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Por Germán Sánchez Otero
Del Dossier «A estas alturas del Partido»
Expresaré mis opiniones sobre el VIII Congreso del PCC y otros temas de la actual realidad cubana, desde el humilde “sector de fuego” de un militante revolucionario. Como muchos compatriotas, deseo contribuir a la solución de problemas que afectan a nuestra nación y no solo los del ámbito específico donde existimos y actuamos. Utilizaré números para identificar las ideas y sugerencias, sin jerarquías. Intentaré ser claro y directo.
Premisas de los criterios y propuestas
1 Los discursos de Raúl y Díaz–Canel en el VIII Congreso, aportan una guía política actualizada del Partido y la Revolución. Abordan líneas de solución a un amplio repertorio de problemas, varios muy calientes, e incitan a gestar nuevas reflexiones y acciones. Tales atributos no excluyen que existan aspectos polémicos y temas ausentes, u otros insuficientemente evaluados.
Miles de opiniones escuchadas en las colas, en otros ámbitos colectivos y entre amigos, familiares y compañeros, o leídas en numerosos foros digitales, me inclinan a pensar que hoy la mayor parte del pueblo más que en discursos tiene la atención centrada en las actuaciones y los hechos con resultados.
2 El Congreso ratificó que el PCC solo podrá guiar al pueblo si este siente que es parte medular suya, que existe para servirlo y lo conduce, obedeciéndolo, hacia metas diáfanas que tengan desenlaces exitosos inmediatos, y no solo tras objetivos de largo plazo.
3 Esta es la coyuntura más peliaguda que ha vivido la Revolución, luego de su vertiginosa epopeya de los años 1960. La actual crisis es incluso más álgida que la del Período Especial, en sus peores momentos entre 1991 y 1994. Sus causas y efectos, las circunstancias que la rodean, y los disímiles pronósticos sobre su evolución se entrelazan y refuerzan entre sí, suscitando desesperanza en mucha gente.
Por consiguiente, urge romper y superar la espesura de pesimismo e incertidumbre extendida en numerosas personas del pueblo revolucionario y patriota. Eso paraliza, debilita, puede generar soluciones individuales desesperadas y es un terreno fértil para que prosperen diversas hierbas nocivas y los planes subversivos del imperio.
4 Tal complejidad obliga a encarar y resolver con mayor celeridad problemas acuciantes y a reducir déficits acumulados durante décadas. Al tiempo que fuerza a desembarcar pesados lastres, incluidos cuadros políticos y estatales incapaces de afrontar los nuevos tiempos. Ello ha comenzado a ocurrir, aunque no todo lo necesario ni a la velocidad requerida.
No habrá soluciones mágicas: la mayoría de las personas lo saben. A la par, ellas exigen que se desplieguen cortafuegos frente a los diversos “incendios” existentes a lo largo y ancho de la Isla, a veces en unos lugares más que en otros. Por ejemplo, la escalada abrumadora de los precios de los alimentos y de otros artículos de primerísima necesidad, la sensible escasez de medicamentos, el incremento de la corrupción, las mini mafias relacionadas con negocios ilícitos, las ineficiencias y debilidades de cuadros de dirección y las insuficiencias de instituciones a diferentes niveles…
No basta con tener excelentes documentos que definen las metas económicas y sociales en el mediano y largo plazo, y conceptos teóricos sobre nuestra transición socialista. Incluso esto puede ser un arma de doble filo en el terreno ideológico y político, sino se alcanzan frutos tangibles –nacionales y locales– que susciten certezas en la mayoría de los ciudadanos de que es posible remontar la situación y avanzar.
Un ejemplo emblemático de signo positivo, es el efecto múltiple que tiene en nuestro pueblo el éxito de los cinco candidatos vacunales, uno ya aprobado, y el avance de la vacunación. Hay otros –no muchos–, pero ninguno tan relevante.
Nuestro orden constitucional e institucional y los documentos rectores aprobados por el PCC, aunque pueden y deben ser enriquecidos, o incluso modificados en parte, conforman una carta de navegación certera. Lo decisivo ahora es capitanear el barco a la mayor velocidad que permita la “tormenta perfecta”, para salir de su zona más riesgosa.
La crisis lleva adentro el embrión de un ciclo virtuoso, cuya evolución dependerá sobre todo de cómo ella sea timoneada. Este vaticinio lo podría hacer suyo buena parte de la población, una vez que perciba hechos convincentes que tiendan a revertir la situación. Hoy esto no es así.
5 La mayoría de los ciudadanos entienden que el bloqueo secular, las medidas draconianas de Trump que lo extreman y la pandemia, son causas esenciales de los graves problemas que padecemos. Pero también muchos coincidimos en que no son las únicas. Prevalece la opinión en el pueblo de que debemos centrarnos en cambiar y mejorar todo lo que está al alcance del país, y no convertir tales realidades de origen foráneo en pretextos para justificar deficiencias y errores endógenos, de antes y de ahora.
Sin olvidar lo que siempre enfatiza Díaz–Canel: no cansarnos en reiterar nuestros argumentos frente a esa política genocida del imperio. Razones y evidencias, sí, bien formuladas y convincentes; pero nunca encubrir errores e ineficiencias so pretexto del bloqueo.
6 Resistir y avanzar son dos verbos clave. A la par, es menester exaltar otra idea: hacer ambas cosas sin extraviar el rumbo. Evitar que los desesperados contagien a los demás con su pánico y pretendidas soluciones mágicas; o las “sirenas” seduzcan a los marineros con hermosos cantos, y ellos salten a la mar para disfrutarlos mejor y terminen ahogados en el intento.
No se trata de taparse los oídos con cera derretida o amarrarse al mástil del barco, como hiciera Ulises para evitar sucumbir a tales cantos. Hay que escuchar y ver todo. Nunca sujetarse a algo rígido y no perder jamás la iniciativa. Actuar con holgura y rapidez, siempre desde la lucidez y el consenso de amplias mayorías. Rechazar fatídicas seducciones, que en estos tiempos de prolongada oscuridad pueden ser percibidas como únicas luces posibles y males menores.
