Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

domingo, 14 de marzo de 2021

Un cambio en el paradigma del bienestar social

Es una ruptura con el miedo obsesivo a que los pobres pudieran aprovecharse de las ayudas y optar por no trabajar



Una niña da clases 'online' en un centro de aprendizaje en Los Ángeles.PATRICK T. FALLON

Se ha acabado “la era del se ha acabado el Gobierno grande”. La ley de ayuda pública que el presidente Joe Biden acaba de firmar es de un alcance impresionante, y sin embargo la oposición conservadora sigue siendo extraordinariamente floja. Aunque ni un solo republicano ha votado a favor de la ley, los ataques retóricos de políticos y medios de comunicación de derechas han sido particularmente suaves, quizá porque el plan de Biden es increíblemente popular. Incluso mientras los demócratas se disponían a desembolsar 1,9 billones de dólares en ayudas gubernamentales, sus oponentes parecían hablar principalmente del Dr. Seuss y el Sr. Patata.

Lo especialmente asombroso de esta falta de energía es que el Plan de Rescate Estadounidense no solo gasta un montón de dinero, sino que también plasma cambios importantes en la filosofía de la política pública, un alejamiento de la ideología conservadora que ha dominado la política estadounidense durante cuatro décadas. En concreto, da la sensación de que la ley, además de revivir la noción de que el Estado es la solución, no el problema, también pone fin “al fin del bienestar social tal como lo conocemos”.

Érase una vez un programa denominado ayuda a familias con hijos dependientes (AFDC, por sus siglas en inglés), el programa que la gente solía tener en mente cuando hablaba de “bienestar social”. Pretendía en un principio ayudar a viudas blancas a criar a sus hijos y se le negaba de hecho a madres negras o solteras. Con el tiempo, sin embargo, estas restricciones fueron desapareciendo y el programa se amplió rápidamente desde principios de la década de 1960 hasta comienzos de la de 1970.

El programa se volvió enormemente impopular. Por supuesto, esto reflejaba, en parte, la raza de muchos beneficiarios. Pero muchos analistas también culpaban al AFDC de crear una cultura de dependencia que era a su vez responsable de los males sociales crecientes en el centro de las ciudades, aunque estudios posteriores, en especial el trabajo de William Julius Wilson, indicaban que la causa verdadera de estos males fue la desaparición de los puestos de trabajo urbanos (los problemas sociales que han seguido a la decadencia económica en buena parte del centro de Estados Unidos parecen confirmar la tesis de Wilson).

En cualquier caso, en 1996, Bill Clinton promulgó reformas que reducían drásticamente la ayuda a los pobres e imponían requisitos laborales draconianos para recibirla, incluso a las madres solteras. El bienestar social tal como lo conocíamos murió de hecho. Pero la Ley del Plan de Rescate Estadounidense, siguiendo de cerca las propuestas del senador Michael Bennet, restablece una ayuda significativa para los niños. Es más, a diferencia de la mayoría de las disposiciones de la ley, este cambio (como el aumento de las prestaciones del Obamacare) pretende durar más allá de la crisis actual. Los demócratas esperan y prevén que los pagos sustanciales a las familias con hijos se conviertan en parte permanente de la escena estadounidense.

Entonces, ¿ha vuelto el “bienestar social”? La verdad es que no. La AFDC pretendía proporcionar a las madres dinero suficiente para salir adelante —a duras penas— mientras criaban a sus hijos. En 1970, las familias de tres personas acogidas a las ayudas de la AFDC recibían, de media, 194 dólares al mes. Ajustado a la inflación, rondaría los 15.000 euros anuales en la actualidad, frente a los 6.000 dólares que recibirá una familia con dos hijos mayores de seis años (7.200 si tienen menos de seis) según el nuevo plan.

Alternativamente, podría ser más informativo comparar los pagos del “bienestar social” con las rentas de las familias típicas. En 1970, una familia de tres miembros con prestaciones de la AFDC recibía en torno al 25% de la renta media, ni mucho menos una asignación generosa, pero tal vez estrictamente suficiente para vivir. La nueva ley dará a una familia uniparental con dos hijos menos del 7% de la renta media.

Por otro lado, el nuevo programa será mucho menos intrusivo que el AFDC, que exigía constantemente a las madres que demostraran su necesidad; había incluso casos en los que se interrumpía la ayuda porque un inspector descubría en la casa a un hombre con capacidad para trabajar, alegando que este podía y debía sostener a los niños. La nueva ayuda será incondicional para familias que ganen menos de 75.000 dólares al año.

De modo que no, no se trata de una vuelta al bienestar social tal y como lo conocíamos; nadie podrá vivir con la ayuda por hijos. Pero la ayuda sí reducirá drásticamente la pobreza infantil. Y también representa, como he dicho, una ruptura filosófica con las últimas décadas y, en concreto, con el miedo obsesivo a que los pobres pudieran aprovecharse de las ayudas públicas y optar por no trabajar.

Es cierto que algunos miembros de la derecha siguen dándole vueltas al mismo tema. Marco Rubio, siempre partidario de las reducciones, denunciaba que los planes para establecer una exención tributaria por hijo eran “asistencia social”. Los expertos del American Enterprise Institute advertían de la posibilidad de que algunas madres no casadas redujeran de alguna manera las horas de trabajo, aunque sus cálculos parecen muy pequeños. Y además, ¿desde cuándo trabajar un poco menos para estar con los hijos es un mal sin paliativos? En todo caso, estos ataques tradicionales, que solían aterrorizar a los demócratas, ya no parecen tener efecto. Claramente, algo ha cambiado en la política estadounidense.

Para ser sincero, no sé con seguridad a qué se debe esta transformación. Muchos la esperaban con el presidente Barack Obama, elegido tras una crisis financiera que debería haber desacreditado la ortodoxia del libre mercado. Pero aunque consiguió muchas cosas —en especial, el Obamacare—, no provocó un gran cambio de paradigma. Ahora ese cambio parece haber llegado. Y millones de niños estadounidenses se beneficiarán de él.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2021. Traducción News Clips.

