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"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

sábado, 1 de septiembre de 2018

Clave estratégica. Comentario de HHC

Por: Ariel Terrero

El Complejo Minero Castellanos, en Minas de Matahambre, Pinar del Río Foto: Alejandro Rosales Borrego/ Guerrillero.
No parecen las inversiones extranjeras el asunto que más dudas motiva en los cubanos hoy, pese a ser un tema polémico por historia y naturaleza. Otras novedades del proyecto de Constitución se han robado la atención en el debate público. La necesidad de mayor participación directa de empresas de otros países en producciones y servicios de Cuba goza de un consenso creciente en la sociedad.
Cuando la Carta Magna sujeta a cocción popular postula que «el Estado promueve y brinda garantías a la inversión extranjera, como elemento importante para el desarrollo económico del país…», no se limita a reproducir conceptos de documentos políticos previos –Lineamientos y Conceptualización del modelo económico y social–. Sigue también una ruta de anuencia social ganada por esa política, probablemente superior a los beneficios que ha tributado al país por el momento.
Las inversiones extranjeras directas pactadas desde el 2014 hasta el cierre del 2017 han comprometido capital por un monto de 2 000 millones de dólares, según el último dato aportado por el Ministerio de Comercio Exterior e Inversión Extranjera (Mincex). Sin embargo, la meta es alcanzar una cantidad similar cada año. ¿Lo logrará? No son pocos los nubarrones que amenazan. Llegan desde el exterior, con el sello del bloqueo económico estadounidense, recrudecido contra la actividad financiera externa de nuestro país, según la última versión del informe que cada año presenta Cuba ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Pero las trabas emergen también desde adentro, entre montañas de papeles y expedientes.
Una operación legislativa anunciada a inicios de agosto confirma insatisfacciones puertas adentro, por más que el bloqueo sea el obstáculo principal. El gobierno emprendió ajustes de la legislación para eliminar agonías burocráticas que entorpecen las gestiones y demoran las decisiones al negociar con empresas foráneas.
Un decreto del Consejo de Ministros (No. 347) y un trío de resoluciones –dos del Mincex y otra del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social– modifican disposiciones complementarias a la Ley 118 de Inversión Extranjera. Las nuevas normas anulan algunas exigencias preliminares que tenían efecto retardatorio, como el estudio de factibilidad de la inversión que los socios debían incluir en el expediente que presentan al Mincex. En cambio, incorporan como regla la definición previa de los aportes iniciales que cada parte haría al capital social de la empresa mixta o asociación, y las fechas en que harían tales desembolsos.
¿Imprimirán estos pasos mayor velocidad al proceso inversionista y a la entrada del capital foráneo? Los primeros efectos quizá puedan atisbarse antes de que concluya el año. Lo creo posible. La duda que tengo es otra. En abril del 2014 fue cuando se refrendó la Ley 118 cuyas disposiciones complementarias se modifican ahora, cuatro años después. Las trabas de origen interno que refrenaban la aprobación de inversiones eran conocidas. Si se detectan nuevos problemas, ¿habrá que esperar otros cuatro años para introducir cambios en estas normas?
No descarto, por ejemplo, la posibilidad de que la metodología de negociación incorpore modificaciones para adecuarse a dinámicas que suelen ser diferentes entre sectores económicos de complejidad técnica, empresarial y financiera muy variable. Las exigencias no pueden ser similares para todos.
Las inversiones extranjeras adquieren, incluso, rango estratégico en varios sectores, pero por motivos diferentes. Mientras en el turismo es una manera de acceder a mercados emisores de visitantes que resultan esenciales, para la minería, la prospección geológica y la industria petrolera, la asociación con firmas foráneas es la única vía para disponer de la tecnología necesaria en la búsqueda y explotación de yacimientos, y el camino, además, para entrar a mercados externos.
Lo confirman experiencias como la industria cubana del níquel, que consiguió extender las alas desde los años 90 en alianza con la compañía canadiense Sherritt International, con participación también en la producción de gas en Cuba. La extracción de petróleo ascendió de manera sensible en aquellos años mediante contratos de exploración a riesgo con compañías especializadas de varios países.
