Por: Ortelio González Martínez
En este artículo: Agricultura, Agua, Ciego de Ávila, Construcción, Cuba, Economía, Fotografía, Presa Zaza
El marabú asedia a casi la totalidad de los 15 puntos de entrega, listos para el regadío si estuvieran construidos los sistemas al Sur del magistral. Foto: Ortelio González Martínez
El cierre abrupto de las compuertas del canal magistral Zaza-Ciego de Ávila, hace 23 años, anunció la llegada de la aridez. Nadie imaginaba que el hecho vendría a ser la confirmación del infortunio: de la misma manera en que nacía, casi moría tiempo después el que por entonces iba camino a convertirse en el mayor río artificial de Cuba.
Diseñado por los especialistas de la Empresa de Investigaciones y Proyectos Hidráulicos de Villa Clara (EIPHVC), la idea original pretendía trasladar 300 millones de metros cúbicos (m3) de agua al año, a través de un conducto de 94 kilómetros, desde la derivadora del Sur del Jíbaro, en Sancti Spíritus, hasta la provincia de Camagüey.
La grandeza de la obra quedó mutilada cuando en un principio secaron el cauce las violaciones del proyecto, la utilización de tecnologías inadecuadas, la falta de control de los inversionistas y, sobre todo, la crisis económica de los ‘90.
El cierre de la esperanza
Los metros (m) de losas comenzaron a estirarse, desde 1989, ante los ojos de los hombres de la brigada Uno del contingente Simón Reyes, ejecutores de la inversión. Ellos creían en la calidad de su trabajo, junto a todos los involucrados en traer el agua hasta las tierras avileñas.
En 1993, el chirrido metálico de la apertura de las compuertas despertó la esperanza de los proyectistas, constructores e inversionistas empeñados en regar los suelos de la zona. Sin embargo, dos años después, el cierre total del canal, aunque necesario, llenó de dudas a todos.
“Fueron muchas noches sin dormir, discusiones y reuniones extensas que demostraron la urgencia de reparar los sifones (pasos por debajo de los ríos naturales) de Las Nuevas, Limones Palmero, Majagua y Los Negros si, en definitiva, se quería utilizar”, dijo en aquel momento el ingeniero Julio Wong Ramos, jefe técnico del Simón Reyes.
El sistema preliminar de los cajones postensados, propuesto por los proyectistas para dichos sifones, nunca llegó a las manos de los constructores.
“En el de Limones Palmero —confirmó Wong Ramos— tuvimos que trabajar con los cajones A 3-10 o de acero saliente, conocidos como peludos”.
En los demás emplearon los superpuestos, asegurados con hormigón, alternativa que no respondió a los requerimientos técnicos que garantizaban la hermeticidad de las juntas.
Estas no fueron las únicas violaciones del diseño inicial propuesto. A unos pocos metros del nacimiento del Zaza-Ciego de Ávila, el viejo canal de tierra Zaza-Camagüey se resistió a compartir la cercanía con el nuevo vecino.
La ventaja de tener la cota de fondo más alta le permitió al antiguo levantar, con el escape de sus aguas, unos 200 metros de losas del revestimiento del cauce naciente.
La solución de los hombres del Simón Reyes fue abrir orificios en las losas, llamados lloraderos, para evitar lo que pudo ser la primera paralización de la parte constructiva de una de las obras hidráulicas más importantes del país en aquellos momentos.
Tropiezos hacia el este
Solo cuatro estanques del centro de alevinaje La Teresa reciben el beneficio del Zaza-Ciego. Foto: Ortelio González Martínez
De tropiezo en tropiezo, el canal entró en las tierras cultivables del sur avileño y el 30 de septiembre de 1993 los ejecutores dieron por concluidos los primeros 22 kilómetros.
Según el acta de entrega y recepción, los trabajos del primer tramo fueron ejecutados de acuerdo con las normas y reglas de construcción expuestos en el reglamento principal de aceptación de las obras hidráulicas para la explotación.
No obstante, una lista de 13 deficiencias debía ser enmendada antes de marzo de 1994 para que la Delegación Provincial de Recursos Hidráulicos recibiera la primera parte del canal.
