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viernes, 31 de enero de 2025

Estabilización sin crecimiento: ¿Qué nos dicen las tendencias recientes de la inflación y el tipo de cambio sobre el estado de la economía cubana?

 Por: Joel Ernesto Marill Domenech

El hecho de concluir un año, siempre es un buen momento para hacer balances de lo que se ha vivido y donde estamos en materia económica. Dado que aún no se encuentran disponibles las estadísticas oficiales, una evaluación integral del mismo podría ser difícil de realizar, pero si algo está claro es que ha sido uno de los más complejos de nuestra historia económica reciente.

Este trabajo se propone un objetivo mucho más modesto: evaluar como las políticas de estabilización adoptadas -de las que se tiene información- y los cambios en el entorno han modificado el escenario económico, y que retos fundamentales nos dejan de cara a este 2025.

Este trabajo presenta así dos tesis fundamentales:

a. La primera es que durante el año se alcanzó determinado grado de estabilidad fiscal, no sin sacrificios e impactos sobre la producción, que permitió reducir las presiones inflacionarias y deprecatorias de la economía, aun en un escenario de estancamiento.

b. El segundo elemento, es que dicha estabilización no es suficiente para impulsar un crecimiento de los salarios reales -que se han mantenido estancados- y que nos coloca en un escenario de “estabilización sin crecimiento” que solo podrá ser superado mediante reformas más profundas del entorno productivo.

Dinámicas de recientes de la inflación y depreciación del tipo de cambio.

Uno de los elementos que ha caracterizado a la economía cubana en los últimos meses, en medio de complejas tensiones financieras y una crisis energética profunda, es la aparente moderación en la tendencia alcista del tipo de cambio informal y los precios.

Después de una marcada inestabilidad a inicios de año con un máximo en el mes de mayo, entre los meses de agosto y noviembre de 2024 la tasa de cambio informal en el país se mantuvo relativamente estable, acumulando desde entonces una depreciación de solo 2.5% (o 0.83% mensual) lo que ha traído como resultado una de las tasas de depreciación interanual (de un año a otro) más bajas desde el inicio del proceso inflacionario actual.


De igual manera, como podemos observar en el gráfico siguiente, el ritmo de inflación interanual, comenzó a desacelerarse a partir del inicio del segundo trimestre del año, después de un pico en el mes de marzo, que coincidía con la alta inestabilidad presentada en el mercado cambiario.

Si bien el Índice de Precios al Consumidor publicado por la ONEI, puede presentar sesgos y subvaloración de la inflación real debido al envejecimiento de la canasta de referencia y las dificultades para medir los precios en mercados informales, este podría emplearse como proxy para evaluar la tendencia subyacente en la dinámica de los precios.

Es valido señalar que la ralentización de la inflación o de la depreciación cambiaria no implica que el tipo de cambio descienda ni que los precios hayan disminuido. Estos datos solo podrían indicar que tanto los precios como el tipo de cambio, o se vienen incrementando a niveles menores a los meses previos. En cualquier caso, los índices de inflación siguen siendo altos, aunque muestren una tendencia a la desaceleración en el largo plazo.

En este escenario: dos preguntas relevantes para la política económica del país serían: ¿a qué se deben estos comportamientos? y ¿son los mismos permanentes o transitorios? Para responder las mismas se presentan dos hipótesis sobre las causas de dichos comportamientos.

Dos hipótesis sobre la ralentización de la inflación y la depreciación cambiaria.

La ralentización de estos indicadores monetarios -tipo de cambio e inflación- puede deberse a diversos factores, incluso cada uno puede estar explicado por elementos particulares relacionado a las características propias de los mercados cambiario y de consumo. Sin embargo, dada la estrecha relación que conecta a estas dos variables -y estos dos mercados-, y aun con las limitadas estadísticas disponibles sobre la coyuntura actual en el país, se podría argumentar que existen dos factores fundamentales que pueden explicar dicha tendencia:

Factor 1: El ajuste fiscal realizado entre los meses de marzo y agosto, que incluye conjunto de medidas sobre los gastos e ingresos del del Presupuesto del Estado. Diversas medidas presupuestarias como incremento de aranceles, extensión de impuestos y recortes a los gastos presupuestarios han derivado en que el déficit fiscal ejecutado durante el año se encuentre casi un 40% por debajo al proyectado a inicios de año, según trascendió en las notas del Consejo de ministros de septiembre del presente año (Puig, 2024)[1].

