Los ojos del país miran hacia una dualidad monetaria y cambiaria que se ha convertido en traba crítica del proceso de transformaciones del modelo económico y del crecimiento de su economía.
Las tensiones crecen desde un sistema dual de monedas y de múltiples tasas de cambio. Foto: Tomada de Cubaposible
Las autoridades de Cuba dejaron con un palmo de narices a quienes aguardaban por el anuncio, antes de concluir marzo, de las intenciones gubernamentales frente al gran dilema de la economía cubana: la dualidad monetaria y cambiaria. El informe del Pleno del Comité Central del Partido Comunista, publicado el 26 de ese mes, dijo mucho menos que lo esperado acerca del enredo de dos monedas y múltiples tasas de cambio. Casi nada.
Cuatro días después, el Banco Central de Cuba (BCC) confirmó que no tenía planes de sacar de circulación al peso cubano convertible (CUC) en el corto plazo, al calificar de falsos los rumores que habían disparado la compra de pesos cubanos (CUP) en bancos y en las casas de cambio Cadeca.
La culpa de las altas expectativas la tuvo, en parte, una sesión del Parlamento en diciembre pasado que, contrariamente, informó sobre la dualidad monetaria mucho más de lo que aguardaban entonces los observadores. El jefe de la comisión gubernamental encargada de conducir la reforma económica en Cuba, Marino Murillo, se ocupó de fertilizar la vigilia social por el dinero.
En días recientes se disparó la sustitución de CUC por pesos cubanos en las oficinas de Casas de Cambio Cadeca. Foto: Jorge Luis Baños_IPS
Tras ubicar el ordenamiento monetario como primera entre cuatro prioridades del proceso de transformaciones, Murillo anunció a los diputados que en el primer trimestre presentaría al Pleno del Comité Central un informe de los pasos, políticas y resultados de la actualización del modelo económico. Prometió también “una proyección estratégica de cómo se va a enfrentar la implementación de los Lineamientos hasta el 2021”.
¿Lo hizo? A juzgar por el reporte más reciente, la reunión partidista analizó el asunto, aunque de la unificación monetaria solo publicó, en un rictus de discreción extrema, que se mantenía como prioridad. Nada más.
Más enfáticos fueron los comentarios públicos del Presidente Raúl Castro en diciembre. Ante los diputados se hizo eco del malestar social creado por la dualidad monetaria y la secuela de “la injusta pirámide invertida, donde a mayor responsabilidad se recibe una menor retribución”. Como consecuencia, “no todos los ciudadanos aptos se sienten motivados a trabajar legalmente, al tiempo que se desestimula la promoción a cargos superiores de los mejores y más capacitados trabajadores y cuadros, algunos de los cuales emigran al sector no estatal”, dijo.
“Nadie puede calcular –apostilló-, ni el más sabio de los sabios que tengamos nosotros, el elevado costo que ha significado para el sector estatal la persistencia de la dualidad monetaria y cambiaria”.
Tensiones y expectativas políticas
La reciente explosión en la compra de pesos expresa también la tensión subyacente en la sociedad ante perspectivas desconocidas con su dinero, por más que el Gobierno reitere una y otra vez que protegerá el patrimonio de sus ciudadanos.
Desde hace cuatro años, las tiendas admiten el pago en pesos cubanos o pesos cubanos convertibles según la tasa de Cadeca, uno de los pocos cambios perceptibles en la estrategia de unificación monetaria. Foto: Tomada de Cibercuba
Ante el Parlamento, Raúl Castro abonó las expectativas de un movimiento cercano con las monedas al rematar su análisis con una frase: “Debo reconocer que este asunto nos ha tomado demasiado tiempo y no puede dilatarse más su solución”.
La proximidad del retiro de Raúl Castro de su cargo al frente del Estado y el Gobierno acentuó también conjeturas de que intentaría algo antes. Sin embargo, la búsqueda de puntuación o glorias públicas no ha sido su estilo. Desde que comenzó el proceso de renovación del modelo económico ha insistido en un principio de gradualidad – “sin prisas pero sin pausas”- y no parece razonable que lo abandone ahora. Tampoco ha renunciado el Gobierno a otro principio clave: evitar que los cambios de la economía desaten perjuicios para algún sector de la sociedad.
El recurso de dos monedas implementado en los años 90 como oportuno muro de contención de una crisis inflacionaria se ha convertido con el paso de los años en una de las deformaciones de la economía de más difícil solución. A fin de atenuar la abusiva distancia entre la tasa oficial (1 CUP x 1 CUC x 1 USD) y la tasa de Cadeca (25 CUP x 1 CUC), el Gobierno ha instituido tasas intermedias de compensación en actividades empresariales muy específicas. La multiplicidad y asincronía de estos tipos de cambio constituye el nudo principal del problema, a juzgar por el consenso de economistas.