La reparación de pequeñas grietas en los sifones, la no realización de las pruebas hidráulicas en su momento y la desviación del proyecto aprobado fueron deudas pendientes con la obra en el proceso de construcción, como apareció reflejado en la mencionada acta.
En agosto de 1998, según anotaciones estampadas en el libro de obra, se probó con diferentes soluciones para la fundición de las juntas, desde el manual hasta la máquina de Gunitaje, que lanzaba el hormigón a alta presión sobre las paredes y el fondo del canal, método, este último, que dio resultado y en lo adelante vino a ser la salvación, al no tener que utilizar las losas prefabricadas.
Mucho antes, desde el mismo comienzo de los trabajos, la soledad casi siempre acompañó a los proyectistas en las visitas de control. La presencia intermitente de un inversionista advertía sobre el futuro incierto del proyecto.
No por casualidad en varias ocasiones mostraron preocupación por las insuficiencias en el hormigonado y en las soldaduras de las juntas.
Por aquel entonces, el ingeniero José Antonio Rodríguez Gallo y su equipo de la EIPHVC daban cuenta de la ausencia de un técnico que controlara la calidad, principalmente en el hermetizado de los sifones.
Eran bastante comunes los señalamientos de que los aceros se oxidarían bajo los conductos inundados de agua o que no se podía chequear la terminación de los trabajos por la magnitud de las filtraciones en algunos lugares.
Bajo el paso de los arroyos naturales, la violación del cronograma de trabajo y la aplicación de mezclas inadecuadas se cimentó el fracaso final.
Por aquella época el ministro-presidente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, refería: “mañana el Zaza-Ciego de Ávila pudiera conducir agua por su cauce.”
“Aunque el tema —añadía— está en completar los sistemas de riego de los ministerios de la Agricultura y del Azúcar”.
Tiempo de espera
Los embalses reguladores permitirán el riego al norte del canal, mientras al sur permanece el inmovilismo constructivo. Foto: Ortelio González Martínez
Aguas abajo (al Sur), los avances en la implantación de los sistemas de riego se limitaron a algunos canales principales y secundarios, al paso del tiempo, abandonados por el MINAZ (hoy Empresa azucarera de Ciego de Ávila) y el MINAGRI.
Los adelantos más notables, aunque no los requeridos, estuvieron en la desaparecida entidad azucarera Orlando González. Allí solo se terminó el proyecto técnico ejecutivo y algunos estudios revelaron que en total la agricultura cañera de la zona podría mojar poco más 4 600 hectáreas, luego de una inversión obligada, a un costo de casi 153 000 pesos por hectárea para terminar los sistemas de riego, si se pretendía darles valor de uso.
El central Venezuela, al sur de la provincia, jamás tuvo diseñado dichos sistemas, aunque se sabía que la llegada del agua hubiera sido el Ada Madrina que ayudaría a elevar la producción de los cañaverales de la zona para que reviviera un coloso que exhibía en los campos un anémico rendimiento de 32 toneladas por hectárea, una de las causas que definió el cierre definitivo de la planta moledora.
A la pobreza de las plantaciones de caña de azúcar, al sur del Zaza-Ciego de Ávila, se suma el daño a los sembrados ajados por el agua que nunca llegó a la empresa Juventud Heroica, cuyas tierras hoy forman parte de la entidad Cubasoy.
En el 2003, Alfredo Jordán Morales —fallecido—, titular del MINAGRI en aquellos años, aclaraba que el funcionamiento del gigante dependía de las posibilidades financieras del país. “En el momento que tengamos el dinero concluiremos los sistemas de riego”, dijo a este reportero.
El Chino Wong, ya jubilado y uno de los especialistas más conocedores de esta historia inconclusa, no entiende por qué otros canales en varias regiones del país tienen valor de uso y rieguen cientos de hectáreas “y mi canal —lo dice con sentido de pertenencia—, casi tres décadas después de iniciado está hipotecado en el tiempo, y aún no haya entregado un milímetro cúbico de agua al Azcuba, la agricultura y la ganadería”. Y apacigua la nostalgia con un “averigua qué sucede”.
