Por: Luis A. Montero Cabrera, Giraldo Martín Martín
Para intentar resolver los problemas y poder tener los alimentos que necesitamos debemos partir de realidades que son bien conocidas, algunas de las cuales se ha deseado describir en artículos anteriores. Resulta también evidente que, con la misma gestión económica, las mismas estructuras y repitiendo fórmulas ya usadas podemos intentarlo, pero la piedra de Sísifo irá de nuevo al valle, irremisiblemente. Se hace necesario apartar de nuestro análisis todo lo que tengamos hoy legislado y establecido y empezar desde el principio, aunque después valga la pena retomar lo que haga falta de lo que hemos hecho, aunque sea en condiciones diferentes.
Un factor determinante es el del contexto de la economía nacional desde el punto de vista del consumo y no solo de la producción, como es habitual que hagamos. La oferta de bienes en el país para satisfacer nuestras necesidades y preferencias, individuales y sociales, ha estado durante muchos años excepcionalmente restringida. En algunos casos, como es el de la educación y la salud, el mercado está alienado por definición constitucional y ese es un bien revolucionario afortunadamente inamovible.
En otros renglones económicos potencialmente importantes para el consumo como es el de los medios de transporte ocurren situaciones económicas insólitas. Se comercializan de forma muy limitada, haciendo que la riqueza de todos gestionada por el estado renuncie a incrementarse y crear valor comercial con estos bienes tan comunes y necesarios. Se ha conseguido así que los principales beneficios de este inevitable frente económico quede esencialmente en manos privadas. Esta es otra forma de capitalismo brutal subterráneo promovido por políticas de control disfuncionales que merece una futura reconsideración.
Por otra parte, el mercado inmobiliario cubano tiene la singularidad de que la mayoría de la población es propietaria de su vivienda, lo que es un logro extraordinario de la Revolución. Sin embargo, en un escenario cambiante y de nueva promoción de familias y necesidades adecuadas a los tiempos, encontramos al erario público también ausente en las formas de creación de valor comercial de este frente económico. Los medios financieros regulares para promover las nuevas viviendas están poco presentes. No existe una política nacional que facilite el financiamiento para que las nuevas familias accedan lo antes posible en sus vidas a un techo independiente y en donde más les convenga. Esto sería además determinante para la retención de la fuerza de trabajo de más valor.
A esto se suma un mercado extremadamente limitado de casi todos los bienes de consumo porque infinidad de productos que en cualquier parte se venden en tiendas minoristas, en Cuba no se comercializan de forma alguna al público y solo lo hacen entidades pertenecientes al estado. Esto también implica que cuando son necesarios a las personas se convierten en una fuente de corrupción masiva y robo al estado que los monopoliza.
Así las cosas, la alimentación es de los pocos bienes con los que se pueden realizar los ingresos monetarios de la población. Pero, como se señalaba en un artículo anterior, esto presenta también un grave conflicto por la doble apreciación del valor del trabajo al usarse dos escalas muy diferenciadas, las del CUP y el CUC.
Padecemos de varias deformaciones de base en el consumo para todo el país y para todos los sectores que está bien caracterizada. Esta es una “sustancia limitante”, como dicen los químicos, y su solución puede ser precondición para poder resolver la mayoría de los problemas particulares de la producción de alimentos. Mucho de esto forma parte de los postulados en los documentos del pasado congreso del PCC.
Se puede afirmar que una hectárea de tierra cubana promedio, bien manejada, puede alimentar hasta 8 personas todo el año con todos los requerimientos de energías y proteínas que se requiere consumir en ese tiempo. De esta forma con 1 400 000 hectáreas se podría autoabastecer a toda la población. Además, con un estimado aceptable de 2 000 000 de hectáreas se abastecería incluso al turismo.
Pero la realidad ya mencionada en un artículo anterior es que Cuba tiene 6 300 000 ha de tierra potencialmente agrícola. La relación de improductividad de la tierra se hace evidente. Aun considerando inexactitudes en estas consideraciones, puede pensarse que quedan millones de hectáreas a las que sacar provecho. Bien podrían utilizarse para cultivar eficientemente plantas energéticas, como es la caña de azúcar, para la regeneración de bosques y para la vida silvestre. Esto puede ser también un importante atractivo para el turismo, potenciando la biodiversidad autóctona y recuperar tantos suelos degradados por factores antropogénicos.
El sistema de la agricultura es sin dudas muy complejo. A esto hay que adicionar muchas incidencias que no le son propias, pero que lo determinan, como es el caso de los componentes climáticos y los del rol de las personas en todas las dimensiones. El clima interactúa mucho con la agricultura y hay fenómenos fuera del control del ser humano. No obstante, hoy en día existen medios científicos y tecnológicos, compatibles y favorecedores de los balances ecológicos, que permiten en toda escala minimizar las consecuencias de un clima adverso y aprovechar al máximo las de uno favorable.
Por otra parte, el aspecto de los recursos humanos, aunque presente también en todos los sistemas económicos del país, aquí tiene la característica de que se encuentra en un escenario pleno de información y alternativas de vida. El trabajo, la comunicación y el bienestar del ser humano en el campo tienen que ser competitivos con los de la ciudad.
El modelo actual del sector agrícola es vertical para gestionar este complejo sistema, desde la nación hasta la última finca. Median instancias provinciales y locales que dependen esencialmente de un ministerio nacional. En esa cadena de mando existen especialidades sectoriales como la ganadería y las de diversos cultivos. La pesca y la caña de azúcar dependen de otras entidades nacionales, también verticales. La industria y sus relaciones necesariamente sinérgicas con la agricultura, así como el transporte y el comercio pueden o no formar parte de la trama de mando. Una compleja madeja como esa requiere para mantenerse, entre muchas otras cosas, de una disponibilidad de cuadros verdaderamente extraordinarios y muy bien calificados.
La descripción de este escenario invita a reflexionar, sobre todo en cual debe ser el fundamento para un nuevo diseño. Resulta evidente que debe partirse de la tierra y sus productos por una parte y todos los cubanos con nuestras necesidades y preferencias de consumo por la otra. Esta es una invitación a reflexión revolucionaria en un entorno donde deben maximizarse los intereses de las mayorías, por principio socialista.
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