Factor 2: Incremento de los flujos de remesas y las importaciones del sector privado. Igualmente ha trascendido que durante el primer semestre del año los actores económicos no estatales realizaron importaciones por 936 millones de dólares (Cubadebate, 2024)[2], lo que de continuar dicha tendencia en el año supondría un incremento de cerca de un 50% respecto al volumen reportado de importaciones de dichos actores en el año 2023.

Esta dinámica creciente de las actividades del sector privado puede deberse a diversos factores. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que la fuente fundamental de divisas para financiar dichas importaciones proviene de las operaciones realizadas en el mercado cambiario informal, que se nutre mayormente de la entrada de remesas al país, tanto las que llegan en efectivo como las que se triangulan en el exterior por operadores informales.

En un contexto donde la actividad productiva parece no estar reaccionando a ritmos deseados, las ofertas en el mercado minorista estatal en moneda nacional continúan siendo mínimas y otras fuentes de ingresos externos como el turismo han experimentado una ralentización o decrecimiento en varios meses del año -medido por la entrada de visitantes-, no es descabellado suponer que ha sido la combinación de un ajuste fiscal moderado y un incremento exógeno de la entrada de remesas lo que ha permitido aun en las condiciones antes descritas, ralentizar tanto la tendencia inflacionaria como la depreciación del tipo de cambio.

Estabilización sin crecimiento: ¿qué supone para la economía y los salarios reales?

Si las tesis anteriores son correctas, y la ralentización de la inflación viene producto de un origen fiscal e incremento de las remesas -que es un factor exógeno-, la economía cubana podría estar arribando en lo que podríamos denominar un periodo de: estabilización sin crecimiento. Entiéndase por esto, un escenario donde la inflación no es tan alta como en el periodo de desequilibrios monetarios agudos, pero donde no se ha producido aun una respuesta significativa del sector productivo en el país, o esta continúa decreciendo.

Este no es, sin embargo, un escenario poco común. Las dos principales experiencias recientes de desinflación en la región -Venezuela y Argentina- lo han sufrido. En el caso venezolano, luego de un ajuste fiscal las tasas de inflación comenzaron a descender incluso antes de que el producto se reactivara a ritmos significativos, este periodo fue seguido de un crecimiento de la producción que ha llevado a registrar algunos de los trimestres de mayor crecimiento económico de la región.

En el caso argentino, la fuerte y acelerada reducción fiscal en el primer semestre del año llevó a Argentina a un escenario de contracción de la producción aun cuando los niveles de inflación han continuado cayendo. Queda por ver si la estrategia implementada permite reimpulsar el sector productivo, o el periodo de estancamiento y baja inflación se prolonga más en el tiempo.

Independientemente de las experiencias particulares, lo que en la mayoría de los casos históricos tiene en común este periodo/proceso es que viene acompañado de un severo congelamiento de los salarios reales de los trabajadores y los resultados posteriores de reactivación productiva, no está asegurado solamente como resultado de la estabilización macroeconómica. 

En el caso de Cuba, en términos de salario real[3] -los bienes y servicios que realmente se pueden acceder con los ingresos monetarios percibidos-, al cierre de 2023 este se encontraba cerca de un 45% por debajo de su valor estimado en 2019 para el sector estatal de la economía. Como puede observarse en el gráfico siguiente, después de un incremento nominal en el año 2021, asociado a la Tarea Ordenamiento y una aparente mejora del poder adquisitivo de los trabajadores producto del retardo monetario -los ingresos se ajustaron de una sola vez en enero de 2021 y los precios fueron creciendo poco a poco durante el año-, el salario real se ha desplomado hasta niveles de hace más de una década.

La tendencia en 2024, ha sido a un estancamiento o incluso mayor deterioro de este indicador. En similar lugar se encuentran las pensiones, las cuales además parten de un nivel de ingreso mucho más bajo y por tanto una situación mucho más precaria.

La ralentización de la inflación y la depreciación cambiaria son siempre buenas noticias, en especial para los grupos que perciben ingresos fijos como los trabajadores públicos y los pensionados.  Sin embargo, debemos tener en cuenta de que nos encontramos en un equilibrio extremadamente precario, impulsado por un moderado incremento de la oferta financiada con remesas y por la compresión de los gastos presupuestarios -entre los que se encuentra una ralentización de la inversión pública que agrega mayor presión a los ya deteriorados servicios sociales-.

