de imaginar cláusulas adicionales que exijan que las utilidades futuras se reinviertan en formación de la fuerza de trabajo.

Sin embargo, para ayudar a orientar el crecimiento en la dirección correcta, los gobiernos también deben hacer inversiones orientadas a objetivos en sus propias capacidades, herramientas e instituciones. La externalización de capacidades centrales ha socavado su capacidad de responder a necesidades y demandas cambiantes, en último término reduciendo su potencial de crear un crecimiento y un valor público intencionados en el tiempo. Peor todavía, ya que las capacidades y experticia del sector público se han ido vaciando desde dentro, este se ha vuelto más susceptible para su captura por intereses creados.

Solo con las capacidades y competencias correctas los gobiernos podrán conseguir la movilización de recursos y la coordinación de iniciativas con empresas dispuestas a ir hacia esas metas en común. Para una estrategia industrial orientada a una misión se requiere que tanto el sector público como el privado funcionen simbióticamente. Si se hace bien, tal enfoque puede maximizar los beneficios públicos y el valor de largo plazo para las partes involucradas: el crecimiento impulsado por la innovación se convierte en sinónimo de un crecimiento inclusivo.

La pregunta que debiéramos estar haciéndonos no es cuánto crecimiento podemos lograr, sino de qué tipo. Para alcanzar una mayor producción económica que, al mismo tiempo, sea inclusiva y sostenible, los gobiernos necesitarán aceptar su potencial de ser creadores de valor y potentes fuerzas que dan forma a la economía. Si reorientamos las organizaciones públicas alrededor de misiones ambiciosas -en lugar de obsesionarnos sobre estrechas metas de crecimiento-, podremos estar a la altura de enfrentar los grandes desafíos del siglo veintiuno y tener la seguridad de que la economía crezca en la dirección correcta.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen



MARIANA MAZZUCATO, Professor in the Economics of Innovation and Public Value at University College London, is Founding Director of the UCL Institute for Innovation and Public Purpose, Chair of the World Health Organization’s Council on the Economics of Health For All, and a co-chair of the Global Commission on the Economics of Water. She is the author of The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy (Penguin Books, 2019), Mission Economy: A Moonshot Guide to Changing Capitalism (Penguin Books, 2022), and, most recently, The Big Con: How the Consulting Industry Weakens our Businesses, Infantilizes our Governments and Warps our Economies (Penguin Press, 2023). A tenth anniversary edition of her book The Entrepreneurial State: Debunking Public vs. Private Sector Myths (Anthem Press, 2013) will be published by Penguin in September.

Introducción al pensamiento de Douglass North: instituciones y cambio institucional. Comentario HHC


El análisis de Douglass North sobre las instituciones como el marco en cuyo interior ocurre la interacción humana, obra por la que le otorgaron el premio Nobel de Economía en el año 1993, sugiere que el cambio institucional juega un papel fundamental en el desempeño económico.

Douglass North[1] hace un esfuerzo por integrar el análisis institucional a la ciencia y a la historia económicas en un intento por mejorar nuestro entendimiento sobre el pasado, en la medida que se le considere como historia de la evolución institucional.

Su análisis (1993) enuncia qué son las instituciones y cómo se diferencian de las organizaciones; se interna en la naturaleza de las instituciones económicas y políticas, cómo cambian y sus consecuencias en el desempeño económico. Esbozando así, un nuevo examen, en general, de la teoría social y del cambio histórico, y en particular, una nueva comprensión de la economía política. Su objetivo primordial es edificar un marco analítico básico para el desarrollo y creación de una teoría del cambio institucional.

El problema central recae en la colaboración humana que permite a las economías aprovechar sus ventajas comparativas en el proceso de intercambio y en los medios institucionales que propiciaron soluciones conjuntas al desempeño económico.

El pasado, el presente y el futuro están conectados, dice North, por obra de la continuidad de las instituciones de la sociedad en el tiempo; las elecciones de colaboración que tomamos en el pasado conforman nuestro ahora presente, así mismo, nuestro futuro; es un ejemplo de su modo de enfocar los problemas.

Así mismo, su estudio procura explicar la evolución de los marcos institucionales que inducen al declive o al fracaso económico. No toda colaboración humana es socialmente productiva (North, 1993). El objeto principal del estudio de las instituciones y de su evolución en el tiempo, es lograr una compresión del desempeño diferencial de actividad económica (o social) de los países con una visión histórica.

1. Instituciones

Formalmente las instituciones son las limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la interacción humana (North, 1993), es decir, las instituciones son las reglas del juego. Estructuran incentivos y castigos que configuran el comportamiento humano ―social, anti-social, sea político, económico o de otra índole― en una sociedad.

