Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

domingo, 21 de agosto de 2022

Cuba benefició a más de 20 000 madres trabajadoras en el primer semestre del año

 El decreto-ley beneficia, además, a los familiares que quedan al cuidado de los niños en caso de fallecimiento de la madre

Foto: Dunia Álvarez Palacios

El Decreto Ley 56 de la Maternidad de mujer trabajadora y la Respondabilidad Familiar ha beneficiado a 22 176 cubanas en esa condición durante el primer semestre del año.

De acuerdo el sitio web del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), las prestaciones «no pueden ser» inferiores «al salario mínimo vigente de 2.100 pesos cubanos».

En conferencia de prensa las direcciones Jurídicas del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y del Instituto Nacional de Seguridad Social actualizaron, además, sobre los nuevos beneficios que contempla esta norma jurídica y los principios que se mantienen como voluntad política del gobierno cubano en defender los derechos de las mujeres embarazadas y su maternidad.

También se hizo énfasis en los beneficios del decreto-ley para las trabajadoras del sector privado, siempre que paguen sus impuestos, pues se establece que la embarazada deje de trabajar al cumplir las 34 semanas y reciba una licencia de maternidad de 18 semanas, divididas en seis antes del parto y 12 después.

En ese periodo recibe la ayuda económica cuando acredite su condición con un certificado médico.

Se destacaron, además, las maneras en que se busca estimular la fecundidad en el país y las formas en que la normativa alcanza a los familiares que quedan al cuidado de los niños en caso de muerte de la madre.

Me equivoqué sobre la inflación. Comentario HHC





Es columnista de Opinión.

A principios de 2021 se dio un intenso debate entre los economistas sobre las posibles consecuencias del Plan de Rescate Estadounidense, el paquete de 1,9 billones de dólares promulgado por un presidente demócrata recién llegado y un Congreso (apenas) demócrata. Hubo quienes advirtieron que el paquete sería peligrosamente inflacionario; otros especialistas estaban bastante tranquilos. Yo era del Equipo Tranquilo. Al final resultó que, claro, era una mala apreciación.

Pero ¿en qué me equivoqué exactamente? Tanto el debate inicial como la forma en la que se desarrollaron las cosas fueron más complicados de lo que, sospecho, la mayoría de la gente cree.

Verán, este no fue un debate de ideologías económicas opuestas. Casi todos los economistas predominantes, desde Larry Summers hasta Dean Baker, son keynesianos con tendencias políticas más o menos de centroizquierda. Y todos teníamos puntos de vista similares, al menos en un sentido cualitativo, sobre el modo en el que funciona la política económica. En el debate todos estuvimos de acuerdo en que el gasto deficitario estimularía la demanda; todos estuvimos de acuerdo en que una economía más fuerte con una tasa de desempleo más baja tendría —con todo lo demás constante— una tasa de inflación más alta.

Más bien, lo que teníamos era una discusión sobre proporciones. El plan de rescate fue enorme en términos de dólares y, como advirtió el Equipo Inflación, si tuviera un “multiplicador” de un tamaño normal (el aumento en el producto interno bruto causado por un dólar de gasto gubernamental adicional) sobrecalentaría la economía; esto es, un aumento temporal del empleo y del producto interno bruto muy por encima de los niveles sostenibles y, por lo tanto, a una alta inflación.

Sin embargo, quienes estábamos en el Equipo Tranquilo argumentamos que la estructura del plan generaría un aumento mucho menor en el PIB de lo que sugería la cifra final. Una gran parte del plan consistía en cheques de estímulo para los contribuyentes, que, según nuestra lógica, en buena medida se ahorrarían en lugar de gastarse; otro elemento importante era la ayuda ofrecida a los gobiernos estatales y locales, que pensábamos que se gastaría durante varios años de manera gradual.

También argumentamos que, en caso de presentarse un exceso temporal en el PBI y el empleo, no aumentaría drásticamente la inflación, porque la experiencia histórica sugería que la relación entre el empleo y la inflación era bastante plana, es decir, que se necesitaría mucho sobrecalentamiento para producir un aumento grande de la inflación.