A propósito del artículo " En cortocircuito el riego electrificado"

 Por Omar Ríos G. Coordinador General de TESORO para América Central y el Caribe.

 ·        Los cálculos no dan, y eso que- según se dijo-, los estudios e investigaciones venían de muchos años atrás... Siempre he pensado que la improvisación, no conduce a nada bueno, y que, con tantas entidades económicas, incluidos Institutos de investigación, no cabían cambios tan locos, más en medio de una pandemia como la actual.

 ·        Variar precios en menos de una semana, no es nada serio, más bien él déjà vu es como si se esperara la respuesta del ciudadano para aplicar nuevos precios llegado el caso de críticas sólidas en el mayor por ciento de ciudadanos inconformes, y los que aún esperan el anuncio de nuevas rebajas de precios o elevación de salarios, bajo la premisa de que, como se explicó, esta etapa era de "prueba"... Si no hay conclusiones rápidas, creo que habrá muchos problemas por la impopularidad de las medidas tomadas.

 ·        Ahora con los relojes de conteo de agua en las fincas, por mis cálculos sale a 0.85 centavos el litro de agua para riego. Como el agua se tiene como un recurso no privado, en el caso de finqueros con propiedad de tierras, deben pagar su uso... Pero habrá que ver cómo ayudarlos a dejar el riego por aniego, donde se usa más agua que en los de goteo, aspersión, etc. Los precios de mangueras, tuberías y otros elementos fundamentales para el ahorro de agua, y de paso, de electricidad, deben ser, en alguna medida asequibles a los ya vacíos bolsillos de muchos campesinos y asociados a las CCS, cuyas ganancias, luego de trabajar de lunes a lunes, se les van, pagando grandes sumas al personal de la seguridad nocturna de las fincas y cosechas, y los pocos insumos que logran obtener, pues aún siendo las CCS las que logran una mayor producción para el alimento a nivel nacional, las entidades empresariales reciben mejor trato en la entrega de estos, para la esfera agropecuaria en general.

·        Las quejas son muchas, y siguen los impagos, la falta de combustible, la falta de un sistema de apoyo gubernamental para subsidios, etc. Hay que ver cuánto reciben de subsidio del rubro combustible los choferes, que aportan a la ONAT, y revisar cuánto le cuesta al campesino para poder regar, allí donde no está prohibido el riego, porque hay municipios sin cuota de agua para ello.

Por ejemplo: Un botero realiza un viaje a la capital, y por lo general recibe por el viaje unos 500 pesos en un par de horas... Si el combustible les cuesta menos que a los campesinos, se podrá ver la enorme diferencia de costos para el productor, quien, para lograr 500 pesos, debe estar días, y cuyos gastos son superiores en mucho al del chofer.

·        Los contratos comerciales entre las CCS y otras dependencias asociadas a lo agropecuario, deben conllevar cláusulas para evitar los impagos y la tardía entrega de insumos. Recuerdo por experiencia que en los contratos del MINCEX, una demora de entrega parcial o total de insumos por parte del proveedor, era penado con el 8 % del precio total del contrato. Solo así, las entidades que deben pagar al productor, buscarían la forma de evitar impagos, y demoras de entrega de insumos. Lamentablemente, los contratos actuales que he visto, no llevan estas cláusulas. Todavía más lamentable es que no se admite que las CCS tengan su propio abogado; estas deben tenerlos del Bufete Colectivo, y cada abogado tiene varias entidades a su cargo, lo que no le permite un trabajo estable y consciente.

·        Creo, además, que los funcionarios decisores de lo agropecuario, deben ser compañeros con conocimiento de estas especialidades, desde la base, bien sea MINAG, PCC, etc. municipales. Que busquen en el surco la verdad, que no sean las multas enemigas del campesino, sino una forma de educarlos, pero con ética.

·        Los funcionarios de técnicas forestales deben capacitar al campesinado en todo lo concerniente a su especialidad, y promover algunos beneficios para los cuales se da una bonificación a quien atiende sus tierras, por ejemplo, dejándolas sin piedras, salvando especies como la Palma Real en sus tierras, etc. Pasan los años y no se toca para nada ese rubro presupuestado, que puede en mucho mejorar las tierras, la Flora, la Fauna y el bolsillo. En la práctica, pocos conocen de esto, ni de la oportunidad que algunos países con oficinas en Cuba brindan de sus Cajas Chicas para desarrollar determinada organización agropecuaria, como en su momento daba la Embajada de Canadá en Cuba. También había fondos para otros fines de mayor alcance y costo, logrables. La ACTAF y ACPA siempre han podido fundamentar proyectos con organizaciones varias del tema agropecuario, y a través de ellos se han traído a los municipios casas de tapado, equipos varios, biogás, etc. Los Institutos de Investigación cubanos, siempre han estado al lado del productor, pero no en todas las formas productivas hay personal capacitado para hallar estos recursos, al alcance de todos. Falta promoción también para que se sepa quién puede dar apoyo. Ahí está el ICIDCA, cuya labor en alimentación de animales es fantástico, el Instituto de Investigaciones porcinas, el Instituto de granos, y tantos otros, que pueden promover sus servicios y productos, porque las razas animales y variedades de cultivo van mejorando a nivel internacional para hacer más con menos, como pide nuestro gobierno.

·        Detrás de un buró en una oficina, no se logra conocer la verdad nunca. 

