Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

domingo, 9 de mayo de 2021

Libro "El CHE MINISTRO. TESTIMONIO DE UN COLABORADOR " 2ª Edición (I)

Por Tirso W. Sáenz

Prólogo.

Tirso W. Sáenz tiene una importante y privilegiada historia para contar. Él fue un cercano colaborador de Ernesto ‘Che’ Guevara en su desempeño como Ministro de Industrias (MININD) en Cuba entre 1961 y 1965. Es un honor para mí escribir el prólogo para la segunda edición de su testimonio como parte del círculo más próximo a  Guevara. Yo estudié atentamente y tomé extensas notas del libro de Sáenz El Che Ministro: Testimonio de un colaborador (2005), para mi propia investigación y en 2005 y 2006 tuve el privilegio de entrevistarlo en La Habana. En mi subsecuente publicación  escribí: ‘El libro  debe su   contenido a los muchos protagonistas quienes trabajaron al lado de Guevara en Cuba entre 1959–65 y quienes pacientemente  respondieron a mis  preguntas. Sin ellos no hubiera sido posible. Esta historia es casi tanto sobre ellos como la de Guevara. Sáenz estaba entre aquellos que ocuparon los asientos de primera fila al lado de Guevara, en la transformación revolucionaria de Cuba.

Guevara fue una figura central en la realización de cambios estructurales los que  transformaron a Cuba de un subdesarrollo semi-colonial a la Independencia e integración dentro del bloque socialista. Entre sus diversas funciones, sirvió como Jefe del Departamento de Industrialización y Presidente del Banco Nacional en 1959 y subsecuentemente como Ministro de Industrias desde 1961. Para Guevara, el principal problema que enfrentaba la Revolución Cubana después de 1959 era como incrementar la capacidad  productiva y la productividad del trabajo en las condiciones del subdesarrollo y en la transición al socialismo, sin depender de mecanismos capitalistas que socavarían la formación de una nueva conciencia y las relaciones sociales integrales al socialismo. Guevara se dispuso a enfrentar este desafío.

El relato de Sáenz ofrece ricos detalles e introspectivas sobre el enfoque de  Guevara, pero también revela el empeño colectivo y creativo detrás de las políticas e ideas que él desarrollaba, entre ellas y no menos importante, el desarrollo de un sistema único  de  dirección económica para la transición al socialismo: el Sistema Presupuestario de Financiamiento. Adicionalmente, la historia de Sáenz sobre como él llegó a ser un vice ministro de Guevara ilustra cómo el proceso revolucionario transformó al cubano corriente, inculcándole un compromiso con el socialismo como vía para alcanzar una verdadera soberanía nacional y justicia social. Esto es importante para aquellos  interesados en transformación social.

Procedente de una familia musical pobre en La Habana Vieja, Sáenz estudió en una Escuela Católica y pasó a ser un dirigente en la organización de la Juventud Católica. Recibió una beca para estudiar ingeniería química en Rensselaer Polytechnic Institute en Troy, New York, antes de regresar a Cuba para trabajar en un subsidiaria de la compañía norteamericana  Procter & Gamble. El simpatizaba con los revolucionarios, pero no se envolvió en las luchas de los años 50. Después de la nacionalización de su compañía en Octubre de 1960, sus empleadores le ofrecieron un nuevo trabajo en Cincinnati, Ohio. Él se sintió ofendido en la Embajada de los Estados Unidos cuando fue a solicitar una visa y decidió permanecer en Cuba.

Su carga de trabajo aumentó cuando sus colegas abandonaron la isla. Él me dijo ‘El bloqueo ya estaba establecido. No teníamos materias primas, nada. Yo estaba tratando de ser un alquimista produciendo de la nada jabones, detergentes, pasta de dientes y champús.’ En Febrero de 1961, el Ministerio de Industrias entrevistó a Sáenz en busca de un ingeniero revolucionario  para ser vice director de la industria del petróleo. ‘Yo fui considerado un ingeniero revolucionario, porque estaba haciendo  un buen trabajo, no sólo hablando. Esto fue un acto revolucionario. Ya no estaba trabajando más para mí y la Procter & Gamble; estaba trabajando para el pueblo cubano. Eso daba una nueva dimensión a mi trabajo’. Sáenz fue nombrado para el cargo.

Poco tempo después él fue promovido a Director del Sector de Energía en el Ministerio de Industrias; entonces, en 1962, asumió el cargo de Vice Ministro de la Industria Básica. En 1963 fue nombrado Vice Ministro para el Desarrollo Técnico, responsable por seis institutos de investigación y desarrollo y el Departamento de Automatización y Electrónica. Fue también responsable por el Departamento de Psicología, el Departamento de Información  y Documentación Científico-Técnica y el Departamento de Capacitación para todo el ministerio, así como la supervisión de la publicación de  Nuestra Industria Tecnológica, una revista especializada para técnicos e ingenieros. Además estudió Matemática Avanzada junto con Guevara. Con tales diversas e importantes responsabilidades, este testimonio personal de aquellas experiencias posee un gran valor histórico.

Así como todos sus colaboradores cercanos, Sáenz fue profundamente impresionado por el abordaje  metodológico de Guevara sobre problemas que enfatizaban la  honestidad en la evaluación, la autocrítica y la lucha constante por la auto-superación. En realidad, contrariamente a la imagen comercial y mercantilizada del ídolo revolucionario, los compañeros de Guevara revelan un hombre más complejo, exigente y difícil, pero nunca trivial.  Al mismo tiempo, estos mismos compañeros contribuyeron al conocimiento y praxis de Guevara. Sáenz me contó como ‘varias veces el Che me llamó para que le explicara como la Procter & Gamble trabajaba. ¿Cómo eran sus métodos gerenciales? ¿Cómo estimulaba a  su personal?’

Somos afortunados de contar con esta segunda edición actualizada del testimonio de Sáenz sobre sus jornadas al lado de Guevara, desde su primer encuentro con él en 1961 hasta el último en 1965, antes de su salida de Cuba y de sus cargos dirigentes. En el 2005, cuando le pregunté a Sáenz acerca de la decisión del Che en salir de Cuba, me  mostró un cuadro grande detrás de él. Este mostraba a Guevara, en un trabajo voluntario, con los ojos semicerrados bajo el sol, cargando esforzadamente la esquina de una pesada loza de concreto en forma de una gran teja. ‘Mira al hombre a la derecha del Che’, me indicó. ‘Ese es El Patojo, un guatemalteco que estuvo en México con el Che. Murió en Guatemala luchando y yo vi al Che llorando cuando recibió la noticia de que El Patojo había muerto en combate’. Sáenz me explicó que Guevara había asesorado a guatemaltecos en su lucha y que sintió profundamente la muerte de su amigo. ‘El Che fue un ejemplo en todo - ¿puedes imaginarlo fomentando las guerrillas en la América Latina, cómodamente sentado como ministro en Cuba, fumando un tabaco? Él nunca lo haría. Yo personalmente oí decir al Che varias veces: “Yo no voy a morir como un burócrata. Yo moriré peleando en una montaña”.’

El destino de Guevara en ese aspecto es bien conocido. Mientras tanto, Sáenz continuó ocupando cargos claves en Cuba, haciendo una importante contribución al desarrollo socialista, incluyendo su labor como Primer Vicepresidente de la Academia de Ciencias de Cuba, donde presidió comisiones trabajando en el uso pacífico de la energía nuclear  y en la protección del medio ambiente y el uso racional de los recursos naturales. Posteriormente, el entró en el nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, permaneciendo en él hasta salir para Brasil en 1997, donde continuó como investigador y profesor con foco en ciencia y tecnología. Espero que el próximo libro que Sáenz escriba sea un recuento de su experiencia y contribución en esos campos. Personalmente, quedo esperando oir sobre esto.

Dra. Helen Yaffe

Profesora en Economía e Historia Social

Universidad de Glasgow

Autora de Che Guevara: Economía en Revolución, Editorial José Martí, La Habana: 2012. And We Are Cuba! How a Revolutionary People Have Survived in a Post-Soviet World, Yale University Press, 2020. 