El riesgo de que las presiones sectoriales por aumentos de salarios o pensiones, estas últimas encontrándose a niveles extremadamente precarios, lleven a la decisión de expandir nuevamente los gastos del sector público y deteriorar el equilibrio fiscal son en la práctica extremadamente altas. A la par el deterioro de los servicios públicos puede no permitir que el ajuste sobre las inversiones financiadas por el presupuesto se mantenga bajo por demasiado tiempo.

Estos factores, y otros muchos no mencionados, pueden tirar por tierra fácilmente el equilibrio fiscal alcanzado y devolver a la economía a una senda de inflación, que drene aún más el ya deteriorado poder de compra de los salarios reales en el país.

Sin crecimiento de la economía real esta relativa estabilidad momentánea de los precios puede en la práctica desaparecer en cualquier momento y una nueva aceleración de la inflación. A la par, la necesidad de mantener controlados los gastos presupuestarios obliga a un congelamiento de facto como generalidad de los salarios y pensiones dependientes de las finanzas públicas -al menos mientras no se emprenda una restructuración profunda del sector público y el esquema de subsidios- y por tanto a un estancamiento del salario real en niveles sumamente bajos.

Por su parte, no es que incrementando los salarios y pensiones el gobierno pueda corregir ese estancamiento de los ingresos reales, pues con ello solo generaría más inflación y depreciación cambiaria como la experimentada en el primer trimestre del año 2024, que terminaría por liquidar cualquier incremento momentáneo de poder adquisitivo. La solución de este círculo vicioso esta fuera del ámbito monetario -incluso en gran medida del ámbito fiscal-. Podemos estar llegando a un punto donde la estabilización del lado de la demanda ha llegado a dar todo lo que socialmente podía dar, y nos encontramos que en la práctica ha resultado ser poco.

Estabilización y crecimiento: remedio de mediano plazo de la inflación.

A excepción algunos monetaristas, el resto de las escuelas de economía -desde el marxismo hasta el nuevo consenso neoclásico-keynesiano- argumentarán fuertemente que la inflación no es solo un fenómeno monetario, aunque su expresión se refleje en indicadores monetarios como los precios o el tipo de cambio.

La inflación es también un fenómeno de causas reales, y los shocks de oferta tienen un papel determinante a la hora de entender la dinámica inflacionaria en el mediano plazo. Si bien los shocks monetarios pueden inducir enormes desequilibrios de corto plazo y una inflación muy acelerada, también tienen una solución comparativamente sencilla. Dado que sus orígenes son mayormente -o casi siempre- de origen fiscal, su solución es también fiscal: incremento de los ingresos públicos, compresión de los gastos del estado o una combinación de ambos.

Sin embargo, la eliminación de las causas monetarias de la inflación no garantiza directamente que sea posible ni la elevación de los salarios reales ni el crecimiento productivo. La estabilidad fiscal induce elementos de estabilidad macroeconómica que son indispensables para el funcionamiento y la recuperación de la economía, pero no lo aseguran.

El consumo real total -gobierno más población- no aumenta o disminuye por la cantidad de dinero que halla en la economía. Al final del día la oferta de bienes y servicios es la misma ya sea con un nivel de oferta monetaria mayor o menor. El estado al reducir sus gastos -o más bien su déficit fiscal- deja de demandar una parte mayor del pastel -o sea de la oferta agregada- lo que permite reducir la inflación en la población, al ajustar el consumo del gobierno. Pero esto solo brinda un oxigeno momentáneo a un salario real en una situación extremadamente precaria.

Para recuperar los salarios reales no basta con la estabilidad macroeconómica, hace falta también crecimiento del producto real. Y esto no es solo un tema de incrementar la oferta de forma inorgánica por unos meses, mediante nueva deuda externa o por incremento coyunturales de las remesas, sino que es necesario la generación de condiciones microeconómicas -regulatorias y productivas- para que el sector empresarial realmente se abra camino. O lo que es decir lo mismo, es necesario una reforma integral de la economía.

Apuntes finales. Transformar para crecer.