Esto es lo extraño: el multiplicador en el plan de rescate, en realidad, parece haber sido relativamente bajo. Muchos consumidores ahorraron esos cheques de estímulo; el gasto de los gobiernos estatales y locales aumentó en menos del uno por ciento del PBI. El empleo todavía está por debajo de su nivel prepandémico y el PIB real, aunque en buena medida se ha recuperado a su tendencia anterior a la pandemia, no se ha disparado por encima de ella.

Y, de cualquier manera, la inflación aumentó. ¿Por qué?

Gran parte del aumento de la inflación, aunque no todo, parece reflejar las disrupciones relacionadas con la pandemia. El miedo a la infección y los cambios en la forma en que vivimos provocaron alteraciones importantes en la combinación de gastos: la gente gastó menos dinero en servicios y más en bienes, lo que provocó escasez de contenedores de transporte, sobrecargó la capacidad portuaria, etc. Estas disrupciones ayudan a explicar la razón por la cual la inflación aumentó en muchos países, no solo en Estados Unidos.

Pero aunque al principio la inflación se limitó en buena medida a una parte relativamente pequeña de la economía, en concordancia con el relato de la disrupción, ahora se ha extendido. Y muchos indicadores, como la cantidad de puestos de trabajos vacantes, parecen mostrar una economía operando a mayor temperatura que lo que sugieren cifras como el PBI o la tasa de desempleo. Alguna combinación de factores —jubilaciones anticipadas, inmigración reducida, falta de servicios de cuidados infantiles— parece haber reducido la capacidad productiva de la economía en comparación con la tendencia que habíamos visto antes.

Aun así, la experiencia histórica no nos habría hecho esperar tanta inflación por sobrecalentamiento. Así que algo andaba mal con mi modelo de inflación, un modelo compartido por muchos otros economistas, incluidos quienes tenían razón en estar preocupados a principios de 2021. Sé que suena mal decir que el Equipo Inflación acertó por las razones equivocadas, pero es posible que sea así.

Una posibilidad es que la experiencia histórica haya sido engañosa porque hasta hace poco la economía casi siempre operaba a una temperatura más baja —produciendo menos de lo que podía— y la inflación no dependía tanto de exactamente qué tan fría era. Tal vez en una economía caliente la relación entre el PIB y la inflación se vuelve mucho más acentuada.

Además, es posible que las disrupciones asociadas con la adaptación a la pandemia y sus consecuencias sigan desempeñando un papel importante. Y, por supuesto, tanto la invasión rusa de Ucrania como los confinamientos en las principales ciudades de China han contribuido a un nivel completamente nuevo de disrupción.

Actualmente, y de cara al futuro, la economía se está enfriando: la disminución del PBI del primer trimestre probablemente fue una anomalía, pero el crecimiento general parece estar por debajo de su tendencia. Y la mayoría de los economistas del sector privado con los que he hablado creen que la inflación ya alcanzó o alcanzará pronto su punto máximo. Por lo tanto, en unos meses la situación puede ser menos desconcertante.

En cualquier caso, esta experiencia ha sido una lección de humildad. Nadie lo va a creer, pero después de la crisis de 2008, los modelos económicos estándar funcionaron bastante bien y me sentí cómodo aplicándolos en 2021. En retrospectiva, sin embargo, debería haberme dado cuenta de que, ante el nuevo mundo moldeado por la COVID-19, hacer ese tipo de extrapolación no era una apuesta segura.

Paul Krugman ha sido columnista de Opinión desde 2000 y también es profesor distinguido en el Centro de Graduados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Ganó el Premio Nobel de Ciencias Económicas en 2008 por su trabajo sobre comercio internacional y geografía económica. @PaulKrugman

Comentario HHC: ¿ Cuando tendremos una muestra de humildad y admitir en lo que nos equivocamos con la Tarea de Ordenamiento?

El azúcar perdió el tren

 SINE DIE 2022 

TERCERA  SERIE   # 36 

 

AGOSTO 21 De 2022

Juan M Ferran Oliva


En junio 22 de 2021 SINE DIE[1] se refirió a la producción azucarera cubana con el título  De locomotora a vagón. Alegaba la conveniencia de lograr una zafra de 2.5 millones de toneladas. Con un consumo interno restringido  a unas 500.000 quedarían disponibles 2 millones para la exportación. El trabajo terminaba con la siguiente afirmación:

La industria azucarera cubana, antes locomotora de la economía, se convirtió en vagón, pero aún forma parte del tren.