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Prólogo del autor

…no hay nada que eduque más a un hombre honrado

 que el vivir dentro de una revolución.

Ernesto Che Guevara[1]

 

En la primera edición de este libro indicaba que en la vida y obra del Che se aspectos cuya indagación debe contribuir, por ser menos conocidos que otros, a una mejor comprensión de su multifacética personalidad. Uno de esos aspectos es, precisamente, el concerniente a su participación directa en la construcción de la base técnico-material del socialismo en Cuba y, en particular, a su gestión como Ministro de Industrias. En esta función desempeñó un importante papel en el proceso de industrialización cubano y, vinculado al mismo, en la promoción y organización del progreso científico y tecnológico y en particular el desarrollo de los recursos humanos en este sector con una visión integral – como él acostumbraba a enfocar los problemas – dedicó tiempo a pensar y a elaborar criterios básicos sobre la forma de conducir la economía en un país subdesarrollado que construye el Socialismo, enfatizando el papel de la conciencia como principal motor propulsor de la Revolución. Al mismo tiempo, conjugando sus ideas con el accionar práctico y estratégico en el Ministerio que él dirigía. Esas concepciones constituyen un legado teórico de inapreciable valor y de presente utilidad.

La necesidad de desarrollar e impulsar la economía cubana impuso al Gobierno Revolucionario la recuperación de establecimientos industriales de dueños que abandonaron el país en los primeros meses posteriores al Triunfo de la Revolución. Este hecho, junto a las ulteriores nacionalizaciones que culminaron el 13 de octubre de 1960, llevaron a la creación del Ministerio de Industrias en enero de 1961, en el cual se concentró la casi totalidad de la producción industrial existente en Cuba en aquel momento. Para dirigirlo, fue designado el Comandante Ernesto Che Guevara.

Fidel, en la velada solemne en memoria del Che, celebrada en la Plaza de la Revolución, pocos días después de su muerte, el 18 de octubre de 1967, expresó:

[...] cuando pensamos en su vida, cuando pensamos en su conducta, que constituyó el caso singular de un hombre rarísimo en cuanto fue capaz de conjugar en su personalidad no solo las características de hombre de acción, sino también de hombre de pensamiento, de hombre de inmaculadas virtudes revolucionarias y de extraordinaria sensibilidad humana, unidas a un carácter de hierro, a una voluntad de acero, a una tenacidad indomable[2].

Armando Hart también caracterizó al Che:

Fue una síntesis de hombre de acción y pensamiento que trascendía en la historia latinoamericana y le infundía, a su vez, nuevos alientos y riquezas al socialismo. El guerrillero, el dirigente de la industria y la economía, el hombre de Estado y de política, era, a su vez, un infatigable investigador, un promotor de nuevos pensamientos, un hombre de profunda vocación intelectual.[3]

Esta 2ª edición recoge, amplia y aporta nuevos datos y criterios de la 1ª edición. Se aborda la etapa de su vida como Ministro a través de la visión y percepción forjadas en la experiencia personal del autor en el trabajo cotidiano con el Che en el Ministerio de Industrias. Se resaltan los ingentes esfuerzos realizados por avanzar en el desarrollo industrial cubano, la conjugación de la lucha diaria para resolver los problemas de la producción en un país bloqueado y agredido; su visión estratégica e integradora incorporada en la organización y acción del Ministerio; sus claras concepciones y acciones consecuente en relación al desarrollo de la ciencia y la tecnología; el énfasis en la capacitación y en el desarrollo y tratamiento a los cuadros, sus métodos y estilos de dirección; se añadió un capítulo sobre sus concepciones políticas y económicas y como éstas se incorporaron al accionar del Ministerio. Se trató, en fin, de presentar al Che en las diferentes facetas de su personalidad, al Che cotidiano, al jefe, al amigo, al compañero, a un Che vivo, constructor de sueños y de realidades

En esa función, aparece un Che más próximo al lector. Si bien la lucha guerrillera merece y merecerá siempre nuestro respeto y admiración, no es menos cierto que, para quienes no tuvieron esa vivencia directa, los relatos y análisis de esa lucha quedan inevitablemente más distantes. La vida dentro de un ministerio, de sus empresas, sus fábricas; sus problemas, las discusiones con los trabajadores, el trabajo voluntario, las agresiones imperialistas, así como todas aquellas acciones desarrolladas por el Che en las que el pueblo fue un actor directo son, por otro lado, elementos en las que muchos lectores encontrarán paralelos y hasta coincidencias en sus propias experiencias. Es en este sentido que consideré que mis impresiones personales sobre el Che podrían ser, no sólo un material histórico, sino también, una lectura de referencia para personas preocupadas con los problemas actuales y futuros de los países que luchan por un mundo mejor y más justo en un mundo unipolar plagado de injusticias sociales.

No pretendí presentar una biografía del Comandante Ernesto Che Guevara. Muchas biografías sobre él se han escrito. En varias de ellas hay una posición de enfrentamiento abierto o embozado a la Revolución Cubana, con predominio de la falta de objetividad y el sensacionalismo[4]. En otras, si bien se trata a su persona con mayor respeto y objetividad, no se aborda de forma  extensiva e integral su labor como constructor de una nueva sociedad[5],

Por tanto, pensé que era necesario escribir sobre el Che  ministro, multifacético y al mismo tiempo integral. Al meditar sobre aquella etapa y recordar muchos hechos y anécdotas, consideré la utilidad de divulgarlos, dada la vigencia y actualidad de su pensamiento y acción del Che en esa función. Además, estimé que sería útil rescatar parte de la memoria histórica de aquella etapa, particularmente de aquellos aspectos más al interior del Ministerio. Traté, por tanto, de brindar una visión – mi visión – de la labor del Che en la cual tuve una participación y  experiencia directas.

En determinados momentos, me siento incómodo por la presencia de muchas referencias personales ya que varios compañeros me recomendaron la utilidad de presentar una imagen del Che a través de la visión y percepción de un joven, que, sin haber participado en las luchas revolucionarias antes de 1950, entró en el proceso revolucionario a trabajar en él con toda la carga de una formación social, cultural y política influida por diferentes y contradictorios vectores. En suma, poder explicar, bajo una óptica personal, ese complejo proceso revolucionario ocurrido en Cuba, de amplias, profundas y radicales transformaciones, así como de los conflictos y transformaciones en que se veían envueltas personas como el autor, que trabajaban junto a figuras de tan relevante dimensión revolucionaria.

Insisto que no es la historia del autor la que se pretende contar. Esta no tendría mayor importancia. El objetivo de este libro es mostrar facetas importantes, aunque menos conocidas, del Che, en su labor como Ministro de Industrias. De ahí el título del libro, escrito con todo cariño y devoción.

La primera edición de este libro fue publicada en portugués en Brasil en 2004 por la Editorial Garamond de Rio de Janeiro. En el año 2005 se publicó en español en Cuba por la Editora Ciencias Sociales. En el 2017 se publicó en catalán por la Editora Tigre de Paper de Barelona.

Innumerables conferencias, entrevistas y conversaciones personales sobre el libro, me hicieron pensar en que era necesaria una nueva edición. Me di cuenta de que algunos aspectos importantes faltaban en la primera edición y otros necesitaban ser ampliados. En primer lugar faltaba una presentación del  pensamiento económico y político del Che, substrato estratégico fundamental en la organización y acción del Ministerio. Confieso que cuando escribí la 1ª edición no me sentía preparado para ello. Posteriormente volví a leer las obras del Che y otros excelentes textos de diferentes autores  para poder escribir el Capítulo 11 de esta edición, que no apareció en la anterior. Otros capítulos fueron aumentados con informaciones y consideraciones adicionales.

