OnCuba
La resistencia al cambio ha generado costos muy grandes |
Plaf… o demasiado miedo a la vida es una película cubana de 1988 y podría decirse que es un metáfora anticipada y muy aproximada de nuestra realidad actual.
Concha es uno de los personajes principales de esa película cubana. Mujer divorciada y con un hijo mayor, por demás pelotero. Ella se debate entre la decisión de realizar un cambio drástico (comenzar una nueva vida mudándose con un chofer de taxi, hombre que la ama y al que ella ama) o seguir igual: encerrada en sí misma y en su pasado, soportando una situación interna difícil de sostener y enfrentada a agresiones externas (ataque con huevos) que la acosan sistemáticamente y sobre los cuales no tiene la posibilidad de influir.
Al final Concha muere de un infarto que le produce el sonido de una pelota de goma rebotando en una pared de su casa y que ella confunde con el sonido de otro huevo reventando en algún lugar de su hogar. La verdadera razón de su muerte, sin embargo, fue la indecisión y el miedo al cambio.
Cuba se debate en un problema parecido al de Concha. Es atacada por un enemigo externo que parece insaciable (Trump y los cubano-americanos de Marco Rubio y compañía, que ahora pretenden chantajear al mundo amenazando con poner a funcionar el título 3 de la Ley Helms- Burton); enfrenta una situación económica difícil y está abocada a cambios significativos tal cual anuncia el proyecto de nueva Constitución de la República. A la vez, padece de la permanencia de una testaruda resistencia a los cambios necesarios que de alguna manera ha conducido a idas y venidas en ese proceso de transformación tan necesario que exige nuestra realidad económica, política y social.
Esa resistencia ha generado costos muy grandes. Describo alguno de estos:
El Ministro de Economía, Alejandro Gil, con toda razón ha sostenido que existen reservas suficientes para crecer, al menos modestamente. En mi opinión, la primera de todas las reservas está en el mejoramiento y adecuación de las instituciones (de las reglas del juego) a la situación que hoy tenemos y al objetivo de crecer y desarrollarnos.
La segunda oportunidad de mejora tampoco implica recursos materiales o financieros; es (lo ha señalado Miguel Díaz-Canel) la coherencia que debe existir entre las políticas asumidas y los propósitos definidos, la realidad de la economía y los documentos programáticos aprobados.
Un ejemplo de la importancia de la coherencia entre políticas y propósitos son la educación y la salud. Si hoy Cuba puede mostrar logros indiscutibles en la educación y la salud, es porque desde un inicio esas políticas fueron coherentes con el propósito definido, y han sido consistentes a través de estos sesenta años.
¿Hay oportunidades? Sin duda las hay. Por ejemplo aún quedan en el país unas 800,000 hectáreas de tierras ociosas. El precio de la tierra de buena calidad oscila de país a país, de año a año puede ir desde los 2,000 USD por hectárea hasta los 14,000 USD.
En Cuba la que aún queda ociosa y no tiene “demanda”, no es de la mejor calidad, entonces pensemos en un precio de 3,000 dólares la hectárea. No vendamos nuestra tierra, solo ofrezcámosla en arriendo a empresas extranjeras y a ese sector no estatal nacional. Pongamos que un arriendo por 20 años prorrogables para la producción de alimentos, y que la renta que debe pagar esa empresa es de 150 dólares anuales (3,000 que sería el precio entre 20 años), asumamos que se logren colocar en arriendo el 70% de esas tierras ociosas (586,000 hectáreas). Entonces el país recibiría cada año, solo por concepto de renta 87,900,000 dólares anuales, a lo que habría que sumar ingresos por concepto de compras a la economía nacional, salarios e impuestos sobre utilidades.
Una parte de ese ingreso podría quedar en los gobiernos de los territorios y engrosar ese 1% para el desarrollo de los mismos y la otra ingresaría en el presupuesto del Estado. Obviamente habría que limpiar el camino de obstáculos, trabas, burocracias, prejuicios y resistencias para que esos productores pueden tener acceso fácil a las exportaciones, a las importaciones de insumo y al mercado nacional. Se puede hacer, solo hay que “sacudir la mata”.