·        Las contrataciones de la CCS con los asociados, deben responder a la máxima producción posible en dependencia de los recursos que el productor tenga. Hay que saber en qué condiciones están sus tierras fitosanitariamente, si tiene riego por pozos, ríos, si tiene transformadores, turbinas, si son de combustible, eléctricas, o eólicas, etc. Si hay lozas sanitarias, cosa que escasean mucho, o no tienen las condiciones imprescindibles, si hay veterinarios, fitosanitarios, medios de transporte para la leche y carne, termos, coladores, medicinas para los animales, si hay pastos suficientes en variedad y cantidad, si las reses lecheras no sufren stress en los campos por el sol, o la lejanía de la vaquería y el área de pastoreo, etc. El asociado debe aportar producciones en base a normas reales establecidas por tipo de producción, no irse por debajo, quizás en busca de mayores producciones para tratar de, con la venta por la izquierda, superar las pérdidas por impagos, y otros gastos que le pesan en su ganancia. Importante también es que al productor se le dé en tiempo, cantidad y forma lo que conlleva la carta tecnológica para determinadas producciones; si esto falla, falla la entrega…

·        Quien hace el contrato por la CCS, debe estar lo suficientemente capacitado para ello, y lograr sacar el máximo de producción y eficiencia en cada variedad de siembra, obtención de leche y carne, etc.

·        No olvidar la transportación a tiempo de las cosechas, o de otras producciones. La Mini Industria Conservera (MIC) es otra variante que redunda en mayores beneficios de producción y ganancias. Aquello que queda en los campos, si se recoge, pasa de tercera calidad a primera en la MIC. También es importante sembrar acorde a los terrenos, microclima, y recursos naturales, como agua, entre otros.

·        Si hay un terreno que históricamente daba excelentes producciones de tabaco, no pasar a variedades de menos precio de venta. Además, se pierde la experiencia, y sentido de pertenencia que conlleva mejores producciones en cantidad y eficiencia. Hay quien ha orientado sembrar otras producciones, y ha echado a perder una inversión centenaria. Puede que, por desconocimiento, para no pensar otra cosa.

·        Hay que rescatar de cara al turismo aquellas producciones nacionales que con el tiempo se han ido desapareciendo. En su lugar, se ha orientado la siembra de frutos extranjeros que no define nada cultural, y ha dejado pérdidas económicas irreparables. Mandarinas, anones, guanábana, caimito, canistel… he ahí lo nuestro… Por Bejucal hay un productor llamado Omar que tiene semillas de todo esto… y más.

·        Ojo con un modus operandi enemigo que trata de rivalizar al productor y al inspector, quien busca la forma de desacreditar al mismo y así lograr que buenos productores- a veces a nivel provincial-, dejen su trabajo por el acoso de funcionarios que lejos de ayudar, desalientan. Eso puede ser inducido...

·        Las Comisiones Agrarias municipales deben tener en su plantilla a conocedores del tema agropecuario, y una visión exacta de lo que ocurre en sus campos.

·        La ANAP debe cumplir su rol político ante sus miembros, y lograr que todo fluya armónicamente, garantizando el bienestar de la población, pero del campesino también.

Discurso ante la tumba de Marx (1883). Comentario HHC

Discurso pronunciado en inglés por F. Engels en el cementerio de Highgate en Londres, el 17 de marzo de 1883.

Primera publicación: En alemán en el Sozialdemokrat del 22 de marzo de 1883.
Digitalizació:n: Por José Ángel Sordo para el Marxists Internet Archive, 1999.

El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde , dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre.

Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Harto pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca.

Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza idológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo. Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él . El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas.

Dos descubrimientos como éstos debían bastar para una vida. Quien tenga la suerte de hacer tan sólo un descubrimiento así, ya puede considerarse feliz. Pero no hubo un sólo campo que Marx no sometiese a investigación -y éstos campos fueron muchos, y no se limitó a tocar de pasada ni uno sólo- incluyendo las matemáticas, en la que no hiciese descubrimientos originales. Tal era el hombre de ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia revolucionadora en la industria y en el desarrollo histórico en general. Por eso seguía al detalle la marcha de los descubrimientos realizados en el campo de la electricidad, hasta los de Marcel Deprez en los últimos tiempos.

Pues Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quién él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos. Primera Gaceta del Rin, 1842; Vorwärts* de París, 1844; Gaceta Alemana de Bruselas, 1847; Nueva Gaceta del Rin, 1848-1849; New York Tribune, 1852 a 1861, a todo lo cual hay que añadir un montón de folletos de lucha, y el trabajo en las organizaciones de París, Bruselas y Londres, hasta que, por último, nació como remate de todo, la gran Asociación Internacional de Trabajadores, que era, en verdad, una obra de la que su autor podía estar orgulloso, aunque no hubiera creado ninguna otra cosa.

Por eso, Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Los gobiernos, lo mismo los absolutistas que los repulicanos, le expulsaban. Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían a lanzar difamaciones contra él. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de araña, no hacía caso de ello; solo contestaba cuando la necesidad imperiosa lo exigía. Y ha muerto venerado, querido, llorado por millones de obreros de la causa revolucionaria, como él, diseminados por toda Europa y América, desde las minas de Siberia hasta California. Y puedo atreverme a decir que si pudo tener muchos adversarios, apenas tuvo un solo enemigo personal. Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra.

Comentario HHC: Hoy se cumplen  el 138 aniversario de la muerte de Carlos Marx, y hay que decir que pudimos tenerlo todo, y aún no tenemos materializadas sus  ideas. 

Lo subrayado en negritas, son la esencia que no se ha cumplido, así como las advertencias y múltiples alusiones en El Capital, del por qué es el incremento sostenido de la capacidad productiva del trabajo o productividad del trabajo lo que conduce al desarrollo de los países.

Solo cito esta definición marxista: " El aumento de la productividad del trabajo consiste precisamente en disminuir la proporción de trabajo vivo y aumenta la participación del trabajo pretérito, pero de tal modo que disminuya la suma global del trabajo que hay en la mercancía, lo que implica que el trabajo vivo disminuya en más de lo que aumenta el trabajo pretérito……. En cambio, lo que caracteriza el aumento de la fuerza productiva del trabajo es precisamente que la parte fija del capital constante experimenta un incremento muy intenso, y por ende también la parte de valor del mismo que se transfiere a las mercancías en virtud del desgaste. Para que un nuevo método de producción pueda acreditarse entonces como un acrecentamiento real de la productividad, debe transferir a la mercancía individual una parte adicional de valor, por desgaste de capital fijo, menor de lo que es la parte de valor deducible que se ahorra como consecuencia de la disminución de trabajo vivo, en una palabra, que debe reducir el valor de la mercancía.