Las instituciones definen y limitan el conjunto de elecciones de los individuos, proporcionan una estructura para dar forma a la interacción y constituyen una guía para la vida diaria.

North (1993) justifica la creación, existencia y función principal de las limitaciones institucionales porque reducen la incertidumbre, estableciendo una estructura estable (no necesariamente eficiente), dinámica, en constante cambio, por consiguiente, las instituciones alteran continuamente el alcance de las elecciones, incluyendo todo aquello que se permite y prohíbe hacer a los individuos y configuran el marco en cuyo interior ocurre la interacción humana (North, 1993).

De modo tal que, cuando hacemos una transferencia interbancaria, rentamos un apartamento, pedimos un préstamo hipotecario, compramos un seguro de auto, apostamos en el casino, invertimos en la bolsa, compramos bonos del gobierno, o vamos al mercado sabemos cómo realizar estas actividades o podemos averiguarlo fácilmente. Lo anterior puede cambiar dependiendo del entorno, del contexto geográfico y del momento histórico.

Una parte esencial del funcionamiento de las instituciones estriba en conocer las normas y las consecuencias de violarlas (North, 1993). Es decir, depende tanto de la eficacia en el monitoreo y el tipo de obligatoriedad en el cumplimiento del conjunto de normas y códigos de conducta establecidos, como en la efectividad y severidad en la aplicación de castigos correctores cuando el grado de permisibilidad acepta violarlos.

1.1. Instituciones formales

Son normas que idean los humanos, las crean, como las constituciones políticas de los Estados, leyes estatutarias, derecho escrito, contratos; o bien, evolucionan simplemente a lo largo del tiempo, como el derecho consuetudinario (North, 1993).

1.2. Instituciones informales

Son acuerdos y códigos de conducta generalmente no escritos, que subyacen y complementan a las normas formales (North, 1993); como pueden ser las tradiciones, los usos y las costumbres.

1.3. Organizaciones

Al igual que las instituciones, las organizaciones u organismos proporcionan una estructura a la interacción humana. La distinción conceptual entre instituciones y organizaciones consiste en reglas y jugadores (North, 1993). Hacer la separación en el análisis institucional de, las normas subyacentes al juego y las estrategias de los jugadores es indispensable para entender la teoría de las instituciones.

Las instituciones proporcionan las reglas que definen la formas en que se desarrollará el juego. Pero en el juego intervienen equipos o grupos de individuos, y sus objetivos están determinados por una combinación de estrategias, aptitudes y coordinación en su comportamiento (limpio o sucio) dentro del conjunto de reglas. La modelación de las estrategias y las aptitudes de los equipos es un proceso separado, diferente, que coexiste a la creación y evolución del conjunto de normas de comportamiento (North, 1993).

Las organizaciones son grupos de individuos enlazados por una identidad y un objetivo en común. Se crean con un propósito deliberado, incluyen todo tipo de cuerpos políticos, cuerpos económicos, sociales, y órganos educativos; su creación, éxito y evolución en el tiempo dependerá de cómo fueron diseñados con las limitaciones existentes y analizando estructuras y capacidades de gobernanza, fundamentalmente determinados y subyacentes al marco institucional (North, 1993).

A su vez, el desarrollo de los organismos influye, como agentes de cambio, en la evolución del marco institucional. La interacción entre las limitaciones creadas por las instituciones y los empeños de los organismos por alcanzar sus objetivos constituyen la fuente principal del cambio institucional.

La definición que hace North (1993) de las instituciones como limitaciones al comportamiento autoimpuestas[2] resulta complementaria a la versión neoclásica de toma de decisiones con fundamento en elecciones individuales.

Las limitaciones que los humanos se imponen a sí mismos se presentan como generalistas en la visión del enfoque teórico de North, se construye sobre supuestos e hipótesis con una consistencia lógica y un grado de comprobación potenciales. Sin embargo, la fuerza de la teoría microeconómica estándar está construida sobre supuestos poco realistas de la conducta humana como la información completa y la racionalidad ilimitada de los individuos, o que siempre buscan maximizar su utilidad motivados por el interés propio[3].

Si los mercados son eficientes, entonces las elecciones siempre serán eficientes, es decir, que los actores siempre tendrán modelos verdaderos, porque si fuesen inicialmente incorrectos la retroalimentación de la información, los corregirían (North, 1993).

Pero esa versión del modelo del agente racional nos ha extraviado, dice North, porque es muy común que los actores tomen decisiones buscando el mayor beneficio conforme a percepciones ―que tengan de los organismos (políticos y económicos) dentro del marco institucional―, es decir, información incompleta y que procesen la información recibida mediante mecanismos racionales de los que pueden devenir persistentemente consecuencias ineficientes (North, 1993).

Las elecciones con base en percepciones dependen fundamentalmente tanto de la información recibida como de la forma en que procesan esa información.