Durante los últimos años yo me he posicionado como uno de los defensores del ajuste fiscal. De la necesidad de incrementar los precios de algunos productos como los combustibles, las telecomunicaciones etc. de ajustar el gasto en partidas que se pueden posponer -como las inversiones públicas-, en reducir subsidios y focalizarlos, de extender algunos impuestos e incluso selectivamente aranceles en moneda nacional. No solo porque creo que el grado de inflación generado por el desequilibrio fiscal ha sido en algunos momentos el principal combustible al alza de los precios, sino porque soy de los que suscribe la tesis de que no hay crecimiento sin estabilidad fiscal. Pero sin duda, esta no es suficiente.

La estabilización macroeconómica no puede ser entendida como un fin en sí mismo, porque una estabilidad sin crecimiento solo puede ser sostenida en la compresión del nivel de salario real de la mayoría trabajadora. Es indispensable ser capaces de implementar con la efectividad del ajuste fiscal, medidas que permitan la reactivación por el lado de la oferta agregada. En este aspecto dos grupos de medidas resultan vitales: a. la reforma integral del modelo económico, b. las políticas para la transformación productiva con énfasis en la reinserción internacional.

No hay escenario de recuperación posible sin una recuperación de las actividades exportadoras tradicionales, así como la creación de nuevos rubros exportables que compensen la reducción permanente de otros. Sin embargo, esta recuperación solo podrá venir como resultado de medidas mucho más profundas y previsiblemente más difíciles que las implementadas hasta el momento. Acciones que deberán ir desde una prioridad en la asignación central de recursos hasta un tipo de cambio que garantice la competitividad del sector exportador, medidas que debemos tener presente que pueden implicar ajustes de corto plazo sobre el consumo.

Sin energía, sin combustible, sin divisas para importar insumos es casi imposible producir, mucho menos para mercados internacionales competitivos. Pero también el efecto contrario es correcto: sin incremento de la producción, sin incremento esencialmente de las exportaciones será muy difícil hacer frente a las crisis -productiva, energética, cambiaria, deuda externa- que vive el país. En muchos sentidos la escasez perpetua la escasez, pues en niveles de mínimo consumo es complejo emplear los escasos recursos disponibles para priorizar la producción. Pero si no se logra generar mecanismos que permitan paulatinamente avanzar hacia la recuperación de algunos sectores críticos, cada vez habrá menos y menos de donde producir, y de donde sostener el consumo.

Transformar nuestra economía requiere de cambios mucho más profundos que los emprendidos en las últimas décadas. Una estrategia coherente de recuperación en Cuba, no puede ser otra que una estrategia que combine la estabilización de corto plazo con la creación de las condiciones -nueva institucionalidad del modelo económico- y los motores -nuevos sectores productivos- de un crecimiento sostenible de mediano plazo.

Si algo nos indican las primeras medidas de la nueva administración norteamericana, es que cualquier aspiración de mejoría mediante acercamiento a los Estados Unidos está, al menos por los próximos años, fuera del tablero, y que hoy todas las papeletas apuntan a un escenario mucho más complejo en este sentido. Así mismo, en un contexto donde nuestros aliados -China, Rusia, México o Venezuela- pueden ayudarnos a sortear coyunturas específicas, pero no son una solución mágica a nuestra difícil situación, se hace más vigente que nunca que solo podemos optar por una salida: emanciparnos por nosotros mismos y por nuestros propios esfuerzos, y esto hoy implica una profunda transformación de la economía.



[1] Puig, Y. (2024): El Plan de Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía es un proceso que avanza, pero no a la velocidad que queremos. Recuperado: https://www.presidencia.gob.cu/es/noticias/el-plan-de-gobierno-para-corregir-distorsiones-y-reimpulsar-la-economia-es-un-proceso-que-avanza-pero-no-a-la-velocidad-que-queremos/

[2] Cubadebate, 2024: En la corrección de las distorsiones económicas, más producción y más orden. Recuperado: https://www.granma.cu/cuba/2024-07-17/presentan-informe-sobre-los-avances-del-plan-de-accion-del-gobierno  

[3] Nota: Dada las dificultades para el cálculo de los salarios reales en Cuba, se empleó un método indirecto en dos pasos: a) primeramente se procedió a convertir los salarios nominales en USD al tipo de cambio de CADECA entre 2004 y 2018, luego se empleó el tipo de cambio informal. b) Posteriormente los mismos se deflactaron empleando la variación del precio de las importaciones para recoger la inflación internacional en dólares y convertir el indicador a términos reales.  

 

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