Esta disminución de la cantidad global de trabajo que entra en la mercancía parece ser, según esto, la característica esencial del incremento en la fuerza productiva del trabajo, cualesquiera que sean las condiciones sociales bajo las cuales se produce. En una sociedad en la cual los productores regulan su producción según un plan trazado de antemano, y hasta en la producción mercantil simple, la productividad del trabajo también se mediría forzosamente según ese patrón de medida." El Capital Tomo III pág. 189

Curiosamente, en esencia,  es lo que afirman hoy en día los Nobeles de Economía mas de un siglo después. Teníamos todo el basamento teórico científico y en la realidad se ignoró. 

El último clásico del marxismo Lenin, precisó y desarrollo muchas de las cosas planteadas por Marx, en cuanto a la productividad del trabajo fue mas enfático: "La productividad del trabajo es, en última instancia, lo más importante, lo decisivo para el triunfo del nuevo régimen social" en Una gran Iniciativa T. 39 Obras Completas, págs. l3-l8. 

Es decir si no hay desarrollo económico superior, no hay socialismo posible. Esos que acusan de economicistas a los que promulgamos lo anterior y quieren llamar socialismo  solo al humanismo, la solidaridad, tener en el centro de atención al hombre, les decimos que están equivocados, que todo eso si es necesario, posible y sostenible en el largo plazo, pero si tenemos, logramos, alcanzamos una productividad del trabajo superior a la sociedad precedente. Lo otro se parece mas a un fundamentalismo religioso que por lo mismo, no tiene sustento científico alguno, y siempre hay fieles que las abrazan como ha demostrado la historia universal.

Con la muerte de Lenin en 1924, empezó la vulgarización, desviación y revisionismo  del marxismo con Stalin al frente, donde el culto a la personalidad es una de las consecuencias mas negativas de ese proceso, algo en franca contradicción e incompatible con los objetivos de la construcción colectiva socialista.  Todavía tenemos repercusiones negativas de esa época a pesar de los éxitos obtenidos en la URSS y su desmerengamiento final inducido. Demostrándose cuan perjudicial es hacer depender de un hombre, la estabilidad de una sociedad, incluso de la ciencia.

En nuestro país el propio Fidel en el 2005 afirmo:  "Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo."  Esa búsqueda incesante de encontrar la vía, el camino adecuado nos ha llevado a los errores, marchas y contra marchas, como también al éxito en lo social, en medio de condiciones atípicas de acoso imperial, pero sin aquellos es seguro que hubiéramos avanzado mucho mas en nuestro proyecto social. 

Parafraserando a Ghandi: " No hay camino para la productividad, la productividad es el camino".

La "gran política" y la revolución digital


Por Raúl Zibechi

En los Cuadernos de la cárcel Antonio Gramsci diferenciaba entre la "gran política" y la "pequeña política". La primera se concentra en las funciones que desempeñan los Estados y en las estructuras económico-sociales. La segunda aborda la política del día, parlamentaria, de corredores, de intriga.

La gran política es necesariamente creativa. La pequeña es conservadora y apenas busca mantener los equilibrios prexistentes. En el mundo actual, la alta política la definen las grandes multinacionales, las fuerzas armadas y sus think tanks estratégicos, y grupos de presión y de poder como el deep State en Estados Unidos.

De la pequeña política se ocupan los gobiernos, en particular los progresistas que no tienen posibilidades de influir en la gran política, ya que no se proponen cambios estructurales y, por tanto, se limitan a cuestiones de maquillaje y estética políticas, sobre todo utilizando los medios de comunicación de masas.

Lo más común es que propongan como gran política cuestiones que no pasan de ser políticas de lo cotidiano, a menudo rescatadas de fracasos anteriores. La represa Belo Monte que promovió el gobierno de Lula en Brasil fracasó casi medio siglo antes por la oposición de los pueblos amazónicos a la obra faraónica que propuso la dictadura militar. El Tren Maya entra en la misma categoría de la política de intriga, que se quiere hacer pasar como obra estratégica.

El desarrollo digital forma parte de la gran política que los gobiernos, en general, tratan con los modos de la pequeña política. Se limitan a bendecirla como si fuera un proceso inevitable en la vida humana, como el nacimiento y la muerte, como el amanecer y el crepúsculo.

Sin embargo, la digitalización es considerada como la tercera revolución antropológica, luego de la creación del lenguaje articulado y la invención de la escritura, como estima el sicoanalista y epistemólogo franco-argentino Miguel Benasayag en La tiranía del algoritmo, aún inédito en castellano.

Miguel es un compañero cuyos análisis son agudos y penetrantes. Pertenece a la generación de 1968, estuvo tres años en las cárceles de la dictadura por pertenecer al Ejército Revolucionario del Pueblo y ahora participa en el colectivo francés Malgré tout (A pesar de todo). Sigue comprometido con causas colectivas y se ha focalizado en estudiar las consecuencias de las nuevas tecnologías en la sociedad.

Su libro anterior, El cerebro aumentado, el hombre disminuido (Paidós, 2015), señala que, a diferencia de los inventos anteriores, desde la rueda a los antibióticos, "la digitalización no termina de producir un nuevo modo de ser en el mundo para el hombre, sino que aleja al hombre del mundo y su poder de actuar, a pesar de que desencadene un poder muy fuerte en lo tecnológico"(p. 116).

Sostiene que la revolución de la digitalización ha llevado a que 95 por ciento del conocimiento que tenemos sobre el mundo sea indirecto. Pero ese conocimiento indirecto no se suma al conocimiento que nace de la experiencia corporal, sino que lo remplaza y lo cancela. Por eso considera la digitalización como violencia, porque niega y suprime la diferencia (y a los diferentes) y las identidades singulares.