El autor tiene que mucho que agradecer a muchas personas. Ya, en un pasado que se remonta a más de sesenta años, a Carmen Coopat, mi primera esposa, ya fallecida, quien con su cariño, comprensión y actitud revolucionaria me brindó esencial apoyo para enfrentar difíciles momentos y asimilar las profundas transformaciones de aquella etapa. Igualmente, a nuestros hijos: Carmen María, Tirso y Eduardo, a quienes educamos inspirados en ese ejemplo vivo del Che que contemplábamos cotidianamente. Ellos, han sido una fuente de estímulo permanente para mi trabajo y un motivo continuado de orgullo.  A todos mis compañeros del Ministerio de Industrias, muchos de ellos lamentablemente fallecidos, con quienes luchamos codo con codo, dentro de un ambiente de solidaridad y camaradería, para vencer, en los límites de nuestra inexperiencia, las enormes dificultades que se nos presentaban.

Tengo mucho que agradecer a mi hijo, Tirso Sáenz Coopat, quien me ha dado el orgullo de hacer oportunas y valiosas sugerencias, observaciones y actualizaciones al texto de esta 2ª edición, así como a la redacción de su A   Manera de Prólogo a esta obra. También a Frei Betto, gran pensador revolucionario brasileño, a Enrique Oltuski, colaborador muy próximo del Che, ya fallecido y a Josep Consola, pensador y luchador independentista catalán quienes escribieron prólogos para las diferentes versiones en portugués, español y catalán de la primera edición. Para esta 2ª edición, agradezco mucho el prólogo de la profesora Helen Jaffee, quien ha escrito uno de los mejores libros que he leído sobre el desempeño del Che como ministro[6], la redacción de su valioso prólogo. 

Un párrafo especial merece mi actual esposa, María Carlota de Souza Paula.. Su insistencia y persistencia no me permitieron que demorara más en comenzar la redacción de la primera edición, la que llevaba lustros en la intención, pero no conseguía materializarse. Su aliento permanente y cariño lograron mantener en alto el entusiasmo en su redacción y múltiples revisiones. También me brindó su apoyo en la redacción de esta 2ª edición.

Los niños pioneros cubanos tienen un lema de gran significación: “Seremos como el Che”. Espero que esta nueva edición haga llegar a sus lectores esta imagen de ese Che constructor de una nueva sociedad, para que contribuya a la reflexión y al ejemplo. Si eso se logra, el autor se sentirá altamente recompensado.

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 A modo de prólogo

Cuando me hice pionero, el Che estaba vivo y en Cuba, mi padre trabajaba con él.

Nunca olvidaré que con cinco años (1965) en la Ciudad Libertad me inicié como pionero y recibí mi pañoleta azul y blanca, juré: ser fiel a la Organización y cumplir sus leyes vivir, estudia y luchar, inspirado en el ejemplo de José Martí y Camilo Cienfuegos

Todos mis familiares y amigos, siempre se regodean de mi buena memoria, pero reconozco, que no recuerdo la tarde que conocí personalmente al Che, sin embargo, ese encuentro me marcó tanto, que si veo claramente el barco de madera que le construí como regalo. Mi padre prometió llevárselo, pero era tan burdo (como mis habilidades manuales, hasta hoy) que agradezco mucho su no entrega.

En el decursar de este magnífico y reflexivo texto, el lector podrá ver cómo llegó y penetraron las virtudes del Che en sus subordinados: su abnegación, modestia, hábitos de estudio y sacrificio, entre otras. En mi familia (madre y padre) esto caló tan fuerte, que hasta hoy son máximas en mi vida.

Nunca olvidaré (y tenía solo 4 años) el Che le indicó a mi padre mudarse a Miramar, por no existir líneas telefónicas en el lugar que vivíamos. El manojo de llaves de casas vacías que nos dieron, era enorme. Visitamos casi todas y mis padres escogieron las más modestas y acordes con el tamaño de la familia. Nosotros, después de ver mansiones con piscinas, escogimos un apartamento de tres cuartos y para mis abuelos un apartamento de solo uno.

Desde los 8 años, “sufrí” felizmente el rigor de leer mensualmente dos libros, y para que no hiciera trampas, presentar a mi “jefe” (padre) un resumen de cada obra leída, la cual mi madre supervisaba con alto rigor. Luego vinieron los trabajos prácticos a presentar en la Escuela Vocacional V. I. Lenin. Como me hizo leer. Como lo agradezco desde hace 50 años.

Espacio destacado para la esposa de mi padre, desde 1997, María Carlota de Sousa Paula. Sin ella (y su fuerte empuje) ni la primera edición hubiera salido. Ella es tan autor como él de esta obra.

Tener uno o dos pantalones, camisa o pares de zapatos, fue la otra “indicación” y regalar todo lo que no me sirviera u a otro le hiciera más falta que mí. Aprendí a ser feliz con lo mínimo, compartir, regalar lo inútil, ser solidario. Cuanto lo agradezco hoy.

Ser un constante inconforme con lo aprendido y humilde para seguir aprendiendo, fue otra máxima, y creo haberla cumplido.

Me siento extremadamente privilegiado, de que los amigos mi padre en esa épica época, sean (o hayan sido) mis amigos y profesores en el cómo ser. Les pido disculpas, por si en algún momento no cumplí como se debía.

Revisar a fondo este texto, ha sido un orgullo, y el rigor para que no se fuera nada poco claro o inexacto, fue otra máxima del “jefe” y atribución feliz que me tomé, y por suerte el autor aceptó. En esta tarea he aprendido y reflexionado mucho en cómo ser a partir de ahora. Y sobre todo me he sentido muy feliz, pensando en la utilidad del texto a otros, sobre todo los jóvenes y no tan jóvenes que ven solo al Che como Guerrillero.

Si en 1965, juré seguir el ejemplo de Martí y Camilo, hoy retorno a ese punto y agregaría al juramento: Siempre ser fiel a la Revolución, inspirado en el ejemplo de Martí, Fidel, Camilo y que mi máxima aspiración es ser como el Che, Pero esta apuesta o pretensión, es muy difícil. Por lo que disfrutaré siempre ese reto.

 

Tirso Sáenz Coopat



[1] Guevara 1962d.

[2] Castro, 1967

[3] Hart, 1989, p.13.

[4] Me refiero particularmente a los casos de Rojo, 1968; Anderson,.1997: y la más venenosa de todas: Castañeda, 1997.

[5] En este caso me refiero al libro de Taibo II (1997), el cual me gustó, aunque no toca la labor del Che como Ministro.

[6] Jaffee, 2011

 Continuará

La desigualdad de riqueza. Comentario HHC

Por Michael Roberts
08/05/2021

Ya he escrito antes sobre el hecho de que, tanto en las economías avanzadas como en las llamadas "economías emergentes", la riqueza se distribuye de forma significativamente más desigual que la renta. Además, según el pro-capitalista Foro Económico Mundial: "Este problema ha mejorado poco en los últimos años, con un aumento de la desigualdad de la riqueza en 49 economías".

El índice habitual que se utiliza para medir la desigualdad en una economía es el índice de Gini. Un coeficiente de Gini de cero expresa igualdad perfecta, donde todos los valores son iguales (por ejemplo, donde todos tienen los mismos ingresos). Un coeficiente de Gini de uno (o 100%) expresa la desigualdad máxima entre valores (por ejemplo, para un gran número de personas donde solo una persona tiene todos los ingresos o todo el consumo y todos los demás no tienen ninguno, el coeficiente de Gini será casi uno).

Para los EEUU, el índice Gini actual para la renta es 37,8 (bastante alto para los niveles internacionales), ¡pero el índice Gini para la distribución de la riqueza es 85,9! Tomemos la Escandinavia supuestamente igualitaria. El índice Gini de ingresos en Noruega es de solo 24,9, ¡pero el Gini de riqueza es 80,5! Es la misma historia en los otros países nórdicos. Los países nórdicos pueden tener una desigualdad de ingresos inferior a la media mundial, pero una desigualdad de riqueza superior a la media.