7 Se ha colocado en primer plano, con razón, la dimensión económica de la crisis. También los conceptos, políticas y mecanismos a emplear para solucionarla y continuar la senda del desarrollo. Son loables al respecto, los aportes a título personal formulados por destacados economistas cubanos de varias generaciones, entre ellos algunos ex ministros. El tema de la reforma económica (“actualización del modelo económico y social” en el discurso oficial) ha sido el eje en torno al que han girado muchos de sus textos.
Es honroso destacar la perseverancia y lealtad de casi todos esos especialistas, quienes no han cejado en su empeño de proponer a la dirección del país fórmulas económicas que ayuden a tomar decisiones certeras. Por ejemplo, la idea de que la reforma se conciba y aplique de modo integral y secuencial; la armonía entre los diferentes actores económicos, el énfasis en el papel dinamizador de las Mpymes y los perjuicios que comporta la demora en la ejecución de importantes conceptos y lineamientos, aprobados desde el VI Congreso del PCC.
8 Sin desdeñar la relevancia de la economía, es primordial valorar la integralidad de la crisis, guiarnos por nuestros consensos sobre la transición socialista en Cuba y encontrar soluciones entrelazadas. Las teorías y mecanismos económicos, es menester armonizarlos con y subordinarlos a las directrices de la estrategia política.
En los últimos tiempos han aumentado las voces de economistas y de otros ciudadanos, todos comprometidos con la Revolución, que promueven para Cuba el modelo del “socialismo de mercado” y otros conceptos y prácticas que rigen en China y Vietnam.
Es lógico que tales experiencias exitosas resulten atractivas e incluso deslumbren, en medio de nuestra descomunal crisis. Por supuesto, es necesario conocerlas, ponderarlas y recrear los elementos que resulten adaptables a nuestras concepciones sobre la transición socialista. Así ha actuado, según aprecio, el liderazgo de la Revolución y es la opinión que predomina en la mayoría de nuestros economistas, sobre todo los que han estudiado esos dos países socialistas asiáticos.
Hay que calibrar los tres procesos históricos particulares, la evolución de las respectivas formaciones económico–sociales, las especificidades culturales, los contextos geopolíticos y geoeconómicos, la magnitud poblacional, los niveles de desarrollo de cada sociedad en las vísperas de las reformas, los éxitos, errores y experiencias de cada proceso antes de iniciarse y durante sus respectivas reformas, entre otros factores y circunstancias que permitan identificar lecciones útiles.
Pero copiar sería suicida. Aquí vale el apotegma de Simón Rodríguez: “O inventamos o erramos”. Basta con el equívoco de haber creído alguna vez que allende el Atlántico habían descubierto cómo crear el socialismo. Todavía hoy perduran nocivos vestigios del calco que hicimos del mal llamado “socialismo real”, incluso en nociones y prácticas del PCC y del Estado.
Tenemos experiencias y sabiduría –el pueblo y su liderazgo político e intelectual–, para no dejarnos confundir con ideas que busquen hacernos creer que la Tierra Prometida se encuentra, esta vez, allende el mar Pacífico.
9 En medio de las angustias provocadas por la excepcional crisis, es juicioso recordar que Cuba detenta un legado de logros sociales, políticos (endógenos y externos), militares, económicos, científicos, culturales, deportivos, éticos, morales y ecológicos, frutos de nuestra concepción sobre el socialismo y de infinidad de experiencias acumuladas durante más de sesenta años. Y ello, sin minimizar los errores, deficiencias, problemas y vulnerabilidades de la Revolución, que hoy son más visibles que nunca y eso también puede ser una oportunidad para avanzar en su superación.
Entre los desatinos, lo reitero, están los componentes que copiamos del modelo soviético. Pero también es destacable la capacidad de nuestro proceso revolucionario para seguir adelante al cabo de evaporarse aquellos “aliados estratégicos” hace treinta años. ¿Acaso no es excepcional haber sobrevivido a la hecatombe del “socialismo real” –cuando nadie en el mundo lo creía posible– y poder además evaluar las causas y consecuencias de ese desenlace? Esto último, por cierto, encierra importantes lecciones pendientes de identificar por el PCC para extraer moralejas útiles.
10 El Congreso actualizó los dos documentos que conforman la visión teórica (Conceptualización…) y los lineamientos económicos y político, sustentados ambos en ese cúmulo de experiencias y en el pensamiento colectivo en Cuba durante más de seis décadas. Empleados de manera cabal –por ende, sin rigidez doctrinaria ni manipulaciones–, ellos integran una guía para avanzar hacia el socialismo deseado y posible.
A la par, es legítimo preguntarse: ¿Por qué si disponemos de definiciones tan claras del PCC y de numerosos aportes del liderazgo histórico de la Revolución, se han cometido tantas pifias en su implementación? ¿Cómo explicar los errores y desviaciones que han afectado con severidad el avance y la calidad de la ejecución del proyecto de nación consensuado: soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible?
Esos magnos valores y objetivos son la razón de ser del Partido, y a ellos consagra su fuerza política y moral. En el VIII Congreso se formularon evaluaciones críticas sustantivas que responden en parte la interrogante de marras, pero aún queda tela para cortar.
Es recomendable no obviar la diferencia entre las decisiones sabias y las inteligentes: estas encaran los problemas y los resuelven; las decisiones sabias los evitan.
Nuestro Partido debiera proponerse actuar siempre con sabiduría, en el sentido que la definió Bolívar: creer más en los consejos del pueblo que en las opiniones de los sabios. Y más aún, añado, si en vez de sabios son funcionarios de aparatos burocráticos, necesarios para dirigir pero cuyas opiniones es conveniente escuchar y ponderar, sin depender de ellos a ultranza.
11 La garantía para avanzar en la ruta socialista deseada (la estrategia), es el protagonismo democrático del pueblo. ¿Quién lo niega? Sin embargo, con frecuencia ese concepto se entiende y aplica de maneras diferentes, y suele emplearse como un comodín de la retórica política (“el papel de las masas”, “la vinculación con las masas”….).
