Por Ariadna A. Pérez y Ramón Barreras Ferrán
Bastó la presentación de rutina a través de Facebook y la solicitud de una entrevista. Alejandro Gil Fernández, ministro de Economía y Planificación, respondió afirmativamente con prontitud. Solo nos pidió “una tregua” hasta que finalizara la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde se realizarían consideraciones sobre el plan para el 2019.
Poco después intercambiamos varios mensajes y unas llamadas de coordinación y nos recibió, con una gentileza enorme, en su despacho para responder las preguntas que le formuláramos, sin evitar alguna o evadir criterios.
¿Por qué se considera un mérito el crecimiento ligeramente superior al 1 % de la economía cubana en el año 2018?
El plan de la economía del 2018 tenía una tasa de crecimiento implícita del 2 % y un programa de exportaciones e importaciones. Con ellos se planifica un nivel de actividad, producción y comercialización de bienes y servicios, y eso es lo que te da el Producto Interno Bruto (PIB).
Cuando nosotros hablamos de tasa de crecimiento del PIB es comparando con el del año anterior. Por tanto, lo que se previó en el plan era que, alcanzando ese nivel de ingresos por exportaciones y el correspondiente a importaciones, la economía crecería en el entorno del 2 por ciento.
Pero sucedió que el nivel de exportación no se logró, por dos factores fundamentalmente. Uno fue no alcanzar el crecimiento planificado en el turismo, que es un motor impulsor de la economía. No crecer en ese sector lo previsto incide en los restantes sectores, porque demanda recursos de la economía e impacta directamente a los proveedores.
No obstante, hemos dicho que en el turismo se crece, pues el comportamiento del 2018 no fue inferior al del 2017, lo que no se alcanzaron los niveles que habíamos previsto en el plan. Crece, pero habíamos planificado un crecimiento al que no le llegamos. Se había previsto llegar en el 2018 a 5 millones 100 mil visitantes y nos quedamos en el entorno de 4 millones 750 mil, cifra sin embargo, que es superior a la del 2017.
Es meritorio este resultado, aun sin llegar al plan, porque se alcanza en medio de la política de recrudecimiento del bloqueo, la cual ha afectado la dinámica de crecimiento que teníamos del turismo norteamericano; a mediados de año se ralentiza. A fines del 2017 nos impactó el huracán Irma y eso también incidió en la temporada alta del turismo de inicios del año 2018. Incluso con esos factores negativos no decrecimos.
El otro factor fue la zafra, pues estuvo muy por debajo del plan. Tuvimos una afectación grande de los ingresos por exportación de azúcar, fundamentalmente por problemas climatológicos y la sequía, y luego el huracán Irma tumbó la caña. Aunque hubo zafra y se logró exportar azúcar, se quedó muy por debajo de los niveles planificados.
Esos dos sectores son decisivos y tuvieron afectaciones en la tasa de crecimiento estimada.
También tuvimos daños de carácter climáticos en la agricultura, asociados a la tormenta subtropical Alberto, la cual afectó las producciones agropecuarias por las intensas lluvias. La vida demostró que un evento como este puede ser más perjudicial que un huracán, por el tiempo de permanencia.
Lo que planteamos es que en medio de esas circunstancias nacionales y de un entorno internacional donde la región de América Latina y el Caribe tendrá, según estima la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), un bajo crecimiento promedio de sus economías, la tasa de crecimiento del 1,2 es un resultado discreto y no respalda los niveles de desarrollo y crecimiento que necesita el país, pero no se decrece. La economía del 2018 crece con respecto al 2017.
Lo meritorio no es haber alcanzado un 1,2 por ciento. La economía no decreció y logró mantener un ligero crecimiento. Reconocemos que los resultados no son suficientes, no respaldan las demandas de la población y no garantizan el desarrollo del país; y que no se alcanzan los niveles de inversiones previstos, pero no hay un retroceso. En esas circunstancias podíamos haber decrecido.
Eso nos da la visión de que la economía nuestra tiene potencial, si hacemos mejor las cosas y trabajamos más organizados. Con mayor rigor y disciplina podemos alcanzar tasas superiores.
En la más reciente sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular se insistió en que la batalla principal del país se concentra en la economía. ¿Pudiera ampliar esa afirmación?
No es solo la principal, sino la más compleja y de la que más espera nuestra población, porque da sustento a la calidad de vida. No se puede ver la economía de manera limitada. No hay mucho paralelismo entre el PIB y el plato de comida. El PIB no es solo la comida; en él están todos los niveles de actividad que tienen que ver con la educación, los servicios médicos, las comunicaciones… Hay un grupo de actividades que tributan al nivel de crecimiento de la economía que no se reflejan en un plato de comida obligatoriamente.
La batalla económica es la más compleja y la que más exige nuestro pueblo, porque tenemos que llevar a esta los éxitos que tenemos en otras esferas, como la diplomacia, la formación de capital humano, la salud… Debemos lograrlo y eliminar los problemas existentes con la productividad, la eficiencia, el control. No hemos podido llevar esa eficacia de los otros sectores a la economía. Eso es una asignatura pendiente para demostrar que el sistema socialista y la empresa estatal pueden garantizar la sostenibilidad, la prosperidad.
Le hemos llamado batalla por la economía a tratar de hacer mejor las cosas, a trabajar con más rigor y disciplina, y es la principal porque es la que nos dará los bienes y servicios que nos permiten incrementar y mejorar las prestaciones en los otros sectores. De eso depende la salud, la educación, el salario de los trabajadores… Si no se genera la riqueza no se puede distribuir, por eso es la más compleja y de la que más espera nuestro pueblo. En ella se concentran las mayores insatisfacciones, porque vivimos con escaseces y limitaciones que la economía tiene que resolver.