Otra forma de medir la desigualdad es considerar la proporción de riqueza o ingresos que tiene el 10% superior o el 1% superior, etc. Y podemos dividir la riqueza personal en dos categorías principales: riqueza inmobiliaria y riqueza financiera. Una gran parte de la población tiene riqueza inmobiliaria, aunque está distribuida de manera muy desigual. Pero la riqueza financiera (acciones y participaciones, bonos, fondos de pensiones, efectivo, etc.) está concentrada en un pequeño número de personas y, por lo tanto, se distribuye de manera aún más desigual. La última cifra de desigualdad de riqueza financiera de EEUU es realmente asombrosa. El 1% más rico de los hogares estadounidenses ahora posee el 53% de todas las acciones y fondos mutuos en poder de los hogares estadounidenses. ¡El 10% más rico posee el 87%! La mitad de los hogares estadounidenses tienen poco o ningún activo financiero; de hecho, están endeudados. Y esa desigualdad ha ido en aumento en los últimos 30 años.


Y como dice el FEM, después del enorme aumento de los precios de la propiedad y los activos financieros en los últimos 20 años, impulsado por el crédito barato y la reducción de impuestos, esta concentración de riqueza personal ha aumentado drásticamente, algo que Thomas Piketty en su libro, Capital en el siglo XXI, destacó hace varios años.

Los últimos datos de Italia, una de las principales economías del G7, confirman esta mayor desigualdad de riqueza. En un nuevo estudio de los registros del impuesto a la herencia italiano, los investigadores encontraron que la participación en la riqueza del 1% superior (medio millón de personas) aumentó del 16% en 1995 al 22% en 2016, y la participación se acumuló en el 0,01% superior (los 5.000 adultos más ricos) y casi se triplicó del 1,8% al 5%. En contraste, el 50% más pobre vio una caída del 80% en su riqueza neta promedio durante el mismo período. Los datos también revelan el creciente papel de la herencia y las donaciones en vida como parte del ingreso nacional, así como su creciente concentración en la cima. La enorme riqueza de unas pocas personas es cada vez mayor porque puede pasarse a parientes con poca o ninguna tributación.

Pero la concentración de la riqueza personal en las economías capitalistas avanzadas no es nada comparable con lo que está sucediendo en las naciones más pobres del mundo. Un nuevo estudio comparó la desigualdad de riqueza en Sudáfrica con "economías emergentes" similares, y también históricamente desde el fin del apartheid. Las desigualdades extremas de riqueza en Sudáfrica han empeorado, no mejorado, desde el fin del régimen del apartheid. Hoy en día, el 10% superior posee aproximadamente el 85% de la riqueza total y el 0,1% superior posee cerca de un tercio. Sudáfrica sigue teniendo el dudoso honor de tener la peor desigualdad de riqueza entre las principales economías del mundo. La participación del 1% superior de Sudáfrica ha fluctuado entre el 50% y el 55% desde 1993, mientras que se ha mantenido por debajo del 45% en Rusia y los EEUU y por debajo del 30% en China, Francia y el Reino Unido.

Proporción de riqueza del 1% superior


Pero como he argumentado antes, la concentración de la riqueza real es de propiedad de capital productivo, de medios de producción y de finanzas. Es el gran capital (finanzas y negocios) el que controla las decisiones de inversión, creación de empleo y financieras del mundo. Un núcleo dominante de 147 empresas, mediante participaciones entrelazadas entre si controlan en conjunto el 40% de la riqueza en la red global según el Instituto de Tecnología de Suiza. Un total de 737 empresas controlan el 80% de todo.

Esta es la desigualdad que importa para el funcionamiento del capitalismo: el poder concentrado del capital. Y porque la desigualdad de la riqueza surge de la concentración de los medios de producción y las finanzas en manos de unos pocos; y debido a que esa estructura de propiedad permanece intacta, cualquier aumento de impuestos sobre la riqueza se quedará corta a la hora de cambiar irreversiblemente la distribución de la riqueza y las rentas en las sociedades modernas.

economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.Fuente:
https://thenextrecession.wordpress.com/2021/05/02/wealth-inequality/Traducción:G. Buster.

Comentario HHC:  Aunque el autor no lo menciona, el coeficiente Gini lleva el nombre de su creador, el sociólogo y estadístico italiano Conrado Gini, que en 1912 publicó "Variabilitá e mutabilitá", el texto que sentó las bases de su cálculo.

Pero hay otro índice el Palma, creado hace pocos años por el economista chileno José Gabriel Palma, que elimina la "planalidad" del Gini,  y que se ha incorporado como indice,  por ejemplo en el informe del Indice de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD, entre otros.

Palma comparó entre dos grandes sectores -el 10% más rico y el 40% más pobre- y descubrió por qué la desigualdad en el mundo es tan marcada.

Palma: "Encontré que cuando se compara la desigualdad entre países, nunca se debe a lo que sucede en el medio de la población, es decir, en lo que se lleva la mitad que se ubica en el medio y el medio alto, deciles 5 a 9 del ingreso".

"Esa mitad se lleva algo muy cercano a la mitad del ingreso de una sociedad en casi todos los países, sean ricos o pobres, grandes o chicos, democracias o dictaduras, tengan o no recursos naturales, un buen nivel de educación o de gobernabilidad", agrega.

Por otra parte, en Cuba  no se publica desde 1989 el coeficiente Gini que era de 0.29, y el Palma nunca.  Con la llegada del Periodo Especial hasta la fecha, diferentes autores lo han situado entre 0.40 a 0.45, pero la ONEI u otra organización gubernamental autorizada,  no lo ha publicado oficialmente después de 32 años. Esto a su vez tiene relación directa con los niveles de pobrezas o diferentes tipos de ella , que se estima por diferentes autores entre el 3 al 20 % de la población. 

El CIEM tiene un trabajo del IDH por provincias, pero no es exactamente lo que se está planteando, pero se tiene una idea.

En realidad, otras de las tareas que hay que "ordenar" es la información estadística, hay que ser transparentes y oportunos con la misma, sobre todo lo que tiene que ver con el bienestar de la población. ¿Como elaborar políticas para corregir lo que no se conoce? Y si se conoce y no se publican, cómo sabemos si se está corrigiendo o no, con las políticas implementadas.  

Pues deberían publicarse el coeficiente Gini y el de Palma del país, por provincias, así como por sexo, razas y edades.

 China por ejemplo  hace años tenía  mas de 700 millones de pobres en diferentes niveles de pobreza,  que no informaba, a partir de que empezó a publicar sus estadísticas, tuvieron que informar periódicamente los resultados en el enfrentamiento de la misma,   y este año las autoridades chinas anunciaron la erradicación de la pobreza extrema , unos 100 millones de habitantes, como resultado de sus políticas y con ello, desapareció esa categoría de pobreza .

¿Cuándo contaremos con esas estadísticas mencionadas de Cuba?


De nuestro tiempo. Comentario HHC

Por Raúl Roa Kourí, Segunda Cita

Se afirma que el pasado fue un siglo corto. Los cambios producidos en el mundo en diversos órdenes: las revoluciones sociales en México, Rusia, China, Cuba y Vietnam; las dos guerras mundiales y la nueva división del planeta en campos antagónicos (“socialista” y capitalista) resultante de la victoria aliada sobre el nazi fascismo, con el predominio de Estados Unidos, que emergió de la contienda como la principal potencia imperialista; la teoría de la relatividad de Einstein, que transformó de manera raigal nuestros conocimientos de la física e influyó en las otras ciencias; los avances en la biología molecular y la genética, con el subsiguiente desarrollo de la biotecnología y su aplicación a la medicina, la veterinaria, la agricultura y la botánica; los descubrimientos en el campo de la astrofísica, las teorías del big bang y de las cuerdas, que dieron lugar a una nueva comprensión del universo y al inicio de la conquista del espacio; la revolución tecnológica, sobre todo en el terreno de las comunicaciones y la informática (las nuevas tics), que estimuló la concentración del capital en un grupo de países desarrollados (entre los cuales: Estados Unidos, Canadá, la Unión europea, Rusia, Japón y Australia) y en el seno de estos, entre muchos otros factores, aceleraron el proceso de mundialización (o globalización) que había adquirido nuevos bríos a raíz de los “descubrimientos” y conquistas del siglo XV.