La rapidez y la omnipresencia caracterizan la revolución digital, estima Benasayag. En el mundo del algoritmo no existe la alteridad, pero la delegación de las decisiones políticas en los algoritmos suspende el conflicto, lo bloquea y lo inhibe. "La negación del conflicto puede producir la barbarie", sostiene en Elogio del conflicto, escrito con su compañera Angélique del Rey (Brueghel, 2018).

La tiranía del algoritmo coloniza la vida, al eliminar la singularidad de los seres y, en consecuencia, suprimir el conflicto. De ese modo nos deja inermes, nos desmaterializa y descorporiza, convertidos apenas en datos binarios inscritos en chips, lo que nos inmoviliza al enrejarnos en lo individual.

Para evadir esta tiranía, sostiene Benasayag, debemos resistir la supresión de la diferencia y del conflicto, algo que parecen estar deseando los gobiernos, en general, y los progresistas en particular. Por eso se engalanan con las prendas de los pueblos originarios y esgrimen sus bastones de mando haciendo creer que todo es lo mismo, que es igual arriba que abajo. Las diferencias y los diferentes son sentidos como amenazas por un sistema incapaz de procesar los conflictos, como hizo la humanidad en su historia.

La pequeña política gubernamental se muestra impotente ante la gran política de las grandes empresas de la información, esas que pueden hasta bloquear y cancelar las cuentas de los presidentes del imperio. Lo peor que podemos hacer es ignorar la potencia de esta tiranía, su capacidad de anular a los seres humanos.

Aún no hemos encontrado los modos de actuar capaces de enfrentar la revolución digital, no para negarla, sino para evitar que destruya la vida. Lo que vamos aprendiendo es que nada puede cambiar si nos limitamos a la pequeña política de palacio.
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La Jornada

PIÑEIRO SIEMPRE TUVO UNA ENORME CONFIANZA EN LOS JOVENES QUE TRABAJAMOS BAJO SU DIRECCIÓN: UN TESTIMONIO SEGURAMENTE INCOMPLETO

 Por: Luis Suarez Salazar[1]¨

Cada vez que, desde las primeras horas de su desaparición física,[2] me he propuesto escribir sobre mi jefe, compañero, amigo y, en no pocas ocasiones, mi segundo padre, sin paternalismo,[3] se me agolpan tantas emociones y recuerdos que no siempre consigo sintetizarlos, ni encontrar las palabras más adecuadas para calificar la eminente importancia que él tuvo en mi formación política, profesional e intelectual desde que, sin haber cumplido 18 años, comencé a trabajar bajo su dirección.  

Lo dicho ocurrió en los primeros días de abril de 1967 cuando formé parte de un nutrido grupo de estudiantes universitarios y preuniversitarios (como era mi caso) de diferentes provincias del país que, luego de un riguroso proceso de selección, nos incorporamos a las diversas Secciones del entonces llamado Vice Ministerio Técnico (VMT) del Ministerio del Interior (MININT); incluidas aquellas directamente vinculadas a la multifacética solidaridad de nuestro liderazgo político-estatal y de nuestro pueblo con los movimientos revolucionarios de diversos países del mundo.

Nunca supe por qué, a pesar de mis protestas iniciales, me ubicaron en su Sección de Información (SI), dirigida por Ramón Sánchez Parodi; cuyas oficinas estaban ubicadas en el mismo piso del Edificio Central de ese ministerio en el que Piñeiro tenía su principal (aunque nunca único) puesto de mando; ya que, como pude conocer pocos años más tarde, en uno de los espacios de su casa-vivienda, él continuaba trabajando y realizando importantes reuniones hasta altas horas de la noche y en la madrugada, tanto con sus subordinados como con algunos visitantes extranjeros que, por razones de seguridad o de compartimentación, no consideraba prudente atenderlos en su antes referida oficina.

Por consiguiente, a diferencia de otros de mis compañeros que laboraban fuera de esa histórica edificación (en ella previamente habían estado instaladas las oficinas del Che durante el tiempo que encabezó el Ministerio de Industrias), ello me posibilitó conocer personalmente, pocos días después de iniciada mi vida laboral, al que apodaban Barba Roja al menos los que, desde 1958, habían combatido en el Segundo Frente Oriental “Frank País,” comandado por Raúl Castro. 

Fueron las tropas de ese frente las que el 2 de enero de 1959 habían entrado triunfantes en mi ciudad natal: Guantánamo. Y, como parte de ellas, Piñeiro, quien ya había sido ascendido como el décimo segundo comandante del Ejército Rebelde. De ahí, otro de los seudónimos con que lo identificábamos (“Doce”) para encubrir al destinatario de los mensajes confidenciales que teníamos que enviarle cuando estábamos fuera de Cuba.

No habían pasado muchos días de comenzar nuestro trabajo en el SI y siguiendo sus orientaciones, cuando comenzamos nuestra intensa y heterodoxa preparación teórico-práctica para el desempeño las tareas como Analistas que cada uno de nosotros teníamos asignadas.[4] Al par, todos los fines de semana nos incorporábamos a los entrenamientos en la lucha guerrillera rural que entonces recibían casi todos los jefes, oficiales y demás trabajadores (incluidos los choferes y las secretarias) del VMT, en las cercanías de las serranías (entonces, pinareñas) donde, apenas unos meses antes, se habían estado entrenando la mayor parte de los combatientes internacionalistas cubanos que acompañaron al Che en el último trayecto de su viaje a la inmortalidad.

Aún no habíamos terminado nuestra preparación cuando, a fines de julio, algunos de los jóvenes integrantes de la SI comenzamos a cumplir la que viví como mi primera “gran tarea”: integrar el pequeño Grupo de Información encargado de evaluar y sintetizar las informaciones que recibíamos de diferentes fuentes (incluidas las que nos entregaban los demás compañeros del VMT) sobre las deliberaciones e intríngulis de la Primera (y a la postre única) Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) realizada en La Habana en los primeros días de agosto de 1967.