Hay planificaciones a largo plazo, que tienen otras metas y objetivos. En el corto plazo lo que se hace es una asignación de los recursos que el país puede disponer, los que recibe fundamentalmente de las importaciones y el dinero que nos prestan (los créditos). Siempre decimos que el dinero de las importaciones es nuestro, pero el de los préstamos hay que devolverlo y no se puede aspirar a un mayor crecimiento sobre la base de un aumento del endeudamiento externo, que podría conducir a una mayor tasa de crecimiento en el corto plazo (un año), pero a una contracción de la economía en el futuro, porque habría que destinar mucho más dinero a pagar las deudas de lo que se gastó.
Por eso, desde el diseño del plan estamos diciendo que es objetivo, porque están considerados los niveles de actividad y se planifica una tasa de crecimiento de 1,5 % sin incrementar las deudas externas del país.
Los crecimientos tienen que ser sostenibles, ajustados a nuestros recursos. La economía no necesita sobreendeudarse para crecer.
En diversos escenarios hemos escuchado la aseveración de que aún no se aprovecha, en la medida de lo posible, el conocimiento de los académicos en Economía y Contabilidad. ¿Qué apreciación tiene usted al respecto?
Es cierto, Miguel Díaz-Canel, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, ha llamado a integrar más a la Academia y a aprovechar las investigaciones. Eso también es una reserva de la economía y parte de la batalla económica. El 14 de enero, víspera del Día de la Ciencia, constituimos el Consejo Técnico Asesor, un órgano colegiado de análisis de temas fundamentales del desarrollo económico, el que estará integrado por prestigiosos académicos.
¿Sobre qué bases, a partir de nuestras condiciones, pudiera elevarse el PIB?
Potenciando nuestras reservas internas, no sobreendeudándonos, trabajando por incrementar las exportaciones y sustituyendo las importaciones de forma que el dinero rinda más, porque es más económico importar las materias primas para realizar las producciones aquí en el país, y ejecutando bien las inversiones que necesitamos para el desarrollo.
¿Cuánto pesan en la economía cubana la inejecución del plan de inversiones en un 15 por ciento? ¿Cómo podría revertirse ese comportamiento?
Pesa mucho. Por lo menos desde el año 2000 jamás hemos cumplido el plan de inversiones. Esa es una situación crónica, no coyuntural. No es solo en este año. No cumplir significa no alcanzar los niveles de tasa de acumulación que requiere la economía para su desarrollo. Hay estudios de académicos en Cuba, validados en la práctica internacional, que dicen que para tener una economía que tribute de manera sostenida al desarrollo de la economía, debemos invertir no menos del 20 % del PIB.
Hoy estamos en el entorno del 11 por ciento. Tenemos lo que se llama una brecha de inversión. Necesitamos incrementar inversiones, pero si no hemos sido capaces de cumplir el plan que está por debajo de la necesidad real, no podemos trazarnos una estrategia de grandes crecimientos, sin antes revertir la persistente situación de incumplir el plan. Por eso la primera tarea es cumplir el correspondiente al 2019, que de hecho tiene un 20 % de crecimiento en relación al del 2018, y en los años sucesivos mantener una dinámica de planificación siempre superior a las del año anterior para ir reduciendo y eliminando la brecha. Hay que cumplir el plan, no podemos acostumbrarnos a explicar por qué se incumple.
El plan de inversiones de este año, en sectores altamente priorizados para el país, hay que concretarlo. En el 2018 nos quedamos un 15 % por debajo, que es lo que nos ha estado pasando en los últimos años. El tema es complejo porque no es solo cumplir el plan desde el punto de vista monetario, sino que las inversiones rindan lo que se previó en los estudios de factibilidad. Es un análisis integral y es una prioridad de trabajo del ministerio, del país, y es parte central de la batalla económica. Hay que hacer todas las inversiones que tributen al desarrollo, pero hacerlas bien y con los estudios de factibilidad, porque a veces se acomodan para que sean aprobados.
Mucho se habla y escribe de los inventarios, sobre todo de productos ociosos y de lento movimiento. ¿Qué puede hacerse para disminuir ese lastre económico?
Hoy andamos por los 25 mil millones de pesos a nivel de país, eso está en el entorno del 25 % del PIB a precios corrientes.
Planificamos cerrar el 2019 con una relación entre estos dos indicadores del 23 por ciento. Disminuir ese 2 % le aportará a la economía 400 millones de dólares, que es el valor de productos que no hay que producirlos ni importarlos, porque están en los almacenes.
Eso hay que hacerlo a punta de lápiz, en cada empresa; es una gestión de la microeconomía. Me da la impresión que en los últimos tiempos nos hemos enfocado más en buscar soluciones a los ociosos y de lento movimiento, que en adoptar medidas para evitarlos.
¿Cómo evitamos los inventarios ociosos y de lento movimiento? Con la planificación, la gestión de compra. Ellas forman parte de la batalla económica en la microeconomía, pero tenemos que evitar que sea una consigna. En el plan del 2019 hay una concreción matemática, porque está planificado que el nivel de inventario se reduzca a un 23 % del PIB.
¿Qué significa para la economía en términos prácticos los 12 millones de dólares que pierde diariamente el país a causa del bloqueo del Gobierno estadounidense?
Nuestro Canciller, en su discurso el 1.º de noviembre pasado en la ONU, expresó que el bloqueo le costó a la economía en el año 4 mil 321 millones de dólares.
Si dividimos esa cifra entre 365 días, da un resultado promedio de aproximadamente 12 millones diarios.
¡Cuánto más podría hacer la economía con ese dinero! Esas cifras tienen un impacto tremendo en el crecimiento y en la sustitución y oferta de los bienes y servicios de la población.
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