Existen interpretaciones y quehaceres (o ausencia de ellos) sobre la llamada “participación popular”, que no se corresponden con las definiciones del Partido y las normas de la Carta Magna. Hay insuficiencias y errores de la Revolución desde los años 1960, por consiguiente del sistema de poder que le es inherente, asociados a incomprensiones y desatinos prácticos sobre la democracia socialista por parte de las instituciones del Estado, de la sociedad civil y del Partido.
¿Acaso ello se debe a la necesidad de enriquecer y/o precisar algunas ideas, relacionadas con la teoría y el ejercicio de nuestra democracia? Opino que sí.
Es indispensable crear una cultura democrática en toda la sociedad. Y ello supone que sus valores y códigos (las “reglas del juego”) se interioricen al máximo en todxs o la mayoría de lxs ciudadanxs. Aunque se ha erigido una base conceptual política y jurídica, hay que lograr que se conozca y se aplique con rigor por todos los actores del Estado, del sistema político y de la sociedad civil. El programa de televisión Haciendo Cuba es un loable ejemplo, pero resulta apenas un abrebocas de lo que es necesario realizar.
¿Qué papel real desempeñan al respecto nuestros sistemas de comunicación social y de educación? ¿Qué aportan las organizaciones políticas, de masas y sociales? ¿Y las instituciones del Estado, en particular el Poder Popular? ¿Qué se hace en las comunidades, en los centros de trabajo y estudiantiles, y en todas partes, para que la gente conozca y domine al máximo posible los derechos y deberes de los ciudadanos establecidos en la Carta Magna y las consecuencias de sus eventuales violaciones?
La consulta al pueblo del proyecto de Constitución y el proceso de su discusión y aprobación posterior, fue un momento estelar. Ahora es menester no dormirnos en los laureles.
12 El tema de la democracia en la transición socialista cubana, acumula experiencias positivas y negativas diversas y está respaldado por nociones esenciales. Pero con humildad y a la vez con sincera preocupación, opino que no está agotado y requiere de una atención aún más priorizada, que permita afinar y robustecer su sustento teórico y los modos prácticos de sustanciarlos. De ello dependerá, en decisiva medida, que podamos salir de esta crisis inédita. Y avanzar con más rapidez y mayor calidad en todas las esferas de la sociedad.
Me llama la atención, por ejemplo, que el Compendio de ideas, conceptos y directrices del VIII Congreso (y ello pareciera que es reflejo del Congreso) solo dedica tres párrafos genéricos al tema de la democracia, mientras que al capítulo Política de cuadros consagra cinco páginas y media.
13 La unidad es una clave ineludible y sagrada en la historia de la nación. Por consiguiente, nadie debiera convertirla en pretexto para barrer los problemas y fallas debajo de la alfombra.
Sólo respetándose el papel del pueblo como actor principal del proceso real en que se adoptan las decisiones (y no apenas un sujeto de consultas) y siendo el primer protagonista de la ejecución y control de estas, tendremos la capacidad para salir del laberinto. Ello supone tener la capacidad para interpretar raudo sus opiniones a fin de enmendar a tiempo errores, debilidades e incoherencias, y enfrentar con eficacia a nuestros enemigos.
Cuando sobrevino la crisis de los 1990, Fidel enarboló un reto histórico: salvar la Patria, la Revolución y el Socialismo. Por cierto, no solo en Cuba, también salvar el paradigma universal: dimensión esta que no debiéramos jamás soslayar.
Tal disyuntiva es hoy del mismo porte, y me atrevo a afirmar que los riesgos son aún mayores. Salvar la Patria, la Revolución y el Socialismo supone amplitud de miras, sumar a todos los ciudadanos que respeten la Constitución.
Por eso resulta indispensable forjar el consenso sobre bases inclusivas en todos los quehaceres de la sociedad, porque lograr el entendimiento de la mayoría es siempre muy difícil. Debemos aspirar a ello, y hacer lo necesario para que así sea. Esta idea de Fidel, expresada en su discurso a los intelectuales en junio de 1961 ilumina: “La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios”.
Tal concepto se corresponde con innúmeros ejemplos positivos desde aquel año. Pero también existen otros donde ha imperado lo contrario: acciones erráticas que han propiciado distanciamientos y rupturas evitables, incluso de personas identificadas con la Revolución. Sería beneficioso rectificar los casos que han ocurrido en los últimos años, algunos con implicaciones públicas dañinas para la Revolución, y aún es posible rectificar. El Partido debiera conducir esa sanación. Y la Uneac, el MES y la Upec, por ejemplo, deberían identificar los de su ámbito.
14 Nunca como en este tiempo han existido en nuestro archipiélago tantos debates y cruce de ideas. Enhorabuena. En todas partes y a todas horas se delibera. Las redes sociales y otras vías de comunicación no presencial, han multiplicado “n” veces lo que siempre ha sido inherente a los cubanos. Alegrémonos, pues ello contribuye a enriquecer nuestra democracia.
15 La tenaza imperial apretada in extremis en los últimos años, los embates de la pandemia, el impacto en nuestra economía del cerco criminal a Venezuela y los déficits acumulados por nuestra accidentada transición socialista, unido a la lentitud y zigzagueos en la adopción de ciertas decisiones para remozar el modelo económico y político, todo junto, ha creado una especie de rompecabezas muy difícil de armar. Tanto, que muchas personas creen que ya no será posible lograrlo.
Tales compatriotas escépticos –y muchas veces confundidos– forman un conglomerado muy importante, y el Partido debiera priorizar su atención en todas partes. Sin sumar esa población a la gran fuerza unida que se requiere para empujar la Revolución, en estos tiempos en que tantos vientos soplan en contra, será imposible salir de la crisis y avanzar.