Lo mismo pasa en el sector inmobiliario. En los años 90 se abrió a la inversión extranjera y en breve tiempo apareció más de una decena de proyectos. Luego el sector se cerró y más tarde se reabrió solo para proyectos asociados al desarrollo de campos de golf.
Hoy, casi 20 años después, aún no tenemos ningún campo de golf. En ese mismo lapso de tiempo República Dominicana construyó más de 20.
Existen suficientes terrenos sin utilizar en casi todas las ciudades de Cuba y en torno a ellas, terrenos que no son aprovechables para la agricultura. Tenemos la ventaja de tener un Instituto de Planificación Física que puede ordenar todos los proyectos. Tenemos además los precios de la tierra al menos para las locaciones de interés turístico.
Quien tenga dudas, vaya hasta la calle P entre 23 y 21, mire el espacio que ocupa la fachada “semidestruida” de un edificio que está en la acera oeste y que en tiempos modernos fue el flamante restaurante Moscú. ¡Cuánto espacio improductivo por más de veinte años! Pongámosle un precio por metro cuadrado. Algunas estimaciones lo sitúan en 800 dólares, pero como no es para la venta, sino para arriendo a largo plazo (25 o 50 años) bajemos la renta a la cuarta parte: 200 por metro cuadrado al año. Estimemos que el área de la que hablamos tenga unos 2,000 metros cuadrados, entonces el país, o la ciudad, recibiría de este pedacito de terreno 800,000 dólares anuales, por 20 años son 8,000,000 de dólares que se han perdido, o dejado de ganar, más los impuestos dejados de cobrar por el supuesto negocio, más los salarios que nunca se pagaron, etcétera, etcétera.
Pero no, por 20 años o más ese espacio lo que produce es insalubridad, vectores, peste, contaminación, una fea imagen y ningún ingreso para el país ni para la ciudad. Nada, que el síndrome de Concha ha costado bastante.
Quizás ya exista algún proyecto para ese espacio. Quizás en los próximos tres años se comience a ejecutar. Quizás en los próximos cinco o siete comience a “producir”. Ojalá que así sea; pero los 20 años anteriores serán recursos perdidos para Cuba.
¿Cuántos espacios como este y aún mayores existen en la capital? ¿Por qué no se vuelve a abrir el sector inmobiliario a la inversión extranjera? Una parte de los ingresos obtenidos por la renta de los terrenos, por el alquiler de los pisos y de los impuestos sobre las utilidades pueden ser utilizados directamente en inversión para construir viviendas confortables para la población de nuestro país.
Hay muchas más oportunidades, hasta esa deuda a proveedores y esos dividendos retenidos que tanto angustian, son, en buen término, una fuente de financiamiento para el crecimiento. De hecho, algunas de esas empresas que hoy tienen dividendos retenidos podrían tener interés en convertirlos en activos que les generen más ingresos, aunque tengan que invertir algún dinero fresco.
Oportunidades hay, solo hay que pensar distinto y desalojar el síndrome de la mencionada película.
Fuente: http://oncubanews.com/opinion/columnas/contrapesos/la-economia-cubana-y-el-sindrome-de-concha/
Concha es uno de los personajes principales de esa película cubana. Mujer divorciada y con un hijo mayor, por demás pelotero. Ella se debate entre la decisión de realizar un cambio drástico (comenzar una nueva vida mudándose con un chofer de taxi, hombre que la ama y al que ella ama) o seguir igual: encerrada en sí misma y en su pasado, soportando una situación interna difícil de sostener y enfrentada a agresiones externas (ataque con huevos) que la acosan sistemáticamente y sobre los cuales no tiene la posibilidad de influir.
Al final Concha muere de un infarto que le produce el sonido de una pelota de goma rebotando en una pared de su casa y que ella confunde con el sonido de otro huevo reventando en algún lugar de su hogar. La verdadera razón de su muerte, sin embargo, fue la indecisión y el miedo al cambio.