Los sueños… todavía
Trazado del Trasvase Centro-Este. Infografía: Ortelio González Martínez
Visto desde el aire, el Zaza-Ciego de Ávila parece un río largo, muy laaaaargo, que descose en dos a casi toda la región central de Cuba. De los 40 kilómetros, 22 tienen agua, aunque a decir de Pedro Gómez Zamora, director de la UEB Centro Este, de la Empresa de Servicios Ingenieros (ESI)-Dirección Integrada de Proyectos (DIP) Trasvase, está en condiciones de recibir el líquido en todo el trazado, hasta la zona de El Amparo, en el municipio avileño de Venezuela.
Detalla particularidades del megaproyecto del Trasvase Centro-Este, considerado como estratégico para el país por las recurrentes sequías, la aguda cuña de intrusión salina en la zona y la necesidad de poner en explotación extensas áreas cultivables y ganaderas.
“Si llega a materializarse lo concebido inicialmente, se prevé que en un futuro 27 presas de tres provincias surtan el agua a los más de 300 km de canales magistrales, desde la zona de Méyer, en el Escambray espirituano, hasta las proximidades de Camagüey”, explica Gómez Zamora.
A lo anterior se agrega el entramado de derivadoras, corredores, ríos, presas, puentes de estiaje, sifones y otros canales vinculados al Trasvase Centro-Este, entre las que se encuentran varias obras cuya construcción no ha comenzado, como la ejecución de la presa Agabama y el canal Agabama-Zaza, aplazados desde inicios del período especial, eslabones imprescindibles para dar toda el agua necesaria, porque la Zaza, sola, no puede abastecer a la arrocera del Sur del Jíbaro y a los planes de desarrollo agrícola y cañero en las tierras de Ciego de Ávila, según revelan especialistas en recursos hidráulicos.
Muchos objetos de obras y sistemas ya han sido concluidos e, incluso, tienen valor de uso en la provincia de Sancti Spíritus (presas Zaza, Higuanojo y Banao II, la derivadora Sur del Jíbaro, en La Sierpe); mas en Ciego de Ávila solo el canal está listo.
Ismael Aguilera Sánchez, jefe de la Unidad Empresarial de Base encargada de las labores constructivas vinculadas con el Trasvase Centro-Este fue categórico: “hoy no tenemos capacidad para responder a todos los objetos de obras. Disponemos de un parque de equipos con varios años de explotación y nos faltan otros especializados. Solo podremos ejecutar en valores unos 11 millones de pesos al año, no más, razón por la que en el 2018 contratamos la reconstrucción de apenas 500 metros del Canal Magistral Zaza”.
Cuando el agua no regresa a la tierra
El agua reposa en 22 kilómetros y no ha mojado una sola hectárea de tierra pertenecientes a la agricultura y a la empresa azucarera Ciego de Ávila. Foto: Ortelio González Martínez
Como el cambio climático, varios conceptos se transformaron en los dilatados años de ejecución del río artificial. Siempre se habló de emplear el regadío por gravedad aguas abajo; sin embargo, hoy se pretende hacerlo también aguas arriba (al norte), para lo cual deben construir cinco embalses reguladores (especie de piscinas abastecedoras de las máquinas de riego), de los cuales solo uno está en ejecución, con cierto grado de atraso de acuerdo con el cronograma de la obra.
De llegar hasta Camagüey, las bondades del río artificial pudieran extenderse a unas 148 200 hectáreas de las tres provincias (más de 11 000 en Ciego de Ávila) con potencialidades reconocidas para el fomento de los cultivos varios, el arroz, la pesca, el desarrollo de la ganadería y la cañaque, según estimados, recibirán por esta vía unos 900 millones de m3 que aliviarían el sobrexplotado manto freático de la región, en lo fundamental a la cuenca Sur del territorio avileño.