Todo ello, unido a la desaparición del colonialismo clásico y el infamante régimen del apartheid en Sudáfrica, al surgimiento de numerosos países independientes en África, Asia y América Latina y el Caribe, y a la explosión demográfica, que dobló la población del orbe, justifican el aserto de Eric Hobsbawm y de otros científicos sociales contemporáneos respecto a la “brevedad” del siglo XX.

En efecto, no hay otro período histórico tan convulso ni en el que hayan ocurrido cambios socioeconómicos tan radicales y profundos, como en el siglo pasado, llamado también “siglo de las utopías”, a mi juicio erróneamente puesto que aparte de la “utopía” socialista o comunista, (ni el nazismo ni el fascismo, ambos corrientes irracionales y reaccionarias son utópicos, en el sentido que le doy al concepto) no hay otro válido: el pensamiento utópico precede a Platón, pasa por San Agustín, Tomás Moro, Saint-Simon y otros, hasta Marx y Engels quienes, armados de un método científico, el materialismo histórico y dialéctico, analizaron con gran acierto la sociedad capitalista de su época y concluyeron que el proletariado era la clase social llamada a liberar al hombre de su lobo el hombre, y al mundo de la opresión del capital, creando una sociedad en que “el libre desenvolvimiento de cada uno sea la condición del libre desenvolvimiento de los demás”.

Desde que se forjó la sociedad de clases, toda la teoría político social enderezada a cambiarla de base ha sido, en cierto modo, utopista. Y aunque no se trata (en los revolucionarios marxistas) de buscar las soluciones fuera del topus uranus o en una ilusoria civitas Dei, sino en esta tierra que habitamos, la fundación de una sociedad sin explotadores ni explotados, basada en la justicia social, que exige de cada quien contribuir según su capacidad y le retribuye según su trabajo (en el comunismo, según sus necesidades), no deja de resultar utópica, empero factible.

En realidad, ninguna de las revoluciones sociales mencionadas ha logrado “construir el socialismo” –aunque ese no fuera para Marx el objetivo de la revolución, pues pensó el socialismo como una etapa en la edificación de la sociedad comunista y no como una formación social en sí– y, mucho menos, el comunismo.

Si aquel presupone la destrucción de la vieja sociedad y la construcción de otra sobre bases muy diferentes, presupone asimismo que la sociedad reemplazada posea un alto nivel de desarrollo económico, industrial, social y cultural, como eran la Inglaterra, la Alemania o la Francia del siglo XIX y, para nada, la Rusia de 1917, atrasada, feudal, de escaso desarrollo industrial y, por ende, con una relativamente pequeña clase obrera, de masas empobrecidas e ignorantes, donde Vladimir I. Lenin y el Partido Comunista (bolchevique), contra la opinión establecida, hicieron la primera revolución socialista.

La violencia fue, una vez más, partera de la historia. Pero no me refiero sólo a la violencia armada; también se violentaron las condiciones que, según Marx y Engels, eran necesarias para edificar una sociedad comunista, tras una etapa socialista cuya duración nunca precisaron, pero debía bastar para sustituir las bases de la sociedad burguesa, su superestructura jurídico-política y erradicar las diferencias de clases, lo que daría paso a la progresiva extinción del Estado y al comunismo.

La genialidad de Lenin consistió en identificar a Rusia como “el eslabón más débil de la cadena imperialista” y percatarse de que era posible allí hacer una revolución socialista, comunista. (Lo mismo ocurrió en Cuba, donde Fidel Castro, contra todo lo que entonces se tenía por cierto, hizo una revolución contra el ejército y las otras fuerzas armadas de la dictadura, y derrotó a los testaferros criollos del imperio en su propio “traspatio”, estableciendo el primer país que construye el socialismo en el hemisferio occidental).

Un aspecto fundamental, que sin embargo no se tuvo bastante en cuenta, es que la nueva sociedad difícilmente podía existir sola en el mundo; de hecho, requería el surgimiento de revoluciones sociales en Alemania, Inglaterra y Francia, que fungirían como locomotoras del cambio social en Europa, conditio sine qua non para crear el sistema-mundo comunista que sustituiría al burgués-capitalista. El socialismo (comunismo) tiene que ser por fuerza un sistema mundial, como lo es el capitalismo; un país solo, o un pequeño grupo de países (v. g., el llamado “campo socialista europeo”) no pueden subsistir como tales en un mundo donde predomine el sistema capitalista imperialista burgués; entre otras cosas, porque el intercambio económico, comercial, financiero y cultural entrambos termina impidiendo, por inevitable contaminación, un genuino desarrollo socialista (comunista).

Al no ocurrir la revolución en ninguno de los países desarrollados de Europa, como esperaba Lenin y requería la naciente URSS, se vio obligado –en medio a la tremenda batalla contra los ejércitos de la coalición capitalista antisoviética y la contrarrevolución interna, que colocó al país, ya desangrado por la primera guerra mundial, en situación asaz crítica– a implantar la Nueva Política Económica (NEP, por sus siglas en ruso), reintroduciendo, con vistas a fomentar la producción y la productividad del trabajo, mecanismos capitalistas en la economía y sociedad rusas, que no dejaron de marcarlas negativamente, desde el punto de vista de la teoría marxista (i. e., libre de rémoras capitalistas.).

Peor fue el intento de N. S. Jruschov de construir el socialismo a través de reformas económicas basadas en patrones capitalistas que, por supuesto, servían sólo para reproducir el capitalismo y no para desarrollar el socialismo. En la URSS, como luego en China y Vietnam, se estableció el socialismo de Estado, en la primera, bajo la máscara del sedicente “socialismo real”. En el prólogo a un “Informe sobre las reformas económicas en los países socialistas”, que elaboré por indicaciones de Carlos Rafael Rodríguez con motivo del viaje a estos por Fidel Castro en 1974, y que apareció sin mi firma, como un “trabajo colectivo” de la Secretaría Permanente para Asuntos del CAME, que yo dirigía, escribí exactamente eso (que servían para reproducir el capitalismo). Empero, se suprimió también el prólogo, a fin de que “dejáramos a Fidel sacar sus propias conclusiones”.

A la muerte del líder revolucionario, en 1924, Stalin se encargó no sólo de eliminar a la mayoría de los compañeros de Lenin, incluido León Trotsky, Comisario fundador del Ejército Rojo y brillante ideólogo –asesinado en México por su hit-man Ramón Mercader, en 1940– así como a miles de otros revolucionarios (sacó del juego, de una u otra forma, a dieciocho de los veintisiete miembros del Buró Político elegidos en el último congreso presidido por Lenin y eliminó a casi el ochenta por ciento de los miembros del Comité Central elegidos en 1934) sino de generalizar el “terror rojo”, responsable del exterminio de millones de campesinos, pequeño burgueses, intelectuales, remanentes de las capas sociales de la antigua sociedad, amén de cualquier “sospechoso” de actividades “antipartido y antisoviéticas”.

A la vez, fortalecía su control sobre el Partido y el Estado, estableciendo un ordenamiento social que Fernando de los Ríos calificó, con acierto, de “césaropapismo”, por su semejanza con el antiguo imperio romano de Oriente, en el que César y Pontífice Máximo eran una y la misma cosa: el único y absoluto mandante. (Stalin lo fue, en su doble condición de Jefe del Gobierno y del Partido.)

El resultado poco tenía que ver con el socialismo, como lo entendieron sus precursores, y hasta el propio fundador del primer Estado de obreros y campesinos, V. I. Lenin y, en realidad, condujo al establecimiento de un régimen burocrático, dictatorial, en el cual el poder del pueblo brilló por su ausencia y en el que florecieron las desigualdades, el cinismo, la corruptela y la doble moral. Quienes, como yo en los años cincuenta, leímos la crítica de Milovan Djilas al titoísmo en su libro La Nueva clase, pudimos darnos cuenta – al conocer los países “socialistas” de Europa del Este y la URSS, incluida Yugoslavia– de que no se trataba en verdad de una “clase social” (en el sentido marxista) sino de una casta (los apparatchiki), integrada por los dirigentes y altos funcionarios del Partido y el Estado.