Cuba se debate en un problema parecido al de Concha. Es atacada por un enemigo externo que parece insaciable (Trump y los cubano-americanos de Marco Rubio y compañía, que ahora pretenden chantajear al mundo amenazando con poner a funcionar el título 3 de la Ley Helms- Burton); enfrenta una situación económica difícil y está abocada a cambios significativos tal cual anuncia el proyecto de nueva Constitución de la República. A la vez, padece de la permanencia de una testaruda resistencia a los cambios necesarios que de alguna manera ha conducido a idas y venidas en ese proceso de transformación tan necesario que exige nuestra realidad económica, política y social.
Esa resistencia ha generado costos muy grandes. Describo alguno de estos:
- La tasa de crecimiento sigue siendo muy baja y está muy lejos de la tasa de crecimiento que necesitamos.
- Las exportaciones de bienes siguen teniendo un comportamiento insuficiente y continúan concentradas en unos pocos bienes.
- La dependencia de las importaciones se mantiene y no parece que tenga solución de corto plazo.
- La presión fiscal no permite amplios márgenes de maniobra.
- El empleo no crece y se ha precarizado.
- El salario, a pesar del crecimiento del salario medio mensual, sigue siendo insuficiente.
- El éxodo de personal calificado, especialmente jóvenes y mujeres que desangra a nuestra economía, se mantiene.
- La tasa de inversión permanece muy baja respecto a las necesidades de crecimiento, prácticamente está a la mitad de esas necesidades y la ejecución de las inversiones sigue siendo insuficiente.
- La deuda de corto plazo a proveedores y los dividendos no pagados a inversionistas extranjeros son una carga financiera importante, se convierten en incentivos negativos al crecimiento y generan incertidumbre a futuros inversionistas interesados en el país.
- La empresa estatal socialista, responsable de al menos el 80% del PIB y mayoritaria como fuente de empleo, pilar de las transformaciones emprendidas hace unos años atrás, no alcanza a responder adecuadamente a nuestras necesidades de desarrollo y se ha anunciado será necesario repensar las OSDEs.
- La inversión extranjera, declarada estratégica para el desarrollo del país no logra despegar y aun cuando ha mejorado su captación respecto a años atrás sigue siendo insuficiente y está lejos de nuestras necesidades reales.
- Se mantienen brechas importantes –vertical y horizontal– en la infraestructura básica.
- Existen brechas tecnológicas significativas en buena parte de nuestro sistema productivo.
- El sector no estatal, cooperativas y propietarios privados en general, arrendadores de tierra y empleados en ese sector, aun espera por un marco legal más proactivo que le permita crecer cualitativamente.
- Sectores decisivos, como la agricultura y la industria no terminan de encontrar una senda dinámica de crecimiento sostenido.
El Ministro de Economía, Alejandro Gil, con toda razón ha sostenido que existen reservas suficientes para crecer, al menos modestamente. En mi opinión, la primera de todas las reservas está en el mejoramiento y adecuación de las instituciones (de las reglas del juego) a la situación que hoy tenemos y al objetivo de crecer y desarrollarnos.
La segunda oportunidad de mejora tampoco implica recursos materiales o financieros; es (lo ha señalado Miguel Díaz-Canel) la coherencia que debe existir entre las políticas asumidas y los propósitos definidos, la realidad de la economía y los documentos programáticos aprobados.
Un ejemplo de la importancia de la coherencia entre políticas y propósitos son la educación y la salud. Si hoy Cuba puede mostrar logros indiscutibles en la educación y la salud, es porque desde un inicio esas políticas fueron coherentes con el propósito definido, y han sido consistentes a través de estos sesenta años.
¿Hay oportunidades? Sin duda las hay. Por ejemplo aún quedan en el país unas 800,000 hectáreas de tierras ociosas. El precio de la tierra de buena calidad oscila de país a país, de año a año puede ir desde los 2,000 USD por hectárea hasta los 14,000 USD.