Creo que los jóvenes que integramos ese grupo sentíamos el peso de que nuestros informes iban a ser rigurosamente revisados por Parodi y por Piñeiro antes de enviarlos, con los arreglos que fueran necesarios, a la máxima dirección política del país; incluida la delegación oficial cubana acreditada en esa conferencia. Y, cuando ello ocurría, recibíamos con alegría sus breves, pero peculiares palabras de estímulo por el adecuado cumplimiento de esa tarea, al igual que las que seguimos cumpliendo en los meses y años posteriores: “¡La partieron!” o “¡La partiste!”, en caso que esta se hubiera realizado de manera individual.

Por eso, sin desmeritar a los demás que se mantuvieron trabajando en la que comenzó a llamarse Dirección General de Inteligencia (DGI), algunos de los jóvenes que hasta entonces habíamos trabajado en el ya extinto VMT nos sentimos muy gozosos cuando, en 1970, Piñeiro nos seleccionó para que continuáramos trabajando, bajo su dirección, en la recién fundada Dirección General de Liberación Nacional (DGLN) del MININT. Y, cuatro años más tarde, en el naciente Departamento América (DA) del Comité Central (CC) del Partido Comunista de Cuba (PCC); al que, poco a poco, comenzaron a incorporarse nuevos jóvenes que, en los años posteriores, cumplieron importantes tareas, en Cuba o en el exterior, vinculadas a las múltiples misiones de esa estructura del denominado “aparato auxiliar del Secretariado del CC del PCC”.  

Estoy seguro que varios de ellos pueden aportar sus propios relatos (casi seguramente tan o más ilustrativos que los míos) acerca de cómo Piñeiro siempre mantuvo una atención personalizada hacia cada uno de nosotros y con su ejemplo y sabiduría, así como con sus oportunas críticas y consejos (incluso algunos, vinculados a nuestras correspondientes vidas personales o familiares), fue contribuyendo a nuestra formación integral. Y, como parte de ella, encomendándonos importantes tareas que no pocas veces pensábamos que estaban por encima de nuestras correspondientes trayectorias políticas y preparación profesional.   

En ese contexto, y a causa del limitado espacio destinado a la publicación de este incompleto testimonio, solo voy a relatar dos experiencias personales demostrativas de la enorme confianza que Piñeiro siempre depositó en los jóvenes que trabajamos bajo su dirección. Ambas las viví antes de haber cumplido 21 años.

La primera de ellas ocurrió en los primeros días de abril de 1969 cuando él tomó la decisión de incorporarme a la experimentada delegación oficial cubana que –presidida por el integrante de la máxima dirección del PCC, Carlos Rafael Rodríguez— asistió al Tercer Periodo de Sesiones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) que se efectuó en Lima, Perú, en la segunda semana de ese mes.

Aunque ese era mi primer viaje al exterior y, a su vez, la única visita que hasta ese momento hacia realizado a ese país suramericano, Piñeiro me encomendó la tarea de buscar las informaciones necesarias para que, a mi regreso, elaborara un informe sobre los antecedentes, la situación y las perspectivas del gobierno militar peruano que, encabezado por el general Juan Velasco Alvarado, había tomado el poder el 3 de octubre de 1968 y que, como una de sus primeras decisiones, había nacionalizado los yacimientos de la poderosa empresa estadounidense International Petroleum Company (IPC), ubicados en Talara: una ciudad-puerto ubicada en el noroccidente de ese país.     

En los días inmediatamente posteriores a ese acontecimiento todos los que, de una forma u otra, estábamos implicados en tareas vinculadas a ese país, incluido mi jefe inmediato (César Zamora; quien, recién graduado en la Universidad de Oriente, también había formado parte del grupo de jóvenes provincianos antes mencionado) ya conocíamos las orientaciones del Comandante en Jefe, Fidel Castro, acerca de la importancia de que realizamos una valoración desprejuiciada de las diferencias que existían entre ese movimiento político-militar y los brutales golpes de Estado que, apoyados por los Estados Unidos, se habían producido en los años previos en otros países de América Latina y/o del llamado “Caribe insular”.[5]

Sería injusto dejar de reconocer el trato respetuoso y el apoyo que, por el hecho de ser un subordinado de Piñeiro, me ofreció en todo momento Carlos Rafael; quien había estado exiliado en Perú creo que antes de que mis padres me trajeran al mundo. Por tanto, conocía a muchos intelectuales, periodistas y dirigentes políticos peruanos; en particular los vinculados al Partido Comunista de ese país. En todas las reuniones organizadas con ellos, él me orientó que lo acompañara, a la vez que tomó la decisión de asistir a algunas de las entrevistas discretas que previamente yo había concertado con ciertos dirigentes de las pocas organizaciones político-militares que entonces estaban activas en ese país. 

Con esos insumos, luego de conocer los criterios de todos los integrantes de la delegación cubana (incluyéndome) y casi seguramente cumpliendo instrucciones de Fidel, Carlos Rafael hizo público por primera vez el respaldo del liderazgo político-estatal de nuestro país hacia las primeras medidas nacionalistas que, en los meses previos,  había adoptado el gobierno militar peruano e inmediatamente después afirmó que “frente a las presiones y chantajes de Estados Unidos contra Perú y en la lucha del pueblo peruano por su dignidad, su riqueza y soberanía, la Cuba revolucionaria está a su lado”.[6]

Aunque no me lo dijeron explícitamente creo que tanto él como Piñeiro realizaron una positiva evaluación de mi desempeño durante ese viaje y del informe que elaboré a mi regreso a La Habana; en tanto que –con pocas modificaciones de contenido y forma—inmediatamente se lo remitieron a Fidel; quien, con su acostumbrada mirada estratégica y también tomando en cuenta las sistemáticamente recibía de otras fuentes, así como sus análisis del movimiento militar panameño, encabezado, desde el 9 de octubre de 1968, por Omar Torrijos, en algunos de sus discursos posteriores comenzó a resaltar la emergencia de sectores nacionalistas en las Fuerzas Armadas de algunos países latinoamericanos.

