La pandemia del Covid-19 ha continuado su paso arrollador, sin que las medidas tomadas la hayan contenido. La Organización Mundial de la Salud informó que los contagios ya superan los 10 millones y 500 mil los fallecidos.
Provocará una crisis devastadora, es probable el aumento en 6-8% de la pobreza y en algunas regiones del sur, el nivel volvería al de los treinta años previos. Los datos existentes ocultaban enormes desigualdades (el 1% de la población mundial poseía más del doble de la riqueza neta de 6900 millones de personas) y a principios de 2020, en 46 países, el gasto en deuda externa superó el de salud pública en cuatro veces.
Se prevé una inimaginable devastación y sufrimiento, con extremos históricos de hambruna, unos 1600 millones de personas incapaces de ganarse la vida y una pérdida de 8,5 billones de dólares en la producción. Posiblemente, se tardará dos y tres años el regreso a las cotas precedentes a la epidemia y ni en el 2021 se conseguirá una reactivación cercana a la antes.
El aspecto más impactante es el desempleo, los indicadores alcanzan cifras impactantes, las proyecciones dicen que en Europa podría duplicarse y que casi 60 millones de ocupaciones estarán en riesgo. Perturbará principalmente a los 2 mil millones de trabajadores en el sector informal y en los países pobres, el 90% de los empleos son de ese tipo, en comparación con el 18% en los ricos.
Las remesas están entre los flujos más castigados (más del 5% del PIB en al menos 60 países), estimándose una baja de 20% hacia los de bajas y medias rentas en el 2020, dado que el 75% de los migrantes laboran en regiones que concentran tres cuartas partes de los casos, lo que resulta un dígito muy revelador, pero menor que el retroceso en 35% de la inversión extranjera directa.
En el turismo se estiman ingresos menores en el orden de 410 mil millones de euros para el 2020, afectándose también construcciones y transformaciones en la actividad. Para fabricantes de aviones, aerolíneas y proveedores de servicios aéreos, la caída es sumamente preocupante, inquietantes números rojos y despidos masivos; el primer trimestre cerró con 53% de descenso y las previsiones tampoco ofrecen buenas noticias (podría caer hasta 1500 millones para fines de 2020, en comparación con lo habitual).
La economía se contrae, el dinero se desborda sin límites y la deuda prospera a escalas incontroladas. El Instituto de Finanzas Internacionales alertó que había escalado en 2019 hasta 255 billones de dólares, equivalente al 322 por ciento del PIB y teme que ascienda a 342 este año en un contexto en que no todos encuentran otra alternativa.
El FMI ha revisado su pronóstico y ahora estima un declive en el 2020 del 4,9%, las pérdidas acumuladas entre 2020 y 2021 superarán los US$12 billones y en el 2022 el comportamiento sería aún 3,3 puntos porcentuales inferior al del escenario base. También advirtió que pueden cristalizar otras vulnerabilidades y que los altos compromisos que existen se pueden volver "inmanejables", lo que representa una amenaza para la resiliencia de las entidades financieras.
Destaca que por primera vez todas las regiones tienen proyecciones negativas, aunque hay diferencias sustanciales, reflejando la evolución de la enfermedad y la efectividad de las estrategias de confinamiento. Se está viendo como las progresiones van deteriorándose y aunque la catástrofe no será igual en todos, los que han hecho las tareas con prudencia fiscal y bancos centrales independientes, han podido hacer un esfuerzo adicional para enfrentar la situación y en ellos la recuperación será más rápida.
Habrá profundas recesiones. Estados Unidos, cuyos pasivos excedían los 23 billones de dólares a fines del 2019 y quizás lleguen a 30 billones en los próximos seis meses, con un desplome del 8% en 2020, un empeoramiento de lo vaticinado en abril y Japón con una caída del 5,8% este año. Se proyecta una contracción del 10,2% en la zona euro, Italia y España sufrirán los mayores impactos negativos, ambos con un desmoronamiento del 12,8% y el Reino Unido sufrirá un derrumbe del 10,2%.
En el caso de las emergentes, anticipa una mengua de la actividad del 3%, dos puntos porcentuales peor de lo publicado en abril. China, donde el choque se centró en los tres primeros meses de 2020, estima un incremento del 1% e India perderá un 4,5%. Las naciones más pobres del mundo, se tambalean frente al ataque implacable contra sus frágiles economías, que se suma a otro golpe letal para su sobrevivencia: las obligaciones financieras.