En épocas de Stalin, por ejemplo, los miembros del Buró Político habitaban mansiones construidas al efecto en las Colinas de Lenin (Jruschov les dio luego amplios apartamentos en edificios especiales y destinó aquéllas al Protocolo de Estado); siempre compraron en tiendas exclusivas, anexas al GUM (Gozudarstvennyi universalnyi magazin), a las que el ciudadano común no tenía acceso, sus alimentos, ropa y todo género de productos, incluso importados, pagándolos en rublos y no en divisas, como era lo normal en las tiendas recuperadoras de moneda convertible, llamadas Beriozhka.

Esa deformación del socialismo, que convirtió la etapa de tránsito al comunismo en algo que no tenía fecha de conclusión y se autoproclamó “socialismo real”, propició también el surgimiento de aspectos muy negativos, que terminaron socavando las bases de la Revolución de Octubre: la corrupción personal, el carrerismo y el oportunismo se generalizaron, convirtiéndose en medios para escalar posiciones en el Estado y el Partido, obtener mejores salarios y viviendas, autos y otros bienes materiales.

No se trata de negar los logros de la Revolución de Octubre, cosa siempre de moda entre los intelectuales de derecha y ahora entre los “comunistas desencantados” de toda latitud y procedencia; baste recordar que transformó a Rusia, de vagón trasero del capitalismo europeo, en “superpotencia” mundial, la primera que envió un hombre al cosmos. Tampoco se pueden desconocer avances indiscutibles en diversas esferas de la investigación científica; en la creación, a pesar de todo, de una sociedad mucho más justa que la precedente y con bastante igualdad, así como niveles aceptables de educación (algunas universidades e institutos alcanzaron resultados de excelencia) y de salud pública, aunque de una calidad ostensiblemente desigual, según los centros y lugares en que se brindara la atención médica.

No obstante, conocidas carencias, en particular en cuanto a la libertad de expresión política, literaria y cultural, más la ausencia de una verdadera democracia socialista en que el pueblo participara en las decisiones, tuvieron un efecto deletéreo a largo plazo, comprometiendo el desarrollo mismo de la nueva sociedad.

No es lícito, por otra parte, desconocer la ayuda que la URSS brindó a los pueblos africanos y asiáticos en su lucha de liberación nacional y tras la independencia (no siempre sobre bases justas, como advirtió Che en Argel, en 1965, al referirse al carácter desigual del intercambio comercial entre los países del campo socialista y el Tercer Mundo). Ni que el hecho de ser una superpotencia de signo contrario al capitalismo, contribuyó, dados su poderío político y militar, al equilibrio en las relaciones internacionales frenando, en ocasiones, la política imperialista y aventurera estadounidense y, durante la crisis en torno al Canal de Suez, el belicismo franco-británico.

La revolución rusa significó, a no dudarlo, un paso adelante en la vida de la humanidad, pero hacer una valoración de sus logros y defectos es harto complejo. Si en el orden social representó el intento mayúsculo de crear la primera sociedad de la historia sin explotadores ni explotados, en los órdenes político y social sus resultados fueron menos satisfactorios. La Unión Soviética no fue en absoluto el “paraíso de los trabajadores” de la propaganda estalinista: recuérdense nomás los gulags y campos de trabajo forzado en Siberia y otros parajes remotos.

Junto a luces evidentes, hay que incluir las densas sombras de la represión política, la colectivización forzosa, la aniquilación de la democracia y el debate libre, no sólo en la sociedad (se argüía que la crítica podía ser utilizada por el enemigo en perjuicio del Estado naciente) sino en el mismo Partido, lo que trajo como consecuencia, entre otras cosas igual de graves, la esterilidad del pensamiento revolucionario y el aborregamiento de la sociedad.

Manchones imborrables fueron, también, la satelización de Europa oriental, a cuyos países (RDA, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, y Bulgaria) impuso la URSS el “socialismo” manu militari tras la victoria sobre el hitlerismo, con los efectos desastrosos que sabemos; y la supeditación del movimiento comunista y obrero internacional a sus intereses estatales, entre otros “desaguisados”, por usar un eufemismo.

Lo imperdonable, sin embargo, fue crear y difundir la patraña de que el “socialismo real” era el socialismo, y no su grotesca caricatura; subordinar la “revolución mundial” a los intereses nacionales de la URSS; convertir ésta en otra suerte de “imperio”, que aplastó por la fuerza todo intento de cambio en su redil europeo (Hungría, Checoslovaquia, RDA) y hasta asiático (Afganistán), con independencia de que, en algún caso, se tratara de coartar un posible retorno al capitalismo y, en otros, de acallar todo reclamo de independencia, aunque no fuera estrictamente anti-socialista.

La gerontocracia que terminó gobernando el país de los soviets fue incapaz de transformar el Estado-Partido burocrático creado por Stalin y sus seguidores quienes, tras el breve interludio de Nikita S. Jruschov y los vientos refrescantes del XX Congreso del PCUS en 1956, se hicieron una vez más de las riendas del poder (de donde, valga aclararlo, nunca se separó a la mayoría) y condujeron a la URSS a una desenfrenada carrera armamentista, en competencia imposible con los Estados Unidos, lo cual contribuyó a su ruina económica; y, por último, a la intervención militar en Afganistán, guerra injusta que culminó en la derrota humillante de sus tropas y fue denunciada de manera casi unánime por la comunidad internacional. (Nuestro gobierno, por cierto, se negó a condenarla, aun cuando la considerábamos un serio error; la razón, como expresé entonces a la Asamblea General de la ONU, era que: “Cuba jamás llevará agua al molino del imperialismo”).

Los esfuerzos tardíos de Mijaíl Gorbachov por corregir el rumbo (si en verdad quería corregirlo y no hundir lo poco que restaba de los sueños de Octubre, cosa no improbable, a la luz de sus declaraciones posteriores) resultaron vanos: no era dable realizar a un mismo tiempo los radicales cambios políticos y económicos requeridos. La reconstrucción de la economía sobre bases de veras socialistas (perestroika) y la democratización del Estado, el Partido y la sociedad (apodada glassnost, o sea, transparencia) solo eran factibles si se emprendían por separado, paso a paso. Intentando hacerlo al unísono, Gorbachov –como expresó Fidel– “sacó al genio de la botella, pero no pudo meterlo de nuevo”.

Lo ocurrido en los países de Europa oriental después del tan cacareado “derrumbe” del muro de Berlín, no deja lugar a dudas en cuanto a la endeblez política del “socialismo real” (independientemente de que a ello haya contribuido bastante la actividad enemiga); tampoco las deja el desmoronamiento de la Unión Soviética: el “socialismo en realidad existente” (en ruso, sushustvúyushi sotsialism) desapareció de la faz de la Tierra sin que se disparase un solo tiro, cual frágil castillo de arena.

Las bregas y anhelos de millones de comunistas, hombres y mujeres de bien, terminaron de esfumarse con la irrupción del “capitalismo salvaje” en la patria de Lenin. Esto, sin embargo, no fue el fin de la historia, como afirmaron los epígonos y pseudofilósofos del imperio: un verdadero socialismo sigue siendo no sólo posible sino necesario, pues el capitalismo, como el “socialismo real”, ha demostrado ser incapaz de resolver los acuciantes problemas que enfrenta la humanidad.

Comentario HHC: Un buen resumido de la historia, pero polémico, incompleto y en ocasiones parcializado artículo que sirve no obstante para el intercambio de criterios, y dar cabida a lo que debe ser un análisis permanente a lo interno. Solo decir breves palabras.

 El desarrollo económico y social de la URSS , a pesar de los errores de Stalin ( por cierto que Lenin, en su lecho de muerte,  no recomendó para sustituirlo), es innegable, excepto China en las últimas décadas , ningún país en el mundo se desarrolló de modo tan acelerado y POR SI MISMO, como la extinta Unión Soviética.