Este año la empresa Geominera emprendió un camino similar al firmar un acuerdo con la canadiense Millbrook Minerals Inc. a fin de buscar yacimientos de cobre, zinc y minerales preciosos en las provincias de Cienfuegos, Villa Clara y Ciego de Ávila, que se suma al pacto con la transnacional europea Trafigura, para producir desde el 2017 concentrado de plomo y zinc en la Empresa Mixta Minera del Caribe S. A. (Emincar), en Castellanos, Pinar del Río, después de invertir más de 270 millones de dólares.
Las inversiones extranjeras entrañan hasta riesgos de cariz político. Es cierto. Pero nunca son tan peligrosos como el que implica retardar o dar la espalda al desarrollo. El capital, la tecnología avanzada y los mercados que el país encontraría mediante esas alianzas constituyen ingredientes imprescindibles para cocinar la prosperidad y el desarrollo que se ha propuesto el socialismo cubano.
(Tomado de Granma)
Comentario de HHC:  Mal estamos que nuestra suerte en la construcción socialista dependa del extranjero capitalista.  No hay que renunciar a la Inversión Extranjera  y es correcto estimularla, pero lo que hay que estimular aún mas, es a lo interior, sino tenemos omnipresente que la única fuerza de trabajo e inversionista a largo plazo con que cuenta Cuba son los cubanos, que no es posible crear una sociedad socialista donde no se compartan riesgos, posibilidades y beneficios con todos y cada uno de los ciudadanos, no progresaremos.
Estamos reproduciendo una especie de Socialismo Utópico. Empecemos por el principio, y aquí hago una cita de cita: “El objetivo de los socialistas ha sido siempre la idea de una sociedad que permita el pleno desarrollo del potencial humano. En el primer borrador del Manifiesto Comunista, Federico Engels se preguntó “¿cuál es el objetivo de los comunistas?” y respondió, “organizar la sociedad de tal manera que cada uno de sus miembros pueda desarrollar y usar su potencial y sus facultades en completa libertad, sin desnaturalizar así la esencia básica de esa sociedad.”[i] En la versión final del Manifiesto, Marx resume todo esto diciendo que el objetivo es “una asociación en que el libre desarrollo de cada uno sea la condición para el libre desarrollo de todos.”
La empresa estatal por sí misma no es socialista, y a la inversa, las empresas no estatales pueden ser socialistas. La esencia es el proceso de socialización de la vida económica- social como necesidad de la práctica como apunta Engels en “Del socialismo Utópico al Científico”, y el destino de la distribución y redistribución final de la riqueza creada.

Engels dice en el mismo documento: “La concepción materialista de la historia parte de la tesis de que la producción, y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; de que en todas las sociedades que desfilan por la historia, la distribución de los productos, y junto a ella la división social de los hombres en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por el modo de cambiar sus productos. Según eso, las últimas causas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres ni en la idea que ellos se forjen de la verdad eterna ni de la eterna justicia, sino en las transformaciones operadas en el modo de producción y de cambio; han de buscarse no en la filosofía, sino en la economía de la época de que se trata”[iii](Resaltado HHC). Aplicado al tema cubano hay que plantearse:

El país subdesarrollado que éramos en 1959 y aún somos en lo fundamental estaba preparado para una nacionalización que estaba justificada políticamente pero en lo económico no alcanzaba el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que provocara la contradicción con las relaciones de producción existentes y por tanto la necesidad de que “saltara hecha añicos”.  

Se dice también: “La propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas no es solución del conflicto, pero alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a la solución”[iv].

Y finalmente Engels nos alertaba: “Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y Metternich”[v].
Nos hemos adelantado en el tiempo con las transformaciones de propiedad y esto paradojicamente  es causa de nuestro estancamiento.  

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