El VIII Congreso y el Partido
16 Resulta obvio que la dirección de la Revolución decidió organizar este Congreso, basándose sobre todo en la estructuras del Partido a nivel central, en la experiencia acumulada por los líderes y cuadros políticos y del Estado y en la amplia información que ellos manejan. Además, las decisiones y el desarrollo del evento fueron pensados y calibrados con tiempo, lográndose resultados a tono con la nueva etapa que se desea emprender.
Sin embargo, considero que se perdió una oportunidad para poner en práctica algunos de los conceptos formulados con suma claridad en los respectivos discursos de Raúl y Díaz–Canel. Entre ellos la necesidad de lograr la mayor participación y el más amplio consenso posibles del pueblo y el Partido en los procesos de toma de decisiones, para nutrir la unidad deseada y enriquecer los nexos biunívocos del Partido con el pueblo.
17 El formato empleado para el VIII Congreso no permitió conocer y aprovechar en toda su riqueza el caudal de ideas y aportes posibles de los 700 mil militantes, sobre los diferentes temas y problemas que debía abordar el cónclave. Y contribuir con ello a sus decisiones finales.
Como ocurrió en congresos anteriores, este se hubiese beneficiado con la sabiduría de todos los miembros del PCC y del pueblo revolucionario y patriota, y ello habría ayudado a mayores niveles de consenso y unidad, tan necesarios en este tiempo. También a la retroalimentación de los nexos del Partido con el resto de la ciudadanía y su papel como fuerza política dirigente superior de la sociedad y el Estado. Mandato constitucional muy difícil de cumplir y que obliga al PCC a una conexión permanente con el pueblo. Creo que las limitaciones impuestas por la pandemia, si esa fue la razón, debieron (y podían) sortearse con creatividad realista.
18 Hasta donde conozco, el Congreso no despertó elevadas expectativas o especial interés en la población previo a su realización. El sistema de medios de información no contribuyó a que fuese de otro modo. La divulgación fue parca. Ni el día en que comenzó, se sabía cuándo se conocería lo que allí ocurriría, si habría transmisión directa o diferida y el momento de esta. La noticia es que no había noticia.
Los discursos de Raúl y Díaz–Canel ayudaron a revertir esta situación, aunque no del todo. A partir del 27 de mayo se aprecia que existe un plan para mantener vivo el Congreso, con la publicación del Compendio…, el inicio de las reuniones presididas por Díaz–Canel en las provincias y las dos Mesa Redonda realizadas cada vez con tres miembros del Secretariado. Esto último, un hecho inédito. También el discurso final de Díaz–Canel del 22 de mayo en una reunión nacional de cuadros, es aleccionador y complementario del Congreso. Sin embargo, divulgar esos y otros eventos oficiales no es suficiente.
Los órganos de comunicación debieran ser cajas de resonancia de las voces y ecos de las bases. Los asuntos a divulgar requieren tratamientos informativos y analíticos diversos, sin apologías, lugares comunes ni ausencia de problematicidad. El proceso que activará el Compendio…, es una oportunidad para tales fines. Esperemos que los responsables de dirigir los medios y nuestros periodistas aprovechen la ocasión para rectificar los errores señalados por Raúl en su discurso. Hasta hoy –noventa días después– no es así.
Considero que la principal responsabilidad de que ello suceda recae en la dirección del Partido a nivel nacional y en las provincias. Hasta ahora, las informaciones divulgadas sobre las reuniones de los comités provinciales del PCC son omisas, iguales o muy semejantes a las de siempre. Tal vez, reflejan lo que efectivamente ocurrió en ellas. Y eso sería peor.
¿No podría ser novedoso y enriquecedor que el Secretariado también realice reuniones con núcleos del Partido y colectivos de ciudadanos en las bases, para escuchar de forma directa, “pura”, los criterios de la militancia y la población?
Siempre me ha llamado la atención, la ausencia de informaciones en los medios de comunicación sobre las actividades del Partido en los centros de trabajo y en las comunidades.
Pareciera que los núcleos y los militantes no existen en la prensa. Su expresión pública es invisible. Incluso en el diario Granma, órgano oficial del PCC, no se refleja el quehacer de los núcleos, sus aportes, experiencias, errores y aciertos. El Partido es, en tal sentido, una especie de logia.
No recuerdo tampoco que en las telenovelas, películas y series de ficción cubanas, y en otros programas de la televisión y la radio, existan personajes que sean militantes del PCC y núcleos del Partido.
¿Cómo explicar esos misterios? Dejo el tema para pensar… En todo caso, opino que el Partido tiene que mostrarse tal cual es en los medios de comunicación. Y propiciar con el respeto debido a los creadores audiovisuales, que estos incluyan en sus obras, siempre que resulte consustancial a la trama, la actividad de los núcleos y personajes que sean militantes, con virtudes y defectos, tal cual ocurre en la realidad.
19 La importancia del Congreso, amén de su valor histórico como hito de la continuidad, debiera ser explicada con mensajes atractivos, que revelen hechos e ideas comprensibles y creíbles. Urge hacer trizas la rutina y el lento ritmo burocrático de las decisiones. Todos lo sabemos: El tiempo en la política, como en la guerra, es una cuestión esencial. Ganar o perder una batalla, o complicarla y hacerla muy riesgosa, muchas veces depende de ello. Ejemplos existen para escoger, dentro y fuera de Cuba, recientes y pasados.
Si el Partido es el único sucesor posible de nuestro Comandante en Jefe, como bien proclamara Raúl, hay una frase que Fidel solía repetir –y practicar– ante los retos y dificultades, que debiéramos asumir hoy más que nunca: “No se puede perder un minuto…”.
20 Es difícil opinar sobre la composición de los delegados al Congreso, de los miembros del Comité Central y del Buró Político, pues a saber no se han divulgado los datos biográficos esenciales de todos ellos. Aunque los dirigentes principales reelectos o provenientes de otros cargos relevantes, se conocen en mayor medida.
De todos los miembros de esas instancias –y también del conjunto de delegados–, ¿cuántos son campesinos de la Anap, obreros industriales, agrícolas y de la construcción, médicos y personal de la salud, maestros y profesores, científicos –incluidos los de ciencias sociales–, trabajadores del sector privado y de cooperativas, trabajadores del área de los servicios y el comercio, artistas, escritores y promotores culturales, deportistas, comunicadores sociales, religiosos…?