Gorbachov no encontró la URSS al llegar al poder, en peores condiciones que cuando Stalin , a pesar de su "limpia" al ejército rojo antes de la 2da Guerra Mundial , tuvo al ejército nazi a 30 km de Moscú con la Operación Barbarroja, y estuvieron casi dos años a la defensiva hasta que empezaron a remontar la guerra en el arco de Kursk y vencieron a las hordas fascista un dia como hoy. Gorbachov no impidió y si destruyo conscientemente todo lo que se había avanzado en la URSS a pesar de los errores, que en mi opinión el principal es la concentración de poder en una persona, y el culto como causi religión de la personalidad de los líderes. El Socialismo tiene que edificarse, lograrse como resultado de la dirección colectiva, esa es su gran ventaja sobre el capitalismo. 

 En última instancia, los errores del capitalismo y su sociedad, con un por ciento importante de pobreza de la población, en la mayoría de los países capitalistas de este mundo, por decenas de años y algunos centenares, unido a flagelos como la droga y sus carteles, el paramilitarismo, la corrupción, etc como consecuencia, y donde de facto no hay democracia alguna ( entendiendo esta como el poder del pueblo en las decisiones fundamentales), existirían las causas y condiciones para que desaparecieran con más razón que la URSS , y ahí están. 

 El autor, se da loas a sí mismo, de haber realizado el informe de 1974, que hoy reclama su autoría, innecesario.  Lo que, si le quedo pendiente, porque no lo aborda o no quiso hacerlo, es cuánto de los errores que le atribuye a la URSS están reproducidos hoy en Cuba, eso es lo importante.  Aunque hay una crítica velada cuando afirma " Stalin lo fue, en su doble condición de Jefe del Gobierno y del Partido". 

Menciona innecesariamente también, el ataque a Afganistán por las tropas soviéticas, y se da otra vez loas: "(Nuestro gobierno, por cierto, se negó a condenarla, aun cuando la considerábamos un serio error; la razón, como expresé entonces a la Asamblea General de la ONU, era que: “Cuba jamás llevará agua al molino del imperialismo)”. Sin embargo, el problema fundamental era que Cuba en ese entonces ostentaba la Presidencia de los Países No Alineados, y los países miembros si exigían una condena de la agresión a un pais que si pertenecía a la organización, y esta  no fue la misma después de eso, amén de la desaparición del bloque socialista. 

 Lo importante es profundizar en las vías demostradas eficaces de la edificación de la sociedad más humana y eficiente, que debe ser el socialismo. No hay que autoflagelarnos porque el capitalismo no lo hace, solo debemos corregir los errores demostrados. Y ante el argumento de perseguir el bienestar de todos y cada uno de nuestros ciudadanos, no hay otra aspiración plausible digna para los seres humanos.

Colombia en llamas: el fin del neoliberalismo será violento. Comentario HHC


Por Boaventura de Sousa Santos, Público

Colombia está en llamas. Actualmente es uno de los países con más muertos por covid-19, ocupando el cuarto lugar en la región después de Estados Unidos, Brasil y México, teniendo hasta la fecha tan solo el 3,5% de la población totalmente vacunada y siendo parte de los países que se niegan a apoyar la solicitud de liberación de las patentes de las vacunas. Es también el país que en 2020 tenía el 42,5% de su población en condición de pobreza monetaria y el 15,1% de la misma en condición de pobreza monetaria extrema. A estos datos mínimos pero significativos le podemos sumar que, tras la firma del acuerdo de paz de 2016, se han asesinado entre 700 y 1.100 personas defensores y defensoras de derechos humanos (las cifras varían entre las ONG y las instituciones gubernamentales).

Las zonas que antiguamente fueron de dominio de las FARC-EP hoy están en disputa por parte de distintos grupos armados ilegales, los cuales no solo buscan intereses económicos (narcotráfico, minería ilegal) sino que también traen consigo un horrible y sangriento interés por el control sobre la población civil, afectando gravemente el tejido social y dando como resultado que esto es sólo la punta del iceberg del nuevo panorama que atraviesa el país.

Es en este contexto, y tras casi tres años bajo el gobierno de una derecha opositora al acuerdo de paz en medio de una pandemia que ha matado a miles de personas, en el que pueblo trabajador ha salido a las calles a levantar su voz en contra de una anunciada reforma tributaria que buscó, bajo la lógica del Gobierno, recaudar 23 billones de pesos (algo cercano a 6.300 millones de dólares) para mejorar las finanzas públicas y financiar los programas de asistencia social. Si bien es cierto que el país necesita mejorar su sistema tributario, esta reforma planteaba aumentar el número de personas que declaran y pagan impuestos sobre la renta con el aval, la visión y el marco conceptual del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Plantear la idea de que más personas sean las encargadas de tributar y financiar los gastos del Estado, en teoría, no suena descabellado, es más, llevaría a pensar que serían las personas de altos ingresos quienes más pagarían impuestos teniendo en cuenta los principios de progresividad, equidad y eficiencia tributaria consagrados en la Constitución Política de Colombia. Pero, según los datos del Banco Mundial, Colombia es uno de los países más desiguales de América Latina (el índice GINI es de 51,3), reflejando una política fiscal inadecuada y regresiva que posibilita una alta concentración del ingreso y la riqueza, y ocasiona por ello un menor desarrollo, dado que los ingresos y la riqueza se quedan en manos de un porcentaje muy pequeño de la población. La reforma planteada, se uniría al largo y complejo sistema tributario del país que no refleja una verdadera política progresiva y que está lleno de beneficios tributarios dirigidos a las personas con mayores ingresos.

Podríamos afirmar que a partir de 2016 el pueblo trabajador ha inundado las calles y plazas de Colombia exigiendo la defensa de la paz y el cumplimiento de los acuerdos, la protección de los líderes sociales y la solidaridad con quienes han sido asesinados, así como el rechazo a propuestas de modificación de los regímenes pensionales, laborales y tributarios. Así, en los últimos cinco años Colombia ha visto sus calles recorridas por jóvenes, mujeres, indígenas, afros, docentes, pensionados y estudiantes que han generado hechos insólitos como una de las mayores manifestaciones en el país desde la década de 1970, como lo fue la llevada a cabo el 21 de noviembre de 2019 (21N).

Gracias a este empoderamiento popular, y a pesar de la pandemia de la covid-19, Colombia volvió a marchar del 9 al 21 de septiembre de 2020 para protestar en contra del abuso policial, del mal manejo del Gobierno ante la crisis económica y social provocada por la pandemia y para sentar una voz que dijera basta ya a las masacres en el país, las cuales no tuvieron tregua a pesar de las medidas de confinamiento. En especial hay que subrayar la Minga (movilización indígena) del suroccidente colombiano, ocurrida en octubre de 2020 liderada por las organizaciones indígenas, que emocionó por sus consignas y valentía y que logró movilizar a una gran parte de la sociedad en torno a sus exigencias tras su recorrido por el país, logrando la opinión favorable de millones de personas que los recibieron calurosamente en cada ciudad durante su viaje hasta la capital.

Bajo este panorama el pueblo decidió a partir del 28 de abril (28A) de 2021 marchar en contra de la reforma tributaria y del gobierno indolente. La represión de las fuerzas policiales es brutal. El malestar ciudadano ha sido objeto de estigmatización y represión por parte de la fuerza pública, lo que ha llevado a que distintas organizaciones de derechos humanos registren entre el 28 de abril y el 5 de mayo un total de 1.708 casos de violencia policial, 381 víctimas de violencia física por parte de la Policía, 31 muertes (en proceso de verificación), 1.180 detenciones arbitrarias en contra de los manifestantes, 239 intervenciones violentas por parte de la fuerza pública, 31 víctimas de agresión en sus ojos, 110 casos de disparos de armas de fuego por parte de la Policía y 10 víctimas de violencia sexual por parte de fuerza pública. De igual manera, la Defensoría del Pueblo (la figura del ombudsman en Colombia) señaló que se registraron 87 quejas por presuntas desapariciones durante las protestas del Paro Nacional del 28A.