Retomando los enunciados al respecto que estaban incluidos en la Segunda Declaración de La Habana (proclamada por el pueblo cubano el 4 de febrero de 1962),[7] así lo expresó en la disertación que pronunció el 22 de abril de 1970 en la Velada Solemne en conmemoración del centenario del natalicio de Vladimir Ilich Lenin.[8]  Entre otras ideas medulares planteadas en esa ocasión, afirmó que esos militares nacionalistas, al igual que los cristianos identificados con la Teología de la Liberación, debían ser incluidos en el amplio frente de las multiformes luchas populares, democrática, antiimperialistas e incluso por el socialismo que entonces se estaban desplegando en diversos países del ahora denominado “sur político del continente americano”.

Poco más de un mes después y casi seguramente por los conocimientos adquiridos durante mi primera visita a Perú, así como en mis estudios e indagaciones posteriores, el 2 de junio de 1970, a través de Sánchez Parodi, “Doce” me orientó que me incorporara como el tercer integrante de la delegación oficial cubana que, integrada por nuestro compañero Jorge Luis Joa y encabezada por el entonces Ministro de Salud Pública, Eleodoro Martínez Junco, viajó a Perú llevando las dos primeras cargas de la ayuda solidaria de nuestro país a su pueblo y a su gobierno con el fin de contribuir a mitigar el insólito impacto social y humano que había provocado el destructivo terremoto que se había producido dos días antes.  Entre ellas, la muerte de decenas de miles de personas.

Después de recorrer las zonas afectadas por ese sismo y de entrevistarme con varios de los amigos y compañeros peruanos que había conocido personalmente en mi viaje anterior, al igual que con algunos altos funcionarios del gobierno militar, así como de intercambiar criterios con Joa y de consultar otra fuentes públicas, elaboré un informe sintético sobre la complicada situación económica, social y política que se había creado en Perú; incluidas las contradicciones que se estaban presentando en el que –siguiendo lo planteado por Fidel en el discurso antes mencionado— ya había comenzado a denominar Gobierno Militar Revolucionario Peruano.

Para mi sorpresa, en el próximo vuelo de Cubana de Aviación portador de otra carga de ayuda, recibí la orden de Piñeiro de que regresara a La Habana tres días después. Aunque ni el portador de ese mensaje, ni Joa (que ya estaba al frente de todas nuestras tareas) pudieron explicarme las causas de esa decisión, retorné en la fecha indicada.

Cuando la tripulación del Il-18 en que viajé abrió la puerta de salida, pude ver que Piñeiro estaba en la parte baja de la escalerilla. Como en ese vuelo únicamente habíamos viajado el prestigioso cineasta y documentalista cubano Santiago Álvarez y su camarógrafo Iván Nápoles,[9] y mi persona, supuse que él había acudido a recibirlos. Mucho más porque inmediatamente les indicó que se dirigieran al pequeño salón de protocolo que entonces existía en el Aeropuerto Internacional Jose Martí.

Lo mismo me dijo cuando lo saludé; pero, antes de que emprendiéramos el trayecto, me señaló que fuera ordenando mis ideas porque Fidel me estaba esperando para que le explicara y ampliara los fundamentos del informe que había enviado una semana antes. Ese fue el inolvidable momento de mi vida en que, por primera vez, tuve privilegio de estrechar sus manos y de conversar durante más de una hora con el líder histórico de la Revolución Cubana; quien, en mucha mayor medida que a Santiago Álvarez,  me realizó incontables y detalladas preguntas sobre mis observaciones y conocimientos de la situación peruana y, luego, nos dio diversas instrucciones de las tareas que debíamos cumplir lo más rápidamente que nos resultara posible.            

Cuando nos despidió con su acostumbrada sencillez y afectuosidad, fue que el todavía jefe de la Sección de América Latina del VMT, Juan Carretero, me orientó que, en cuanto viera a mi entonces esposa y dejara mi equipaje en el departamento que compartíamos  varios de los jóvenes que trabajábamos en la SI y, sin decirle nada a ninguno de ellos, me trasladara inmediatamente hacia los locales del que Fidel había denominado “Centro Operativo Ayacucho”, ubicado en algunas habitaciones contiguas del Hotel Nacional.  

En cuanto llegué y cumplimos las principales tareas que él nos había encomendado en el aeropuerto, Piñeiro me informó que, en lo adelante y sin descartar totalmente que nuevamente viajara a Perú, debía comenzar a organizar y a fungir como jefe del Grupo de Información que –con los análisis e informaciones que remitiera Joa u obtenidas por otras fuentes, incluidas las periodísticas y académicas— tendría la misión de mantener sistemáticamente informado a Fidel de la evolución de la compleja situación peruana.

Durante el cumplimiento de esa tarea varias veces tuve el honor de participar en las reuniones a las que él convocó a Piñeiro con vistas a analizar la situación y adoptar nuevas decisiones con relación a las ascendentes relaciones entre nuestro liderazgo político-estatal y las máximas autoridades peruanas; particularmente, con los principales representantes de los que denominábamos “sectores radicales y nacionalistas de sus Fuerzas Armadas”.