21 El IV Congreso del PCC, en octubre de 1991, hace 30 años, definió por vez primera a nuestra organización como el Partido de la Nación Cubana. Hasta entonces, regía el esquema copiado del PCUS: “el Partido de la clase obrera”. Aunque la verdad histórica es que ese partido no era de la clase obrera y menos del pueblo soviético, sino de la burocracia que hundió el socialismo en ese país.
Ser el Partido de la Nación cubana encierra importantes compromisos y consecuencias. Uno de ellos es que debe abrir sus puertas a todos aquellos ciudadanos que cumplan con los requisitos para ser militantes. Y quienes alcancen ese estatus, asumen los derechos y deberes de todos los miembros, entre ellos garantizar desde sus respectivos quehaceres el carácter y proyección del PCC como Partido de todo el pueblo, en la acepción martiana y fidelista. El único por demás. Y dotado por la Constitución de un poder político descomunal: “la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”.
¿Tenemos todos los militantes y dirigentes del PCC, plena conciencia de lo que ello significa y de la responsabilidad individual que supone ser miembro de esa fuerza política a la que el pueblo cubano le ha entregado tan excepcional mandato? Nadie puede suponer que este inusual poder del PCC es “un cheque en blanco”. Ha sido fruto de un proceso histórico original liderado por un gigante. Ese contrato invisible pero esencial para transitar el socialismo en dirección a nuestra Estrella Polar, es el aporte que más debemos cuidar de los tantos que nos legara la llamada Generación Histórica y ha hecho suyo nuestro recio pueblo.
22 De tal modo, los éxitos y avances pero también los errores, ineficiencias, desviaciones y fracasos de la Revolución en el Estado y en todo el sistema institucional político y social, son en primer lugar responsabilidad del Partido a todos los niveles: desde el nacional hasta cada núcleo.
Cuando se cometen errores graves en el país y aumentan los problemas a consecuencia de malas decisiones e incompetencias de los dirigentes, el Partido tiene que hacer las críticas internas y públicas pertinentes y sin dilaciones. Y actuar en consecuencia. A la vez, todos los ciudadanos y la militancia necesitamos conocer las autocríticas que corresponden al propio Partido por tales desatinos. Precisamente debe hacerlo en razón de su papel rector de la sociedad y el Estado, que lo obliga además a buscar las soluciones apegado al pueblo soberano que le dio ese mandato.
23 ¿Acaso los órganos de dirección decididos en el VIII Congreso –el CC y en otra medida el BP– expresan la composición de la militancia, que es la expresión de la pluralidad de la nación y por ende de nuestro Partido? Por supuesto de una manera realista y sin porcentajes rígidos, porque el PCC no es de cuotas y se rige por conceptos y valores políticos cualitativos.
Pero también considero que deberíamos evitar exclusiones sensibles y tratar de que exista una adecuada representatividad: que todos los sectores del pueblo perciban y sientan que sus integrantes de vanguardia están ahí como portadores directos de sus realidades y de sus opiniones, para hacer avanzar el proyecto de la nación.
Si ha sido posible lograrlo en cuanto a una presencia crecientemente representativa de mujeres, jóvenes y negros y mestizos, ¿por qué no se define una política semejante, respecto a estos otros factores de la composición social del país?
Además, si es el Partido de la Nación ¿no existen ausencias de posibles miembros que es necesario incluir en nuestras filas? Por ejemplo, mujeres y hombres sin vínculo laboral de manera permanente (por razones explicables) y con una conducta revolucionaria ejemplar, entre ellos las (mal) llamadas “amas de casa” y jubilados (tal vez con un límite de edad determinado), que reúnan los atributos para ser militantes.
24 No puedo incursionar más en este asunto de tanta complejidad, sin la información pertinente. Pero si es muy notorio que no exista en el Comité Central ni un solo intelectual del ámbito artístico y literario, ni tampoco ningún dirigente de sus organizaciones ni de las instituciones culturales del Estado. Esto nunca fue así en la historia del Partido y lo considero un desliz que debiera rectificarse, más aún en las actuales circunstancias en que el enemigo está atacando fuerte por ese flanco.
También llama la atención que no hay apenas presencia de trabajadores de base (manuales e intelectuales), campesinos y cooperativistas; no hay nadie del sector privado (TCP), ni religiosos ni científicos sociales (salvo el historiador Elier Ramírez). Esto contrasta con la amplia presencia de miembros de las direcciones del PCC en todos los niveles, del Minfar y el Minint y numerosos cuadros del gobierno y las demás instituciones del Estado, incluidas varias empresas.
Eso es lógico –por muchas razones siempre ha sido así–, pero a la vez pregunto: ¿Por qué no elegir un Comité Central con mayor presencia de otros segmentos de la sociedad, aunque hubiese sido un tanto más numeroso? Algo importante también es saber cómo se seleccionó la candidatura, qué órgano la propuso, la fundamentación ante el plenario y si hubo opiniones de los delegados, etc.
25 Sería conveniente y útil conocer las insuficiencias y errores que dieron lugar a sanciones y cuáles son los fenómenos negativos más recurrentes en las filas partidistas. Un análisis cualitativo, avalado si es necesario con datos y las orientaciones pertinentes, basadas en hechos y tendencias nocivas si las hubiese. Por ejemplo, en qué medida se ha afectado o no en los últimos años la ejemplaridad de un número de militantes y cuadros.
También es bueno saber la composición por edades de los miembros y cuadros. Si la tendencia es a envejecer, lo que parece desprenderse del Informe Central, habría que programar acciones para impedirlo buscando imantar con métodos idóneos a más jóvenes. Asimismo, se afirma que hubo crecimiento, pero la UJC solo aportó la tercera parte. ¿Acaso eso es satisfactorio?