El trabajo de North representa, en cierto sentido, un intento conciliador en la investigación, porque integra las limitaciones institucionales a las elecciones individuales, para edificar una teoría de la conducta humana con un enfoque unificador.

2. Cambio institucional

El cambio institucional proporciona un marco histórico para explicar cómo influye el pasado en el presente y en el futuro. Es la clave para entender el cambio en el tiempo, porque conforma la estructura evolutiva de una sociedad a lo largo del tiempo (North, 1993).

Al margen de la historia de los hechos económicos, los cambios pueden ser tan lentos y marginales, que resulte difícil percibirlos, lo que hace de la necesidad de voltear hacia atrás algo inescapable.

El cambio institucional es un proceso complicado, generalmente de modo incremental y no de modo discontinuo (North, 1993), puede ser consecuencia de diferentes cambios en las normas formales, limitaciones informales, diversas clases de efectividad y observancia coercitivas.

El cambio incremental que ejemplifica North (1993) proviene de alterar en un cierto margen el marco institucional existente, por parte de actores económicos (empresarios) que sus percepciones en organismos políticos y económicos les indica que podrían redituarles mejor con esta alteración.

Aunque las normas formales pueden cambiar de un día para otro (decisiones políticas, leyes estatales, normas jurídicas), existe una encrucijada al cambio incremental, que es la resistencia al cambio por parte de los individuos resultante del encajonamiento y la poca penetración de las políticas deliberadas en las normas informales (códigos de conducta, usos y costumbres, tradiciones, etc.) de las sociedades; que puede resultar en un cambio discontinuo (tales como revolución y conquista); aunque nunca son totalmente discontinuos (North, 1993).

Partiendo del mismo origen (que todos descendemos de grupos primitivos de cazadores y recolectores), estas limitaciones culturales son las conexiones entre el pasado, presente y futuro, representan las divergentes vías y dispares características del desempeño económico entre naciones y proporcionan la clave para descifrar el acertijo del cambio histórico (North, 1993).

3. Desempeño económico

Hoy en día la brecha entre las principales naciones industriales, desarrolladas, ricas y las no desarrolladas y pobres, es tan abrumadora como nunca. Hemos evolucionado hacia regiones y sociedades con características radicalmente diferentes (étnicas, culturales, políticas, económicas, etc.).

A pesar de ser cierto el hecho de que existe convergencia entre algunas naciones, las divergencias resultan aún más perturbadoras cuando la teoría estándar del comercio internacional, daban por sentado que las economías que comerciaban bienes, servicios y factores productivos al mismo tiempo, convergerían gradualmente (North, 1993).

El principal acertijo en la economía política y que, diferentes hipótesis intentan explicar es ¿qué explica la existencia de disparidades tan grandes entre sociedades y qué condiciones producen las tendencias hacia el bienestar o el estancamiento por largos periodos de tiempo?

La hipótesis evolucionista de Alchian (1950) sugiere la sobrevivencia de las instituciones más fuertes y mejor adaptadas a la competencia ubicua y descartaría a las inferiores (North, 1993).

La hipótesis inicial de North (1973) afirmaba que la “eficiencia” de las instituciones era determinante del desempeño económico y que sus cambios eran la fuente del cambio institucional. Después (1981) abandona el punto de vista de la eficiencia de las instituciones y aunque explica la existencia de instituciones típicamente ineficientes por el modo imperfecto y el empeño de los actores a interpretar su medio y realizar elecciones que les permita entender las complejidades de los problemas que enfrentan, pueden llevar a la persistencia de esas instituciones ineficientes; pero no explica por qué las presiones competitivas no las llevaron a su extinción.

North (1993) lo explica con la diferenciación entre la estructura incentivadora de las instituciones y las organizaciones. Las limitaciones institucionales junto con las limitaciones ordinarias de la teoría económica determinan las oportunidades que hay en una sociedad y las organizaciones son creadas para aprovechar esas oportunidades.

Así mismo, integralmente la evolución de los organismos, alteran y modifican a las instituciones (North, 1993). La evolución del entrelazamiento producto de la interacción simbiótica entre instituciones y organizaciones, y el proceso de percepción, reacción y retroalimentación humana ante los cambios que se dan en el conjunto de oportunidades, determinan la dirección del cambio institucional.

El nacimiento de organismos particulares de cambio, resultantes de las limitaciones institucionales formales e informales, es decir, que son producto de los incentivos contenidos en la matriz institucional y que, por consiguiente, dependen de él; esto genera resultados cada vez mayores de entrelazamiento. De manera tal, North presenta un planteamiento con una visión orgánica cercana a la de Alchian (1950), que intenta dar luz a la solución del acertijo clave de la economía.