Lo que empezó como una fuerte oposición a una reforma impopular y a un ministro de Hacienda que desconocía el valor de una docena de huevos (y en general de toda la cesta de la compra familiar), ha escalado al punto de no solo lograr que se retire dicha reforma en el Congreso y que dicho ministro renuncie, sino que el presidente de la República, Iván Duque Márquez, ha propuesto un espacio de diálogo con distintos sectores de la sociedad civil, diálogo que hasta el momento parece ser solo entre las élites del país, desde arriba, y nunca desde abajo. Las organizaciones sociales saben por experiencia que de este Gobierno nada bueno hay que esperar, pero como siempre lo han hecho no se rehúsan al diálogo. La primera victoria del movimiento ciudadano en las calles sobre la retirada de la reforma no llegó pacífica o gratuitamente. Además de las cifras antes mencionadas y recolectadas por las ONG del país, el presidente Duque anunció la militarización de Colombia antes de ceder al clamor social. A partir del 1 de mayo, las redes sociales y las calles colombianas han visto el horror de un despliegue militar típico de un estado de excepción dictatorial, con la Policía disparando en contra de manifestantes pacíficos y desarmados. Esta ha sido quizás la respuesta más violentamente represiva en tiempos de pandemia a nivel mundial.

Particularmente en Cali las protestas tuvieron una intensidad muy especial debido a la movilización de las organizaciones indígenas después del cruel asesinato de Sandra Liliana Peña, gobernadora indígena de apenas 35 años que proponía la recuperación de los conocimientos tradicionales y rechazaba la presencia de todos los actores armados en su territorio. Esta ciudad es el segundo centro urbano más negro de América del Sur, llena de contradicciones y luchas, y que ha visto cómo reprimen a su pueblo de la forma más aberrante posible. La situación es tal que, en medio de una reunión pacífica y retransmitida en directo por las redes sociales, se puede observar al escuadrón antidisturbios haciendo presencia para dispersar la manifestación, causando la muerte de un joven frente a más de 1.000 espectadores que observaban a través de internet. Desde Siloé, una comuna (favela) de Cali, se denunció también que durante la noche del 4 de mayo no se pudo acceder al servicio de internet en la zona.

La débil respuesta a la violencia policial por parte de las instituciones colombianas (tanto administrativas como judiciales) ha dado lugar a que civiles armados amenacen (y en ocasiones disparen) a los manifestantes bajo la idea de que son "vándalos" y "terroristas". En Cali, los estudiantes hicieron circular el siguiente "diálogo": "Tenemos 25.000 armas", gritaba un hombre vestido de blanco desde su costosa camioneta aparcada frente a la Universidad del Valle (Univalle). "Nosotros tenemos una de las mejores bibliotecas del país", le contestó un estudiante. En Pereira, el alcalde promovía un "frente común" que incluyera a miembros de la seguridad privada, al Ejército y a la Policía para "recuperar el orden y la seguridad ciudadana", dando lugar a que un joven resultara herido con ocho balas y esté agonizando en un hospital de dicha ciudad.

¿Para dónde va Colombia?Esta pregunta es importante para Colombia, pero más allá de Colombia me parece ver en los recientes acontecimientos el embrión de mucho de lo que pasará en el continente y en el mundo en las próximas décadas. Claro que cada país tiene una especificidad propia, pero lo que pasa en Colombia parece anunciar el peor de los escenarios que identifiqué en mi reciente libro sobre el periodo postpandemia (El futuro comienza ahora: de la pandemia a la utopía. Madrid: Akal. 2021). Este escenario consiste en la negación de la gravedad de la pandemia, la política de sobreponer la economía a la protección de la vida, y la obsesión ideológico-política de volver a la normalidad aun cuando la normalidad es el infierno para la gran mayoría de la población.

Las consecuencias de la pandemia no pueden ser mágicamente frenadas por la ideología de los gobiernos conservadores; la crisis social y económica pospandémica será gravísima, sobre todo porque se acumula con las crisis que preexistían a la pandemia. Será por eso mucho más grave. Las políticas de ayuda de emergencia, por deficientes que sean, combinadas con el ablandamiento económico causado por la pandemia, van a causar un enorme endeudamiento del Estado, y el agravamiento de la deuda será una causa adicional para más y más austeridad. Los gobiernos conservadores no conocen otro medio de lidiar con las protestas pacíficas del pueblo trabajador en contra de la injusticia social que no sea la violencia represiva. Así van a responder y el mensaje va a incluir la militarización creciente de la vida cotidiana. Lo que implica el uso de fuerza letal que fue diseñada para enemigos externos. La degradación de la democracia, ya bastante evidente, se profundizará todavía más. ¿Hasta qué punto el mínimo democrático que todavía existe colapsará dando lugar a nuevos regímenes dictatoriales?

Este escenario no es especulación irrealista. Un reciente informe del FMI hace la misma previsión. Dicen los autores Philip Barrett y Sophia Chen* que las pandemias pueden tener dos tipos de efectos sobre la agitación social: un efecto atenuante, suprimiendo la posibilidad de causar disturbios al interferir en las actividades sociales, así como un efecto contrario que aumente la probabilidad de malestar social y por consiguiente se generen disturbios o protestas en la medida en que la pandemia se desvanezca. Lo que no dicen es que las protestas serán motivadas por las mismas políticas que el FMI y las agencias financieras promueven en todo el mundo. Es tanta la hipocresía del mundo en el que vivimos, que el FMI ignora u oculta las consecuencias de sus lineamientos. El pueblo colombiano merece y necesita de toda la solidaridad internacional. No estoy seguro de si la tendrán abiertamente de las agencias internacionales que dicen promover los derechos humanos, a pesar de que estos estén siendo violados tan gravemente en Colombia. Imaginemos por un momento que lo que está pasando en Colombia estuviese ocurriendo en Caracas, Rusia o cualquier otra parte del mundo declarado como no amigo de los Estados Unidos. Seguramente la Organización de Estados Americanos (OEA), el alto comisariado de la ONU y el Gobierno estadounidense ya estarían denunciando los abusos y proponiendo sanciones a los gobiernos infractores. ¿Por qué la suavidad en los comunicados emitidos hasta la fecha?

No se le puede escapar a nadie que Colombia es el mejor aliado de los Estados Unidos en América Latina, siendo el país que se ofreció para instalar siete bases militares estadounidenses en su territorio (situación que afortunadamente no ocurrió por intervención de la Corte Constitucional). Las relaciones internacionales en el presente viven el momento más escandaloso de hipocresía y parcialidad: solamente los enemigos de los intereses norteamericanos cometen violaciones de los derechos humanos. No es nuevo, pero ahora es más chocante. Las agencias multilaterales se rinden a esta hipocresía y parcialidad sin ningún tipo de vergüenza. Los colombianos, eso sí, pueden esperar la solidaridad de todos los demócratas del mundo. En su valentía y en nuestra solidaridad reside la esperanza. El neoliberalismo no muere sin matar, pero cuanto más mata más muere. Lo que está pasando en Colombia no es un problema colombiano, es un problema nuestro, de las y los demócratas del mundo.

Por el momento, las manifestaciones en Colombia no se ven próximas a finalizar y pese a que solo ha pasado una semana desde el inicio de las mismas, debemos insistir en superar el miedo que ronda las calles del país y en la esperanza de un futuro prometedor, más justo y en paz, para un país que ha querido terminar un conflicto de más de cincuenta años a través de un Acuerdo que agoniza bajo las garras del capitalismo abisal.

Comentario HHC: La hipocresía de la OEA, EEUU y Europa en relación a Colombia es inaudita, se esta demostrando que el respeto a los derechos humanos que tanto cacarean y hablan,  empieza y termina para ellos con sus intereses politicos. Solo tibias declaraciones.

Ni las nueve bases militares de EEUU en Colombia, ni la cortina de humo de expulsar a nuestro diplomatico, ni los intentos de culpar a Venezuela pueden impedir la justa rebeldia de ese pueblo. 

Pero cuando se trata de Cuba los fantoches voceros de EEUU se preocupan de los " derechos humanos". Un doble discurso infantil para incautos y apatridas.