Comentarios sobre algunos temas abordados en el Congreso:
Economía
26 Preservar las conquistas de la Revolución es un gran mérito, pero no es suficiente luego de 30 años con pocos logros económicos y sociales relevantes. Es necesario avanzar más de prisa y con más resultados. No renunciar a los objetivos previstos es muy bueno, mas eso no es garantía de que los alcancemos. Lamentablemente, los hechos están a la vista, pero la buena noticia es que la actual dirección del país está consciente de ello y trabaja duro para superarlos.
27 Aunque en la década transcurrida entre el VI y el VIII Congreso se realizaron numerosos cambios, se perdió tiempo en adoptar algunas decisiones indispensables. La más relevante ha sido la finalmente llamada Tarea Ordenamiento, cuyas ideas iniciales comenzaron a definirse por el propio Fidel al menos algunos meses antes de su crisis de salud en 2006.
En esos diez años se publicaron decenas de trabajos de varios economistas cubanos, casi todos comprometidos con la Revolución y nuestro proyecto socialista. Ellos señalaron problemas, alertaron, ofrecieron ideas y alternativas. ¿Se les llamó para oír sus opiniones y consejos? Lo desconozco; aunque seguro se leyeron y valoraron sus opiniones y han sido consultados economistas del ámbito académico.
Lo cierto es que la crisis ha obligado a acelerar buena parte de las medidas que ellos sugerían y que por la demora en adoptarlas pareciera que en el pasado no se creían correctas o necesarias. Debiendo asumirse en el peor momento. También mucha gente del pueblo de todos los sectores, expresaron criterios semejantes por las redes y en Cubadebate, y presumo que también ocurrió en núcleos del PCC, comités de base de la UJC, sindicatos, etc.
28 La extraordinaria complejidad de la T.O. no justifica que prepararla haya durado más de diez años. Reformas y cambios radicales de igual o más dificultad se han diseñado e implementado en Cuba en lapsos más breves. Más que hacer esa historia, lo importante es que los decisores deduzcan las moralejas.
Justificar el prolongado tiempo con el argumento de que los problemas suscitados en su puesta en escena demuestran que fue necesaria la demora, no es convincente. Esto lo que añade ineficiencia al proceso de elaboración y justifica menos los errores en la ejecución. Otro gallo cantaría si existieran los recursos imprescindibles para evitar los efectos que estamos sufriendo en esta primera etapa de la T.O.
Opino que no se deben crear falsas expectativas con la TO. Los impactos de la crisis pueden ser peores y aun manteniéndose la situación actual, el desgaste por el tiempo que transcurra sin los frutos necesarios haría más complejo el futuro. Ahora sí estamos al borde del precipicio que el General de Ejército aludió en 2011, cuando parecía que se avanzaría con un ritmo de olimpiadas. Es necesario que el pueblo en lo posible lo interiorice, pero sobre todo que los militantes revolucionarios tomemos plena conciencia de esa realidad para exigirnos, crecernos y aportar más.
29 La T.O. tuvo un desliz costoso, al no armonizar la necesaria reserva sobre determinadas decisiones con la información previa (posible) a todos los actores del pueblo que la harían realidad. Y aún más: se obvió obtener opiniones de ellos, sobre todo de los trabajadores, productores agropecuarios y empresarios.
Además, siendo una decisión de evidentes efectos políticos, no se justifica que las bases del Partido no fueran preparadas para encarar tan compleja batalla. Se perdió así, al hacerse todo de espaldas al pueblo, la oportunidad de avanzar en la creación del consenso, tan necesario siempre y especialmente en decisiones de esta trascendencia.
Es cierto que se actuó con rapidez para introducir correcciones a partir de las opiniones de la población. La T.O sirve para recordar que las personas inteligentes resuelven los problemas con eficiencia, mientras que las sabias los evitan. Si el PCC como dijo Raúl debe aspirar a ser el sustituto colectivo de nuestro Comandante en Jefe en la conducción de la Revolución, solo una actuación que se nutra de la sabiduría colectiva ayudará a evitar problemas como los que surgieron con la T.O.
30 Se afirmó en el informe de Raúl que la T.O. seguirá implementándose acorde con un cronograma aprobado, hasta su total aplicación. Sería útil conocer lo que sea factible de ese cronograma. Preparar a la ciudadanía para las diferentes etapas y lograr esta vez mayor consenso y participación.
31 Si no hubiese sido por la pandemia, aún con las maldades de Trump y las afectaciones por las graves dificultades de Venezuela, hoy la economía cubana estuviese en una situación mejor para reducir los efectos negativos de la T.O. y lograr que esta produzca sus frutos en un plazo más breve. Por otra parte, sin la T.O. la situación de la economía estaría hoy más complicada, pues los problemas serían iguales o peores y no existirían las condiciones que ahora tenemos para iniciar una nueva etapa.
32 La situación extrema de falta de liquidez obligó a reintroducir las ventas en Moneda Libremente Convertible (MLC). Como se ha dicho, ello ha sido imprescindible aunque de hecho ha limitado uno de los objetivos de la T.O., que es la eliminación de la dualidad monetaria, además de sus nocivos efectos inflacionarios. Y lo peor: sus consecuencias en el plano ético.
No percibo que esa medida necesaria ya se haya entendido por todo el pueblo, como se afirma en el Informe Central al Congreso. Mucha gente tiene incomprensiones. No es un asunto agotado. Al contrario. Además, el enemigo lo tiene entre sus prioridades para confundir e irritar.
Es verdad que nadie puede predecir cuánto tiempo va a durar esta anomalía. Pero es imprescindible evitar que la necesidad se convierta en virtud. Pensar siempre en todo lo que puede hacerse para que dure solo el tiempo indispensable. Porque entre otras cosas, para recuperar la economía debe resolverse tal distorsión de efectos nocivos múltiples. Reiterar siempre (y actuar con ese fin): es una medida temporal para surfear la crisis extrema. E impedir que la burocracia se acomode a ella.