Estas registraron un salto de calidad luego de que el gobierno peruano aceptó la propuesta que le había realizado Fidel, a través de Joa, de donarles y construir con una selecta brigada de trabajadores cubanos 6 hospitales debidamente equipados en las zonas andinas más afectadas por el evento telúrico antes referido. Al frente de esa misión, viajó nuestro compañero, el capitán Fernando Ravelo Renedo; quien, después de haber cumplido importantes tareas en la máxima dirección nacional de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), en 1963, se había incorporado a una de las Secciones Operativas del VMT.[10]   

Esa práctica de que los encargados directos de cada tarea, con independencia de nuestras correspondientes edades y experiencias profesionales, con o sin la presencia de nuestros jefes inmediatos, participáramos en las reuniones para evaluarlas a las que Fidel lo convocara y/o que acompañáramos a los integrantes de las delegaciones extranjeras que se entrevistaran con él o con otros altos dirigentes de la nuestra Revolución, formó parte intrínseca de los desburocratizados métodos de dirección y de trabajo empleados por Piñeiro mientras dirigió el VMT, la DGLN y, desde 1974,  hasta 1992, el Departamento o el Área de América del CC del PCC.

En mi concepto, esos métodos él los había aprendido de Fidel; quien, en razón de lo antes dicho, se convirtió en el gran maestro de todos los jóvenes y no tan jóvenes subordinados a Piñeiro que tuvimos la oportunidad de cumplir las tareas que, en cada momento histórico-concreto, el Comandante en Jefe considerara más importantes para la implementación de la multifacética proyección externa de la Revolución Cubana, tanto hacia América Latina y el Caribe, como hacia los Estados Unidos.

La Habana, 10 de marzo de 2021



¨ Luis Suárez Salazar (Guantánamo, Cuba, 14 de mayo de 1950) Bajo la dirección del comandante Manuel Piñeiro Losada, cumplió diversas tareas entre abril de 1968 y los primeros meses de 1992; pero, hasta el accidente automovilístico en que perdió la vida, mantuvo con él y con su familia, una estrecha relación personal, familiar, política y profesional. Fue el compilador y prologuista del libro Barbarroja: Selección de testimonios y discursos del comandante Manuel Piñeiro Losada, publicado, en 1999, por Ediciones Tricontinental y SIMAR S.A., ambas de La Habana, Cuba.

[2] Luis Suárez Salazar: “Un hombre que derrotó a la mediocridad”, en Suplemento Especial: Nuestro modesto homenaje a Manuel Piñeiro”, Tricontinental, No 139, Año 32, La Habana, Cuba, 1998, pp. 5-8.

[3] Desde que tuve uso de razón, mi padre, Luis Armando Suárez Fuentes (que, a sus casi 96 años, aún tiene una buena salud), sentó las bases de mi formación educacional, ética y política.  Aunque desde la segunda mitad de la década de 1940 era militante activo del Partido Auténtico, con el acervo de su participación en las luchas políticas y sindicales de los trabajadores ferroviarios, en la primera mitad del decenio de 1950 se incorporó a una de las células clandestinas del Movimiento Revolucionario 26 de Julio que funcionaban en nuestra ciudad natal: Guantánamo. Por consiguiente, a partir de los primeros meses de 1958, le prestó ayuda logística al Segundo Frente Oriental “Frank País, comandado por Raúl Castro. En ese frente combatieron cuatro de mis tíos paternos. Cuando entraron triunfantes a la ciudad en los primeros días de enero de 1959 fue que los escuché hablar de manera encomiástica de “Barba Roja”, para referirse al comandante Manuel Piñeiro Losada. Con el estímulo y apoyo de mi padre, a fines de 1960 me incorporé a la entonces naciente Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR) y, desde esa organización, así como desde la Unión de Jóvenes Comunistas (fundada el 4 de abril de 1962) a las diferentes tareas en las que participamos los jóvenes cubanos (incluida la defensa de la Patria) en ese año y en los inmediatamente posteriores.  

[4] Como parte de nuestra preparación, en vez de textos de factura soviética o de otros países socialistas europeos, comenzamos a estudiar los libros sobre la llamada “inteligencia estratégica” publicados por los exjefes de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), Sherman Kent y Washington Platt. Este último resaltaba la enorme importancia de las fuentes públicas, incluidas las investigaciones académicas, para los análisis y estudios prospectivos que realizaba esa agencia –calificada por algunos tratadistas como “el gobierno invisible”— con vistas a la adopción de decisiones por parte de diferentes “gobiernos temporales” de ese país; fueran demócratas o republicanos. 

[5] Tan tempranamente, como el 5 de octubre, Fidel le había orientado de la dirección de periódico Granma y al oficial del VMT que atendía los asuntos  de Perú, Jorge Luis Joa, que preparan y publicara un artículo rectificando el que se había publicado un día antes en el que había calificado al ocurrido en Perú como uno de los tantos “cuartelazos” proimperialistas que, en los años previos, se habían producido en varios países de ese continente. . 

[6] Carlos Rafael Rodríguez: “Discurso pronunciado el 10 de abril de 1969 en el Décimo Tercer Período de sesiones de la CEPAL”, en Carlos Rafael Rodríguez: Letra con filo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983, Tomo 2, p. 281.

[7] “Fragmentos del discurso pronunciado por Fidel Castro en la Plaza de la Revolución “José Martí” el 4 de febrero de 1962, en Luis Suárez Salazar (compilación, prólogo y notas) Fidel Castro: Latinoamericanismo vs. Imperialismo, Ocean Sur, 2009, p 84.

[8] Fidel Castro: “Discurso pronunciado el 22 de abril de 1970 en la Velada Solemne en conmemoración del centenario del natalicio de Vladimir Ilich Lenin”, en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos. Consultado el 15 de septiembre de 2019.

[9] Con nuestro apoyo logístico, ambos habían estado haciendo filmaciones en las zonas afectadas por el terremoto y en otros lugares de ese país para el documental sobre la realidad peruana que, con el título Piedra sobre piedra, se exhibió en los cines cubanos país pocas semanas después de su regreso a La Habana.

[10] Fernando Ravelo Renedo: “La política internacionalista de la Revolución Cubana ha evolucionado acorde con los cambios que se han producido en América Latina y el Caribe”, en Luis Suárez Salazar y Dirk Kruijt: La Revolución Cubana en Nuestra América: el internacionalismo anónimo, RUTH Casa Editorial, La Habana, 2015, Tomo 1, pp. 131-146.