En Cuba la que aún queda ociosa y no tiene “demanda”, no es de la mejor calidad, entonces pensemos en un precio de 3,000 dólares la hectárea. No vendamos nuestra tierra, solo ofrezcámosla en arriendo a empresas extranjeras y a ese sector no estatal nacional. Pongamos que un arriendo por 20 años prorrogables para la producción de alimentos, y que la renta que debe pagar esa empresa es de 150 dólares anuales (3,000 que sería el precio entre 20 años), asumamos que se logren colocar en arriendo el 70% de esas tierras ociosas (586,000 hectáreas). Entonces el país recibiría cada año, solo por concepto de renta 87,900,000 dólares anuales, a lo que habría que sumar ingresos por concepto de compras a la economía nacional, salarios e impuestos sobre utilidades.
Una parte de ese ingreso podría quedar en los gobiernos de los territorios y engrosar ese 1% para el desarrollo de los mismos y la otra ingresaría en el presupuesto del Estado. Obviamente habría que limpiar el camino de obstáculos, trabas, burocracias, prejuicios y resistencias para que esos productores pueden tener acceso fácil a las exportaciones, a las importaciones de insumo y al mercado nacional. Se puede hacer, solo hay que “sacudir la mata”.
Lo mismo pasa en el sector inmobiliario. En los años 90 se abrió a la inversión extranjera y en breve tiempo apareció más de una decena de proyectos. Luego el sector se cerró y más tarde se reabrió solo para proyectos asociados al desarrollo de campos de golf.
Hoy, casi 20 años después, aún no tenemos ningún campo de golf. En ese mismo lapso de tiempo República Dominicana construyó más de 20.
Existen suficientes terrenos sin utilizar en casi todas las ciudades de Cuba y en torno a ellas, terrenos que no son aprovechables para la agricultura. Tenemos la ventaja de tener un Instituto de Planificación Física que puede ordenar todos los proyectos. Tenemos además los precios de la tierra al menos para las locaciones de interés turístico.
Quien tenga dudas, vaya hasta la calle P entre 23 y 21, mire el espacio que ocupa la fachada “semidestruida” de un edificio que está en la acera oeste y que en tiempos modernos fue el flamante restaurante Moscú. ¡Cuánto espacio improductivo por más de veinte años! Pongámosle un precio por metro cuadrado. Algunas estimaciones lo sitúan en 800 dólares, pero como no es para la venta, sino para arriendo a largo plazo (25 o 50 años) bajemos la renta a la cuarta parte: 200 por metro cuadrado al año. Estimemos que el área de la que hablamos tenga unos 2,000 metros cuadrados, entonces el país, o la ciudad, recibiría de este pedacito de terreno 800,000 dólares anuales, por 20 años son 8,000,000 de dólares que se han perdido, o dejado de ganar, más los impuestos dejados de cobrar por el supuesto negocio, más los salarios que nunca se pagaron, etcétera, etcétera.
Pero no, por 20 años o más ese espacio lo que produce es insalubridad, vectores, peste, contaminación, una fea imagen y ningún ingreso para el país ni para la ciudad. Nada, que el síndrome de Concha ha costado bastante.
Quizás ya exista algún proyecto para ese espacio. Quizás en los próximos tres años se comience a ejecutar. Quizás en los próximos cinco o siete comience a “producir”. Ojalá que así sea; pero los 20 años anteriores serán recursos perdidos para Cuba.
¿Cuántos espacios como este y aún mayores existen en la capital? ¿Por qué no se vuelve a abrir el sector inmobiliario a la inversión extranjera? Una parte de los ingresos obtenidos por la renta de los terrenos, por el alquiler de los pisos y de los impuestos sobre las utilidades pueden ser utilizados directamente en inversión para construir viviendas confortables para la población de nuestro país.
Hay muchas más oportunidades, hasta esa deuda a proveedores y esos dividendos retenidos que tanto angustian, son, en buen término, una fuente de financiamiento para el crecimiento. De hecho, algunas de esas empresas que hoy tienen dividendos retenidos podrían tener interés en convertirlos en activos que les generen más ingresos, aunque tengan que invertir algún dinero fresco.
Oportunidades hay, solo hay que pensar distinto y desalojar el síndrome de la mencionada película.
Fuente: http://oncubanews.com/opinion/columnas/contrapesos/la-economia-cubana-y-el-sindrome-de-concha/