Lograr la convertibilidad del CUP puede demorar mucho tiempo y esto a su vez es un factor clave para el buen funcionamiento de la economía. El punto óptimo para establecer la convertibilidad debe ser estricto, no extenderse ni un minuto más de lo necesario, porque la doble moneda hace mucho daño, también ético y político, y no contribuye a la recuperación económica.
33 Se afirma que se trabajará “en función de una adecuada correlación entre la dinámica de los precios y los ingresos provenientes del trabajo, las pensiones y prestaciones de la Asistencia Social”. Este tema altamente sensible, debiera ser más explicado y no solo con argumentos técnicos y económicos. Por ejemplo las pensiones. Las implicaciones sobre los afectados y el efecto en las nuevas generaciones, hijos, nietos y bisnietos insatisfechos con el tratamiento a sus ascendientes, además de que no pocos consideran que también ellos no serán retribuidos como merecerán en su vejez.
Esa es una deuda humana que es necesario al menos declarar la voluntad de comenzar a saldarla enseguida que sea posible Y hacerlo de modo priorizado en el futuro, con todos aquellos jubilados que por sus méritos reconocidos por la sociedad merezcan un tratamiento diferenciado. Al menos seis meses después de comenzar la TO, se hizo justicia con nuestros mambises de la lucha insurreccional y esto el pueblo lo acogió con mucha alegría.
34 Raúl lo reiteró: “Cuba es el único país donde se puede vivir sin trabajar”. Se ha destacado por la prensa las decenas de miles de personas que desean incorporarse a trabajar. Es verdad: Pero la crisis ha fomentado aún más el número de personas que viven sin trabajar de modo formal y se dedican al negocio sucio.
Se sabe que las causas están relacionadas con la magnitud de la crisis. Por eso debiera existir una política nacional y acciones sistemáticas para enfrentar estas deformaciones, pues sin cortafuegos efectivos ellas seguirán en aumento con graves afectaciones económicas, éticas y políticas.
35 La orientación formulada por Raúl de estremecer “las estructuras empresariales” del Estado es de una importancia crucial. Del tamaño de su envergadura. Si alguna tarea requiere atención priorizada del Partido y el gobierno, y la activa participación de los trabajadores es esa. Entre los problemas y graves deficiencias que se acumularon por años, es de los primeros y de los más complejos. Pero se debe cuidar que no sea objeto de “bandazos” y de acciones oportunistas (aunque sean inconscientes). Objetivo de gran calado, requiere de rigor y del tiempo indispensable. No puede asumirse como una consigna.
36 No parece que sea un concepto inmutable, “de principio”, que el Estado tenga el monopolio irrestricto del comercio exterior. Una cosa es mantener el control sobre el comercio exterior, sustentado en normas jurídicas y en mecanismos directos e indirectos, y algo distinto es que el Estado sea el único que pueda realizar el comercio exterior del país. Sería entendible si el monopolio fuese para las importaciones y exportaciones de carácter fundamental, al igual que está definido para la propiedad sobre los medios de producción.
El modelo económico mixto, armónico y dinámico que se ha definido, y que en estos momentos se acelera en su implementación, por ejemplo con las Mpymes, supone un tratamiento diferente al comercio exterior. Porque no es posible destrabar las fuerzas productivas sin desamarrar el ejercicio del comercio exterior. Pienso, incluso, que bien conducido es una variante de suma importancia en estos momentos críticos para sortear el férreo bloqueo del imperio. Generar así una competencia que puede contribuir a bajar precios y hacer más fluidas las cadenas productivas y de servicios.
En la práctica, durante años, se ha permitido importar con fines no comerciales, lo que ha ayudado a abastecer a la población de infinidad de artículos de uso personal y doméstico, necesarios en ocasiones para los TCP. El control vía impuestos es la mejor variante, junto con el eficiente desempeño de las empresas exportadoras–importadoras del Estado.
37 Hace muchos años que se habla del exceso de burocracia. ¿En qué consiste ese exceso? ¿En qué instituciones ocurre? El fenómeno de la burocracia no ha sido abordado con suficiente rigor por el Partido, al menos de manera pública. Se sabe: todo Estado u organización moderna la necesita. Lo que resulta dañino son sus deformaciones, entre ellas el exceso de empleados y dirigentes, la deshumanización, la ineficiencia extrema, el clientelismo, la corrupción…
Lo más nocivo es la ausencia del control popular, o el control superficial y a veces complaciente de los órganos del Estado a cargo de esa responsabilidad. El burocratismo, que tanto sufrimos a diario –maltrato, papeleo, insensibilidad…–, es una de esas malformaciones. Y, de igual modo, el antídoto es el poder popular directo, democrático, sin burocratismo.
38 Nuestra transición socialista ya ha sido “contaminada” por el capitalismo. Fidel desde los 1990 lo reconoció sin tapujos. Hay que asumirlo con sabiduría y la brújula bien orientada.
Entre otras razones ello pudiera ocurrir por tratar de evitarlo, al postergar decisiones imprescindibles. ¿Acaso ello no sucedió con las Mpymes, el manejo indebido de las inversiones extranjeras durante muchos años y la asunción prejuiciada del trabajo por cuenta propia?
Lo mejor es reducir tales “contaminaciones” y cuando no sea posible, o pueda ser conveniente, hay que avanzar en las nuevas realidades a que nos han llevado las circunstancias. Sin ingenuidad ni tampoco con prejuicios excluyentes.
La experiencia de la reforma cubana de 1993–1995 es un antecedente de sumo interés, para el debate sobre la que está en curso. Ella nace de una coyuntura nacional, de circunstancias internacionales y de una orientación política singulares. Fue única e irrepetible, tanto como el proceso revolucionario que tiene lugar en la isla desde 1959.
Conviene hacer la siguiente definición: Toda reforma económica abarca un conjunto de cambios en las estructuras -inclusive de las relaciones de propiedad- y en las funciones de la economía; debe ser concebida y desenvuelta bajo la guía de una estrategia que pretende modernizar y adaptar el sistema económico a nuevas circunstancias, sin mutar la formación social vigente. Al contrario, es ideada para preservar el sistema político dominante y nunca con el fin de viabilizar la transición hacia otro diferente.