Este periodista tocó las puertas de autoridades de la agricultura y de la Empresa Azucarera de Ciego de Ávila para corroborar lo que observó en el terreno, desentrañar realidades no reveladas a la prensa y conocer cuánto hacen —o no hacen— para la utilización del agua que reposa en 22 kilómetros de esa especie de cinta gigante de hormigón, acero y cemento.
“¿Qué te voy a decir del canal?”, murmura casi entre dientes el ingeniero Víctor Diéguez Ogando, jefe del grupo de riego de esa entidad.
Despliega un plano lleno de cuadrantes y círculos. Con el dedo índice sobre el papel explica: “En esta área intensificamos las acciones para rescatar suelos ociosos que en julio de 2017 nos traspasaron de la agricultura. En total son 4 045 hectáreas, de las cuales más de mil 500 están en proceso. Tenemos sembradas de caña más de 80 y continuaremos el fomento del polo cañero.
—¿Y de dónde extraerán el agua?
—Del subsuelo. Después de Irma el sector uno de la Cuenca Sur está bien lleno y no hay problemas. Nada nos impide sacarla.
—¿En contra de la salud del acuífero subterráneo y a favor de la cuña salina que afecta la zona?
—Por ahora no hay otra alternativa. La empresa no tiene tecnología para la construcción de los sistemas de canales de riego, ni dinero para los proyectos. Creo que es muy apresurado hablar de eso. Si no se toman decisiones inmediatas, la solución tardará bastante tiempo. No olvides que, como parte de la tarea Álvaro Reinoso, hace más de tres lustros esas tierras dejaron de ser de nuestras, hasta que el pasado año volvieron a dárnosla.
Categórico en su respuesta fue Orlando Pérez Pedreira, delegado de la agricultura en la provincia: “Estamos actualizando el programa de desarrollo y este año no hay nada planificado para los sistemas de riego vinculados al canal. Solo tenemos una inversión al norte y está relacionada con la excavación de pozos y el alistamiento de bombas y conductoras, pero no tienen nada que ver con el canal”, repite.
En boca de otros directivos, la misma historia de hace años, cuando la ejecución del canal avanzaba de tropiezos en tropiezos y ni el MINAGRI ni el MINAZ movían una piedra para construir los sistemas de riego y daban la impresión de no importarles el beneficio de las aguas que llegarían a la zona.
Luego de escuchar a las partes involucradas, de palpar sobre el terreno qué se ha hecho y cuánto falta, y de recorrer de Este a Oeste, y viceversa, esta especie de río atravesado, según lo bautizó un colega, no hay que ser muy avezado para comprender que existen muchos nudos por desatar para darle valor de uso a una obra que se resiste a firmar su condena a muerte, sean cual fueren los tropiezos, desde los iniciales por parte de los constructores, hasta los desafueros de los organismos con propiedades a un lado y otro del conducto.
Rafael González-Abréu, especialista principal de la Empresa de Aprovechamiento Hidráulico de Ciego de Ávila, explica que la construcción de la obra es una bendición para las tierras rojas del Sur de la provincia, no solo por la cantidad de hectáreas a irrigar, sino porque corre sobre el acuífero y, por las filtraciones que siempre va a tener, ejerce un efecto ducha sobre el manto subterráneo, que estuvo en estado crítico cuando la anterior sequía.
Y no le falta razón. Solo un ejemplo ilustra: cuando Irma llegó con su diluvio, la presa Zaza, la mayor del país, envió al mar más de 700 millones de m3 y parte de ese volumen se le hubiera podido inyectar al manto freático a través de los pozos de recarga y el canal de infiltración, existentes en la zona.
En tiempo de bonanza nadie se acuerda de la escasez de agua, ni de las reuniones, ordenanzas y prohibiciones de años atrás. Sergio Barrios García, delegado de Recursos Hidráulicos en el territorio, manifiesta que cuando la pasada sequía se extendió por casi tres años, hubo que paralizar casi la totalidad de las máquinas de riego de la Agricultura y Azcuba. “Si esa situación se repite, nos veremos obligados a volver a hacerlo”.
