Por Rachel D. Rojas Actualizado Abr 24, 2019
LA HABANA. Hace unas semanas el Ministro de Economía, Alejandro Gil, presentó ante el parlamento cubano un resumen del crítico estado actual de la economía del país, algo que desde la agobiante cotidianidad de la vida en Cuba la gente ya conoce muy bien, pero que un detallado inventario de problemas concretos, acompañado de las posibles soluciones y planes a largo plazo, les pone aún más de frente. De ahí que los próximos pasos que propuso el funcionario vendrían a ser las manos que alivian la presión de la soga al cuello.
La economía, como todo sistema, no puede ser analizada en parcelas, como si cada elemento no estuviera intrínsecamente relacionado con los demás, e influyera, directamente o no, en que los números no se pinten de rojo; y en que alcancen, además, los niveles de una seguridad nacional que incluya a todos.
“Realmente son los sectores, planteados desde hace algunos años, en los que Cuba debe enfocarse, aquellos que pueden generar crecimiento sostenido de una forma rápida”. Así valora el economista y profesor cubano Omar Everleny las seis actividades económicas propuestas como prioridades para los próximos tres años, correspondientes a la primera etapa del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social (PNDES) para el 2030. Un plan, tres etapas, seis sectores, una nación soberana y sus millones de hijas e hijos.
En palabras del profesor, existen problemas internos relacionados, entre otros factores, con la planificación centralizada, por lo que el estado de cosas amerita también un análisis de estos obstáculos de fondo que llevan años frenando eficiencia de las dinámicas económicas. “No es la primera vez que se plantean ideas y proyectos de largo plazo —agrega Everleny—, pero hay problemas macroeconómicos, deformaciones de la economía interna que no se resuelven solo con darle prioridad a determinados sectores”.
Los sectores escogidos
Uno de los principales problemas que presenta el turismo tiene que ver con las inversiones extra hoteleras, un punto de atención que no pasa desapercibido para las autoridades y en el que coincide el profesor Everleny.
“El tema es de eficiencia; la calidad de lo que recibe un turista que viene a Cuba está muy por debajo de la que obtiene ese mismo turista en la región, como por ejemplo en Punta Cana. La capacidad hotelera haría falta, pero en estos momentos todavía tenemos un nivel de ocupación bastante bajo comparado con los del área —38,5 por ciento en 2018, según cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información—, por lo que habría que pensar también en las actividades que dan apoyo al turismo y permiten la entrada de más ingresos al país”.
Según su análisis, el tema de la infraestructura vial, de producción de alimentos o de abastecimiento de agua en algunas zonas de los municipios Centro Habana y Habana Vieja es también vital para el crecimiento de esta actividad. “Habría que destinar más recursos a esa infraestructura física. Eso ya ocurrió cuando se invirtió en Varadero. Muchas de esas inversiones que se hicieron en Matanzas y en la carretera que unía a la provincia con la península salieron de fondos destinados al turismo”, explica.
El director de desarrollo de Turismo Daniel Alonso informó en marzo que para este 2019 se prevé la construcción de 3805 habitaciones en todo el país, cifra que tampoco alcanza el ritmo de 5000 cada año propuesto en noviembre pasado por el ministro del ramo Manuel Marrero.
“Sería muy factible para el país pensar en dedicar parte del dinero planificado para la construcción de esa gran cantidad de habitaciones a mejorar la infraestructura de la que hablamos”, opinó Everleny.
Respecto a la industria biotecnológica y farmacéutica, el profesor cubano concuerda con los buenos resultados que históricamente ha tenido, especialmente por la calidad de sus producciones. No obstante, “se pensaba que con la mejoría iniciada en la época de Obama podría haber mayor intercambio con Estados Unidos en ese sentido. Ahora, lamentablemente la mayor parte de las empresas en el mundo de la biotecnología son trasnacionales, y muchas de ellas son norteamericanas. Se comenzó un buen acuerdo para trabajar en la vacuna contra el cáncer de pulmón con un instituto de ese país, pero las recientes medidas del gobierno de Trump no están en la línea de favorecer este tipo de acuerdos”. Ese, valora, sería en el actual escenario el principal obstáculo de este sector escogido. “Tampoco es tan fácil —añade— aprobar para su comercialización un producto cubano, aunque tenga la calidad, porque estamos hablando de una industria muy costosa”.
El caso de la producción de alimentos es otro, aunque el recrudecimiento del bloqueo estadounidense contra Cuba es una afectación común para la economía cubana toda. “Si en un área económica se han hecho grandes reformas en los últimos años es precisamente en la agricultura. Pero pasan muchas cosas. Lo primero es que los precios son fijados por Acopio, y en ningún lugar del mundo el que compra fija el precio, sino el que vende. Esta entidad en la etapa revolucionaria ha tenido momentos de auge y de declive, pero sobre todo de lo último, y aun así se sigue apostando por ese modelo centralizado”, estima Everleny.
El declive sigue presente hoy, evidenciado en el incumplimiento del plan del pasado marzo que explicó el ministro Gustavo Rodríguez Rollero en la Asamblea, concretamente un monto de 12 mil toneladas de viandas, hortalizas, granos y frutas que no se lograron acopiar. Lejos de disminuir la burocracia y la centralización de esa y otras estructuras, una de las medidas anunciadas por Rollero fue precisamente que la unión de Acopio deberá “convertirse próximamente en Organización Superior de Dirección Empresarial, con entidades en cada provincia y una nueva en La Habana”. Mientras, en Cuba se importan este año “más de cinco mil millones de dólares en alimentos y combustibles”, según informó el ministro Alejandro Gil.
Para Everleny, en ese sentido otra de las posibilidades es que los productores puedan acceder directamente al comercio internacional a buscar insumos y tecnologías con sus propios recursos, algo que de todas formas el estado tampoco ha podido garantizar de manera estable y sostenible por muchos años. “La mayor parte de la producción agrícola del país, excepto la de caña, está en manos de productores privados”, sostiene.
“Pienso que más que identificar sectores (y no estoy diciendo que no se haga, creo que es válido también), se debe pensar en una mayor apertura interna —añade el economista—. Los factores externos para el país son complejos, pero Cuba no tiene la fuerza suficiente para incidir demasiado en esas cuestiones. Lo que sí está al alcance del gobierno es poner en vigor lo que ya se había discutido y aprobado, que no es nada nuevo”.
Se refiere el profesor a documentos programáticos como los Lineamientos, con un muy bajo porcentaje de implementación desde su puesta en marcha en 2013; la Conceptualización del Modelo Económico, en la cual requirió más de cinco años de discusiones para lograr una versión final; y en la nueva Constitución cubana, donde se reconocen, por ejemplo, todos los tipos de propiedad.
“¿Por qué no aprobar las pequeñas y medianas empresas si no se estaría violando ninguna prohibición? ¿Por qué no permitir que ese sector no estatal importe?”, se pregunta.
“La velocidad de la toma de decisiones tiene un tiempo al parecer distinto al de los cubanos de a pie —concluye—. Creo que es hora de sincronizar los relojes, porque la población cubana no salió del primer período especial. No todo el mundo pudo reponerse de lo que perdió”.
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