Toda reforma, si es tal, persigue corregir factores y políticas que restringen o impiden el mejor desarrollo de la economía y busca servir los intereses del poder establecido. Si ello deja de ocurrir, para beneficiar a sus antagonistas, se convierte en una subversión del régimen predominante, en una restauración. Esto último fue lo que sucedió, por ejemplo, en la Unión Soviética y los demás países del Este europeo entre 1989 y 1992.
Cuba, sin embargo, emprendió la reforma de los años 1990 con el fin de insertar su economía en las nuevas relaciones internacionales en que la isla debió desenvolverse a partir de 1991 y para ajustar la economía interna a los profundos efectos que supuso la pérdida de los principales nexos económicos externos. En consecuencia, aquella primera reforma cubana no sobrevino de un movimiento o fuerza interna que presionó los cambios. Tal realidad permitió que las decisiones no se adoptaran con tanta prisa y en desorden, y que se ejecutaran luego de lograrse el necesario consenso social.
Sin embargo, los cambios no fueron epidérmicos. Hubo importantes afectaciones al ordenamiento productivo, comercial y de servicios: el modelo económico que se instauró en los años sesenta y setenta fue objeto de mudas sustanciales, aunque estas no modificaron la naturaleza socialista del régimen. Al contrario, la reforma económica de 1993–1995 fue diseñada para encarar la crisis que podía ser mortal y contribuyó a salvar el socialismo, y no a facilitar una transición al capitalismo. .
Aunque la reforma fue respaldada por la mayor parte de la población, debió llevarse adelante bajo condiciones económicas y sociales precarias, incluso asfixiantes. De ahí su mérito y también el alto costo que conllevó y aún se siguen acumulando, junto a los decisivos logros alcanzados. No fue hasta mediados de 1993 -en el peor momento de la crisis- en que comenzaron las primeras reformas internas de la economía, cuando esta ya había declinado en comparación con 1989 más del 33 % del PIB. ¿Por qué demoraron tanto? ¿Podían haberse implementado antes? ¿En qué medida los efectos de la debacle provocaron ciertas decisiones?
Tal vez no hubiera sido necesario esperar el desplome al que llegó la economía en 1993 para iniciar algunas reformas que amortiguaran algo la caída y sobre todo sus gravísimos alcances sociales. Pero es indispensable reconocer la presencia en aquel momento de complejos factores, que hacían muy difícil comenzar y después continuar con prisa y sin pausas las diversas medidas implicadas en la reforma.
Entre otros, identifico los siguientes: 1) acentuación del bloqueo y aumento de las acciones desestabilizadoras de Estados Unidos, para tratar de desviar las reformas hacia una transición capitalista y derrotar a la revolución; 2) no se disponía de una experiencia nacional ni de terceros países, para usarlas como referencias válidas en la reforma cubana; 3) el desenlace catastrófico de la Perestroika en la Unión Soviética movía a la prudencia y a la búsqueda de soluciones originales, acordes con las realidades y objetivos cubanos de continuar el socialismo; 4) los procesos de reforma en China y en Vietnam tenían otras características y respondían a circunstancias históricas, urgencias e imperativos muy diferentes a los de Cuba, donde por ejemplo no es menester ni conveniente el “socialismo de mercado”, pero sí articular un socialismo con mercado; 5) los notables avances materiales que había alcanzado la sociedad cubana hasta 1989, distribuidos según patrones éticos de justicia y equidad, incluso con deformaciones igualitaristas, actuaban ahora como un fardo que hacía más lentas las decisiones, por el temor lógico a alterar súbita y radicalmente un sistema igualitario de redistribución del ingreso, al que se había habituado la gente durante más de tres décadas; 6) ello obligaba, además de otras razones políticas, a tejer el consenso del pueblo antes de aplicar las medidas, lo que exigía más tiempo para el debate y la asimilación paulatina de las imprescindibles decisiones; 7) Cuba debía proponerse -virtualmente sola- nada menos que salvar el socialismo y, por ende, las reformas debían desempeñar una función decisiva en ese propósito.
De manera que era imprescindible actuar con sabiduría y evitar cualquier paso en falso, pues la improvisación y el caos podían conducir a un precipicio. Fidel fue el artífice principal de esa odisea, que debiera ser más conocida y divulgada en estos tiempos de riesgos y oportunidades semejantes…
39 Díaz–Canel expresó una idea a retener: “El bloqueo y la pandemia se han unido en el último año para poner en pausa nuestras proyecciones y sueños”. Y añadió: “(…) aunque a veces podría parecer que no lograremos salir a flote, en medio de la incertidumbre de pronto nos asalta y nos deslumbra nuestra propia capacidad de resistencia y de creación”.
Es verdad. Pero el desgaste ha sido enorme y no se detiene. Por eso es primordial emprender acciones de impacto, pensadas desde la audacia creativa, asociadas a las cosas que más afectan e irritan al pueblo. Y apuntar una y otra vez hacia la noción –con hechos que lo demuestren y no solo a través de argumentos–, de que la actual crisis inesperada y excepcional, es también una ocasión singular para iniciar una nueva etapa de la Revolución. Los efectos anímicos en el pueblo del éxito de nuestras vacunas, demuestran que eso es posible. Por sí solas, sin embargo, no inclinan la balanza a favor del optimismo.
40 Ese logro que enorgullece al pueblo, está asociado al despliegue científico que gracias a la mirada larga de Fidel el país ha podido desarrollar en el enfrentamiento a la Covid 19. Ello ha sido muy bien dirigido por el presidente Díaz–Canel, bajo la guía de Raúl y ha tenido el excelente desempeño de nuestros sistemas de ciencias y salud. Más allá de los méritos individuales y colectivos de nuestros científicos y del personal de salud, se trata de un éxito del socialismo cubano. Creo que esta dimensión es fundamental exaltarla mucho más, ahora que es tan común señalar sus fallas, reales o supuestas.
Continuará…