Y enfatiza: “En el Plan del Estado para el Enfrentamiento al Cambio Climático, el canal Zaza-Ciego está en una de las 12 zonas priorizadas por la Tarea Vida: la costa sur de Ciego de Ávila; además, en la Política Nacional del Agua, aprobada por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros en diciembre de 2012, una de las cuatro prioridades es el uso eficiente de la infraestructura construida y hasta hoy eso es letra muerta en el canal, porque no brinda ningún servicio, pese a que está lleno a lo largo de 22 kilómetros”.
Millones… ¿De qué valen?
Aguas debajo de la Derivadora del Sur del Jíbaro, en la provincia de Sancti Spíritus, no se detiene el trabajo. Foto: Ortelio González Martínez
En esa especie de malformación congénita que es el atraso en los cronogramas de terminación de las obras, muchos porqués se entretejieron para que treinta años después del inicio, el valor de uso del canal Zaza-Ciego siga siendo una mística y se circunscriba a abastecer de agua a solo cuatro estanques del centro de alevinaje de La Teresa y no haya mojado una sola hectárea de tierra.
El hecho de haber comenzado la ejecución al “borde” de la crisis económica, también tuvo su influencia en el destino de la obra, cuyo auge constructivo coincidió con la etapa más difícil de los años ’90, pero eso es agua pasada, porque después de ese período otras obras similares recibieron mayor impulso.
El INRH, también enjuiciado en su momento, saldó la deuda y llenó de agua el cauce, sin escapes en los sifones, con pérdidas mínimas y 15 puntos de entregas al sur, listos para la operación y, por demás, no se detiene en la construcción de los llamados embalses reguladores para poder regar al norte.
Para darle valor de uso, más que voluntad, se necesita de la acción conjunta entre el INRH, Azcuba y el MINAGRI porque, además de los beneficios que les reportará, cada uno de estos organismos tiene su cuota de irresponsabilidad, pues de conjunto los dos últimos disponen de más de 100 máquinas que extraen el agua del manto freático y, contra toda lógica, recursos hidráulicos lo ha permitido por mucho tiempo. El mal está hecho. Ahora habrá que esperar por la construcción de los sistemas con el canal lleno de agua.
La realidad demuestra que si hoy se contara con el presupuesto debiera emplearse en dichos sistemas, más que en ningún otro lugar, en tanto desde el principio no se trabajó con un cronograma conjunto, bien estructurado y ordenado, para adelantar al unísono las labores dentro y fuera de ese río artificial y así aprovechar la infraestructura creada en beneficio de los diferentes programas concebidos que se impulsan en la región.
Además del agua, por el canal Zaza-Ciego han pasado en tres décadas encarecimientos, deficiencias, y los años difíciles, en los que se han abierto y cerrado compuertas, desafiando el sentido común porque allí permanecen enterrados el esfuerzo de muchos hombres y mujeres, miles de toneladas de cemento, acero y combustible, tanto que sobrepasan los 70 millones de pesos. Treinta años después, ¿de qué valen?
Datos del Canal Magistral Zaza-Ciego
Alto total: desde los 3,87 metros (m) hasta los 4,80 m
Nivel del agua: desde los 3, 35 m hasta los 4, 30 m
Pendiente total del canal: 7 centímetro por cada kilómetro lineal
Gasto de circulación de agua: desde los 23 metros cúbicos por segundo hasta los 33 metros cúbicos por segundo
Ancho de plato: desde los 3, 20 m hasta los 6 m
Volumen de trabajo realizado
Desbroce de vegetación: 4 millones 200 000 metros cuadrados
Excavación capa vegetal: 1 millón 050 000 metros cúbicos
Excavación en el canal principal y en los de drenaje: 1 millón 500 000 metros cúbicos
Excavación en préstamo: 190 000 metros cúbicos
Caminos de explotación: 80 kilómetros en los que vertieron 120 000 metros cúbicos de rocoso
Cantidad de hormigón empleado: unos 20 000 metros cúbicos
Luego de las intensas lluvias de los últimos tiempos, en la provincia de Sancti Spíritus existe suficiente agua para el regadío de las zonas cultivables del sur avileño, si el canal magistral Zaza-Ciego estuviera terminado. Foto: Ortelio González Martínez
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