Para América Latina y el Caribe, la rehabilitación será más lenta que en el resto del mundo. Suramérica tiene una dependencia importante de China que, aunque se está recobrando relativamente bien, va a encontrarse con un mundo debilitado y el problema no es nuevo, ya venía creciendo menos de lo requerido para el desarrollo y una ampliación fuerte en 2021 se ve lejana; estimándose un derrumbamiento del PIB de 8-10% este año y un resarcimiento solo a partir del segundo semestre de 2021; será más pobre, más endeudada y con más problemas de distribución del ingreso. Está sufriendo la movilidad de personas, las restricciones de viajes, que sacude especialmente al Caribe y a algunas otras zonas; el comercio cayendo fuertemente, un descenso en inversión extranjera directa que puede llegar al 50% y una disminución del 30% de las remesas.
Un grave factor que afecta la capacidad de atajar la recesión, es considerar que solo está relacionada con la pandemia como fenómeno puntual y no que es consecuencia de las contradicciones internas del capitalismo desde un punto de vista permanente y sistémico.
Se puede ir hacia una globalización con reglas, una suerte de keynesianismo, el fortalecimiento del estado con un sistema de protección social, pero también hacia un nacionalismo autoritario, en donde los sectores conservadores traten de volver a hacer lo que han hecho siempre. La principal preocupación es que en caso de cualquier retroceso -como una segunda ola de infecciones, se produzca una hecatombe más profunda o intensificación del malestar social-, podría poner en riesgo lo avanzado.
Las más grandes economías no han logrado salir de esa trampa de liquidez por más que inyectaban billones, no obstante, la mayoría de los gobiernos, con su intervención protagónica y a pesar de trasladar las amenazas para el futuro, han adoptado planes de emergencia o sobrevivencia para socorrer a compañías, autoridades, hospitales, desempleados y familias y el límite depende del endeudamiento precursor al Sars-Cov-2.
El futuro comercio internacional responderá a complejas realidades, que exigen una respuesta para mantener equilibrado el empleo, se encontrará influido por el nacionalismo proteccionista del presidente Trump, un ambiente sensibilizado por presiones sociales en casi todos los países, que alterarán la demanda de los productos y una parte sustancial de los intercambios continuará siendo entre firmas de las grandes corporaciones transnacionales, aunque también se realizará por pequeñas y medianas agrupaciones a cadenas industriales de alcance interregional.
Es poco factible que empresas se arriesguen en inversiones, el sentimiento dominante alienta a suspenderlas, reducir gastos y créditos. Los billones de dólares y euros que se están sumando a una circulación monetaria corren el riesgo de permanecer en un limbo bancario, si no se los traga la especulación bursátil de nuevo y en particular la recompra de acciones.
Los países desarrollados también se han visto en un ambiente alterado; junto con los problemas de sequía y la quiebra masiva, buscan posibilidades para solucionar la escasez de la mano de obra agraria barata, que es importada y es de los factores clave de una crisis alimentaria que puede producirse en los próximos meses.
En el caso del petróleo, la Agencia internacional de Energía calcula que en el resto de los meses hasta que termine 2020 la demanda será inferior a la del pasado año, con 2,7 millones de barriles diarios menos en diciembre.
En este desastre de salud y de economía causado por la doctrina neoliberal del gran capital financiero, con su habilidad para flotar y ganar siempre, apunta a serlo de nuevo.
La cada vez más notables dificultades del capitalismo ha acarreado una rápida polarización política entre una izquierda insurgente y fuerzas ultraderechistas y neofascistas que han logrado adeptos en muchos países del mundo, se extiende el descontento popular contra la desigualdad, En ese entorno, los grupos conservadores se empeñan en organizar una respuesta a la emergencia sanitaria y a la crisis económica, abarcando una mayor dosis de subterfugios ideológicos y una renovada movilización de sus fuerzas de choque para demandar el levantamiento del confinamiento.
La pandemia está lejos de terminar. No se sabe si se quedará para siempre, amenazando activarse y volver a extenderse en cualquier momento, lo que bien podría hacer que la izquierda exija al Estado que este proporcione ayuda a millones de trabajadores y familias pobres.
Se verá.
Hasta Pronto
Lic. Michael Vázquez
Montes de Oca
Junio del 2020
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