Tal situación ha cambiado para mal.

Final del formulario

El Grupo Empresarial AzCuba se propuso un plan de  911.000 toneladas en la zafras 2021-2022. Los 35 centrales activos sólo lograron 470.000 toneladas,  más o menos la mitad de la meta. La cifra apenas cubre la demanda nacional y representa un consumo interno per cápita de  41 kg. Ya con anterioridad fue necesario importar azúcar ¿habrá que repetir? Quizás ahora no se cuente con divisas para ello. La producción de azúcar salió del tren de la economía.

La tendencia mundial debido a razones médicas y la competencia de otros edulcorantes ha reducido los per cápita de consumo. Ello implica menos caries y reducción de la obesidad. En países desarrollados se registran índices de alrededor de 30 kg por habitante. En tiempos azucareros la población cubana tenia un alto nivel de consumo del dulce producto. Rondaba los  60 kg por habitante, elevada ingesta inducida por la  relativa abundancia del producto que por entonces constituía la locomotora de la economía.

La prensa ha dado poca o ninguna divulgación a la concluida zafra, con la excepción de visitas locales  y exhortaciones. Pero han fallado los suministros y ello es causa de los pobres resultados.  Se trata de combustibles, herbicidas, fertilizantes, oxigeno, repuestos, materiales, etc., todos  comprometidos por la adversa situación económica.  La afectación clave  es la de la caña que no llegó en cantidades suficientes. Sus rendimientos fueron inferiores a las 30 toneladas por hectárea, indicador muy por debajo del promedio mundial de unas 65  tm/ha.

Entre los años 1981 y 2000, el país dedicó 1.268 millones de hectáreas al cultivo de la caña. De 2002 a 2010 se vieron reducidas a una tercera parte. Con anterioridad a esta hecatombe se obtenían rendimientos de 52 Tm/ha. En la tabla adjunta se comparan los resultados en distintas zonas cañeras mundiales.

Desde siempre los rendimientos agrícolas cañeros cubanos han sido inferiores al promedio mundial de los grandes productores. Como elemento positivo se cuenta el contenido de sacarosa de la caña, uno de los más elevados del mundo, pero vulnerable a las demoras entre el corte y la molida. 

Los rendimientos agrícolas cubanos decayeron desde las pobres 45.5 Tm/Ha. anteriores, a las paupérrimas 32.4 Tm/Ha obtenidas de 2002 a 2010 y el ínfimo resultado actual. Este indicador  refleja el aprovechamiento del recurso tierra. Pero no es el único a considerar. En definitiva se producen costos de producción en los que juegan un papel determinante los rendimientos cañeros. Influyen también fenómenos exógenos como la lluvia, la calidad de los suelos y la temperatura. Los hay también institucionales como el modelo de dirección y la programación del corte.

Se insiste en la perpetuación  de un sector estatal que supuestamente afirma la condición socialista del país. La realidad muestra lo contrario.  La condición que asumen casi todos los países que directa o implícitamente siguen dicha corriente no se basa en la propiedad sino en la soberanía política, en colocar al ser humano como objetivo y en no utilizar al mercado como fin sino como herramienta. Y, en general, oponerse al neoliberalismo.

Los resultados obtenidos inscriben a la menguada  industria azucarera  como simple aportadora al sector alimentario del país. Y nada más. Es algo que duele a la historia.

Es hora de abandonar el sofisma de que la propiedad estatal es sinónimo de socialismo.  Quizás sea conveniente adoptar una liberalización semejante a la  recientemente otorgada al comercio mayorista y minorista y abrir las puertas a la inversión extranjera para los centrales y sus tierras cañeras.  La propiedad no implica socialismo.

Fin



[1] SINE DIE núm. 35 de la segunda serie

[2] Datos tomados de FAO, ONEI y otras fuentes. Corresponden aproximadamente al entorno del año 2015.