En los últimos años las tensiones monetarias se acentuaron al desaparecer el equilibrio entre la cantidad de CUC en circulación y las reservas de divisas del país. A fin de sellar las grietas, el Gobierno inventó la alternativa de los certificados de liquidez (CL). Para agravar el galimatías, la gente suele nombrar como moneda nacional solo al peso cubano y le niega esa identificación a su alter ego convertible. Los turistas, en tanto, sudan frío: los cubanos y cubanas les hablan de pesos indistintamente en cualquiera caso.
Falta de transparencia en la economía
Los economistas que han estudiado el asunto en profundidad, no muchos, coinciden al reconocer la enorme complejidad técnica y política que entraña cualquier decisión para unificar monedas y tasas. Pero alertan asimismo por los riesgos y costos de demoras de un ordenamiento que se hace cada vez más imperioso.
“El problema más agudo que enfrenta la nueva agenda económica es la dualidad monetaria”, razona una de las economistas con más horas de estudio del tema, Vilma Hidalgo, en la revista Economía y Desarrollo de Enero-Junio, 2016. Esta dualidad, comenta, “condiciona un entorno económico e institucional bajo el cual conviven diversos circuitos económicos con diferentes reglas del juego en cuanto a regulación, protagonismo del mercado, formación de precios, acceso a la divisa y tasas de cambio de referencia”.
Las empresas estatales aparecen como las más desgarradas por la dualidad monetaria, por su sujeción a una tasa de cambio oficial sin fundamentación económica. Foto: Tomada de Cubadebate
Para las personas jurídicas se torna casi imposible determinar la rentabilidad real de una producción o negocio, o de una administración territorial, bajo la sombrilla de un tipo de cambio oficial sin fundamento económico. En ese punto concuerdan autoridades y académicos desde hace décadas.
“Por la distorsión cambiaria no se puede saber quién opera con eficiencia y quién no”, advierte otro investigador de la economía cubana, Juan Triana, mientras Joaquín Infante, Premio Nacional de Economía, insiste en la deformación que la tasa de cambio oficial introduce en la información de las empresas. En su opinión inhabilita los informes de los estados financieros como instrumento de dirección empresarial y para la evaluación de inversiones.
En contraste con la tasa oficial, “exageradamente apreciada”, Infante y la británica Emily Morris consideran “depreciado” o “infravalorado” el tipo de cambio de Cadeca. Otros estudiosos se mueven con más cautela a la hora de juzgar esa tasa, pero el consenso entre corrientes académicas diversas reconoce una deformación alarmante en el sistema monetario.
La multiplicidad de tasas de cambio enrarece la convivencia entre empresas estatales y entre estas y las formas de gestión no estatal a las que el modelo económico cubano ha abierto las puertas (trabajadores por cuenta propia, cooperativas y las pequeñas y microempresas privadas en formación). Aunque en ámbitos como el mercado mayorista y la banca las empresas del Estado gozan de ventajas sobre la economía no estatal, la coexistencia de dos tasas de cambio tan distantes entre sí genera condiciones más favorables para los negocios privados.
“La dualidad monetaria creó graves distorsiones –comenta el economista de origen cubano Carmelo Mesa-Lago-: los trabajadores reciben su salario en CUP, pero parte de sus gastos es en CUC; no se puede determinar la eficiencia de las empresas, la rentabilidad y competitividad de las exportaciones, la factibilidad de las inversiones y de la sustitución de importaciones”.
Triana razonó en una entrevista que “en todos los casos en las relaciones entre empresas el peso está sobrevalorado. Sin embargo cuando las empresas pagan en pesos cubanos a sus trabajadores y los trabajadores salen a la calle entonces se encuentran con un peso subvalorado, con poca capacidad adquisitiva”.
Por el contrario, la economía no estatal lo negocia casi todo en condiciones de oferta y demanda más próximas a la tasa de Cadeca y pagan mucho mejores salarios al personal que contratan.
Puntal principal de la economía
Hidalgo observa “un drenaje de empleo calificado hacia actividades de baja complejidad tecnológica, debido a la profundización de la brecha salarial entre el sector público y el sector no estatal”. Y advierte: “Transferir empleo a un sector no estatal en estas condiciones podría resultar contrario a los objetivos de crecimiento (económico) de largo plazo”. Esta profesora parte del hecho de que el peso principal de la economía cubana descansa sobre hombros estatales, una peculiaridad que resta validez a la propuesta de otro economista, Pedro Monreal, de apostar al sector privado como as de triunfo contra el entuerto monetario.