Para ampliar la exposición del cambio institucional podemos representar el contraste entre vías exitosas y de fracasos persistentes, como los plantea North.

Por ejemplo, la evolución del marco institucional básico de principios del siglo XIX indujo el desarrollo y evolución de organismos económicos y políticos cuyas actividades maximizadoras aumentaron la productividad y el crecimiento económico (North, 1993). Del mismo modo, el cambio institucional crea oportunidades y el marco institucional subyacente, refuerza incentivos contrarios al crecimiento.

El aprovechamiento de las oportunidades por parte de los organismos políticos y económicos, alteraron gradualmente el marco institucional y los volvió más eficientes. Al finalizar el siglo XIX se modificaron las estructuras de los derechos de propiedad y muchas normas de conducta y limitaciones informales (North, 1993).

Tanto los costos de transformación política y económica como las percepciones subjetivas de los actores resultaron en elecciones que no siempre fueron eficientes o unidireccionales hacia el éxito y aunque la historia económica del siglo XIX es de crecimiento económico, a veces tuvieron consecuencias adversas al desarrollo.

También habría que explicitar que el aprovechamiento de las oportunidades frecuentemente provino de la creación de tarifas, explotación de esclavos, trabajo pesado, comercio y empresas monopólicas, creación de Congresos y organismos políticos en defensa de los derechos de propiedad privada, etc., con consecuencias no previstas por los organismos, resultando en instituciones que indujeron una mezcla de incentivos que aumentaron o que redujeron la productividad (North, 1993).

Estas son las condiciones reinantes que han caracterizado la mayor parte de la historia económica mundial, y estas puede subsistir, los organismos que se desarrollen es este marco institucional se volverán más eficientes en hacer a la sociedad más improductiva y a la estructura básica de instituciones y organizaciones mucho más apropiada para acrecentar el crecimiento diferencial entre naciones (North, 1993).

Reforzar los incentivos de manera persistente por parte del marco institucional, para que las organizaciones participen en actividades productivas en vez de las improductivas, no es la panacea para resolver las contradicciones y desvanecer los contrastes. El fundamento teórico que North nos presenta desdoblando los contrastes encajados en la historia del desenvolvimiento de la humanidad hace que el análisis integrador y plural cobre importancia.

Autor: José Manuel Ortega Urbina*
Facultad de Economía
Universidad Nacional Autónoma de México

Referencias:

[1] Premio Nobel de economía 1993. Sus trabajos fueron relevantes utilizando las contribuciones de la economía, sociología, la ciencia política para comprender los comportamientos sociales; abrió nuevas perspectivas a la investigación histórica y extendió la aplicación de la economía para la nueva forma de abordar la historia. Nació en Cambridge, Massachusetts, EE.UU. (1920). Hizo el bachillerato en Ottawa, Canadá; estudió la licenciatura en la Universidad de California en Berkeley (1942) y se doctoró en la misma institución (1952); fue profesor en la Universidad de Washington en Seattle (1951-1983); profesor de Law and Liberty y dirigió el Center in Political Economy de la Universidad de Washington en St. Louis; fue coeditor del Journal of Economic History (1960-1966) y presidió la Economic History Association (1972-1973) (Das Neves, 2006)

[2] Las instituciones son una creación humana, evolucionan y son alteradas por humanos

[3] Véase la Economía del Comportamiento: Herbert Simon (1956, 1976, 1987); Kahneman y Tversky (1979); Kahneman (2003, 2011); Thaler y Sunstein (2008); Thaler (2016).

Alchian, A. (1950). Uncertainty, Evolution and Economic Theory. Journal of Political Economy, 58(1): 211-221.

Das Neves, J. (2006). Los Premios Nobel de Economía: (1969-2005), Ediciones Pirámide.

North, Douglass. (1993) Instituciones, Cambio Institucional y Desempeño Económico, México: Fondo de Cultura Económica, Cap. 1, pp. 13 – 22. HHC: Negritas nuestras

Comentario HHC:  A pesar de que la práctica económica nuestra, refleja un " gigantismo" en números y tamaños de ministerios y otras estruturas, comparado con cualquier país que tenga una economía varias veces superior a la nuestra, donde se refleja, ademas,  un personal " indirecto" fuera de toda proporción, y hasta reconocido por el propio ministro de economía Alejandro Gil, todo permanece en el inmovilismo y la falta de resultados, o de aplicación de criterios de racionalidad económica.

Hay una parte de la burocracia que es improductiva, digamos hasta parásita y de multinivel,  en nuestro país , que rebasa los limites de lo necesario, e impide " el  ( eficiente) desempeño económico" , por lo que  cabe preguntarse, ¿ si por eso, no se quiere ni análisis crítico ni de las instituciones ni de las estructuras?.

P.D Agradezco la colaboración del amigo Rafael Alhama Belamaric