Opuesto a entender la multiplicidad de tasas de cambio como una deformación, Monreal aplaude la tasa de Cadeca como “la mejor de todas”, al juzgar que tiene fundamentación económica, una idea riesgosa en un modelo económico lastrado por insuficiente transparencia de la rentabilidad. Al considerar distorsionada únicamente la tasa de cambio oficial, solo admite una cara de la moneda o del problema. Monreal reprocha por ese camino el punto de vista de otros que observan ventajas para el sector privado, derivadas del enredo monetario, en detrimento del empleo estatal.
Asesorado por economistas de más equilibrio y puntería, el Gobierno programa iniciar la descontaminación monetaria por el sector empresarial o de las personas jurídicas, según indican una serie de resoluciones (19, 20 y 21) que el Ministerio de Finanzas y Precios emitió en 2014, para preparar el terreno contable, el sistema de formación de precios y otras normas hacia el Día Cero, cuando dejaría en circulación una sola moneda, el peso cubano.
La unificación monetaria se propone llegar luego al ámbito minorista donde opera la población. Es de esperar, por tanto, una devaluación gradual de la tasa oficial y que luego, inversamente, se aprecie el peso en la tasa de Cadeca hasta encontrar un punto de equilibrio entre ambas, según analiza el ex ministro de economía José Luis Rodríguez en varios artículos.
Pero en los cuatro años transcurridos desde entonces no ha ocurrido ningún cambio significativo o perceptible hacia la unificación monetaria, como no sea la aceptación a partir de marzo de 2014 de pagos en pesos o en CUC en las tiendas según la tasa de 1 x 25.
El sistema monetario cubano arrastra deformaciones que otorgan ventajas al sector privado y cooperativo frente a las empresas estatales. Foto: Jorge Luis Baños_IPS
La hora de la verdad
¿Cuándo dará el Gobierno el próximo paso? Una incógnita objeto de rachas temporales de especulación en la población y del silencio oficial.
No pocos expertos postulan que la economía debe adquirir antes fuerzas y reservas en divisas. De otra manera, el Estado no podría subsidiar temporalmente a las empresas que no resistan un alza de costos al depreciarse el peso, ni podría crear fondos para prevenir inflaciones y proteger a trabajadores y consumidores.
Pero con el tiempo se abre paso otra idea: la nación no podrá ganar fuerzas mientras persista un sistema monetario distorsionado y distorsionante de las relaciones económicas. El magro crecimiento de la economía desde hace diez años parece confirmarlo, por más que la frenen también otras causas inmediatas.
Difícilmente avanzará la economía con celeridad, reflexiona Vilma Hidalgo, si no se priorizan intervenciones entre las cuales cita la unificación monetaria, la corrección de precios relativos, una administración pública más eficiente y mayor rol del sistema financiero en la asignación de recursos.
“Está la tesis de que hay que esperar a ser productivo para tomar esa medida (unificación), y no sé hasta dónde es posible lograr un boom de producción y eficiencia con una distorsión cambiaria tan alta como la que tenemos”, comentó en Progreso Semanal hace un año Triana, quien advierte, sin embargo, que la coyuntura de limitaciones financieras externas que afronta Cuba hoy no es buena para hacerlo.
La mayoría de los expertos, dentro y fuera del país, coincide con el Gobierno cubano en que la dualidad monetaria es un obstáculo para el avance de la renovación económica. ¿Por qué demora entonces la solución? La enorme complejidad del problema se encuentra entre las causas. Pero no es la única.
Desde el inicio de la actualización del modelo, el Gobierno ha defendido la tesis de que los cambios no impliquen traumas para la sociedad. La promesa de proteger a todos los sectores sociales, y las cuentas bancarias de la ciudadanía, ante cualquier giro del sistema monetario se ha convertido en una carta espinosa que prácticamente ha congelado el juego. Las autoridades lo saben. El informe del Pleno del Partido aceptó hace unos días que “el firme propósito de no dejar a ningún cubano desamparado (…) ha incidido en el ritmo de las transformaciones”.
Aunque sigue el Gobierno sin dar señas claras de la ruta crítica y del momento esperado, parece cada vez más próxima la hora final de una dualidad monetaria y cambiaria cuyas deformaciones se han extendido y agravado en el tiempo. Si hace anuncios inoportunos de sus intenciones, zozobraría un ordenamiento de alta sensibilidad social; si lo acelera sin condiciones, también. Pero si lo demora en exceso, entonces corre el riesgo de naufragar la búsqueda misma del nuevo modelo económico para el socialismo cubano. (2018)
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